29. Decisiones vitales
🎶Banda sonora: Too good at goodbyes - Sam Smith🎶
Martes 6 de abril.
* Seungmin: Me voy a casa, ha habido un problema con la clínica y tengo que solucionarlo. No te encierres en la cueva, nos vemos el fin de semana*
*Soobin: Espero que no sea nada. Procuraré no hacerlo. Gracias por todo, te quiero*
Leyó la respuesta de Soobin cuando aparcó en el camino de entrada de su casa. Ya era de noche y le dolía terriblemente la cabeza.
Igual pasarte dos horas y media llorando es la razón de tu jaqueca, Kim Seungmin.
Salió del coche con pasos pesados y un pinchazo en la parte baja de la espalda que le recordaría durante muchos días al hijo de puta al que había dejado follarle mientras su mujer esperaba en casa.
Entró y dejó en la puerta los zapatos fijándose en que solo había un par de deportivas, las de I.N, para ser exactos. La casa estaba silenciosa y limpia, fue un regalo para su latente cerebro.
El maullido de Dori lo sorprendió y alegró a partes iguales. La gata se acercó a él con pasos seguros y se restregó contra sus piernas. Se le escapó una lágrima porque era la primera vez que esa desagradecida lo recibía en la puerta. Y, mierda, hoy lo necesitaba de verdad.
—¿Echaste de menos a papá, bolita de pelo?—dijo agachándose.
La levantó contra su pecho y la gata se movió, acomodándose en sus brazos. Fue hasta la cocina con Dori en el hueco de su codo como un bebé.
Sacó una botella de agua de la nevera y encontró varios recipientes con comida preparada dentro. Vació el contenido de uno en un plato y lo calentó en el microondas, la gata empezó a revolverse incómoda.
La dejó bajar de sus brazos con un salto. Se sentó y masticó bruscamente la carne.
¿Cómo demonios había acabado su vida así otra vez? ¿Cómo había permitido que ese demonio volviese a enredarlo?
Seungmin había cometido muchos errores, pero sin duda el peor había sido Bang Chan. Bien, si no contabas las drogas y esas fiestas en las que acababa inconsciente en una esquina. Lo curioso era que Bang había llegado a su vida en una de esas bacanales a las que I.N le dio acceso.
En su mente adolescente, Seungmin había creído que podría llevar una relación adulta con un hombre como él. Pensó, erróneamente, que era capaz de gestionar el sexo absorbente y salvaje y no involucrar sus sentimientos.
Bang Chan era como tirarse en caída libre. Como saltar de un avión con los ojos vendados confiando en ser capaz de abrir el paracaídas a tiempo. Generalmente, si solo tenía en cuenta el brutal placer que le proporcionaba, Chan siempre estaba para amortiguar el golpe contra el suelo.
Cuando hacían ese tipo de cosas, se aseguraba de que Seungmin estaba bien antes, durante y después de cada sesión. Lo llevaba hasta el límite de su cuerpo y su mente, se lanzaba desde ese avión agarrándolo con sus manos llenas de venas. Y siempre, absolutamente siempre, abría el paracaídas a tiempo.
Excepto hace ocho años, cuando Seungmin lo llamó por teléfono y le dijo que no quería volver a verlo nunca. Excepto tres horas atrás, cuando había escuchado aquella mujer de voz dulce decir que lo quería y que lo esperaría en casa.
Su hambre había desaparecido repentinamente. Tiró las sobras a la basura y dejó la vajilla en el fregadero. Salió de la cocina y apagó todas las luces de la casa. Necesitaba de forma urgente una ducha.
Llegó a su habitación y casi le da un infarto cuando se encontró a I.N sentado a oscuras en el centro de su cama.
—¿Eres idiota? ¿Por qué no enciendes las luces? Casi me matas del susto, desgraciado.
—No puedo encender las luces si no está el coche en la puerta, Seungmin —contestó el hombre.
—Ah, mierda, es cierto... —gruñó cansado. Se quitó la camiseta y el pantalón lanzándolos al suelo del cuarto antes de dirigirse al baño.
Se metió bajo el chorro caliente, retirando de su cuerpo todos los restos de su encuentro. Sentía el irrefrenable deseo de borrar de su piel todas las huellas que el hombre había dejado, aunque sabía que no era posible.
Salió de la ducha y se secó el pelo con una toalla antes de pasarla por su cuerpo. Se dio cuenta de que no había llevado ropa para cambiarse y salió completamente desnudo, olvidando de nuevo que I.N seguía allí, a oscuras en la cama.
—¿Qué coño te ha pasado? —exclamó, saltando desde donde estaba para agarrarlo del brazo.
—¡Ey, suéltame! —gritó Seungmin tapando con su mano su entrepierna—. No me acordaba que estabas aquí, joder.
I.N se alejó un paso y se dio la vuelta, para tranquilidad del veterinario. Kim se puso un calzoncillo amplio que no apretase su dolorida polla y una camiseta antes de tumbarse en la cama apartando de una patada las sábanas calientes.
—¿Dónde está Lee Minho? —preguntó.
—Se marchó el día que fuiste a Seúl —contestó I.N, tumbándose a su lado—. ¿Qué ha pasado? ¿Quién te hizo esas marcas?
Seungmin respiró hondo y se giró de espaldas al hombre, mirando a la ventana de su habitación. Agarró una almohada y la abrazó en silencio. Escuchó al chico moviéndose tras él y sintió la mano helada sobre su brazo acalorado.
—¿Te hizo daño alguien? —Seungmin asintió con la cabeza apretando los párpados para no llorar otra vez—. ¿Quién ha sido? —Tomó la mano de I.N y la puso sobre su cuello que estaba ardiendo. Sintió el frescor sobre la piel y suspiró.
—Bang Chan...
—En cuanto acabe el juicio lo mataré —sentenció oscuro, acercándose más a él.
I.N se amoldó a su espalda y Seungmin no se agobió con el calor. El chico estaba siempre extrañamente frío, como si su sangre no circulase del todo bien y no pudiese calentarse del todo.
—¿Por qué siempre tienes la piel fría? —preguntó reflexivo, disfrutando de cómo su cuerpo se enfriaba entre los brazos de Yang Jeongin.
—No lo sé... Siempre ha sido así.
—Chan está prometido con una mujer... —interrumpió—. Probablemente lo sabías, pero yo me enteré hoy. La escuché decirle que lo quería mientras yo estaba desnudo y atado en la habitación de al lado.
—¿Eso son las marcas en tus muslos? ¿Fue... consensual?
—Por Dios, claro que sí. Siempre ha sido consensual —gruñó avergonzado—... Quiero que me trague la tierra por ser tan gilipollas...
—Seungmin, no pensé que volviera a pasar esto... Creí que se alejaría de ti...
—Yo fui a su despacho. Joder, soy yo el que acaba yendo a él todas las veces... Mierda —El sollozo quebró un poco su voz y carraspeó para tratar de aguantarlo—. No quiero volver a estrellarme contra el suelo...
—Eres un adulto, Seungmin, ya no puede controlarte...
—Pero lo hace... Me siento tan abochornado... No sabes las cosas que le he dejado hacerme...
—Todos hemos hecho cosas vergonzosas. Yo no puedo juzgarte, me he follado a casi todo tipo de personas...
—Me ató. Tengo las malditas marcas de las ataduras en los muslos. Y me dejó amarrado, restringido y con una mordaza mientras hablaba sobre la cena con su mujer. ¡Y lo escuché todo! Dios santo... —Las lágrimas volvieron a caer de sus ojos y soltó un sollozo triste, incapaz de contener la pena por su dignidad pisoteada.
—Voy a matarlo... —susurró en su espalda mientras lo apretaba más fuerte. A pesar de que no era particularmente cariñoso, se sintió bien tenerlo alrededor—. Voy a matarlo y haremos comida para los cerdos con su cadáver.
—He vuelto otra vez... Soy su perra otra vez, su puta... Joder...
—Seungmin, no eres su perra. Deja de decir eso —Los dedos de I.N le golpearon en la mejilla—. No vas a permitir que esta mierda te supere. Ya te alejaste de él una vez, puedes volver a hacerlo.
Seungmin respiró entrecortado, tranquilizándose. I.N tenía razón. Era un adulto, llevaba las riendas de su destino en las manos y las apretaría hasta su último aliento. Nadie conseguiría que renunciase de nuevo a quién era.
—Tienes razón —susurró.
—Lo sé, desgraciado. Eres un cabrón valiente, no te vas a dejar amilanar por una polla cualquiera. No vas a permitirle tratarte mal otra vez y no vas a responder a sus llamadas. Se acabó Bang Chan para ti, ¿de acuerdo?
I.N se apartó un poco de su espalda y Seungmin se giró hacia él limpiándose las lágrimas, con la almohada aún entre sus brazos. Se miraron durante unos segundos y Yang Jeongin sonrió. Tocó un hoyuelo con su índice y el otro frunció el ceño huyendo de su mano.
—No me toques la cara, no me gusta —le dijo.
—Bien, perdón, señor sensible. Voy a dormir, estoy muy cansado...
—Estoy orgulloso de ti .
Seungmin sonrió sin mirarlo. Había renunciado a todo por un amor unilateral ocho años atrás, pero no volvería a hacerlo. No iba a volver a abandonarse a sí mismo para encajar en los planes de Bang Chan. Seungmin no volvería a ser el secreto de nadie. No volvería a ser la perra de nadie.
—Seungmin... —llamó el chico, poniendo su mano fría en su cuello—. Gracias por cuidar de mí aunque yo te empujara a todo eso...
—No fue culpa tuya.
—Sí lo fue... Lo siento por eso. Nunca podré agradecerte todas las veces que me salvaste la vida ni pedirte perdón lo suficiente por jodértela...
No le contestó y tampoco abrió los ojos. La palma fresca se apartó de su piel y Seungmin se quedó dormido pensando en que ese chico tumbado ante él había reinado tanto tiempo en el infierno que acabó calcinado hasta los huesos. Y ambos sabían que por más perdones que pidiese, nunca sería suficiente para salvar su alma condenada.
Sábado 10 de abril
Sonrió cuando escuchó el murmullo de fondo de la música que venía de la parte trasera de la casa de Changbin. Llamó al intercomunicador exterior y tapó con un dedo la cámara. Escuchó la voz de Changbin unos segundos después.
—¿Quién es?
—Soy yo, abre.
La cancela se abrió ante él y caminó hasta la entrada de la casa. Changbin estaba allí, con una expresión extraña en la cara, un bañador de colores y una camisa de lino blanca. Se acercó a él y se quitó las gafas de sol guardándolas en el bolsillo de su camisa.
—Ehm... ¿Qué haces aquí? —preguntó su amigo. Jisung arrugó el entrecejo sorprendido por el tono y la pregunta.
—Bueno... Me llamó mi madre hace un rato para hablar sobre la Junta de Accionistas de la próxima semana y... No sé, me apeteció salir de casa un poco y venir a veros... He traído bebida. —Agitó la bolsa con una sonrisa tímida y vio cómo el ceño de Changbin se endurecía.
—Yo no bebo.
—Ya... ya lo sé, pero Felix sí que bebe... Joder, Changbin, me estás haciendo sentir muy incómodo. Perdón por molestarte, ya me marcho —exclamó exasperado dándose la vuelta.
—No, espera, Quokka —Lo paró con una mano en su hombro—. No es que molestes... es que... me ha sorprendido verte aquí...
—Sí, ya... He estado pensando estos días... Quiero formar parte de tu vida —Hizo una pausa mirando al suelo avergonzado—, de la vida de los dos. Quiero estar cerca de Felix otra vez... Quiero... Creo que te debo una disculpa, y a Felix también... He venido porque creía que podríamos pasar la tarde juntos y hablar o lo que sea... Pero no te preocupes, debí avisarte con tiempo, entiendo que estás ocupado ahora mismo —mintió, no lo entendía.
No entendía por qué le estaba rechazando, por qué quería que se fuera sin haberle dejado dar un paso dentro de la casa. Se había sentido solo en casa y la llamada de su madre lo había puesto de un humor complicado. Y entonces pensó en Felix, pensó que podría compartir con él unas bebidas y reírse hasta que le doliera el estómago.
Creyó que viniendo a casa de Changbin y Felix podría dejar de sentirse tan mal como se sentía en su gran mansión sin nadie que lo acompañase. No sabía por qué, pero, por primera vez en dos semanas, había querido dar un paso adelante y salir del agujero de mierda en el que había estado regodeándose.
—No es eso, de verdad, Quokka... Pero...
—¡Binnie! —Felix interrumpió desde la cristalera que daba a la piscina goteando con una toalla sobre los hombros—. Oh... Hola, Jisung... —murmuró el chico cuando lo vio.
Qué mierda más incómoda, pensó Han tratando de escapar de allí. Puso la bolsa en las manos de Changbin y le dio una sonrisa falsa.
—Hola, Felix —saludó y bajó la voz para que solo el gran oso ante él le escuchase—. Me imagino que Soobin debe estar aquí y por eso te has puesto así de nervioso, no te preocupes, no voy a estropearos la fiesta. —Changbin negó con la cabeza rápidamente.
—Jisung, tenemos que hablar contigo —dijo Felix entrando empapado en la casa y dejando un rastro de gotas de agua y huellas en el parqué en su camino a la cocina. Lo miró desconcertado y vio cómo Changbin se tapaba la cara y apretaba la mandíbula.
—¿Qué es lo que pasa? —preguntó de nuevo sin llegar a entrar al recibidor todavía.
—Felix, no es un buen momento —reprendió Changbin y vio la cara del polluelo levantando una ceja mientras se dirigía a la entrada con una enorme copa en la mano.
Llegó junto a ellos dándole una mirada de enfado al más alto y le pasó la bebida a Jisung, instándolo a beberla. Dio un trago y arrugó la cara. El cabrón hacía los mojitos más fuertes que había probado en su vida. El sabor desagradable se diluyó al cuarto trago.
—Polluelo, no deberías estar dándole de beber.
—Ah, cállate, no seas aguafiestas —gruñó Jisung bajando la mitad de la gran copa por su garganta.
—¿Vas a ponerte en modo carcelero? —bromeó Felix apoyando su pelo mojado en el hombro del chico—. Este es tan buen momento como otro cualquiera.
—Te dije que hablaría con él a solas y después se lo diríamos juntos.
—¿Estáis embarazados? Te dije que usaras protección, Changbin, no quiero ser tío tan pronto —se burló Jisung y Felix rió escandalosamente, cerrando sus manos en torno al bíceps de Seo Changbin, que apretó la boca en una línea fina.
—No te preocupes, llevo el DIU —contestó el pequeño entre risas y Changbin suspiró con cansancio y puso los ojos en blanco.
—Bien, me alegro de que no vayáis a tener un bebé correteando por aquí, ¿cómo podría emborracharme abiertamente si tengo que dar ejemplo a un niño?
—Acuérdate de cómo te sientes porque cuando te diga lo que tenemos que decirte vas a enfadarte, Quokka —soltó de pronto Changbin de forma sombría—. Así que entra ahora y déjanos explicarte. —Tiró de su mano dentro del recibidor y cerró la puerta tras él.
—Mierda, me estás asustando, ¿algo está mal con lo de Bang Chan?
—No, no tiene nada que ver con eso, está todo solucionado... —Jisung se quitó las sandalias que llevaba y se acercó al mueble para guardarlas. Changbin se colocó delante para impedírselo—. Déjalas en el suelo.
—Estás actuando particularmente raro hoy, Changbin —dio un largo trago a la copa y miró a Felix—. ¿Y bien? ¿Cuál es el drama?
—No vamos a tener un bebé —insistió su hermano.
—Me había quedado claro...
—Pero puede que hayamos adoptado...
—Oh, ¿habéis adoptado a un perrito? No soy muy fan de los animales pero no es como si me fuera a enfadar o algo. Es vuestra vida, vuestra casa, no voy a dejar de venir por eso...
—Es un gato —interrumpió Changbin y Jisung sintió un escalofrío en su columna.
—Uhm... Entiendo...
—Un gato callejero —añadió su amigo mirándolo a los ojos y él respiró hondo agarrándose a la pared para no perder el equilibrio.
—No hables así, joder —reprendió Felix golpeándole el hombro—. Minho hyung está aquí —informó acercando su mano para agarrarlo por el antebrazo.
Se bebió lo que quedaba en su mojito sin respirar antes de contestar algo. Changbin cogió la copa y la colocó sobre el mueble de los zapatos que no le había dejado abrir. Jisung tuvo unos segundos de incredulidad, como si en realidad no hubiese escuchado esas palabras salir de la boca de Felix.
Sus piernas flaquearon un poco y agradeció sentir la mano del polluelo sujetándolo. Los miró a ambos, esperando que dijesen que era una broma, que en realidad ese hombre no estaba en esa casa. Pero no había nada de eso, se encontró con el ceño duro de Changbin y los ojos expectantes de Felix.
¿Por qué se me quedan mirando? ¿Esperan una respuesta? ¿Qué mierda voy a responder? Debería irme... ¿Voy a obligarlos a separarse? ¿Voy a poner a mi hermano en esa tesitura? ¿Voy a presionarle tan fuerte como para que aparte a Felix de Minho?
Sentía que su corazón martilleaba contra su caja torácica. No sabía qué hacer, no sabía que quería hacer. Pero sí sabía que no quería volver a su casa para beberse una botella de vodka y quedarse dormido en la alfombra del estudio. Sabía que no quería seguir llorando por las noches en la cama de la habitación de invitados. Sabía también que quería salir del bosque profundo en el que llevaba exactamente 4 años, 10 meses, y 2 días.
—Eh... Está bien —dijo en voz baja, empujado por esos ojos grandes que lo miraron como si su opinión pudiese cambiar el curso de la historia—. Si queréis... Es decir... Puedo irme igualmente si no estáis cómodos...
—No te estamos echando, Jisung —contestó Felix enlazando sus dedos entre los suyos.
—Yo me iré —La voz suave de Minho se escuchó desde la cristalera trasera—. Me iré arriba.
Jisung levantó la cabeza y lo buscó por encima del hombro de Changbin. Estaba allí, parado, con el pelo goteando sobre la toalla azul que llevaba encima y lo único en lo que pensó era en que los hermanos Lee se parecían mucho entre sí, aunque no había nada similar entre ellos.
Pensó en cómo había aparecido segundos antes Felix en la misma puerta, con la misma expresión confundida e incómoda. Y también en lo jodidamente guapo que era. Mierda, tal vez podría resistirse si el hombre no tuviera esa boca lujosa y esos ojos felinos.
—No hace falta... —susurró—. No tienes que marcharte.
—Pero no te vayas tú tampoco, por favor —rogó Felix tirando de su mano. Miró a la pareja ante él y Changbin colocó sus dedos en los hombros de Felix tratando de apartarlo.
Estoy volviendo a hacerlo. Estoy volviendo a obligar a Changbin a arreglar mi mierda. Ahora le dirá a Felix que no insista, le dirá que no es el momento. Se quedará con la cara larga el resto de la tarde, es probable que incluso vaya a buscarme a casa y deje a Minho y Felix solos aquí. Y su día en la piscina se irá a la mierda por mi culpa.
—No me voy a ir —aseguró, aunque no supo de dónde salió esa voz.
Levantó la cabeza de los ojos enormes del polluelo para cruzarse con la mirada felina. El hombre bajó suavemente la cabeza una reverencia de agradecimiento. Vio, desde allí, lo que pareció una ligera contracción en la mejilla como si estuviese aguantando una sonrisa.
Jisung flotó por un segundo, pero se arrastró a sí mismo al suelo diciéndose que, aunque pudiese compartir el oxígeno con él, no podía compartir absolutamente nada más. Eso que estaba haciendo, quedarse en esa casa, lo hacía por Felix y, en primera instancia, por Changbin, por el chico que había sacrificado toda su vida por él.
—¿Estás seguro, Quokka? —preguntó el preocupado oso.
—Sí, pero voy a necesitar unas cuantas más de esas —contestó señalando la copa.
Felix soltó un gritito de júbilo y cogió el recipiente, dando saltos hasta la cocina, con los charcos por todas partes del parqué.
—Estás mojándolo todo —se quejó Minho de pronto, sin moverse de la puerta en la que estaba.
—Ahora lo limpiaré, hyung.
—¿Te has educado en la selva?
—Ah, mierda, no empieces ahora, déjame disfrutar de mi maldita tarde y ve a darte un baño para enfriarte la cabeza.
Minho gruñó algo incomprensible y salió a la terraza. A través del cristal lo vio dejar la toalla sobre una tumbona a la sombra y lanzarse de cabeza al agua. Tuvo el tiempo exacto para vislumbrar su espalda antes de que se sumergiese.
Changbin se tapó la boca ocultando una risa y Jisung lo miró sonriendo también. Joder, todo esto me estoy perdiendo, pensó. Porque, de hecho, se había estado perdiendo la felicidad de Changbin desde que Felix había llegado. Se había estado perdiendo la vida que quería vivir junto a su hermano.
Felix lo llamó desde la cocina y Jisung se acercó esquivando los charcos. Seo Changbin cogió algo de un armario a su espalda y lo vio por el rabillo del ojo secando el agua del suelo.
Han agarró la copa que le alcanzaba el polluelo y dio un largo trago. Si iba a tener que pasar la tarde allí, viendo a Minho a su alrededor, necesitaba un poco de confianza. Eso, o caer en coma. Cualquiera de las dos opciones le pareció bien.
Changbin subió las escaleras mientras Jisung hacía todo lo posible por no mirar al enorme felino que nadaba en la piscina tras las ventanas de la cocina.
—Gracias, Jisung. Sé que estoy pidiendo demasiado, sé que todo esto es demasiado.
—Basta, Felix.
—No. Quiero darte las gracias. No me he olvidado ni por un minuto de lo que hicimos, nunca voy a olvidarme de lo que hicimos. Gracias por darme una oportunidad. —El polluelo se abrazó a su cintura y Jisung suspiró contra el pelo mojado.
—He tenido un muy mal día... He discutido con mi madre por teléfono —confesó sin soltarlo—. He tenido unas semanas muy malas, a decir verdad... Y te eché de menos cuando Changbin vino a casa... Pero ahora entiendo por qué no podías venir.
—Jisung...
—No, no te lo estoy echando en cara. Entiendo que soy una persona difícil y que os lo he puesto difícil a vosotros en particular... Pero... —su voz tembló un poco—... quiero recuperar lo que teníamos. Quiero que seáis felices y que adoptéis muchos bebés y perritos y gatitos. Y quiero formar parte de todo eso...
Changbin lo miró desde el pie de las escaleras con un bañador negro en las manos. Jisung le sonrió y Felix se giró para mirarlo también.
—¿Has escuchado? Jisung dice que deberíamos adoptar un perro.
—No vamos a tener esta discusión otra vez, Felix —contestó Changbin acercándose a ellos y tendiéndole el bañador—. Hablaremos del tema del perro cuando acabe este infierno en el que estamos todos metidos. Entonces podrás ir a todas las malditas perreras de Corea para adoptar a uno.
—Tú eres nuestro testigo, Jisung, en cuanto acabe el juicio vamos a ir a buscar un perro —sentenció gravemente el rubio y él se echó a reír por lo ridículo que era verlos discutiendo por una estupidez tan banal.
Se cambió rápidamente en el baño y salió con el bañador y la camisa que llevaba, algo avergonzado de tener que enfrentarse al tigre que jugaba en el agua con el polluelo. Changbin lo esperaba con una gran jarra llena de lo que parecía el mismo mojito que llenaba su copa.
Salieron a la terraza juntos y se sentó frente a él, cada uno en una tumbona. Se bebió el contenido de la copa sin decir nada, deseando que el alcohol le subiera lo suficientemente rápido como para estar cómodo sintiendo la mirada de Minho continuamente en su espalda.
—No va a dejar de mirarte en toda la tarde, da igual lo rápido que bebas —dijo Changbin—. No va a cambiar el hecho de que estás aquí y él también está aquí —hizo una pausa recostandose en la hamaca y mirando a la piscina—. Siento no habértelo dicho, pero no creí que fuera el momento.
—Lo entiendo. Esta vez lo entiendo...Hmm... ¿Desde cuándo está aquí?
—Desde el martes pasado —Jisung rellenó la copa con el contenido de la jarra y dio un sorbo antes de ponerse las gafas de sol de nuevo para ocultar como sus ojos le buscaban de vez en cuando—. Y se quedará hasta que pase el juicio como mínimo. Después él decidirá lo que quiere hacer. Lo más probable es que se marche.
—¿Se va a marchar? ¿A dónde?
—Creo que de vuelta a Japón. Les escuché hablar desde la habitación hace un par de noches. Tuvieron una discusión en la que Felix le pedía que se quedara y él decía que no quedaba nada para él aquí.
—Ah... —¿Por qué eso sonaba tan triste? ¿Por qué le importaba?
—Yo he insistido hasta la saciedad en que puedo ayudarle, pero Felix se niega a que siquiera lo insinúe delante de él. Yo ya sabía que estaba en Corea antes de que viniese a Seúl, Jisung.
Lo miró sorprendido, frunciendo el ceño y tratando de entender lo que estaba diciendo.
—¿Qué?
—Que lo vi. Hablé con él y estuve con él antes de que se supiera todo. Pero no le dije que Felix estaba conmigo, no le dije que estaba también en el país. Cuando se enteró, enloqueció y vino para llevárselo con él —Jisung estaba confuso, tratando de procesar toda la información que su mejor amigo estaba soltando mientras miraba fijamente a los dos hombres que se reían en la piscina—. Soobin se lo impidió.
—¿Qué?
—Sí, simplemente lo convenció. Y Lee Minho dijo cuando le fuimos a buscar que nunca tendría sitio en nuestra vida porque no quería hacerte sentir mal. Porque no quería verte ser feliz con Soobin desde la periferia.
—Changbin...
—No, cállate y bebe —Jisung no pudo evitar una sonrisa y dio un trago a la bebida que ya empezaba a subir a su cabeza—. Lo quieres, estás enamorado de él como un gilipollas o no habrías tirado por la borda lo que tenías con Choi. Eres mi hermano, pero ambos sabemos que nunca podrás encontrar un hombre como Soobin.
—Joder, Changbin... Pensé que estabas tratando de animarme —le interrumpió terminando la tercera copa.
—No, estoy diciéndote la verdad. Nunca encontrarás a alguien como Soobin, nadie jamás merecerá a alguien como Soobin. Por eso sé que sientes algo por Minho, que no has podido quitártelo de encima. Nadie te entiende mejor que yo, Quokka. Felix es la primera y única persona a la que he querido y estuvo cuatro malditos años ausente. Lo que trato de decir es que no seas pasivo-agresivo con él. Que no trates de dejarlo mal delante de Felix o de hacerle daño a propósito. Porque no te lo vas a perdonar más adelante.
—No es lo que estaba pensando hacer.
—Por supuesto que no, pero recuerda mis palabras, porque tú eres así, tú actúas sin pensar muchas veces. Y no quiero tener que consolar a mi novio porque su mejor amigo y su hermano se tratan como basura. Y no quiero tener que consolarte a ti cuando saques la cabeza del agujero y te des cuenta de que destrozaste a Minho hyung más allá de cualquier arreglo, ¿de acuerdo?
Jisung se quedó en silencio unos segundos y vio cómo Felix salía corriendo del agua completamente empapado y se tiraba sobre Changbin sin previo aviso. El mayor lo agarró con fuerza y soltó un gemido de dolor cuando el peso del polluelo se estrelló con su pecho.
—Vengo a por una copa antes de que Jisung se lo beba todo.
—He traído un par de botellas por si se acaba —contestó con una sonrisa suave.
Por el rabillo del ojo percibió a Minho salir del agua y caminar lo más alejado posible de él. Se quedó de pie a dos metros de donde estaban ellos tres. Felix rió comentando algo sobre el perro que deberían adoptar, pero todo lo que podía hacer Jisung era observar el cuerpo de aquel hombre de pie al sol, con su pecho lleno de gotas de agua y sus manos en puños a los lados.
Minho lo estaba mirando con la misma intensidad que él lo observaba bajo el cristal oscuro de las gafas. Y se preguntó si de verdad podría contener las ganas que tenía de golpearlo tan fuerte que llorase a sus pies. O si sería capaz de aguantar la necesidad de besarlo hasta dejarlo sin respiración
Apuró su copa, mientras Felix se levantaba y corría hasta un mueble junto a la mesa del cenador exterior. Volvió con dos vasos más y sirvió de la gran jarra, llenando los tres recipientes. Estiró la mano y miró a su hermano. El chico se acercó algo tímido, como si temiese que Jisung fuera a salir corriendo despavorido con su cercanía.
—¿Por los nuevos comienzos? —preguntó Felix con la boca pequeña y Jisung lo miró con una sonrisa abriéndose paso en su cara larga.
—Por los nuevos comienzos —afirmó con un movimiento de cabeza.
Los tres brindaron mientras Changbin miraba fijamente a Han. Se sintió escrutado. Puso una mano sobre la muñeca del hombre y dio un apretón suave tranquilizándolo.
Felix se levantó de nuevo dejando la copa en la mesita y corrió hacia la piscina lanzándose de cabeza. Minho lo siguió con la mirada y gritó cuando el chico salió a la superficie: —Te dije que no corras cuando estás mojado o te vas a resbalar.
—Minho, deja de tratarme como si tuviera cinco años.
—Deja de comportarte como si los tuvieras —reprendió el hombre acercándose al borde de la piscina.
—¿Es todo el tiempo así? —susurró Jisung.
—¡Deja de ser un aguafiestas, hyung!
—Y tú deja de ser un dolor en el culo, Yongbok.
—No te imaginas lo mucho que me recuerdan a nosotros —confesó Changbin en tono bajo mientras veía a Minho sentarse en el borde con las piernas dentro del agua.
—Puedo notarlo... —sonrió con ternura viendo a Felix subirse a un sillón hinchable de colores.
—Minho hyung, ¿me alcanzas mi copa? —preguntó el chico.
—¿Acaso tengo pinta de ser tu mayordomo?
—Imbécil... —farfulló antes de mirar hacia ellos—. ¡Binniiiiie!
—No lo haré, Felix.
—Binniiiiieee, por favoooor —gimió el chico con voz infantil—. Si me traes la copa haré lo que quieras esta noche —añadió acariciando su propio pecho sensualmente.
Jisung vió a su amigo tensarse a su lado y cómo su cara se ruborizaba. Se rió a carcajadas cuando Minho le gritó a Felix exigiendo respeto a su hyung. Fue aún peor cuando Felix le contestó que esta noche debería dormir con tapones. La cara del gran oso tumbado solo se ponía más y más roja mientras la de Minho parecía acalorarse también.
Se bebió la mitad de la copa y se levantó agarrando la del rubio. Caminó hacia el borde y resbaló un poco, perdiendo el equilibrio. La mano de Minho en su cintura lo enderezó rápidamente y sintió como el tacto quemaba la piel bajo la camisa estampada. Hizo una inhalación rápida y la palma desapareció de su cuerpo.
—Joder, creo que estoy borracho.
—¡Trae esa copa aquí para que yo también pueda estarlo! —celebró Felix con una sonrisa radiante.
Jisung dejó los vasos en el suelo y se quitó la camisa antes de saltar a la piscina. Salió a la superficie y fue a por las bebidas, que estaban junto al gato callejero. Los ojos de Minho lo seguían describiendo sus hombros y su pecho. Sacudió la cabeza y le llevó la copa a Felix tratando de no pensar en ese felino que le acechaba.
Brindó con Felix, que aún estaba sobre el flotador y se rió de una estupidez que dijo. De repente la mirada del polluelo se volvió intensa y oscura.
—Tengo que decirte algo.
—¿Tienes a otro de mis exnovios en el piso de arriba? —le preguntó y el chico se echó a reír con fuerza golpeándole el hombro.
—No, idiota, es serio.
—Felix... —llamó Changbin desde la hamaca.
—Calla, no me trajiste la copa, no voy a escucharte —dijo señalándole—. Jisung... I.N está vivo.
—Ya lo sé...
—¿Qué? —Felix agarró la copa de su mano que estaba a punto de hundirse pero volvió a cogerla y se bebió todo el contenido.
—Ya sé que está vivo... Minho me lo dijo —susurró—. ¿Crees que va a hacernos daño?
En realidad, su cerebro estaba funcionando a medio gas ahora mismo, como si el alcohol, el sol en su cabeza y acordarse de que ese hombre seguía vivo hubiesen hecho algún tipo de tapón que impidiese que sus procesos mentales fuesen óptimos
Y por eso no le preocupó que ese cabrón cruel no estuviera muerto. De hecho, era algún tipo de regalo divino no sentir el peso del cadáver sobre su espalda. Lo único que le importaba era que no volviera a acercarse nunca a las personas que estaban en aquel jardín. A todos los hombres que estaban allí.
—No, no va a hacernos más daño —contestó Changbin de pie junto a Minho.
—¿Estás seguro? —volvió a preguntar para cerciorarse.
—Sí, estoy seguro, no nos hará daño. —La voz de Changbin sonó fuerte y clara y Jisung asintió comprendiendo vagamente lo que estaba diciendo.
Si Changbin decía que no les haría daño, lo creía. Porque la palabra de Changbin era lo único constante en su vida.
—Entonces que le den por el culo —dijo Han, repentinamente liberado del miedo que había anidado en su pecho tantos años atrás.
—Le gustaría—replicó el polluelo.
—Mierda, ¿le gustan los chicos?
—No, o sea, sí, pero también las chicas... Y creo que le gusta que le den.
—Vaya, ya tenemos algo en común los tres —soltó Jisung sin pensarlo y el polluelo lo miró durante un segundo con los ojos completamente abiertos antes de reír tan fuerte que tiró parte de la bebida dentro del sillón hinchable. Se giró hacia los chicos que estaban parados como ciervos deslumbrados y señaló al felino—. ¿A ti te gustan las chicas? —Minho negó con la cabeza suavemente con la confusión pintada en su hermosa cara de facciones duras—. Y, ¿te gusta que te den?
—Oye, bitch, no pongas incómodo a mi hyung.
—Shh, calla —Puso un dedo sobre sus labios y se volvió de nuevo hacia Minho—. ¿Te gusta que te den?
—No lo sé, nunca lo he probado.
—Deberías probarlo, es muy divertido. Ya sabes lo mucho que lo disfruto yo —aconsejó aguantándose la risa—. Tienes que tener la mente más abierta, descubrirás un mundo nuevo de sensaciones.
—¿Quieres ayudarme a descubrirlo? —preguntó Minho, mirándolo directamente, con los ojos atravesando su piel.
—No, gracias —contestó con una caída de ojos sensual.
—¡Ya basta de hablar de cochinadas! ¡Respeta a tu hermano pequeño! —gritó Felix interrumpiendo ese momento extraño.
Han sintió que el polluelo tiraba de sus piernas hasta traerlo de vuelta a la tierra. Trató, infructuosamente de sacudirse de encima la excitación que la voz de la pantera había despertado en su cuerpo.
—¡Te pasas el día hablando de esas cosas! —exclamó el mayor frunciendo el ceño.
—Pero no es lo mismo, Minho hyung. Tú no deberías hablar de esas cosas delante de tu inocente hermano.
—¡Inocente, dice! ¡Que Dios bendiga tu valentía para soltar una mentira así! —gruñó indignado Changbin entrando en la casa.
Las carcajadas de Jisung se escucharon claramente en el jardín. No podía parar de reír mientras Felix saltaba del flotador y caminaba a duras penas por la piscina tratando de no derramar una copa en la que ya no quedaban más que hielos.
El polluelo salió del agua siguiendo a Changbin y Minho volvió a gritar que no corriese o resbalaría. Jisung se subió al sillón hinchable sin perder la sonrisa. Mierda, se había estado perdiendo tantas cosas.
Se mordió el labio negando para sí mismo y continuó riendo hasta que vio a Minho levantarse y coger la toalla. Se envolvió en ella alejándose de la piscina.
—No tienes que marcharte —le dijo, aunque en realidad no quería hablarle.
—Sí, sí tengo que marcharme —contestó el hombre de espaldas a él.
—Joder, si yo me he quedado aquí a pesar de todo, ¿por qué tienes que marcharte tú? —refunfuñó.
—Porque estoy a punto de saltar a la piscina y besarte hasta que te duela la boca —terminó mirándolo por el rabillo del ojo mientras Jisung sentía un estremecimiento por todo el cuerpo.
El gato callejero entró en la casa desapareciendo de su vista y Han se preguntó por qué no le había parecido tan mal la posibilidad de tener esa lengua en su boca.
***
3/3
Hasta aquí llegamos, navegantes.
¿Ven como los malos se redimen? ¿Han visto lo bonitos que son Seungmin y I.N?
¡Nos vemos en el infierno!
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