27. Yeonjun
🎶Banda sonora: Monster - Henry🎶
La mano de Yeonjun le agarró la muñeca mientras las puertas traseras se abrían y su primo y Seungmin salían del coche en ese extraño silencio en el que llevaban todo el viaje.
—¿Qué te pasa, Bunny? —preguntó aprovechando que estaban solos.
—Es... —Sacudió la cabeza—, en esa casa no están solo Changbin y Felix. También están Jisung y Minho.
—¿Y qué pasa con eso?
Soobin le miró y vio los ojos tranquilos del chico sentado en el asiento del copiloto. Kumiho movió su pulgar sobre su piel.
No recordaba haber estado tan nervioso desde que había visto al chico entrar en la sala de juntas de Han Corp. Yeonjun había visto antes a Jisung y Minho, de hecho, había asistido a la boda de Changbin, sin embargo, se sentía diferente esta vez.
Jesucristo, Soobin, has tenido al hombre rodeado por una veintena de familiares y no te sudaban tanto las manos.
Temía una de las miradas duras que siempre se dibujaban en la cara de Minho. Temía, irremediablemente, que alguien dijese algo que le dejara en evidencia de forma más vergonzosa de lo que sus padres y hermanas habían hecho.
También estaba asustado ante la posibilidad de que alguien le confrontara sobre su ropa, sobre él. Estaba cagado ante la posibilidad de hacer algo mal él mismo y quedarse hipnotizado mirando a Han.
—Bunny, ya los conozco, no es la primera vez que los veo.
—Ya lo sé, pero este ambiente es diferente.
—Soobin, estate tranquilo, no voy a exigirte que no pongas los ojos sobre Jisung —Le miró con la boca abierta por la sorpresa—. Sé que es cuestión de tiempo que deje de afectarte.
—Kumiho... No es eso...—susurró, sujetándole la camiseta, sin saber qué más decir.
—Mira, llevo enfrentándome a estas situaciones desde que tenía 13 años. Sé como salir de esto —Negó con la cabeza—. Estate tranquilo, por favor —La mano cálida de Yeonjun le acarició la mejilla y se acercó más a él. Sus labios se rozaron suavemente—. Ahora vamos a ver a los anfitriones, no querrás hacerlos esperar, ¿cierto?
Soobin miró esos ojos, esa nariz recta, la boca carnosa y sus mejillas. Volvió a besarle.
Los toques en la ventanilla del conductor lo sobresaltaron y se giró apartándose del hombre que ahora reía. Seungmin estaba fuera del coche con una ceja elevada y una expresión molesta. Salió del vehículo un poco enfadado por la interrupción.
Llegaron a la puerta y volvió a tensarse.
—¡Hola, Soobin! —la voz grave de Felix llegó a sus oídos y se giró para ver al chico con un bañador corto azul. Se acercó y le dio un abrazo.
—Hola, Felix... Gracias por invitarnos —dijo, separándose y haciendo una reverencia al resto de la sala.
—Es un placer teneros aquí —comentó Changbin, dándole una palmada en el hombro—. Bienvenido a mi casa, Choi Yeonjun-ssi.
—Muchas gracias por invitarme pero... ¿no vas a dejar de usar la cortesía? Estuve en tu boda, hombre, creo que ya es el momento de dejar los "ssi" atrás —dijo y Soobin sonrió mirándole. La mano de Kumiho fue directa hasta el hoyuelo y él se ruborizó.
—Ya me caes bien, Choi Yeonjun-ssi —comentó Felix casualmente.
—¿Por qué? —preguntó el hombre apartando la mirada de él para dirigirla al más bajo.
—Por esa sonrisa —contestó, señalando a Soobin y el rubor subió por su cuello.
—Tiene la boca más bonita de Corea, ¿a que sí? —añadió Kumiho mirando a Felix con una expresión de orgullo que le hizo sentir un poco incómodo.
—Bueno, ya es suficiente, por favor —rogó mortificado.
—Nunca será suficiente, Bunny —le dijo besándolo en la mejilla.
Soobin nunca había tenido un millón de mariposas anidadas en su estómago. Nunca había perdido el hilo de sus pensamientos mirando a un hombre que no paraba de halagarle públicamente. Nunca había ignorado a Jisung cuando estaba en la misma habitación.
Se acordó de pronto de los dos hombres que estaban en la cocina y les buscó con los ojos. Se encontró con la mirada oscura de Minho sobre ellos y una expresión extraña en la cara de Jisung. Hizo un movimiento suave con la cabeza y ambos le saludaron con una ligera reverencia.
Felix los arrastró hasta la isla y les sirvió un mojito a cada uno para aflojar la tensión. Miró de reojo a Jisung, sentado en una de las banquetas altas; el chico les estudiaba con la cabeza ladeada, concentrado en cómo Kumiho le tocaba el antebrazo de vez en cuando.
—¿Habéis invitado a puños de hormigón? —preguntó su primo repentinamente. Lo miró desconcertado y giró la cabeza hacia el jardín, donde Bang jugaba con Bbama tirándole un juguete que el perro traía de vuelta.
Percibió a Seungmin tensarse a su lado, pero pareció recomponerse rápidamente.
—¿Puños de hormigón? —cuestionó Jisung.
—¿No lo sabéis? Pensé que iba a ser Trending Topic. Qué vida más triste, Dios santo, me pegan una paliza en la puerta de un bar y no se entera nadie.
—¿Chan hyung te dio una paliza? —Fue el turno de Felix para curiosear.
—Horrible, aprovechó que estaba desprevenido para atacarme por la espalda. Ese tipo no está muy bien de la cabeza —comentó Taehyun. Seungmin lo miró, iracundo, apretando las cejas y la mandíbula antes de hablar.
—No te pases, Taehyun. Estábamos todos borrachos y no te atacó por la espalda.
—¿Ahora lo defiendes? Me cogió a traición, completamente desprevenido y casi me mata.
—¡Qué poca vergüenza! —exclamó Soobin, harto de escucharle—. Te tiró al primer golpe, Taehyun, y fue de frente.
—¡Me cogió desprevenido! —insistió indignado—. Ese hijo de puta tiene los puños de hormigón. Y yo no había hecho nada para que me pegara, ¿cómo coño iba a esperar algo así?
—Te lo mereces —masculló entre dientes—. Y tampoco es para tanto... Yo creo que se estaba conteniendo cuando te golpeó.
—¡No me lo merecía! ¡Mira cómo dejó mi preciosa cara! —Sacó el teléfono móvil del bolsillo y enseñó rápidamente una foto en la que se veía el resultado de la trifulca.
—He visto golpes peores —comentó Minho con una pequeña sonrisa—. De hecho, estoy seguro de que Felix da golpes peores que esos. Y no sé qué coño hiciste, pero probablemente te lo merecías.
Soobin vio la cara indignada de su primo y como salía airado a la terraza. Changbin y Felix lo siguieron. Seungmin se quedó unos segundos con los dedos apretados alrededor del vaso antes de respirar hondo e ir con ellos.
Miró a Minho dándole una sonrisa de agradecimiento y el hombre le guiñó un ojo. Todavía no sabía cómo había sido capaz de interponerse entre ese hombre y su hermano aquella tarde de domingo. Y en ese momento, en aquel salón de concepto abierto, el aire se sintió pesado.
—Me voy fuera, quiero saber por qué le golpeó—comentó casualmente Jisung.
—No lo hagas —ordenó Soobin y todos le miraron.
—¿Cuál es el problema? —Jisung levantó una ceja y cruzó los brazos en su pecho con esa mirada altiva que antes le había encantado pero que, en ese instante, le molestaba horriblemente.
—Simplemente te estoy diciendo que no alimentes el fuego.
—Tú y tu mierda conciliadora, Choi Soobin —interrumpió desdeñoso. Soobin quiso marcharse.
—¿Por qué tiene que ser una mierda que esté tratando de proteger a las personas a las que quiere, Han Jisung-ssi? —El tono frío de Yeonjun le puso los pelos de punta y percibió a Minho enderezándose.
—Somos amigos, nos relacionamos así, Choi Yeonjun-ssi —dijo con retintín.
—Bueno, en este caso tu amigo te está pidiendo que no insistas en un tema que es claramente sensible. ¿Podrías hacer esa concesión? —continuó Kumiho.
Soobin podía escuchar la ironía en el tono que estaba usando y una parte de él, una parte que nunca quería ver, se sintió bien porque el chico pusiera los puntos sobre las íes al chaebol Han.
—Cálmate, príncipe. Haz caso a Soobin.
—¿Te estás poniendo de su parte? —exclamó. Soobin estaba tan sorprendido como él. Bebió de la copa, repentinamente sediento.
—Por favor, ya está, vámonos a la piscina y olvidemos esto —rogó cuando percibió el ciclón que se gestaba entre Jisung y Minho.
—Id saliendo, Jisung y yo tenemos que hablar
—No me jodas, Minho, no soy un puto niño, no vas a echarme la bronca.
—Jisung... —susurró Soobin y sintió la mano de Kumiho en su muñeca.
—Es suficiente, príncipe.
—¿En qué maldito mundo paralelo estoy cuando te has puesto de parte de Soobin?
—En el mundo en el que él tiene razón y tú no. Vas a hurgar en una herida que está fresca.
—Y una mierda. Sabes que Kim estuvo en mi casa, sabes que lo sé todo desde antes que cualquiera de estos. Dios, ¿habéis visto alguna vez cómo se miran el uno al otro? Seungmin es una de las muchas razones por las que Bang está compartiendo el puto café por las mañanas conmigo, Minho —dijo Jisung. Soobin aspiró el aire y sostuvo con más fuerza la copa. La mano de Yeonjun se apretó en su cintura—. Quiero saber qué demonios le pasó por la cabeza a Chan hyung para romperle la cara en público a su primo. No pretendo burlarme de ninguno de ellos, joder. ¿Qué clase de basura piensas que soy?
»No te confundas, Minho, ni soy imbécil, ni soy un hijo de puta que se burlaría de lo que esos desgraciados han pasado. Y no se te ocurra volver a hablarme así —Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta de la terraza. Se giró un segundo antes de salir y miró al gran felino que rechinaba los dientes ante ellos—. Y una cosa más. Tokki sabe que en mi puta vida le haría daño intencionalmente otra vez. Es, con diferencia, el único ser humano de esta casa que no ha hecho absolutamente nada para merecerlo —Su pecho se hinchó con una emoción vergonzosamente cálida—. Todavía no sé nada de ti, Yeonjun hyung, pero para mí todo el mundo es una mierda a menos que demuestra no serlo. Estás a prueba.
Soobin creía que se desmayaría.
—Príncipe... —Había una advertencia que no entendió en la voz de Minho.
—Cállate. Déjame al veinte minutos antes de volver a dirigirme la palabra —le cortó antes de volver sus ojos redondos hacia ellos—. Solo una cosa más, Yeonjun hyung: si formas parte de esto te darás cuenta de que jugamos así, bromeamos de esta manera. No tienes que salir a defenderlo porque él puede hacerlo solo. Pero ten claro algo: si le haces daño te mataré con mis propias manos. Y probablemente toda esa gente que se baña en la piscina me ayude a hacerlo. Ahora, voy a disfrutar de una maldita tarde que no vais a joderme ninguno.
Salió de la casa con paso elegante. Soobin tenía un nudo en la garganta tan brutal que no sabía si podría seguir respirando.
—Mierda, qué carácter —murmuró Kumiho.
—No lo sabes bien —contestaron Minho y él al mismo tiempo. Se echaron a reír los tres, más por incomodidad que porque algo les hubiera hecho gracia de verdad.
—Soobin...
—No pasa nada, de verdad, Minho hyung. Siento todo esto...
—No es culpa tuya. Y, no te preocupes por Jisung, déjale que se remoje un poco —Soobin le sonrió y la cara de Lee se suavizó.
—Minho hyung... ¿Está Chan hyung durmiendo en casa de Jisung? —murmuró un poco avergonzado de su curiosidad—. No es que sea mi asunto, es solo... No lo sé, Jisung nunca ha tolerado bien a Bang Chan y me sorprende...
—Sí, está pasando una temporada con nosotros. Es complicado, Soobin, no quiero mentiros, así que solo diré que es por el bien de todos.
—Por supuesto, discúlpame por haber preguntado. No quería ponerte en un compromiso... Y por todo este momento... —insistió aún confundido.
—Eres un hombre afortunado, Yeonjun —dijo de pronto Minho caminando hacia la puerta trasera—. Cuida bien lo que tienes o no encontrarán ni tus zapatos. Y no es una amenaza. Es un hecho. —Salió de allí sin decir una palabra más y Soobin se giró avergonzado hacia el chico que seguía a su espalda.
—Dios, cuánto lo siento.
—No sé cómo demonios pasé de defenderte del príncipe Han a ser atacado por el matón —bromeó con una risa escapándose de su garganta.
Sus labios atraparon esa risa mientras el brazo de Kumiho le pegaba a su cuerpo impetuosamente. Le besó, metiendo la lengua en aquella cavidad húmeda que se había convertido rápidamente en su lugar favorito del mundo.
—Gracias por defenderme —dijo contra su boca.
—Ha sido egoísta, no me lo agradezcas... —Le miró desconcertado—. Destruiré cualquier cosa que te robe la sonrisa, bunny.
Minho miró el cuerpo de Jisung en la cama balinesa que compartía con Felix y Seungmin. Tenía una marca junto al ombligo que él mismo había hecho esa mañana. El sol bajaba hacia el oeste mientras pensaba en cómo había conseguido en esas horas que Chan hyung le pidiera disculpas al periodista y ahora parecía que ambos podían estar en el mismo espacio físico sin querer atravesarse con los ojos.
Joder, Chan daba un poco de lástima. No paraba de mirar a Seungmin, sus ojos le seguían en cualquier maldito movimiento que hacía. Lo vio entrar a la cocina cuatro veces desde que el veterinario había llegado. Todas fueron para lavarse las manos. Temía que se acabara haciendo daño si seguía así.
El abogado y Soobin salieron de la piscina al mismo tiempo y Minho apreció durante unos segundos las diferencias entre ellos. A pesar de lo delgado que estaba Bang, seguía teniendo un cuerpo bien construido, mucho más fibrado que el suyo. La piel clara y los músculos marcado le hacían ver como un hombre peligroso. Qué irónico que en realidad fuese un animal asustadizo.
Soobin caminó tras él y se secó la cara con una toalla. Iban charlando sobre algo que no alcanzó a escuchar, pero sí vio como el más alto señalaba la cama balinesa donde las tres alimañas reían como si nunca hubiesen tenido un problema entre ellos.
Dios, gracias por esto, I.N. Porque era consciente de que, si no fuera por él, no habría visto de nuevo a Han, no habría conocido de verdad a Seungmin y no habría visto a su hermano carcajearse entre los chicos.
Apuró un último trago a la cerveza que tenía en la mano y la dejó dentro de la papelera. La cara de Seungmin cambió y se pegó un poco más al cuerpo de Felix cuando Soobin y Bang se acercaron al lugar.
Jisung los miró a ambos por un rato que se le antojó demasiado largo. Ese monstruo celoso que habitaba dentro de él despertó a la vida.
La presencia de Yeonjun alrededor del conejito parecía haber aplacado a esa bestia que le envenenaba. Pero, en ese momento, con ese cuerpo mojado brillando y esa sonrisa radiante, Minho se sintió inseguro.
Y tampoco ayudaba el hecho de que el puto Chan fuese caliente como el infierno. ¿Debería ir más al gimnasio? No tenía abdominales tan marcados. Se miró a sí mismo y pasó la mano suavemente por la cicatriz que le recorría el vientre. ¿Para qué demonios necesitas un six-pack, Minho?
Caminó hasta donde estaban los chicos y se dejó caer en el colchón, arrastrándose cerca de Han. El príncipe puso sus piernas sobre su regazo automáticamente y el monstruo malvado se apaciguó.
—Entonces... ¿cupcakes? —preguntó Felix. Soobin se quedó paralizado mientras gateaba en la cama balinesa de camino a la cabecera.
—¿Qué? —susurró desconcertado. Seungmin explotó con una carcajada ruidosa y Soobin le golpeó en la cabeza mientras se ponía rojo—. ¿Cómo demonios te atreves? ¡Eres el peor amigo del mundo! —gritó haciendo un puchero. Minho miró a Bang, que tenía la misma cara de confusión que él.
Los tres tontos que estaban tumbados rieron con fuerza
—Tesoro, no te enfades, es la mierda más divertida que me ha pasado en siglos...
—Dios, Soobin, llevaste los malditos bollos a casa de tus padres, no tienes vergüenza —gimió Felix. Jisung rió más alto, agarrándose el vientre y tratando de llevar aire a sus pulmones.
—¿Podemos participar del chiste? —preguntó Bang.
—¡No! —gritó Soobin subiéndose sobre Seungmin para agarrarle por las mejillas y pellizcarle con fuerza—. Eres un mal amigo, Kim, no te volveré a contar nada nunca más.
—¡No seas idiota! Todos tenemos anécdotas así —gruñó Seungmin empujándolo. Soobin cayó a su lado con un suspiro cansado y se apoyó en el pecho del veterinario, sus dedos fueron directos al pelo goteante del conejito.
—Parece ser que a Yeonjun le gusta cocinar. Soobin y él hicieron unos cupcakes para la fiesta de cumpleaños de su sobrina y también algo sobre la crema de queso por todas partes —exclamó Jisung de pronto, hablando muy rápido y levantándose antes de que el cojín con el que Soobin quiso atacar lo alcanzara.
Se colocó detrás de Minho y puso las manos sobre sus hombros, con la barbilla apoyada sobre su coronilla. El monstruo que vivía dentro de él se esfumó cuando sintió la respiración de Han en su pelo y sus manos abrazándole.
—¡Ya basta, Jisung!
—También hay algo sobre sexo en la encimera y Taehyun escuchándolo todo y contándoselo a los padres de Soobin. Y sobre su madre apreciando la ropa que llevaba Yeonjun, que, obviamente, era de su hijo.
Soobin gritó apretando la cara contra el cojín y su pecho se puso de color rojo. Minho no pudo evitarlo, trató de contenerlo, pero se echó a reír con la misma fuerza que lo estaba haciendo el príncipe a su espalda y Bang ante él.
—No te enfades, tesoro, te prometo que yo tengo anécdotas igual de vergonzosas.
—¿Ah sí? —dijo sacando la cara de la almohada y mirándole con el ceño fruncido—. ¡Pues cuéntalas! ¿Por qué soy el único que está siendo humillado aquí?
—Minho hyung nos escuchó a mí y a Changbin. Muchas veces —bromeó Felix revolviéndole el pelo a Soobin—. Nunca he probado eso de la crema. Le diré a Binnie que tengo un antojo terrible de nata esta noche.
Todo el mundo rio menos Minho, que se sintió realmente incómodo.
—Yo sí he probado esas cosas cochinas con comida. No uséis salsa de chocolate, es un maldito asco sacar las manchas de las sábanas —añadió Seungmin. Y pudo ver a Bang por el rabillo del ojo apretando los labios y frotando las manos contra sus muslos.
—A nosotros nos pilló una de las chicas de servicio en la cama hace una semana —contó Jisung con una sonrisa sobre su hombro—, suerte que era sexo vainilla. No hubiese sido divertido que encontrasen a Han Jisung-ssi atado al cabecero.
—¡Príncipe! —exclamó, tapándose la cara con la mano con el rubor calentándole las mejillas.
—No seas hipócrita, Minho, todo el mundo está hablando de su mierda. Esa chica no ha vuelto a mirarme a la cara desde que entró en la habitación. Y ahora tampoco escucha música mientras está en casa. Si nos hubiera pillado en plan "Cincuenta sombras de Lee" hubiese renunciado.
Minho quería que lo tragara la tierra. Esa no era una conversación para tener delante de Soobin y de Felix, no era una conversación para tener delante de nadie. Y, sin embargo, la gente seguía riéndose y haciendo comentarios estúpidos sobre sus preferencias.
—¿Qué hay de ti, Bang? —preguntó Felix y todo el mundo se puso muy tieso. La mano de Jisung apretó su hombro pidiendo auxilio.
Felix no sabía nada. Es decir, no conocía la realidad de lo que tenían Seungmin y el abogado aunque sí era consciente de que se habían acostado juntos.
—Vamos a por unas bebidas, Felix —dijo Jisung de pronto, reaccionando más rápido que los demás.
—Follamos en tu boda y Taehyun lo escuchó todo —la voz de Seungmin sonó fría por encima de los comentarios y nadie se movió ni un milímetro—, cuando se fue a su habitación lo estaba esperando. Probablemente lo pillaría subiéndose los pantalones.
Nadie dijo ni una maldita palabra en lo que parecieron cinco años. Soobin se levantó despacio de la cama y se movió preparado para apartar a Bang de allí. El abogado le miraba con los ojos muy abiertos, completamente paralizado.
—Está bien, Bang, todos saben que nos hemos acostado, no es ningún tipo de secreto así que quita esa cara de mierda. Taehyun es un chismoso, no es como si fuera a guardarte el secreto o algo. Mucho menos teniendo en cuenta que le partiste la cara sin venir a cuento.
—Es suficiente —Jisung se levantó de la cama balinesa y enganchó la muñeca de Chan con su mano—. Vamos a por una copa, a salvar a Changbin del imbécil al que le diste su merecido y a jugar un rato con mi sobrino.
Minho se levantó con la espalda recta y se apartó de allí mientras Jisung se llevaba a Bang hasta la mesa con bebidas que había al otro lado de la piscina. Se sorprendió al ver cómo Taehyun y Changbin charlaban animadamente allí. Siguió su camino hacia la casa, con la intención de coger un botellín de cerveza de la nevera.
Antes de abrir el frigorífico revisó la gran sala. La puerta del baño junto a la escalera estaba abierta y giró la cabeza a los ventanales del jardín buscando a Yeonjun. ¿Dónde coño estás?, se preguntó.
Miró a la parte delantera de la casa, por si estuviera allí, pero tampoco lo encontró. Minho respiró hondo, sintiendo la adrenalina. Su estómago se apretó de la forma que lo hacía tantos años atrás.
Sus pies descalzos se desplazaron sin hacer ningún ruido por el parqué brillante del suelo. Apoyó la planta en la parte lateral de la escalera para evitar el crujido que hacía siempre la madera cuando pisaba en el centro del primer escalón.
Subió despacio al piso superior y echó un vistazo rápido a la habitación abierta en la que dormían los dueños. Las otras cuatro estaban cerradas.
Tuvo unos segundos para pensar en los que su cuerpo se preparó para toda clase de situaciones. Se dio cuenta de que toda la mierda que había vivido en su vida tenían una utilidad en esa nueva realidad. Una vez mafioso, siempre mafioso, bromeó en su cabeza recordando las palabras de Seungmin
Minho sabía que estaba pasando algo. Algo malo. Tan jodidamente malo como para que el nuevo novio de Soobin estuviera encerrado en el despacho de Changbin mientras todos estaban borrachos en la piscina.
Caminó sigiloso hasta la puerta y se dio cuenta de que no estaba cerrada del todo. Empujó suavemente la madera apartándose echando un vistazo dentro y se encontró con Yeonjun al fondo de la habitación, sacando un gran archivador de la estantería en la pared y poniéndolo sobre el escritorio.
¿Qué coño estás haciendo, Yeonjun? No hagas que tenga que matarte, no me hagas esto, maldito hijo de puta.
El chico abrió la carpeta y dio una revisión diagonal a algunos documentos antes de sacar su teléfono móvil y fotografiar algunas hojas. Minho no quería hacerle daño pero tampoco iba a dejar que ese hombre siguiera haciendo lo que estaba haciendo.
Entró en la habitación con cuidado y cerró la puerta, apoyando la espalda en la madera. Yeonjun se sobresaltó y lo miró con los ojos muy abiertos. Hizo una revisión visual a sus manos y supo lo que buscaba. Por supuesto que lo sabía, porque Minho también había buscado un arma antes de dejar que el picaporte sonase al cerrarse.
—Minho hyung —dijo enderezándose y guardando el teléfono en el bolsillo.
—Dame el móvil, Yeonjun.
Había muchas cosas que sacaban de sus casillas a Minho. La que más rápido lo conseguía era que alguien quisiera hacerle daño a su familia. Yeonjun tenía todas las papeletas compradas para la gran paliza que se estaba rifando.
Estiró el brazo con la mano hacia arriba y el chico apretó la mandíbula. Cerró la carpeta que había sobre la mesa y la colocó de nuevo en su sitio en la estantería. Minho memorizó el lugar exacto donde estaba porque pensaba revisar después.
—No es lo que parece.
—Oh, por supuesto es lo que parece —le interrumpió en voz baja mirándolo a los ojos—. Dame el teléfono móvil ahora mismo.
—Minho hyung...
—Tienes cinco segundos para hacerlo o te mataré —El color desapareció de la cara del chico—. ¿Recuerdas lo que dije abajo? ¿Que no encontrarían ni tus zapatos? Lo decía en serio.
El chico no se movió de su posición, sus ojos miraban a todas partes frenéticamente y supuso que estaba buscando algo para poder defenderse.
—Minho hyung, no es lo que parece, déjame explicártelo.
—Te quedan dos segundos.
—Tengo que enviar estas fotos —insistió. Minho dio un paso y el chico retrocedió.
—Dame el teléfono móvil. Se te ha acabado el tiempo.
—No —contestó dando otro paso hacia atrás.
Minho calculó la distancia. Les separaban tres pasos, podía llegar a él antes de que el chico reaccionara, así que lo hizo. Se lanzó contra aquel hombre y estampó su espalda contra la pared agarrándole por la camiseta.
Yeonjun gimió de dolor, pero no reculó. Sujetó las muñecas de Minho con fuerza y trató de zafarse. Le zarandeó una vez más, golpeándole con más violencia contra la pared.
Tomó el teléfono móvil de su bolsillo y lo lanzó lejos de ellos. Los ojos grandes del muchacho siguieron el aparato que Minho había dejado caer a su espalda. Su mano subió al cuello y apretó la garganta mientras Yeonjun gemía.
—Ahora vas a explicarme qué coño estás haciendo.
—No... —dijo resoplando incómodo.
—No te he preguntado. Te he ordenado que me digas qué coño estás haciendo aquí. Y también vas a decirme a quién vas a mandar esas fotos.
—Minho hyung —Su mano se cerró con más fuerza sobre la carne y las uñas de Yeonjun se clavaron en su muñeca —. Suéltame...
—Me parece que no estás entendiendo la gravedad del asunto. Solo tienes dos opciones aquí: o me cuentas lo que estás haciendo o te estrangulo y meto tu cadáver en un cubo de ácido.
—¡Me estás asfixiando! —gimió. Minho apretó más el agarre y escuchó el aliento atorarse en esa garganta que había entre sus dedos.
Escuchó la voz de Jisung en la parte baja llamándole. Sus dedos se crisparon, pero le soltó. El muchacho respiró agitado con los ojos cerrados. Y volvió a golpearle contra la pared.
—Tú y yo vamos a tener una charla. Una larga y productiva charla. No vas a hacerle daño a mi familia, Yeonjun. Porque te juro que vas a sufrir.
Lo miró fijamente mientras la voz de Jisung seguía resonando en el hueco de las escaleras. ¿Qué coño estás haciendo? De pronto, se vio a sí mismo en ese muchacho y se apartó de él sacudiendo la cabeza.
Jisung volvió a llamarlo a voces y Minho se tensó. Lo arrastró por la camiseta, empujándolo fuera del despacho. Cogió el teléfono móvil y lo metió en el bolsillo de su propio pantalón corto antes de cerrar la puerta del despacho tras él.
—Tú y yo tenemos una conversación pendiente. ¿Entendido? —susurró.
—Minho hyung...
—Ni una puta palabra más. No sé por qué coño te estoy perdonando la vida ahora mismo, pero más te vale que lo que me digas a partir de este momento sea la verdad.
—¡Minho! —volvió a gritar Jisung.
—Ya bajamos, príncipe —contestó—. Estaba enseñándole el resto de la casa a Yeonjun —Empujó al chico con una última mirada amenazadora—. No te olvides de esto: esas personas que están abajo son todo lo que tengo. Y ni tú ni nadie me lo va a quitar... Me da igual lo que pienses. Si haces llorar a Soobin te destriparé, Choi Yeonjun —sentenció en voz baja.
¿Por qué coño estás aquí, Yeonjun?, se preguntó por última vez antes de ver la sonrisa de Jisung ante él.
No iba a permitir que ese hombre dañase al único verano que había conocido. Nadie iba a dañar a su familia nunca más. Por supuesto que no iba a permitir que ese cabrón quemase la casa que tanto dolor le había costado reconstruir.
A Changbin no le apasionaba particularmente tener la casa llena de gente, pero Felix lo adoraba. Él era feliz con que Jisung y Minho vinieran un par de veces a la semana, salir de vez en cuando a cenar, a un museo o a dar un paseo. No necesitaba esas fiestas que Lee Yongbok amaba.
No le gustaba que ahora Bang fuese parte de esas fiestas. No le gustaba Bang, en general. Y no le gustaba que Jisung y su cuñado le hubiesen convertido en una suerte de niño de acogida. Era muy buen profesional y el trabajo de su bufete con Han Bank era impecable. Pero odiaba su presencia alrededor de su marido.
Felix era un coqueto que adoraba hacer esas batidas de pestañas con sus enormes ojos. Tenía suspirando por él a todo el mundo. Y no toleraba demasiado bien que el picapleitos fuese el objetivo de esas maneras presumidas.
Era tristemente consciente de que el abogado que estaba sentado en la cama balinesa con una sudadera y un té caliente era solo una sombra de lo que había sido, pero seguía sintiendo que era un peligro. Como si todos sus mecanismos de defensa se encendieran cuando estaba cerca.
Cuando el resto de invitados se fue una hora atrás, Changbin quería echarlos a ellos también —de hecho, quería echar a Bang específicamente—, pero Felix les ofreció un té y se quedaron un rato más.
—Changbin, tengo que hablar contigo. —Se sobresaltó al escuchar la voz de Minho, que salía del baño secándose los últimos rastros de humedad en su camiseta.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—¿Podemos hablar en el despacho?
Changbin asintió, un poco asustado y muy confuso. Dejó la taza sobre la encimera y le siguió escaleras arriba, dando una última mirada a los tres hombres que seguían charlando en el jardín. Entraron al estudio y Minho cerró tras él.
Creó una imagen catastrófica en su mente que tenía que ver con su cuñado comunicándole que todos iban a morir. O pidiéndole que se hiciera cargo de Chan. No sabía cuál de las dos opciones era peor.
—Bang Chan-ssi no se va a quedar aquí —soltó secamente sentándose en su silla tras el escritorio. Minho frunció el ceño.
—¿De qué hablas?
—Si vas a pedirme que se quede aquí, mi respuesta es no. Nunca digo que no, muchísimo menos a ti. Pero no voy a ceder en esto. No me fío de él y no creo que tú debas fiarte de él.
—Ey, calma, no voy a pedirte eso —dijo—. Entiendo que no confíes en él, es complicado hacerlo —Changbin respiró aliviado y le tendió una mano pidiendo que se sentara ante él. Minho lo hizo y sonrió—. ¿Estás celoso, Changbin?
—No... No, es solo que no confío en él —trató de mentir, pero sus mejillas se calentaron con el sonrojo.
—No te preocupes, yo tuve mi momento cuando estábamos en la piscina. El cabrón de Bang está muy bien... Demasiado bien —comentó con una risita.
—¿Crees que debería hacer más abdominales? —preguntó de pronto. Minho lo miró como si hubiese sugerido matar al primer ministro antes de echarse a reír y negar con la cabeza.
—Igual podemos ir juntos al gimnasio —bromeó mientras Changbin trataba de entender a qué se refería—. Yo también lo pensé... Qué gilipollas...
Se rascó la nuca con una sonrisa avergonzada.
—¿Cómo lo toleras en casa? —preguntó mirando a la mesa—. ¿Cómo haces para tenerle allí todo el tiempo? ¿Has dormido en tu apartamento?
—Hace como... No sé, igual hace un par de meses que no voy por allí. Quizá debería ir... Por suerte no dejé comida en la nevera —bromeó—. No está siendo fácil, tampoco para Jisung. Él está acostumbrado a estar solo en casa, a tener su espacio... Yo soy más tolerante que él, he tenido tiempo para acostumbrarme a compartir los zulos más pequeños con más gente...
—Sí, igual es eso... —comentó un poco incómodo.
—Quiero hablar contigo de algo importante —le interrumpió—, y quiero que me escuches antes de que la cabeza te explote.
—No estás empezando bien esta conversación si quieres que esté calmado, hyung.
—Changbin, creo que Yeonjun trata de joder a Han Bank. —Su frase fue tan abrupta que tuvo que mirarle fijamente durante unos segundos para asegurarse de que no estaba de broma.
Pero no, Minho estaba sentado en la silla frente a él con los puños apretados en los reposabrazos y la mandíbula tensa. Creyó que, tal vez, se había vuelto loco; era muy posible. Estaba pasando por un momento complicado.
Tenía un niño de acogida de 36 años viviendo con él, un tipo que era sexy, encantador y que estaba muy herido. El predador prefecto para el estúpido de Quokka, que fingía ser el hombre de hielo cuando, en realidad, tenía ese estúpido complejo de salvador que había provocado que se enamorase de su cuñado.
Por supuesto que Minho se sentiría abrumado por la situación, por supuesto que podría estar perdiendo los nervios. Exactamente, Minho hyung está confundiendo todo.
—¿Puedes ser un poco más explícito, por favor? —rogó en voz baja.
—Estaba aquí, en el despacho, cuando entré a por una cerveza. Subí y lo pillé hurgando en las carpetas —Sacó del bolsillo de su pantalón un teléfono móvil y lo dejó sobre la mesa—. Es suyo, se lo quité. Lo obligué a borrar las imágenes justo antes de que se marchara de aquí, pero no pude hablar más con él porque se pegó a Soobin como una garrapata...
—Son novios, hyung, es normal que estén juntos... No lo sé, tal vez hay una explicación para esto...
—¿Sabes qué cosa no es normal? —interrumpió—. Que estuviese tratando de sacar fotos a los documentos que tienes en esas malditas carpetas. ¿Por qué coño tienes esos documentos aquí, Changbin?
Changbin frunció el ceño. ¿En qué instante se había una conversación sobre Yeonjun tratando de robar secretos industriales en una bronca contra Changbin? Tenía esos documentos en su casa porque era eso: su casa.
Respiró hondo, calmándose. Entendía que su cuñado estaba en el límite por muchas razones. Algunas las conocía, otras no. Y sabía que si no se lo había dicho, era porque no tenía que saberlo. Minho no guardaba secretos si no era necesario que siguieran siéndolo. Ya no.
—¿Puedes decirme qué carpetas eran? —pidió, intentando entender si todo esto era una extraña llamada de atención de una mente castigada que se negaba a ir a terapia.
Asintió y se levantó. Miró unos segundos a la estantería junto Changbin y sacó dos de los archivadores colocándolo ante él. Changbin observó desconcertado las tapas y después a Minho hyung: —¿Estás seguro de que eran estas? —Volvió a asentir y Changbin lo abrió por la primera página.
—¿Qué son? —Minho se colocó de pie a su lado, inclinándose para mirar.
—Este tiene los contratos de inversiones de los accionistas del banco. Son copias, los originales están en el banco. A veces trabajo desde casa... —Siguió pasando las hojas despreocupadamente, tratando de encontrar algún nombre que llamase su atención, algo que explicase lo que sea que Yeonjun estaba buscando allí.
—¿Es posible que Tea Continental intente hacer algo contra Han Corp.?
—No lo sé, no tendría mucho sentido... Es decir, es un accionista minoritario, Soobin y nosotros controlamos de facto la corporación... —murmuró, confundido.
—¿Crees que puede saber algo de... de todo lo demás? —preguntó Minho, con un tono de voz funesto.
—¿Qué? ¿Cómo que todo lo demás? ¿Qué quieres decir con eso?
—No lo sé... Igual estoy paranoico pero apareció justo cuando murió Han Eunji...
—Nosotros pusimos a la venta parte de las acciones. Uno de los accionistas nos habló de Tea Continental. No hay nada extraño —explicó, pero ni él mismo se lo creía.
—Bueno... No lo sé... Pero tienes que cerrar este puto despacho con llave. O llevarte ese material sensible de aquí —Minho se levantó, frotando su pelo con un resoplido cansado—. Y tenemos que mantener un ojo en el chico. Si Tea Continental lo mandó para espiar a Han Corp. hay que denunciarlo.
—¡Hyung! ¿No creerás que...?
—Yo ya no creo en nada ni en nadie, Changbin. Si intenta joderos, llamaré yo mismo a Kim Namjoon para que se lo lleven esposado.
—Pero Soobin va a...
—Ya lo sé, joder. Ya lo sé —gruñó, dándose la vuelta para salir del despacho, dejando la puerta abierta.
Changbin cerró los ojos y se apretó el puente de la nariz. ¿Cuántos méritos tendría que hacer para tener, de una vez por todas, un poco de tranquilidad? ¿A cuántas deidades tendría que rezar para que su familia dejase de estar amenazada? ¿Cuántas putas veces más tendría que llorar antes de poder ser feliz de verdad?
***
2/5
¿Ustedes qué piensan, navegantes? ¿En qué anda Kumiho?
Este capítulo es súper largo, pero, para contrarrestarlo, el siguiente es más corto.
¡Nos vemos en el infierno!
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