23. Cicatrices 🔞🔥
🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
⚠️⚠️He decidido que marcaré el lugar donde se acaba lo JOT con esto ⚠️⚠️ porque necesitan leer la conversación de después.
🎶Banda sonora: The wisp sings - Winter Aid🎶
Soobin miró al chico agarrar la manga pastelera y poner una buena cantidad de crema de queso sobre el bollo que había en la bandeja. Tenía que admitir que estaba impresionado. Yeonjun no parecía el tipo de persona a la que le gustaba cocinar. Sin embargo, llevaban más de dos horas horneando una cantidad descaradamente grande de cupcakes.
—Sooyeon nuna me llamó —dijo el chico, mirándole.
—¡¿Qué?! ¿Cómo que mi hermana te llamó? ¿En qué contexto? ¿Por qué? ¿Cómo consiguió tu número? —Soobin quería matar a la que creía que era su hermana "buena".
—Me invitó a la fiesta de cumpleaños de tu sobrina —le interrumpió colocando la manga pastelera dentro del bote alargado y abriendo la parte superior—. Dijo que Abeo-nim le dio mi número.
—¿Abeo-nim? —Su estómago bailó con la bandada de mariposas que había despertado. Yeonjun le dio una sonrisa de medio lado mirándole de reojo y rellenó la manga con la crema de queso—. ¿Por eso estás aquí?
—Bueno, por eso y porque me apetecía verte —confesó volviendo a moverse por encima de la tercera bandeja de dulces colocando con cuidado y eficiencia el frosting sobre cada una—. Sooyeon nuna me dijo que querías hacer cupcakes para llevarlos mañana a la fiesta. También me dijo que no tenías ni idea de cómo hacerlos.
—¿Hay alguna humillación más que a mi familia le apetezca airear? —gruñó mortificado, apoyando la cabeza en la isla central de la gran cocina, donde Yeonjun trabajaba diligentemente.
Lo escuchó reír y levantó apenas la cabeza para mirarlo. Su risa le pareció tierna y había algo intrínsecamente sexual en ver al hombre con ese delantal marrón manejando la manga pastelera llena de crema.
Colocó la decoración en un bollo cerca de donde él estaba apoyado y pudo ver los músculos en su antebrazo trabajando para ejercer la presión adecuada. Su cuerpo alto y delgado se veía bien entre fogones. Pensó en que se vería aún mejor si estuviera completamente desnudo. Tal vez solo usando ese delantal.
Yeonjun colocó la última bandeja de magdalenas en la nevera y empezó a recoger aquel desastre. Metió la mano dentro del bol con crema sobrante y llevó un buen pedazo a su boca con los dedos. Soobin miró fijamente, imaginando esos músculos que aún no había visto pero que había sentido bajo sus manos.
—¿Quieres un poco? —preguntó seductor, levantando una ceja. No pudo contestar, pero el índice se acercó a su boca y Soobin lo lamió saboreando la crema. Gimieron los dos—. Desnúdate, Bunny —exigió con su voz bajando una octava.
Perdió un poco el raciocinio. Se quitó la camiseta y la lanzó detrás de él. No le dio tiempo a desabrochar sus pantalones cuando sintió el frío de la crema sobre su pecho. La mano de Yeonjun fue a su espalda baja y le atrajo contra su cuerpo mientras untaba aquella dulce pomada por sus pectorales con una cuchara.
Le subió a la encimera con un tirón y Soobin apoyó una mano en el mármol mientras la otra iba a la nuca de Kumiho. Quería besarle tan desesperadamente que creyó que podría rogar por sus labios.
Pero Yeonjun tenía otros planes.
Se inclinó contra su pecho manchado y lamió el rastro de la crema en su torso. Su lengua recorrió la piel calentándola para después soplar y enviar dramáticos espasmos a su erección que crecía a un centímetro por segundo.
Los labios rodearon su pezón cubierto de crema y succionó con fuerza. Gimió agarrándole del pelo con el rayo de placer recorriéndolo desde la punta de los dedos de los pies hasta el cuero cabelludo. Chupó con un poco más de rudeza antes de enganchar los dientes en el guijarro sensible.
Se apartó admirando la obra antes de coger de nuevo del cuenco junto a Soobin. Se fijó en cómo sus dedos se llenaban de aquel producto blanco y dulce antes de que fuera hasta su boca. La abrió deseoso, con su corazón entonando un canto de lujuria.
Yeonjun esparció la crema por sus labios, su barbilla y su cuello, antes de empujarlos dentro de su boca bruscamente. Él gimió excitado cuando la otra mano del chico agarró el bulto en sus pantalones vaqueros con la misma aspereza con la que sus dedos se metían entre sus labios.
La lengua de Kumiho fue a su cuello, lamiendo desde la clavícula hasta la barbilla. Absorbió la piel y la crema sobre su nuez de Adán y mordió suavemente su barbilla mientras los dedos se movían dentro de la boca de Soobin y apretaba la polla que lloraba por salir del confín de sus pantalones.
Sacó las falanges de su cavidad con un chasquido de saliva y lo besó de forma vulgar. La lengua de Kumiho le saqueó la boca y sus labios se movían sobre los suyos con destreza.
Con un tirón, pegó a Soobin contra él, con sus bultos golpeándose juntofs. Pensó, durante un segundo, en que se había preparado en cuanto el chico le mensajeó y en el anhelo casi invalidante que le tenía masturbándose a diario con el consolador que había comprado.
Dios santo, tenía tantas ganas de que le follara. Quería que llenase su culo con esa enorme polla. Necesitaba dejar de tener que usar el maldito dildo de silicona al menos por un día.
Se separó de su boca y volvió a su cuello con una mordida que le hizo jadear antes de que se separase un poco de él. Desabrochó el pantalón que Soobin llevaba puesto y él levantó las caderas para que lo bajase, junto con la ropa interior.
Sintió el frío del mármol en el trasero mientras Yeonjun estaba agachado delante de él, mirándole como si fuera un puto buffet. Agarró la manga pastelera sin decir ni una palabra y lo empujó para que se inclinase hacia atrás.
Soobin se apoyó en sus codos y lo miró, relamiéndose.
—Abre la boca y saca un poco esa lengua traviesa —susurró cerniéndose sobre él. Obedeció y percibió cómo dejaba una buena cantidad de frosting en su lengua—. No te la comas aún. —Dejó a su lado la manga antes de mirarlo fijamente unos segundos.
Su dedo índice se acercó a su lengua y sintió la presión antes de ver como se lo llevaba a su boca con un poco de crema mezclada con la saliva de Soobin. Rodó los ojos y movió las caderas mientras su polla sentía el roce contra el delantal que llevaba el hombre.
Le agarró por la nuca bruscamente y se estrelló contra su boca en un desastre de jadeos, saliva, crema de queso y dientes. Se sentía morir y se meneó contra él buscando fricción mientras compartían aquella indecente cantidad de nata entre sus bocas.
Yeonjun se separó, tragando, y se relamió como un gato bien alimentado. Volvió a coger la manga pastelera y esta vez se entretuvo decorando muy delicadamente sus pezones. Después hizo pequeñas montañas de crema a lo largo de su torso hasta dejar la última encima de su ombligo.
Soobin estaba temblando y ya jadeaba cuando colocó un poco de crema en su saco. Su polla goteó cuando puso una buena cantidad sobre el tronco y el glande. Dio un paso atrás y dejó la manga descuidadamente sobre el mármol.
Las manos grandes subieron por sus muslos, abriendo más sus piernas. La anticipación tenía a Soobin colgando del borde de un precipicio. No podía hablar, no podía moverse, solo podía sentir las llamas naciendo en el lugar exacto donde las manos de Kumiho estaban apoyadas ahora mismo.
—Creo que tengo un nuevo postre favorito —murmuró mirando a su polla y Soobin solo gimió mientras su entrepierna latía—. ¿Puedo tener este postre cada día?
—Solo si te portas bien y te lo comes todo —contestó desesperado por que esa boca envolviese su verga de una vez por todas.
Pero le torturó un poco más. Empezó arrastrando la boca por cada uno de los montículos de crema que había en su pecho y en su vientre. Tiró con fuerza de sus pezones entre los dientes y tuvo que cerrar los ojos cuando lo escuchó gemir de placer mientras succionaba el pedazo de carne.
Cuando la lengua llegó a su ombligo lo rodeó y la piel de gallina estalló en su cuerpo. Un estremecimiento violento le recorrió cuando el aliento cálido se sintió demasiado cerca de su área genital.
Yeonjun no le permitió recuperarse cuando aspiró sus bolas sorbiendolas una a una dentro de su boca. Las dejó escapar con un chasqueo de saliva tan ordinario que Soobin se sintió como si estuviera en una jodida película porno. Solo que la lengua que recorrió el tronco de su dolorida polla era tan real como el hombre que la poseía.
La boca de Kumiho envolvió su longitud con el calor lacerante prendiendo fuego a todas las terminaciones nerviosas de Soobin. Se dejó caer hacia atrás con un golpe en la cabeza que casi ni registró cuando la mano de Yeonjun empezó a masturbarle.
Los labios envolvieron su glande, ejerciendo la presión precisa para que su cuerpo casi convulsionara sobre la encimera de la isla de su cocina. La mamada se convirtió en una vertiginosa carrera en la que Yeonjun le llevaba hasta el fondo de la garganta mientras Soobin trataba de no correrse en cada movimiento que hacía el hombre.
—Por favor, Kumiho, estoy a punto...
—¿Tan pronto? —preguntó con una risa sensual—. ¿Tantas ganas tenías de que te la chupara, Bunny?
—Joder, sí —confesó abandonándose al movimiento de su mano.
El hombre renovó sus esfuerzos, mamándole con más vehemencia.
Joder, si a Soobin le hubieran dicho que hacer cupcakes terminaría con este hombre friéndole el cerebro, hubiese comprado los putos ingredientes mucho antes. El orgasmo lo azotó con violencia con un gemido gutural que no parecía propio.
Sintió como Kumiho se separaba de él y movía su mano con fuerza mientras su polla descargaba una ingente cantidad de semen sobre su vientre y su pecho que estaban hechos un desastre absoluto. Cerró los ojos y todos sus músculos se tensaron mientras su cuerpo pulsaba con el clímax.
Le costó unos segundos volver a respirar normalmente mientras escuchaba a Yeonjun moverse por la cocina. Fue incapaz de abrir los ojos hasta que sintió como agarraban sus tobillos y los elevaban. Echó un vistazo al hombre.
—¿Puedo? —preguntó desde su posición.
—Be my guest —contestó Soobin con la voz entrecortada. Escuchó la risa suave y lo miró con más detenimiento.
Estaba arrodillado entre sus piernas, con uno de sus pies en su hombro mientras el otro lo llevaba sobre la encimera. Se acomodó un poco para darle más acceso. Tuvo un segundo de duda en el que la vergüenza de la exposición llegó a su cabeza, pero desapareció cuando sintió los dedos lubricados de Kumiho sobre su agujero.
Sintió la presión cuando el primero entró dentro de él y sonrió, sintiéndose perturbadoramente orgulloso de sí mismo por haberse follado con el consolador antes de que el chico hubiese llegado a su casa.
El segundo dedo se abrió paso por su anillo de músculos y Soobin respiró hondo. El movimiento de las falanges fue suave al principio, tanteando, buscando el lugar exacto donde sabía que se derretiría. Aquellas extremidades recorrieron su recto mientras la boca de Yeonjun le besaba el interior de los muslos.
Su polla blanda pareció interesada cuando los dedos rozaron la próstata. El aire se le atoró en los pulmones y buscó desesperadamente algo a lo que agarrarse que no fuera la fría superficie de mármol.
El tercer dedo quemó un poco y apretó los dientes. El hombre se levantó y colocó su otro pie en la encimera. Soobin se sintió, de verdad, como un maldito plato dispuesto para ser consumido hasta los huesos.
La boca de Yeonjun volvió sobre sus pezones doloridos con tirones violentos mientras sus dedos se abrían paso en el canal de su trasero. Su otra mano dejó un chorro de lubricante (que no sabía de dónde coño había salido) sobre su polla y empezó a moverla de arriba abajo lentamente, endureciéndola.
Eran demasiados estímulos, era demasiado sentir todo a la vez. Tenía la sensación de que volvería a correrse en un minuto. Y de que moriría si no tenía la erección de Yeonjun dentro de él en menos de ese tiempo.
—Fóllame —rogó en un gemido—, por Dios, fóllame de una vez.
—A sus órdenes, Sunny Bunny-ssi.
Sacó los dedos de su cuerpo y un segundo después su polla se empujaba contra el anillo de músculos con la quemazón que recordaba. Distinguió el condón sobre aquel mástil que se metía con dolorosa lentitud dentro de él. Y, ¿dónde dejó el delantal?
Se preguntó si ese condón había salido del mismo sitio que la botella de lubricante que estaba usando. No lo dijo en voz alta porque Yeonjun se enterró más profundamente dentro de él y sus ojos rodaron hacia atrás.
Mierda, no era lo mismo que un consolador. Dolía como el puto infierno y sentía otra vez esa opresión en el pecho que había sentido la primera vez que lo hicieron. Trató de respirar hondo y sintió la palma ardiente de Kumiho subiendo por su pecho hasta su mejilla.
—Respira, bebé —susurró contra sus labios, dejando un beso suave. Soobin obedeció la orden y se dio cuenta de que ese hombre tenía la extraña capacidad de controlar hasta sus malditas funciones vitales.
Se quedó quieto, dejando besos húmedos en su cuello, excitándolo hasta que su polla volvía a estar dura, mientras estaba dentro de él. Tan dentro de él que sentía sus bolas contra las nalgas y el vello recortado del contrario contra su piel.
—Muévete, Kumiho —le pidió, deseoso.
Salió despacio y volvió a entrar. Hizo lo mismo por al menos dos minutos, con aquel bate que llevaba entre las piernas abriendo su recto lentamente. Las manos acariciaron sus costillas cuando se enderezó y sus pulgares juguetearon con sus pezones antes de que agarrase su polla dura para empezar a bombearla al mismo ritmo que le follaba.
—Más fuerte, por favor —Se sentía como si estuviera en celo, joder. No paraba de rogar, de pedir, de malditamente implorar que ese hombre apuñalase su próstata como solo él había hecho.
Yeonjun cumplió su petición con una media sonrisa traviesa. Se relamió y enganchó sus manos a las caderas de Soobin. El primer golpe contra su cuerpo sonó como un chasquido y le hizo gemir largo y grave.
Los siguientes le volaron la cabeza.
Kumiho embistió con fuerza contra su cuerpo, perforándole profundamente. Sentía que su polla le saldría por la boca en cualquier momento si seguía entrando así.
Se agarró al borde de la encimera para evitar resbalarse hacia atrás y las acometidas se convirtieron en violentos golpes contra su cuerpo. Los dedos se clavaron en su hombro cuando le agarró para afianzarse mientras la otra mano le masturbó con el ritmo frenético que llevaban sus caderas.
Soobin fue ligeramente consciente de que estaba gimiendo alto, que estaba gritando. También de que la voz de Yeonjun sonaba oscura y de que era la primera vez que follaba en la cocina de su casa. Era la primera maldita vez que su cuerpo se sentía pegajoso por la saliva, el sudor y los restos de la crema. Era la primera vez que una polla le jodía el culo con esa violencia en la isla central donde habían preparado cupcakes.
Miró al hombre que embestía contra su cuerpo como si le odiase y se relamió los labios. Agarró las piernas de Soobin y las subió, con las rodillas contra su pecho. Su polla quedó aprisionada entre sus muslos mientras Yeonjun acariciaba sus bolas y tiraba de ellas sin dejar de clavarse dentro de su cuerpo.
Apretó las manos en los brazos del chico y se dejó llevar por la fuerza con la que le follaba. Sintió que le faltaba el aire cuando la punta impactó directamente contra su próstata en una embestida particularmente violenta. Sus uñas se clavaron en la carne mientras jadeaba con la boca abierta.
Kumiho sonrió y volvió a hacerlo unas veinte veces más antes de que Soobin tuviera que pedir piedad. El chico abrió sus piernas poniéndolas en el hueco de sus codos y bajó sobre él besándole en la barbilla.
—Tócate, Bunny, déjame sentir como te corres —gruñó contra la piel de su cuello antes de morderle con fiereza. Soobin gimió agarrando su eje dolorido.
Los pulsos brutales volvieron. Sintió que su culo ardía y que no sería capaz de volver a sentarse nunca más cuando las manos le anclaron de las caderas y se precipitó contra él. La bofetada de la carne contra la carne sonaba tan sucia como él se sentía.
Apretó los dedos de la mano, moviéndolos sobre su verga mientras Yeonjun perdía cualquier indicio de civismo que hubiese tenido. Lo folló como un animal, rompiendo su agujero sin misericordia, entrando y saliendo lo más rápido y fuerte que podía.
Maltrató con precisión su próstata antes de que Soobin sintiera que de su polla salía un chorro de semen caliente que aterrizó sobre su pecho. Gritó aquel mote que le había dado mientras su culo pulsaba alrededor del trozo de carne que lo abría como si quisiera destrozarlo.
—Joder, joder —gimió el hombre mientras aceleraba el ritmo.
Soobin creyó que iba a desmayarse, que perdería el conocimiento si seguía moviéndose de esa manera cuando su polla seguía goteando. El orgasmo duró mil años, o dos mil. No dejó de correrse ni un solo segundo mientras Yeonjun seguía empujando dentro de él, reventando su interior.
—¡Bunny! —jadeó con la voz entrecortada mientras sus embestidas se hacían erráticas hasta que pararon del todo.
Kumiho apoyó los antebrazos a cada lado de la cabeza de Soobin y lo besó suavemente. Salió de su cuerpo dejándole allí, convenientemente usado y cansado después de dos orgasmos de mil años. Unos segundos después sintió que pasaba un poco de papel de cocina mojado entre sus nalgas, limpiando y refrescando el lugar dolorido.
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Suspiró algo incómodo, pero no se quejó.
—A la ducha. Terminaré de recoger aquí.
—¿Subirás después? —preguntó mientras lo ayudaba a levantarse. Soobin se movió incómodo cuando sintió la presión del mármol sobre su culo.
—Sí, déjame limpiar un poco, ¿de acuerdo?
Asintió y dejó un beso en sus labios antes de salir de la cocina completamente desnudo. Subió las escaleras y fue directo al baño de su habitación. Se duchó con agua fresca, deshaciéndose de todos los restos que había en su cuerpo y disfrutó del efecto calmante del agua con una sonrisa complacida.
Tardó menos de diez minutos en salir de la mampara acristalada y secarse con una toalla mullida. Decidió que valía bien poco la ropa teniendo en cuenta lo que acababa de hacer, así que salió desnudo a su habitación, frotando una toalla pequeña en su pelo húmedo.
Yeonjun subió un par de minutos después y le sonrió acercándose.
—Joder, ¿cómo pretendes que me contenga un poco cuando me recibes así? —Dejó el bolso que había traído sobre el sillón de una plaza y le acechó hasta la cama.
Soobin se arrastró hacia atrás con una sonrisa antes de que el chico cayera sobre él con cuidado y le besara. Metió una mano debajo de la camiseta que llevaba puesta para tocar su piel ardiente y suave. Yeonjun pareció tensarse por un segundo cuando tiró de la tela para quitarla.
Se apartó de él y se tumbó arrastrando a Soobin para que apoyase la cabeza en su pecho. ¿Qué mierdas pasa con su ropa?
—Kumiho... —murmuró levantando la cabeza para verle—. ¿Por qué todavía no te he visto desnudo?
Su cara cambió. De repente tenía un color extraño en su piel y su boca se apretó.
—Yo... no me siento seguro.
—¿No te sientes seguro conmigo?
—No... No me siento seguro como para quitarme la camisa.
—Acabas de follarme en la isla de la cocina... No estoy entendiendo.
—Simplemente no me siento cómodo con eso, no insistas —contestó seco.
Lo miró con los ojos muy abiertos y se apartó de él sentándose en la cama. ¿Qué mierda significaba ese tono? Soobin sintió el sabor amargo de la decepción en su boca. Joder, ¿por qué no puede tocarme un tío que no tenga taras?
Se levantó de la cama incómodo, arrepintiéndose de haber salido sin ropa del baño, con la vergüenza tiñendo su piel con una capa roja. Se sentía expuesto, violenta y horriblemente expuesto. Y no entendía bien por qué.
Se acercó al vestidor y cogió con prisa unos calzoncillos del cajón, poniéndoselos.
—Bunny, no quería decir que te vistieras...
—Quiero vestirme —respondió mientras cogía un pantalón corto de deporte y lo metía por las piernas.
—Ey —la mano del chico estaba en su muñeca y se preguntó en qué momento se había levantado de la cama y llegado hasta él sin que le escuchase—, ¿estás bien?
—No. Me incomoda. Me siento expuesto —contestó sinceramente, soltándose de la mano para agarrar una camiseta. Yeonjun se la arrebató de la mano.
—¿Te sentías expuesto hace dos minutos? ¿Qué demonios ha cambiado?
—Nada. Simplemente es como me siento. —Cogió otra camiseta y se la puso,trató de salir del vestidor pero Yeonjun le agarró otra vez.
—Bunny... por favor, dime que pasa...
—Dímelo tú. Dime qué pasa. Dime qué es esto —Señaló entre ellos—. Dime por qué yo tengo que estar desnudo pero tú no te has quitado la camiseta ni una vez delante de mí.
—Tú estás cómodo con tu desnudez. No estás cohibido con eso —dijo en voz baja.
—Ahora sí —sentenció. Dio un paso para salir y se sintió terriblemente culpable. Joder, odiaba no ser capaz de tener, por una vez, un comportamiento que asegurara su autoconservación por encima del bien de los demás—. Mira, no sé qué ocurre. No lo entiendo, pero no estoy cómodo estando desnudo si tú llevas ropa. Respeto tu decisión, pero no me exijas algo que no puedes dar.
Salió del vestidor y se quedó parado en medio de la habitación. ¿Qué se supone que debía hacer ahora? ¿Marcharse? ¿Salir de la habitación y dejarle allí?
—Bunny... Por favor... —susurró el chico a su espalda. Se dio la vuelta y le vio de una manera que nunca le había visto—. Yo...
La boca apretada no pegaba entre las mejillas de ese chico. Esa tensión en sus puños tampoco era propia de él.
Yeonjun era relajado, era seguro, fluía a su alrededor, lo envolvía sin que se diera cuenta. Lo había hecho con él, lo había hecho con Seungmin y Seokjin; lo hizo con sus sobrinos, con sus padres y sus hermanas y cuñados.
—Dime lo que pasa, Yeonjun hyung.
—¿Yeonjun hyung? —preguntó abriendo los ojos con sorpresa. Se quedaron callados unos momentos y Soobin resopló pasándose las manos por el pelo húmedo.
Se dejó caer en la cama y se metió bajo la colcha suave de espaldas a él. Estaba cansado, no solo por la sesión de sexo, estaba cansado de que siempre algo saliera mal. De que nunca hubiese una maldita oportunidad para él para ser feliz.
¿Por qué nunca soy suficiente? Quería a Seungmin aquí, quería a su madre y a las idiotas de sus hermanas. Quería que le acariciaran el pelo.
No se trataba de la maldita camisa. Se trataba de que él había abierto las puertas de su vida a ese hombre y él ni siquiera se había quitado la ropa. Se trataba de Sooyeon nuna llamándolo para invitarlo al cumpleaños de Dara. Se trataba de su padre haciendo bromas sobre él. Se trataba de Soojin nuna molestándolo.
Se trataba de que le gustaba, que se estaba enamorando de él, joder, y él no se sentía seguro a su lado como para quitarse la maldita camiseta. Era más una cuestión de entrega. La vida de Yeonjun era un misterio para él y solo conocía los detalles vagos que daba.
La vida de Soobin era un puto libro abierto. Y aún así no era suficiente.
Apretó la almohada entre sus brazos enterrando la cara en la tela. Sintió el peso a su espalda y deseó ser lo suficientemente valiente como para echarle de allí. Pero los dedos de Yeonjun estaban en su pelo un segundo después y Soobin creyó que se echaría a llorar.
—No quiero hacerte sentir mal, Bunny, quiero que sonrías —susurró acariciándole el pelo mientras se amoldaba a la forma de su cuerpo—. Tienes la sonrisa más bonita de Corea...
—Por favor, déjalo —rogó en un murmullo contra la almohada—. No necesito que me consueles.
—¿Por qué me estás alejando?
—Porque tú estás lejos, Yeonjun hyung. No estamos ni en el mismo continente...
—Joder, ¿de verdad una camisa puede hacer que te sientas así?
—No es la camisa. No es la maldita ropa. Es que no sé nada de ti, tú estás en un lugar distinto, no estás aquí. Y yo sí estoy... No quiero quedarme aquí el tiempo suficiente como para acostumbrarme y que después desaparezcas.
—Te dije que no desaparecería.
—Pero tampoco estás.
Sintió el aliento caliente del chico en su nuca mientras su mano seguía enredada en su pelo. Soobin se preguntó si él se iría o de verdad tendría que echarlo. Se preguntó también si sería lo suficientemente valiente para hacerlo cuando su cuerpo se sentía tan bien entre sus brazos.
—Me adoptó el señor Choi cuando tenía 13 años, el yerno de Im Byungchul —soltó de pronto en voz tan baja que casi no lo entendió. No dijo nada, no se movió, si fuera posible, le diría a su corazón que dejase de latir con tanta fuerza—. Me crié en una institución estatal.
La culpabilidad le golpeó de nuevo con violencia. Se sintió un cabrón. Se sintió como si hubiese obligado a ese hombre a recordar algo que quería olvidar.
—Está bien, no tienes que seguir hablando—murmuró con un nudo en el estómago.
—Pasé toda mi infancia en ese orfanato. Y las cosas allí no... no eran buenas —continuó como si no le hubiese escuchado—. Era una mierda, en realidad —La mano que estaba sobre el pelo de Soobin bajó hasta enrollarse alrededor de su cintura. La palma entró bajo la camisa y tocó su pecho, justo donde latía su corazón—. No quiero que me alejes, no me alejes de ti, por favor... No me llames Yeonjun hyung, no me apartes, no te pongas la ropa.
La mano del chico parecía atraer los latidos irregulares del órgano debajo de sus costillas. Se ciñó con fuerza a su espalda, doblando sus rodillas bajo las propias. Sintió los labios en su nuca dejando un beso ligero como una pluma.
Soobin se preguntó si debía decirle algo más, si debería consolarlo, si podría decirle que estaría desnudo cada segundo de su vida si eso evitaba que volviese a pensar en lo que estaba pensando.
—Los niños se me dan bien... Me gusta jugar con ellos, los entiendo. Por eso Dara y Byul me prefieren a mí —bromeó con un rastro muy pequeño de amargura—. Era muy mayor cuando salí del orfanato... A los mayores no los adoptan, Bunny. Los huérfanos tenemos una especie de "vida útil". Después se nos olvida... Acabamos en una esquina, no somos nada. Solo un número, una obra de caridad de algún millonario que quiere limpiar su conciencia.
—Eso es horrible... —gimió enlazando los dedos bajo su propia camiseta con los del chico.
—Lo es... Vi muchas cosas malas allí, muchas cosas feas. Había gente muy buena, pero también había gente horrible.
—¿Por qué me estás diciendo todo esto? —preguntó confundido, con las mariposas de su estómago convertidas en una bola de cemento que le oprimía.
—Conocí a una de esas personas cuando tenía 11 años. A una de las malas personas.
—No te estoy siguiendo, Kumiho... —Sintió la nariz del chico rozar el nacimiento de su pelo.
—Esto está mejor, me gusta cuando me llamas Kumiho...
Soobin se apartó un poco cuando se quedó callado se giró hacia él. Yeonjun metió ambas manos bajo la camiseta de Soobin y acarició la extensión de su piel con un suspiro tranquilizador.
—Si me quito la ropa, ¿prometes no alterarte?
—¿Eres de la yakuza y llevas un tatuaje ritual? —bromeó tratando de quitarle hierro al asunto. Yeonjun lo miró y Soobin le dio una sonrisa triste.
—¿Prometes que si me quito la camisa no me vas a apartar de ti?
—No tienes que hacerlo, no te voy a apartar, Kumiho, no es necesario que te quites la camiseta —respondió apresurado, acariciándole la mejilla. Dejó un beso suave en los labios.
Yeonjun posó los labios en su barbilla y se apartó. Se sentó en la cama lentamente y estiró la mano para apagar la luz superior y encender la pequeña lámpara sobre la mesilla de noche. Soobin se sentó a su lado, dejándole el espacio que necesitara, preparado para no reaccionar a lo que fuera que escondía.
No se lo esperaba. No esperaba esa maldita mierda. Se esperaba algún puto tatuaje estúpido, algo vergonzoso. Cuando se sacó la camisa la extensión de la piel de su espalda se presentó ante él como una pesadilla.
Había cicatrices antiguas, de color blanco, que surcaban en líneas finas de un lado al otro la piel. Se encontró con algunas que habían hecho queloides, sobre todo en la parte superior, sobre los omóplatos. Tenía marcas de puntos en un gran corte que iba de un lado al otro en perpendicular a la columna. Y una maldita quemadura en el hombro derecho.
Se tapó la boca con la mano y respiró para contener la sensación angustiosa que subía por su garganta. Era terrible, era jodidamente horrible. No él, él no era el problema. El problema era que todas esas cicatrices que marcaban la piel blanca eran un recuerdo doloroso.
—Prometiste que no te alterarías —murmuró.
—No prometí nada —respondió apartando la vista—. ¿Pretendes que me quede como si estuviera viendo llover?
—No me gusta hablar de esto. No quiero hablar de esto nunca más a partir de ahora —dijo dándose la vuelta.
Soobin revisó su torso. Había cortes allí. La piel levantada y arrugada de la quemadura de ácido llegaba hasta su músculo pectoral.
Se sintió enfermo.
—¿Quién te hizo esto? —susurró con su boca haciendo un puchero.
—Una de las malas personas que conocí en el orfanato... Era uno de los trabajadores de la institución. Era un hijo de puta sádico.
—Por Dios, Kumiho, ¿qué demonios estás diciendo? —Soobin no podía creerlo, no podía creer que alguien le hiciera algo así a un ser humano, mucho menos a un maldito niño pequeño.
—Me golpeaba, nadie se enteraba, yo no podía decir nada —Hizo una pausa—. Las cosas se complicaron para él cuando los otros trabajadores descubrieron que tenía marcas en la espalda... El día que me tiró el ácido me había encerrado en el armario de los suministros por no limpiar la habitación. Todavía no sé cómo demonios llegó ese bote ahí. Joder, peleé con tanta fuerza... pero no la suficiente, me lo tiró mientras trataba de escapar.
—¿Qué pasó con... con él?
—Murió —sentenció con una extraña sonrisa en la cara—. Me salvaron, me llevaron al hospital... Yo tendría unos 12 años, más o menos, estuve mucho tiempo para curarme. Cuando cumplí los 13 y pensé que nunca saldría de allí, llegó el abuelo Im... Y me sacaron.
Soobin quería abrazarlo, pero no sabía si se sentiría cómodo con toda esa piel expuesta. Trató de acercarse a él pero frenó antes de hacerlo.
—¿Puedo acercarme? ¿Quieres ponerte la camisa otra vez? —Yeonjun lo miró como si fuera la primera vez en su vida que alguien pedía permiso para tocarle. Pensó que, tal vez, era la primera vez que alguien le pedía permiso para tocarle. Y esa mierda casi le hace llorar o arrasar la faz de la tierra hasta que no quedasen más que ellos dos—. ¿Quieres que te abrace, Kumiho?
La boca carnosa hizo un puchero casi imperceptible antes de que respirara hondo y asintiera muy sutilmente. Soobin se reclinó en las almohadas en la cabecera de la cama y abrió su brazo invitándole a acercarse. No quería agobiarlo, aunque todo en lo que podía pensar era en abrazarlo tan fuerte que no pudiera separarse de su lado nunca más.
El cuerpo semidesnudo de Yeonjun se pegó al suyo y colocó la sábana sobre ellos. Las manos subieron por su pecho y Soobin dejó un beso en su coronilla.
—Cuando estoy contigo es como si nada de eso existiese —confesó con la mejilla apoyada en su pecho—. Sé que te lo he dicho mil veces, sé que no me crees... Eres tan genuino, Soobin, tan de verdad... Tus padres, tus hermanas, toda tu familia lo es. No sabes las cosas que he pasado y eso me hace sentir como una persona normal. No me apartes de tu lado, por favor.
—Kumiho... —murmuró con el nudo de emoción atascándole la garganta.
—El día que te conocí me pareciste guapo y quería follarte tanto, tan fuerte... Quería follarte en aquel baño y desaparecer... Estaba borracho, ni siquiera te reconocí, no recordaba que estabas en todas las malditas fotos con Han... Solo podía pensar en meterme dentro de tu cuerpo, en verte desnudo... Sonreíste y, joder, me dejaste ver esos hoyuelos —Restregó la cara por la camiseta de Soobin con una risita suave—. Y entonces fue como si el puto destino tuviese todo orquestado, ¿sabes? Como si tuviese que verte en aquella junta, con el traje negro, sentado junto a esos chicos. Me di cuenta de quién eras. De quién era Jisung, de quién era Changbin. Todo encajó en mi cabeza.
»Eres una persona maravillosa, Bunny. Eres el puto rayo de sol más caliente que he sentido en mi piel alguna vez. Y cuando me sonríes me dan ganas de llorar, y de besarte, y de coger un megáfono y decirle al mundo entero que quiero estar a tu lado para siempre.
—Joder —sollozó contra su pelo, apretándole más fuerte en su pecho.
—No quería que vieras eso, no quería que conocieras esa parte fea de mi vida. No quiero pensar en eso cuando estoy contigo. Quiero pensar en tu piel suave, en tus labios cuando sonríes. Quiero hacer cupcakes, ir al cine, ir a la montaña juntos. Quiero pensar en cómo me trató tu familia y en cómo me encajaron allí, en tus sobrinos peleándose por jugar conmigo... Quiero toda esa mierda porque lo único que he tenido siempre ha sido oscuro... Quiero todo ese amor desinteresado para mí, ser egoísta y exprimir todas esas cosas buenas que me das...
—Mi familia ya te quiere más que a mí —bromeó con la voz áspera.
—Nadie me va a amar nunca como la gente te ama a ti. Es imposible...
—¿Qué hay de mí? —preguntó con un hilo de voz.
—¿Qué hay de ti?
—¿Puedo amarte así? ¿Puedo tenerte? ¿Puedes quedarte conmigo para que te ame como sé que mereces que te amen?
Yeonjun se apartó de su pecho y subió hasta que su cara estaba frente a la de Soobin. Acarició con el pulgar sus labios, su nariz y su mejilla. Le besó suavemente y le miró de nuevo a los ojos.
—En mi vida voy a merecer una décima parte de lo que me das cuando estoy a tu alrededor. Incluso si no me dejaras acercarme, me bastaría con mirarte sonreír... Pero soy un cabrón egoísta, Bunny, quiero hasta la última gota de ti.
—Entonces déjame hacerlo. Déjame dártelo.
—Solo no te vayas cuando todo se vaya a la mierda. No me dejes a oscuras, Sunny Bunny-ssi.
—Está bien, Kumiho.
Volvió a besarle y se apoyó de nuevo en su pecho, con la respiración calmada sobre él, sin camiseta, con su piel llena de cicatrices bajo la mano temblorosa de Choi Soobin. Y Soobin supo que, aunque el puto mundo se viniese abajo, no dejaría que estuviese a oscuras nunca más.
***
2/4
¿Ustedes que opinan, navegantes?
¡Nos vemos en el infierno!
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