32. Refracción oscura

Banda sonora: Already gone - Sleeping at last

Miércoles 14 de abril

Chan bajó la gorra un poco más sobre los ojos y se apoyó en la pared junto a la puerta. Tocó dos veces sin mirar. Diez segundos después, Namjoon salió de la casa con la mascarilla puesta.

—¿Dónde está el chico?

—Viene de camino, ha pillado un atasco al entrar a Seúl y se retrasa —contestó.

—Espero que no demasiado. Tengo cosas que hacer —dijo su amigo enfadado—. Esta es la última vez que me jodes los putos planes. Odio estas mierdas sin planificar. Me ponen de muy mal humor.

—Es una emergencia, recibí la llamada esta mañana...

—Me da igual, Chan. No estoy disponible 24 horas para ti. Tengo una vida, un trabajo, una pareja.

—¿Cómo está Jin? —preguntó con una sonrisa

—Perfecto, como siempre. Aunque el protagonista de nuestras vidas es Monie. Es una mierda adorable, Jin está a sus pies, es el puto rey de la casa —Se rieron brevemente y Namjoon continuó—. ¿Estás seguro de que esto arreglará lo que ha pasado con Lee Minho? Ese cabrón de Park Dongyoon todavía tiene posibilidades de salir.

—No con lo que tengo para ti. Te prometo que no te arrepentirás de estar aquí a las 11 de la noche.

—Bueno... Si es para tanto... Entiendo que no me dieras detalles por teléfono. A veces siento que la Fiscalía está llena de espías, como si siempre fueran un paso por delante de mí —se quejó, resoplando.

—¿De verdad crees eso?

Un coche entró al parking privado de la pequeña casita en la que se reunieron, interrumpiendo su réplica. Chan lo reconoció automáticamente y su corazón empezó a latir desbocado. I.N iba en ese coche, pero le interesaba mucho más el conductor.

Llevaba sin hablar con Seungmin demasiados días. Lo había bloqueado en Kakao y por todas las llamadas que acabaron en nada, también suponía que estaba en la lista negra del teléfono. El coche frenó a unos pocos metros de donde Namjoon y él estaban parados y apagó el motor y las luces.

Se enderezó preparado para ir hasta él y exigirle que desbloquease su número. Quería hablar con él, quería tenerle ahora mismo desnudo en el asiento trasero de su coche. Quería besar esos labios carnosos y morder su cuello tierno.

La puerta del conductor se abrió y sus latidos se volvieron tan rápidos e intensos que casi se desmaya. Llevaba una mascarilla, había seguido las indicaciones y su sudadera gris oscura y sus vaqueros eran discretos. Se peinó el pelo con las manos sin mirar, Chan pensó que el azul le quedaba mejor que ese jersey y que ese pelo quedaba mejor entre sus dedos.

I.N bajó del asiento del copiloto, con un pasamontañas, una chaqueta de cuero negra y un vaquero ancho del mismo color. Todo un chico malo, tan llamativamente oscuro como solo él podía ser. Lo miró y él movió la cabeza como saludo, dio unos pasos para acercarse, pero la voz de Seungmin lo paró.

El cachorrito rodeó el coche y enganchó sus dedos en la manga de la chaqueta de cuero. I.N se giró hacia él y le agarró las mejillas. Estaban cerca, tan cerca que, involuntariamente, dio un paso hacia ellos para interponerse en ese contacto.

Y entonces Namjoon se separó de él y caminó enfilado hacia los chicos, dejándolo atrás. Chan estuvo a punto de entrar en pánico cuando la mano del imbécil de su amigo apartó violentamente a I.N de Seungmin. Corrió hacia allí mientras los ojos del cachorrito se abrían como si estuviera viendo un fantasma.

—¿Qué coño haces aquí? —masculló Namjoon colocándose entre Seungmin y los otros dos. Chan miró a Yang Jeongin buscando una explicación pero pareció aún más desconcertado que él.

—Mierda, Namjoon hyung —gruñó Seungmin. ¿Por qué sabes su nombre? ¿Por qué estás dejando que te toque?

—¿Estás mal de la cabeza? ¿Qué haces aquí, Seungmin? ¿Qué diablos haces aquí, joder? —Namjoon lo agarró por los hombros y lo zarandeó un poco, apretando sus dedos en la sudadera gris oscuro. Chan vio como los ojos de Seungmin iban de un lado al otro, hacia I.N, que estaba cerca, hacia el coche, incluso hacia él durante un corto segundo.

—Suéltame —dijo.

—Dime qué diablos haces. ¿Por qué estás relacionado con esta gente? Dios santo, ¿lo saben?

—No. Cállate, hyung. Ninguno sabe nada —¿De quién hablas, cachorrito?, pensó mientras su amigo aflojaba el agarre que mantenía sobre Seungmin y bajaba sus dedos hasta las manos del pequeño—. No le cuentes nada, por favor...

—¿En qué lío te has metido, adeul*? —Chan se sorprendió aún más al escuchar a Namjoon utilizar ese término cariñoso con él.

*Adeul es hijo en coreano. Lo llama así porque Namjoon es mucho mayor que él.

—No estoy metido en nada, te lo prometo.

—¿Alguien va a explicarnos algo? —preguntó I.N de pronto.

—No —contestó el cachorrito rápidamente apretando entre sus dedos la mano más grande de Namjoon—. Yo ya me voy —Se soltó del hombre alto y se acercó de nuevo a Yang Jeongin.

Chan se quedó en la periferia de aquella extraña escena mientras Seungmin se estrellaba con fuerza contra el pecho del chico. El de hoyuelos apoyó la cabeza contra su cuello y se susurraron unas cuantas cosas. Estuvieron abrazados el uno al otro durante un tiempo que le pareció inapropiadamente largo.

La mano de I.N estaba enredada en el pelo castaño y suave del otro, en el lugar en el que debería estar la suya.

Cuando se separaron, Namjoon miró al pequeño con un ceño y lo señaló, como reprediéndolo sin decir una palabra. Seungmin asintió y bajó la cabeza como un niño al que regañan por no recoger sus juguetes. Sus ojos se encontraron brevemente y Chan esperaba algo más que la dolorosa indiferencia que recibió.

El chico se volvió para agarrar la mano de I.N una vez más y colocarla en su propio cuello, cerrando los párpados un segundo. Cuando los abrió, se separó, rodeó el coche y se marchó de allí sin mirar ni una sola vez por el espejo retrovisor.

La confusión de Chan se convirtió en rabia candente cuando Namjoon entró en su campo de visión.

—¿De qué conoces a Seungmin? —le preguntó a Kim directamente, sin ceremonias ni artificios.

—¿De qué conoces a Seungmin? —Hizo especial hincapié en el pronombre.

—Yo pregunté primero.

—¿Y? No es como si te debiera algún tipo de explicación.

—Se lo preguntaré a Jin hyung la próxima vez que lo vea —soltó como una amenaza. Namjoon se rió ruidosamente en su cara.

—Haz lo que te dé la gana.

—¿Vamos a estar mucho tiempo más midiéndonos las pollas aquí? —cuestionó I.N con hastío—. Es por saber si voy a tener que abrirme la bragueta pronto —Namjoon siguió riéndose y abrió la puerta de la casita,entrando. Chan miró al otro hombre mientras se acercaba—. No le hagas daño a Seungmin, Bang Chan.

—¿Perdón?

—Deja de hacerle daño de una puta vez, es un maldito chiquillo y es frágil.

—Lo que hacemos es de mutuo acuerdo, I.N. Y no es tu puto problema. Seungmin es mayor de edad y es muy consciente de lo que quiere.

—Que lo quiera no significa que le convenga —murmuró muy cerca de él, invadiendo su espacio personal agresivamente—. No empujarías al vacío a un suicida, ¿verdad?

I.N entró en la casa y él respiró hondo tratando de calmar sus nervios.

No, por supuesto que no empujaría al vacío a un suicida, pero si Seungmin quería saltar, Chan amortiguaría la caída.

Hyunjin llegó jodidamente tarde a la reunión de mierda de la que Namjoon le había avisado con apenas una hora de antelación. Aunque había quedado con él a las 11, estuvo mucho tiempo atascado en medio del tráfico, subido en aquel coche con el aire acondicionado tan fuerte que tenía los dedos helados.

Miró el teléfono móvil comprobando los 50 mensajes que el hombre había mandado. No los abrió, no iba a leerlos cuando estaba aparcado a menos de 200 metros del sitio. Se bajó del vehículo y caminó por la acera vacía. Eran casi las 12 de la noche y ya no quedaba ni un alma en aquella zona apartada.

Era inteligente utilizar un sitio así como lugar de reunión. Alrededor de la casa que había visto momentos mejores solo podían verse los árboles frondosos. Dos coches estaban aparcados en la puerta. Llamó suavemente tres veces y esperó a que Namjoon abriese.

Se encendió un cigarro para matar el tiempo y dio una calada profunda. Tiene que haber pasado algo demasiado gordo. Tiene que haber alguien de la organización ahí dentro. Un puto pez gordo. ¿Será el padre de Dongyoon? ¿Será su madre? ¿Será el estúpido de Felix arriesgándose para salvar a su hermano?

Escuchó el cerrojo y vio un ojo de Namjoon asomar en el hueco de la puerta con la cadena puesta. Un instante después cerró y volvió a abrir. Hyunjin esperó pasar dentro, pero el chico salió con él con las cejas apretadas.

—He cogido un atasco del demonio, no me martirices con la hora.

—No tienes ni puta idea de lo que hay ahí dentro... —gruñó el chico—. Necesito que vayas tú mismo y lo veas.

Hyunjin lo miró confundido. Dio una calada más y tiró el cigarro al suelo pisándolo.

—¿Te vas a quedar aquí?

—Tengo que hacer una llamada y pensar bien en cómo vamos a gestionar esta mierda. No necesariamente en ese orden —contestó apretándose las sienes. Hyunjin se preocupó de verdad.

—¿Lee Minho está muerto?

—No, no está fuera de peligro, pero sigue vivo. Entra ahí, Hyunjin.

—Te dije que no digas mi puto nombre.

—Entra de una puta vez.

El hombre lo empujó hacia la puerta y dio un par de pasos alejándose. Lo vio caminar hasta el coche y meterse dentro. Hyunjin se sacudió el malestar y llamó de nuevo a la puerta. El abogado abrió y lo miró con cara de pocos amigos. Lo dejó pasar a la estancia oscura.

Dio un paso dentro, el resto de un olor a colonia le provocó un repentino dejà vu y se quedó parado junto al cuerpo del otro hombre.

—¿Estás bien? —murmuró Bang Chan a su lado.

—Sí, es solo que me he confundido un poco con la oscuridad...—mintió—. El perfume que usas es muy fuerte —añadió mientras se adentraba en la habitación.

—No llevo ningún perfume —contestó el otro—. Está en la habitación. —Señaló a la puerta abierta ante él.

Se le revolvieron un poco las tripas, y se encontró a sí mismo asustado con lo que iba a encontrarse. Caminó despacio, sin estar muy seguro de si debía atravesar el marco que estaba a cuatro pasos de él o no.

El olor se hizo más intenso según se acercaba y la indigestión se convirtió en un parásito arañando su estómago desde dentro. No es posible. Deja de ser un cobarde, se dijo a sí mismo. Frenó su paso cerrando los ojos durante unos segundos y la mano de Bang Chan se posó en su hombro.

—No te va a hacer daño. No está aquí con ninguna intención negativa y no va armado. Puedes confiar en él, respondo por su palabra.

Hyunjin estuvo a punto de echarse a reír. No tenía ni la más mínima sospecha de que, fuera quien fuese el que estaba dentro de la habitación, iba a reconocerlo. Seguramente le llamaría Mark, quizá montase en cólera al saber que él había sido el traidor. Daba igual, lo único que taladraba su cabeza ahora mismo era que reconocía ese olor y que quien sea que llevara ese perfume caro, iba a joderle la mente para siempre.

Dio un paso más, entrando en la habitación y el aroma se metió tan profundamente en sus fosas nasales que se sintió drogado. Miró a todas partes entre la oscuridad de las cortinas cerradas. Solo un hilo de luz se colaba entre la tela raída desde las farolas exteriores. Y fue suficiente.

En el momento exacto en que se cruzó con la mirada aguda un millón de fuegos artificiales estallaron debajo de su piel, dentro de su cráneo, en sus terminaciones nerviosas y en el pecho que retumbaba con emociones contradictorias.

El hombre estaba sentado en un orejero de una plaza, con la postura desenfadada del emperador que siempre había sido. Aunque el mueble era viejo y estaba sucio, le pareció un trono de oro. Su espalda se enderezó y vio como las manos se agarraban a los reposabrazos con los dedos clavándose en el tejido.

Ninguno de los dos pronunció ni una palabra. Hyunjin no sabía por qué no lo hizo el otro, pero sí sabía por qué no podía hacerlo. Porque su garganta estaba seca y no sabía ni en qué planeta estaba ahora mismo. Creyó que había muerto y estaba entrando al infierno, donde reinaba aquel hijo de puta que seguía teniendo la piel pálida y los labios demasiado rosados.

Bang Chan lo empujó para pasar a la habitación y el hechizo se rompió un poco. Giró la cabeza para mirar al hombre que ahora se acercaba al dictador sentado en su trono.

—Creo que no hacen falta presentaciones, ¿verdad? —ironizó con una expresión estoica.

—Sal de aquí —ordenó Hyunjin. El abogado abrió la boca para hablar pero no se lo permitió—. Sal de aquí ahora mismo.

—No te equivoques...

—Vete —interrumpió I.N, mirándolo tan fijamente que temió haber despertado a la bestia que sabía que dormía bajo esa camiseta negra.

—I.N...

—Lárgate ahora mismo. Espera fuera. Necesitamos hablar.

—Joder —se quejó caminando hacia la puerta—. No quiero ni una puta gota de sangre, I.N.

Sus pasos pesados se alejaron y ambos escucharon como cerraba al salir de la casa. Hyunjin no podía moverse. No podía hacer nada más que mirar a ese cabrón que seguía con la espalda recta y las manos apretando la tela del sillón.

El emperador apretó la boca en una línea y Hyunjin recuperó las ganas de vivir cuando los hoyuelos se dibujaron en sus mejillas delgadas. Todo tuvo sentido. Las muertes, la pena, el dolor, las mentiras. Todo cobró sentido cuando esos hoyuelos que pensó que nunca volvería a ver se mostraron ante él.

—Estás vivo —susurró como un gilipollas y el otro sonrió, levantando una ceja. Y los pequeños puntos en su cara se marcaron más, haciendo a su corazón cantar en su pecho.

—Tú también —contestó sarcástico, relajando un poco la postura.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, sintiendo que su cabeza volvía un poco a su sitio.

—Voy a entregarme.

—¿Por qué? —exclamó aturdido. ¿Por qué coño iba a entregarse cuando estaba a salvo? ¿Por qué diablos quería ir a la cárcel cuando todo el mundo creía que estaba muerto?

—Porque quiero que condenen a mi hermano a perpetua.

—Pero te van a condenar a ti también.

—Ya lo sé. Yo también estudié Derecho, conozco las leyes de Corea —sonrió y negó con la cabeza de forma condescendiente, como si Hyunjin fuese un idiota al que había que explicar lo obvio.

Y en cierto modo, en ese momento, con el olor de la colonia y la visión de sus hoyuelos, se sentía como un maldito gilipollas. Y la memoria de dos policías muertos pesó sobre su espalda cuando deseó besarlo de forma violenta y volver a sentir sus manos frías sobre su piel.

—¿Por qué coño estás haciendo esto? —En realidad, no quería que sonase tan dolido, pero no pudo evitar su tono porque se sintió como una traición que echase por la alcantarilla la libertad que otros no podían tener.

—Porque Dongyoon hyung saldrá si no lo hago. E irá a por toda la gente que le traicionó. Irá a por Lee Minho, a por Felix, a por el perro fiel y Han...—Hyunjin dio un paso hacia él y I.N se tensó un poco más.

—No lo hagas. No te entregues —dijo con dureza avanzando otro paso. El perfume se volvió más fuerte cuando estuvo cerca y se dio cuenta de que había poco más de un metro entre sus manos y las piernas que había tenido alrededor de su cintura aquel día en que se coló en su casa.

—No vas a convencerme de no hacer la única maldita cosa buena que he hecho en mi vida —contestó volviendo a apretar su boca y lamiendo sus labios.

—No hagas eso.

—Deja de repetir lo mismo. No voy a escucharte.

—No. Me refiero a tu boca, no hagas eso con la boca. Eso que hacías antes de golpear, apretar los labios... No lo hagas, por favor.

Decidió que no perdía nada si le pedía por favor que dejase de torturarlo. Que dejase de ser tan absolutamente él. Que permitiese a Hyunjin tener algo de paz para lo que le quedaba de vida.

—Sabes que no soy consciente de hacer nada de eso, ¿verdad? Nunca lo he sido.

—Lo sé... Pero cuando lo haces se te ven los hoyuelos... Aunque creo que los prefiero cuando sonríes, tus hoyuelos son una mierda sexy cuando sonríes... —El otro sacudió la cabeza.

Se llevó una mano al pelo y echó para atrás el flequillo apartándolo de los ojos. Hyunjin se inclinó un poco hacia delante, con la mano preparada para acariciar las mejillas y pinchar con su yema en ese pequeño punto que su piel mostraba cuando sonreía.

Agradeció la mascarilla y el bucket que le tapaban la cara, porque tenía la boca abierta ahora mismo y solo era capaz de mirar maravillado aquella aparición que era el hombre dándole una batida de pestañas sensual.

—Que cursi te has vuelto —se quejó, pero Hyunjin no lo escuchó. Frotó sus palmas contra el pantalón que llevaba porque sintió que le sudaban y que picaban por meterse debajo de esa ropa que vestía a I.N.

—No hay nada cursi en lo que tengo en mi cabeza ahora mismo, te lo aseguro —contestó—. No voy a permitir que te entregues.

—No es como si pudieras hacer algo. Ya está hecho. El grandote malhumorado está llamando a no sé quién para que venga a por mí y me ponga en custodia en máxima seguridad.

—I.N... —susurró tratando de contener la avalancha de emociones que le aprisionaba la garganta.

—Está bien, estoy bien con esto. Nunca he estado más en paz que cuando le conté a ese tipo quién era. Ni siquiera me tembló la voz —contó con una sonrisa triste—. Lo hago para salvarlos. Lo hago para salvarte a ti, Hyunjin hyung.

Su nombre sonó como una sinfonía. Como si todo para lo que hubiese nacido fuera para escuchar ese nombre salir de los labios rosados que tenía tantas ganas de besar. I.N lo había llamado dos veces por su nombre y las dos veces había sido igual de poderoso.

Para una persona que no era nadie, que perdió la identidad tantos años atrás, esas sílabas se sintieron como la única cosa de verdad que había escuchado. Su sangre bullía caliente en sus venas y sus mejillas se pusieron cálidas. Ahora le sobraba la chaqueta, le sobraba toda la ropa que llevaba, le sobraba el aire que había entre su boca y la del emperador.

Se dejó caer de rodillas a sus pies y I.N se sobresaltó echándose hacia atrás en el sillón. Las manos de Hyunjin estaban sobre su regazo y recorrió la tela del pantalón negro hasta la cintura estrecha mientras escuchaba la inhalación ahogada del hombre.

Se metió entre las rodillas y tiró de él con fuerza, pegándolo a su cuerpo mientras el sorprendido se agarraba al cuero que Hyunjin llevaba sobre los hombros. Repentinamente, no le pareció que respirar fuese tan necesario. Lo único que necesitaba era que ese chico le robase el aire de sus pulmones.

—Voy a besarte —avisó.

Estaba tan cerca de él que tenía que enfocarse en las pupilas una por una, primero la derecha, luego la izquierda, sus labios, por último sus hoyuelos; un lado y después el otro. Y volvió a sus ojos viendo la oscuridad líquida de sus iris brillar con el hilo de luz que se colaba por la cortina.

I.N tiró de la mascarilla con violencia y su otra mano fue a su nuca. Una milésima de segundo pasó hasta que sus labios chocaron violentamente, como lo habían hecho todo siempre, con rabia, con crudeza.

El contacto fue tan salvaje que Hyunjin se preguntó si tendrían heridas cuando acabasen. ¿Podría alguien morir de asfixia besando? No era una mala muerte si tenía en cuenta que llevaba cinco años creyendo que los labios que ahora se movían sobre los suyos se habían descompuesto en un agujero bajo tierra.

Y entonces, se dio cuenta de que quería volver a estallar en sus brazos. Quería que ambos entrasen en erupción y cubriesen de lava líquida y cenizas todo a su alrededor. Quería vivir el resto de su vida, aunque solo fuesen unos minutos, con esas manos heladas en su piel.

Cuando la lengua entró en su boca gimió. I.N sabía a caramelos de fresa, imaginó que tal vez había comido alguno para paliar la ansiedad de esa reunión. El músculo húmedo luchó contra el suyo enviando un rayo de placer a su médula espinal. Sus manos se metieron bajo la camiseta apretándole más fuerte contra sí.

Las palmas heladas del emperador le acariciaron el cuello y quitó el bucket para enredar los dedos en su pelo, muchísimo más largo que antaño, y tirar con fuerza. Lo apartó y se miraron, respirando entrecortadamente, con esa pasión violenta arremolinándose en su bajo vientre.

—Quiero que te apartes ahora mismo —susurró tan cerca de sus labios que sintió el movimiento.

—Voy a besarte una vez más y me apartaré —contestó, haciéndolo.

Las bocas volvieron a enredarse, con los dientes chocando y la saliva pasando de una cavidad a otra. El gruñido bajo de placer de I.N retumbó dentro de sus mejillas y Hyunjin molió su entrepierna en la contraria.

Lo besó como un reproche. Contándole, sin palabras, cómo de desgraciado se sentía por no haber podido sacarlo del inframundo. Echándole la bronca por no haberlo besado antes.

Quiso recuperar todo el tiempo que habían perdido, quiso comerle la boca hasta el día del Juicio Final. Sus lenguas se acariciaban sin cuidado mientras sus cuerpos ondeaban juntos. Hyunjin quería golpearlo por suicidarse de aquella manera y besarlo por todas las veces que no le pudo besar.

—Hijo de puta, me dejaste creer que habías muerto —gruñó, separándose un poco y bajando sus labios por el cuello.

Se intoxicó con el olor donde se concentraba la fuente. Mordió sin piedad el lugar donde latía el pulso y succionó la carne. Sus dedos bajaron hasta una de sus nalgas y lo atrajo hacia su cuerpo mientras lo oía jadear.

—Estabas a salvo y ahora te has inmolado... Hijo de puta inconsciente —soltó y sonó como un sollozo contra la piel del hombre. Las manos que apretaban su pelo suavizaron su agarre y lo sintió temblar—. Te matarán en la cárcel, maldito cabrón. Y esta vez será de verdad... Joder, I.N —su voz se quebró enterrada en el hueco de su cuello.

—Ya lo sé... —susurró el hombre con sus labios cerca de su oreja. Los dedos fríos le acariciaron la cabeza y sintió como le apartaba para mirarle a los ojos. El pulgar de hielo acarició el lunar de Hyunjin y le dio una sonrisa genuinamente bonita—. Siempre has sido demasiado guapo, qué mierda que fueras tan gilipollas... Podríamos haber aprovechado mejor el tiempo.

Lo miró, hipnotizado, tatuando en su retina como se veían esos hoyuelos cuando sonreía de verdad. Picó con su índice uno de ellos y el chico le dió otra sonrisa antes de girar la cara y morder su dedo, jugueteando.

¿Así es como hubiera sido? ¿Hubieran discutido y peleado con los puños para luego juguetear de esa manera? El pulgar de Hyunjin recorrió los labios húmedos cuando soltó su índice y I.N dejó un beso justo en la yema que se sintió como una bala de cañón estallando contra los restos maltrechos de su cordura.

Escucharon la puerta principal abrirse y las voces de Chan y Namjoon susurrando. Lo empujó suavemente, instándolo a levantarse y Hyunjin lo hizo. Los dos hombres entraron a la habitación cuando Hwang acomodaba su erección.

—¿Qué? —preguntó agresivamente.

—Nada... Me ha sorprendido verte sin la mascarilla...

—¿Está hecho? —preguntó I.N.

—Sí, te vienes conmigo a un lugar seguro hasta la vista del juicio. Estarás en custodia. Se te permite cambiar de idea en cualquier momento, ya lo sabes... Pero igualmente iremos a por ti.

—No cambiaré de idea.

—Está bien, pero tengo que decírtelo. Si confiesas, no podrás desdecirte después. No tendrás ninguna posibilidad si firmas una confesión.

—Lo sé. Te diré lo mismo que le dije al cabrón traidor —Le guiñó un ojo con una sonrisa pícara y su corazón trotó como un potrillo contra sus costillas—, yo también estudié Derecho y conozco las leyes coreanas.

—Muy bien, entonces vámonos —dijo Namjoon con un asentimiento.

I.N se levantó del sofá y agarró una chaqueta de cuero y una mochila negra que había junto al sofá. Le vio rebuscar entre lo que quiera que fuese y pensó que si estaba buscando una pistola le dejaría volarle la cabeza a cambio de un beso más.

Pero no fue así. El chico sacó una tela hecha una bola y se la tendió. Hyunjin miró el estampado y sus manos temblaron. Imaginó como de confusos estarían ahora mismo Bang Chan y Namjoon.

—Es tuya —dijo I.N muy serio. Miró de la camisa a los ojos rasgados un par de veces en silencio, tratando de procesar que esa camisa que le entregaba era la misma que había abandonado en su casa cinco años atrás, antes de que todo explotara—. No arreglé los botones, pero creí que tal vez querrías recuperarla.

Agarró la mano que tenía la tela y apretó los dedos en la piel fría. I.N le lanzó una media sonrisa triste y se echó la mochila al hombro dejando la camisa en su palma. El cuerpo de Hyunjin tembló y estuvo a punto de volver a besarlo delante de aquellas otras dos personas.

El chico negó con la cabeza de forma casi imperceptible y volvió a sonreír, enseñando los dientes y los hoyuelos. Apretó el tejido estampado contra su pecho y vio como se encaminaba con Namjoon hacia la salida. Les siguió de cerca, con su mano llena con aquel tejido que casi ni recordaba.

—Oye, una cosa —dijo cuando salieron por la puerta—. Cuidate mucho. Y cuida de Lee Minho —Hyunjin asintió—. Fue un placer conocerte por fin aquel día. Y espero que me perdones por aquello...

Se mordió el labio cuando se dio la vuelta y se marchó de allí camino a su muerte. El peso de sus decisiones caía como una guillotina sobre ese hombre que se subió al coche de Namjoon dándole una última sonrisa.

Vio por última vez uno de sus hoyuelos desde la puerta de la casa vieja. Y, de nuevo, se dijo que volvería a cometer todos y cada uno de los errores que había cometido por verlos para siempre. Mientras la parca se sentaba en el asiento trasero vigilando de cerca a I.N, Hyunjin presionaba en su pecho la camisa sin botones que él había guardado durante cinco años.

Se le apretó la garganta y quiso echarse a llorar hasta que sintió una mano en su hombro. Chan le dio un asentimiento de cabeza y una mascarilla que se puso rápidamente. El hombre se marchó en silencio, subiéndose al otro coche y saliendo de aquel lugar.

Entró de nuevo y caminó hasta el sofá, sentándose en el mismo sitio en el que I.N lo había recibido como un emperador en su trono. El olor del perfume persistía en el aire y Hyunjin se apretó el puente de la nariz tratando de convencerse de que eso era lo mejor, era lo justo, era lo que tenía que hacerse.

Ese hijo de puta violento se iba ahora a cumplir con un deber que Hwang Hyunjin nunca cumplió. Porque él nunca contó que la razón por la que I.N no había estado en el muelle el día de la entrega había sido que él había ofrecido la salvación a Sik. Él jamás dijo que Sik había sido el que intentó salvar a Siwon en el almacén, golpeando a Park Dongyoon. Jamás dijo que envió a los hermanos Lee a rescatar a Han Jisung porque sabía con certeza que Jeongin no les haría daño. Nunca confesó que se había enamorado del príncipe del inframundo tan perdidamente que había estado dispuesto a poner en peligro toda la maldita operación.

Ese duro diamante lleno de aristas había reflejado la luz de tantos colores que ahora Hyunjin se sentía abrumado. Ya no vería nunca esa refracción luminosa que sus hoyuelos proyectaban cuando sonreía. A partir de ese momento, con la certeza de que tendría una tumba más que visitar en el cementerio, el corazón de Hyunjin se quedó completamente ciego.

***

3/6

Siempre amé a los personajes trágicos y a los malos que se redimen con todas sus consecuencias, navegantes.

¡Nos vemos en el infierno!

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