19. Samchon

🎶Banda sonora: This is how you fall in love - Jeremy Sicker, Chelsea Cutler🎶

No pudo evitar la sonrisa que se cruzó en su cara cuando lo encontró allí, de pie en toda su altura, en la recepción del edificio.

Tenía una mano en el bolsillo de su pantalón vaquero y lo miró pícaro. Ay, mierda, qué dura iba a ser la caída cuando llegara. Soobin no podía dejar de sentir ese cosquilleo infantil en el estómago cada vez que le veía, y se veían demasiado a menudo.

Se acercó a él con las manos picándole por enredarse entre sus dedos, por acariciar sus mejillas y su cuello. Se lamió los labios que estaban resecos cuando llegó junto a él y captó el ligero olor de la colonia que utilizaba.

Estaba vestido informalmente mientras Soobin llevaba ese traje incómodo de color gris. En ese momento solo quería desnudarse y sentir las manos de Kumiho por cada centímetro de su piel. Con suerte ocurriría en los próximos 20 minutos.

—¿Has comido, bunny? —le preguntó dándole un apretón suave y completamente impersonal en el hombro.

—¿Por qué no vamos a mi casa y comemos allí? —Yeonjun subió una ceja y compuso la sonrisa ladina.

—Nunca comemos cuando vamos a tu casa. ¿Qué tal si paramos en algún sitio antes de...

—¡SAMCHON* SOOBIN! —El grito agudo le hizo tensar la espalda e interrumpió a Yeonjun.

*N/A: Ya sabemos que "samchon" es tío, pero lo repetimos por si alguien se olvidó.

Ambos se giraron sobresaltados hacia la puerta y Soobin vio a la pequeña bola de demolición corriendo hacia él desesperadamente. Se agachó antes de que llegara y casi pierde el equilibrio cuando la niña se lanzó con fuerza contra su cuerpo.

—¡Samchonsob! —el otro chillido, más incomprensible, llegó del pequeño bebé que corría a duras penas hacia ellos.

La niña enganchó los brazos en su nuca y pegó la mejilla contra su cuello con fuerza. Soobin trató de estabilizarse antes de que el más pequeño llegara hasta sus brazos para poder agarrarlo también. El niño se tropezó a pocos pasos, pero Yeonjun lo cogió en el aire antes de que cayera levantándolo en volandas.

El bebé rio con fuerza hasta que se dio cuenta de que un desconocido lo agarraba. Entonces, puso una cara extraña y apartó con sus bracitos al chico. Yeonjun lo dejó de pie en el suelo y se acercó a Soobin temeroso, sin dejar de mirar al otro hombre de reojo.

—Está bien, es un amigo de samchon Soobin —les dijo y los dos pequeños miraron con interés a Kumiho. El chico se puso de cuclillas e hizo una reverencia con su sonrisa, deslumbrándoles a los tres.

—Soy Choi Yeonjun, es un placer conocerlos.

—Yo soy Dara, Choi Yeonjun-ssi —su sobrina hizo una reverencia sin salir del refugio de sus brazos y le dio un empujón al pequeño para que la imitara. Soobin aguantó la risa cuando el niño se giró y la empujó también—. No seas maleducado.

—Soy Byul —dijo. Estiró la manita rechoncha y subió tres dedos —Tengo tes.

—Es Byul, y acaba de cumplir tres —tradujo Soobin—. Todavía tiene unos cuantos problemas con las erres. La reina de la casa es Dara, tiene seis. Y ahora, ¿qué hacéis aquí?

—Papá y el abuelo nos trajeron para que vengas a casa a comer con nosotros. Dijeron que es viernes, que puedes venir, ¿vas a venir, samchon Soobin? Ven, ven, ven.

SamchonSob, ven, ven —imitó el pequeño tirando de la camisa del traje.

Soobin sintió que su pecho se apretaba. Joder, hacía unas cuantas semanas que no les veía y le apetecía de verdad pasar la tarde con ellos. Miró la sonrisa suave de Yeonjun y el chico asintió comprensivo.

Dios santo, la caída será estrepitosa cuando te vayas, Kumiho. No te vayas nunca, por favor.

—Samchon Soobin irá a casa con vosotros, chicos. ¿Verdad que sí, Samchon? —Sintió el sonrojo subiendo por sus mejillas cuando le guiñó un ojo y asintió a los niños dándole un beso a cada uno en las mejillas.

—¿Quieres que nos veamos mañana? —susurró mirándole esperanzado. El muchacho asintió y acarició la cabeza de Byul.

—¿Por qué no viene Choi Yeonjun-ssi también? —preguntó de pronto Dara y Soobin sintió su espalda tensándose—. Podemos jugar fútbol. Yo iré en el equipo de Samchon Soobin y Byul irá en el equipo de Yeonjun-ssi.

—Dara, cariño... Yeonjun hyung tiene cosas que hacer.

—¿Qué cosas? ¿Cosas aburridas? Seguro que son cosas aburridas, como las de papá y mamá. Es mejor jugar al fútbol. Si le preocupa perder me puedo poner en su equipo. Byul es muy pequeño y no sabe jugar, que se ponga en el equipo de Samchon Soobin. —La niña se alejó de los brazos de Soobin y le agarró la mano a Kumiho.

Gimió mortificado. No necesitaba esto ahora mismo, no necesitaba a sus sobrinos poniendo al hombre en un enorme compromiso. Quería ir a casa con Dara y Byul y pasar la tarde con ellos, aunque también quería pasar la tarde enredado entre los brazos del chico que seguía en cuclillas mirando a su sobrina como si hubiese visto un fantasma.

—Sí sé —gritó Byul—, Dara nuna no sabe, yo sé.

—Niños, calma. —La voz de su padre llegó desde la puerta de la recepción. El hombre se acercó con su cuñado hasta ellos.

—¿Estáis dando problemas a Soobin? Os dije que podíais adelantaros si os portábais bien y esperábais sentados a que entráramos.

—Pero Samchon Soobin estaba aquí. Y ha sido Byul, él está gritando, no yo.

—Pa, ¿... Jun-ssi puede veni a jua a fubol? —preguntó Byul apartándose de Soobin para agarrar la otra mano de Kumiho.

—Es Yeonjun-ssi, tonto —respondió Dara—. Abuelo, ¿puede venir Yeonjun-ssi a casa también? Por favor, por favor, por favor.

—Choi Yeonjun-ssi, sería un placer que nos acompañara, ¿quiere venir a jugar al fútbol con mis nietos a casa?

Soobin quería que le tragara la tierra. Ni en sus peores pesadillas habría imaginado que su tarde de adultos con Kumiho terminase con su padre avergonzándolo tan brutalmente. Se enderezó y negó con la cabeza. Su cuñado se tapó la boca para reírse y quiso golpearle.

Era un buen hombre, pero un poco estúpido a veces. Y siempre se ponía de parte de su padre, como en esta situación en la que tendría que estarle salvando de esos dos pequeños demonios que tenía por hijos y del ansia de su padre por casarle cuanto antes.

Sabía lo difíciles que eran sus hermanas, lo invasivo que era su padre y lo locos que se ponían sus cuñados. En esa casa la única persona con un poco de sentido común era su bendita madre. Y tampoco le había hablado de Yeonjun a ella.

Dios santo, no le había hablado de Yeonjun a nadie porque ellos no eran nada. Es decir, eran algo, pero no algo que tuviera una etiqueta, por supuesto no eran algo que implicara una comida familiar. No habían llegado a ese punto, no estaban en ese maldito lugar ni de broma. Y sin embargo ahí estaba su padre, con esa enorme sonrisa que había heredado, esperando una respuesta de un hombre al que había puesto entre la espada y la pared.

—Pa... —gruñó mirándole.

—Si a Samchon Soobin le parece bien, no me importaría jugar un rato al fútbol —le interrumpió Kumiho desde su posición, en cuclillas con las manos de los niños en las suyas.

Soobin lo miró como si le hubiese salido otra cabeza. ¿Qué coño estaba diciendo? ¿Acaso no entendía las implicaciones de ese viaje? ¿No era consciente de que estaba dando un paso que no había dado nadie antes? ¿Estaba loco?

Los niños gritaron de júbilo y Dara se lanzó contra él para darle un abrazo como el que había recibido él. Se sintió ligeramente celoso y profundamente confundido.

—Claro que le parece bien —contestó su padre por él, dejándole con la boca abierta—. Os esperamos en casa en media hora, niños, despediros de Samchon Soobin y Choi Yeonjun-ssi para que puedan ir al coche.

—Pa... Tengo que ir a casa a cambiarme y darme una ducha.

—Nada de eso. Tienes tu habitación en el mismo sitio en mi casa. Te esperamos allí. Vamos, niños.

Sus sobrinos hicieron una reverencia y salieron con su padre y su cuñado como si no hubiera pasado nada. Soobin se tensó cuando sintió la mano de Yeonjun rozar el dorso de la suya. Le miró apesadumbrado, mortificado y completamente avergonzado de todo el espectáculo.

—Siento todo esto, lo siento... —gimió pasándose la mano por la cara—. No tienes por qué venir, puedo excusarte en casa, podemos vernos mañana.

—Cálmate, bunny. Si lo he dicho es porque quiero ir. Podría haber dicho que tenía trabajo. Me apetece mucho ir —le interrumpió agarrándole la mano.

Soobin escuchó en su cabeza la melodía que entonaba su corazón en ese momento y se dio cuenta, con mucho miedo, de que se estaba enamorando de ese chico. Y también de que era la primera vez en su vida que un hombre con el que se acostaba iba a su casa.

Con los nervios estrujando su estómago, siguió al chico en silencio hasta su coche. Le dio un par de indicaciones y salieron con la música puesta llenando aquel espacio vacío de palabras. ¿Qué pasaría si Yeonjun no gustaba a su madre? ¿Qué pasaría si a Kumiho no le gustaba su familia?

Nunca se había enfrentado a algo así. Nunca había llegado tan lejos con nadie como para llevarle a su casa. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Por qué diablos iba en el coche junto a ese chico que olía tan bien camino a una comida familiar que no estaba planeada?

—Deja de pensar —Le agarró la mano y Soobin se sobresaltó—. Me apetece ir a casa de Choi Taeyang. Me apetece conocer a tu familia. Quiero saberlo todo de ti, quiero conocer cada parte de tu vida y ellos son una parte muy importante de ella...

—Nunca he hecho esto, Kumiho, nadie ha venido nunca a casa de mis padres —confesó suspirando.

—Bueno, yo tampoco he ido a la casa de los padres de ninguno de mis novios antes —Soobin saltó como un resorte y Yeonjun apartó la mano, repentinamente incómodo ante las palabras que había dicho inconscientemente—. Quiero decir... bien... bueno... Ya me entiendes... —balbuceó apretando los dedos en el volante hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

Soobin sentía un nudo en la garganta. Joder, eran demasiadas cosas a la vez. Apenas habían llegado hasta el final en el sexo un par veces a pesar de que se veían a menudo, iban a citas y pasaban un montón de tiempo hablando por teléfono. Pero esto era otro tema.

Esa palabra aterradora era algo bien distinto a compartir unos buenos ratos con alguien. Esa palabra era la misma que él utilizaba para hablar de Jisung. La misma que Jisung tardó tanto en usar con él. Esa palabra era la que había usado con aquel chico del que se enamoró en el penúltimo año de secundaria.

"Novio" era la etiqueta que le había puesto a dos personas en su vida. Las mismas dos personas que despedazaron y pisotearon su corazón sin piedad. "Novio" era una palabra que no valía para Kumiho. Porque él nunca lo había visto desnudo, porque él nunca había cenado en su casa con sus amigos. Porque él no había compartido una fiesta en la piscina de Changbin.

Pero, sobre todo, porque no quería que Kumiho hiciera girones del pobre corazón que ahora latía irracionalmente rápido bajo su esternón.

—Hemos llegado —murmuró el chico.

Levantó la cabeza y encontró la puerta de entrada del garaje abierta. Los coches de sus hermanas y los dos de sus padres estaban allí. Yeonjun entró por el camino asfaltado y aparcó. Se quedaron unos segundos en silencio y los dos se miraron a la vez. Se les escapó una risa nerviosa.

—¿Estás preparado? Mi familia puede ser... intensa.

—Estoy acostumbrado a la gente intensa —contestó tímido—. Pero no sé si les gustará alguien que no es tan intenso...

—Mierda, Kumiho, eres una de las personas más intensas que conozco —afirmó dándole un pellizco en la mejilla redonda. El chico se sonrojó—. Bueno, la suerte está echada. Ahora solo queda que no te abrumen con preguntas.

Se bajaron del coche y caminaron hacia la puerta principal. Las manos le sudaban y las secó contra el pantalón del traje. Agradeció que el chico llevase esa ropa informal porque se hubiera sentido completamente fuera de lugar si fuese disfrazado como iba él.

Bunny... —se giró para mirarle y el chico enganchó su mano en su nuca acercándole a su boca—. Voy a besarte.

Los labios se cerraron sobre los suyos. El espacio desapareció entre ellos. La mano que estaba sobre su cuello le instó a ladear la cabeza para profundizar en su cavidad. Sintió la lengua traviesa juguetear con la propia y sus manos se agarraron al bíceps y la cintura del hombre.

Notó la cintura estrecha y se preguntó, una vez más, por qué no se había quitado nunca la camiseta cuando estaba con él. También se preguntó por qué siempre acababa con hombres extraños que tenían manías raras.

Casi gime de placer, pero escuchó el picaporte de la puerta a su espalda.

Se separó del chico rápidamente, jadeando, con sus labios llenos de la saliva ajena y el sabor de Kumiho todavía en su paladar. Se giró con sus mejillas calentándose y se encontró con su muy embarazada hermana del medio aguantando una sonrisa.

—Se lo diré a mamá —dijo simplemente y caminó rápidamente por el pasillo de la entrada.

—¡Soojin nuna! —gritó Soobin tratando de pararla.

Agarró la muñeca de Yeonjun y lo arrastró dentro de la casa. Se sacó los zapatos y entró buscando a su chismosa hermana del medio que seguramente estaría en la cocina contándole a su madre que su educado hijo estaba besuqueándose con un hombre en la puerta de su casa.

Definitivamente, quería que le tragase la tierra.

Yeonjun lo siguió de cerca, con los mofletes rojos y la lujosa boca apretada. Probablemente estaba preocupado por esa mierda de primera impresión que iba a dar.

Entró a la cocina como un vendaval mientras su hermana tiraba del brazo de su madre. Corrió hasta ella y le tapó la boca con la mano cuando empezaba a hablar. Ella forcejeó antes de dar un gemido de dolor y apretarse la barriga abultada.

Soobin la soltó asustado y trató de comprobar si estaba bien. Soojin resoplaba mientras movía su mano sobre el vientre.

—Perdón, perdón, no quise hacerte daño, nuna, ¿estás bien? —La sostuvo del brazo suavemente, preocupado por haber usado demasiada fuerza en el forcejeo.

—¿Estás bien, hija? —preguntó su madre acercándose.

—Má... —gimió, dolorida—. Soobin estaba besándose con ese chico en la entrada —dijo antes de alejarse de Soobin con una risa escandalosa.

—¡Mentirosa! —contestó automáticamente, sintiendo como su cara y su cuello se sonrojaban violentamente.

—¿Mentirosa yo? ¡Estabas comiéndole la boca en la puerta de la casa de tu madre! ¡Desvergonzado! —Soobin quería llorar. Quería ir a su habitación y cerrar con llave.

De repente, se acordó de que Kumiho había venido con él. El chico estaba en la puerta de la cocina con la espalda recta y las manos apretadas delante del cuerpo. Estaba tan avergonzado como Soobin, probablemente más porque su maldita hermana había corrido a contarle a su madre que estaba compartiendo con él un placentero beso en la puerta.

—Señora... lo siento mucho... —murmuró el chico con la mirada baja. Casi se le para el corazón.

—¡No! ¡Cállate! —exclamó.

—¿Lo ves, Ma? Excusatio non petita...

—Ya basta, Soojin, deja en paz a tu hermano —pidió su madre conteniendo una sonrisa.

—Pero, Ma, estoy diciendo la verdad.

—Has utilizado a mi sobrina nonata para engañarme, Soojin nuna, eres mezquina.

—¿Alguien me va a presentar al jovencito que estaba besando a mi hijo en la puerta de mi casa? —interrumpió de pronto la mujer mayor.

, lo mejor sería que subiese a la torre de Seúl y se lanzase. Eso, o cavar un agujero en su jardín y meterse dentro. Cualquier cosa que le ayudase a dejar atrás la incómoda situación en la que su madre descubría que había besado al primer hombre que había traído a su casa en la puerta.

—Mi nombre es Choi Yeonjun, señora —contestó el chico haciendo una reverencia.

—Te dije que se habían besado, Ma.

—¡Cállate, Soojin nuna! —gruñó Soobin.

—¡Otro Choi! ¿No sois primos, no? —El chico negó rápidamente con la cabeza—. De cualquiera forma, es un placer conocerte, Yeonjun, puedes tutearme. Y la próxima vez procurad conteneros hasta que estéis dentro de la casa.

—¡Ma, por Dios! ¿Estáis todos decididos a avergonzarme hoy? —preguntó Soobin frotándose la cara.

—Deja de lloriquear, Choi Soobin, vete a saludar a los demás, están en el jardín con los niños.

Soobin asintió y obedeció empujando al chico fuera de la cocina. Cuando la puerta se cerró tras él apoyó la frente en el centro de la espalda de Yeonjun y dio un suspiro sonoro.

—Lo siento, bunny...

—No, yo lo siento. Soojin nuna es una idiota. Y las hormonas del embarazo la han hecho convertirse en una arpía —Respiró hondo. Acarició con las manos la cintura estrecha y le abrazó dejando un beso en el cuello—. Te prometo que te voy a compensar por todo lo que sé que pasará hoy.

—No lo necesito, pero no lo voy a rechazar tampoco —bromeó acariciando sus antebrazos—. Suéltame antes de que entre toda tu familia y nos vea así... Aunque estás guapo cuando te sonrojas, me gustaría mantener un poco la imagen ante ellos.

Soobin se echó a reír y caminaron juntos hasta el jardín. Estaban todos sentados alrededor de la mesa del cenador jugando con los niños. Su padre levantó la cabeza y sonrió ampliamente. Él le devolvió la sonrisa tratando de componerse del mal trago que había pasado segundos antes.

—Bien, ya conoces a Pa y a Mike, mi cuñado. Ella mi hermana mayor y la favorita, Sooyeon nuna. Y ese de ahí es el marido del demonio que está en la cocina con mi madre, Kim Woobin.

—Es un placer, soy Choi Yeonjun —dijo haciendo una reverencia con su sonrisa tímida asomándose en sus labios.

—¿Qué te hizo Soojin? ¿Tengo que golpearla? —preguntó su hermana.

—No, no, no ha sido nada... Solo una broma.

—Soobin estaba besándose con Yeonjun en la puerta de tu casa, Pa —exclamó la nombrada, saliendo con su madre y una bandeja llena de aperitivos en las manos.

—¡Cállate de una vez! —gimoteó tapándose la cara con las manos.

Percibió el movimiento a su lado y comprobó anonadado como Kumiho le quitaba la pesada bandeja de las manos a su hermana y la colocaba sobre la mesa con los ojos bajos. ¿No va a terminar nunca la vergüenza?

—Déjales en paz, Soojin —su padre salió en su defensa—. ¿Acaso no te acuerdas de las veces que te pillamos a ti? Recuerdo a cierto muchacho huyendo despavorido porque llegamos demasiado pronto de un viaje de negocios.

Todos rieron excepto Woobin y Soojin.

Le gustó ver a Yeonjun taparse la boca para reír a gusto. Le gustó la sensación de que ese chico podría volver a casa de sus padres de nuevo. Le gustó pensar que sus padres le aprobaban y que su hermana Sooyeon había estado dispuesta a golpear a Soojin para defenderlo. Sintió un latido desigual cuando pensó en esa palabra que estaba maldita para él y en cómo era el primer hombre que se atrevía a traer.

Tenemos un montón de primeras veces, Kumiho, ¿se nos acabarán alguna vez?

—Enséñale la casa a Yeonjun y quítate ese traje, Choi Soobin. La comida estará en 10 minutos —comentó su madre casualmente guiñándole un ojo.

No esperó ni un segundo antes de tirar de la muñeca del chico y arrastrarlo dentro de la casa. Subió las escaleras en silencio, con los pasos suaves tras él y los dedos cerrados sobre el brazo como un cepo. Entró en su cuarto y le empujó contra la puerta cerrada.

Cayó sobre sus labios como si no pudiera hacer otra cosa que besarle. Se presionó contra su cuerpo enredando sus falanges en el pelo suave y oscuro. Saqueó la boca pequeña con su lengua, sintiendo el sabor estallar en sus papilas gustativas y escuchando el gemido suave del chico.

Las manos de Kumiho estaban en todas partes. Le quitó la chaqueta con unos cuantos tirones y empezó a desabrochar la camisa rápidamente, con sus bocas enfrentándose, bailando una danza sucia que sonaba a jadeos y chasqueo de saliva.

Las palmas ardientes acariciaron sus costillas cuando los botones estaban abiertos y bajaron a su cintura. Apretó su trasero de nuevo, sintiendo los dedos clavarse en la carne de su nalga mientras la otra desabrochaba el cinturón y abría su pantalón.

Joder, quería desesperadamente sentirle dentro. Quería meterse con él en la ducha y dejarle que le follara hasta el olvido. Quería volver a sentir el dolor lacerante de su polla entrando lentamente la primera vez. Quería sus manos haciéndole arder.

—Estamos en casa de tus padres, bunny —susurró contra su boca, mordiendo su labio inferior justo después

Metió la mano dentro de su pantalón y agarró su erección que empezaba a despertarse tirando del elástico de la ropa interior. Soobin gimió cerrando los ojos y meneó las caderas buscando más fricción. Los dedos se cerraron sobre el tronco y subió de arriba abajo, acariciando el nudo de nervios justo debajo de su glande.

Bunny... —jadeó el chico cuando la boca de Soobin llegó a su cuello —, vete a la ducha, te esperaré abajo —Soobin mordió la piel como protesta y el jadeo se convirtió en un gruñido de placer—. Si me marcas el cuello tus hermanas lo verán. Y tus padres. Y Soojin nuna hará sangre con ello... —Le apartó de su cuello suavemente y le miró, recorriendo con el dedo pulgar los labios de Soobin—. Por más que quiera follarte hasta que no te acuerdes de tu maldito número de teléfono, tenemos que parar...

—Es tu mano la que está en mi polla, Kumiho —contestó Soobin mordiendo el dedo que había sobre sus labios.

Vio los ojos de Yeonjun fijos en su boca y lamió el dedo. Sabía que le encantaba esa mierda, le hacía saltar como un predador cada vez que lo hacía. El chico tragó duro y apartó la mano de su longitud. Soobin quiso rogar, pero entendía lo que estaba diciendo.

—Por favor, bunny... —imploró con su mirada fija en cómo la lengua de Soobin rodeaba su pulgar. Le dio un último lametón y sacó el dedo de su boca.

Apoyó la frente sobre su hombro respirando pesadamente. Jesucristo, como lo deseaba. Tenía tantas ganas de sentirle que había estado a punto de olvidar que estaba en su habitación de la adolescencia.

—Siento de verdad todo esto, mi familia es un caos...

—¿Puedo contarte un secreto? —susurró el chico abrazándole con fuerza—. Quiero robar a tu familia y quedarmela para mí.

—Toda tuya... —contestó con una risita dándole un pico suave en los labios.

—No digas eso, bunny. Eres un hombre afortunado... Ojalá pueda venir más —Soobin le miró sorprendido—. No me mires así, no es como si no supieras lo que me haces...

—Esto son palabras mayores...

—No tengo prisa. Cuando tú quieras y cómo tú quieras, así será. ¿De acuerdo? No quiero que te sientas obligado a nada conmigo. Tú guías el camino y yo te sigo —Soobin sonrió y el dedo acarició su hoyuelo. Le dio un beso suave en la barbilla antes de empujarlo lejos de su cuerpo—. Dúchate, te esperaré abajo con ellos. No quiero que malinterpreten aún más mi ausencia...

—Está bien, ten mucho cuidado con Soojin nuna, es mezquina. Y con Pa, te ofrecerá una dote en cuanto te descuides —bromeó quedándose en ropa interior en el centro del dormitorio.

—Si me dices eso estando desnudo voy a aceptar aunque sean 20 wones. Me voy de aquí antes de que salte sobre ti —gruñó, saliendo por la puerta rápidamente.

Soobin se echó a reír mientras entraba a la ducha en el baño de su cuarto. ¿Qué demonios tenía ese chico para hacerle burbujear como un colegial? ¿Por qué diablos sentía que, de verdad, quería que tuviese un sitio en esa casa para él?

¿Por qué, de pronto, se había olvidado de lo duro que era caer? Mierda, porque valía la pena el golpe si el salto le hacía volar como estaba en aquel momento. En ese momento, bajo el agua de la ducha, sabiendo que Kumiho estaba abajo con su familia, su instinto de autoprotección desapareció.  

***

2/4

Un poco de fluff para que se curen nuestros corazones doloridos, navegantes.

¡Nos vemos en el infierno!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top