1. Legado 🔞🔥
🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
🎶Banda sonora: Rubberband - Tate McRae🎶
¿Puede una persona ser adicta al dolor? Según algunos académicos, sí. Las personas buscan suplir necesidades y carencias emocionales. ¿Debería llamar a un terapeuta y retomar la terapia que había abandonado hace años? Muy probablemente.
Cuatro meses después, Seungmin estaba capeando todavía los restos del duelo de la muerte de I.N. Intentando entender la muerte porque él nunca había perdido a nadie cercano antes. Quería buscar una razón para que el hombre se hubiera ahorcado en el comedor de la prisión unos días después de hablar por teléfono con él por última vez.
Mientras tanto, su piel picaba por sentir los golpes de la fusta. Por volver a ver a su demonio.
Paró el coche y esperó a su pasajero. No pasó demasiado tiempo antes de que Minho apareciese moviendo su mano en un saludo. Se subió al coche y se puso el cinturón con una pequeña sonrisa.
Las nubes de tormenta no lo seguían esta vez. Todavía era callado de más para su gusto y tenía ese maldito hándicap de estar acostándose con el hombre que le partió el corazón a su mejor amigo. Pero ya no necesitaba fingir que le odiaba.
—¿A dónde vamos? —le preguntó.
—Arranca y te dirigiré —contestó el chico—. Seungmin, ¿cómo estás? —cuestionó después de un rato.
—Confundido. No sé a dónde me estás llevando ni por qué era tan importante. No me gusta no saber lo que va a pasar, me pone ansioso —confesó.
—Bueno, lo descubrirás a su debido tiempo —dijo dándole una indicación para girar que siguió—. ¿Cómo llevas la vida?
—¿Qué pregunta de mierda es esa, Minho hyung?
—No sé cómo abordar el tema, no me lo tengas en cuenta. No nos vemos desde...
—Ya, ya lo sé —suspiró cansado y fijó la vista en la carretera—. Estoy bien, creo, nada fuera de lo normal...
—Mentiroso —Seungmin le miró indignado y sorprendido—. Se acabaron los fuegos artificiales, todo está fuera de lo normal.
—Minho hyung, no me conoces de nada...
— Seungmin, deberías hablar con alguien. No tiene por qué ser conmigo, tienes a Soobin, cuéntale todo.
—No voy a decirle a Soobin que echo de menos a un puto asesino al que escondí en mi casa —espetó secamente.
El chico sombrío se quedó callado. Siguió el camino con una extraña sensación de reconocimiento que no le gustó. El distrito financiero de Seúl era grande, pero no tanto como para que Seungmin no supiese que estaban acercándose a un edificio que no quería volver a pisar.
—¿Por qué estamos yendo al despacho de Bang Chan? —preguntó directamente, sin rodeos.
—Porque tenemos una cita allí —murmuró el hombre encogiéndose de hombros.
—¿Me puedes explicar por qué coño me has engañado para traerme aquí? ¿Te ha dicho él que me traigas? —Minho asintió suavemente y Seungmin se tensó agobiado—. ¿Qué mierdas quiere ahora? Le dije que no volviera a llamarme, que no volviera a acercarse a mí. ¿Te pones de su parte? ¿Eres consciente de lo que quiere ese hijo de puta de mí? Eres un imbécil, hyung.
—¡Cálmate! —exclamó el chico, agarrándole del antebrazo mientras Seungmin detenía el coche a un lado de la calzada—. Primero, estoy de tu parte. Sabía que no vendrías y tienes que venir. Es una mierda oficial, no se trata de cualquier basura que Bang quiera de ti. No voy a permitirle acercarse a ti o quedarse a solas contigo. ¿Me estás escuchando? —Los dedos del chico se apretaron en su brazo unos segundos y Kim giró la cabeza—. No voy a dejar que te haga daño.
—Tú no lo entiendes...
—Por supuesto que lo entiendo. No conozco la magnitud de las cosas que te ha hecho, pero no voy a permitirle hacer o decir nada fuera de lugar.
—El problema no es ese, el problema es que soy jodidamente débil cuando se trata de él, hyung. Por eso cambié de número de teléfono... Y aún así me encontró. Sabes que vendí la clínica y la casa, ¿verdad? —El chico asintió con la cabeza—. Estaba asustado de que alguien viniese a por mí...
—Seungmin...
—No, joder. No debiste hacer esto. Debiste avisarme. Tenías que haberme dicho a dónde íbamos y haberme dejado elegir. Odio que me quiten la posibilidad de escoger.
—Esto no es cosa de Bang. No es cosa mía. Es cosa de I.N —Seungmin abrió los ojos mirándole fijamente—. No sé qué está pasando, pero tiene que ver con I.N. Felix está esperándonos en la puerta del edificio, a él también le han citado. No vamos a dejar que se dirija a ti, te vamos a proteger hasta de ti mismo, ¿entiendes? ¿No vas a dejar que Yongbok piense que eres débil verdad?
—No uses psicología inversa conmigo, no soy un niño.
Volvió a arrancar, con el revoltijo de emociones haciendo estragos en su estómago. No hicieron falta más indicaciones porque ahora Seungmin conocía el destino funesto al que se dirigían. Aparcaron en el parking del edificio. El chico sombrío se reunió con el imbécil de su hermano en la puerta.
—Veo que no te avisó de a dónde veníamos... —murmuró Felix.
—No hubiera venido. No empieces, Yongbok, vamos a llegar tarde. —Caminaron dentro del edificio y se identificaron antes de subir al ascensor.
—Me da igual, hyung, está en su derecho de no venir si no se siente cómodo. No puedes arrebatarle la posibilidad de escoger. No es justo —reprendió duramente. Seungmin miró al chico con renovado respeto.
—Bueno, ya estamos aquí.
—Todavía puede irse si quiere —insistió. Se giró hacia él y puso una mano en su brazo. El toque fue casi imperceptible, pero ahí estaba, sobre su jersey azul claro—. ¿Estás seguro de que quieres hacer esto?
Seungmin se preguntó cuánto sabía de la realidad que había vivido con ese hombre que esperaba en el despacho. Se sintió ligeramente abrumado por la comprensión, su cara llena de pecas, el pelo rubio ceniza y sus bonitos ojos preocupados le calentaron el pecho. Muy a su pesar. Así que asintió.
—Está bien, estamos aquí para ti y no permitiremos que te haga daño —susurró beligerante.
Entraron hasta la recepción y Felix habló por todos, cosa que agradeció. No podía parar de pensar en entrar en aquel despacho y ver la puerta trasera donde había estado atado mientras Chan besaba a su prometida. ¿Se habrá casado ya? Probablemente.
La recepcionista les acompañó hasta el pasillo largo y lleno de puertas. Seungmin sabía que en la cuarta, al fondo a la derecha, estaba el despacho, pero no lo dijo. Se detuvieron en la segunda a la izquierda.
—Bang Chan les espera en la sala de reuniones. ¿Puedo servirles algo? —comentó. Todos negaron con la cabeza y abrió la puerta para marcharse después de hacer una reverencia.
Felix entró delante y Minho puso su mano en la espalda de Seungmin, dirigiéndolo a las sillas. Bang estaba allí. Su perfume saturaba el ambiente.
Si Minho y Felix están aquí no se atreverá a decir nada. Si ellos están a mi alrededor yo no me atreveré a hacer nada, ¿verdad?
Respiró hondo antes de sentarse y se arrepintió al instante. Sus ojos se cruzaron con los de Bang el tiempo suficiente para que su cuerpo ardiera en llamas, desesperado por sentir las manos contra su piel.
El apretón en su muñeca lo trajo de vuelta a la realidad. La mano de Felix se enrolló en su antebrazo izquierdo cuando se sentó. Minho hyung ocupó el espacio a su derecha y sintió que los hermanos despedazarían a Chan si se atrevía a excederse aunque fuese un milímetro de la línea trazada entre ellos.
Felix habló, levantando un muro ante su cuerpo.
—¿Qué hacemos aquí exactamente? —preguntó el rubio, echándose el pelo hacia atrás y mirándole con la ceja levantada.
—Os he llamado porque tengo documentos que tenéis que conocer. Y firmar. Y, como siempre, es un placer verte, Lee Felix.
—No empieces, hyung —gruñó Minho con el ceño fruncido. Chan sonrió y abrió la carpeta ante él mirando de vez en cuando al niño silencioso que le quitaba el sueño.
Sentado entre Felix y Minho, Seungmin parecía un cordero protegido por dos perros. Hoy llevaba un jersey azul cielo. Le quedaban bien los colores claros, le gustaba verle con esos suéteres que le quedaban grandes y cubrían parte de sus manos, aunque ahora lo llevase arremangado en el codo.
Necesitaba un corte de pelo, porque el flequillo empezaba a cubrirle los ojos y le pareció que no debía estar durmiendo bien porque tenía un par de círculos oscuros marcados en su tez blanca.
—Bien, procedamos.
Chan leyó despacio, en voz alta, todas las páginas, con las aspiraciones sorprendidas de Felix y las maldiciones eventuales de Minho. Seungmin no pronunció palabra hasta el final. Cuando terminó con la última página levantó los ojos de las letras.
Los tres tenían expresiones igual de complejas. Lo entendía, Bang era consciente de cómo de difícil sería asimilar que, de la noche a la mañana, eran ricos. Bien, no había sido de la noche a la mañana, de hecho, las propiedades y acciones estaban a nombre de esas tres personas desde hacía un tiempo.
—¿Qué coño es todo esto? —soltó Seungmin de repente y su voz envió una corriente eléctrica que lo hizo estremecerse.
—Entre otras muchas cosas, son las últimas voluntades de I.N —contestó reclinándose en la silla y uniendo las manos sobre la mesa—. Yang Jeongin puso todas sus propiedades a nombre de los tres hace mucho tiempo, pero no había podido terminar con el papeleo hasta ahora, por eso os he pedido que vengáis.
—No estoy entendiendo... —gimió Felix. No pasó desapercibido como agarró la mano que Seungmin tenía sobre el reposabrazos.
—A ver, fuera de toda la jerga legal, ahora mismo vosotros dos, hermanos Lee, sois propietarios de dos discotecas en Seúl y otras dos en Busán. Además tenéis una serie de propiedades inmobiliarias que están siendo explotadas en regímenes de arrendamiento. Estimo que en la cuenta que os corresponde debe haber unos dos mil millones de wones*. El valor patrimonial asciende a 3000 millones de wones aproximadamente a repartir en partes iguales para ambos.
»En cuanto a Seungmin, ha salido aún mejor parado —comentó—. Hay un hospital veterinario a tu nombre. Es completamente tuyo. Además de cuatro locales y unos ocho apartamentos. Asimismo, eres dueño del 40 % de este bufete con la condición de que yo sea quien lo dirija. Estimo que el valor patrimonial de tu fortuna asciende a los 6000 millones de wones. Tienes bastante liquidez como para no tener que trabajar en tu vida.
*N/A: 2000 millones de wones son 1,5 millones de dólares estadounidenses. 3000 millones de wones son 2 millones de dólares. 6000 millones de wones son 4 millones.
—¿Dónde demonios estaba todo ese dinero? —susurró Minho.
—Es dinero legal, antes de que lo preguntéis. Es decir, todo lo legal que algo de I.N puede ser... Supo mover su capital muy sabiamente, el cabrón era listo como el infierno.
—Pero... ¿qué hay de su familia? —preguntó Felix suavemente.
—No se trata de un testamento como tal. I.N me pidió que hiciera todo esto cuando me trajo a Seúl. Estas cosas son vuestras desde hace muchísimo tiempo, solo que ahora que ha fallecido, el traspaso se ha hecho efectivo. Y completamente legal. He estado en contacto con la policía. Han incautado mucho de lo que quedaba, han intervenido las cuentas que I.N tenía en paraísos fiscales. Solo ha quedado lo que estaba en Corea.
Seungmin estaba pálido y tenía su mano enlazada en la de Felix. Sabía que se llevaban mal, su enemistad era antigua y, sin embargo, se sostenían el uno al otro. Chan pensó que probablemente no eran conscientes de lo que estaban haciendo.
—¿Somos ricos? —La voz de Felix sonaba dudosa aún.
—Sí, a grandes rasgos, sois ricos —sonrió Chan.
—Mierda, somos jodidamente ricos —insistió el pecoso. Se soltó de la mano de Seungmin y se levantó de un salto sacando el teléfono móvil de su bolsillo.
Se fue a una esquina de la sala, como si no fueran a oír sus gritos cuando Changbin contestó la llamada. Los tres se echaron a reír cuando el chico trató de explicarle a su prometido lo que había pasado y soltó un bufido frustrado ante la incomprensión del otro.
—Binnie, soy rico. ¡Soy rico! —exclamó por décima vez—. Voy a adoptar a un millón de perros y un millón de gatos porque ahora soy rico y podré comprarles a todos el mejor pienso del mundo. ¡Además, Seungmin tiene un hospital veterinario!... No, no, es suyo, suyo-suyo. Es el maldito dueño, seguro que nos hará un descuento si llevamos a dos millones de gatos y perros... ¡No estoy borracho! ¡Joder, Seo Changbin! ¡Dios!
Volvió a la mesa y le pasó el teléfono a Minho, el chico se puso el aparato en la oreja y suavizó su voz un poco con un asentimiento.
—Iremos a casa en un rato y te lo explicará todo, pero no es mentira. Es decir, eso de los dos millones de gatos y perros espero que sí lo sea, pero no lo es todo lo demás... Está bien, le diremos a Seungmin que nos lleve a Han Bank... Sí, sí, está aquí... No, no te preocupes —Los ojos de Minho se clavaron en los suyos con intensidad—. No, Seungmin se vendrá con nosotros, no va a quedarse.
Chan apretó los puños en su regazo y apartó la mirada de él para dirigirla a Seungmin, que seguía pasmado como si el alma se le hubiera escapado del cuerpo.
—¿Necesitas algo más? —preguntó Minho tras acabar la llamada, devolviéndole el teléfono a su hermano.
—Os daré una copia de todo para que lo reviséis y después quiero que me lo devolváis firmado. Si necesitáis algo más, o tenéis alguna duda, llamadme. A cualquier hora. Estaré disponible —dijo cuando Seungmin levantó sus pestañas hacia él.
—¿Cómo está Taeri? —soltó Minho levantando una ceja—. ¿Cuándo será la boda? — Todo el mundo se tensó, incluido el propio Chan.
—No me parece que sea un lugar para hablar de nuestras vidas personales —contestó Chan rechinando los dientes.
—Estoy de acuerdo. Grábatelo a fuego, Chan hyung. Si no necesitas nada más, nosotros tres nos marchamos. —Ese imbécil puso una mano en la nuca de Seungmin para llamar su atención.
El muchacho se puso de pie junto a Minho y asintió. Los siguió hasta el ascensor y fue inevitable alargar la mano para rozar el dorso de la de Seungmin. El chico la apartó como si se quemara y lo miró con las cejas apretadas. Joder, eso fue más que suficiente para hacerle desearlo desesperadamente.
¿Por qué me estás haciendo esto otra vez, cachorrito?
Felix se interpuso entre ellos tirando de Seungmin dentro del ascensor. Chan estuvo a punto de atraerlo y encerrarlo en la habitación del despacho que se mantenía solitaria. Pero no lo hizo. Las puertas metálicas se cerraron ante él y desaparecieron.
Se metió en su despacho y cerró la puerta con seguro. Entró al cuarto con su huella sobre el detector y miró el lugar. Se aseguraba de limpiarlo a diario aunque nadie lo utilizaba.
Abrió el pantalón del traje y se acercó a la cómoda. Echó un chorro de lubricante en su mano derecha y con la izquierda empujó la ropa al suelo. Apoyó la mano en el mueble y agarró su longitud entre sus dedos.
Estaba como una piedra solo con pensar en él. Imaginó sus pezones rosados bajo el suéter azul claro, en cómo se endurecerían cuando los mordiera. Bombeó su polla con fuerza, con su respiración agitándose.
Pensó en los gemidos ahogados de Seungmin. Pensó en él arrodillado en medio de aquella habitación, con la saliva haciendo un charco en el suelo. Se enterraría hasta las pelotas en esa cavidad y su garganta se cerraría en torno a su glande tratando de evitar el reflejo nauseoso.
Movió la mano con más fuerza, imaginando los ojos lagrimeando mientras se corría sobre su lengua y él lo tragaba. Chan apretó la mano sobre la cómoda y jadeó acariciando la punta de su polla con el pulgar. Quería sentirlo, quería notar la presión de las paredes de su culo alrededor de su eje.
Necesitaba volver a escuchar los gemidos de Seungmin más de lo que necesitaba respirar. Su muñeca adquirió un ritmo veloz y certero, masturbándose con fuerza mientras gruñía tratando de recordar cómo sonaba la voz del cachorrito cuando le llamaba señor.
Su mano se apretó sobre su polla hasta casi doler. Pensó en el color de las nalgas del chico después de unos azotes. El picor que sentía en la palma de la mano después de una buena sesión de cachetes en la que la polla de Seungmin gotearía y Chan la agarraría como se agarraba la propia en ese momento. Le masturbaría como se estaba masturbando, con su mano llevándole al cielo antes de enterrarse dentro de él hasta hacerle perder el sentido.
Joder, necesitaba sentir el cuerpo del hombre debajo de él, encima de él, delante de él. Necesitaba tocar su pecho surcado por la cuerda de yute en patrones intrincados y su agujero apretándole como un guante.
Apretó su propio pene soltando un gemido suave cuando imaginó como ondearían las paredes de su recto, como presionaría mientras llegaba al orgasmo, manchando su pecho atado con la soga. Imaginó como gemiría abandonado, con los ojos en blanco y la boca abierta.
Chan se corrió con fuerza, con el clímax crepitando desde sus pelotas hasta sus sienes. Sus fluidos mancharon los cajones de la cómoda a la que se aferraba para no caerse. Sus piernas temblaron y gimió grave sin poder evitarlo.
Tardó un minuto en recuperar el aliento completamente y entonces fue cuando limpió los restos de su estúpida sesión de masturbación adolescente. Cuando se subió el pantalón se dio cuenta de que estaba arrugado, y frunció el ceño sabiendo que tendría que sacar la plancha portátil del armario para ponerlos presentables. Se limpió las manos con una toallita antes de salir del despacho y meterse en el baño.
Se miró al espejo enfadado y avergonzado. Quería recuperar a Seungmin. Necesitaba recuperarlo. Y por más que costara, iba a conseguir que el cachorrito volviese a sus brazos.
***
Empezamos fuerte, aunque sé que no es como todos querían. Este es el último tramo del viaje, o el penúltimo. Este libro está escrito, navegantes, e intentaré subir los capítulos de 4 en 4 para que sea más rápido (no me da tiempo a subirlo todo a la vez porque ando con una vida loca, loca, loca)
Después de INVIERNO, ¿saben que viene? PRIMAVERA, que son 10 especiales cortos que escribí cuando terminé la trilogía. Los subiré también, pero cuando acabemos con este último maratón.
No se vayan, acompáñenme un ratito más. Los quiero mucho
¡Nos vemos en el infierno!
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