7. Viejos conocidos 🔞🔥
🎶Banda sonora: I feel like i'm drowning - Two Feet🎶
Viernes 15 de enero.
Llevaba más de una hora sentado en la recepción de aquel elegante edificio en el distrito financiero de Seúl. No había estado ahí nunca, pero siempre había una primera vez para todo. Y la suya estaba siendo insoportablemente aburrida.
Llamó a Soobin por cuarta vez. Y no le respondió, por cuarta vez.
Seungmin paseó por el lugar frustrado. Iban a llegar tarde, le había costado horrores reservar una maldita mesa en un exclusivo restaurante que acababan de abrir y ahora iban a perderla.
Se dejó caer en el sillón cruzando los brazos. Iba a matar a Soobin; si perdía la reserva, lo golpearía hasta hacerlo sangrar. Había conducido durante horas desde Gangwon para llegar a la mansión de su amigo, ducharse y tomar un taxi hasta las oficinas centrales de Han Bank. Todo a contrarreloj, porque tenían su cita en... exactamente 35 minutos. Mierda, iba a perder la reserva.
—¡Seungmin! —escuchó la voz de Choi a su espalda y se levantó del sofá preparando la peor cara de indignación de su vida antes de girarse.
—Llevo esperando una...—No pudo decir ni una sola palabra más.
El hijo de puta que estaba entre Soobin y Changbin drenó con una media sonrisa irónica toda la valentía que Seungmin tenía. Su garganta se contrajo y la respiración se le atoró en los pulmones. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y trató de volver en sí.
—¿Estás bien, Seungmin? —preguntó Changbin acercándose a él con una expresión preocupada. Y agradeció internamente que entrase en su campo de visión y tapara al hombre que creyó que no volvería a ver jamás.
—¿Eh? Sí, sí. Estoy bien. —Trató de darle una sonrisa al director del banco, pero el chico pareció confundido, por lo que interpretó que su cara no había mejorado.
—Deja el show o perderemos la reserva —reclamó Han, pasando junto a él con una mirada altiva y caminando hacia las puertas dobles de cristal para salir del edificio.
—Eso mismo trataba de decir —contestó enfadado—, imbécil —farfulló en voz baja y escuchó la risita de Changbin a su lado.
—No se lo tengas en cuenta, ha tenido un mal día —aplacó con una mano en su hombro y se marchó hacia el ascensor de nuevo—. Voy a por el coche, esperadme fuera.
—El joven maestro no parece tener más que malos días —se quejó caminando hacia el lado contrario.
Evitó a toda costa cruzar la mirada con aquel hombre que sabía que iba tras ellos. Seungmin quería que la tierra le tragase ahora mismo. O que se tragase a ese hijo de puta al que le quedaba tan malditamente bien el traje negro.
Llegó junto al Han y recibió otra mirada desinteresada, como si Seungmin fuese una aburrida mosca que perturbase su tranquilidad. Quiso darle una bofetada con la mano abierta a ese niño mimado. Soobin llegó junto a ellos y le dió un apretón en el brazo, girándolo.
—Siento que hayamos bajado tan tarde, la reunión se alargó. ¿Estuvo muy cansado el viaje?
—Por supuesto que estuvo cansado. Y me di toda la prisa del mundo por llegar aquí para que me tuvieras una hora esperando en la recepción. Podrías haber mirado el móvil.
—Lo siento, Miiiniiiiie —alargó las ies y sonrió con esa maldita cara tierna que tenía, derritiéndole el corazón.
—Está bien. Solo espero que no perdamos la reserva.
—Ah, sí, sobre eso. Chan hyung, ¿te gustaría venir con nosotros a cenar? —Soobin se giró para dirigirse al hombre que estaba de pie allí, mirándole tan intensamente que sintió como si le hubiese quitado la ropa y le tuviese sobre la cama, totalmente desnudo y a su disposición. Basta, Kim Seungmin, no pienses en esas mierdas.
Se tocó disimuladamente la parte delantera del pantalón, comprobando si llevaba la bragueta abierta y miró a su abrigo por si tuviera alguna mancha. Obviamente no la había. Estaba impecablemente vestido, pero ese tipo tenía los ojos clavados en él y ni siquiera los desvió cuando su amigo se dirigió a él.
—No sé si será buena idea —contestó con la voz grave, lanzándole una sonrisa peligrosa a Seungmin —. ¿O tal vez sí? ¿Qué opinas?
Sus latidos se convirtieron en un tambor en su pecho. Apretó las manos en los puños y trató de regular su respiración agitada. No quería hacer esto, no quería compartir el espacio vital con ese hombre. No quería que nadie supiese quién era.
—A mí me parece bien —contestó Jisung de pronto—, cabemos todos en el coche de Changbin.
Seungmin no supo qué decir, no sabía cómo quejarse, cómo impedir lo que sabía que iba a pasar. El coche funcional de gama media se paró junto a la acera sucia por la nieve y Jisung entró directamente en el asiento delantero.
Resolló agitado, planteándose las posibilidades que tenía para escapar de esa situación de mierda, pero no pudo. Soobin se subió al coche arrastrándose hasta la ventanilla contraria y lo llamó desde dentro con la mano. Seungmin se sentía paralizado, como si su cuerpo no fuese a responder.
—Después de ti, dongsaeng —susurró Bang Chan aguantando la puerta y haciendo un gesto cortés con la mano.
Él sabía que ese cabrón no era cortés, no era un caballero. Ese hombre no era en ningún punto como Soobin o como Changbin. Era el puto Satanás enfundado en un traje Armani negro que le quedaba demasiado bien.
Caminó entrando en el vehículo y sintió la mano ajena en su cintura por unos segundos. Se sentó en el centro, tenso como hilo de pescar. El ancho y duro cuerpo de Bang Chan se acomodó a su lado. Está muy cerca, está inapropiadamente cerca, no puedo moverme, no puedo respirar. Los dedos del demonio rozaron su pierna y se sobresaltó.
Sentía sus terminaciones nerviosas vibrando, como un cable pelado soltando chispas. Changbin condujo en silencio mientras él trataba de buscar una excusa factible para no sentarse al lado del diablo. El aire le faltaba y sentía el sudor caer por su nuca.
—Oh, sí, perdón, Chan hyung, este es Kim Seungmin —le presentó Soobin de pronto, mirándolo con una sonrisa amable. Quiso darle un puñetazo para borrarla de su cara.
—Es un auténtico placer, Kim Seungmin-ssi —¿Todo el mundo había escuchado ese tono tan sexual? Lo miró con las cejas arrugadas, apretando la mandíbula.
Otra vez vio esa sonrisa de medio lado, con su hoyuelo coronándola. Esa mueca desvergonzada que le daba a su cara un matiz más atractivo, si es que eso era posible. El hombre parpadeó dos veces lentamente y se lamió los labios carnosos sin apartar la vista de su cara.
—La reserva es para cuatro —replicó Seungmin de repente, mirando a Han por el reflejo del espejo retrovisor para quitar de sus retinas la imagen de la lengua de ese hyung.
—¿Y qué? —preguntó Jisung encogiéndose de hombros.
—Que no nos dejarán entrar a los cinco.
—¿Tú has visto quién va en este coche? Podríamos comprar tres restaurantes como ese con el efectivo que llevamos en la cartera. Por supuesto que nos dejarán entrar. Y nos darán la mejor mesa.
—¡Podrías haber utilizado esa mierda de chaebol todopoderoso cuando estuve un mes llamando para reservar! —gimió Seungmin cruzando los brazos sobre su pecho.
—Y tú podrías no ser tan molesto.
—No sé qué coño te pasó hoy pero yo no tengo la culpa —gruñó en voz alta.
—Para, Seungmin —susurró Soobin agarrándole del brazo.
—Vas a ir a comer al restaurante, ¿no? Pues cállate de una vez y deja de hacer un berrinche, reina del drama.
—¡Eres un gilipollas integral, Han! —gritó mirando al espejo retrovisor con odio.
El coche se quedó en silencio por un segundo. La mano de Soobin se enganchó a su brazo como un cepo y Changbin apretó las manos en el volante.
De repente, una risa escandalosamente grave resonó en el espacio atestado de gente. Una risa escandalosa e imparable que se metió en sus oídos y lo hizo tensarse. Una risa que no había escuchado nunca. Las carcajadas viajaban por la cabina del vehículo y notó cómo Changbin paraba el coche en el arcén para mirar a Jisung con los ojos abiertos, saliéndose de sus órbitas.
Soobin se aferró a su antebrazo, echando su cuerpo hacia delante, buscando el origen de ese sonido desconocido para todos. El joven maestro siguió riendo como si se hubiese vuelto loco, con los ojos convertidos en pequeñas rendijas y una mano en su estómago.
Seungmin se fijó en la boca de Jisung y descubrió, algo aturdido, que su sonrisa tenía forma de corazón. Le pareció adorable la forma en la que sus mejillas subían hasta hacer arrugas junto a los ojos y sus labios se estiraban para dejar salir el sonido que parecía llevar años guardado en un cajón.
La comisura de la boca de Changbin tembló hasta que también estalló en risotadas muchísimo más agudas. Todo era extraño porque ahora Jisung reía como un lord inglés y Changbin parecía el maldito Pájaro Loco. Seungmin miró desconcertado a Soobin, encontrando a su amigo hipnotizado por la escena. Sus dedos continuaban presionando su piel, pero no podía decir nada. Se quedó callado, admirando embelesado lo que fuera que estuviese viendo ahora mismo.
No entendía lo que ocurría, pero algo en su interior le obligaba a disfrutar de aquel momento extraño, con los dos hombres desechos en risas, apoyados contra el salpicadero. La tensión en el aire se borró de un plumazo con el sonido de felicidad de Jisung, como si todo el mal de la Tierra pudiese ser eliminado con el ruido que hacía ahora el joven más poderoso de Corea del Sur.
Changbin respiró hondo, echándose hacia atrás en el asiento y Jisung lo imitó. Ambos cerraron los ojos un momento, recuperando la compostura. La mano de Han agarró la de Seo y compartieron un apretón que lo hizo sentir como un voyeur, como si estuviera contemplando un momento genuinamente íntimo entre dos personas que se querían.
Seungmin no percibió entre ellos nada más que una preciosa amistad, algo como lo que él mismo tenía con Soobin desde hacía tantos años. Sin embargo, sí supo a ciencia cierta que había algo que había enturbiado esa relación y que esa explosión de risa incontenible había liberado una carga pesada que los dos llevaban a la espalda.
Con un último suspiro cansado, Changbin volvió a abrir los ojos y ahora brillaban con una emoción secreta que también tenían los de Jisung. El intercambio fue tan complejo que Seungmin no pudo evitar sentir curiosidad por qué coño estaba pasando ahora mismo.
—Eh... Me he perdido... —murmuró, más para sí mismo que como algo público.
Han giró la cabeza y lo miró directamente, con los restos de la sonrisa todavía en su cara. A Seungmin le pareció malditamente encantador y magnético con esa expresión tan relajada y se preguntó si era así en la intimidad con Soobin.
—Me recordaste a alguien —informó con ternura antes de agarrar el moflete de Seungmin y apretarlo. Lo apartó de un manotazo y el chico volvió a reír, esta vez más suavemente—. Gracias, Seungmin.
Volvió a girarse mirando a la carretera por la que Changbin les dirigía y Seungmin respiró hondo. Buscó a Soobin con los ojos, porque se resistía a volver su cabeza al otro lado, donde el demonio había permanecido en silencio durante todo aquel extraño momento.
Su amigo seguía mirando a Jisung como si fuese la primera vez en su maldita vida que lo veía, como si, de verdad, nunca hubiese escuchado al hombre reírse tan escandalosamente. Fue como una respuesta para la pregunta que no había formulado en voz alta. Por supuesto que Jisung no era así con Soobin, ni siquiera en la intimidad de su habitación.
—¿Me llamaste Seungmin? —preguntó cuando se dio cuenta.
—¿Prefieres imbécil? —Ese idiota seguía siendo desafiante, pero el tono era tan diferente que le sacó una sonrisa a él también.
—No sé qué decirte, Han... Eso de Seungmin me ha dado escalofríos —bromeó, ganándose una nueva risotada. Ay, maldita sea, este niño mimado me va a acabar cayendo bien.
—Lo dejamos en Seungmin entonces. Pero tú tienes que empezar a llamarme Jisung.
—Trato hecho.
Ese acuerdo extravagante se cerró con un guiño del joven Han en el retrovisor y los dedos de Soobin clavándose en su carne aún más fuerte. Hizo una nota mental para hablar cuanto antes sobre esto con su amigo.
—Hemos llegado —informó Changbin entrando en el parking.
Jisung fue el primero en salir del coche, Soobin lo siguió. Changbin abrió la puerta para salir y Seungmin entró en pánico. Se arrastró para salir por el lado de su amigo antes de quedarse a solas en el coche con el otro hombre, pero sintió la mano sobre su muñeca y el tirón agresivo contra el cuerpo duro.
—Qué agradable sorpresa volver a verte, cachorrito —susurró cerca de su oído.
Seungmin se apartó de un empujón y salió rápido del coche tratando de ignorar las reacciones de su traicionero cuerpo. Tenía la piel de gallina y, cuando caminó hacia Changbin, sentía las piernas temblando un poco. Respiró hondo dos o tres veces antes de ponerse al lado del chico. Recibió la sonrisa del director del banco y trató de calmar sus nervios.
Entraron al restaurante sin dar ni siquiera sus nombres, no era necesario. Todo el maldito lugar sabía quiénes eran esos tres que entraron con Seungmin y Satanás. La cara de Han y Seo Changbin estaba prácticamente en todas partes. Y hacía meses que las redes sociales y las revistas de cotilleos se habían hecho eco de la cercana amistad que el joven maestro tenía con el heredero de la fortuna Choi.
Como un golpe a su dignidad, un maitre les condujo hasta una estancia privada en la parte superior del exclusivo restaurante, una habitación acristalada con vistas al jardín trasero. Seungmin estuvo a punto de empujar a Jisung cuando lo miró con suficiencia y elevó una ceja. Niñato mimado.
Volvió a su precaria realidad cuando Chan se sentó a su derecha en la mesa, moviendo la silla más cerca de él. Su pulso se aceleró de nuevo inevitablemente. Kim Seungmin se odiaba a sí mismo en ese momento.
Odiaba como sus respuestas fisiológicas hacían caso omiso a sus órdenes conscientes. Su piel hormigueaba por sentir otra vez la mano enorme y caliente, su entrepierna amenazaba con regalarle una erección inadecuada y su respiración se agitaba cada vez que miraba de reojo a ese cabrón.
Estuvo callado en la cena, tan silencioso tratando de contener su estado actual que no pudo disfrutar de la comida que había estado tan interesado en probar. Tan distraído que, cuando pidieron el postre, dijo que no le apetecía nada.
—Voy al servicio —informó levantándose y saliendo de la agobiante habitación en la que estaban cenando.
Entró en el baño de la planta y se mojó la cara y la nuca. Su temperatura corporal era tan alta que no había parado de sudar en toda la noche.
Se miró al espejo y vio sus pupilas dilatadas y sus mejillas sonrojadas. Estúpido Kim Seungmin, eres un adulto ahora, no permitas que te afecte. Seungmin ya no hacía las cosas que solía hacer cuando tenía 18. Ahora era un hombre de provecho: se dedicaba a lo que había sido su sueño desde que era un niño, tenía una vida social activa y relaciones sexuales sanas. Ningún demonio en traje de Armani podía quitarle eso.
Volvió a mojarse la cara y aprovechó para entrar a uno de los cubículos a orinar. Escuchó la puerta del baño abrirse y unos pasos entrando mientras tiraba de la cisterna y abría la puerta para salir. Se encontró de frente con la sonrisa más peligrosa que había visto en su vida. Y mierda, su polla reaccionó con un tirón incómodo cuando le miró a los ojos.
Chan lo empujó dentro del cubículo y cerró la puerta tras de sí, pasando el pestillo. Seungmin intentó escapar y la parte de atrás de sus rodillas golpeó con el retrete. Estuvo a punto de gritar, pero la mano grande se apoyó sobre su boca mientras la otra le agarraba la nuca.
El demonio le dio la vuelta y lo apoyó en la puerta del pequeño cuarto. El calor sofocante subió por su rostro y se removió como una culebra, tratando de zafarse del agarre de aquellas falanges largas. Chan negó con la cabeza chasqueando la lengua.
—No grites, cachorrito —ordenó en un susurro bajo y grave, cerca de su cara.
Su cuerpo se pegó a él, utilizando la rodilla para abrir sus piernas. Seungmin quedó de puntillas, con su peso apoyado sobre el muslo musculoso del hombre.
—Ha pasado mucho tiempo, pequeño —jadeó acercando su boca a su oreja. Lamió allí, haciéndolo estremecer.
Los labios carnosos recorrieron su cuello mientras la mano que sostenía su nuca se soltaba para bajar por su cuerpo. Seungmin intentó girar la cabeza y empujarlo, pero la pierna del hombre se apretó contra su polla mientras los dientes enganchaban la carne sensible de su yugular. Un gemido vergonzoso se estrelló contra la palma sobre su boca y lo vio sonreír.
Seungmin lo agarró de las solapas de la chaqueta para tratar de apartarlo de su cuerpo, pero la mano libre de Chan desabrochó su pantalón y se coló dentro, agarrando la creciente erección que guardaba allí. Los dedos expertos apretaron su mástil y mordió en la mano que le amordazaba para contener el sonido necesitado que sabía que saldría.
El mayor se apartó de su boca con un gruñido y Seungmin inhaló una bocanada de aire cuando empezó a masturbarlo por encima de la ropa interior. Mierda, mierda, mierda, tienes que parar esto, para esto Kim Seungmin, se gritó a sí mismo inútilmente.
Su cuerpo no estaba respondiendo a sus órdenes, como en el pasado, cuando ese hombre le convertía en una maraña de sonidos animales descontrolada. Él no tenía 18 años, Seungmin era más fuerte que esto. O tal vez no.
Dos dedos entraron en su boca mientras sentía su pantalón abrirse más y su ropa interior tironeada hacia abajo. Con su polla fuera de los confines de la tela, Bang Chan tuvo mayor libertad de movimientos. Su pulgar rozó la punta húmeda esparciendo las gotas de líquido preseminal y Seungmin se estremeció.
Las falanges en su boca se movieron bruscamente mientras empezaba a masturbarlo con más entusiasmo. El demonio metió y sacó los dedos de su cavidad húmeda, obligándolo a abrirla, recorriendo la lengua con las yemas calientes. Le apretó los labios, tirando de ellos, con su puño meneando su polla con fuerza.
Seungmin recordaba estas sensaciones, recordaba cómo construía su orgasmo con la intensidad de una tormenta de verano, electrificando su cuerpo hasta que solo podía moverse cuando él lo ordenaba. Estaba haciendo justo eso, estaba sometiéndolo a sus deseos oscuros. Y, joder, no podía evitar que su polla palpitase de anticipación al pensar en cómo le había jodido hacía tantos años.
Los dedos salieron de su boca y lo obligó a abrirla forzándolos en sus mejillas. La mano sobre su verga se movió más despacio.
—Quiero estar dentro de ti ahora mismo, cachorrito, pero no hay tiempo. —Lamió su labio inferior y cayó sobre sus labios besándole de forma descarnada y vulgar, con su lengua entrando dentro, la saliva cayendo por las comisuras y los sonidos chasqueantes llenando el baño.
Seungmin gimió sonoramente cuando la otra mano le agarró una nalga, clavando los dedos en la carne suave de su cachete, marcándolo.
—¿Seungmin? ¿Estás bien? —La voz de Soobin llegó desde alguna parte dentro de esa bruma sexual a la que aquel demonio le había empujado.
—Contesta —susurró en su oído, mordiendo el lóbulo y reanudando la velocidad inhumana de su mano sobre la polla.
Tragó saliva y se mordió el labio incapaz de articular ninguna frase coherente sin gemir como una puta barata.
—¡¿Seungmin?! —llamó su amigo golpeando la puerta del cubículo que, gracias a los dioses, cubría del suelo al techo.
—Estoy bien —consiguió contestar a duras penas—. Ya vuelvo, solo necesito un momento.
El diablo sonrió mirándolo y se agachó, metiendo la polla de Seungmin en su boca caliente y húmeda. Jesucristo, estuvo a punto de gritar. Se agarró al pelo del hombre y tiró de él mientras su cabeza se movía sobre su eje y sus dedos húmedos por su propia saliva se acercaban peligrosamente a su entrada trasera.
—¿Estás seguro, Seungmin? — Joder, Soobin, qué malditamente oportuno eres.
—Síííí —contestó, pero sonó como lo que era: el lamento necesitado de una perra que estaba a punto de correrse en la boca del hombre más sexual y tóxico que había conocido nunca—. ¡Vete!
—Voy a esperarte aquí, Seungmin. No suena como que estés bien, estoy preocupado. —Amaba a su amigo con todo su corazón, pero de verdad que hoy quería golpearle hasta hacerle sangrar.
El dedo de Chan entró en su culo y él tuvo que morderse el labio inferior para no gritar. Miró hacia él, rogándole con los ojos que parase, mendigando por un poco de clemencia. La mirada peligrosa volvió a su cara y lamió la punta de su polla mientras metía un segundo dedo en su apretada entrada.
No estaba preparado para esto, no estaba preparado para la explosión de placer y dolor que sintió cuando las falanges embistieron dentro de él, moviéndose por todas partes. Inconscientemente abrió más las piernas dándole más acceso y vio la expresión de suficiencia que siempre tenía cuando conseguía lo que quería.
—Soobin, vete, estoy a punto de terminar —Y no mentía, estaba tan cerca de correrse que empezaba a sentir el tirón en sus bolas apretadas.
La boca de Chan volvió sobre su eje, llevándolo a las profundidades de su garganta mientras sus dedos se movían hasta encontrar su próstata y apretaban allí. Su dedo pulgar masajeó el exterior, en el perineo, y sintió los dientes rozar su glande cuando salió de su boca, antes de volver a meterlo.
Llegó tan adentro, tan profundo, que pudo sentir como la nariz del hombre acariciaba su pubis. Miró hacia abajo y se arrepintió. El quejido que se le escapó sonó tan alto, tan jodidamente vulgar, que la boca que estaba follando vibró con un gruñido gutural.
—¿Qué coño te pasa, Seungmin? Me estás preocupando —preguntó el estúpido de su mejor amigo al otro lado de la puerta.
—Nada, Soobin... nadaa, ¡arg! —No podía evitar los sonidos sexuales si tenía que contestarle a Choi Soobin. No podía evitar los sonidos sexuales si esos dedos largos seguían golpeando su punto P sin tregua mientras la boca se cerraba sobre su glande apretadamente.
El rayo del orgasmo cayó sobre él cuando la mano libre de Chan le apretó las bolas. El primer chorro cayó de forma inevitable en la boca en la que su polla quería vivir para siempre. Los siguientes sobre la cara del mayor, uno enorme aterrizó sobre la solapa de la chaqueta de Armani y estuvo a punto de burlarse.
Pero no pudo. El hombre se levantó de su posición y volvió sobre su boca, besándole de forma violenta. Seungmin pudo saborearse a sí mismo en esos labios, sus fluidos se pegaron también a su cara. Los dedos salieron de su agujero y se sintió extrañamente vacío, deseoso de tener esa polla que ahora se apretaba en los pantalones negros.
Se separó de él y sonrió complacido, observando la cara que Seungmin sabía que tenía ahora mismo, con los labios rojos, su cara manchada de su propio semen, las mejillas ardiendo y los ojos vidriosos por el orgasmo.
El demonio cogió una bola de papel higiénico y se limpió la cara y la chaqueta, aunque el resultado no fue el más óptimo. Cogió un poco más de papel y limpió a Seungmin suavemente mientras él solo podía tratar de recuperar la respiración con la espalda apoyada sobre la puerta.
—¿Crees que debo salir yo primero, cachorrito? —preguntó en un susurro subiéndole los calzoncillos y después los pantalones.
—No, por favor. Déjame salir, quédate aquí, por favor... —rogó Seungmin, repentinamente consciente de la situación.
La sonrisa taimada casi le hizo caer de rodillas para implorarle a Satanás por su alma pecadora. Pero el chico asintió y se encogió de hombros. Se sentó sobre el retrete y le vio acomodar la erección que tenía.
—Está bien, te haré el favor de quedarme aquí. Pero estarás en deuda conmigo. Me debes tres, cachorrito —su tono de voz era tan bajo que casi no podía oírle.
—¿Tres?
—No decirle a tus amigos que nos conocemos —Subió el dedo índice—, no salir de este cubículo hasta que te hayas marchado —Subió el dedo corazón—, y el orgasmo que acabo de proporcionarte. —Elevó el tercer dedo y su ceja al mismo tiempo en una expresión peligrosamente sexy.
Seungmin estuvo a punto de caer de rodillas ante aquel diablo, pero no para implorar discreción, sino para rogarle que lo follase hasta que no pudiera sentarse en un mes. Por suerte —esta vez— Soobin volvió a llamarle desde el otro lado de la puerta.
—¿Minieee?
—¡Ya voy, joder! —contestó enfadado.
Estiró el brazo con la intención de tirar de la cadena para hacer su salida más creíble, pero el cabrón que estaba sentado sobre el retrete le agarró de la nuca y lo besó, mordiendo sus labios sensibles. Metió la lengua en su boca otra vez y lo empujó antes de que Seungmin fuera consciente de lo que estaba pasando.
Él mismo se giró y tiró de la cadena guiñándole un ojo y subiendo tres dedos en su mano derecha: —Te buscaré para que pagues tu deuda —susurró.
Seungmin se giró alterado y comprobó su ropa antes de abrir la puerta apenas una rendija. Soobin estaba allí, de espaldas, mirando algo en su teléfono móvil. Aprovechó la distracción para salir y cerrar tras de sí, rezando a todas las entidades místicas de todas las religiones posibles porque su amigo no preguntase de más sobre los sonidos que salían de aquel baño.
Se acercó a él y abrió el grifo, volviendo a lavarse las manos y la cara bajo el escrutinio de Choi Soobin.
—¿Has comido algo que te haya podido sentar mal?
—¿Qué?
—No sé, llevas mucho rato en el baño, no has pedido postre... Pensé que tal vez algo te había sentado mal.
—Ah sí, creo que sí. Creo que fue algo que comí en el almuerzo.
—Bueno, podemos comprar sopa cuando vayamos de camino a casa para que lo tomes antes de dormir.
—Sí, eso estaría bien... —contestó sintiéndose tan malditamente culpable que casi le cuenta la verdad.
—Seungmin, tengo una pregunta... —le miró esperando —. ¿De qué conoces a Chan hyung?
—¿Qué? Yo no...
—¿De dónde lo conoces? —le interrumpió.
—Bueno... Lo conocí cuando estaba en la universidad, teníamos un amigo en común.
—¿Cómo es eso posible? Es nueve años mayor que tú, ¿qué amigo es ese?
—Soobin, ahora no me apetece hablar del tema, ¿de acuerdo? No me encuentro bien.
—Vale... Pero vas a tener que contármelo en algún momento.
—Sí, sí, lo que sea. —Se aseguraría de que su amigo olvidase volver a preguntarle nunca o inventaría una mentira un poco más convincente cuando no sintiese las piernas como gelatina.
Caminaron juntos hacia la estancia donde Changbin y Jisung hablaban relajados y se sentó en su lugar. Se fijó en que el maletín negro de Bang Chan no estaba allí. ¿Lo llevaba cuando estaba en el baño? No podía recordarlo...
—Bang Chan-ssi se ha marchado —informó Jisung con una sonrisa enigmática—, supongo que ya te lo imaginabas...
—No sé qué quieres decir...
—Nada. Toma —Cogió una pequeña tarjeta sobre la mesa y se la tendió—. Ha dicho que tal vez necesites asesoramiento legal en el futuro y que puedes llamarlo en cualquier momento.
Seungmin miró el trozo de papel negro con letras blancas: "Christopher Bang, abogado". Negó con la cabeza y estuvo a punto de tirar la tarjeta sobre la mesa, pero se encontró con los ojos inteligentes de Han sobre él y solo la guardó en su bolsillo.
—Creo que me voy a casa —comentó.
—Está bien, vámonos —dijo Soobin rápidamente.
—No, no, me iré solo, quédate con ellos.
—No te voy a dejar ir solo.
—¿Te importaría que durmiese en tu casa hoy? —interrumpió Jisung de repente y los tres lo miraron estupefactos.
Nunca, en el tiempo que llevaban saliendo, había visto a Han dormir en casa de Soobin y, según le había contado su amigo. La pregunta le cogió un poco desprevenido, pero no pudo evitar sonreír.
—¿Fiesta de pijamas? ¿Podemos ver Semantic error? —exclamó feliz y la risa de Jisung sonó fuerte otra vez, como en el coche.
—¿Cuántas malditas veces son suficientes para ti? —preguntó Soobin rodando los ojos con cansancio.
—Ninguna, nunca se ve Semantic error suficientes veces. Y la pantalla de tu televisor es más grande que la mía. ¿Fiesta de pijamas entonces?
—Yo me voy a casa —dijo Changbin con una sonrisa que se vio forzada—. Nos vemos, chicos. Te llamaré mañana, Jisung. —El chico se levantó y se marchó tocando el hombro de su amigo antes de salir de la habitación.
—Entonces, ¿Semantic error? —preguntó Han mirándole.
—¿No la has visto? ¡Qué vergüenza!
—Por supuesto que la he visto, imbécil, pero soy más de BL tailandés.
—Cállate, idiota. Deja de blasfemar —Seungmin lo miró con asco y se levantó fingiendo indignación.
—Nah, prefiero algo más picante al BL coreano—contestó Jisung levantándose también.
—Soobin, tu novio es gilipollas y un hereje. Creo que debes abandonarlo.
—Seungmin... no te pases —rogó suavemente Soobin de pronto un poco incómodo.
—No le hagas caso, Soobin, es él quien no tiene ni puta idea, claramente el BL tailandés es mucho mejor que el coreano —replicó con voz risueña Jisung poniéndose de puntillas para dejar un beso en la mejilla del chico.
Seungmin observó, de nuevo anonadado, como su mejor amigo se ruborizaba y miraba hipnotizado al hombre mientras se llevaba la mano al lugar en el que los labios de Jisung se habían posado. Y entendió por qué. El hombre de piedra, de repente, se había ablandado.
—Recuerda llamar a Chan hyung para agradecerle por la cena, Seungmin —comentó Han, guiñándole un ojo.
—¿Por la cena?
—Sí, él pagó por la cena. Así que tienes que llamarle para agradecerle.
Maldito hijo de puta. Ahora le debía cuatro favores al diablo.
***
3/3
¿Alguien se sorprendió? ¿De qué se conocerán Seungmin y Channie?
Chan en este libro es BIEN HARDCORE, voy avisando desde ya.
¡Nos vemos en el infierno!
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