36. Montaña firme
Martes, 1 de junio
Escuchó el resoplido de Minho a su lado. Era aproximadamente el décimo que emitía en voz alta. Felix se rio bajito y frenó en el semáforo.
—¿Cuánto más tardaremos en volver?
—Cállate, hyung, deja de lloriquear. Todavía no hemos pasado a comprar la cena.
—Dios santo, me da igual la maldita cena, pediremos algo al llegar a casa.
—¿Por qué eres así? ¿Por qué demonios te comportas así conmigo? —gimió con fingido dramatismo —. Es mi cumpleaños, déjame darme un capricho.
—¿Un capricho, dices? ¡Qué valor tienes! Te has gastado un millón y medio de wones, Felix, eso no es un maldito capricho, es el alquiler de una casa. De hecho, nunca hemos pagado tanto por el alquiler.
—Por Dios, hyung, relájate. Ahora tengo un trabajo, ¿recuerdas? Y además, mi prometido es rico.
—¿El dinero es suyo? ¿Te ha dado él ese dinero? —Felix rodó los ojos y giró el volante en el siguiente cruce dirigiéndose hacia casa, desistiendo de la posibilidad de parar a comprar algo de comer.
—Es mi dinero. Cálmate. No he aceptado dinero de Changbin, más allá de toda esa reforma que hizo en la casa. No me dejó comprar ni un maldito cojín.
Su hermano se quedó callado a su lado asintiendo con aprobación. Minho había estado volviéndole loco durante el tiempo que habían pasado viviendo juntos en casa de Changbin por el tema del dinero. Nuestra casa, no de Changbin, nuestra.
Hoy había salido con su hermano de compras porque llevaba tanto tiempo encerrado que pensaba que le saldrían raíces. El hombre había estado en desacuerdo, pero sacó la carta del cumpleaños y puso los ojos de cordero que sabía que le hacían perder todas las discusiones.
Y así habían acabado, en un coche con el maletero lleno de toda la ropa y los zapatos que necesitaba para ir a trabajar. Bien, es posible que no necesites todo lo que llevas en el maletero para trabajar, Felix, como ese conjunto estampado, la variedad de trajes de baño o esas otras cosas.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Minho.
—En nada —contestó ruborizado.
—¿No puedes parar?
—¿De qué? ¿Qué he hecho ahora?
—Estás pensando en cosas para adultos —Hizo una pequeña pausa y aspiró el aire indignado
—Estaba pensando en las compras...
—¿Qué llevas en el maletero, Felix? ¿Qué has comprado?
—¡Nada, hyung! Bueno... Al menos nada ilegal... Creo...
—Basta. No sigas.
—Pero me has dicho que te cuente.. Pensé que ya que salía, estaría bien comprar algo para sorprender a Changbin. No es que él me lo haya pedido, o que se queje, en realidad —Soltó una risita y su hyung gruñó a su lado—, pero he creído oportuno comprar un par de cosas para alegrar nuestra vida marital.
—¡YA ES SUFICIENTE! —gritó subiendo el volumen de la radio hasta hacerlo realmente incómodo.
—No te comportes como si tú no follaras.
—Santo infierno, no necesitas alegrar nada. Joder, las paredes de la casa no están insonorizadas. No. Lo. Necesitas.
Felix abrió los ojos y apretó las manos en el volante. El calor le cubrió la cara. ¡Mierda!, gimió mentalmente. Una cosa era bromear para hacerle sentir incómodo y otra completamente distinta saber que su hyung había escuchado esas cosas.
—¿Ahora te sonrojas? Eres un sinvergüenza.
—¿Por qué demonios estás tan de mal humor? Llevas toda la tarde quejándote. No lo entiendo, llevas sin salir de casa un millón de años y te pones así. Joder, solo quería pasar la tarde contigo —suspiró acercándose a la entrada de la urbanización.
—Lo siento... No sé... Creo que estoy un poco asustado de estar fuera todavía... Y de que tú lo estés.
—Ya, ya lo sé. Pero es mi cumpleaños, ¿no podrías relajarte por un día?
—El día que me relajé mi exsuegra intentó matarme —contestó secamente.
—¡Bien! El título de aguafiestas oficial de esta familia ha pasado de Changbin a ti. Muchas gracias —espetó pulsando el mando para que la puerta de la cancela y la del garaje se abrieran.
—Bokkie...
—No quiero hablar ahora.
Aparcó el coche junto al de Changbin, sacó la llave y salió del vehículo. Caminó hasta la parte trasera y sacó del maletero las más de quince bolsas. Minho estaba a su lado arrancando unas cuantas de sus manos y llevándolas él mismo en silencio, con la cara un poco compungida.
La razón por la que insistió en salir era porque su querido novio se había quedado trabajando hasta las tantas mientras le apaciguaba con un "disfruta-de-tu-día-con-tu-hermano" telefónico. Y, mierda, lo había intentado. Para ser honestos, Felix había gastado todo ese dinero en ropa que en realidad no necesitaba porque lo que quería era que Changbin estuviese en casa con él. Tal vez salir a cenar fuera, le hubiese bastado con ver una película en el cine.
Lo único que le apetecía, después de tantos años lejos de él, era hacer algo normal y aburrido. Pero hacerlo con él. Que Minho llevase desde las 11 de la mañana quejándose tampoco ayudaba a su humor, de por sí bastante complicado.
—Yongbok, lo siento...
—Es igual, hyung, ya estamos en casa, así que ahora podrás relajarte.
Salió del garaje y caminó hasta la entrada. Pulsó a duras penas los botones en la cerradura. Cuando abrió, se encontró con la casa casi a oscuras. Las cortinas pesadas cubrían los cristales y se preguntó si Minho las habría cerrado.
Se quitó los zapatos de los pies y los pateó lejos de su camino. Dejó las bolsas en el recibidor y se quitó la chaqueta. Dio un paso hacia dentro y el suelo se iluminó cuando su calcetín se posó.
Se sobresaltó y dio un paso hacia atrás. Minho lo empujó suavemente y entró a la estancia de nuevo. Había un millón de puntos brillantes moviéndose en el suelo. Las luces led parpadearon dirigiéndolo hacia la cristalera trasera.
Se giró para mirar a su hermano y vio la sonrisa tímida. Su corazón palpitó furioso en su pecho y caminó despacio, con el suelo titilando alrededor de sus pies cada vez que pisaba. Se preguntaba cómo demonios habían instalado esos paneles en el suelo.
Llegó hasta la puerta de salida y en el momento en el que fue a abrir Minho le habló: —Gírate hacia mí y cierra los ojos mientras abro las cortinas.
Obedeció, dándose la vuelta y escuchó el susurro de la tela corriendo por los rieles. Minho le cubrió los ojos con las manos y le dio la vuelta. Lo siguiente que llegó a sus oídos fue el sonido de las puertas abriéndose.
Dio un paso al exterior y alguien metió sus pies dentro de unas zapatillas. Le dirigieron durante un tiempo, dando muchos pasos, tantos que perdió la cuenta, pero pensó que seguramente habían rodeado la piscina.
Su hyung apartó las palmas de su cara, pero se resistió durante unos segundos a abrir los ojos. Cuando lo hizo, los golpeteos que su corazón daba contra sus costillas se convirtieron en una violenta carrera..
Había algo extrañamente mágico. Ese no era el jardín de su casa. Esa pérgola de madera no había estado allí cuando salió. No sabía quién había plantado esos setos con flores allí. Esos sillones, esa mesa, esas luces, nada de eso existía cuando se marchó con su hermano en el coche que Changbin le había regalado por su "cumpleaños adelantado".
Su boca se apretó con un puchero y se la tapó con la mano. Minho lo empujó un poco por el hombro y siguió andando. En la mesa central había un montón de platos tapados, además de dos cubiteras con champán junto a los sofás y unos cuantos puffs en el suelo.
—¿Cómo demonios ha hecho todo esto? —murmuró maravillado.
—Tu prometido es millonario, ¿recuerdas? —bromeó Minho abrazándolo por los hombros y dándole un beso en la sien—. Feliz cumpleaños, .
Cuando llegó bajo el techo de madera del kiosko, el olor de la comida inundó su nariz y su estómago rugió en protesta. No sabía que tenía tanta hambre unos segundos atrás. Miró, subió el pequeño escalón y pisó la plataforma de madera. Se dio cuenta de las zapatillas que llevaba, que alguien le había puesto cuando salió, y se giró rápidamente.
Y allí estaba el hombre más maravilloso del mundo, con la boca apretada en una línea, como si temiera que todo ese maldito oasis que había construido para él no fuera suficiente.
Apartó a Minho de un empujón y corrió hasta saltar sobre él. Changbin lo alzó en el aire con fuerza y apretó sus manos en su espalda y su trasero. Felix le besó como si hubiese estado muerto de sed y esa boca fuera un manantial fresco.
Enredó sus dedos en el pelo negro de su nuca mientras sus piernas alrededor de la cintura le ceñían al cuerpo duro y musculoso. Sintió que les giraba porque su centro de gravedad se tambaleó, pero no abrió los ojos.
Le pidió perdón silenciosamente por haberse pasado el día odiándolo por ir a trabajar. Le agradeció, con su lengua entrando y saliendo de la cavidad húmeda, por todas las veces que le había demostrado que la vida tenía más para él de lo que nunca hubiese soñado.
En ese momento, con sus extremidades alrededor de Changbin y su peso apoyado sobre las caderas del hombre, pensó que si le volviese a pedir que se casara con él le diría que sí. Cada segundo de su vida le diría que sí.
La mano del oso fue a su nuca y le apartó unos centímetros. Felix recuperó el aire y tragó saliva, saboreando a Changbin en su boca. Abrió los ojos mirándole y sintió que no había nadie más alrededor que ellos dos, que no había nadie más en el mundo que ese hombre que les salvó a todos.
—Feliz cumpleaños —dijo con los ojos pequeños mirándole intensamente.
—Te amo, Binnie. Te quiero. Te adoro. ¿Quieres casarte conmigo? —susurró contra su boca con el corazón a punto de explotar de felicidad.
Changbin se sonrojó y sonrió tímido. El pequeño hoyuelo secreto apareció en su mejilla y Felix lo acarició con su pulgar. Volvió a besarlo, más suavemente esta vez. Sus labios calmados se encontraron con los contrarios en una balada lenta.
Las manos de Changbin estaban en su trasero, con los dedos aguantando su peso y estrujando la carne blanda al mismo tiempo.
Un carraspeo sonó fuerte detrás de su prometido y volvieron a separarse. Las mejillas del hombre que le sostenía estaban del color de las granadas maduras y Felix cayó de cabeza desde el cielo en el que estaba cuando comprendió que tenían público.
Mortificado se asomó por el hombro y vio a su hermano levantando una ceja. Apretó la cara contra el hueco del cuello que olía a colonia masculina.
—Yo tampoco quiero hacerlo, pero igual deberíamos separarnos un poco —susurró Changbin cerca de su oreja. No pudo contener el jadeo que el otro escuchó. Los dedos se clavaron en su trasero acercándole más a su cuerpo —. Polluelo, tenemos que parar...
Felix entendía que tenía razón, pero eso no significaba que estuviese de acuerdo. Lo único en lo que podía pensar ahora mismo era en que ese chico había hecho todo esto por él. También en todo lo que lo había extrañado durante el día y las ganas desesperadas que tenía de sentirlo enterrado dentro de su cuerpo.
Un quejido bajo se escapó de sus labios entreabiertos contra la piel del cuello y besó allí dejando un pequeño rastro de saliva. Changbin no pudo evitar apretar la parte baja de sus cuerpos juntas, con los bultos frotándose a través de la ropa.
—¡Es suficiente! —gruñó Minho tras ellos—. ¡¿No os cansáis nunca?!
Ambos rieron avergonzados. Con todo el dolor de su corazón, desenredó las piernas de la cintura de Changbin y dejó que lo bajara al suelo. Una mano envolvió la suya y tiró de él hacia el gazebo mientras su hermano subía a la plataforma de madera y se sentaba.
—Esto es jodidamente increíble. —Volvió a pasear la mirada por aquel precioso paraíso que ahora había en su jardín.
—¿Te gusta? —preguntó su chico.
—Dios mío, ¿cómo puedes preguntar eso? Está más allá de mi imaginación... No tenías por qué hacerlo, Binnie, el coche era más que suficiente.
—Nada es suficiente —murmuró apretando los dedos en su mano.
Minho negó con la cabeza y rodó los ojos. Cogió el teléfono móvil y sacó una foto para la que no tuvo tiempo de posar. Toqueteó la pantalla y luego lo guardó en su bolsillo.
Changbin se sentó en uno de los sillones y tiró de él para que se sentara a su lado, de espaldas a la piscina. Le pareció que estaba en un cuento de hadas, con esas luces amarillas iluminando todo de forma tenue y romántica. El olor de la comida volvió a saturar el ambiente y su estomago se quejó.
—¿Tienes hambre? —le preguntó y él asintió.
—Brindemos primero —dijo su hermano levantándose para abrir una botella de champán. Sirvió dos copas y le pasó un refresco a Changbin con un vaso y una sonrisa.
Felix admiró aquel momento y se sintió tan afortunado que no podía creérselo. ¿En qué momento había hecho algo para que su karma cambiara? ¿Cuándo fue tan bueno como para merecer que las personas a las que amaba le amaran de esa forma?
—Gracias... —susurró acongojado—. A los dos... Gracias por todo. Nunca voy a ser capaz de agradeceros lo suficiente. Os quiero.
—No te pongas dramático. Solo es una botella de champán —bromeó Minho y los tres rieron suavemente.
—Me hubiese gustado que viniese Jisung —soltó de repente y los vio tensarse—. ¿Qué pasa? ¿No ha querido venir? —Se mordió el labio inferior y dio un sorbo a la copa—. Está bien, lo entiendo. Disfrutemos de la cena.
Trató de sonreír lo más sinceramente posible, pero no podía evitar sentirse un poco decepcionado. Las cosas entre Jisung y Minho seguían en malos términos, pero esperaba que su cumpleaños fuese un motivo suficiente para que su amigo se tragase el orgullo y se sentase a su mesa. Bien, se ve que no, pensó triste.
—He oído que me reclaman por aquí —La voz del chico vino desde su espalda y Felix se giró emocionado. Se levantó y se lanzó para darle un abrazo al idiota mientras los otros reían—. ¿Cómo iba a perderme tu cumpleaños?
—Gracias por venir, Jisung. Muchas gracias.
—Bueno, aún falta nuestro regalo... —dijo Jisung con una sonrisa traviesa mirando hacia los chicos. Se apartó un poco de él y Felix vio la caja grande en el suelo a su lado—. Aquí está, Minho y yo lo hemos conseguido para ti.
Felix ladeó la cabeza desconcertado. ¿Minho y Jisung habían hecho algo juntos? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué no lo sabía? Se agachó y deshizo el gran lazo, levantó suavemente la tapa de cartón y cayó de culo en el suelo al instante.
Dentro de la caja, entre terciopelo verde pastel, estaba el perro más bonito que había visto en su vida. El cachorro era peludo y gordo y de color blanco. Acercó la mano acariciándole la cabeza y escuchó el ladrido agudo. Un microsegundo después Changbin hizo un sonido ahogado de desesperación.
—¿Un perro? ¿En serio? —gruñó el hombre a su espalda.
Felix cogió al animalito en sus brazos y le lamió la barbilla moviéndose en el hueco de su codo. Se giró para mirar a los tres chicos y vio el ceño fruncido de Changbin suavizarse cuando vio al perro. Jisung y Minho reían cubriéndose la boca mientras su novio suspiraba cansado.
—Le prometiste llevarle a todas las perreras de Corea, Minho y yo te hemos ahorrado trabajo.
—¡Que te den, Han Jisung! —gruñó el hombre.
—Míralo, es precioso y suave y tan malditamente tierno que me dan ganas de llevarlo a casa conmigo.
—Ni hablar, Jisung, es mío. Un regalo es un regalo —contestó Felix, apretándolo contra su pecho.
—Sí, idiota —rió—. Tiene un año y medio, su familia anterior lo dejó porque tenían que irse al extranjero. Está educado, esterilizado y es muy cariñoso. No tendrás que preocuparte porque se mee en las alfombras, Changbin.
—¿De dónde lo habéis sacado?
—Bueno... Seungmin nos echó una mano —contestó Minho con una sonrisa—. Hablé con él y encontró al perrito. Se llama Bbama.
—Me gusta el nombre, tiene el pelo rizado. Y, ¿cuándo ocurrió esto, hyung?
—Bbama lleva desde el viernes en casa. Minho fue a buscarlo —contestó Jisung.
—¿Así que no tuviste ninguna reunión con Chan?
—No —dijo—, fui a buscar al bebé y lo traje a casa de Jisung. Se portó muy bien en el camino.
—Y no ha hecho destrozos en casa. Puedes estar tranquilo, Changbin —concluyó Han dándole un toque en el hombro.
Jisung se sentó en uno de los sillones individuales y Felix se acercó con carita de cordero a su prometido. Bbama miraba curioso a todas partes. Se sentó junto al hombre y le acercó al perro para que lo tocara.
Changbin se quedó unos segundos mirando del animal a Felix con la cara contraída en una mueca enfadada, pero Bbama dio un ladrido suave y movió sus patas hacia él, como llamándole. Y eso lo desarmó. Su expresión se suavizó y pasó su mano por el pelaje blanco aguantando una sonrisa.
—No sé por qué tengo la impresión de que hay un nuevo rey en esta casa —murmuró Jisung sirviéndose una copa de champán.
—Estoy acabado —gruñó Changbin rascando detrás de las orejas—. No puedo decirte que no cuando pones esa cara, ¿cómo se supone que me opondré a algo si tengo dos pares de ojos negros adorables todo el día a mi alrededor?
Felix dejó al perro sobre el regazo de su prometido y el animal se acomodó después de dar unos saltitos de alegría. Seguidamente, dejó un beso sobre los labios rosados de su chico y lo vio enrojecer de nuevo y apartar la mirada.
—Gracias, de corazón. Este es el mejor cumpleaños de mi vida.
Cenaron entre risas, haciendo acopio de las tres botellas de champán que había en las cubiteras. Felix se levantó resuelto, sintiendo el ligero mareo propio del alcohol. Agarró la mano de Jisung y lo arrastró hasta la cocina para coger otra botella de la nevera.
La abrió sobre la encimera y dio un trago. Se la pasó a Han y le imitó.
—Llévate a Minho hyung de aquí —dijo de repente.
—¿Qué? —preguntó su amigo abriendo la boca. Sus incisivos de conejo se asomaron y Felix le agarró por las mejillas.
—Por favor, es mi cumpleaños, quiero follar con Changbin por todas partes. Particularmente en ese sitio tan bonito que ha construido.
—Felix...
—Por favor, Jisung. No te estoy diciendo que le dejes entrar en tu cama, te estoy diciendo que te lo lleves a tu casa. Tienes habitaciones de sobra, enciérralo en una.
—¿A qué viene esto? ¿Es que no os habéis acostado desde que está aquí? —Jisung dio dos tragos largos a la botella y le miró con el ceño fruncido.
—No es eso—contestó poniendo carita de corderito inocente—. Hoy me dijo que nos ha escuchado. Y, joder, he comprado algunas cosas que quiero usar.
—¿Qué has comprado? ¿Esposas? ¿Consoladores?
—¡Jisung! ¿Esposas? ¿Te va estar atado?
—Bueno, es divertido —comentó, encogiéndose de hombros mientras caminaba hacia el jardín.
—¿Soobin te ataba? Dios, no parece para nada ese tipo de chico...
—No fue precisamente él... —murmuró. Felix ladeó la cabeza desconcertado.
Caminaron juntos hasta la pérgola, donde Changbin acariciaba al perro sobre su regazo, que parecía ser su lugar favorito. Jisung pasó ante él y no pasó desapercibida la mirada apreciativa de su hermano, ni como apretaba las manos sobre sus rodillas mientras estaba sentado en el sofá grande.
Han se sentó a su lado, en lugar del sillón de una plaza que había elegido previamente, y dio un trago a la botella de champán. La puso ante Minho, ofreciéndosela, y sus ojos fueron de la boca de la misma hasta los labios de Jisung.
Los dedos de su hyung rodearon la muñeca de Jisung y le quitó el cristal de las manos suavemente. Felix tuvo una epifanía.
—¡¿Cómo te atreves a echarme en cara que hagamos ruido?! —exclamó mirando fijamente a su hermano, que se quedó congelado, igual que el resto de espectadores—. Te quejas del ruido como si fueras un santo y tú le atas cuando folláis. ¡Eres un sinvergüenza, hyung!
Bbama ladró, pero nadie hizo ni un movimiento. Felix se dio cuenta un poco tarde de que había gritado en voz alta todas esas cosas. La piel de la cara de Minho se puso tan roja que creyó que iba a desmayarse.
Su hermano soltó la mano que aún sostenía y se encogió ligeramente, mirando de reojo a Jisung. Felix bufó y miró a su amigo, que tenía los ojos de cervatillo abiertos. La mano de Changbin estaba sobre su espalda como una toma de tierra para su descontrol.
—Polluelo... —susurró atrayéndolo sobre sus rodillas, donde un segundo antes había estado Bbama tumbado.
Se sentó sobre el regazo de Seo Changbin sin apartar la vista de los dos idiotas ante él. Jisung agarró la botella de la mano de Minho y le dio unos cuantos tragos.
—No me jodas, Felix —contestó Jisung limpiándose la boca con el dorso de la manga del traje de sastre a medida—. He follado con mucha gente en mi vida, no tiene por qué ser él.
—Oh, pero claro que es él. El mismo que me hizo sentir mal porque hacemos ruido. ¡Hipócrita! —exclamó señalándole mientras su hermano se cubría la cara con las manos—. ¿Lo ves? Esa reacción significa que sí que es él.
—Bueno, otras personas lo han hecho también.
—No te creo tan estúpido como para dejar que un tipo al que conociste en una aplicación móvil te ate a la cama —se quejó, dando un trago a la botella—. Y dijiste que Soobin no lo había hecho. Así que solo me queda él.
—Felix, deberías parar.
—No, Binnie. Mi hyung el santo se atrevió a juzgarme porque compré algunas cosas para divertirnos —explicó con la mandíbula apretada. Las aletas de la nariz de Changbin se ampliaron y la mano que tenía en su cintura presionó más fuerte—. Y mientras tanto el señor inmaculado juega a 50 sombras de Lee con Jisung.
—¡Tampoco te pases! No es como si se hubiese atrevido a hacer algo más que atarme las manos. —Jisung movió la mano con indiferencia.
—Oh, pero lo hizo. Y yo tengo que sentirme mal por querer tener un poco de sexo vainilla de vez en cuando.
—Bueno, yo te apoyo con todo eso. Haz todo el ruido que quieras y haz todo lo que quieras siempre que estéis cómodos. Probar cosas nuevas siempre es divertido —explicó Jisung guiñándole un ojo a Changbin—. No tengas miedo a contarle tus fantasías más sucias, Changbin, seguro que las de Felix son peores.
—¿Ves, Binnie? Esas cosas son normales, podemos hablar de ello. No tienes que ponerte tan nervioso. Podemos jugar a lo que quieras, podemos hacer todo lo que quieras —susurró seductor dejando un beso húmedo en el cuello. Jisung se rió ruidosamente. Minho había agarrado un cojín y lo presionaba contra su cara.
—Minho, vámonos —dijo Jisung de pronto levantándose.
—¿Qué? —preguntó estúpidamente contra el almohadón.
—Que nos vamos a mi casa. Venga, levántate. Changbin, me lo he pasado estupendamente, mañana hablaremos. Me llevo al gato callejero a dormir a casa. Podéis follar por todo el jardín. —Quitó el cojín de la cara de su hermano y tiró de su brazo para levantarlo. Minho se resistió.
—No es una buena idea...
—Oh, por Dios, cálmate. No voy a saltarte encima. Tú dormirás en una habitación y yo en otra. Déjales un poco de espacio, que lo hagan como conejos por todas partes y volveremos mañana para que nos cuenten todas las superficies que mancillaron. ¿De acuerdo? —Jaló con más fuerza y hyung se levantó del sillón siguiéndole como un perro a su amo.
Jisung le dio un beso en la mejilla a Felix antes de irse y Minho un abrazo tímido e incómodo. Salieron de la casa dos minutos después. Esperó en silencio a escuchar la puerta exterior para sentarse sobre el regazo de Changbin a horcajadas.
—Eso que has hecho es un peligro...
—Me da igual, estoy harto de verlos tan tensos a los dos. Se desean muchísimo y no son capaces de tener una conversación —Rozó con sus labios los de Changbin mientras sus manos le agarraban la cabeza. Acarició suavemente sus mejillas—. Te eché de menos hoy, Binnie. Pensé que habías preferido trabajar a estar conmigo... Gracias por esta sorpresa, te amo.
—Es lo mínimo que puedo hacer por ti —contestó con sus manos subiendo por sus muslos hasta posarse en su trasero.
—No es verdad, es mucho más de lo que merezco. Es mucho más de lo que nunca voy a poder hacer por ti. No sé cómo demonios voy a poder darte una milésima parte de todo lo que me das, Binnie —Depositó un beso suave en sus labios y enredó sus dedos en el pelo negro—. Dejarme estar aquí, dejar que Minho esté aquí... Es demasiado.
—Polluelo, ¿todavía no entiendes que no hay nada en el mundo que me haga más feliz que tú? —Las manos de Changbin se colaron debajo de la camisa oversize blanca que llevaba puesta y acarició su espalda—. Llegar a casa cada tarde y que estés aquí... Despertarme a tu lado, abrazarte por la noche. Todo eso es más de lo que nunca soñé. Creía que cuando volvieras no ibas a quererme. Pensé que habrías encontrado a alguien más, que tal vez ya no sentirías por mí nada de lo que sentías entonces.
—Oso tonto, ¿no eres acaso el hombre más magnífico de la Tierra? ¿Cómo demonios no iba a quererte?
—Porque no soy uno de los chicos que solían gustarte... —contestó aplastando su cara contra el cuello de Felix, escondiéndose —. A veces siento celos de la relación que tienes con Jisung, desearía ser más como él, más gracioso, más extrovertido...
—Binnie, yo no quiero a Jisung, te quiero a ti. Además, estando Minho por aquí ya no eres el aguafiestas de la casa —bromeó dejando un beso en la sien del chico—. Eres divertido, Changbin, de una manera tranquila, pero tienes sentido del humor. Eres una persona interesante, sabes muchísimas cosas, se puede hablar contigo de todo. Eres tolerante, educado, eres suave y paciente con nosotros, con los tres. Eres la única piedra a la que podemos agarrarnos. No quiero a alguien como Jisung o como yo, te quiero solo a ti. Quiero que sigas siendo firme como una montaña —Las manos de Changbin seguían describiendo patrones aleatorios en su espalda mientras su frente estaba apoyada en el hombro de Felix—. Eres lo mejor que me ha pasado jamás. Eres lo mejor que nos ha pasado a todos.
»¿Sabes qué es lo que me gusta de ti? Que no te importa que yo sea como soy. Minho lleva toda la vida tratando de enderezarme infructuosamente, tú no. Tú abrazas esa mierda de mí. No te importa que sea inconstante y estúpido. Tu enfado por el perro ha durado un minuto. Tu enfado por mi salida de tono sexual ha durado aún menos. Nunca has tratado de cambiar nada de mí.
—Polluelo —le llamó separándose y lo besó con fuerza antes de continuar—, tus brazos son como muros de hormigón. Eres la cosa más constante de mi vida desde que te abracé aquella noche. Eres mi lugar seguro, Felix. El único que he conocido en mi vida...
Su pecho aleteó aún más enamorado, si cabía, de ese hombre. Le besó otra vez, saboreando el dulzor del postre que había tomado en sus labios, con su lengua entrando en aquel lugar que siempre le daba la bienvenida. Changbin aceptaba de él hasta lo más desagradable: su pasado, las cosas que hizo, las mentiras que dijo. Todo estaba bien, todo era válido.
Esas manos habían agarrado todo de él y lo habían guardado en el pecho amplio como el mar. Felix vivía allí, debajo de aquellas costillas, con sus defectos y sus virtudes, abrigado por el calor que se desprendía de aquel enorme corazón.
—¿Quieres casarte conmigo, Binnie? —preguntó de nuevo, separándose de sus labios.
—Sí, sí quiero. Podemos casarnos cada año, cada día, en cada país que nos lo permita. Nos iremos de vacaciones a todos los lugares que quieras del mundo y nos casaremos cada vez. Y cogeremos todos los certificados de matrimonio y empapelaremos las paredes con ellos —Apretó la boca tratando de contener un puchero y sintió los dedos de Changbin en sus mejillas, llevándose las lágrimas que se le escaparon—. Quiero darte la vida que te mereces. Quiero que seas feliz y que te quedes conmigo para siempre.
—No necesitas darme nada. Lo único que necesito es esto. Solo tú y yo juntos —Bbama ladró subiéndose al sofá y poniendo las patas delanteras sobre el muslo de Felix —. Bueno, tú , Bbama y yo. ¿Mejor? —preguntó mirando al perro. El pequeñín ladró una vez más y Changbin sacó una de las manos de su espalda para acariciarle la cabeza—. ¿Ahora voy a competir con él?
—No lo hagas, perderías. Mira esa carita peluda y adorable—bromeó.
—No sabía que ahora te gustaban peludos —contestó Felix—. Me dejaré barba —Changbin se echó a reír—. Eres tan jodidamente guapo cuando te ríes de verdad que me da envidia. En realidad eres guapo todo el tiempo, pero cuando te ríes eres precioso —acarició la mejilla con el dedo mientras el chico enrojecía.
Lo besó una vez más, dejándole saber todo lo que sentía.
Miércoles 2 de junio.
—¿Quién es? — gruñó Seungmin adormilado.
—Hola, desgraciado —susurró I.N al otro lado de la línea.
Fue suficiente para despertarlo del todo y que abriese los ojos mirando al techo de su habitación, iluminado por las luces tenues del exterior. Se incorporó en la cama y se apoyó en un par de cojines para mantenerse erguido.
—¿Por qué estás llamándome? ¿Cómo lo has hecho? —susurró también, aunque no tenía por qué.
—He conseguido un teléfono móvil... ¿Cómo estás? —preguntó. Seungmin suspiró pesadamente y cerró los ojos un segundo.
—¿Que cómo estoy? Estoy jodido, pero no tanto como tú. Te echo de menos y preferiría tener que coserte heridas a diario que pensar que estás en ese sitio infernal. No dejes que te cosan y no te hagas tatuajes, pueden pegarte enfermedades. Y no folles con nadie. Nada de sexo sin condón, I.N, por Dios —Escuchó una risita suave al otro lado del teléfono—. ¿Es... es duro? Sé que es duro. Pero... ¿cómo estás? ¿Estás bien?
—No te preocupes por mí. Solo te he llamado para decirte que yo también te echo de menos. Y comprobar si habías dejado que Bang Chan te haga esas guarradas otra vez —bromeó y él sintió como sus mejillas se calentaban por el rubor.
—Cállate, idiota. Claro que no. Ahora soy célibe. Solo me ocupo de mis bichos en la clínica y de Dori. Y de Soobin también, a veces es un poco idiota, pero le quiero. Y, ¿sabes qué? Jin ahora tiene un cachorrito. Todavía no le conozco, pero tal vez me acerco este fin de semana para verle.
—Seungmin, no puedo estar mucho hablando...—dijo en un susurro.
—Ah, está bien, perdón. ¿Hay algo más que quieras contarme?
—¿Has visto a Lee Minho? Deberías hablar con él, perdonarle por todo eso de Han y demás, él no tenía ni idea. Y ya sabes, es un poco gris la mayoría del tiempo y tu eres tan colorido que seguro que le viene bien hablar contigo de vez en cuando —Seungmin bufó ruidosamente—. No hagas berrinche. Lee Minho es un buen tipo, ha tenido una vida difícil, deja que te lo cuente. Y confía en él, para cualquier cosa que te pase, llámale, él sabrá qué hacer.
—¿Pero de qué hablas, I.N?
—¿Sabes qué me acaba de pasar? —Hizo una pausa y Seungmin esperó confundido—. Me pareció ver a alguien que creí que no volvería a ver. Es decir, es completamente imposible que sea él, pero me pareció verlo.
—¿Quién?
—Nadie importante, un mal recuerdo del pasado. Pero insisto, es prácticamente imposible que sea él... Es solo que un guardia se parecía mucho... Y me asusté un poco. Además... hice una cosa, Seungmin.
—¿Qué has hecho ahora? —gimió con el estómago empezando su baile incómodo de ansiedad.
—No te lo voy a decir porque no quiero que te pregunten. Pero quiero que le digas a Lee Minho que ahora es libre de verdad.
—Eh... Está bien, se lo diré...
Con los años, había entendido que había momentos en los que insistir a I.N era contraproducente. Cuanto más querías saber algo, más herméticamente se cerraba el misterioso cabrón.
—Tengo que irme —Su corazón se apretó y quiso rogarle que no colgara, pero no lo hizo, solo emitió un pequeño sonido afirmativo—. ¿Sabes que te estaré agradecido de por vida por salvarme? Te quiero, desgraciado. Folla mucho por mí.
—Soy célibe, ¿recuerdas? —bromeó con su labio inferior temblando—. Yo también te quiero, I.N. Y hoy tengo un montón de calor y echo de menos tus manos de cadáver en mi cuello. Pórtate bien y haz amiguitos. No mates a nadie.
—Trataré de no volver a hacerlo. Hasta la próxima, Kim Seungmin.
—¡EY! ¡ESPERA! ¡¿QUÉ SIGNIFICA QUE NO VOLVERÁS A HACERLO?! —gritó inútilmente al teléfono. La llamada había terminado.
Seungmin trató de volver a contactar pero era un número privado. Se puso la mano sobre la cara y frotó con fuerza. Volvió a mirar la pantalla del dispositivo y vio que eran las 4 de la mañana. Probablemente no podría dormirse de nuevo.
Abrió Kakao y buscó el contacto de Minho entre sus cientos de personas. Su última conversación había sido hacía muchísimo tiempo. Le escribió un mensaje preguntándole qué tal estaba y deseándole una pronta recuperación.
¿Qué coño significa que no volverá a hacerlo?, se preguntó. ¿Qué has hecho, I.N? ¿Qué es eso que no puedes contarme? ¿Qué te está pasando?
Dori maulló con fuerza subiéndose de un salto a la cama. Caminó sobre sus piernas y se paró en su vientre, mirándole fijamente. Volvió a maullar como exigiéndole que se levantara.
—¿Te crees la reina de esta casa? —Acarició la cabeza del animal y maulló una vez más —. Vamos, te pondré comida, maldita tirana. —Se levantó dejándola en el suelo y la gata caminó rápidamente.
La escuchó bajar en una carrera trepidante, con sus pequeñas patas golpeando el parqué de madera. La siguió a un ritmo mucho más lento y fue hasta la cocina para ponerle comida en su cuenco.
—Tú no me vas a dejar tirado, ¿verdad, bebé? —preguntó acuclillado a su lado —. Espero que I.N no haya hecho ninguna estupidez, Dori, no quiero tener que llevarle flores a nadie.
***
1/3
Medio de relleno, medio no relleno, navegantes. No me acuerdo de la canción de este capítulo, así que los dejo elegir, ¿cuál recomiendan para escucharlo?
Como en la versión original los animalitos tenían otros nombres, decidí adaptarlo para que fueran los de los kids, aunque sus dueños no sean los mismos.
¡Nos vemos en el infierno!
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