26. Desconocidos
🎶Banda sonora: Exile - Taylor Swift y Bon Iver 🎶 (Esta es mi canción favorita de la Taylor)
Taehyun forzó la sonrisa número cuarenta mil de esa mañana.
Se acercó a la mesa en la que Seungmin hablaba con Jin y su novio animadamente. El muchacho se excusó y salió de allí como alma que lleva el diablo en cuanto se sentó en una de las sillas. El veterinario se había cerrado en banda y estaba profundamente molesto con eso.
Jesucristo, fue un maldito beso, nadie había matado a nadie. No era como si alguno se hubiera quedado embarazado y el otro le hubiera abandonado.
Seungmin se encogía como un cervatillo asustado a su alrededor y le evitaba como si tuviera la lepra, solo porque le había rechazado un maldito beso que ni siquiera él quería. Porque no iba a engañarle, Seungmin estaba tan enganchado a esa mierda tóxica con el abogado como el desequilibrado de Bang.
Taehyun sabía que, en el momento en el que el hombre aprendiese a jugar sus cartas, tendría al pequeño cachorrito a sus pies otra vez. Literalmente.
Miró a Namjoon colocar su mano protectoramente sobre el hombro de Seokjin y casi se le escapa una cara de aburrimiento.
Namjoon era el objetivo de Eunwoo y Eunwoo había alquilado el cerebro de Taehyun. Eunwoo captaba su atención de una manera casi obsesiva. No solo por esa cara de ángel inmaculado, ni siquiera por la naturaleza del trabajo; aquello iba mucho más allá.
—Namjoon hyung —le llamó—, he escuchado que es posible que acabes dirigiendo la Fiscalía en Seúl —comentó.
—Es muy posible, pronto podré ser un marido florero —bromeó Seokjin con esa voz apaciguadora que tenía.
—Tampoco te pases, nabi. No es como si fuera a hacerme millonario de la noche a la mañana. No dejo de ser un funcionario público —contestó con una sonrisa sincera.
—Me alegro por ti, hyung. Se ve que eres muy bueno en tu trabajo... Y un ejemplo de integridad —afirmó Taehyun.
Namjoon levantó una ceja suspicaz y dio un sorbo de la cerveza que agarraba. No dijo nada, y la tensión escaló entre ellos rápidamente igual que el silencio. Se arrepintió del comentario, sobre todo porque, de pronto, parecía haberse cerrado en banda. Igual que Seungmin.
Taehyun tenía muchas formas de sacar información de la gente. Preguntar directamente era solo una de ellas, la menos útil normalmente.
Sin embargo, Namjoon parecía irreductible. Y pensó que, tal vez, solo tal vez, Eunwoo estaba equivocado y ese hombre era la mejor opción para limpiar de corrupción la Fiscalía. Quizá, solo quizá, el que no estaba siendo honesto era Yun Eunwoo.
—Namjoon hyung se merece ese ascenso. Ha trabajado muy duro.
—¿Cómo llevas ese artículo, Kang? —preguntó el hombre de repente, interrumpiendo a su novio, con un tono un poco demasiado duro para el gusto de Taehyun.
—Bien, muy bien. Al final se convertirá en una serie. Tres mil palabras no son suficientes para hablar de todas las cosas interesantes que le han pasado a Seungmin. —Mierda, si seguía encontrando basura sobre ese chico escribiría un puto libro.
—Espero que no pongas al muchacho en un aprieto, no me gustaría verte enfrentar una demanda por difamación. —Sonrió otra vez, pero, en esa ocasión, la mueca fue falsa.
—¿La llevarás tú?
—Nah, esas cosas son la especialidad de Bang Chan... Lo recuerdas, ¿no? Seguramente le hará el favor a Seungmin. Igual lo hace hasta gratis. —No pudo evitar fruncir el ceño.
Fue una reacción que no controló. Lo miró fijamente unos segundos, percibiendo aquella amenaza velada: "Seungmin está fuera de tu alcance y si le haces daño te echaré a los lobos para que te despellejen".
Y, el lobo, por supuesto, era el maldito Bang "Christopher" Chan.
Por suerte, Taehyun había vivido siempre rodeado de lobos. No le asustaba una demanda por difamación, ni siquiera le asustaba la posibilidad de que Bang volviese a romperle la cara.
—¿Conoces a alguien que pueda llevarme la defensa si Bang Chan-ssi me demanda? No sé... ¿Yun Eunwoo, quizá? También trabaja en la Fiscalía, ¿no?
Seokjin levantó los ojos de su teléfono móvil y frunció el ceño. Namjoon solo elevó una ceja con la misma mueca impostada que llevaba desde hacía un rato. Aparentemente, Eunwoo era Voldemort también.
—¿Qué interés tienes en Eunwoo, Taehyun? —preguntó Jin, serio.
—Ninguno en particular, solo me pareció un chico agradable cuando le conocí. Y me ayudó cuando los puños de hormigón me destrozaron la cara. Supongo que tendría que agradecérselo.
—Mira, no sé en qué estás pensando, pero no me gusta la dirección que estás tomando, Taehyun. Eunwoo no era una buena persona y casi le jode la vida a Soobin.
—También lo hizo Han y todo el mundo está revoloteando a su alrededor —comentó fingiendo desinterés.
—Han no es mala persona, es un tío particular, pero no tiene ese... Esa cosa extraña que tiene Yun Eunwoo.
—Nabi, ya está bien. —Namjoon le agarró del brazo suavemente.
—No, tiene que saberlo, no quiero que esto se ponga más feo si Taehyun se acerca a él —le contestó—. Eunwoo y Soobin estaban como... juntos en secundaria. Eran cosas de niños, pero Soobin se enamoró de él. Eunwoo extorsionó a Soobin con fotos y conversaciones. Fue la razón por la que salió del armario, estaba jodidamente asustado de que publicara esas cosas y afectara a su familia. Eunwoo le hizo la vida imposible. Y cuando se cansó de hacerlo sufrir, desapareció.
Taehyun abrió los ojos genuinamente sorprendido. Le importaba una mierda el corazón de su primo, pero no se esperaba que aquel chico con cara adorable fuese capaz de tener ese tipo de sangre fría. Su instinto no había fallado, Yun Eunwoo era un monstruo disfrazado. Y decidió que necesitaba conocer las razones por las que había pagado todo ese dinero a Taehyun.
Seungmin llamó al telefonillo en la puerta exterior de la casa de Han tragando saliva. No estaría ahí si no estuviera completamente desesperado. No se le hubiese ocurrido pulsar ese botón si el idiota de Minho hubiese cogido el teléfono en alguna de sus quince llamadas anteriores.
Le abrieron la puerta sin preguntar nada y Seungmin atravesó el jardín rápidamente. Se preguntó si Jisung era consciente de que estaba a punto de entrar a su casa por primera vez. Sonrió, imaginándose al gilipollas despotricando porque su batcueva se viera comprometida.
Se quedó paralizado en el instante en el que Jisung abrió la puerta y lo miró de arriba abajo.
—Yo... Quería... Quiero hablar con Minho hyung, por favor —tartamudeó confundido.
—¡Claro que sí! ¡Adelante! Bienvenido a la posada Han —exclamó haciendo una reverencia mientras le dejaba pasar—. ¿Quieres una copa? ¿Un lorazepam?
—¿Qué demonios estás diciendo, Han? —preguntó dejando los zapatos en la alfombra del recibidor antes de seguir al chico.
Jisung llevaba un pantalón corto y una camiseta sin mangas que le quedaba grande. ¿Por qué está bebiendo a las cinco de la tarde?, se preguntó frunciendo el ceño.
—Minho está durmiendo en la sala de estar, se pasó la noche salvando almas errantes. Oh, mira, han venido a saludarte.
A Seungmin se le heló la sangre y frenó el paso en medio del pasillo al que Jisung le dirigía. Miró al chico agacharse y coger con su brazo al gato rechoncho que maullaba a sus pies. Observó cada maldita línea de esa cara naranja y blanca mientras su cerebro se apagaba casi por completo.
No lo entendía, no entendía cómo había llegado un gato exactamente igual al de Bang a esa casa. No entendía qué hacía ese animal en los brazos delgados de Han.
—¿De dónde has sacado ese animal? —preguntó sintiendo un estremecimiento desagradable recorrerle la espalda.
—No hables así de él. Soonie-ssi es un caballero. —Dejó la copa sobre un mueble a su lado y acomodó al animal en el hueco de su codo antes de seguir el camino.
La ansiedad le atenazó el estómago. Ese día tenía que llegar, lo habían hablado en terapia muchas veces. Seungmin tendría que enfrentarse a Bang en algún momento y tendría que hablar con él con calma, sin reclamos, sin odio. Seungmin tenía que reconciliarse con él para reconciliarse con esa parte de su pasado que tanto le había avergonzado.
Pero no entendía cómo demonios había llegado el hombre a casa de Han Jisung. No sabía por qué Soonie-ssi estaba en esa mansión, no podía encontrar una razón para que el animal se acomodara en los brazos de aquel gilipollas integral.
Sus piernas se movieron cuando perdió de vista al chico que giró al final del pasillo. Le siguió para encontrarse con la escena más extraña que había visto en mucho tiempo.
Jisung se sentó en el borde del sofá gris y dejó al gato sobre el bulto que había bajo la colcha blanca. Escuchó una queja leve y los dedos del dueño de la casa agarraron el borde del tejido para levantarlo despacio.
La cara dormida de Minho emergió del refugio y apretó los ojos con una queja. Jisung le acarició el pelo apartándolo de su frente y se acercó para dejar un beso en su mejilla.
—Minho, han venido a verte —dijo en voz baja y Seungmin se sintió como si estuviera viendo un drama romántico lleno de clichés cuando el hombre gruñó y se tapó de nuevo con la colcha. Jisung volvió a destaparle suavemente y Minho decidió que era más efectivo enredar sus brazos en la cintura de Han apretándose contra él.
—Un rato más, príncipe... —murmuró cerrando los párpados.
Jisung lo miró y se encogió de hombros sonriendo, Seungmin se sintió avergonzado por haber sido pillado observando fijamente una escena que era tan íntima. Nunca, en todo el tiempo que hacía que conocía a esos hombres, imaginó que Jisung podría ser solícito con Minho.
Verle así, con los ojos brillantes y el cuidado suficiente como para despertarlo con un beso y unas caricias le hizo pensar que, definitivamente, nunca estuvo enamorado de Soobin. Y que había mucho más dentro de Jisung que el erial rocoso que Seungmin creía que tenía en el pecho.
Han le acarició el pelo una vez más y desenredó los brazos que le atrapaban.
—Tienes que levantarte, Seungmin está aquí—murmuró dándole un beso en los labios que sonreían.
Cuando se levantó del sofá, Minho abrió los ojos y parpadeó hacia él. Se incorporó rápidamente, como si hubiese visto un fantasma y sacudió la cabeza para apartar las telarañas del sueño. Jisung le dio otro beso en la mejilla antes de peinar con los dedos la maraña desordenada sobre la cabeza de la pantera.
Joder, eran tan malditamente guapos que le parecía injusto que, además, fueran adorables el uno con el otro. No se podía tener todo, el resto del mundo también merecía una décima parte de lo que tenían ellos. Seungmin lo quería.
—¿Quieres un café? —preguntó Han y Minho asintió—. Voy a prepararte uno.
—Tómate uno tú también, príncipe. Al parecer has aprovechado la siesta para atacar el bar.
—¿Sabes qué? Hazte tú el café. Si vas a convertir mi casa en una fonda, lo mínimo es que te ocupes tú mismo de tus invitados. —De pronto, el chaebol había vuelto y era el mismo gilipollas integral que conocía.
Casi se echó a reír cuando vio la cara indignada con la que se marchaba de allí. Minho se quedó descolocado durante unos segundos antes de frotarse los párpados con los dedos y bostezar. Se levantó del sofá y dobló la colcha con cuidado, apartando a Soonie de encima. El animal ni siquiera se quejó, en su lugar, les siguió hasta la cocina mientras Minho lideraba la marcha en silencio.
Se sentó en la mesa de desayuno y el bicho se subió a sus piernas. Lo acarició mientras miraba al chico trastear con la cafetera. Un recuerdo triste llegó a su cabeza y contuvo a duras penas el suspiro melancólico. Miró anhelante a la puerta.
Hubiese sido precioso que I.N apareciera por esa puerta exigiendo un poco de ese café que olía tan bien, con una buena cucharada de miel. Hubiese sido tan bonito que quemaba el centro de su pecho y se le escapó un sollozo.
—¿Qué pasa? —La mano del chico sombrío estaba sobre su hombro un segundo después.
—Es solo que... Hacía mucho tiempo que no tomábamos un café juntos... Y me ha recordado a... bueno ya sabes, a I.N.
—A I.N le hubiese gustado el café que compra Jisung... Tienen gustos muy parecidos —contestó con una sonrisa triste, revolviendole el pelo y acercándose otra vez a la cafetera que empezaba a llenarse.
—¿Te trata bien, chico sombrío? ¿Eres feliz?
—Tiene sus manías, pero nunca he sido más feliz —contestó dejando una taza humeante delante de él, antes de sentarse con la propia—. ¿Qué está pasando, Seungmin? ¿Qué es tan grave como para que hayas venido aquí?
—No sé... —Tragó saliva y Soonie saltó de sus piernas y se marchó—. No quiero que le cuentes esto a nadie, ni siquiera a Jisung, pero no sabía con quién hablar...
—Jisung es consciente de que somos amigos, nunca ha tratado de cotillear sobre ti.
—No es sobre mí, Minho hyung, es Soobin —respiró hondo y vio como las cejas del hombre se elevaban con sorpresa antes de dar un sorbo al café—. Creo que Yeonjun oculta algo —Minho ladeó la cabeza y dejó la taza sobre la mesa—. Estábamos en la fiesta de cumpleaños de la sobrina de Soobin y entré para... ir al servicio —No tengo por qué contarle que en realidad estaba huyendo de Taehyun y la humillación de haberle besado, ¿verdad?, pensó—, le encontré hablando por teléfono muy acaloradamente, no paraba de decir que no podía hablar, que estaba ocupado...
—¿Y? Jisung tiene esas conversaciones con su asistente continuamente, quizá era algo del trabajo.
—No, hyung, no hablas con alguien del trabajo como él le habló a quien sea que estaba al otro lado del teléfono. Le dijo que le compensaría. Joder, no quiero que vuelvan a romperle el corazón a Soobin —gimió acongojado—. Cuando le escuché decir eso me fui de allí. Me sentí horrible, dije que no me encontraba bien y traté de llamarte, cuando no contestaste vine aquí directamente... ¿Crees que está engañando a Soobin? ¿Crees que le está siendo infiel?
Seungmin sintió su labio inferior temblar con un puchero. No quería llorar pero estaba sensible desde hacía tiempo. Concretamente, desde la tarde en la que el chico sombrío le acompañó a visitar la tumba sin nombre.
Odiaba haber escuchado aquella conversación, odiaba sospechar de Kumiho. Quería que Soobin fuera feliz y Yeonjun hyung parecía perfecto para hacerlo. Hasta que Seungmin escuchó, sin querer, esa conversación telefónica y toda esa imagen de novio perfecto que había construido alrededor se derrumbó.
Y no tenía a nadie más con quien hablar que el tipo que había participado activamente del último gran desastre sentimental de Choi Soobin. El chico sombrío bebió de dos tragos el café y le agarró la mano por encima de la mesa. Seungmin estuvo a punto de apartarla.
—No sabes qué es lo que está pasando. Podría ser cualquier cosa, podría ser un familiar, sus padres, su abuelo, no lo sabes. Así que no te hagas ideas precipitadas.
—Minho hyung, no quiero que Soobin vuelva a sufrir... —murmuró mordiéndose la mejilla para evitar el sollozo.
—Trataré de averiguar algo más sobre él, ¿de acuerdo? Y tú vas a calmarte y dejar de hacerte películas en la cabeza.
—Tengo buen instinto, un maldito buen instinto que no suele equivocarse. Sabía que el imbécil de Han iba a romperle el corazón desde el día en que le conocí.
—No empieces, Seungmin. Estás en su casa, te ha abierto y no ha hecho ni una maldita pregunta, no ha cuestionado nada. Dale un respiro, ¿vale?
Seungmin negó con la cabeza apretando la boca como un niño pequeño y Minho le dio un golpecito con un dedo en la frente. Era más fácil focalizar su ira en Jisung que tratar de gestionar la posibilidad de que Soobin estuviese a punto de ser destruido de nuevo.
Terminó su café y se levantó cuando Jisung entró a la cocina con un vaso de cristal lleno de whisky.
—Perdón por interrumpir, vengo a por algo de hielo y me marcho.
—Hemos terminado, me voy. Gracias por el café, Han.
—¿Qué? No, no, no. No te vas a marchar. Vas a venir conmigo a un sitio, ¿vale, Minnie-mong? —Le pellizcó la mejilla y él lo apartó horrorizado.
—No me toques, imbécil.
—¡Shhh! No te enfades, ven conmigo. —Tomó un poco de hielo del congelador y lo agarró de la muñeca arrastrándolo fuera de la cocina.
Le siguió confundido cuando pasó la sala de estar y caminó de nuevo por el largo pasillo. Le ofreció el vaso de whisky.
—Bébete esto antes de que podamos conseguirte una copa.
—No quiero beber, me voy a casa.
—Por supuesto que no, luego irás diciendo por ahí que soy un mal anfitrión. Además, vas a necesitarlo, Kim. Lo vas a necesitar mucho.
—Príncipe, ¿qué estás haciendo? No es el momento.
—Cállate, por supuesto que es el momento. Minnie-mong, tienes que beberte esta copa y hacerme caso a mí. Yo sé mucho de estas cosas. Voy a terapia.
—Pues no está funcionando del todo bien... Mira, hoy estás actuando particularmente extraño y me estás poniendo de muy mal humor. Supongo que el cóctel de pastillas y alcohol te ha subido rápido.
—¿Rápido? Creo que llevo borracho desde ayer, Minnie-mong.
—¿Puedes dejar de llamarme así, imbécil? —se quejó enfadado mientras Han le miraba fijamente.
—Seungmin, necesitas esta copa. Mi terapeuta dice que hay que evitar las conductas fóbicas. Cuando cruces la puerta que vamos a cruzar me lo agradecerás. Y me odiarás un poco más. En mi defensa diré que es culpa del gato callejero al que le gusta recoger animales abandonados.
Sintió un revoloteo de malestar en el estómago y sus manos empezaron a sudar. Jisung no estaba bromeando, no había ninguna broma en sus palabras aunque su voz era un poco pastosa.
—No sé si quiero cruzar esa puerta... —susurró.
—Lo estuve pensando mientras hablabas con Minho. Creo que es la mejor oportunidad que vas a tener en tu vida para enfrentarte a esto. Estás en un terreno neutral y yo os desprecio a los dos por igual, así que no me pondré de parte de ninguno —comentó colocando una mano en su hombro—. Además, el tigre lo despedazará si te hace daño. Hazme caso, Minnie-mong.
La confirmación se sintió como un jarro de agua helada. Su temperatura corporal bajó un par de grados y pensó que se echaría a temblar. Agarró el vaso de la mano del imbécil y se bebió todo el contenido de un trago, sintiendo el ardiente líquido abrasar todo el camino hasta su estómago.
Tenía que hacerlo, el psicólogo lo había dicho, tenía que empezar a enfrentar sus demonios. Y, en ese momento, el demonio que más pronto quería exorcizar era Bang.
Jisung asintió con una sonrisa antes de echar a andar otra vez por el pasillo hasta la primera puerta que habían pasado cuando llegó en la casa. Giró el picaporte y entró. Seungmin dudó unos segundos. Todavía estaba a tiempo de subirse al coche, de irse a su casa y dejar la conversación con ese hombre para otro momento.
—No tienes que hacerlo si no quieres —murmuró Minho a su espalda.
Nunca lo diría en voz alta, pero escuchar la voz de Jisung y Chan bromeando dentro de la habitación fue el revulsivo que necesitaba. Desde el pasillo, ese tono no sonaba como el que él conocía. Esa risa no le era familiar.
¿Será el mismo hombre que siempre ha sido? ¿Será el mismo demonio que lleva atormentándome tantos años? ¿Me romperé?
Dio un paso hasta el marco de la puerta y entró. El estudio era grande, probablemente mayor que la habitación que solía tener en Hoengseong. Frente a la puerta había un gran escritorio de color blanco donde Han estaba apoyado.
Giró la cabeza y lo encontró.
Chan se tensó tan violentamente que se le cayó el teléfono móvil que tenía en las manos y golpeó la mesita delante de él. Casi se echó a reír cuando lo vio levantarse frotando la espinilla con la que pateó el mueble.
Llevaba puesto un pantalón suave de color canela y una camiseta negra. No le había visto nunca con el pelo al natural, con rizos descontrolados y sin ningún fijador. Tampoco le había visto con un moratón tan grande en la mejilla.
El hombre apretó en su mano el cojín que había tenido sobre las piernas y lo miró con una intensidad a la que nunca se acostumbraría. Seungmin no podría pasar por alto, jamás, que Bang Chan lo estaba mirando. Porque esos ojos que ahora estaban rodeados por las ojeras, encendían un millón de interruptores que él creía que estarían ya apagados para siempre.
El demonio se lamió los labios y bajó la cabeza haciendo una reverencia. Esto ha sido muy mala idea, Kim. Tan mala que ahora mismo estaba tratando de encontrar su voz, que parecía haber desaparecido. Y también su sentido común y su dignidad, que aparentemente se habían desintegrado en el momento en el que vio sus manos grandes y masculinas apretando ese cojín.
Márchate, vete de aquí, se ordenó a sí mismo, pero su cuerpo no se movió.
¿Podía ser alguien adicto al dolor? Tendría que preguntárselo a su terapeuta porque, definitivamente, Seungmin era adicto al dolor que Bang generaba en el espacio detrás de su esternón, donde latía desenfrenado su corazón traidor.
—Minho, creo que quiero un café —comentó Jisung antes de darle una sonrisa y dejar sobre el escritorio una botella de cristal llena de whisky—. No destrocéis la habitación. Si vais a pelearos, salid al jardín. Si vais a follar, hacedlo en el dormitorio.
—Vámonos de aquí, Jisung, necesitas ese café —interrumpió Minho tirando del brazo de Jisung y llevándoselo del estudio.
Escuchó el sonido que hizo el picaporte al cerrarse y aquellas cuatro paredes parecieron apretarse con fuerza contra ellos, robándole el oxígeno. Miró la ventana abierta por la que entraba una brisa fresca y deseó estar en el jardín de verdad. Deseó estar a miles de kilómetros de allí.
Miró otra vez a Chan, que seguía de pie, tieso como una estatua y con sus dedos apretando con fuerza el cojín. Se dio cuenta de que estaba muy delgado, mucho más que la última vez que le había visto, unas semanas atrás. Quizá ya estaba así, pero no te fijaste. No tenía que importarle en absoluto lo que le pasara a ese hijo de puta. Pero igualmente, estaba preocupado por si comería bien o no.
Se sirvió otra copa de whisky en silencio y bebió, sediento y deseando encontrar las palabras que debía decirle para cerrar ese desagradable capítulo de su vida que llevaba abierto diez años. Quería suturar esa herida y deshacerse de todas las marcas que Bang dejó en él.
—Conocí a I.N cuando era un bebé. Cuando nació, fui a verlo al hospital. Solo me acuerdo de que era muy pequeño —dijo de pronto. La garganta de Seungmin se cerró con más fuerza—. Fuimos al mismo colegio. Mi padre y el suyo eran amigos. I.N era una persona importante para mí y nunca, jamás, me amenazó. Hasta que llegaste tú.
¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Pedirle disculpas? No iba a hacerlo, no pediría perdón por haber sido cercano a I.N. No pediría perdón por haber querido a quién le salvó.
Lo miró un segundo antes de girar la silla frente al escritorio y sentarse, encarándolo. Apretó los dedos alrededor del vaso y observó como el abogado arreglaba la camiseta que llevaba antes de sentarse también en el sofá. Se preguntó si esto serviría para algo, si sería capaz de decirle todo lo que había guardado dentro de su mente durante tantos años.
—Voy a terapia dos veces a la semana —continuó y Seungmin lo miró, genuinamente sorprendido. Chan no parecía una persona que confiase en la terapia—. Nunca he hablado de I.N, porque no podemos hablar de él... Ya sabes... Anoche hablé de él con Minho y con Namjoon hyung. Hablé de muchas cosas con ellos y con Han. No me había dado cuenta de lo liberador que era hablar.
—¿Por qué estás diciéndome todo esto? —Su voz sonó grave, como si no la hubiera usado en años. Los ojos marrones de Chan recorrieron cada milímetro de sus facciones.
—I.N era como mi hermano pequeño. Y también me salvó a mí. Mi familia es más complicada de lo que parece...
—Bueno, todas las familias son complicadas.
—Pero yo no lo sé —replicó apretando con fuerza el cojín—. Yo no sé nada de ti y tú no sabes nada de mí. Nunca quise saber, nunca te dejé saber. Y lo único en lo que puedo pensar es en que he perdido un montón de tiempo tratando de entender lo que me pasaba. —Seungmin lo miró intentando encajar el puzle que era ese hombre.
Ese que estaba sentado en el sillón del estudio de Han no era la misma bestia dominante que él había conocido. No era el mismo demonio tóxico que le volaba los sesos. Ese hijo de puta vulnerable que ahora desnudaba su alma ante él no era la persona a la que tenía que enfrentarse. No era Satanás, no era Bang Chan.
O, tal vez, era la primera vez que veía a Bang Chan.
—Nunca he sabido lo que pensabas de mí, de las cosas que hacíamos. Nunca me preocupé por entender por qué volvías a mí sin ninguna queja cada vez que reaparecía en tu vida, nunca pensé en que, quizá, estaba utilizándote de forma inapropiada. Nunca creí que podría estar haciéndote sentir sucio o bajo, Seungmin —Su voz pareció quebrarse en la última frase y escuchó claramente que algo dentro de él también se quebraba—. Nunca jamás he pensado así de ti. Nunca te he tenido como algo menos que maravilloso.
—Eso no importa —murmuró dejando el vaso vacío sobre el escritorio y apretando sus manos juntas en su regazo—, no importa lo que pienses, lo importante es lo que pensaba yo de mí mismo. No importa que me tengas en alta estima, siempre me sentiré una mierda cuando esté a tu alrededor.
Lo vio removerse y sacó de su bolsillo una botella de líquido transparente que echó en sus manos. Se limpió a conciencia en silencio mientras Seungmin se preguntaba de qué iba esa mierda.
—Te vi ir al cementerio con Minho. Yo también voy a ver a I.N a veces, había visto a Minho antes, pero nunca a ti.
—Era... era la primera vez que iba —contestó sinceramente.
—Tuve una sesión de urgencia con mi terapeuta ese día porque tuve una crisis.
—Bang...
—No estoy contándote esto para que sientas lástima. Necesito contártelo porque creo que llevo cien años mintiéndote y quiero que sepas la verdad sobre mí, Seungmin, quiero que sepas quién soy. Y después me iré, desapareceré de tu vida para siempre —Era una buena oferta; una enorme, genial y fantástica oferta que, por supuesto, aceptó con un asentimiento—. Me llamo Bang Chan, mi nombre en inglés es Christopher. Tengo 36 años, soy abogado, dirijo un bufete del que tú eres socio capitalista. Nací en medio de un montón de mierda.
Siguió en completo silencio, solo escuchando las palabras de aquel hombre que no conocía. Un hombre que no era el mismo que le había follado hasta dejarle semiinconsciente en el baño de Soobin. Que no era el mismo que le había azotado con rabia colgado del techo de su despacho.
Lo miró cuando se quedó callado durante un rato y se encontró con sus hombros caídos y su mirada sobre las manos que volvía a limpiar con gel hidroalcohólico.
—Sufrí abusos cuando era pequeño —confesó en voz más baja—. Mi padre es la persona que más miedo me da del mundo. No lo veo desde hace 18 años. Mi terapeuta llama a esto trastorno de estrés postraumático, y muchas otras cosas, pero no me acuerdo de todas.
Seungmin dejó el vaso sobre la mesa y se levantó andando hacia la ventana. Necesitaba desesperadamente algo de aire o moriría. Ese puño ardiente que apretaba su estómago había llegado también a sus pulmones y no podía respirar.
No quería escuchar nada más, no quería saber nada más de ese Bang Chan. No quería seguir conociendo a ese hombre. No quería volver a caer como una perra a sus pies. Incluso cuando parecía tanto o más roto que él.
—I.N me salvó de mi padre. Me dio el dinero y los medios para huir. He tenido muchas parejas a lo largo del tiempo —añadió en un susurro—. Taeri fue de las más duraderas. Ni siquiera le pedí matrimonio. Cuando volvimos a Corea simplemente lo comentó un día en casa y le dije que sí, que estaría bien que nos casásemos.
»Nunca quise a Taeri como ella me quería. Nunca quise a ninguna de mis parejas como ellas me querían a mí. Soy incapaz de entablar lazos sólidos con la gente. Y aunque Taeri estuvo a mi lado por cinco años, nunca jamás la amé. Nunca tuve sexo como el que tenía contigo con ella.
—¿Se supone que eso debería ser un consuelo? —preguntó, apretando la mandíbula. Volvió a sentarse y suspiró negando con la cabeza—. ¿Debería consolarme el hecho de que a mí me follaste como si me odiaras, escondiéndome en el sótano, mientras a ella le dabas la mano cuando andabas por la calle?
—No, Seungmin, no es eso lo que quiero decir...
—Te doy tres minutos para terminar de hablar. Después será mi turno —le interrumpió con la respiración entrecortada.
—No es eso lo que quería decir, Seungmin —Se lavó las manos una tercera vez—, Nunca me he acostado con un hombre que no seas tú. Nunca he deseado a nadie como te he deseado a ti. No pretendo hacerte responsable de nada de lo que me pasa, pero eres la única persona por la que no me importa ensuciar la ropa...
»Mi terapeuta dice que tú eres uno de los desencadenantes de los movimientos de control de la ansiedad que tengo, ya sabes... los "tics". Estoy tomando medicación para el TOC, mejora. Desde que entraste a esta habitación solo me he lavado las manos tres veces. Creí que me volvería loco cuando te volviese a ver así de cerca. Pero no me estoy volviendo loco, y es la primera vez que soy sincero contigo.
»Anoche tuve una crisis y Minho me trajo aquí. Han me dejó quedarme, dice que cuanto quiera, pero probablemente solo será una noche más. Dejaron que trajera a Soonie. Y también te han traído a ti. Yo creía que me iba a volver loco en cuanto cambiara de entorno y está siendo lo mejor que me ha pasado en años. Después de reencontrarme contigo, claro...
Seungmin lo miró fijamente con unas terribles ganas de llorar. Odiaba eso, odiaba que ese cabrón estuviera diciendo todas las palabras correctas en el peor momento de su vida.
Había querido a ese Chan diez años atrás. Había necesitado a ese Chan cuando se reencontraron casi dos años atrás. No quería ni necesitaba a ese nuevo Chan en el instante en el que estaba. Seungmin quería sanar, pero Chan no le permitiría cerrar esa herida que llevaba tanto tiempo sangrando.
Por un segundo estuvo a punto de levantarse y marcharse. Pero, joder, nadie podía ser tan cruel. Ni siquiera Bang se merecía que menospreciara el esfuerzo que sabía que estaba suponiendo para él hablar de todo eso.
—Han pasado los tres minutos... —dijo el hombre levantando la cabeza—. Me gustaría escuchar todo lo que no te dejé decir en estos diez años...
Así que Seungmin se quedó.
🎶Banda sonora: Be alright - Dean Lewis 🎶 (Dos canciones, ni más ni menos)
El corazón de Chan latía tan fuerte y rápido que pensó que le daría un infarto. Estaba tan guapo con ese pantalón de traje azul y esa camisa blanca... Siempre le habían quedado tan bien los colores pastel...
Estaba casi perdiendo la cabeza por arrodillarse a sus pies y pedirle una oportunidad. Sentía el tirón de la ansiedad apretando sus costillas y solo necesitaba una maldita palabra para tenerle como esclavo por el resto de su vida.
Chan sabía que tenía que contenerse, que esos pensamientos obsesivos eran parte de las cosas que debía controlar, pero no podía. Quería decirle a Seungmin que se arrastraría hasta el fin del mundo de rodillas por un minuto más de su tiempo, que no quería volver a dormir solo; que quería dejar la obsesión con la limpieza.
Seungmin podría tirarlo todo, ensuciarlo, destruirlo; y Chan sería el hombre más malditamente feliz de la Tierra.
El día que se dio cuenta de que estaba enamorado de él había golpeado a un joven en la puerta de una discoteca y se sintió una basura enferma, un bastardo. Desde entonces, todo lo que hacía era ocupar su cerebro para no pensar en él.
Esa mañana, en casa de Han, fue consciente de algo que no sabía que quería. Chan necesitaba como respirar despertarse con Seungmin, hacerle café y compartir un desayuno con él. También quería que Seungmin se quedara dormido con la cabeza en su regazo, como había hecho Minho mientras Jisung acariciaba su pelo despreocupado.
Chan necesitaba esa familiaridad, necesitaba ver a Seungmin usando su ropa, necesitaba secarle el pelo. Quería reírse con él como Minho y Jisung lo hacían, con esos chistes estúpidos que en realidad no hacían gracia. En ese instante quería besarlo con tantas ganas que creyó que se desmayaría.
—Cuando cumplí 18 años y decidí estudiar veterinaria mis padres dejaron de darme dinero. Tuve que empezar a trabajar. Te conocí a ti y todo se fue a la mierda... Perdí trabajos, estaba prácticamente en la calle, iban a echarme de la universidad... Todo fue un desastre ese primer año. I.N también me salvó a mí.
—¿Por qué no me lo dijiste entonces? —preguntó mirándole. Estaba tan lejos que los metros que les separaban se sentían como kilómetros. Quiso acercarse.
—¿Qué hubieras hecho? Tienes un problema con tu identidad, te lo dije una vez, yo llevo sabiendo quién soy demasiado tiempo, no puedo vivir dentro del armario. No puedo acompañarte en este descubrimiento. No puedo ser lo que necesitas.
—Pero eres lo que quiero. Eres lo que necesito —confesó arrepintiéndose en el mismo segundo que las palabras se escaparon de su boca.
Se colocó la camiseta y se dio cuenta de que iba vestido de esa manera cuando Seungmin parecía un príncipe. Trató de verse lo más presentable posible. Un poco tarde.
—Eso da igual. No importa. Entiendo que estás haciendo este viaje y te felicito por ello. Pero no esperes que te acompañe. No puedo volver a perderme a mí mismo por tu culpa.
—Nunca he querido eso, nunca he pretendido que seas menos que tú mismo. Eres perfecto, Seungmin, eres un caos y siempre llevas la ropa desordenada. Y eres desagradable la mayoría del tiempo. Pero eres perfecto. Tu pelo es perfecto cuando no llevas fijador, tienes un lunar en la mandíbula que quiero mirar hasta aburrirme. Tus labios son la única cosa que quiero besar. Eres perfecto —soltó la retahíla con la presa que había dentro de su pecho destruyéndose en pedazos, con toda esa agua desbordándose—. Desearía haber sido justo contigo, desearía que te vieras en mis ojos.
—Es suficiente, Bang Chan —murmuró levantándose—. Espero que todo te vaya bien a partir de ahora, espero que tu vida sea mejor y que puedas exorcizar todos esos demonios... Aparentemente tienes bastantes más que yo.
—Espera por favor —No quería que se fuera, sentía que sería la última vez que le vería si salía por esa puerta, que nunca podría disfrutar de cómo se sentía su cuerpo entre sus brazos—, no te vayas, Seungmin.
—Me lo prometiste, dijiste que me dejarías libre cuando hablásemos.
Chan apretó la boca y lo miró fijamente. Seungmin estaba de pie y lo único en lo que podía pensar era en arrodillarse para pedirle perdón. Si le dejaba ir, sabía que nunca volvería a abrazarle, que nunca volvería a besar esos labios rosados que se abultaban con un puchero.
El niño se limpió las lágrimas que cayeron y Chan se levantó para acercarse, pero él se lo impidió negando con la cabeza. Déjame abrazarte, déjame besarte, déjame secar tus malditas lágrimas. Una vez más, no lo pudo consolar.
—Adiós, Bang. —Salió de la habitación y cerró la puerta tras él.
Chan se quedó unos segundos parado, mirando sus manos sucias. Se limpió con el gel antes de tratar de seguirlo. Escuchó la puerta de la calle cerrándose y estuvo a punto de echar a correr tras él. La mano delgada de Han le agarró la muñeca.
—Se acabó, Chan hyung.
—Tú no lo entiendes, Jisung... Está llorando, le he hecho llorar otra vez...
—¿Le has contado la verdad? —Asintió desconcertado—. Los dos necesitabais esto. Ahora se acabó. Respeta su decisión y céntrate en sanar.
—¿Qué pasa si nunca vuelve? Qué pasa si no le vuelvo a ver? —preguntó mirando fijamente la puerta de madera por la que el chico había salido.
—Quizá cuando él sane, vuelva a tu casa.
—Él no sabe dónde vivo...
—Los gatos siempre saben como volver a casa, Chan hyung.
***
1/5
Este capítulo es tan sad diosmiodemivida. Navegantes, necesitaba llevar a Chan hasta lo más profundo para que pueda salir de allí. Su arco de redención ya pasó la curva.
¡Nos vemos en el infierno!
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