36. Hijo
⚠️🔪#AvisoDeGore: Descripciones gráficas de violencia en muchas partes del capítulo. #NoQuieroQueMeFunenAsiQueAviso
🎶Banda sonora: Softly - Thomas Day🎶
Echó un vistazo a la habitación cuando terminó de atar al muchacho a la silla. Se preguntó dónde estaba el hombrecillo con el que vivía, el mismo que aparecía en la gran foto de bodas colgada en la pared.
Se veían tan bonitos juntos que le dolía el pecho. No era justo. No era justo que hubiese tenido esa vida de cuento mientras él trataba de sobrevivir en el infierno. No podían salir resultados más distintos de la misma ecuación.
El abandono le había dado a Seo Changbin la posibilidad de criarse al abrigo de la parte suave de los Han. El abandono le había dado a él la obligación de sobrevivir a la parte cruel de los Park.
Donde Changbin había obtenido un banco, una bonita casa con piscina, un muchacho guapo que le amaba y un montón de admiradores; él solo había encontrado dolor, sufrimiento y el rechazo de su dongsaeng. Y todo eso era culpa de los Park, de los Han, de los Choi y de su madre. Era justo que se cobrara su venganza por tres décadas de dolor.
Presionó con fuerza el trozo de tela que tenía atado en el brazo, donde Bang Chan había rozado con una bala. Santo infierno, el abogado seguía siendo un inútil y un cobarde. Ni siquiera había aprendido a empuñar una puta pistola.
Changbin gimió apretando los párpados para despertar. Los ojos pequeños se abrieron y lo miraron; pero no gritó. Perdió el color en su piel y le llamó la atención cómo al apretar la boca se asomaba la sombra del hoyuelo que ya había visto en la enorme foto que coronaba la estancia.
—Es un placer conocerte, Changbin —dijo antes de sonreír—. Ah, cierto, no me conoces, que tonto de mi parte. Me llamo Kibum, puedes llamarme Kibum hyung. No tengo apellido, aparentemente no me lo merecía.
El labio del chico tembló un poco y sus cejas se fruncieron con confusión. Lo entendía, tenía que ser una locura despertarte de pronto atado y con un cuchillo en la garganta. Lo observó fijamente unos segundos, esperando una respuesta.
—No puedo decir que sea un placer para mí, Kibum hyung-nim —soltó de pronto. Se echó a reír.
—Changbin, ¿sabes que tenemos un montón de cosas en común? —comentó, acariciándole el pelo que era rizado y espeso. Con la mano que sujetaba el cuchillo le tocó la sien y el chico todavía no se movió. Sus cejas se fruncieron y trabó la mandíbula, pero tampoco dijo ni una palabra—. ¿Sabes lo que significa Felix? —El grandullón reaccionó por fin.
—No le hagas daño a Felix —rogó desesperado.
—Te he preguntado si sabes lo que significa —insistió y el chico hizo un ligero asentimiento.
—Significa "feliz, afortunado"... Felix significa eso...
—Ah, qué bueno que lo sepas. ¿Sabes que alguien también me hacía afortunado? —Changbin le miró confuso—. Mi dongsaeng fue mi golpe de suerte, mi fortuna... Igual que tu Felix lo es para ti. Si no lo hubiera encontrado no habría tenido razones para vivir... Me gustaría que lo conocieras mejor... Es tan agradecido y tranquilo... Tu Felix parece tener un infierno de carácter.
—Por favor, no le hagas daño a Felix... —volvió a pedir.
—No voy a hacerle daño. No voy a hacerle daño a Felix incluso cuando mi dongsaeng me ha dejado atrás. Mi venganza es con esa mujer que está a punto de entrar. El resto de niños no me interesan. Esa hija de puta me jodió la vida y ahora ha vuelto para quitármelo —Escuchó el coche aparcando en la puerta y la verja exterior abriéndose y cerrándose—. ¿Últimas palabras?
—Espero que algún día encuentres paz —contestó, sorprendiéndolo. Ladeó la cabeza tratando de comprender esas palabras antes de que escuchase el código de la puerta de acceso.
La madera se abrió mientras él se colocaba tras la silla, con el cuchillo en el cuello del chico y una enorme sonrisa para recibir a aquella mujer que le había arrebatado todo.
—Cierra la puerta —ordenó presionando el cuchillo en la piel. Ella titubeó antes de hacerlo—. Tira las armas lejos.
—No llevo arma...
—¡No me insultes más, Park Boram! —gritó, alterado. Escuchó la inhalación que hizo el muchacho atado y la mujer obedeció quitándose el arnés y lanzándolo lejos.
—Tu problema es conmigo, no con él. Deja que se vaya.
—Ah, por supuesto, porque él sí merece ser salvado. Él sí se merecía ser conservado, ¿verdad?
—Estás malinterpretando lo que pasó —contestó y la rabia ciega le hizo apretar la hoja hasta que Changbin gruñó y sintió el hilo de sangre caer del pequeño corte—. Déjale marcharse.
—Eres una hipócrita, hija de puta. Me quitaste la posibilidad de tener una vida, me robaste cualquier atisbo de felicidad y, por último, apartaste a Yeonjun de mí.
—Tú lo hiciste, Kibum, llevas años maltratándolo. Él se merece ser feliz, se merece estar lejos de ti. Eso que haces no lo hacen las personas que se quiere. La gente no golpea a las personas que ama. Eso no es amor.
—¡Es la única forma de amor que me enseñaron! —gritó, con algunas gotas de saliva escapándose de su boca. Apretó la empuñadura del arma con rabia.
—Deja que Changbin se vaya...
—¡Y una mierda! Me lo quitaste todo. Yo te voy a quitar lo que más quieres: al niño que sí conservaste. —Escuchó el jadeo sorprendido de Changbin.
—¡Me obligaron a dejarte! ¡Tenía 15 putos años! ¡Era una niña y me obligaron a dejarte atrás! También me obligaron a dejarle. Sabes que tuve que dejarle.
—¿Qué está pasando...? —murmuró Changbin.
—Ah, ¿no le has contado quién eres de verdad? ¿No le has contado quien soy?
—Basta, Kibum, estás haciéndole daño.
—¡Eso es precisamente lo que pretendo! —gritó.
Quería hacer sufrir tanto a Seo como aquella mujer que lo abandonó para después perseguirlo como si fuera un alce herido y ella una loba. Porque no era justo, no era justo que el niño tuviera todo mientras él no tuvo nada.
Sin embargo, en ese instante, con la presencia impía de esa mujer ante él, sabiendo que había mentido también a Seo Changbin, sintió cierto grado de empatía con el perro servil en el que habían convertido a ese hombre.
Kibum sabía, muy en el fondo, que los dos habían sido títeres en aquel espectáculo de marionetas que los Park manejaban. Sus vidas valían menos que una mierda en aquel extraño organigrama.
Usables, prescindibles.
—Te escribí exactamente 762 cartas. Las tengo todas y cada una de ellas —dijo la mujer con la voz entrecortada mirándole—. Compré 946 sellos a lo largo de estos treinta años, pero nunca envié nada. Le escribí a Changbin. Tampoco envié ninguna.
—Me dejaste en una institución estatal, Park Boram, ¿te crees que un puñado de cartas borran el hecho de que me abandonaste en un puto orfanato?
—Por supuesto que no, nada borrará eso.
—Me dejaste a merced de aquellas personas que trabajaban allí, me abandonaste en manos de familias de acogida abusivas. Me dejaste a merced de Eunji. No hay nada en este mundo que pueda borrar el hecho de que entregaste a tu hijo a los leones —sentenció Kibum.
—A mí también me dejó —murmuró el muchacho mientras el cuchillo se clavaba solo un poco más. Apartó la vista de la mujer para mirarlo—. A mí también me dejó a merced de mi padre, de Han Eunji y de Han Jihyeon.
—Ah, ¿sí? ¿Tienes alguna puta idea de lo que es el abuso? ¿Tienes alguna idea de lo que es que te enseñen a golpear hasta matar a gente? —El muchacho palideció—. Ya me lo imaginaba, Seo Changbin-ssi es un perro servil y, como tal, ha vivido con el cuenco lleno de comida. Pero no te preocupes, los perros serviles mueren igual que los grandes señores. Espero que le des un saludo a Yang Jeongin de mi parte.
Boram calculó sus posibilidades de éxito. La hoja del cuchillo estaba abriendo la carne en el cuello de Changbin aunque todavía estaba lejos de la arteria. Si sacaba el arma que llevaba oculta en su espalda podría dispararle justo entre los ojos, pero no sabría si Changbin sobreviviría.
Joder, Gio, perdóname.
Le pidió perdón por el hijo que nunca podría conocer, por el hijo al que tendría que matar. Le pidió perdón porque en ese momento tenía que elegir y Changbin no se merecía ese final.
¡Bam!
El estallido del disparo resonó en la estancia cuando Boram creía que perdería ante sus ojos al hijo que acababa de recuperar a manos del hijo al que nunca recuperaría. La bala atravesó el hombro que ya sangraba.
—¡Changbin no es ningún perro servil! —La voz del jovencito Han resonó en la estancia antes de que el estallido del segundo tiro reventase.
El cuerpo de Kibum se precipitó al suelo, soltando el cuchillo y apretando su cuello que se desangraba. No pudo evitar caer de rodillas junto a aquel hombre que parecía la versión asiática de Gio. Puso la mano en la garganta ejerciendo una presión inútil que no le salvaría.
Sintió su corazón romperse en mil pedazos. Había sido la primera vez en su vida que tenía ante ella a los dos hijos a los que la habían obligado a renunciar. La primera vez que vio las diferencias tan abismales entre Changbin y Kibum. La primera y la última vez.
Su hijo mayor, al que había dejado atrás cuando tenía 15 años, abrió la boca con un borboteo de sangre desagradable. Boram vio como un par de lágrimas suyas cayeron sobre las mejillas que nunca había tocado. Lo acarició, descubriendo que su piel era suave a pesar del castigo que había sido su vida.
—Cu... Cui... —Kibum trató de hablar y le levantó un poco la cabeza para escucharle—. Yeonjun...
Su pecho se congestionó con la culpa; el dolor y la rabia ardían dentro de sus costillas. Si Eunji siguiera viva, la mataría. La haría sufrir por todo lo que le hizo, por destrozar a su hijo como un muñeco de trapo. Por destrozarlos a los dos.
Arrancaría su corazón de su pecho por volver el tiempo atrás y haber sido lo suficientemente valiente como para huir con Gio cuando lo conoció siendo una adolescente. Pero sabía que hubiese conseguido que le mataran.
Kibum escupió un gran reguero de sangre sobre el pantalón vaquero y las manos de Boram, mientras ella seguía apretando estúpidamente la herida de bala que había atravesado su cuello.
Odió un poco a Han Jisung por arrebatarle la vida del hijo al que acababa de conocer. Pero, en el fondo, le agradeció por no haber tenido que ser ella quien lo matara. Porque, aunque estaba preparada, no sabía si hubiera podido hacerlo. Porque, de pronto, todas esas restricciones que Gio le ayudó a cubrir tenían sentido.
Por supuesto que no se podía trabajar en un caso en el que su hijo era el principal objetivo. Por supuesto que otros habían tenido que hacer el trabajo por ella. Por supuesto que perdería para siempre su trabajo, igual que estaba perdiendo a su primogénito, desangrado; igual que perdería a Changbin en cuanto fuera consciente de todo lo que le había ocultado.
—Perdóname... Perdóname... —susurró mientras los ojos grandes y marrones se apagaban en sus brazos.
Las lágrimas fluyeron libres por sus mejillas y se agachó, dejando un beso en la piel todavía caliente de la frente. Boram sintió como si todo por lo que había luchado hasta entonces no fuese nada más que hojas en el viento.
Era un deshecho. Había tenido dos hijos a los que abandonó, por los que no había peleado lo suficiente. Dos hijos a los que no salvó de las fauces de los lobos, dos hijos a los que dejó atrás mientras ella vivía en un piso de tres habitaciones en el centro de Roma con el amor de su vida.
Boram había sido feliz mientras sus niños se consumían. Ella había reído mientras los muchachos lloraban. Ella vivió mientras sus hijos morían.
Apoyó su frente en la de Kibum, llorando, aferrándose al único momento de su vida en el que había podido tocarle. Tratando de pensar que eso era lo que tenía que pasar, intentando odiar menos a Han por haber atravesado su garganta con una bala.
Gritó. Con fuerza, con toda la rabia que llevaba más de treinta años guardando en el fondo de su pecho. Olió el pelo suave de aquel chico y volvió a besarle la frente, tratando de archivar cómo se sentía esa piel cálida que empezaba a enfriarse lentamente por la muerte y la pérdida de sangre.
Si el mundo fuera justo, Kibum y Changbin hubiesen tenido toda la vida para conocerse. Boram hubiese tenido toda la vida para verlos crecer, para comprarles juguetes, para hacer con ellos los deberes.
Les enseñaría a ser libres.
Si el mundo fuera justo les hubiera leído todos los libros de los que usó frases para sus cartas. Los chicos hubieran ido a la universidad, se hubieran graduado. Changbin se hubiera casado y ella le habría llevado al altar, tal vez, si el mundo fuera justo, Kibum le hubiera llevado al altar. Puede que incluso Gio le hubiera llevado al altar.
Porque si el mundo fuera justo, Changbin no sería hijo de Seo Haeshin, sino de Giovanni Neri y sería medio extranjero, igual que lo había sido Kibum. Si el mundo fuera justo, ni siquiera hubiera conocido a Jisung.
Pero el mundo no era justo. Giovanni diría que " più di quello che "*; al final del día, al final del camino, todos acabamos en el mismo lugar.
*N/A: "La vida toma más de lo que da"
Boram se preguntaba, justo en ese instante, con su frente pegada a la de su hijo muerto, con su pantalón vaquero lleno de sangre y sus manos apretando ambos lados de la cabeza de Kibum, dónde estaba el final de su camino.
¿Cuándo dejaría la sombra de los Park de proyectarse sobre su futuro? ¿Cuándo se le acabarían las lágrimas?
Alguien tiró de ella por el hombro y la arrastraron lejos del cuerpo inerte y ensangrentado de su hijo. Se dejó llevar, impulsada por unas manos fuertes que la agarraron de las axilas. Trataron de levantarla, pero era incapaz de moverse, no podía ponerse en pie, con toda esa sangre que la cubría todavía goteando de sus manos.
El equipo de paramédicos tomó las constantes de Kibum antes de certificar su muerte. Los siguientes en entrar fueron los forenses.
—Señora, voy a revisarla.
—Esta sangre no es mía —contestó en un coreano que sonó más tosco que nunca en su boca.
La médica asintió y desapareció de su vista mientras el equipo forense ante ella fotografiaba cada centímetro del cuerpo de Kibum. Sintió que aquello era como una violación, como una ofensa. Pero no pronunció ni una palabra.
No supo cuánto tiempo pasó hasta que aquel equipo metió los últimos pedazos de su pasado en una bolsa negra de plástico y lo cerraron con una cremallera, apuntando unas cuantas cosas en la etiqueta.
Siguió con los ojos la salida del cadáver de Kibum de la casa de Changbin. El cortejo fúnebre se tornó oscuro cuando cargaron la camilla donde iba la bolsa, se despidió internamente del hijo que nunca podría abrazar.
Apartó los ojos de la puerta cuando un muchacho entró como una tormenta en la estancia, empujando a mucha, muchísima gente a su paso. Minho atravesó el salón y entró al baño que había junto a la escalera.
Y entonces los vio.
Changbin estaba sentado en el suelo junto al retrete, mientras Han se arrodillaba con la cabeza metida en él. Los espasmos violentos menearon el cuerpo delgado y la mano de Changbin hacía círculos en la espalda. Los dos levantaron la vista cuando Minho abrió la puerta, mirándole con el mismo anhelo, con la misma cantidad de admiración en sus ojos.
Los vio llorar y ella lloró de nuevo. Minho cayó de rodillas y escuchó los murmullos apagados por la conversación de todas aquellas personas a su alrededor. El mayor de los tres se levantó y humedeció la nuca y el pelo de Jisung. Mojó una toalla y la agarró en la frente de Han mientras el chico lloraba y vomitaba al mismo tiempo.
Boram pensó que, a pesar de todo, había dos hermanos que su hijo sí había encontrado. A pesar de haberle abandonado, a pesar de haberle dejado a merced de los depredadores, Changbin había escapado. Changbin había encontrado al mafioso que recibió dos balas por él y también al chaebol que había disparado dos balas por él.
A pesar del dolor de saber que nunca podría volver a abrazar a su hijo mayor, su corazón sintió consuelo al saber que nunca vería a Changbin tan solo como Kibum. Nunca sería el hombre en el que se había convertido Kibum, nunca sería lo que Eunji quiso hacer de él.
***
2/5
Le decimos hola y adiós a Park Kibum / Kibum Neri en el mismo capítulo, navegantes.
Ya todo lo que queda son redenciones, perdones, explicaciones y sanar un montón de heridas físicas y emocionales de mis hijos literarios.
¡Nos vemos en el infierno!
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