30. Desaparecer
🎶Banda sonora: Pain's my only home - Zevia🎶
15 horas.
Taehyun trató de llamar por décima vez a Soobin desde el nuevo teléfono móvil.
En cuanto encendió el maldito aparato, comprobó que su madre y Ame estuvieran a salvo y le pidió que saliesen de Escocia. En ese momento debían estar llegando al aeropuerto para subirse a un avión. Las necesitaba a las dos cerca.
Llevaba sin ver a su primo desde el encontronazo con Yun Eunwoo. Cuando salió de la habitación en la que llevaba desde la tarde anterior, no encontró a Soobin.
El muchacho que se ocupaba de mantener la casa a punto le dijo que había salido. Pero había pasado demasiado tiempo y seguía sin contestar al teléfono.
Necesitaba hablar con él, contarle la maldita verdad. Se sentía culpable, estaba asustado y quería que toda esa pesadilla acabase cuanto antes. Llamó a Seungmin, pero tampoco respondió.
Cuando no le quedaron más opciones, marcó el número de Seokjin.
—Jin hyung, ¿están Soobin y Seungmin contigo?
—No, llevo sin verlos dos días.
—¿No habéis hablado por el grupo de chat? —Era consciente de que tenían un par de grupos con una u otra gente, pero el de ellos tres era el más activo. Jin negó—. Tienen los teléfonos apagados, ¿dijeron a dónde iban?
—No, de hecho no se han conectado desde esta mañana... —Seokjin aspiró el aire con fuerza—. ¿Crees que les ha pasado algo?
Taehyun colgó el teléfono y lo guardó en el bolsillo sin decir ni una palabra. Tomó las llaves del coche y condujo como un desquiciado hasta la puerta de la mansión de Seungmin. Tal y como esperaba, no sirvió de nada.
La casa estaba vacía. Los veinte minutos que pasó llamando al timbre y golpeando la puerta metálica de la entrada fueron tan inútiles como los meses que llevaba en Seúl. Su labio inferior tembló de miedo y volvió al vehículo.
Necesitaba hablar con alguien, necesitaba ayuda, necesitaba que alguien encontrase a Soobin y a Seungmin.
El peso de la culpa le estaba presionando el pecho como una prensa hidráulica. Si Eunwoo les había hecho algo, era su responsabilidad. Taehyun había mandado a esos chiquillos entre las fauces de aquel perro rabioso. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué demonios lo hiciste, Kang?
No valía la pena jugarse la vida por una maldita noticia. No valía la pena echar al Aquelarre a la hoguera.
El guardia en la garita le saludó con un movimiento de cabeza. Aparcó el vehículo frente a la casa y se bajó con las manos temblorosas y la corazonada de que iba a recibir su merecido.
Llamó a la puerta como si el dedo se le hubiese quedado pegado en el botón y la voz de Seo sonó áspera y agresiva al otro lado; en un tono que jamás había escuchado, uno que no quería escuchar.
Cuando abrió y corrió por el jardín hasta la puerta. Hizo puchero en el labio inferior cuando el hombre lo dejó pasar. Solo escuchaba los ladridos de Bbama y si no había risas, Seungmin y Soobin no estaban ahí tampoco. Si no estaban ahí, no estaban en ninguna parte.
No quería creerlo, no quería pensar que, tal vez, Eunwoo había utilizado su información para dañar a los chicos. Sabía que tenía la culpa, sabía que tendría que enfrentarse a toda la rabia que esa gente desataría sobre él. Y sabía que se lo merecía.
Bang Chan reventaría sus puños de hormigón contra él; Minho tal vez le arrancaría la cabeza; el maldito Han le apalearía. Imo y samchon se morirían. Dios santo, Soojin y Sooyeon me van a odiar. Algo se rompió dentro de él.
¿Cómo iba a explicar a todas esas personas que no habría más sonrisas brillantes? ¿Sería Taehyun el próximo Voldemort? ¿Cómo demonios iba a lidiar con haber sido el culpable de que se apagaran las luces de Choi Soobin y Kim?
—Changbin... — murmuró cuando se encontró con su mirada dura—, creo que les ha pasado algo a Soobin y a Seungmin.
16 horas.
Chan escuchó el sonido de un vaso romperse en la cocina y un segundo después Minho corría escaleras arriba como un vendaval. Se levantó del sofá, dejó el ordenador sobre la mesa de centro y se acercó al pasillo preocupado.
Jisung atravesó la puerta y caminó apresurado hacia su despacho. Escuchó el estruendo de los pasos de Minho bajando las escaleras y recorriendo la casa hasta la puerta. Desapareció de la mansión con un portazo brutal y Chan sintió un escalofrío.
No sabía si habían tenido una discusión, había escuchado el cristal estallar, pero no hubo gritos.
—Chan hyung, ¿puedes venir, por favor? —La exclamación lo sobresaltó y caminó cauteloso hasta el estudio. Se asomó y vio a Han sosteniendo un vaso de agua hacia él y dos pastillas—. Tómatelas.
—¿Vas a drogarme para aprovecharte de mí? —bromeó, sin entender qué mierda estaba pasando. La cara de Jisung se puso muy seria, tan seria que Chan de verdad se asustó.
Agarró el vaso y las pastillas y las tragó sin preguntar nada más. Esto iba a doler, algo dentro de él le decía que esa mierda iba a doler como si le cortaran un brazo con una sierra dentada sin afilar. Se miró las manos y se preguntó dónde había dejado el gel hidroalcohólico.
Jisung lo dirigió escaleras arriba. Le empujó a la habitación que ocupaba y sacó del armario una camiseta y un pantalón vaquero negro, dejándolo sobre la cama.
—Vístete, vamos a salir. Tienes dos minutos.
Su mente divagó mientras se quitaba el pantalón corto deportivo y se ponía el que Jisung seleccionó para él. Tenía la angustiosa certeza de que había ocurrido algo malo, algo horrible. Pensó que tal vez Changbin y Felix habían tenido un accidente, su estómago se cerró con fuerza.
¿Por eso Minho había corrido fuera de la casa sin decir una palabra? ¿Por eso Jisung le había dado pastillas antes de hablar? ¿Estaban Changbin y Felix bien?
—Vámonos —Se giró y vio a Han esperándolo en la puerta. Soonie estaba a sus pies restregándose, llenando vaquero de pelos—. Coge el gel y tu teléfono móvil. —Obedeció.
Nunca había visto a Jisung así, tan rotundo. Ni siquiera cuando lo conoció y se odiaban.
Salieron de la casa y se subieron al coche. Bang no sabía a donde estaban yendo, pero conocía el camino a la casa de Changbin y Felix y era exactamente el que estaban haciendo.
—Jisung... ¿Changbin y Felix están bien? —se atrevió a preguntar cuando aparcó en la puerta y se quitó el cinturón.
—Sí —contestó secamente—, ¿crees que las pastillas te han hecho efecto?
—Me siento físicamente tranquilo, pero la cabeza no para de darme vueltas. Y no está ayudando que no me digas qué mierdas está pasando —contestó limpiándose las manos con un poco de gel mientras recorrían el camino hasta la puerta de la casa.
—Cuando entremos te lo diré. Solo recuerda que estoy aquí, que todos estamos aquí para ti, ¿de acuerdo, hyung?
—Jisung, estoy asustado —dijo rápidamente mientras llamaba con fuerza en la madera.
—Yo también, Chan hyung —contestó antes de que el rubio pecoso abriese la puerta con los ojos vidriosos y la cara llena de lágrimas.
Escuchó el estruendo en el salón. Vieron cómo Changbin caía de culo en medio de la estancia y los tres se pusieron en marcha. Jisung empujó a Felix y entró en la casa sin quitarse los zapatos, Chan pensó que necesitaba urgentemente un trapo para limpiar las huellas que dejaron las zapatillas en el parqué oscuro.
—¡Minho, basta! —gritó Han a su izquierda. Se giró y vio el panorama.
Chan pensaba que no estaba pasando de verdad, que no era él quien estaba parado en la entrada. Que en realidad Minho no estaba reventando sus nudillos contra la cara de Taehyun, a horcajadas sobre su pecho. En ese instante, estaba tan paralizado que pensó que las pastillas le habían dado un colocón psicodélico.
Changbin se había levantado del suelo y Felix tiraba de su brazo para alejarlo del centro de la pelea, donde Jisung trataba de hacer que Minho lo escuchara y no matase a aquel imbécil que estaba en el suelo tratando de protegerse con sus manos.
Chan no entendía una mierda. Esa sensación artificial de paz que le daba la medicación se mezclaba con los pensamientos intrusivos y confusos.
Había sangre en el suelo, en la cara de Kang y en los puños del matón que percutía sin piedad. Sus oídos pitaban y el ruido externo se convirtió en un murmullo. Sacó el gel y se limpió las manos una vez más.
Estaba asustado. Dio un paso atrás y su espalda se topó con la puerta de madera que alguien había cerrado.
Necesitaba irse de ahí, quería huir.
Jisung gritó su nombre, pero se escuchó lejano. Se frotó la cara con las manos.
Pensaba que sería el siguiente, que no podría escapar por más que corriese, que Minho saldría tras él y le cazaría.
Changbin se soltó del agarre de Felix y desapareció por las escaleras. Le envidió porque él también quería ser capaz de huir, de correr tan lejos que nadie volviera a encontrarle.
Jisung agarró el codo de Minho. Aquel cabrón que estaba en modo matanza se revolvió y empujó en el pecho a su novio con tanta violencia que lo lanzó contra el mueble que estaba justo al lado de Chan.
Despertó del trance cuando vio al muchacho caer como un muñeco al suelo con un gemido. Y escuchó el bombazo de su cabeza contra la madera. Se lanzó hasta el chico comprobando si estaba bien y vio el puchero enfadado del chaebol y las lágrimas saliendo de sus ojos.
No había sangre, por suerte. Ya estaba pensando en la forma de la denuncia que iba a redactar al cabrón que había lanzado a Han Jisung de un lado al otro de la habitación como si fuera aire.
Joder, Minho tenía que calmarse, tenía que calmarse con urgencia porque acababa de cometer un error del que se iba a arrepentir toda su puta vida. Él sabía mucho de eso. Sabía lo que era hacer daño a la persona que amaba y que esa persona tenga toda la razón del mundo para no perdonar.
Se dio cuenta de que todo estaba en silencio repentinamente. No había más golpes, ni más gruñidos. Levantó la cabeza del chico en el suelo y se encontró con Seo Changbin-ssi sosteniendo una pistola con ambas manos, apuntando directamente a Minho.
—Apártate de él ahora mismo, Minho hyung —ordenó Changbin. No podía quitar los ojos de la pistola y de cómo el cañón estaba dirigido al pecho lleno de cicatrices. No dispares, Seo, no cometas tú también el error de hacerle daño a alguien que amas.
Lee miró fijamente del metal negro a la cara de su cuñado. Después bajó los ojos al chico que lloraba en voz baja en el suelo, con la cara tapada por sus brazos. Era como Minho tampoco hubiese estado ahí, como si ese no fuera su cuerpo. Su cabeza giró hasta donde estaban ellos y el escalofrío de miedo le tensó la columna.
Jisung lloraba con el ceño fruncido, odiándolo, mientras Chan le sostenía la espalda. En el momento exacto en el que se dio cuenta de lo que había hecho, Minho cambió la expresión. De repente, la pantera que quería destrozar al periodista se convirtió en un pequeño cachorrito herido.
Se apartó del cuerpo de Taehyun sin prestar atención a la pistola, a Changbin, a la voz de Felix o a cualquier cosa que estuviera pasando a su alrededor. Gateó rápidamente hasta donde estaba Jisung y Chan consideró que todavía quería ver amanecer un día más, así que se puso de pie y dando un paso atrás.
Han abofeteó a Minho. Tan fuerte que la cara del tipo giró y su mano subió a su mejilla para aliviar el picor. Pero no dijo nada, no se quejó. Se arrodilló y bajó la frente al regazo de su príncipe en una especie de ceremonia de disculpas.
Una mano le agarró de la muñeca de Chan y tiró de él hasta sentarlo en el sofá al otro lado de la habitación. Changbin colocó el cuerpo apaleado pero consciente de Taehyun en el sillón de enfrente. Jisung se levantó del suelo y se sentó al lado de Chan sin decir una palabra, con ese porte real que utilizaba para hacer sufrir a Minho con el látigo de su indiferencia.
Y todavía no tenía ni puta idea de por qué estaba tratando de mantenerse despierto después de los tranquilizantes. Ni que Minho hubiese querido hacerle la cirugía plástica con los puños a Kang. Ni por qué Seo Changbin tenía una pistola en su casa y había apuntado a su cuñado con ella.
—Cuéntale lo que has hecho —increpó Jisung con rabia, agarrando la mano de Chan.
Parpadeó bizqueando y sus brazos se sentían pesados. Definitivamente, las pastillas eran fuertes.
—Yo... yo no... —Taehyun sollozó.
—Díselo de una puta vez —interrumpió Minho viniendo desde la cocina con una bolsa de comida congelada y lanzándosela al periodista en el regazo.
—¿Qué está pasando? —susurró cada vez más cansado y confundido.
—Creo... Creo que Yun Eunwoo se ha llevado... Creo...
—¿Yun Eunwoo? —preguntó de pronto—. ¿Qué coño pasa con él?
—Hijo de puta, dile todo de una puta vez o seguiré usándote como un saco de boxeo —gruñó Minho.
—Yo... creo que hice que Eunwoo le hiciera daño a Soobin y a Seungmin... —¿Qué?—. Le conté sobre la caja de seguridad, él me contrató, es él quien me trajo de vuelta a Seúl, pero yo no sabía quién era. Solo me ofreció el trabajo y mucho dinero. Y prestigio, parecía una historia jugosa, yo no...
—Kang... ¿de qué demonios estás hablando? —soltó en voz alta.
—No puedo encontrar a Seungmin y a Soobin, nadie los ha visto desde ayer... Creo... Temo que Eunwoo les haya hecho algo. Creo que se los ha llevado. —La última frase la dijo en voz muy baja, tan baja que casi no la escuchó.
Una lágrima salió de su ojo golpeado y le recorrió la mejilla. Bang vio rojo. No supo cómo, pero atravesó el espacio que les separaba soltándose de Han y reventó con violencia los puños sobre la cara llena de sangre y heridas.
Solo le dio tiempo a desquitarse tres veces antes de que Minho lo tumbase boca abajo en el suelo, con una rodilla en el centro de su espalda y sus manos sujetas. En el fondo, se alegró de que lo hubiese parado. Tenía la sensación de que hubiese golpeado hasta matar a aquel niñato en el sillón azul cielo del director de Han Bank.
—Si no aparecen voy a matarte —proclamó con su mejilla en el suelo—. Si no vuelven sanos y salvos voy a remover cada piedra sobre la faz de la Tierra para darte caza y matarte, Kang.
Nunca había dicho una verdad más absoluta que esa.
20 horas.
Namjoon llamó a la puerta de la habitación con fuerza. El hormigueo de la ira le tenía en el borde desde hacía unas horas. No podía entender por qué tenía que estar pasando por esto. No podía entender por qué aquella desgracia no dejaba de perseguirlos.
Quería renunciar. Quería irse a vivir al campo y cultivar verduras en un huerto. Cocinaría cada día, limpiaría la casa, criaría un par de niños y se haría viejo en la tranquilidad de su hogar. Ya no tendría que salir de su casa a las dos de la mañana y entrar a una habitación de hotel de incógnito. Estaría lejos de toda esa mierda para siempre.
Renunciaré en cuanto esto acabe, decidió. Volvió a llamar.
Le abrieron la puerta y entró, cerrando tras él. Hizo una reverenciay miró fijamente la cara de la persona ante él. Llevaba una bata sobre el pijama con el que suponía que estaba durmiendo. Él también quería estar durmiendo, quería estar en su cama y que nada de esto hubiera pasado.
—Son casi las tres de la mañana.
—Sé la hora que es —contestó brusco antes de ver la ceja levantada frente a él—. Discúlpame. Ha pasado algo...
—¿Qué ha pasado? —su voz sonaba nerviosa y presenció cómo se quitaba la bata y empezaba a cambiarse de ropa rápidamente. Era parte de su profesión, lo sabía, pero se sintió incómodo. Se dio la vuelta de forma automática y escuchó el susurro de las prendas cayendo—. Habla, ¿qué está pasando?
—Se... —Algo se atoró en su tráquea y carraspeó. Se llevó la mano a la frente y apretó las sienes tratando de encontrar las palabras, rezando porque esto fuera una pesadilla y despertar—, se ha llevado a Seungmin y a Soobin.
—¡¿Qué?!
Lo agarró del brazo y lo giró. Llevaba un pantalón vaquero y una camiseta, además de una sudadera negra con cremallera encima. Le pareció que iba extrañamente informal. También sintió que la mano que estaba en su codo tenía demasiada fuerza para un cuerpo tan delgado.
—Han desaparecido, Seungmin y Soobin han desaparecido. Los chicos creen que se los han llevado y yo estoy seguro de que ha sido así. Se los ha llevado.
—¿Han llamado a la policía? —negó con la cabeza.
—El periodista llamó a Seokjin y después Minho contactó conmigo.
—No dejes que llamen a la policía. Tenemos que controlar esto. ¿Dónde están ahora mismo?
—¿Quién? —preguntó confundido por un segundo.
—¿Dónde están Han, Seo y los Lee? —Cogió de la mesilla un teléfono móvil que se metió en el bolsillo delantero del pantalón, enganchó en el cinturón una funda negra del tamaño de una cartera y se quitó la sudadera.
Vio, medio hipnotizado, como se colocaba sobre la camiseta un arnés y comprobaba que dos pistolas estuvieran cargadas antes de enganchárselas a ambos lados del pecho. Se preguntó cuánta gente iba a morir esta vez.
—Seokjin acaba de recoger a Taehyun de la casa de Seo, creo que están allí todos. Parece que ha recibido una tunda por parte de Minho...
—Me voy ahora —le interrumpió.
—¿A dónde vas?
—Voy a reunirme con mi equipo. Y después, voy a joder mi misión. Pero te prometo que encontraré a los niños —contestó empujándolo a un lado para salir. Agarró el brazo delgado impidiéndolo y la mirada ajena le heló la sangre—. Vas a entenderlo en un futuro, Kim Namjoon. Ahora suéltame de una puta vez. Y no hables de esto con nadie de la Fiscalía. Vuelve a casa con tu novio y cuida del periodista.
Desapareció dejándolo confuso. Obedeció la orden. Salió de la habitación del hotel y se subió al coche, conduciendo hasta el apartamento que compartía con su novio desde hacía años en piloto automático.
El vehículo de Jin estaba en su plaza de parking y respiró un poco más tranquilo. Subió en el ascensor. Abrió la puerta y Jin apareció con la cara compungida y las mejillas llenas de lágrimas. Se quitó los zapatos y abrió los brazos. El chico se lanzó contra él y se apretó contra su cuello. Namjoon enterró la cara en el pelo oscuro y suave que olía al champú que ambos llevaban años usando.
Lo sintió temblar contra su cuerpo y escuchó los sollozos. Kim Namjoon quería arrasar el mundo entero. Odiaba a Chan, a Taehyun, a I.N, a los Park. Odiaba a Park Dongyoon, a Siwon, a Minho, a todos los que alguna vez tuvieron algo que ver con esa mafia.
—¿Dónde están, Namjoon? —sollozó el pequeño.
—Los vamos a encontrar, nabi, te prometo que vamos a traerlos a casa.
Le mintió. Porque no estaba seguro de poder cumplir esa promesa. No estaba seguro de que, si volvían, lo harían de una pieza.
***
5/5
Confesaré que la razón única y exclusiva de que hoy haya subido 5 capítulos en lugar de cuatro ha sido para dejar este tremendísimo cliffhanger aquí.
¡Nos vemos en el infierno, navegantes!
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