10. Periodista
🎶Banda sonora: Human - Rag'n'Bone Man 🎶
—Jefe, pongo a este por aquí, tengo a cuatro personas afuera esperando.
—¿Dónde está el dueño? —preguntó Seungmin, desconcertado.
—Está al teléfono, entrará en un momento.
Seungmin asintió y su asistente salió de la habitación dejando un transportín sobre la camilla. Se acercó con una sonrisa y dejó salir al gato naranja, que miró a todas partes confuso.
—Hola, señorito, ¿cómo te llamas? —acarició la cabeza redonda del animalito con una sonrisa estúpida en su boca. Era jodidamente precioso y se restregó automáticamente contra sus dedos—. La idiota de mi hija debería aprender de ti.
Palpó al animal por todas partes detenidamente, comprobó sus uñas, sus dientes y sus orejas. El gato sin nombre al que había bautizado mentalmente como señorito se comportó como un auténtico caballero. Parecía estar en su mejor momento, así que comprobó también los latidos de su corazón y los pulmones, por si hubiese llegado a su consulta con algún problema respiratorio.
—Bueno, Señorito, lo único que veo es que deberías tener un rascador en casa. ¿Mamá no te ha comprado uno? ¿Qué tal si te cortamos un poco las uñas antes de que vengan a por ti? —Agarró las tijeras y el animal no se movió cuando se sentó en la camilla y lo puso sobre él. Con el gato en su regazo, empezó a cortarle las uñas de las patas delanteras con cuidado—. Te portas muy bien, eres muy educado. Mi hija debería aprender de ti, le pediré a tus padres que me dejen llevarte a casa. Y si nadie viene a por ti te vendrás a vivir conmigo, tengo una habitación llena de rascadores que la idiota de Dori no utiliza... Por qué, te preguntarás, pues porque prefiere los muebles de diseño a los rascadores. Seguro que tú aprovecharías esos rascadores. ¿Te vienes a vivir conmigo, señorito? —Seungmin terminó de cortarle las uñas y le dio un beso suave en la cabeza—. Bueno, cuando vayamos a casa te daré las mejores latas de comida húmeda del mercado, solo lo mejor de lo mejor.
—¿Qué harás de cenar para mí? —La voz lo paralizó con el animal aún en sus brazos. La puerta se cerró un segundo después con un sonido suave.
Giró la cabeza hacia la entrada de su consulta y se encontró al demonio vestido con un traje azul marino, una camisa blanca perfectamente planchada y una corbata estrecha estampada en tonos de rojo. El hijo de puta llevaba unas gafas negras metálicas que subió con un movimiento medido de su mano. Su sonrisa con hoyuelos arrasó la paciencia de Seungmin. Se levantó con el gato en brazos y lo colocó sobre la camilla.
—¿Qué coño haces aquí? —preguntó enderezándose.
—He venido para una revisión —Señaló al gato naranja que olisqueaba con curiosidad—. El señorito se llama Soonie, por cierto.
Seungmin trabó la mandíbula con rabia y rezó porque los latidos de su corazón no fueran audibles a esa distancia. Guardó las tijeras en el bolsillo de la bata corta de color amarillo que llevaba y recogió el estetoscopio de la camilla colgándoselo en el cuello.
—Soonie está perfectamente. Recomiendo comprarle un rascador, aunque le he cortado las uñas. Si tiene un rascador en casa y no lo usa, prueba con un poco de catnip. Podéis iros.
Seungmin dio un paso hacia su escritorio y se dio cuenta de tendría que pasar a su lado. Demasiado cerca, Kim. Se lo pensó un poco, pero el propio Satanás se apartó de su camino y se agachó en el suelo, donde Soonie había saltado.
Se sentó y miró a la pantalla de su ordenador abriendo la ficha del gato para rellenar la información que había conseguido en su consulta.
—¿Es la primera vez que lo llevas al veterinario?
—No, pero es la primera vez que lo traigo aquí.
—Entonces, ¿está al día con sus vacunas? —Lo miró un segundo y él asintió. Tenía al gato en el hueco de su brazo y el animal ronroneaba con tranquilidad.
—Estoy preocupado porque pasa muchas horas solo en casa —murmuró sentándose en una de las sillas delante de él sin que nadie le hubiese invitado a hacerlo.
—Los gatos pueden pasar muchas horas solos. No son como los perros.
—Lo sé, pero... ¿Se pondrá enfermo si le dejo mucho tiempo?
—¿Piensas irte por más de tres días seguidos? ¿O estás pensando en abandonarlo? Si es así haz el favor de dejarlo en el suelo y largarte. Me lo llevaré a casa.
—No he dicho eso, Seungmin —gruñó con esa voz que le hacía temblar. Por suerte para él, tenía las manos sobre las teclas del ordenador y pudo disimular su reacción—. Trabajo muchas horas y cuando lo reviso por la cámara siempre está en el sofá. No quiero que sea infeliz.
Apartó sus ojos de la pantalla y lo miró ladeando la cabeza, estudiándolo. ¿Cómo era posible que un cerdo sin corazón estuviera diciendo esas palabras? ¿Cómo coño era capaz de tener al gato ronroneando en el hueco de su codo con su pancita hacia arriba mientras le acariciaba?
Seungmin apretó sus manos en puños y quiso estrellarlos contra el demonio que en ese momento se veía como todos sus sueños húmedos agitados en una coctelera.
—Si ves que pierde energía o deja de comer normalmente, plantéate la posibilidad de buscar otro gato. Están mejor en compañía, así no se aburren ni se deprimen. Pero no es estrictamente necesario. Los gatos pueden vivir solos —Él asintió—. ¿Algo más?
Chan levantó la cabeza y sus ojos oscuros se clavaron en los suyos. Seungmin sintió su sangre arder cuando lo vio lamerse los labios. Quería besarlo; primero abofetearlo por ser un hijo de puta adúltero y tóxico, y después besarlo.
Apartó la vista rápidamente y la dirigió de nuevo a la pantalla de su ordenador, buscando en su agenda su siguiente paciente.
—Tengo que hablar contigo.
—Si no es sobre Soonie, llámame en otro momento, tengo otros pacientes esperando.
—No me coges el teléfono desde hace meses, Seungmin —reprochó en un susurro que no iba acorde con la violencia a la que le tenía acostumbrado.
Dirigió de nuevo sus pupilas al abogado y lo encontró repentinamente tímido. Su corazón se aceleró con la fuerza de un huracán cuando su cerebro trató de procesar que esas palabras habían sido más un ruego desesperado que un reproche.
Alguien llamó a la puerta y su asistente asomó la cabeza apartándole de la intensidad de ese momento para el que no estaba preparado.
—Jefe, tu amigo está aquí, ¿lo hago pasar? —comentó el chico con una sonrisa.
—Sí, sí, claro —Seungmin suspiró tranquilizándose. Gracias a los dioses, ese entrometido había venido a salvarlo.
—Seungmin, por favor —rogó antes de que la persona a quien acababan de anunciar entrase. El chico no contestó, pero lo vio tensar su mandíbula hacia delante y se le escapó una sonrisa.
Joder, estaba tan malditamente adorable con esa sobrecamisa amarilla. ¿Por qué había decidido que el amarillo sería el color del uniforme del hospital? No se estaba quejando, no lo haría nunca. El amarillo era un color que le sentaba perfectamente al cachorrito y verle en su medio era como un sueño.
Si no temiese una denuncia por acoso sexual, se lanzaría sobre él ahora mismo, se arrodillaría delante de su silla y se la chuparía hasta que se corriese en su boca. De verdad quería volver a sentir la polla de Seungmin en su boca.
La puerta se abrió y el hijo de puta del que quería hablar con él entró en la habitación. Tenía esa sonrisa pretenciosa y llevaba puesto un pasamontañas gris, una sudadera negra y un vaquero ancho. Chan pensó que se había quitado de golpe 5 años de encima.
—Bang Chan-ssi, ¡qué sorpresa más agradable! —exclamó y después se giró hacia Seungmin—. Siento molestarte en la consulta, solo vengo a preguntarte si te apetece que vayamos a cenar.
—No molestas, hyung —contestó Seungmin con voz cantarina—. Bang Chan-ssi y yo ya habíamos terminado. Soonie ha venido para una revisión rutinaria.
—¿Quién es Soonie? —preguntó rodeándolo y mirando en su regazo. Los ojos del chico brillaron y se agachó a su lado para acariciar al gato.
Bang estuvo a punto de apartarle bruscamente de sus manos, pero se contuvo con toda la paciencia que había aprendido a tener a fuerza de golpes. El animal respondió a las caricias con un ronroneo suave y echó la cabeza hacia atrás para que Kang le tocara la garganta.
—¡Hey, handsome! —murmuró en inglés con voz chirriante—. ¿Me lo puedo quedar? Es precioso. Me lo quiero llevar a casa.
—No —contestó Chan secamente. No iba a permitir que hiciera ni siquiera una maldita broma sobre ello. Kang Taehyun no se iba a llevar a nadie a ninguna parte.
—Se porta mejor que Dori, deberías enseñar modales a tu hija, Seungmin —bromeó poniéndose de pie—. Seguro que esta belleza disfrutaría del cuarto para gatos de tu casa.
—Probablemente hasta usaría los rascadores —añadió Seungmin con una risa suave y coqueta.
Chan no sabía si estaba más enfadado por la cercanía entre ellos o por el hecho de que el chico hubiese estado en casa en casa de Seungmin. Tal vez era más bien como el tono del veterinario había cambiado completamente cuando había entrado el otro a la consulta. O quizá era simplemente que ese imbécil era odioso y no quería tenerlo cerca.
—Es posible —comentó—. Entonces, ¿te espero fuera y vamos a comer?
—No, no. Bang Chan-ssi ya se va. —La mandíbula de su pequeño volvió a tensarse y lo miró esperando que se moviera.
—Déjeme ayudarle a meter a este precioso bebé en su transportín —dijo de pronto Kang cogiendo a Soonie de sus brazos sin darle lugar para impedirlo.
Metió al animal en el bolso donde Chan lo había traído y le hizo algunas carantoñas. Él se miró a sí mismo y descubrió el pelaje cubriéndolo por completo. Se puso nervioso, muy nervioso. No había contado con todo ese pelo sobre el traje cuando cogió al animal en sus brazos.
—Seungmin, ¿tienes uno de esos rodillos para atrapar el pelo? Creo que Bang Chan-ssi necesita uno —pidió el muchacho mirando a Chan con los ojos entrecerrados.
Seungmin metió la mano en el cajón de su escritorio y sacó el instrumento dejándolo sobre la superficie sin mirarlo. Lo cogió tratando de controlar su respiración agitada y lo pasó por su ropa rápidamente. El pelo desapareció, al menos en su mayor parte y pareció que su mente nublada empezaba a despejarse.
Ese chico tan joven era igual al que había entrado a su despacho. Pero también era distinto. Esa decisión brutal que había usado con Chan no estaba en la habitación en ese momento. Sus modales ya no eran los que tuvo con él y el inmenso muro que parecía construido alrededor de Kang, en realidad, solo lo separaba a él.
Su risa fácil y ruidosa, las bromas con Seungmin y las caricias a Soonie eran distintos. Este periodista no estaba haciendo preguntas mordaces, estaba coqueteando con Kim tan descaradamente que le faltaban dos segundos para darle una bofetada. Maldito niñato molesto.
Cambió el papel del rodillo y volvió a pasarlo por su pantalón azul marino que había estado perfectamente planchado y limpio cuando entró. No quería verse desaliñado, aunque Kang estuviese vestido como un adolescente vagabundo, Chan no quería ni una mota de polvo que llamase la atención.
Suspiró cuando creyó que estaba lo suficientemente limpio y levantó la cabeza de su regazo. Kim le miraba con una expresión confundida. No llevaba esa chaquetilla amarilla que le gustaba, sino una camiseta blanca. Estaba de pie, con un bolso de tela colgado del brazo y mirándolo directamente.
Dejó el rodillo sobre el escritorio e hizo una bola con el papel adhesivo lleno de pelo de Soonie que había sacado de su ropa. Miró a los lados, pero no encontró ningún cubo de basura cerca. La mano grande del periodista agarró la bola de papel y fue junto a Seungmin, al otro lado del escritorio, para deshacerse de ella.
Se miraron entre ellos, aunque nadie dijo nada y Chan sentía una gota de sudor frío recorrer su espalda.
—¿Nos vamos? —le preguntó con una sonrisa desagradablemente bonita.
—Sí. Bang Chan-ssi, —llamó su atención y Chan quería decirle que dejara de llamarle así, que no usara ese nombre, que no le tratase como si no se conocieran, que no fuese tan cruel con él—, si necesita algo más, por favor, llame al número de la tarjeta. En la recepción le darán cita para la próxima revisión de Soonie. Y gracias por confiar en nuestro hospital. —Su voz fría e impersonal le abrió la carne y le sacó las vísceras al aire.
Apretó la mandíbula y asintió. Cogió el transportín de Soonie y Kang se acercó a la puerta una vez más para despedirse de su gato con palabras estúpidas. Se subió las gafas con los nudillos y no pudo evitar la cara de asco.
Cuando volvió a levantar la cabeza, vio la ceja alzada de Seungmin y su expresión que hablaba de odio. Se estremeció y se apartó del chico que metía los dedos en la jaula de Soonie. Salió de la habitación sin decir ni una sola palabra más.
Esa noche, en su habitación en casa de Soobin, Taehyun abrió el archivo que utilizaba para apuntar todos los datos del caso. Hizo un pequeño resumen mental de lo que había ocurrido esa tarde antes de empezar a escribir.
Las reacciones de Bang le traicionaron tan fácilmente que se echó a reír en voz alta. El hombre estaba enganchado a Seungmin, enganchado de una forma obsesiva que se traducía en comportamientos compulsivos. ¡Qué idiota!
Toda esa fachada de abogado duro e impasible no era más que una mierda.
Bang venía de una larga casta de personas pudientes. Su padre era juez, dos de sus tíos eran abogados, su tía estaba casada con otro juez. El abuelo del hombre había sido algún tipo de catedrático en derecho en una universidad coreana. Y como ellos, había un montón de famosos hombres de leyes en su árbol genealógico.
Ese picapleitos no necesitaba la beca que usó para irse a Estados Unidos. Tampoco había necesitado el supuesto dinero de Seungmin para montar su bufete.
Entonces, ¿cuál era la razón por la que Bang Chan dejó entrar a Seungmin en su sociedad? ¿Había sido única y exclusivamente por esa extraña devoción que despertaba en él? Taehyun lo dudaba.
Kang no hablaba nunca de amor porque no lo conocía. Los únicos seres a los que amaba eran su gata Ame y su madre. Y eso era más que suficiente.
¿Estaba Bang enamorado de Seungmin? ¿Esa obsesión con la limpieza se podía considerar una manifestación del amor? El fin de semana anterior, cuando estuvo en aquella fiesta en la piscina, encontró que la forma de demostrarse amor era distinta entre la gente, y un ejemplo eran el pequeño Felix y Seo y Han Jisung y Voldemort.
Seo estaba completamente subyugado a los deseos de Felix. Y después estaba Minho hyung, Voldemort, el que no podía ser nombrado. Ese chico tenía una energía tan intensa y violenta alrededor que parecía más un asesino que un empresario. Entre él y Jisung existía una relación más igualada, pero con muchísima agresividad pulsante. Mucha más de la que había visto nunca entre dos personas que se consideraban pareja.
Minho parecía dispuesto a arrasar con todo a su alrededor hasta las cenizas. Y Jisung parecía dispuesto a provocarle para que lo hiciera.
Luego estaba Bang, el hombre hecho a sí mismo, el abogado despiadado, el perfecto ejemplo de hombre de negocios sin escrúpulos ni corazón. El mismo que era capaz de colapsar en vivo y en directo porque Taehyun fuera cariñoso de más con Seungmin.
Volvió a reír. Al tipo casi se le habían salido los ojos de las órbitas cuando le vio entrar. Y no es que lo hiciese a posta, de verdad había querido salir a comer con Seungmin. Encontrarse a Bang allí sentado, con el gato encima y esos ojos suplicantes mirando al chico había sido más de lo que había podido imaginar.
¿Cómo se conocieron? ¿Cuándo lo hicieron? ¿Qué les unió? ¿Dónde fue? ¿Cuándo se acostaron por primera vez? Porque sí, sabía que las razones por las que Seungmin y Bang estaban relacionados no tenían nada que ver con ese dinero. Y, por supuesto, la tensión sexual que había en aquella habitación hablaba de personas que follaron mucho y acabaron muy mal. ¿Qué les hizo terminar?
Su teléfono sonó y miró el número oculto en la pantalla. Frunció el ceño y contestó llevándose el aparato al oído.
—¿Quién es? —preguntó.
—Kang —dijo una voz distorsionada al otro lado—. Solo le llamo para decirle que no le pago para que se vaya de fiesta. Le pago para que averigüe de donde salió el dinero de Kim y encuentre las pruebas de ello. —Taehyun suspiró con el estómago hecho un nudo.
No podría decir si quien hablaba al otro lado de la línea era un hombre o una mujer. No oía ruido de fondo y no había nada que le ayudara a identificar a su informante.
Era la primera vez que escuchaba el acento de la persona al otro lado. Era cuidado, de clase alta, más cerca del de Soobin que del suyo propio. Por sus palabras, debía seguirle en redes sociales, o seguir a alguna de las personas que estuvieron en aquella casa.
«Revisar seguidores», escribió en el word mientras planteaba las posibles respuestas que podía darle a su informante.
—Tengo la impresión de que usted sabe perfectamente de dónde salió el dinero. Lo que no entiendo es por qué no me da la información completa —comentó casualmente.
—Porque es algo que tiene que hacer usted. Necesito las pruebas y las necesito ya.
—Estoy trabajando en ello. Pero, como le dije, es bastante difícil. ¿Cree usted que yo podré conseguir algo que no haya visto antes?
—Yo no estoy cerca. Usted está durmiendo junto a ellos. Por supuesto que puede encontrar más cosas que yo.
—¿Qué le hace pensar eso? Estoy aquí, pero es como si no estuviera. No tienen nada sospechoso. Kim no hace más que trabajar y de verdad no creo que tenga ninguna prueba guardada dentro del despacho de la consulta.
—¿Es usted imbécil o solo está ciego, Kang?
Si esa persona estuviera ante él, probablemente presionaría para sacarla un poco más de sus casillas y conseguir algo de información. En ese momento, al otro lado del teléfono y con ese o esa gilipollas cuestionando su trabajo, Taehyun solo quería estrellar el aparato contra la pared frente a él.
Estaba cansado y un poco frustrado. Su informante solo había contactado con él tres veces y había sido por correo electrónico. Desde que llegó a Seúl, sólo habían hablado una vez y había sido con una respuesta críptica que no arrojó luz sobre la historia.
—¿También está usted sordo? Contésteme cuando le haga una pregunta. Y busque la información cuanto antes —exclamó la persona al otro lado del teléfono.
—Estaría bien si tuviera alguna maldita pista de lo que estoy buscando. Llevo más de un puto mes golpeándome contra puertas cerradas, señor —estalló—. Hay muchísima gente implicada, estoy seguro de eso. Kim es solo una pieza.
—¿De quién sospecha?
—¿De quién sospecha usted?
—Kang, tiene el bolsillo lleno de mi dinero. Soy yo el que hace las preguntas.
—Si piensa que me voy a quedar callado y obedecer ha contactado con el cabrón equivocado —Taehyun se levantó de la silla y caminó de un lado a otro de la habitación tratando de contener su temperamento. Si perdía este contacto, la historia se iría completamente a la mierda, necesitaba tener a su informante contento—. Tiene que darme algo más. Tiene que darme una maldita dirección para que pueda avanzar —El silencio al otro lado del teléfono sonó artificial, así que comprobó la pantalla por si había colgado sin querer. No, los segundos seguían corriendo—. ¿Hola?
—Compruebe su correo electrónico. Volveré a llamarle exactamente dentro de una semana. Aproveche para sacar algo de información en la boda. Deje de holgazanear.
Se sentó en el escritorio y abrió la bandeja de correo. Abrió el que acababa de recibir y sonrió de lado.
En la primera foto, Seungmin entraba al edificio donde estaba la oficina de Bang. En la segunda, esta vez con marca horaria, una chica salía del edificio. La tercera foto fue tomada diez minutos después que la de la chica: Seungmin salía con la cara roja por el llanto. ¿Así que la novia de Bang os pilló, Seungmin?
Encontró un link y lo pulsó. El enlace le dirigió a una archivador de contenido que permitía eliminar automáticamente lo que se subía. Enfocó su teléfono móvil para grabar la pantalla antes de darle clic a la carpeta.
Su estómago se contrajo cuando se encontró con una foto de Minho hyung con Bang entrando a una habitación de motel. No podía ver sus caras, pero les reconocía. En la siguiente el novio de Seokjin y otro hombre con la cara cubierta salían del cuarto.
El sexto archivo era un video grabado por un teleobjetivo. Distinguió a Namjoon y a Bang juntos frente a una pequeña casa. Un coche se acercó y aparcó al frente. Un hombre compacto se bajó del asiento del copiloto con una mochila. La puerta del piloto se abrió y vio salir a otro, algo más delgado y alto.
Su corazón golpeó emocionado contra su pecho. El chico hizo un movimiento con la cabeza que Taehyun podría reconocer en cualquier lado. Era el puto Kim Seungmin abrazando a quien quiera que hubiese bajado de su coche. Unos segundos después, se marchaba de allí dejando a los tres hombres.
El video se cortó y la página anunció un error de carga. La prueba había desaparecido. Cortó la grabación de su teléfono y revisó el video, particularmente la parte en la que ese hombre se bajó del coche de Seungmin. ¿A quién abrazaste? ¿Por qué llevaste a este hombre en tu coche con Bang y Namjoon? ¿Por qué estaba Minho con ellos en otra ocasión?
Taehyun escribió un correo electrónico con una pregunta: "¿Quién se bajaba del coche de Seungmin?". Nadie contestó.
Carta número 298:
«Sawadee, gordito,
¿Cómo estás? Hoy es tu cumpleaños número 14. Santos ancestros, eres todo un hombre. ¿Cómo te trata la adolescencia? Seguro que bien. Fuiste un niño precioso al nacer y seguro que ahora eres un joven guapo. ¿Tienes ya alguna novia?
Ahora que eres un hombre, me gustaría poder contarte un montón de cosas que guardo para mí. ¿Te cuidan, gordito? ¿Te quieren? ¿Has sido un niño feliz?
Cuando era más joven me cuidaron y creía que era feliz. Pero cometí un error y nunca me perdonaron. ¿Te perdonan a ti por tus errores? Espero que sí, todo el mundo tiene derecho a equivocarse, cometer errores está bien, uno aprende de ellos.
¿Te pegan, gordito? ¿Te golpean cuando te equivocas? No quiero que crezcas temiendo a una vara de madera. No quiero que tengas marcas en la espalda y en los muslos como las tuve yo. No quiero que te disciplinen. Quiero que seas libre y feliz.
Mi hyung me disciplinaba cuando era joven y nunca me gustó. No me hizo más obediente, solo más servil. No me hizo más inteligente, solo mejor para lidiar con el silencio. Y con la rabia. Me hizo mejor con los secretos.
Una vez cometí un error, uno enorme, gordito. Y nadie me perdonó. Ni siquiera yo puedo perdonarme. Y después cometí el error de dejarte atrás. Son los dos errores que nunca voy a poderme perdonar, gordito. El primero, me dio dolor, pero también llegaste tú. Del segundo, el de dejarte atrás, he obtenido la libertad. Sueno egoísta y sé que lo he sido. Pero tenía que marcharme. Solo espero poder volver a por ti.
La frase de hoy para ti, es de Lewis Caroll. ¿Conoces Alicia en el país de las Maravillas? Espero que sí: "Alicia, no puedes vivir complaciendo a otros, la decisión es completamente tuya, porque cuando enfrentes al fin a aquella criatura, habrás de enfrentarlo sola"
No permitas que aplaquen tu espíritu, gordito. No cedas aunque haya una vara. No seas servil. No busques complacer a los demás. Cuando tengas que enfrentar la vida, tendrás que hacerlo solo.
Te quiero, gordito»
***
2/3
Navegantes, creo que nunca había escrito un personaje tan terriblemente odioso como el periodista de Estación de lluvias. Pero en el fondo amo esa maldad que tiene, esa ligera sociopatía, me da como vidilla.
¿Ustedes se leyeron Alicia en el país de las maravillas?
¡Nos vemos en el infierno!
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