16. Bastardo

🎶Banda sonora: Six feet under - Billie Eilish 🎶

Caminó por la sala lentamente, apreciando los cuadros colgados en las paredes. Calculó que en esa habitación debía haber más dinero del que nunca había visto. Probablemente, si vendieran dos de esas obras de arte podrían mantener un orfanato como en el que había crecido.

La puerta se abrió a su espalda y se giró; el anciano miró con los ojos muy abiertos, entre sorprendido y asustado, y una extraña satisfacción recorrió su torrente sanguíneo.

—Saludos, samchon-nim. —Hizo una reverencia tratando de ocultar la sonrisa que se escapaba de sus labios.

—¿Cuándo llegaste? —preguntó nervioso cerrando la puerta tras él.

—Llevo un tiempo en Seúl... Samchom-nim, siento no haber venido antes a presentar mis respetos y mis sinceras condolencias por sus pérdidas. —Bajó la cabeza fingiendo una tristeza que no sentía.

Los ojos de su tío parecían dolidos, pero sacudió la cabeza y se acercó a uno de los sillones en el centro de la sala. Ofreció un asiento con un movimiento suave de mano y ambos ocuparon los lugares para empezar una conversación que había estado posponiendo demasiado tiempo.

—No te preocupes, todo está bien ahora que estás aquí —contestó con una sonrisa suave—. Entenderás por qué te contactamos, ¿verdad? —Asintió mirándole—. Cuando Eunji entró en prisión nos asustamos...

—¿Creyó que ella hablaría? Eunji era fiel a los Park —mintió. Samchon-nim pareció incómodo por un momento antes de hablar.

—Quiero ser sincero contigo. Eunji no era fiel a nadie más que a sí misma. Pero ya está muerta, no necesitamos seguir tratando con ella, hay algo que me preocupa aún más.

—¿Qué está diciendo, samchon-nim?

—Yang Jeongin. Él me preocupa.

—Discúlpeme, pero no estoy entendiendo. Creía que Yang Jeongin había... ya sabe... —Fingió pudor ante una muerte que, en realidad, llenaba su pecho de orgullo.

Yang Jeongin había sido un cabrón difícil de tratar y mucho más difícil de matar. Se había resistido como un hijo de puta cuando envolvió la sábana en su cuello y apretó hasta que casi rompió su tráquea. Su cuerpo pesaba más de lo que esperaba. Cuando lo colgó en la viga principal del comedor de la prisión acabó sudando profusamente.

Ese día estuvo a punto de ser descubierto, escuchó un guardia en la parte exterior haciendo la ronda y pensó que tendría que matar a alguien más. Terminó con el cuerpo de Yang Jeongin, se quedó mirándolo durante algunos segundos antes de huir del lugar. Había sido una preciosa obra.

Las extremidades de I.N colgaban como él mismo lo hacía, con la sábana blanca amoratando el espacio alrededor de su cuello.

Con Eunji había sido mucho más fácil. Eunji había sido delicada y suave y, aunque trató de escapar, su sentencia estaba firmada desde mucho antes.

—Yang Jeongin está muerto y me alegro por eso —dijo el hombre. Sintió asco al escucharle, un rechazo antiguo subió por su garganta y estuvo a punto de contestar lo que de verdad estaba pensando, pero se quedó en silencio—. Pero no hemos conseguido ninguna de sus cosas. Hemos rastreado sus activos, de hecho, llevamos cinco años haciéndolo, pero ha sido imposible dar con absolutamente nada.

—¿Es el dinero lo que le preocupa? —No tendría sentido, esa gente se limpiaba el culo con billetes.

—No, no es el dinero. Yang Jeongin tenía una copia de toda nuestra información. Nuestro equipo informático descubrió que había guardado todo cuando él desapareció hace cinco años. Todas las pruebas que nos podrían mandar a la cárcel. Maldita sea, en esa copia está todo.

—¿La entregó a la policía? —preguntó.

—No, porque no han detenido a nadie importante. Además de mi hijo Dongyoon y Eunji, ninguna de las personas que forman parte de la élite de la organización ha sido siquiera investigada. Cuando volvió a aparecer, empezamos a buscar otra vez, pero ha sido imposible. Lo hizo por medio de Bang Chan. Ese niñato desagradecido se cree alguien importante ahora que tiene su bufete aquí... 

—Discúlpeme, samchon-nim, ¿qué cree que pasó con esa información de la que habla?

—Yang Jeongin la guardó en algún sitio. Asesinó a mi hijo en esa cárcel cuando estaba a punto de salir y después se suicidó como un cobarde —Se contuvo de corregirlo porque no quería descubrir todo el pastel tan pronto—. Y todos esos documentos han desaparecido. Necesitamos que encuentres a quién la tiene. Solo tú puedes hacerlo. Eres parte de nuestra familia, eres la única persona que merece llevar el apellido Park como lo llevó mi hijo Dongyoon.

Era curioso que dijera esa mierda porque, en realidad, no llevaba su apellido y nunca lo había llevado. Su nombre y su apellido habían sido decididos en el hospicio en el que pasó su infancia. El mismo sitio del que Eunji le había sacado tantas veces. 

Cuando cumplió 19 años, Eunji lo mandó fuera de Corea. Había pasado todos esos años lejos del único lugar que conocía, empuñando armas contra gente de la que no sabía nada en pos de "ganar experiencia". Con 25 llegó se convirtió en mercenario.

Eunji trató de impedírselo, trató de aplacar sus aspiraciones. Ella no quería que ascendiera, no quería que aprendiera nada más que lo que ella ordenaba. Quería que fuera manejable: letal, sí, pero manejable. Ese fue el gran error de su tía Eunji: reducir su existencia a la de una marioneta sumisa. Y ahora Park Dongson quería hacer lo mismo.

Su apellido no era Park y nunca lo había sido. Tenía la seguridad de que tampoco lo sería en el futuro.

—Me honran sus palabras, samchon-nim. Intentaré estar a la altura de sus expectativas. —Se levantó del sillón, dando por terminada esa conversación.

—No tengo dudas de que lo estarás. Tus acciones te preceden y eres la elección perfecta para llevar este peso. Confío en ti, confío en que encontrarás esa información y nos salvarás a todos.

—Haré lo posible, —Hizo una reverencia y salió a la oscuridad de las calles con una sonrisa cubierta por una mascarilla negra.

Por supuesto que encontraría esa información. Aunque no podía asegurar que fuera para salvarles. No estaba bajo el yugo de los Park y, por supuesto, no cometería los mismos errores que Dongyoon y Jeongin.

Taehyun sonrió para sí mismo. Mirando a ese heterogéneo grupo que se sentaba a su alrededor.

—Ah, mierda, no sabéis qué me pasó esta tarde —comentó Jin resoplando. El chico estaba sentado en un sillón pequeño a su lado—. Me encontré con Eunwoo.

No pasó desapercibida la inhalación de Seungmin a su lado, ni la cara extraña que puso Soobin antes de recuperar la compostura y sonreír.

—¿Dónde te lo encontraste? ¿Cuándo volvió? —preguntó Seungmin dando un largo trago a su copa.

—En la maldita Fiscalía. Fui a llevar unos documentos que Namjoon se había dejado en casa y entró al despacho cuando yo me marchaba. Nos quedamos los dos algo descolocados y Namjoon flipó un poco también... Me comentó por encima que lleva casi dos viviendo en Seúl.

—¿Namjoon no te había dicho nada? —Soobin se inclinó un poco para mirarle.

—¿Por qué iba a hacerlo? No tenía ni idea de que nos conocíamos. Hace doscientos años que no le veía, desapareció antes de que conociese a Namjoon —comentó el mayor encogiéndose de hombros.

—¿Quién es Eunwoo? —soltó Taehyun, tratando de hacer una imagen mental de lo que estaba ocurriendo.

—Iba a secundaria con los chicos. Después desapareció de sus vidas —contestó Seokjin.

—Y me alegro de ello. Espero no tener que ver a ese imbécil nunca más.

—Seungmin, cálmate, ha pasado mucho tiempo.

—Me da igual, Soobin, ese tipo se portó mal contigo, es suficiente para que se convierta directamente en mi adversario —Los ojos del chico fueron hacia Yeonjun—. Lo entiendes, ¿verdad? Si le haces daño, te mataré.

—¡SEUNGMIN! —gritó Soobin, pero el chico-zorro a su lado se rio con ganas y asintió con la cabeza haciendo una reverencia.

Seungmin pareció satisfecho y cambió de tema rápidamente. Mientras la conversación se desarrollaba entre el último drama que se había estrenado y la política interior del país, Taehyun se recostó en el respaldo del sillón mirando a todas partes.

Oteó el espacio a su alrededor y sus ojos se fijaron en un chico alto y guapo que caminaba detrás de Namjoon y el jodido Bang. Escondió la sonrisa tras el vaso y miró a Seungmin por el rabillo del ojo.

—Hola, niños —saludó Kim Namjoon con una enorme sonrisa—. He traído invitados al Aquelarre.

Seungmin y Soobin palidecieron. La cara de Jin se transformó en una mueca enfadada y sus mejillas se pusieron rojas instantáneamente. Por unos segundos, pensó que saltaría a la cara de su novio y le arrancaría los ojos.

—Chan me comentó que no veía a sus dongsaengs desde la cena de la boda y que todo lo que pidamos corre a su cuenta hoy —añadió el gran hombre de pie junto a la mesa.

—Bueno, creo que yo no le veo desde aquella madrugada, Bang Chan-ssi —comentó Taehyun esperando ver cómo ardía el mundo a su alrededor. Le invadió una satisfacción cruel cuando todas las cejas se fruncieron contra él menos las del chico que aún estaba en la periferia.

—¡No vas a volver a venir con mis amigos, se acabó Taehyun hyung, has colmado mi paciencia! —exclamó Soobin mirándolo con odio. Hizo un puchero dramático y puso sus mejores ojos de perrito abandonado.

—No digas eso, amado primo, hieres mi corazón.

—Amado primo, una mierda —contestó y Seungmin le dio un manotazo en la rodilla.

—No lo martirices delante de su novio, y no me jodas a mí, al menos no de esa manera —coqueteó el veterinario, guiñandole un ojo.

—Bueno, yo sí que hace tiempo que no os veo... —El alto habló y su voz era grave. Una enorme sonrisa le hizo parecer aún más bonito.

—No el suficiente —murmuró Seungmin moviéndose un poco hacia el brazo del sillón y tirando de él para que le siguiera. Taehyun se deslizó hasta que estuvo junto a él.

—Hola otra vez, Eunwoo —saludó Seokjin con una mueca tensa—. Chan. —Hizo una reverencia sin cambiar esa cara de enfado.

Así que ese era el tal Eunwoo. No le extrañaba que su primo hubiese estado colado por él. El cabrón era guapo. Joder, probablemente no había visto a un chico más guapo su vida.El muchacho se sentó a su lado sin perder esa sonrisa cálida y dio gracias porque ahora podía verle desde más cerca.

Namjoon se sentó junto a Seokjin, intentó agarrarle la mano pero vio como el chico la apartaba bruscamente. Casi se echa a reír otra vez viendo la cara desconcertada del hombre mayor.

—No sabía que ahora te dedicabas a cultivar el músculo, Eunwoo —ironizó Seungmin dando un sorbo a su copa.

—Hola a ti también, Seungmin. Me alegro de verte. Y sí, me gusta cuidarme —contestó el chico.

—Pensaba que tu tipo eran los musculosos, Seungmin—soltó Taehyun.

—Pues estás equivocado —contestó, mirándole con fuego en los ojos.

—Ah, ¿si? ¿Los chicos con músculos ya no son tu tipo? —La voz de Bang dejó la mesa silenciosa como un velatorio. Pero la bomba atómica que era Kim no se achantó.

—¿Siguen siendo las mujeres tu tipo? —Seungmin levantó una ceja.

Taehyun vio cómo Bang palidecía. No creía que fuera tan ingenuo como para pensar que las personas que estaban sentadas a esa mesa no sabían lo que pasó entre ellos. Era más que obvio que el chico había contado sus miserias, aunque no lo parecía para el abogado.

El hombre se removió incómodo y tiró de las mangas de su chaqueta, cepilló una pelusa inexistente de su pecho y se sentó recto. Empieza el espectáculo, pensó cuando el hombre sacó del bolsillo de la chaqueta un gel hidroalcohólico.

—Parece que no ha cambiado nada en estos años —rió Eunwoo a su lado ruidosamente.

—Han cambiado muchas cosas, Eunwoo —interrumpió Seungmin.

—Ya basta, por favor, ¿podemos tener una noche tranquila por una maldita vez? —rogó Soobin. Se giró hacia su novio—. Ellos son Namjoon hyung y Eunwoo. Ya conoces a Chan hyung —el desprecio con el que dijo el nombre pareció llegar a Bang, que apretó la mandíbula con fuerza.

—Una noche tranquila sería si estuviéramos los tres solos. Bueno, Kumiho puede venir también, por ahora no ha hecho nada para ganarse mi odio —Señaló al chico—. Pero estás a prueba.

—¿Qué hay de mí, adeul? —preguntó Namjoon despeinando a Seungmin con la mano.

—Tú mejor cállate, hablaremos cuando estemos en casa —le cortó brusco Seokjin.

—¿Qué pasa, nabi*? ¿Qué he hecho ahora?

*N/A: Nabi significa mariposa

—Me voy a por bebidas. —Jin se levantó indignado y se marchó, con Namjoon siguiéndole de cerca como un perro amaestrado.

—Sé lo que hizo ese idiota, pero, ¿qué hiciste tú para provocar este caos? —susurró al oído del chico guapo a su lado. Le dio una sonrisa misteriosa y le contestó con un susurro.

—No es a mí a quién deberías cuestionar. No estás haciendo las preguntas adecuadas a la gente adecuada.

Taehyun perdió la sonrisa y se apartó del chico con el corazón latiendo demasiado rápido. De pronto, se dio cuenta de que ese hombre que estaba sentado a su lado bien podría ser un maldito lobo disfrazado de cordero.

¿Quién mierdas eres y por qué demonios quieres que saque a la luz todos los secretos de tus amigos, Eunwoo?

Seungmin estaba borracho, pero eso estaba bien, le gustaba la sensación de flotación en su cuerpo cuando bebía y compartir mesa con Satanás valía todas las copas que ahora rodaban por su torrente sanguíneo.

Las cosas entre Soobin y él no estaban todavía en su mejor momento, pero estaban intentándolo. El día después de la boda, cuando llegó a su casa y dijo toda esa basura sobre él, Seungmin temió que no volviese.

Pero volvió dos horas después con la cara que tiene la gente que ha tenido un buen orgasmo. Y esa noche durmieron los tres en la cama de Seungmin y él fue capaz de contarles toda la verdad.

Les habló de sus padres, de las cosas que su padre había dicho sobre él. Les contó cuando había estado tan mal de dinero que tuvo que trabajar de noche, la misma época en la que dormía tres horas al día y se drogaba para aguantar el tirón. Aquellos tiempos en los que conoció al demonio que seguía sentado en la mesa con Namjoon.

Les habló sobre las manos frías de Yang Jeongin, sobre su voz dura y las palabrotas y sobre las cosas malas que había hecho. Les contó que, durante cinco años, había hablado con él unas cuantas veces al mes por teléfono mientras el hombre estaba perdido en algún lugar que Seungmin nunca conoció. Y también les habló de cómo su muerte había devastado la poca cordura que le quedaba.

Esa noche, sobre la cama de Seungmin, confesó que Minho había llegado a su vida un día a las 2 de la mañana precedido de I.N. Y les contó que el hombre veló por su bienestar protegiéndole incluso de Chan.

Les habló del sexo con Bang. De cómo se sentía con él, de cómo era incapaz de sentir nada más que vergüenza. Y ellos contestaron que no había vergüenza en disfrutar de una sexualidad variada. Seungmin les creyó.

Por primera vez en años, no se sintió humillado por no poder resistirse a Chan. No se sintió mal porque le gustase estar atado, ni porque le gustasen los azotes. La conversación que empezó como un drama derivó en una locura de risas y confesiones que calentaron el corazón de Seungmin.

Se liberó de un peso que cargaba en su espalda desde hacía demasiado tiempo. Se liberó de la necesidad de ocultar a I.N y pudo ser sincero con ellos. Se liberó del yugo de ser una deshonra para sus padres. Se liberó de las ataduras de la vergüenza de ser el sumiso de Bang.

Y ahora, tres semanas después, bailando en medio de esa pista, con el alcohol en su cabeza, Seungmin pensó que era el momento perfecto para continuar.

Taehyun apareció a su lado con un botellín de cerveza y le dio un trago. La nuez de adán se movió cuando el chico pasó el líquido por la garganta y le pareció sexy como se lamió los labios justo después.

El periodista saludó con una sonrisa y le apartó el pelo que caía sobre la frente. Seungmin quería lanzarse sobre él. Sus dedos largos jugueteaban con su cabello y lo sintió como una invitación. Se acercó a él y bailaron pegados.

Se mecieron el uno contra el otro durante mucho rato, hasta que la mano de Soobin tiró de él y miró a Taehyun con las cejas fruncidas. Seungmin le abrazó con una sonrisa.

—Nos vamos ya, van a cerrar —comentó Yeonjun colocándose detrás de Soobin. Vio como su amigo le miraba y sonreía y como el chico se quedaba hipnotizado con la sonrisa radiante de Choi Soobin.

Salieron esquivando a la gente. Seungmin se colgó del brazo de Taehyun y fueron a la acera a esperar a los coches que vendrían por ellos.

—¿Dónde está tu chaqueta? Te vas a enfriar —dijo el primo de Soobin agarrándole la cabeza.

—Aquí. —Seokjin se la dio y Taehyun se la puso por los hombros. Seungmin se apoyó en él y sonrió.

—¿Por qué no vamos a beber un poco más, Taehyun?

—Nos vamos a casa, ya has bebido suficiente hoy —contestó riendo el chico.

—¿Vas a dormir en mi casa? —preguntó con voz infantil haciéndole ojitos. El chico le apartó el pelo de la cara con una sonrisa negando con la cabeza. Por supuesto que sí, vienes a dormir a mi casa.

—Vamos a dormir a casa de Soobin, ¿recuerdas? —contestó Taehyun y él se apoyó otra vez en su pecho y se restregó contra la camisa del chico con un ruidito.

—¿Podemos beber la última en casa de Soobin?

—Eres como un perrito —rio el chico—. No vas a beber más hoy, pórtate bien, cachorro malo.

Seungmin perdió el equilibrio repentinamente y casi cae al suelo cuando el hombre en el que se apoyaba voló por los aires lejos de él. Trató de enfocar la vista en lo que estaba pasando pero solo escuchaba los gritos a su alrededor y su cabeza dio vueltas.

Miró al suelo y se encontró con un hombre con un traje negro golpeando sin piedad la preciosa cara de Taehyun con los puños. Casi enloqueció. El recuerdo del cuerpo de Minho atizando a I.N apareció en su mente y se lanzó para agarrar el brazo que iba a golpear.

Cuando se dio la vuelta para mirarlo, Seungmin estuvo a punto de desmayarse. Empujó al cabrón con fuerza fuera del cuerpo de Taehyun. Chan se levantó rápidamente y pudo ver su mandíbula apretada y sus cejas gruesas presionando sobre sus ojos.

Alguien tiró de él lejos, no supo quien. Le dio una última mirada antes de arrodillarse junto a Taehyun.

—Joder, ¿estás bien? —preguntó preocupado mientras Eunwoo lo ayudaba a levantarse. Tenía un corte en el labio y un buen golpe en el ojo, pero no parecía nada grave.

—Mierda... —gruñó el chico.

Se giró para enfrentar a Chan con toda la rabia de su cuerpo estallando en todas sus terminaciones nerviosas. El hombre los miró a él y a Taehyun. Seungmin cerró el puño y golpeó con la escasa fuerza que poseía en la cara de Bang. Escuchó el quejido y vio cómo se cubría la cara.

—Hijo de puta, ¿a qué coño viene esta mierda? —escupió.

—Ya oíste cómo te llamó —contestó masajeando su mejilla.

—No vuelvas a acercarte a mí, Bang. No soy tu puta propiedad. Nunca lo he sido y nunca lo seré. Como aparezcas otra vez a menos de 500 metros de mí pediré una orden de alejamiento, cabrón desquiciado.

Cachorrito... —susurró.

—No vuelvas a llamarme así o te juro que te mato, bastardo hijo de puta.

Había muchas cosas que Chan tenía claras como el agua. Una era que, en su profesión, tenía que ser absolutamente implacable. La segunda cosa, que era una verdad inamovible para él, era que su familia no merecía ni un segundo de su tiempo. La tercera, que costaba horrorosamente sacar de la ropa las manchas de sangre.

Tenía 36 años, una casa bonita, un precioso gato al que adoraba y era dueño de un bufete que iba bien. Era un hombre capaz que había estado a punto de casarse con una mujer adecuada. Si siguiese con Taeri, ya hubiese pasado por el altar.

Su mano latía por el dolor de la cara dura de ese cabrón que ahora se apoyaba en el maldito Yun Eunwoo. Porque, por supuesto, el pasado siempre volvía a morderle el trasero de un montón de formas creativas.

También le dolía el brazo del que Namjoon había tirado violentamente para apartarle del cuerpo del chico en el suelo. Le dolía la mejilla en la que Seungmin había impactado su puño. Y, sobre todo, le dolía el pecho.

Sentía una punzada desconocida debajo del esternón tan dura que pensó que tal vez le estaba dando un infarto. ¿Cómo podían sentirse tan físicas unas palabras?

Las palabras eran solo eso, una sucesión de sílabas encadenadas que tenían un sentido dentro de un idioma y una cultura. Las palabras no podían apuñalar a las personas en el lugar donde se unían las costillas. No era posible que sintiera como si alguien hurgara en su pecho con un cuchillo de sierra oxidado.

Y, sin embargo, escuchar a Seungmin decir eso había dolido tanto que la sístole no estaba efectuándose normalmente. Tengo que irme de aquí. Se miró las manos y las descubrió sucias. Manchadas por la sangre de la boca del periodista. Casi vomita.

Sus oídos estaban completamente tapados y no podía hacer nada más que mirar esa suciedad sobre su piel y cómo los asquerosos fluidos de Kang se juntaban con los propios. Alguien volvió a tirar de él con la misma fuerza que la primera vez y le empujaron dentro de un coche.

Se sentó y sintió la presión de otro cuerpo a su lado. Sus manos estaban en su regazo, todavía sucias. Sacó del bolsillo la botella de gel hidroalcohólico y antes de que pudiera abrirla se la arrebataron. Levantó la cabeza aterrado encontrándose con los ojos duros de Namjoon junto a él.

—Tu casa está cerca. No vas a limpiarte con esto. Cuando lleguemos te curaré los nudillos.

—Tengo las manos sucias —susurró apretando los dientes.

—Lo sé, llegaremos en cinco minutos, cálmate.

—Tengo las manos sucias, Namjoon hyung.

—¿Qué le pasa ahora? —Escuchó la voz del otro chico y vio como asomaba la cabeza por delante de su novio.

—Ahora no, nabi.

Hyung, devuélvemelo, tengo las manos sucias —gimió agarrándose al antebrazo de Namjoon.

—No voy a devolverte el puto gel. Y cállate. Estamos cerca.

Chan apretó los dedos en el brazo ancho cubierto por una chaqueta de vestir. Trató de encontrar el ritmo de su respiración, pero estaba mareado y no podía quitarse de la mente la suciedad de sus nudillos; las palabras de Seungmin que le habían atravesado el pecho, cómo había defendido a Taehyun y que Yun Eunwoo lo había visto todo.

—Seungmin me golpeó... —murmuró.

—Te lo merecías. Ojalá te hubiera dado una paliza, bastardo.

—¡Jin, por Dios! No es el momento.

Ladeó la cabeza para mirar como Seokjin cruzaba los brazos y se giraba hacia la ventana enfadado. Se dio cuenta de que sus palabras no dolían como un filo removiendo sus órganos.

La mano que rodeaba el brazo de Namjoon seguía estando sucia y mirarla le hacía pensar en lo que acababa de hacer. En los dos puñetazos que dejó caer sobre ese imbécil prepotente de Kang Taehyun. Ese hombre era gilipollas. Era gilipollas y había llamado cachorro a su cachorrito.

Hacía muchos años que no se peleaba con nadie, tantos como los que hacía desde que salió de aquel agujero lleno de serpientes que era su familia. El día que dejó atrás la vida que otros habían elegido para él, Chan dejó de tener violencia alrededor.

Esa maldita casa infernal en la que había crecido era un campo de batalla en el que los "adultos" instaban a los jóvenes a ser tan inclementes como él casi lo había sido con Kang.

Chan llevaba casi 20 años sin dar o recibir un puñetazo. Hasta que Seungmin se apoyó en el pecho de aquel chico y esos dedos que no eran los suyos acariciaron el sedoso pelo negro. Hasta que salió de su boca la única palabra que podía detonar todas las bombas que había dentro de él. Las bombas que no sabía que estaban allí.

—Hemos llegado. —La voz de Namjoon sonó dura y estuvo a punto de rebelarse contra la orden, pero le agarró de la muñeca como un cepo para osos y lo arrastró fuera del coche.

Se encontró a sí mismo en la puerta de su casa con el muchacho que ahora le odiaba y Namjoon instándole a abrir. Cumplió el mandato en piloto automático y se quitó los zapatos antes de dar un paso dentro de la cálida y perfectamente impoluta sala.

Soonie apareció corriendo por las escaleras con un maullido. Miró a los visitantes y se restregó en los calcetines de Chan llenándolos de pelo. Namjoon lo empujó hacia la cocina y casi se echa a llorar de felicidad cuando el agua limpia cayó sobre sus manos.

—Puedo hacerlo solo —le dijo un poco avergonzado.

—No voy a dejarte frotar hasta que las tengas en carne viva. Así que date prisa.

—Sí, sí... —susurró distraído, esparciendo el jabón con brío sobre sus nudillos sucios. Dio muchas vueltas a las manos y limpió cada rincón de la piel que estaba descubierto.

Se dio cuenta de que en realidad quería ducharse y que debería limpiar esa ropa que llevaba puesta porque Soonie había dejado un montón de pelaje en sus calcetines negros y seguramente su traje estaba arruinado por el sudor de la noche y la pelea en la puerta de la discoteca.

—Voy a ducharme...

—No —contestó rotundo Namjoon—, vas a sentarte en el sofá ahora mismo si no quieres que te parta la cara. Y no estoy bromeando, Chan.

—Deberías partirsela, por lo menos habrías hecho algo bien hoy —comentó Seokjin de pie en el salón con los brazos cruzados.

—Ya basta, nabi —pidió el hombre.

—Es un hijo de puta que se merece todo lo que le pase. No voy a parar. —Chan miró al hombre que lo insultaba en su casa y se preguntó en qué momento le había dado permiso para estar ahí en primer lugar.

—No entiendo cómo es esto tu asunto —soltó apretando los puños.

—Es mi asunto porque Seungmin es mi amigo. Y tú un cabrón.

—No tienes ni puta idea de nada de lo que ha pasado entre Seungmin y yo, así que mejor cállate.

—Chan, no te pases ni un jodido pelo. —El tono de Namjoon sonaba fúnebre, pero no le importó.

—Tú le hiciste daño, eso es lo único que sé. Y te atreves a golpear a Taehyun solo porque están demasiado cerca.

—¡Cállate! ¿Qué coño sabes tú de daño? —exclamó dando un paso hacia el chico.

No le dio tiempo a hacer nada para evitarlo. Su espalda impactó contra la pared junto a la puerta de la cocina y el antebrazo de Namjoon se apretaba en su cuello elevándolo de puntillas. Se agarró a aquella extremidad de hierro para no asfixiarse mientras sentía su nuez de Adán siendo aplastada por los músculos del hombre.

—¿Estás sordo o qué te pasa? Te he dicho que no te pases ni un puto pelo —gruñó en su cara—. Como vuelvas a hacer un movimiento como ese te daré tal paliza que no van a reconocerte ni por las piezas dentales. Que no se te ocurra intimidar a Seokjin nunca más en tu vida. 

Tragó con dificultad cuando lo soltó y sintió una oleada de dolor otra vez en el centro de su pecho. Se arrastró por la pared hasta que su culo estuvo en el suelo y apoyó la frente en sus rodillas dobladas tratando de contener la ansiedad que le empujaba el diafragma.

—¿Por qué coño has hecho eso, Chan? —preguntó Namjoon—. ¿Por qué mierdas has golpeado al chico en plena calle?

—Porque le llamó cachorrito... Y le tocó el pelo... A mí no me deja acercarme y a él le deja hacer todo eso —susurró con la voz rota.

—¡Ese no es tu puto problema! —añadió el más alto.

—¡LO ES! —gritó, con las lágrimas escapándose por la comisura de sus ojos—. Lo es, joder, claro que es mi problema —insistió cubriéndose la cara con las manos.

—Mierda —escupió Seokjin—. ¿Cómo demonios es tu puto problema? Tú le hiciste daño, lo jodiste de formas horribles.

—Todo lo que hacemos es consensuado. Estoy harto de justificarme, estoy harto de esta mierda, yo no le obligué a nada.

—No estoy hablando de la mierda física, estoy hablando del daño emocional, joder. No puedes darle unas migajas de atención a un niño de 18 años que está roto y creer que no se lo tomará como algo más. No se puede, eso no está bien. Te aprovechaste de él cuando era vulnerable y lo destrozaste.

—¿De qué mierda estás hablando y por qué yo no tengo ni puta idea de nada? —reclamó Namjoon enfadado.

—No es nada... —sollozó Chan contra las palmas.

—Sí, es algo. Es todo. Lo que Seungmin pasó entonces condicionó el resto de su vida, Bang Chan. Lleva años sintiendo vergüenza de sí mismo porque le tratas como un puto trozo de carne. Seungmin no es un trozo de carne. Seungmin es un ser humano extraordinario, no un puto agujero donde meterla. No es un juguete para que lo golpees y luego lo escondas en una habitación oscura. Él no se merece eso, se merece que alguien le quiera de verdad, no un gilipollas que está metido en el armario. ¡Seungmin vale mil veces más que tú y tu mierda de vida exitosa de mentira! —La voz de Seokjin tembló.

—Ya lo sé... —contestó con las lágrimas cubriéndole las manos.

Por supuesto que lo sabía. Era completamente consciente de ello desde el día que dijo por primera vez la palabra de seguridad en su despacho. Ese día, Chan se dio cuenta de que Seungmin era mucho más de lo que jamás merecería tener.

Chan sabía que Seungmin no era un trozo de carne, que no era un polvo. Sabía todas esas cosas y había estado tan profundamente asustado de todo lo que sentía que no podía ponerle nombre.

—Yo sé que no me merezco a alguien como él —gimió, con su esternón abriéndose un centímetro más contra su carne—. Yo lo sé... Y sin embargo no puedo evitar sentirme como me siento. No puedo evitarlo... Quiero que os vayáis de mi casa para limpiar el suelo, quiero ducharme y frotarme la piel hasta que sangre. Tengo estas... estas compulsiones siempre que se trata de él.

»Joder, no sé como coño gestionar esto. No sé cómo acercarme a él porque no me deja. No me quiere cerca... Mierda... ¿no voy a poder acercarme a él nunca más? —Levantó la vista a los dos hombres que seguían de pie en medio del salón—. ¿Ya no voy a poder tocar su pelo nunca más?

Sintió como si sus costillas se abrieran por completo y sus órganos cayesen en un montón frente a él. Se miró las manos sucias por las lágrimas y los mocos y se agobió de nuevo, se levantó a duras penas y huyó hasta el grifo.

Apenas habían caído unas gotas sobre sus dedos antes de que la mano de Namjoon lo apartase de allí. Jin limpió las manos húmedas con una servilleta antes de tirarla a la basura.

Enganchó la muñeca de Seokjin antes de que se apartara y Namjoon le apretó el brazo como una advertencia. Chan no quería hacerle daño, no pretendía intimidarlo antes y tampoco quería hacerlo ahora. Sin embargo, le soltó.

—Jin, ¿crees que ya no podré verle nunca más? —preguntó llevando el puño con el que lo había agarrado hasta su propio pecho y masajeando el punto que le torturaba. El hombre hizo un puchero y se giró saliendo de la habitación.

Estuvo a punto de correr tras él, pero Namjoon llevó una mano a su hombro.

—Dale un poco de aire.

—Namjoon hyung... ¿Qué demonios voy a hacer si Seungmin de verdad no me deja acercarme a él? ¿Qué coño va a ser de mí? Voy a acabar en un maldito psiquiátrico...

—Cálmate, Chan. Lo que has hecho hoy es una mierda y probablemente todo lo que has hecho hasta ahora también lo es. Tienes que asumir que igual esto está roto. No puedes basar tu salud mental en otra persona. No puedes poner ese peso sobre los hombros de Seungmin.

—Pero... yo...

—Amigo, esta mierda va a ser larga y jodida. Pero no puedes responsabilizar al chico de tus miserias, Chan. No voy a permitírtelo. Y, por supuesto, no vas a acercarte a él hasta que él quiera.

—Necesito hablar con él, hyung, necesito pedirle perdón por todo, por toda la mierda que he hecho.

—Trataré de que Jin hable con él. Pero no voy a prometerte nada. Vete al salón, haré una infusión para los tres.

Chan obedeció y se encontró con Seokjin sentado en el sofá con Soonie en su regazo. Se dejó caer lejos de él, un poco avergonzado por todo lo que había ocurrido.

—Siento todo lo que pasó. No era mi intención intimidarte... —murmuró.

—No vuelvas a hacerlo.

—No lo haré, de verdad, lo siento.

—No. Quiero decir que no vuelvas a hacerlo. Si sientes algo por él déjale en paz. No le desestabilices más. Seungmin no lo está haciendo bien, no es feliz. No pongas todo patas arriba como hiciste en la boda —Abrió los ojos por la sorpresa—. Nos lo contó todo. Absolutamente todo. Incluso lo de I.N y también lo de Taeri. No vuelvas a hacerlo nunca más, Chan, porque convenceré a Namjoon de que te mate y le ayudaré a tirar tu cadáver al río.

Chan apretó la boca. Los ojos furiosos y decididos del hombre le hicieron callar. No le quedaba ni un maldito argumento para justificarse. Había hecho daño a Seungmin y ahora lo único en lo que podía pensar era en que debería ser él quién estuviera en ese sofá a su lado, con Soonie en su regazo.

Si Seungmin estuviese en ese salón, en el sofá, estaría enredado en sus brazos. Su cuerpo suave y cálido sería todo lo que necesitaría cuando hiciera frío. Se dio cuenta, aunque quizás ya era tarde, que la única cosa del mundo que había necesitado los últimos diez años era la fuerza del cachorrito.

Que el único lugar donde quería pasar el resto de su vida era entre los brazos de un hombre. Que el único ser humano que alguna vez había valido la pena para él tenía los labios gruesos, el pelo negro y sedoso y era como un poste de alta tensión listo para electrocutarlo.

—Seokjin... —susurró —... no puedo prometerte eso, no puedo estar lejos de él... —confesó y la presión en su esternón, repentinamente, se hizo más suave.   

***

2/3

Y aquí empieza oficialmente la declive de Chan, navegantes.

Prepárense para lo que viene.

Por cierto, merecidisimos todos los puñetazos que se dieron hoy.

¡Nos vemos en el infierno!

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