13. Mariposas
🎶Banda sonora: Butterflies - Max, Ali Gate🎶
Felix agarró con fuerza la mano de su hermano mordiéndose los labios.
—Tranquilízate, Yongbok. Solo unos minutos más y entraremos.
—¿Qué pasa si no está? ¿Qué pasa si se ha ido? ¿Qué pasa si se da cuenta de que ya no me quiere? ¿Qué pasa si se arrepiente de todo esto? ¿Qué voy a hacer, hyung? ¿Qué hago si no está en el altar cuando entre?
—Lee Yongbok, por favor —rogó su hermano, tomándolo de las mejillas y dándole un beso en la frente.
Minho hyung lo abrazó con fuerza y su cabeza se colocó sobre su hombro automáticamente. Felix lo apretó contra él. Quería echarse a llorar. Estaba tan asustado que le temblaban las piernas. Su corazón latía desenfrenado desde hacía diez minutos y le dolía el pecho de forma aguda.
—Creo que me está dando un infarto, Minho hyung —murmuró y escuchó la risa de su hermano sobre la coronilla.
—Changbin está ahí, está esperando y está guapísimo. Te aseguro que hoy es el hombre más sexy de todo el mundo y vas a llorar en cuanto se abran esas puertas. Y todos van a ver lo guapo que estás tú y pensarán que Seo es un tipo afortunado por llevarse al hermano bonito de los Lee —Felix no pudo contener la carcajada ante sus estupideces—. Él no va a abandonarte nunca, es la única persona del mundo en la que confío para cuidar de ti.
—¿Y si se ha dado cuenta de que en realidad no me ha perdonado?
—Yongbok, por favor, ¿cómo puedes estar diciendo eso? Llevas más de un año viviendo con él.
—No lo sé... Tengo miedo, hyung. Tengo miedo de que no esté al otro lado de estas puertas. Tengo miedo de que se vaya. Binnie es más de lo que he soñado nunca. Es más de lo que me merezco, joder. ¿Qué va a ser de mí si me abandona?
—No va a abandonarte. Sabes que te ama, Felix. Sabes que eres todo para él de una manera que roza lo enfermizo.
—No digas eso, es solo que su forma de querer es...
—¿Intensa?
—Sí, intensa —bromeó.
A Felix le gustaba esa intensidad. Le gustaban esos ojos oscuros que seguían sus movimientos cuando estaban en la misma habitación. Le gustaba que abandonase cualquier cosa que estuviera haciendo cuando se sentaba en su regazo.
Felix adoraba que el chico le dijese que lo quería, que fuera cursi y romántico todo el tiempo. También le encantaba esa fragilidad que venía con su personalidad, ese cuidado y esa sensibilidad que mostraba cuando estaban solos.
Había visto llorar a Changbin algunas veces, pero lo que más le gustaba del mundo era verlo reír. Cuando Changbin se reía el maldito universo se detenía para él. Los pequeños y casi imperceptibles hoyuelos se mostraban en sus mejillas y siempre pensaba que daría sus cuatro extremidades por escuchar el sonido de su risa resonando en donde sea que estuviesen.
Y estaba a punto de atravesar esas puertas dobles, caminar por un pasillo rodeado de un montón de gente a la que ni siquiera conocía y casarse con él. Santo cielo, tenía unas ganas locas de correr hasta el altar y saltar a sus brazos.
Binnie lo cogería y Felix lo besaría.
—El intenso Changbin se va a casar con el intenso Yongbok. Hasta tu perro es intenso.
—¡No te metas con Bbama! —Le dio un golpecito en el brazo con la mano libre mientras apretaba la otra—. Minho hyung...
—¿Qué pasa?
—¿Crees que Ari nuna estaría orgullosa de nosotros? ¿Crees que aceptaría a Changbin? ¿Estaría bien con que me casase con un hombre? —preguntó inseguro, con el estómago apretándose.
—Felix, Ari y yo sabíamos que te gustaban los chicos desde que tenías 8 años... Nunca nos importó, a ninguno de los dos. Ella también sabía de mí. Lo sabía todo y nos quería. Y estaría orgullosa del hombre en el que te has convertido. Y también del hombre al que has elegido.
Lo abrazó de nuevo, restregando su cara contra la chaqueta que olía al perfume de Jisung.
En ocasiones, le gustaba pensar en el recuerdo lejano de Ari nuna. Había una foto de los tres siendo niños en el salón de la casa que compartía con su futuro marido.
—Estoy orgulloso de ti, Yongbok... —murmuró Minho—. Yo... Yo también pensé en Ari nuna... y en mamá. Sé que no la recuerdas tanto, pero pensé en ellas y deseé que pudieran verte como te veo yo —dijo con la voz entrecortada. Felix sintió las lágrimas agolparse en sus ojos y enturbiar su visión—. Estoy seguro de que si están en alguna parte, estarán viéndote ahora. Y estarán llorando como yo estoy a punto de hacer... Mierda, estás tan guapo, y has crecido tanto...
—Hyung —sollozó contra el pecho ancho de su hermano, con sus manos aferrándose a él.
—¿Me prometes que no me dejarás de lado aunque ahora vayas a ser un hombre casado?
—Nunca te voy a dejar, Minho hyung. Pero no vamos a huir. Nunca jamás nos vamos a separar de ellos, ¿entendido? Da igual lo que pase, me da exactamente igual que el mundo se venga abajo. No voy a separarme de Changbin.
Minho rio y le dio un beso en la frente. Limpió con los pulgares sus lágrimas y señaló con la barbilla a la chica tras ellos. Era parte del equipo de la boda y les dio unas indicaciones. Aparentemente, en un minuto, esas puertas se abrirían ante ellos y Felix caminaría hacia el único futuro que quería.
—Minho hyung —susurró—. ¿Podemos ir al cementerio uno de estos días?
—¿Quieres llevarle flores a Ari nuna?
—Sí... Y a I.N también —Miró a su hermano y lo vio tragar saliva con la boca en una mueca—. Nunca he estado allí, quiero agradecerle por darme esto. Quiero agradecerle por todo lo que hizo por nosotros. Incluso las cosas malas.
—¿Por qué agradecerías las cosas malas?
—Porque sin todas las cosas malas, nunca hubiera conocido a Changbin y Jisung.
Pensó, por un segundo más, en I.N. Había sido cruel y despiadado. Mató, extorsionó, secuestró, golpeó y robó. Y al final, cuando menos lo esperaban todos, los salvó.
Los salvó sacando a su hermano de Japón porque le dio a Felix la fuerza que lo condujo a aquel aparcamiento. Los salvó llevándolos a Chan hyung. Los salvó cuando secuestró a Jisung, porque, por primera vez, fueron valientes como para salir de aquel agujero en el que vivían. Los salvó confesando toda la verdad a la policía y entregándose. Los salvó matando a Dongyoon en la cárcel. I.N, el malvado, el temido, el hijo de puta más egoísta y desagradable que había conocido nunca, los salvó a costa de sí mismo.
Le debía al hombre al menos una disculpa y un agradecimiento. Y aunque llegara tarde, sentía en su corazón que tenía que hacerlo. Y, mierda, ese era el puto día más feliz de su vida. Tenía que agradecérselo llevándole unas flores y encendiendo una vela por él.
—Aquí vamos, Yongbok. —Su estómago se contrajo con violencia y cerró los ojos tratando de respirar hondo.
Sintió el tirón en su mano y volvió a abrir los párpados, mirando ante él. El escalofrío le recorrió de los pies a la cabeza y sus pies se anclaron al suelo como si sus zapatos estuvieran hechos de cemento.
El pasillo tenía una alfombra larga de color azul claro que llegaba hasta el fondo de la sala. El altar estaba decorado de flores azules, blancas y rosadas, igual que las sillas ante las que la gente esperaba de pie.
Del techo colgaban luces suaves y enredaderas llenas de flores. Y el maldito lugar se le antojó como un cuento de hadas. Como si al dar el primer paso fuese a pasar a otra dimensión.
Las mariposas atacaron con violencia en su tripa cuando Changbin se giró para mirarlo. ¿Tenías que ponerte tan guapo que fuese imposible dejar de mirarte, Binnie? La sala desapareció y solo podía observar como el chico sonreía al verlo y como, desde esta distancia, uno de sus hoyuelos se mostraba en su cara.
Trató de andar, trató de respirar, pero no podía hacer nada más que mirar como ese hombre abultaba su labio inferior en un puchero adorable. Casi echa a correr por el pasillo para lanzarse contra él y esconder la cara en el hueco de su cuello.
—Vamos, te están esperando —murmuró Minho en su oído y Felix fue capaz de apartar los ojos de Changbin un segundo para mirar su sonrisa.
Y todas las cosas que habían estado paralizadas se activaron a la vez.
Casi tropieza con sus propios pies y agradeció el brazo fuerte de su hermano agarrándolo. Caminó hacia el altar despacio, con sus ojos fijos en las pequeñas rendijas en la cara de Changbin. Sabía que había un montón de gente y que algunos fotógrafos se movían alrededor, pero todo en lo que podía pensar era en Seo.
Quería besarlo tan desesperadamente que su cabeza no podía pensar en nada más. Sus pasos se aceleraron y su hermano lo mantuvo en la línea, como siempre había hecho. Se dio cuenta de que debía agradecerle a él también. No solo a Ari nuna y I.N hyung. Porque Minho hyung había sido todo para él.
Minho fue una madre y un padre, fue un hermano, un amigo y un compañero. Le protegió, le amó, le consoló y renunció a todo por él. Era a él a quien más debía agradecer. Se paró en medio del pasillo y se acercó a su oreja. Escuchó el murmullo extrañado alrededor.
—Por si después no me acuerdo, gracias, Minho hyung. Gracias por darme la vida que tengo a costa de la tuya. Gracias por la educación, la ropa y las comidas. Gracias por el amor. Gracias por no abandonarme nunca. Estoy orgulloso de ser tu hermano. Estoy orgulloso de ti. Gracias por hacer que nuestro karma haya cambiado.
Minho lo abrazó con fuerza y escuchó los suspiros de los invitados. No le importó. Era más importante él, era más importante hacerle saber que estaría agradecido y en deuda con él hasta el día de su muerte. Era más importante que supiera que, si pudiera volver a nacer, elegiría ser su hermano otra vez.
Cuando llegó al escalón de la pequeña plataforma sobre la que estaba Changbin, se dio cuenta de que Jisung estaba también allí, a un lado. Le sonrió a su amigo y el chico hizo una señal de OK con los dedos antes de guiñar un ojo.
Volvió de nuevo a Changbin y lo vio, apenas un paso les separaba. Lee Minho le agarró la mano y agarró la de su futuro marido para unirlas juntas. Le dio una palmada suave al hombre en el hombro y le acarició la mejilla a Felix antes de ir junto a Jisung.
Felix perdió la noción del tiempo y el espacio cuando los dedos le acariciaron el dorso de la mano. Observó la sonrisa que se dibujó en la cara de aquel hombre que ya era parte de él. Y no pudo contenerse.
Se enganchó a su nuca y le atrajo a su boca, la mano del oso estaba en su cintura un segundo después, pegándolo a él. Escuchó la inhalación sorprendida que hicieron algunos y los silbidos de otros. No le podía importar menos. En ese instante todo lo que quería, todo lo que necesitaba, era sentir el sabor de Changbin en su boca. Por eso le besó.
Un carraspeo incómodo le sacó de su ensoñación y se separó unos centímetros del hombre de su vida para mirarle a los ojos.
—Igual deberíamos casarnos antes de esto, ¿no crees, polluelo? —susurró.
—Nadie podría resistirse a ti, no me culpes —contestó indolente.
—Te quiero, Felix.
—Y yo a ti, Changbin. Te amo.
—Si los novios nos dejan, podemos empezar con la ceremonia... —sugirió una voz a su izquierda.
Felix miró al hombre que oficiaba la boda falsa y de pronto se dio cuenta de dónde estaba. Sus mejillas se pusieron calientes y vio cómo Changbin estaba del color de las granadas maduras. Cuando giró la cabeza al lado contrario se encontró con las caras de sus invitados, los fotógrafos y algunas personas del staff.
—Sí, claro, empecemos—dijo rápidamente, avergonzado.
Vio de reojo la sonrisa de Changbin y pensó que le importaba un carajo lo que esa gente pensase, ver a ese hombre feliz era más de lo que cualquiera podría desear.
🎶Banda sonora: Dandelions - Ruth B🎶
Changbin nunca había pensado en casarse. Cuando en secundaria se dio cuenta de que le gustaban los chicos, las bodas quedaron completamente descartadas de su cabeza.
Su padre había sido cruel con respecto a la homosexualidad. Despreciaba a Jisung cuando estaban solos en casa, hablaba de él con vergüenza y asco. Entonces, no entendía por qué lo delicado de Han era un problema para su padre.
No entendía por qué tenía que ser malo que Quokka se moviese con maneras que rozaban la feminidad y que mirase a los chicos como los miraba. No lo entendía, porque Changbin miraba a los hombres igual que Jisung. Sin embargo, su naturaleza había conseguido ocultar el gran secreto al mundo. Particularmente a Seo Haeshin.
La manifestación de la sexualidad era diferente para cada persona. Algunos, como Jisung, enviaban señales desde muy jóvenes. Cuando Changbin había conocido al chico siendo pequeños, entendió que era algo diferente al resto de niños de su escuela. No había sido algo manifiesto, ni una salida del armario al uso. Pero lo sabía. Y su padre también.
Seo Haeshin se aseguró de dejarle claro que ese tipo de comportamientos eran inaceptables y que el niño de los Han era de esa manera porque estaba, de algún modo, enfermo. Por suerte para todos, él no escuchó. Estaba convencido de que si hubiese dejado a su padre convencerle, ahora mismo no estaría donde estaba.
En realidad, lo encantadoramente arrollador que era Jisung había contribuido positivamente a que Changbin se alejara cada vez más de la influencia de su padre. Tenía que estar agradecido de que Quokka fuese como un huracán. Incluso aunque no había sido suficiente para que Changbin saliese del armario hasta la veintena.
Changbin nunca percibió a Jisung como un enfermo, nunca pensó que algo estuviera mal en él. En todo caso, envidiaba lo libre que era para expresarse. Cuando era más joven, había fantaseado con la posibilidad de besar a un chico en una fiesta. Cuando conoció a Felix, estuvo años soñando con poner sus manos sobre su cuerpo.
Y ahora su corazón bombeaba con tanta fuerza que llevaba mareado desde que se abrochó la chaqueta blanca del traje. Changbin nunca había pensado en una boda, ni en casarse, porque a él no le gustaban las mujeres y era completamente incapaz de fingir que era así.
Vivió toda su vida encerrado, atado por las ideas negativas que su padre había implantado en su cabeza. Estaba restringido por su propia inseguridad. Porque temía convertirse en un paria y no ser aceptado.
Durante veintitantos años fue solo un extraño. Pasó por la vida de forma tan discreta que el día que Han Jihyeon mandó a recoger sus cosas sin su consentimiento y las llevó al piso que compartió con Jisung, solo había algunas cajas. En aquella habitación impersonal y gris solo había cuatro marcos de foto y un robot de juguete.
En contraposición, su casa actual estaba llena de portarretratos. Colgaban cuadros en las paredes en los que Felix y él sonreían; fotos de los cuatro juntos; estaba también aquella que había sacado Soobin con su teléfono el día que le pidió a Felix que se casara con él; incluso la de los tres hermanos Lee siendo pequeños estaba en el mueble y la de su madre con él siendo solo un bebé, junto a la televisión.
Vivió durante dos décadas amarrado dentro de sí mismo hasta que Lee Yongbok le consoló una noche seis años atrás.
Nunca se había sentido tan libre como la primera vez que besó a Felix. Era tan libre ahora que no le importó que se colgara de su cuello y le besara en público. Otra vez, se sintió como su primera vez.
Sabía que mañana estaría en todas las portadas, que las redes sociales estallarían en pocos minutos, que incluso los propios invitados estarían juzgándole. Y le dio igual, porque los labios de Felix le liberaron.
El sueño de su vida, el hombre que amaba, caminó por el pasillo entre las sillas mirándolo a él. Solo a él. Y Changbin se sintió agradecido, afortunado y malditamente egoísta porque quería que esos ojos nunca se dirigieran a otro lugar.
Felix lo besó cuando llegó junto a él al altar porque "no se pudo resistir". Felix dijo sí cuando el oficiante preguntó. Felix volvió a besarle cuando Changbin dijo que sí quería pasar el resto de su vida con él. Era la primera persona en el mundo que le elegía a él.
Agradeció mentalmente a la organizadora de la boda por elegir una ceremonia occidental, porque había visto al polluelo caminar de la mano de su hermano por el pasillo. Porque sus ojos lagrimearon cuando se dio cuenta de que era como un elfo en un cuento.
—Changbinnie—La mano del joven estaba sobre su muslo bajo la mesa sacándolo de sus pensamientos. Estaban sentados con Minho y Jisung en la mesa principal—, gracias por todo esto. Sé que no estás cómodo siendo el centro de atención —susurró con sus dedos moviéndose sobre la tela en una caricia inocente.
Lo miró fijamente, con esos enormes ojos negros brillando por la neblina del champán. Le agarró de la mejilla pecosa sin pensar demasiado en nada más. Le besó con fuerza, con su boca desesperada por sentir el calor de Felix.
El polluelo sabía a alcohol y encontró que le apetecía beber una copa. Felix gimió en su boca y Changbin se encendió por todas partes. Su lengua entró en la cavidad cálida y le recibió con gusto. Su pecho retumbó de felicidad. No sabía a qué espíritu había congratulado, pero había valido la pena todo el sufrimiento solo por poder besarlo sabiendo que ahora era su marido.
—¿Queréis que vacíe la sala o preferís marcharos a la habitación? —ironizó Jisung en voz alta y Changbin se separó de aquella boca suave para mirar a los ojos a Felix.
—¿A qué viene esto? —murmuró el chico con las mejillas rosadas.
—A que te amo —contestó—. No voy a dejar que te vayas de mi lado nunca.
Felix sonrió y le guiñó un ojo mientras escuchaba a Jisung quejarse otra vez de sus muestras de afecto. Agarró la copa de Felix de la mesa y se la bebió de un trago. Cuando la dejó de nuevo sobre la mesa había tres miradas fijas en él.
—Sabes que había alcohol en esa copa, ¿verdad? —comentó Minho desconcertado. Se encogió de hombros.
—¡Mierda! Si hubiera sabido que tendrías que casarte para desmelenarte te hubiera concertado un matrimonio antes —bromeó Jisung.
Changbin no necesitaba desmelenarse, pero quería probar el champán que había estado bebiendo Felix porque le había gustado el sabor en su boca. Y el líquido había entrado suavemente, pero no era igual de bueno que en los labios rosados de su marido.
Vaya, qué extraño era aquello. Felix era ahora su marido, su esposo, y llevaba en el dedo un anillo plateado de Cartier que lo demostraba. El pequeño polluelo que desapareció con la lluvia y volvió a sus brazos en un parking oscuro era ahora, ante los ojos de los 200 invitados y la prensa, la única familia real que tenía Seo Changbin.
En algún momento, alguien avisó de que debían abrir el baile y Changbin bebió otra vez de la copa que le habían rellenado a Felix antes de levantarse de la silla y ofrecerle su mano. Él nunca bebía, nunca le había interesado. En el instante en que se puso de pie sintió el ligero mareo. Decidió que no volvería a beber en su vida.
El polluelo se enganchó a su mano con una risa tímida y les condujo a ambos al centro de la pista. Fue levemente consciente de la gente arremolinándose alrededor, de los fotógrafos lanzando flashazos contra ellos y de la voz del maestro de ceremonias de fondo.
Las manos de Felix subieron por sus brazos hasta apoyarse en sus hombros. Escuchó las notas de la canción y el cuerpo del chico se pegó al suyo. Sus palmas estaban en la cintura estrecha y deseó por un segundo que no hubiera tanta gente allí, que no hubiese tela entre ellos; quería bailar desnudo y sentir el cálido contorno del hombre contra él.
Felix tarareó la canción mientras se movían suavemente por la pista. La había elegido él, amaba esa canción y nunca le pareció que unas palabras en inglés pudiesen contar lo que él quería decir con más exactitud.
En medio de aquel montón de personas, Changbin se sentía como en un campo de dientes de león y quería soplar miles de ellos para desear que nunca terminase esa noche; que ese chico nunca le abandonase.
La cabeza de Felix descansó contra su pecho y se escuchó a sí mismo cantar: —When you're looking at me /I've never felt so alive and free. / When you're looking at me / I've never felt so happy / And I've heard of a love that comes once in a lifetime / And I'm pretty sure that you are that love of mine.
El chico apretó sus hombros y Changbin estaba completamente seguro de que, de verdad, era el amor de su vida. Que nunca había estado más vivo y libre que con él. Que nunca se había sentido más feliz.
—Changbin... —susurró con un puchero tierno.
—Gracias por elegirme, Felix. Gracias por elegirme otra vez.
—¿Te lo creerías si dijera que te voy a elegir cada puto día de mi vida? ¿Creerías que soy yo el afortunado porque tú me hayas elegido a mí? —Changbin negó con la cabeza—. ¿Empezarás a creértelo si te lo digo cada día a partir de hoy?
»Te lo diré cuando estés agobiado por el trabajo. Cuando no podamos vernos te mandaré un mensaje para recordártelo. Te lo escribiré en el espejo del baño, en notas que pegaré en la nevera, te lo pondré en post-its en la chaqueta del traje que llevas al despacho. Te lo diré hasta que seamos viejos, hasta que estemos arrugados y nuestro pelo sea blanco. Hasta que no podamos movernos por nosotros mismos. Y entonces te lo seguiré diciendo. Gracias por volver a llenarme el estómago de mariposas, Changbinnie.
Su vientre se contrajo y una lágrima se escapó de su ojo derecho. El chico la limpió con el dedo antes de darle un beso suave en la mejilla. Changbin sonrió y le apretó con más fuerza contra él.
Él nunca había pensado en las bodas, nunca había ido a una. Nunca había creído que podría casarse o había tenido interés en ello. Y sin embargo las bodas acababan de convertirse en su ceremonia favorita. Y quería casarse con ese hombre mil veces más.
—Cásate conmigo, polluelo —susurró contra su boca mientras seguían moviéndose en la pista. Felix rió.
—¿Estás borracho? Ya estamos casados —contestó con su pulgar acariciando su pómulo.
—Hagámoslo de nuevo. ¿Quieres volver a casarte conmigo? Porque yo quiero casarme contigo dos mil veces más, quiero tener este sentimiento en el pecho dos mil veces más. ¿Te casarás conmigo?
—Sí, Seo Changbin, volvería a decirte que sí dos mil veces más.
Le besó suspirando, con su pecho cantando de felicidad y la certeza, por primera vez, de que era tan libre que podía amar a ese hombre para siempre, de que podría casarse con él dos mil veces más.
***
2/3
Navegantes, este es probablemente uno de los capítulos más cursis que he escrito nunca y LO AMO.
Yo sé que muchos no quieren a Minho, a Jisung, a Changbin o a Felix y es normal. Son tipos difíciles que hacen muchas cosas mal. Gente que comete errores y toma las decisiones equivocadas todo el rato, pero solo se tienen los unos a los otros.
Seguramente todo el mundo se ha sentido alguna vez solo, ellos se han sentido solos muchas veces. Tal vez podrían haber hecho las cosas mejor, hablar más, discutir menos, tratar de no imponer sus opiniones, ser un poco más asertivos en el caso de Changbin... Pero yo los parí así y a mis hijos (literarios) los amo con locura con todos sus defectos.
Este capítulo es solo para recordarnos que hasta las tormentas más terribles se terminan, que siempre hay una mano esperando ayudarnos a seguir el camino, que el amor, venga en la forma que venga (amigos, hermanos, parejas) es capaz de sanar un montón de heridas que ni sabíamos que teníamos.
¡Nos vemos en el infierno!
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