15. Catarsis

🎶Banda sonora: Lose you to love me - Selena Gomez🎶

Soobin abrió la puerta con la mandíbula apretada. Seokjin estaba allí con una sonrisa que desapareció en cuanto lo miró.

—Dímelo ya, no sé qué tanto estás pensando —dijo, caminando hacia la sala de estar. Le siguió de cerca y se sentó a su lado en el sofá.

—Seungmin no quiere venir.

—Bueno, ¿qué le dio ahora? —preguntó su amigo.

—No lo sé. No sé qué le está pasando, hyung. Está constantemente de mal humor, reacciona mal a todo, montó un espectáculo rarísimo en la boda.

—¿Qué pasó?

—Discutió con Chan hyung, el abogado de Changbin —Seokjin le agarró del antebrazo y se incorporó mirándolo fijamente—. ¿Qué? ¿Tuviste una revelación o qué?

—¿Bang? ¿Bang Chan? —Soobin asintió desconcertado—. ¿Por qué mierdas discutió con él?

—No lo sé... Dios, no tengo ni puta idea de qué está pasándole. Lleva mucho tiempo así y cada vez se pone peor. Estoy preocupado, hyung...

Suspiró pesadamente. No recordaba el día exacto en el que Seungmin había aparecido en su puerta con Dori en un transportín y la cara que tiene la gente que lo ha perdido todo. Le preguntó dos veces, pero no contestó ninguna.

Seungmin estuvo quince días casi sin salir del dormitorio. Él solo le acompañó. Entraba a veces y se sentaba en la cama mientras el chico miraba a algún punto distante. Dori entraba a la habitación y se tumbaba sobre el pecho de Kim y podía pasarse allí horas. Era como si la gata supiera lo que estaba pasando.

Pero, por supuesto, él no lo sabía.

Y un día, un día cualquiera, Felix estaba en su puerta con una determinación en sus ojos negros que le dijo a Soobin más cosas de las que Seungmin había pronunciado. Por supuesto que algo iba mal, algo iba horriblemente mal para su amigo y no se lo había contado.

Felix y Changbin sí sabían. Y también Minho. No se había atrevido a plantarse allí, pero era bastante consciente de que Seungmin salía para verlo.

—¿No le viste esta mañana? —cuestionó Seokjin.

—No, se había marchado del hotel antes de que sirvieran el desayuno. Estoy preocupado, temo que le esté pasando algo grave y no nos lo cuente...

Oyó un carraspeo impertinente desde la puerta de la sala de estar y miró a su primo de pie, con el hombro apoyado en el marco y esa media sonrisa que había empezado a odiar.

Soobin no solía odiar a la gente, mucho menos a su familia, pero Taehyun siempre había sido complicado. 

—¿Qué pasa? —le preguntó tratando de sonar lo más indiferente posible.

—Sé algo que igual os interesa... Es sobre Seungmin... —Las muelas de Soobin volvieron a chirriar.

¡Eso era el colmo! Que ese chico que acababa de llegar a la vida de su amigo supiera cosas sobre él le molestó. Y le molestó aún más que Seungmin no hubiese sido sincero con él. Joder, Soobin empezaba a estar harto de quedarse siempre en el último maldito lugar de la vida de todo el mundo.

—Por favor, deja de hacerte el remolón, estoy teniendo un muy mal día, hyung.

—¿No te dejó dormir Kumiho? —preguntó con una estúpida sonrisa petulante.

Soobin pensó que podría golpearlo. Jamás había golpeado a nadie, pero seguro que ese hombre se lo merecía. Sus brazos se tensaron y sintió la mano de Seokjin sobre su rodilla, calmándole.

—Taehyun, ¿podrías decirnos qué está pasando? Estamos preocupados por Seungmin... —murmuró. Su primo lo miró por unos segundos con la cabeza ladeada, como si estuviera evaluando la posibilidad de contarles o no lo que sabía. 

—Es posible —empezó a hablar con un tono dramático, como si estuviera a punto de dar la mayor exclusiva de su vida—, que el pequeño Seungmin haya hecho cosas malas con alguien anoche.

—¿Qué estás insinuando? —preguntó Soobin levantándose del sofá tenso.

—Vi salir a Bang de su habitación —contó con una gran sonrisa.

Se le heló la sangre. Para empezar, ese hombre era como cien años mayor que Seungmin; por no hablar de que era un poco raro la mayoría del tiempo. Ah, cierto, quizá el hecho de que fuera hetero era lo primero en lo que tendría que haber pensado.

—Taehyun, no bromees con este tipo de cosas —le advirtió y sintió a Seokjin ponerse de pie a su lado.

—No estoy bromeando. Estaban encerrados en el dormitorio cuando llegué...

—Tal vez estaba pidiéndole disculpas por haberle hablado  mal —interrumpió Soobin, tratando de convencerse a sí mismo—. Tú lo escuchaste, Chan hyung dijo que hablaría con Seungmin, tal vez estaban hablando...

—Oh, estaban hablando —aseguró su primo. Soobin respiró un poco más tranquilo—. Pero no de lo que estás pensando... Parecía más bien una... hmmm... cómo lo díría —Cruzó un brazo sobre el pecho y se tocó la barbilla pensativo con su otra mano—. Ah, sí, como una pelea de enamorados.

Soobin explotó. Caminó hacia su primo dándole un empujón. Los ojos del chico se abrieron por la sorpresa y notó el tirón de Jin de su brazo.

—No vuelvas a decir esas mierdas, puedes arruinarle la vida a un hombre, Taehyun —exclamó airado.

—¿Arruinarle la vida? ¿De qué coño hablas, Soobin? Te estoy diciendo lo que vi y lo que oí. Estaban discutiendo cómo discuten las parejas. Bang salió con la ropa hecha un puto desastre de la habitación, Jesucristo, tenía hasta la camisa mal abrochada.

—¡Cállate de una vez! ¿No entiendes que si dices algo así en público correrán rumores? ¿No entiendes la gravedad de todo esto en un entorno como el nuestro?

—Pues no, Soobin, no lo entiendo. No he vivido en este mundo de mierda en el que tú vives. No he tenido que ocultar quién o qué soy. Y no entiendo cuál es el puto drama cuando todos tus amigos son gays.

—Precisamente por eso te estoy diciendo que te calles. Tú no lo entiendes, no tienes ni la más mínima idea de lo que significa enfrentarte al puto rechazo de la sociedad porque quieres a alguien que no encaja en la normalidad que han impuesto otros.

—Bueno, parece que a ti te ha ido bien y has estado lo suficientemente protegido como para no tener ningún problema —comentó encogiéndose de hombros.

—Puto inconsciente. Igual en Escocia te puedes acostar con quién te dé la gana. Igual toda tu vida has podido ser todo lo libre que quisieras. Pero no es mi caso, ni el de Jin, el de Seungmin o el de cualquiera de mis amigos. Así que no vuelvas a hablar de esto en público, porque las consecuencias pueden ser jodidamente catastróficas. Para todos. —Trató de acercarse a él pero Jin le contuvo.

—¿Me estás amenazando, Soobin? —Levantó una ceja con un desafío implícito.

—No —contestó secamente—. Te estoy advirtiendo. Como vuelva a escuchar un solo comentario te vas de aquí. Y ten por seguro que convenceré a Seungmin para que no te dirija la palabra en su vida.

Soobin salió de la habitación golpeándole con su hombro con fuerza. Escuchó el jadeo ahogado de Seokjin y sus pasos a la espalda. Cogió del mueble de la entrada las llaves del coche y se calzó las primeras zapatillas que encontró.

—¿Qué estás haciendo, Soobin? —La voz de Jin sonaba tensa a su lado, casi tanto como él se sentía en ese momento.

—Voy a hablar con Seungmin —contestó saliendo de la casa directo al coche. Su amigo se subió al vehículo unos segundos después de él.

Fue vagamente consciente de que conducía mucho más rápido de lo que lo había hecho nunca. Todavía sentía su estómago atenazado por la rabia ciega con la que casi golpea a Taehyun.

Sabía que no podría hacer nada contra él, que le partiría la cara de veinte maneras distintas si se enzarzaban en una pelea. Pero no podía controlar esa náusea desagradable que subía por su esófago cada vez que escuchaba hablar a su primo. La animadversión se estaba empezando a convertir en un problema al que no sabía cómo hacer frente. Casi tan jodido como tener a su mejor amigo en algún lugar extraño al que no le dejaba entrar.

Soobin se sentía culpable en algún punto y, por unos momentos, creyó que el chico no había venido a casa porque le había gritado la noche anterior en la boda. Sin embargo, el lado oculto y feo que tenía dentro de su corazón, le decía que Seungmin en realidad se merecía ese grito. Igual que Taehyun se había merecido una buena tunda unos instantes atrás.

Apretó las manos en el volante tratando de concentrarse en la conducción, en bajar la velocidad a la que latía su corazón y en relajar esa rabia anormal que ahora bullía en sus venas. Odiaba sentirse así, llevaba odiándolo demasiado tiempo.

Detestaba con toda su alma haber tomado la decisión de quedarse junto a Jisung a pesar de que sabía que él le abandonaría. Era horroroso para su amor propio darse cuenta de que, a pesar de su esperanza,nunca había sido suficiente para nadie. Ni siquiera para alguien destrozado como había sido Han.

No era idiota, aquel chico le había dado lo que tenía para ofrecer: una carcasa vacía sin un corazón para conquistar.

Soobin no fue suficiente para el vacío Han. Y ahora, desde luego, no lo era para Seungmin. Porque cualquier otra persona era más digna de su confianza que él. Estaba otra vez, en segundo lugar. No, de hecho, estaba en el último lugar de una carrera que no sabía que había empezado a correr.

Y, mierda, era tan doloroso sentirse así que estaba haciendo acopio de toda su paciencia para no estrellar el coche contra la casa de Seungmin en cuanto llegasen. Tenía la sensación de que ni siquiera eso haría que su amigo le tuviese en cuenta.

—Soobin, cariño, ¿puedes aflojar un poco? Vamos a acabar haciéndonos daño —dijo Seokjin a su lado, con la voz firme y suave.

No contestó, pero sí levantó el pie del acelerador. Se mantuvieron en silencio el resto del camino, pero dentro de su cabeza, el ruido era ensordecedor. ¿Por qué nunca era suficiente? ¿Por qué nadie le escogía a él? 

Aparcó en la puerta de Seungmin y se bajó del coche. Llamó al timbre como un loco, con sus piernas temblando por la rabia y los puños apretados. Seungmin abrió un minuto después, aunque le pareció una eternidad.

Les esperó en la puerta, con un pantalón corto de chándal y Dori en el hueco de su brazo. Sus cejas estaban igual de fruncidas que las suyas y le dieron ganas de golpearlo a él también. Por no contarle la verdad, por ocultarle que se había acostado con Chan, por dejar que cualquier otra persona conociera sus secretos.

—¿Qué coño hacéis aquí? —preguntó mientras entraban.

—Hola a ti también —contestó molesto Seokjin dejando sus zapatos en la puerta junto a los suyos. Seungmin soltó a Dori y la vio correr fuera del salón.

—Os dije que estaba cansado.

—Y una mierda —interrumpió. Lo miró furibundo y desconcertado a partes iguales.

—¿Vas a volver a darme un rapapolvo? No eres mi padre, Soobin, que no se te olvide.

—Por supuesto que no soy tu padre, maldito imbécil, aparentemente ni siquiera soy tu amigo —gritó frustrado.

—¿A qué mierdas viene todo esto?

—A que todo el puto mundo sabe todo sobre ti menos yo. Menos nosotros. Todas las personas que nos rodean, las personas que yo te presenté, saben más sobre ti que yo. Changbin sabe sobre ti, Taehyun sabe sobre ti, Felix sabe sobre ti y probablemente Jisung también. Hasta el maldito Minho sabe tus secretos.

—¿Ese es el problema, Soobin? ¿Minho y Jisung son el problema? —preguntó levantando una ceja.

El dolor sordo subió por su pecho y sintió ganas de empujarlo como había hecho con Taehyu. Sintió la necesidad de golpear toda esa mierda altiva fuera de él. Y Soobin, en ese momento, no se reconoció a sí mismo.

—No, el puto problema es Bang Chan y el tiempo que lleves acostándote con él. ¡Por Dios, estaba prometido! ¿Esa es la clase de persona que eres?

Seungmin palideció, mirándolo como si no le hubiese visto en su vida. Y, en cierto modo, no había visto a esa persona que estaba ahora en su salón en su vida.

—Soobin, acabas de pasarte de la raya —dijo Jin, dándole un tirón en el brazo. El otro se zafó de su mano y se movió por la habitación como un animal enjaulado.

—¿Qué demonios estás diciendo, gilipollas? —escupió.

—¿Se te olvidó cómo hablar coreano? —ironizó—. Te he dicho que mi puto problema es que te acuestes con un hombre que sabías que estaba prometido. Y que ocultes toda la mierda que ocultas debajo de la alfombra.

—¡SOOBIN! ¡Ya es suficiente! —exclamó Jin.

—No, no es suficiente. Nosotros no somos suficiente. Es eso, ¿verdad? Ya no encajamos en tu vida, hace mucho tiempo que no encajamos. Por eso cualquiera es más apto para conocer los secretos de Kim Seungmin-nim que nosotros. 

—No sé qué coño estás diciendo, Soobin, pero estás equivocado. Y me estás cabreando.

—Bienvenido al club. Estoy tan cabreado que tengo ganas de golpearte. Y nunca, en mi puta vida, he tenido ganas de hacerlo. Ni en tus peores momentos. Has enredado a Bang y el imbécil de mi primo lo sabe. ¿Sabes lo que puedes hacerle a ese hombre? ¿Sabes lo infernal que va a ser su vida si esto sale a la luz?

—¡Por Dios, Soobin! ¡Ya basta! —gritó Jin dándole un empujón a su amigo. Seungmin vio como Soobin miraba al mayor y apretaba la boca en una línea dura.

Su mandíbula se trabó mientras Seokjin le encaraba para defenderle de sus palabras, que estaban atravesando a Seungmin como un puto cuchillo recién afilado. Quiso llorar cuando empezaron a discutir entre ellos.

Soobin lo insultó de formas crueles. Y él no insultaba. Choi Soobin era un puto ángel, era el ser humano más suave y bueno que cualquiera podía conocer. Era gentil y se preocupaba por sus amigos. Ese hombre que ahora llamaba a Seungmin todas esas cosas desagradables no era su amigo. Y se dio cuenta de que tenía gran parte de la culpa.

Aunque Jin trataba de contenerlo, de reprenderlo por insinuar que Seungmin le estaba destrozando la vida al hijo de puta de Bang, no sirvió de nada.

Se preguntó en qué momento había llegado hasta ese punto. ¿En qué punto del camino dejó atrás a Soobin y a Jin? ¿Cómo de lejos estarían ahora? ¿Alguna vez sería capaz de volverlos a alcanzar?

—Llevo acostándome con Bang desde que tenía 18 años. —Su voz sonó entrecortada, apagada por una enorme bola de humillante culpa que le apretaba la garganta.

Los dos se quedaron callados, mirándole como si le hubiese salido otra cabeza. Vio la cara de Jin cambiar de forma repentina y se llevó la mano a la boca. Se dio la vuelta porque no podía mirarlos.

—¿Qué coño has dicho? —preguntó Soobin en un murmullo.

—Que llevo acostándome con Bang desde que tenía 18 años. Hace muchos años que le chupé la polla por primera vez a ese cabrón.

Escuchó la aspiración de Soobin y el peso del cuerpo de alguien cayendo en el sofá. Una mano le tocó el hombro con suavidad y cerró los ojos. No quería mirar, no quería verlos, no quería encontrarse con el juicio en esas caras que amaba.

—Seungmin, cariño —susurró Jin a su lado y la mano estaba sobre su mejilla. Algo dentro de él se rompió y el ruido fue tan fuerte que temió que sus amigos lo escucharan tan claramente como lo había hecho él.

Su labio inferior tembló y se llevó la palma de la mano a la cara para ocultar las lágrimas que quemaban sus ojos. Los brazos de Seokjin lo rodearon y se apoyó, casi de forma inconsciente, en el hombro cubierto por una camisa color crema.

¿En qué maldito momento había tirado su vida por la ventana? ¿Cuándo dejó de ser él mismo para convertirse en lo que era ahora?

Las manos dieron suaves caricias en su espalda y lo ciñó contra él. Seungmin quería hablar, quería decirles toda la verdad, pero todavía tenía esa enorme maraña llena de cristales rotos en la tráquea: los trozos de su amistad con Soobin; los que Chan golpeó con una fusta; los que sus padres empujaron dentro de él cuando lo borraron del libro de familia tanto tiempo atrás; los que la muerte de I.N había dejado en su corazón.

Todos esos pedazos se amontonaban ahora haciéndolo sangrar. De verdad le pareció algo físico, que de su boca saldría el líquido rojo en cualquier momento, que la hemorragia interna era tan brutal que no podría pararla.

Hipó contra la camisa de Seokjin, con las lágrimas humedeciendo la tela. No quería seguir haciendo esto, no quería seguir sintiéndose así.

El primer contacto que tuvo con la muerte siendo un adulto fue el día que I.N tocó a la puerta de su casa desangrándose. No llevaba ni un año viviendo en Hoengseong cuando aquel hombre cayó en el suelo de madera de su pequeña casa y dejó un charco rojo junto al mueble de la entrada.

Ese día pensó que tendría que llamar a una funeraria antes de que amaneciese. Pero el destino fue amable con él. La bala había entrado rozando el lateral del estómago, fracturado una costilla, atravesado el bazo y salido por su espalda.

Aquella noche lluviosa Seungmin se dio cuenta de que era mejor veterinario de lo que había pensado, aunque I.N no fuera un ternero.

Rodeó con sus brazos a Seokjin recordando la forma en la que el cuerpo de I.N se veía sobre la camilla. En cómo su sangre había cubierto la tela blanca de su jersey de cuello vuelto. Seungmin le había salvado y él se lo había agradecido colgándose de una sábana en su celda, abandonándolo a una vorágine de la que no sabía salir. Tirándolo una vez más a los brazos de Chan.

—Conocí a Bang en una discoteca cuando acababa de entrar a la universidad —sollozó—. I.N me lo presentó. Eran amigos...

—¿Quién es I.N? —Escuchó la voz dura y casi irreconocible de Soobin a su espalda y lloró con más fuerza contra el hombro de Jin.

¿Quién era I.N? ¿Quién era esa persona para él? I.N fue quien puso ante él una raya de cocaína por primera vez. También el primero que metió en su boca una pastilla que le hizo volar. Fue quien le servía el champán caro, el que montaba las mejores fiestas. Y también el que le dio la llave de un ático en el que había dejado que Bang hiciera con él lo que quisiera.

Pero Yang Jeongin también fue el único que sabía la naturaleza de sus relaciones con Chan. Fue el que le aconsejó alejarse de él por primera vez. Fue la primera persona que le dijo a Seungmin que tenía un problema. Fue quien le apartó de todo lo que le había dado.

Era curioso. I.N había empujado a un montón de gente al infierno donde gobernaba de forma inclemente. Y sin embargo también era quien más fuerte había peleado por sacarles de allí.

—I.N es Yang Jeongin. El hermano de Park Dongyoon.

—¡Seungmin! —exclamó Soobin desde atrás—. ¿Qué mierdas estás diciendo? ¿En qué coño estás metido?

—No estoy metido en nada de eso, no soy un delincuente —se defendió levantando la cara para encontrarse con la mirada dura de Seokjin—. Te lo prometo, hyung, no soy un maldito delincuente —insistió—. Conocí a I.N por casualidad y una vez le salvé la vida. Se sentía en deuda conmigo y yo... Bueno... Nos hicimos cercanos, era mi amigo, pero nunca me metió en nada de eso. Namjoon hyung lo sabe, Namjoon hyung sabe que no tengo nada que ver con esas cosas.

—¿Qué quieres decir con que Namjoon lo sabe? —Notó como los brazos que le rodeaban se apartaron un poco y se arrepintió de haber dicho lo que dijo.

No quería provocar una pelea entre Seokjin y Namjoon, pero tampoco sabía qué demonios decirles para que le creyeran. Seungmin no había estado metido nunca en ese mundo de una manera tan profunda como Felix, Minho o el propio Yang Jeongin. Él solo era un espectador, un imbécil que estuvo en el momento incorrecto en el lugar incorrecto.

Hyung, yo...

—No me lo puedo creer —gimió Soobin a su espalda y se dio la vuelta para mirarlo, iracundo.

—No te hagas el puto sorprendido, Soobin, sabías sobre ellos. Sabías sobre Jisung y Changbin, y sobre Felix y Minho hyung. No juegues la carta del inocente cuando tú también guardas secretos.

—¡Esos secretos no son míos para contarlos! Te dejé ser, Seungmin, dejé que me engañaras y me dijeras que un puto tío inexistente murió en algun lugar cuando tu dinero viene de la maldita mafia. Tú trajiste a Minho a casa de Changbin y me enviaste allí para contener esa mierda de tormenta. ¡Tú lo llevaste a casa de Jisung!

—¡Cállate de una puta vez! ¡Tú decidiste quedarte a su lado a pesar de que lo sabías! No me culpes porque preferiste fingir que todo iba bien.

Su mejor amigo ardió ante él. La rabia tomó las facciones normalmente suaves de Soobin y percibió, por primera vez, una clase de sentimiento que nunca había recibido de él. Y se lo merecía. Se merecía que le golpeara como había dicho, porque esas palabras que había gritado habían sido tal vez la peor cosa que nunca había pronunciado.

—Seungmin, te has pasado —interrumpió Seokjin y señaló a Soobin cuando iba a hablar—. Y tú, no repliques. Vamos a hablar de toda esta mierda ahora como putos seres humanos. Estoy harto de los dos.

Lo miró con su labio inferior temblando. Tiró de su mano y lo sentó en el sofá, a su lado. Soobin se dejó caer en el otro un resoplido cansado. Se sintió tan culpable de nuevo que bajó la cabeza hacia su regazo.

Seungmin no pretendía apartar a Soobin y Jin de su lado. Sobre todo a Soobin. Pero tampoco quería que la única cosa que era luminosa y radiante de su vida se viera empañada por la realidad que vivía Seungmin en secreto.

—Por favor, Seungmin, antes de que me de una aneurisma, ¿me puedes explicar en qué momento se enteró Namjoon de esto y por qué coño yo no lo sé, por favor? —habló Seokjin.

—Cuando I.N se entregó a la policía, fue Namjoon hyung el que le recogió. Y yo fui quien lo trajo a Seúl. Le pedí que no te lo contara, le dije que me dejara decírtelo...

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces?

—Mucho. Muchísimo... Dios santo, no sé qué coño estoy haciendo —sollozó encogiéndose sobre sí mismo, con las lágrimas cubriendo sus mejillas. Se tapó la cara con las manos y sintió su corazón latir con fuerza—. Chan llegó a mi vida cuando tuve la gran pelea con mis padres... Cuando dejaron de mandarme dinero...

—¿Fue por dinero? —preguntó Soobin atropelladamente—. ¿Estás diciendo que te pagó por acostarte con él, Seungmin?

—Soobin, por favor, cállate —rogó Seokjin—. Déjale que hable, ya has dicho suficiente.

—No fue por dinero, no fue nada de eso —murmuró—. Chan y yo solo follábamos sin compromiso. Pero... —Respiró hondo preparado para ser sincero por primera vez con los que habían sido, hasta ese momento, sus mejores amigos—... Yo me obsesioné con él. Me obsesioné de forma virulenta. Se convirtió en lo único en lo que podía pensar. Él estaba en Estados Unidos y venía a menudo y yo dejaba todo cuando él aparecía. Y cuando digo todo, es todo. Perdí dos trabajos ese año y, joder, necesitaba el puto dinero para vivir. Entonces llegaron los suspensos en la universidad. Empecé a perder peso yo... me drogaba siempre que él no estaba aquí.

—Jesucristo, Seungmin... —Escuchó a Jin a su lado y lloró más fuerte contra las palmas de sus manos. Los dedos del más bajo se enredaron en su pelo con suavidad.

—Estoy tan avergonzado —gimió—. Estaba tan malditamente avergonzado que llevo ocultándolo todos estos años.

—¿Por qué demonios pensaste que era buena idea ocultarlo? No te hubiéramos juzgado, te hubiéramos ayudado, Seungmin. Lo que sea que tuvieras con Bang entonces... lo habríamos entendido si nos lo hubieses dicho. —Soobin todavía sonaba tan enfadado, tan traicionado, que no se atrevía a mirarlo.

—Yo... Dejé que él hiciera cosas conmigo... Cosas humillantes y jodidas...

—Seungmin, cariño, ¿estás diciendo que Chan abusaba de ti?

—No, estoy diciendo que dejaba que lo hiciera. Yo lo dejaba hacerlas, yo consentía.

—Si te estaba manipulando, coaccionándote o cualquier otra mierda, también es abuso. Tenías 18 años, Seungmin, eras un niño. Y él era un puto anciano comparado contigo.

—No voy a tener en cuenta esa mierda que has dicho sobre la edad porque sé que eres consciente de que mi novio tiene un año más que Chan —comentó Jin y Seungmin quiso reírse de su tono—, pero estoy de acuerdo con lo demás...

—No era así —replicó—. Joder si fuera así no me sentiría tan malditamente avergonzado de dejarle hacerme esas cosas.

—Seungmin, ¿de qué cosas estás hablando?

Mierda, ¿cómo iba a decirle eso a sus amigos? ¿Cómo podría contarles que le gustaba que Chan le atara? Y le encantaba que lo hiciera. La presión de la cuerda de yute sobre su piel, sus movimientos restringidos por una cinta de cuero, sus muñecas con grilletes manteniéndolo colgado del techo; todo le encantaba.

Joder, todavía trataba de recuperarse del polvo que habían echado la noche anterior. Y ahora estaba planteándose la posibilidad de contar a sus amigos que sus malditas preferencias sexuales implicaban unas abrazaderas para pezones y mucho dolor.

—Yo... me gusta que me ate —susurró abochornado, con la respiración trabada en el pecho—. Me gusta que me ate y que me golpee. Le dejo hacer lo que quiera, le dejo hacerme daño y a veces los moratones no se curan por semanas... Yo... estoy asustado y avergonzado. Porque me obsesioné tanto con él que estuve a punto de perderlo todo. Y está volviendo a pasar.

»No se va de mi vida, no se marcha y no puedo pensar más que en ir a la puerta de su casa y arrodillarme para que me folle como lo hizo anoche. Joder, me siento tan jodidamente sucio cada vez que estoy con él, tan indigno... —Quiso obligar a su boca a callarse, pero era como si alguien hubiese roto una tubería y el agua estuviese saliendo a borbotones de su corazón herido—. No quería mentir, no quería ocultarlo, pero me sentía una basura cada vez que terminaba de follar con él. Sigo sintiéndome así. Es una maldita deshonra, como todo lo que hago, como todo lo que me rodea.

»Soy deshonroso para mis padres, lo soy para mí mismo, lo soy para Chan... Él... Nunca me ha visto como algo más que un imbécil al que follar. Nunca. Anoche lo hicimos, yo estaba enfadado y asustado porque él quería hablar conmigo. Y yo no sé hablar con él, no sé hacer nada que no sea obedecerle cuando estamos solos. No sé cómo ser yo mismo... Intento pelear contra él, intento oponerme, pero basta con una palabra para que todo se evapore.

»Lo odio, odio todo esto. Odio que me gusten este tipo de cosas. Y estoy tan avergonzado que nunca jamás se lo he pedido a otra persona. Nunca le he pedido a nadie que me haga las cosas que le dejo hacerme a él. Y eso me obsesiona. Chan me obsesiona. Y su rechazo es la puta mierda más desagradable y dolorosa que he sentido de un amante. ¡Jorder! —gritó contra las palmas de sus manos y sintió el brazo de Seokjin sobre sus hombros.

—Seungmin, cariño... No hay nada malo en ese tipo de cosas. Siempre que los dos estéis de acuerdo no hay nada malo... No te sientas avergonzado porque te guste el sexo un poco... hmm... duro

—Jin, le dejo pegarme. Me gusta que lo haga. ¿Cómo demonios no va a ser eso raro?

—A veces Namjoon y yo también jugamos muy rudo. A veces él me azota. A veces yo lo ato a la cama. Son cosas normales siempre que estén claros los límites, cariño.

Seungmin apartó los dedos de su cara y giró la cabeza tratando de entender lo que acababa de decir su adorable y racional amigo, el que llevaba cinco millones de años con su novio. El tranquilo y paciente Seokjin estaba afirmando que le gustaba que le zurrasen. Maldita sea, estaba diciendo que ataba a Namjoon.

—Yo tampoco entiendo cuál es el puto problema. Me parece mucho peor el hecho de que te acuestes con un hombre que estaba prometido a que te guste el BDSM.

—Por favor, ¿puedes ser un poco menos desagradable? No sé si te has dado cuenta de que tu amigo está teniendo una crisis —le defendió Seokjin.

—Yo no sabía que estaba prometido... —dijo en un hilo de voz—. No lo sabía... Y me enteré de la puta peor manera del mundo. Estábamos en medio de una... sesión... y ella vino. Y él la dejó entrar mientras yo estaba atado en la habitación de al lado. La escuché decirle que le quería y a él comentar que llegaría tarde a casa...

El recuerdo desagradable de la voz de Taeri llegó a su cabeza, tan vívido como aquella tarde. Había dolido, Seungmin se había roto entonces, había llorado con el calor de aquel hijo de puta alrededor.

Chan solo quería eso de él: la sumisión, el cuerpo listo para recibirle, la boca abierta, el placer carnal, los gemidos desbocados. No quería nada más que eso. Una vez, mucho tiempo atrás, Seungmin había creído que, de verdad, solo podía ofrecer eso a los demás. Que no valía nada más que su culo y su polla.

Pero sabía que no era así. En ese momento, con esas dos personas sentadas en su salón, se daba cuenta de que no era así.

La ira que estaba viendo por primera vez en Soobin era parte de eso. Las caricias suaves de Seokjin en su espalda también lo eran. Seungmin valía más que los trajes de diseñador de Chan. Valía más que un puto polvo.

—Le asquea vernos juntos en un espejo. Se siente incómodo con eso. Nunca jamás me dio pie para nada más que el sexo. Y yo quería más. Sé que valgo más que eso, valgo más que la seda de sus camisas, valgo mucho más —sollozó agobiado—. Yo no quiero dejar que me haga esto otra vez, no quiero que se acerque a mí otra vez. No puedo volver a caer así...

—Vales mucho más que cualquier cosa. Vales más que toda tu maldita fortuna, cariño. No dudes nunca de eso. Lo que sea que hicieras con él, lo que sea que te guste hacer en la cama, es legítimo —comentó Jin, acariciándole el pelo suavemente—. Pero no lo es que te mintiera, que no te hablase sobre Taeri.

—¿Tú... la conoces? —preguntó suavemente. Jin asintió con los labios apretados—. Me sentí un idiota aquel día y volví a Hoengseong llorando. Y I.N estaba allí. I.N siempre tenía las manos heladas y era muy mal hablado. Siempre decía palabrotas y siempre discutíamos. Una vez le abofeteé y el chico sombrío casi se desmaya cuando vio que no se defendía.

—¿Quién es...? —empezó a hablar Seokjin.

—El chico sombrío es Minho —interrumpió secamente Soobin sin mirarles.

Seungmin fijó sus ojos en el perfil de la mandíbula apretada de su mejor amigo. ¿En qué punto del camino estás, tesoro? ¿Me estoy acercando o estoy alejándome?

—I.N me abrazó esa noche y me dijo que iba a matar a Chan en cuanto terminase todo lo del juicio contra Park Dongyoon. Y yo me prometí que no dejaría que me tocara otra vez. Se lo prometí a Yang Jeongin, le dije que no me acercaría y estoy deshonrando su memoria también.

—Seungmin, cariño, no sigas castigándote por eso. Lo hecho, hecho está —Seungmin miró a Jin y el chico le dio una sonrisa suave—, pero creo que tal vez necesites ayuda... Ayuda profesional. Tengo la sensación de que tienes demasiados asuntos sin resolver contigo mismo.

Los ojos de Jin no tenían nada de lo que esperaba encontrar allí. No había repulsa, ni rechazo, ni siquiera estaba juzgándole por mentirles, o pidiendo ninguna explicación. De repente, Seungmin se dio cuenta de lo equivocado que había estado todos esos años.

¿Cómo de fácil sería tu vida ahora si hubieras confiado en ellos, Kim? Serías feliz, podrías haber llorado en sus hombros, ellos te habrían consolado, te habrían protegido.

Seungmin lo abrazó con fuerza apoyando la cabeza en su hombro. Sus ojos se movieron por el resto de la habitación buscando a Soobin, que seguía en el mismo lugar. No se lo iba a poner fácil y lo entendía.

—Soobin, yo... no quería decir lo que dije.

—Por supuesto que querías, Seungmin, pero no pasa nada. Tienes razón, no es tu culpa que yo decida quedarme aunque sea la última maldita opción de todo el mundo. —Se levantó del sofá y fue hacia la entrada, decidido.

—Ey, espera, tesoro —dijo, apartándose un poco de los brazos de Jin—. No quiero estar así, no quiero que estés enfadado conmigo...

—Me voy a marchar un rato —murmuró el chico y Seungmin se tensó—. Volveré, hoy dormimos aquí. No quiero verle la cara a mi primo.

Se quedó en silencio viendo como salía por la puerta. Jin le apretó el brazo con una sonrisa cálida y tierna: —Taehyun fue un gilipollas y Soobin ha tenido suficiente.

—Pero... ¿por qué ha dicho eso? ¿Por qué dice que siempre es la última opción? Él no es mi última opción, sois mis mejores amigos, hyung... Yo... —El llanto subió de nuevo por su garganta—. Yo no quiero que se vaya de mi lado. No quiero perderle también a él. No quiero perder a más gente. —Se mordió el interior de la mejilla mirando a Jin.

—Dale un poco de tiempo, cariño. Ha dicho que volverá a dormir, puedes hablar con él entonces.

Asintió sin estar del todo convencido. Tragó saliva sintiendo su garganta seca y rasposa. Los cristales rotos de su interior seguían sangrando mientras pensaba que, tal vez, había dejado a Soobin tan atrás que nunca volvería a encontrarle. 

***

1/3

Voy a subir tres porque voy muy bien con la corrección. 

¿Qué opinamos de la catarsis, navegantes?

¡Nos vemos en el infierno!

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