28. Otra vez🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

🎶Banda sonora: Skinny love - Birdy🎶

Martes 6 de abril.

Chan se aseguró de que no quedase nadie en la oficina a las 6 de la tarde. Comprobó el material de la habitación tras su despacho, todo estaba escrupulosamente limpio y ordenado, tal y como le gustaba.

Sonrió, con sus manos vibrando con anticipación. Salió dejando la puerta abierta, sin poder ocultar la felicidad que sentía. Alguien llamó al despacho. Recorrió el espacio y rodó el picaporte.

El chico estaba allí, con la mandíbula apretada y la ceja levantada, jodidamente desafiante. Llevaba una gran sudadera tipo polo de rayas azules y blancas, con los botones desabrochados en el cuello. Chan pensó que le gustaba cómo le quedaba el azul y que esas camisetas de manga larga que no eran de su talla lo hacían parecer delicado y frágil cuando era un cabrón muy resistente.

Lo empujó a un lado entrando en la estancia y el abogado cerró la puerta tras él, pasando el seguro. Seungmin se quedó en medio del despacho de espaldas, probablemente estaba mirando a la puerta abierta al fondo de la estancia.

—¿Estás dispuesto a pagar lo que me debes? —preguntó, lo suficientemente cerca para sentir el calor de su cuerpo.

—Primero, dime si sabías lo de Han y Lee Minho —dijo el chico girando apenas la cabeza para verle de reojo.

—No tenía conocimiento de la naturaleza sexual de su relación, pero sí sabía que se conocían desde hace mucho tiempo.

—¿Cuánto tiempo?

—No lo sé exactamente, cinco o seis años aproximadamente. ¿Por qué tantas preguntas? —susurró Chan cerca de su oído.

—Eso no es de tu incumbencia —contestó.

Chan rodeó su cuello con una mano mientras la otra tiraba de él por el vientre hasta pegar su cuerpo a la parte posterior del chico. Empujó con el índice la barbilla hacia un lado y rozó con la nariz el espacio hasta el lóbulo de la oreja. Incluso cuando era unos cuantos centímetros más alto que él, lo sintió pequeño en sus brazos.

—Por supuesto que lo es... Si mis instintos no fallan, Lee Minho está absolutamente obsesionado con el señor Han. Y debe ser recíproco. Estaba en su casa el día que viniste a buscarlo.

—Oh, joder, qué hijos de puta... —gruñó Seungmin estirando un poco más su cuello para darle más acceso.

—Vaya, vaya, sí que estás molesto... —Tiró muy suavemente de la oreja de Seungmin y oyó su jadeo—. ¿También tengo que castigarte por esto?

—No estoy interesado en ninguno de los dos —respondió resuelto mientras Chan metía la mano bajo la sudadera y acariciaba su vientre—. Estoy enfadado por lo que le están haciendo a Soobin. Él también es tu amigo, tú también deberías estar molesto...

—Soobin no es mi amigo, somos conocidos.

—Cierto, no recordaba que tú también eres un cabrón sin corazón como Han.

Chan mordió con fuerza el cuello pálido y el lamento de Seungmin retumbó en las paredes del despacho. El chico perdió algo de energía entre sus brazos y lo sostuvo con su entrepierna cómodamente anidada entre sus nalgas.

Su mano subió por su pecho, acariciando la piel suave y rozó los pezones que se habían endurecido. El cuerpo de Seungmin respondía a sus toques como si hubiese sido creado para él.

Chan no era una persona particularmente romántica, nunca lo había sido. Estaba prometido con una mujer a la que nunca había amado y, por supuesto, no creía que hubiese en el mundo una sola persona para cada uno.

Sin embargo, cuando estaba con Seungmin; cuando sus manos palpaban la piel suave; cuando sentía las curvas de su cuerpo; cuando escuchaba sus jadeos necesitados; le parecía que no había nadie en el universo más perfecto para él que Kim Seungmin.

En ese instante, solo era capaz de pensar en que no quería que nadie se le acercara jamás. Chan quería encerrarlo en la habitación que había tras su despacho y no dejarlo salir nunca. Que sus ojos no mirasen nunca a otro.

—Tengo corazón, cachorrito, pero solo late por ti —bromeó, lamiendo el lugar donde había mordido.

—No es tu corazón lo que late por mí, sino tu polla.

—No veo la diferencia.

—La hay —sentenció, dándole una mirada aguda por el rabillo del ojo.

Chan sonrió ampliamente y vio como el chico rodaba los ojos enfadado. Cogió un pezón entre sus dedos y tiró de él hasta que Seungmin abrió los labios con un jadeo. Lo soltó y caminó lentamente hasta estar delante de él sin perder la sonrisa.

—No me has saludado apropiadamente —avisó.

Seungmin no dijo nada, solo se humedeció los labios y lo besó un segundo después. Su boca caliente estaba sobre la de Chan, esta vez sin la cadencia lenta y sensual con la que se habían besado la última vez.

La lengua de Kim entró en su boca y sus manos se agarraron a la nuca del abogado. El beso se tornó repentinamente hambriento, con el más joven colgando de su cuello desesperado.

—Entra a la habitación —susurró contra su boca.

Él obedeció y lo siguió como un depredador a su presa. Cerró la puerta tras él cuando entraron. El chico seguía de espaldas mirando fijamente el cuarto. Se giró para mirarlo. El fuego del deseo ardía en sus ojos del mismo modo que él lo sentía dentro de su cuerpo.

—Quítate la ropa de cintura para abajo, deja la sudadera.

Pronunció las palabras con voz calmada mientras se quitaba su propia chaqueta y la colgaba de una percha tras la puerta. Desabrochó los botones de las mangas de su camisa blanca mientras el vaquero y la ropa interior de Seungmin caían al suelo en un montón. Se quitó también los calcetines y se quedó de pie junto a la ropa.

Chan hizo una seña con la mano y el chico recogió del suelo las prendas y se las acercó. Chan las dobló despacio y las colocó sobre un mueble, sacando el teléfono móvil, un juego de llaves y la cartera de sus bolsillos y poniéndolas al lado.

Dio un paso atrás y miró a Seungmin de arriba abajo. Disfrutó durante unos segundos de sus piernas desnudas frente a él, con la sudadera demasiado larga cubriéndolo hasta medio muslo.

Los años habían sido tan malditamente amables con él que casi era molesto. El niño en la segunda mitad de su veintena era más sensual y caliente que cuando lo conoció con 18.

Los dedos de Seungmin tiraron de las mangas de la sudadera y Chan sonrió: —¿Estás nervioso, cachorrito?

—No, estoy ansioso —confesó con un susurro oscuro que despertó todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo.

—No hay prisa, pequeño —contestó sacándose la camisa y colocándola junto a la chaqueta. Lo siguiente fue el pantalón, que dobló con cuidado en una tercera percha.

Su erección, que había despertado en cuanto el chico entró por la puerta, ahora era visible a través del bóxer ceñido negro que llevaba puesto. Pasó por su lado rozando con los nudillos su mejilla antes de coger de la cama un par de muñequeras de cuero con una anilla metálica cada una.

Se giró y Seungmin colocó sus manos ante él automáticamente. Chan no pudo evitar la sonrisa lobuna cuando acarició su muñeca y lo sintió estremecerse. Cerró el amarre sobre ellas, dando un apretón demasiado fuerte.

Kim no dejó caer las manos, sino que siguió con sus brazos extendidos hacia él, ofreciéndose como tributo para sus deseos. Chan pasó un pedazo de cuerda de yute por las anillas dos veces. Lo ató dejando treinta centímetros entre sus muñecas y un trozo largo colgando libre.

Se alejó de él un par de pasos hasta el centro de la habitación y miró cómo movía un poco sus brazos, habituandose a las restricciones.

—De rodillas, cachorrito. Quiero tu boca en mi polla —dijo. Se arrodilló instantáneamente. Gateó hasta él lentamente, con la movilidad que le permitían sus ataduras. Llegó a sus pies y lo miró desde abajo con sus ojos brillantes.

—¿Puedo utilizar las manos, señor? —preguntó lamiéndose los labios. Chan contuvo un gemido de placer y le acarició la barbilla asintiendo.

Mientras las manos del chico subían por sus muslos hasta el elástico de sus calzoncillos, respiró hondo tratando de calmar sus propios nervios. Llevaba tantos años sin verlo así, arrodillado a sus pies, que pensó que probablemente se correría en dos minutos.

Seungmin bajó su ropa interior y su polla saltó libre ante la preciosa cara de deseo del otro. La lengua caliente recorrió desde sus pelotas hasta el glande y Chan apretó sus dedos en torno a la nuca del chico.

Un escalofrío circuló por su cuerpo cuando la metió en su boca. La húmeda cavidad le cubrió y no pudo evitar el gruñido de placer que retumbó en su pecho. El cabrón no había perdido facultades con los años y se lo demostró chupándosela con fuerza.

Chan tuvo que sostenerse de él con ambas manos sobre su cabeza, enredando sus dedos en los finos mechones de su pelo. Sus piernas temblaron cuando un gemido hizo vibrar la garganta del chico mientras su glande estaba cerca de su campanilla.

La lengua traviesa recorrió la punta haciendo círculos. Entró y salió de la boca con más fuerza, instándole con sus dedos a tragar lo máximo posible de su longitud.

El cachorrito lo aceptó sin quejas, jadeando; con la saliva espesa goteando y sus manos jugueteando con sus bolas. Chan agarró se hundió profundamente. Miró los ojos llorosos del chico arrodillado, con sus mejillas enrojecidas y su boca abierta más allá de la comodidad mientras su polla desaparecía entre sus labios casi hasta la base.

Sintió la garganta del chico cerrarse sobre su glande y cómo la respiración de Seungmin cambiaba. Salió de él y el chorro de saliva cayó a sus pies desde la boca abierta. Tosió suavemente, limpiándose con el dorso de la mano antes de volver a chupársela moviendo la cabeza con más velocidad.

Sus bolas se apretaron entre los dedos expertos del pequeño mientras tragaba su polla y Chan tiraba de su pelo con más rudeza. Joder, quería correrse en esa garganta que se había apretado sobre él, quería ver la saliva y el semen goteando de su boca.

—Cachorrito, qué bien lo haces —elogió y vió como sus ojos se enfocaban en él mientras volvía a meterse una cantidad de su longitud que sabía que era incómoda para él—. ¿Estás preparado para que me corra? Porque estoy muy cerca... —gimió, apartándolo de su polla de un tirón y echándole la cabeza hacia atrás para que lo mirara—. ¿Quieres que me corra en tu boca? ¿Quieres que te llene la garganta con mi leche?

—Sí, sí, señor, córrete en mi boca, por favor —contestó el chico con voz ronca lamiéndose los labios.

Chan metió el pulgar en esa cavidad húmeda e hizo un par de movimientos apretando su polla entre sus dedos. Dirigió su longitud a punto de explotar entre esos belfos carnosos que la cubrieron.

Le folló la boca con más fuerza, más rápido. Estaba tan cerca del orgasmo que sentía la tensión en la base de su espalda. El rayo de electricidad lo recorrió y se enterró hasta el fondo, hasta que la boca de Seungmin estaba cerca de su vello púbico recortado.

Escuchó el sonido gutural de la garganta que se movió sobre su eje mientras descargaba su semilla. Salió para evitar que se ahogara y los chorros blancos cayeron en aquella cara y sobre su lengua mezclados con la saliva.

Seungmin cerró los ojos mientras los fluidos mezclados se escapaban de su boca y chorreaban por su barbilla hasta el suelo. Chan acarició la mejilla sucia y echó hacia atrás el pelo en su frente con delicadeza.

Esperó unos segundos mientras su orgasmo se disipaba un poco, antes de poder dar un paso atrás apartándose de él. Admiró el desastre que era, de rodillas, con su sudadera de rayas aún puesta, sus manos restringidas, los ojos llorosos y la cara cubierta de semen y saliva. Estaba ante un charco de fluidos que se había acumulado entre ellos. No pudo evitar sonreír y deseó fuertemente poder ver a Seungmin así cada día.

Se acercó a la cama y agarró un paquete de toallitas húmedas y una toalla pequeña. Se acuclilló ante el chico y limpió su cara suavemente. Se deshizo de los restos en su barbilla con el papel mojado antes de pasar la toalla suave.

—Limpia el suelo, pequeño —le dijo dándole el paquete de toallitas. Seungmin asintió.

Aprovechó ese momento para colocar sobre la mesita de noche junto a la cama el resto de juguetes que había preparado. No estaba seguro de poder usarlos todos, pero quería tener sus opciones a mano.

El joven estaba a cuatro patas en el suelo limpiando los restos de su interludio y él fue capaz de apreciar sus nalgas que se veían ahora bajo el suéter. El chico lo miró con una pequeña bola de toallitas en la mano y el paquete con las sobrantes en el otro.

—Deja el paquete sobre el mueble junto a tu ropa y tira la basura a la papelera de ahí. —Señaló el cubo que él mismo acababa de usar y lo vio hacer justo lo que le había dicho.

Se volvió hacia él y lo miró esperando la siguiente orden. Bang Chan lo observó por un largo rato.

Nunca había conocido a nadie tan brutalmente compatible con él como Seungmin. Ese chico que era tan beligerante cuando estaba vestido pero que se convertía en un cachorrito obediente cuando estaba desnudo. Joder, quería conservarlo para siempre.

—Ven aquí —dijo y él se acercó. Desató la cuerda entre sus muñequeras—. Quítate la sudadera y déjala en el mueble.

Cuando lo hizo, Chan se levantó y se acercó a él con el yute en sus manos. Volvió a enlazarla entre las anillas de las muñequeras de cuero y tiró hasta llevarlo al centro de la habitación. Estiró la mano con el trozo de cuerda en ella y lo pasó por una anilla del techo, oculta junto a la pequeña lámpara que alumbraba la estancia sutilmente.

—Eso no va a aguantar mi peso —se quejó Seungmin y Chan levantó una ceja mirándolo mientras tiraba de la cuerda.

Los brazos del chico se estiraron automáticamente hacia arriba, sus muñecas se unieron entre sí y el abogado dio dos vueltas con la soga en su mano izquierda antes de volver a tirar de él. Su cuerpo se estiró tanto que sus pies quedaron de puntillas sobre el suelo.

—¿Qué decías? —preguntó irónico. Seungmin frunció el ceño con un gruñido y Chan le agarró del cuello apretando los dedos sobre su yugular—. Aguantará, yo mismo la instalé y ambos sabemos que soy muy bueno en esto. —Dejó un beso húmedo sobre su cuello, junto a su propio pulgar.

Lo soltó y ató el resto de la cuerda a otro gancho en la pared cercana con un nudo fuerte que le mantuviese en la misma posición. Se acercó a la mesilla y cogió un antifaz negro para ponérselo al joven.

Volvió a la mesilla y se entretuvo un poco admirando su obra. El cuerpo estirado de Seungmin colgaba del gancho con sus extremidades tensas, se apoyaba en los dedos de sus pies de puntillas tratando de aligerar el peso sobre sus brazos. Su polla dura sobresalía entre sus piernas, alzándose en toda su longitud.

Agarró un par de pinzas y volvió junto al chico con los ojos vendados. Con su índice recorrió la mejilla llena bajando por su cuello lentamente. Kim gimió cuando su dedo acarició un pezón y se estremeció cuando tiró de él entre sus dedos. Jugueteó con el guijarro hasta que estaba duro y enganchó una de las pinzas.

—Ahhh... joder... —jadeó el cachorrito cuando sintió la presión.

Chan contempló como el otro se endureció sin tocarlo, pero aún así lo estimuló suavemente antes de colocar la otra pinza y escuchar el suspiro pesado del chico saliendo de sus labios. Movió las tenacillas y los pequeños cascabeles resonaron en la estancia.

—Te he puesto un cascabel, como un gatito, aunque seas mi cachorrito —bromeó.

—Es nocivo para los gatos ponerles cascabeles, los aturde —contestó bajito. Niñato sabiondo, pensó con una sonrisa.

—Entonces veremos si te aturden a ti también —contestó ocultando la risa de su voz tirando con fuerza de los cascabeles. El gemido roto de Seungmin le hizo estremecer de placer—. Parece que no son tan malos para ti, ¿verdad, cachorrito?

Jugueteó un poco con las bolas de metal sabiendo que cada movimiento estimulaba los pezones del chico. Cogió de la mesilla una pala ancha de cuero y la paseó por la piel del chico colgado mientras veía como se erizaba de los pies a la cabeza.

Delineó su columna con el vértice de la paleta muy lentamente, sin decir ni una sola palabra. Los dedos de los pies de Seungmin se movieron empujándolo hacia atrás, buscando más contacto. Chan apartó el utensilio y sonrió.

Echó su mano derecha hacia atrás para impulsarse y golpeó la nalga del cachorrito con fuerza. El estallido de la carne y el grito ahogado se mezclaron. Sonó como música para sus oídos. Dejó caer un segundo azote sobre la otra nalga y vió como enrojecía al instante, su polla latió desesperada por enterrarse entre esas cálidas nalgas.

—¿Por qué te estoy azotando, cachorrito? —preguntó para distraer su atención del apetecible culo de Seungmin.

—Por cualquier cosa, cualquier excusa es buena para ti —contestó con rabia.

Volvió a estrellar la pala sobre el cachete derecho y Kim soltó un quejido mientras tiraba de sus ataduras.

—Segunda oportunidad, ¿por qué te estoy azotando?

—No... no lo sé —jadeó.

—Respuesta incorrecta —Azotó tres veces su culo, en el tercer golpe imprimió más fuerza y escuchó al chico soltar un gemido lastimero.

Comprobó la parte delantera de su cuerpo y la polla alzada ahora goteaba sobre el suelo. Sonrió para sí mismo. Seungmin era un jodido masoquista y estaba disfrutando de esto tanto como él. Soltó la pala sobre la mesilla y agarró la fusta.

—¿Quieres saber por qué te estoy azotando, pequeño?

—Sí, señor... —contestó.

Un silbido cruzó el aire antes de que la fusta diese sobre el culo de Seungmin de lado a lado. El chico gritó y apretó los dedos sobre las esposas de piel. El segundo azote fue más suave que el primero, pero aún así el hombre que colgaba del techo gimió de dolor.

—Por no contestar a mis llamadas y mensajes —Esta vez el azote fue sobre la parte posterior de los muslos, justo debajo de las nalgas—. Por marcharte de aquí el domingo tan apresuradamente. —Dio en el mismo sitio una vez más y Seungmin se mordió el labio inferior echando la cabeza hacia atrás.

Cambió a la parte delantera de los muslos en el siguiente golpe y vio como la polla ante él daba un salto interesada. Acarició con la punta de cuero de la fusta las bolas tensas de Seungmin y el tronco de su eje mientras el chico se movía tratando de huir. Dio golpecitos suaves sobre los pezones y los jadeos se convirtieron en gemidos que se entremezclaban con el tintineo de los cascabeles.

—Por dejar que otros te toquen—Llevó el brazo hacia atrás de nuevo y volvió a golpear con fuerza sobre las nalgas blancas y suaves una, dos, tres y hasta cinco veces más, Seungmin gritó.

Por abandonarme hace 8 años, quiso decirle, pero no se atrevió. Soltó la fusta con las manos temblorosas y se acercó al gancho en la pared. Agarró la cuerda con fuerza dando tres vueltas sobre su mano antes de deshacer el nudo.

Fue hasta Seungmin, bajando lentamente la soga para que pudiese apoyarse en sus pies sin caer de pronto al suelo. Lo tomó por la cintura, enderezándolo contra su cuerpo mientras soltaba del todo la cuerda. Kim se apoyó en él, poniendo la frente sobre su hombro y entrelazando sus brazos en la nuca.

La piel caliente se sintió bien contra los duros bordes del cuerpo musculado del abogado. Pasó las palmas por las nalgas azotadas calmando el picor de los golpes. Levantó su cabeza con una de sus manos y buscó sus labios para besarlo. Seungmin correspondió ávido, con sus bocas danzando juntas.

Sus entrepiernas se rozaron y ambos gimieron. La fricción aumentó la temperatura de su cuerpo y el beso pasó de calmado a violento en menos de dos segundos. Chan agarró entre sus dedos una de las nalgas mientras el chico gemía contra su boca.

—A la cama, boca arriba —dijo, dirigiéndolo. El chico obedeció, caminando ante él hasta la cama—. Quédate justo ahí un segundo —interrumpió de pronto. Él ladeó la cabeza confundido, aún con el antifaz negro puesto, pero Bang Chan solo podía ver cómo las marcas de los azotes enrojecían la piel blanca y perfecta de sus nalgas redondas.

—¿Quieres una foto? —preguntó con voz altiva, adivinando lo que estaba haciendo.

—¿Me dejarías tenerla? —suplicó Chan mirándolo atónito.

—Ni en tus mejores sueños, Bang Chan —contestó con una sonrisa de suficiencia sacando el culo hacia afuera.

—¡Qué cruel eres conmigo, cachorrito! —replicó, respondiendo a su sonrisa—. Ahora tendré que castigarte. Vamos, a la cama boca arriba.

Lo ayudó a tumbarse como una ofrenda mientras seguía teniendo ese aire de vanidad de quién se sabía al mando. Y era tan jodidamente cierto que, en ocasiones, a Chan le dolía. Como ahora mismo. Se moría por poder fotografiar ese cuerpo lleno de marcas, pero el chico jamás le había permitido tomar una imagen.

Cogió un par de grilletes de la mesilla y los ajustó a los tobillos. El pecho de Seungmin subía y bajaba. Seguía cegado, con los cascabeles en los pezones sonando cada vez que se movía ligeramente. Cogió más soga y la envolvió eficientemente alrededor de sus muslos mientras el cuerpo del hombre temblaba.

—¿Demasiado apretado? —preguntó cuando terminó de enrollar la primera pierna. Seungmin negó con la cabeza con la boca entreabierta y Chan continuó.

Creó un par de ligas intrincadas en los muslos pálidos, con la carne ligeramente oprimida entre las líneas de la cuerda. Le dobló las rodillas y ató los extremos de la soga a las anillas en sus tobillos. Después levantó ambas piernas, abriéndolo ante él.

Seungmin jadeó excitado y su polla dejó una gota de líquido preseminal sobre su vientre. Acarició la parte trasera de sus muslos y sus nalgas enrojecidas con las manos.

—Agarra tus piernas —susurró y él obedeció poniendo las manos sobre sus rodillas.

Chan se levantó y sacó de debajo de la cama un trozo de cuerda en cada extremo. Se subió de nuevo y se arrodilló entre las piernas que aún agarraba el chico. Puso sus manos sobre las de Seungmin y le instó a soltarse. Se cernió sobre él, con su polla rozándose contra su cuerpo y las ganas de follarle volviéndolo loco.

Pasó los extremos de la cuerda por las esposas que el chico llevaba y las afianzó cuando sus brazos estaban extendidos a ambos lados. Acarició los brazos hasta llegar al pecho, con la respiración casi más agitada que la del pequeño que estaba ahora a su merced.

Lamió el cuello de Seungmin y bajó lentamente, succionando con fuerza cerca del pezón enrojecido por la pinza. El joven gimió desesperado cuando clavó los dientes y pasó la punta de la lengua por el pequeño pedazo de carne que sobresalía de la tenacilla en su pezón.

Pasó el resto de la cuerda a ambos lados del cuerpo de Seungmin y después las ató a ambas partes del liguero que él mismo había tejido sobre su piel. Tiró, levantando y abriendo sus piernas ante él por los muslos. Aseguró los nudos y disfrutó unos segundos del cuerpo restringido del chico.

Alargó el brazo hasta la mesilla y trajo consigo un pequeño vibrador oval de color rosa con una cinta para tirar de él y un bote de lubricante. Echó un buen chorro sobre el orificio del joven sin decirle ni una palabra y apretó un dedo sobre el agujero tenso, metiéndolo hasta el nudillo.

El cachorrito jadeó y respiró hondo cuando Chan movió el dedo dentro y fuera de él. Embadurnó con la otra mano el pequeño vibrador rosa y lo empujó sin avisar dentro. Seungmin abrió la boca conteniendo el aliento.

—Respira, pequeño —le dijo mientras su dedo se movía con el juguete dentro de él, buscando su próstata.

Escuchó las inhalaciones de Seungmin y lo miró acostumbrarse a la invasión mientras su propia polla lloraba por enterrarse en aquel canal estrecho donde su falange exploraba. Encendió el vibrador y lo vio saltar tratando de escapar de sus ataduras.

Sonrió cuando escuchó el gemido bajo. Echó una buena cantidad de lubricante sobre la polla y las bolas de Seungmin y lo masturbó despacio, evitando que perdiera la erección. Su dedo siguió moviéndose dentro de su canal mientras el chico gimoteaba y trataba de moverse más rápido contra la mano que envolvía su longitud.

Sacó el dedo y dejó que el pequeño vibrador siguiese estimulándolo mientras cogía de la mesilla de noche un condón. Necesitaba follarlo, estaba completamente desesperado por meterse dentro de ese espacio estrecho en el que el dispositivo vibraba.

Soltó el pene de Seungmin y cogió de la mesa un pequeño plug-in anal. Había elegido uno fino, nada demasiado dramático, habían usado este tipo de juguetes antes, así que estaba seguro de que no le sorprendería demasiado.

Embadurnó el objeto metálico con el líquido de sus dedos y lo acercó al culo de Seungmin. Agarró con los dedos de su otra mano la tira de silicona que mantenía en su sitio el vibrador rosa y apretó el plug-in hasta que el esfínter cedió. Soltó el vibrador y apretó el tope plano del dildo moviéndolo dentro del chico.

Las piernas atadas temblaron y Chan vio como los dedos de los pies de Seungmin se apretaban. Sonrió y dejó un beso suave sobre su rodilla elevada.

—Vamos a probar algo nuevo hoy... —murmuró sensualmente mientras volvía a cernirse sobre él. Se acercó a su boca y le besó suavemente, lamiendo sus labios carnosos y rojizos.

—¿Dolerá? —preguntó el chico con un quejido.

—Si es demasiado puedes decir la palabra de seguridad, o chasquear los dedos, recuérdalo —avisó, aunque estaba seguro de que disfrutaría de lo que tenía planeado.

Seungmin asintió y Chan besó su cuello y dejó otra marca morada sobre el pectoral. Cogió una mordaza en forma de bocado de la mesilla y apretó las mejillas para que el chico abriese la boca. Lo hizo y mordió sobre el trozo de cuero en cuanto lo sintió sobre su lengua.

Joder, ese chico era un puto sueño. La forma en la que aceptaba todo lo que tenía para él le tenía con la polla tan dura que estallaría otra vez en cualquier momento. Amarró detrás de su cabeza la mordaza y volvió a arrodillarse entre sus piernas.

Subió el culo de Seungmin sobre su regazo y su polla estaba justo en el sitio en el que quería estar, entre las nalgas tersas y rojas por sus golpes. Llenó de lubricante su mano izquierda y volvió a agarrar la longitud dura de Seungmin masturbándolo. El chico balbuceó algo sobre la mordaza.

—¿Quieres más, cachorrito? —Asintió como respuesta y Chan cogió un trozo de venda de gasa de una cajita en la mesilla—. Tal vez ya has probado esto... —susurró—, pero realmente espero que esta sea tu primera vez...

Mojó con lubricante el tejido en sus manos y, mientras lo masturbaba, rozó el tronco despacio con él, dejándole habituarse a la sensación de la tela sobre su piel. Seungmin se estremeció un poco y pareció sorprenderse, pero su respiración siguió estable y sus dedos no chasquearon.

Subió el trozo de tela hasta el glande y dejó que lo rozara. Lo escuchó tratar de sisear con la mordaza en la boca. Puso más lubricante sobre la punta y soltó la verga dura. Agarró con sus manos los dos extremos de la venda de gasa y los pasó por el glande haciendo algo de fuerza.

El poder de la fricción áspera hizo que Seungmin encorvara la espalda y escuchó cómo tiraba de las restricciones. El sonido de los cascabeles llenó la habitación, junto con el grito de placer contenido por la mordaza. Las piernas del chico temblaron sobre su regazo y Chan volvió a mover el tejido de un lado al otro cubriendo la punta de la polla roja del chico.

—Cachorrito, asiente si quieres seguir, niega si quieres que pare porque es demasiado. —Asintió muy rápido y muchas veces mientras jadeaba.

Chan sonrió orgulloso mientras volvía a mover de un lado al otro la venda, presionando el sensible capullo. Mierda, el cuerpo temblaba como si estuviera al borde de la hipotermia. Seungmin se contorsionaba girando el torso y moviendo las caderas para buscar más fricción.

Sus gemidos se escuchaban altos, la saliva goteaba por las comisuras de su boca amordazada y echaba la cabeza hacia atrás cada vez que presionaba con fuerza mientras raspaba su glande. Envolvió con su mano el tejido y acarició con su pulgar sobre la gasa que cubría la punta.

Sacó el plug-in y escuchó el sollozo lastimero ajeno. Lo miró con una sonrisa y se puso el preservativo soltando la polla sobrestimulada. Dejó una buena cantidad de lubricante sobre su propio eje y se apretó contra la entrada de Seungmin agarrando la cuerda que mantenía el pequeño vibrador oval en su lugar.

Empujó, adentrándose en el anillo de músculos y sintió la presión asfixiante de su culo lleno por su polla y la bala rosa que golpeó contra su tronco. Chan gimió sonoramente y apretó los dientes mientras escuchaba de fondo los jadeos ahogados de Seungmin.

Se adentró en aquella caverna hasta el fondo y tuvo que parar unos segundos para relajarse antes de mirar hacia arriba. Se arrepintió. Seungmin era una maldita fantasía erótica que iba más allá de su imaginación.

—Joder, cachorrito, estás tan estrecho... —gimió moviéndose despacio dentro y fuera de él—... Y tan cachondo que sigues duro a pesar de estar lleno con mi polla y ese vibrador que está golpeandote la próstata...

Fue lento y suave, entrando y saliendo de él perezosamente. Seungmin gemía abandonado mientras Chan cogió de nuevo la venda de gasa con sus dos manos y volvió a restregarla con fuerza sobre el glande sensible.

El culo de Seungmin le apretó como una puta prensa. Pensó que si seguía haciendo presión no podría sacarla de allí nunca. Gruñó abriendo la boca por aire y siguió moviendo el tejido sobre la polla del chico.

Follar a Seungmin era como estar en el paraíso. El vibrador lo estimulaba casi tan violentamente como lo hacían los músculos de aquel canal estrecho en el que estaba enterrado.

—¡Arhs! —El joven exclamó algo incomprensible y Chan restregó más fuerte la venda escuchando su grito y sintiendo como su recto ondeaba sobre su mástil.

—¿Quieres que te folle más fuerte, cachorrito? —El chico jadeó mientras asentía—. ¿Quieres que tu señor te rompa el culo? —Volvió a asentir moviendo su trasero sobre su regazo.

Chan cumplió sus deseos única y exclusivamente porque estaba a punto de darle una aneurisma si no empalaba ese agujero angosto de una vez. Agarró al chico de la cadera con una mano y con la otra envolvió su polla bajo la gasa.

—No te corras sin permiso —avisó antes de empezar a golpear con fuerza contra su cuerpo.

Los gemidos de Seungmin pasaron a convertirse en quejidos ahogados, con los dientes apretados sobre el bocado y la saliva cayendo por sus comisuras. Su polla latía en la mano de Chan, que se meneaba ásperamente con la venda bajo los dedos. Era levemente consciente de que iba a dolerle mañana, igual que el culo que ahora reventaba sin piedad, con el vibrador apretándose contra su próstata en cada embestida.

Subió la velocidad, clavándose en ese culo que lo aprisionaba con avaricia. Quitó la venda de su polla y escuchó el quejido. Lo agarró por las caderas con ambas manos y acometió contra su cuerpo con sus piernas chocando contra las nalgas suaves con chasquidos vulgares.

Se clavó en el orificio sin contemplaciones, saliendo casi por completo antes de volver a cavar hasta las profundidades. Se echó hacia delante y sacó el antifaz. Seungmin parpadeó varias veces acostumbrándose a la luz antes de enfocarse en su cara.

Chan necesitaba verlo, necesitaba verle a la cara cuando se corriese. Apretó la base de la polla de Seungmin y aumentó la velocidad y la fuerza con la que jodía su culo mientras los ojos del chico se ponían en blanco y echaba la cabeza hacia atrás.

Estaba cerca, muy cerca, tan cerca que podía saborear el orgasmo construyéndose en su cuerpo.

El teléfono del despacho sonó y el sonido traspasó la pared y se abrió paso entre los gemidos ahogados del cachorrito que se estremecía sobre la cama, lleno con su polla y el vibrador rosa que golpeaba contra su próstata.

Chan se quedó quieto un segundo y vio la confusión en la cara sudorosa y roja de Seungmin. Acarició sus labios alrededor de la mordaza y dio una embestida fuerte entrando en su agujero de nuevo. El timbre siguió sonando.

Se separó de él y se levantó, completamente desnudo, poniendo un dedo sobre su propia boca diciéndole que guardase silencio. El chico asintió y Chan salió de la habitación dejando la puerta abierta.

Cogió el teléfono con un resoplido.

—Señor, su prometida está aquí, dice que le trae comida... ¿La hago pasar? —dijo el portero del edificio al aparato cuando lo saludó.

—Sí, claro —contestó sin pensar. Un segundo después, mientras escuchaba al hombre dar indicaciones a Taeri, se arrepintió.

—Va de camino, Bang Chan-ssi.

Colgó el teléfono sin decir nada y se encaminó a la habitación de nuevo. Seungmin seguía allí, sobre la cama, desnudo y restringido. Su polla dura goteaba sobre su vientre y sus ojos vidriosos lo miraban rogándole por una liberación que le había negado durante mucho rato.

No quería la comida de Taeri, ¿quién diablos querría un plato de arroz teniendo un banquete como ese en su cama?

Se limpió las manos y la polla con las toallitas húmedas y se puso la ropa interior. Después se vistió con el pantalón y la camisa blanca bajo la mirada confusa del chico. Se acercó a él y cogió un consolador de la mesa. Lo mojó con un buen chorro de lubricante y lo apretó contra su entrada sin sacar la pequeña bolita que seguía vibrando dentro de él.

Movió el dildo metiéndolo y sacándolo un par de veces antes de enterrarlo hasta el fondo, apretando hacia arriba. El cuerpo sobre la cama tembló y un jadeo ahogado por la mordaza se escuchó en la habitación. Chan no quería salir de allí, no quería moverse de aquel lugar, entre las piernas de ese hombre. Pero llamaron a la puerta exterior del despacho.

—Voy a irme un rato, cachorrito. Vamos a jugar a un juego, necesito que estés lo más callado que puedas, que no hagas ni un sonido, ¿de acuerdo? —No contestó, así que movió bruscamente la polla de goma dentro de su canal y las caderas del chico corcovearon—. Contéstame, ¿lo has entendido?

Seungmin asintió con la cabeza, cerrando los ojos, y Chan se levantó, los toques en la puerta lo hicieron apresurarse, cerrando pobremente la habitación. No pensaba dejar pasar a su novia al despacho, recogería la comida y la echaría de allí alegando estar ocupado. Lo cual no sería una mentira.

Recibió a Taeri con una gran sonrisa que ella correspondió. La chica pasó directamente al despacho y Chan se tensó como una cuerda de pescar. Ella dejó sobre la mesa baja junto al sofá una bolsa con algunos recipientes cerrados.

—Dijiste que te quedarías hasta tarde trabajando, así que pensé que tal vez no habrías cenado. No quería molestarte, solo quería darte ánimos y dejar la comida para que la tomes cuando tengas hambre. Hace días que no comes en casa...

—Muchas gracias, preciosa —contestó dándole un suave beso en la frente a la chica, tratando de evitar que se fijara en la puerta tras ella—. Eres muy considerada viniendo hasta aquí, podrías haberla dejado en la cocina y la calentaría cuando llegase a casa.

—Bueno, quería verte también... —confesó bajando la mirada tímidamente. Chan sonrió y le pellizcó una mejilla—. Ya me marcho, espero que te guste lo que he preparado, oppa. Mucho ánimo con el caso.

—Gracias, Taeri... Volveré a casa tarde, así que no me esperes despierta.

—De acuerdo —La acompañó de nuevo a la puerta, ocultando con su cuerpo ancho la visión de la habitación del fondo. La chica le dio un beso en la mejilla—. Procura descansar un poco aunque tengas que quedarte... Te quiero.

—Lo haré, muchas gracias otra vez, no sé qué haría sin ti, preciosa.

La chica salió de allí y la vio subirse al ascensor y despedirse de nuevo con la mano. Chan cerró la puerta del despacho con seguro y volvió a la habitación. Su erección, que había bajado un poco, se llenó en cuanto contempló de nuevo el cuerpo desnudo sobre la sábana negra impermeable.

Seungmin tenía los ojos cerrados y un par de lágrimas cayendo por las sienes. Sonrió y le acarició el pecho. El chico se sobresaltó y lo miró fijamente negando con la cabeza. Tiró de las restricciones de sus manos de forma desesperada y se movió tratando de apartarse de su toque.

Balbuceó tratando de hablar y Chan frunció el ceño confundido. Pasó sus dedos por el pelo sudado de su frente echándolo hacia atrás y el chico huyó de él de nuevo.

—¿Qué pasa, cachorrito? ¿Demasiado? —preguntó aún dudoso ante su comportamiento.

Agarró la polla dura de Seungmin y subió de arriba abajo mientras el chico jadeaba con la mordaza aún en su boca. Sacó despacio el consolador que se apretaba en aquel canal angosto. El muchacho gimió con fuerza y balbuceó algo.

Chan volvió a su cara y lo miró a los ojos. No le gustó lo que encontró. Sus orbes estaban rojos y llenos de lágrimas, la humedad caía ahora desde sus sienes y se asustó. Desató apresurado la mordaza y masajeó sus mejillas para ayudarle a cerrar la boca.

Seungmin soltó un quejido. Chan bajó sus dedos por su garganta y su pecho, marcado por sus dientes y sus besos. Rozó los pezones y sus manos siguieron el camino hasta la cintura curva, se deleitó con la sensación de la carne llena en sus palmas; el calor exquisito del cuerpo sumiso del cachorrito le ponía la polla tan dura que lo único en lo que podía pensar era en volver a enterrarse en ese culo.

Se levantó del borde de la cama y desabrochó los botones de su camisa. Cuando llegó al último botón escuchó la voz rota y baja del hombre que aún estaba atado en la cama.

—Edimburgo —susurró Seungmin. Chan se quedó paralizado, levantó la cabeza para mirarlo, pero el chico estaba con los ojos cerrados fuertemente y las lágrimas corrían libres por sus mejillas.

—¿Qué has dicho? —preguntó confundido.

—Edimburgo —repitió.

Le faltaron segundos para estar sobre él, desatando sus brazos de las contenciones en el cabecero de la cama. Lo siguiente que hizo fue aflojar las cuerdas que rodeaban sus muslos y mantenían sus piernas abiertas.

Masajeó con cuidado la piel marcada y quitó también los grilletes sobre sus tobillos y las pinzas de sus pezones, mientras el chico trataba infructuosamente de apartarse de él. Lo agarró de una muñeca y movió los dedos por los brazos para que recuperara la circulación normal. Seungmin seguía llorando con los ojos cerrados y Chan no dejaba de preguntarse en qué momento había cruzado el límite.

Habían jugado a juegos más difíciles antes. Fueron más rudos, más salvajes, infinitamente más humillantes, sin embargo el joven nunca había utilizado la palabra de seguridad.

—Cachorrito, ¿estás bien? —El chico no contestó, su cuerpo estaba en posición fetal en silencio mientras Chan trataba de hacer más confortable la transición con sus dedos moviéndose sobre las marcas que la cuerda de yute había dejado sobre los muslos—. Pequeño, tienes que contestarme, ¿te he hecho daño?

Joder, estaba abrumado. Era la primera vez que veía a Seungmin romperse de esa manera. Lloraba desconsolado sobre la cama y él no sabía cómo ayudarlo ni qué estaba ocurriendo. Notó el pecho apretado cuando la respiración del otro se entrecortó.

Se tumbó ante él y lo atrajo contra su pecho agarrando la parte posterior de su cabeza. El chico se sintió correcto entre sus brazos, como cada vez que estaba allí. Lloró durante un rato en silencio y Chan creía que la ansiedad le abriría una úlcera en el estómago.

—¿Qué hice mal, cachorrito? Dímelo, por favor —murmuró contra su coronilla mientras el pelo castaño le hacía cosquillas en la nariz—. Seungmin... tienes que hablar conmigo, pequeño, tienes que decirme qué está pasando...

—Basta... —se quejó contra la piel de sus clavículas, donde había enterrado la cara—. Para por favor...

—Hemos terminado, se ha terminado —contestó apresurado—. Pero dime qué está pasando. Necesito saber si te he hecho daño... —Seungmin se quedó callado por un momento hasta que se alejó de él, empujando con sus manos en el pecho de Chan.

Lo vio salir de sus brazos, darse la vuelta y sentarse en la cama, de espaldas a él, con un suspiro pesado. Se levantó y caminó por la habitación sin dirigirle ni una mirada. Chan creyó que alguien estaba apretando su corazón con una prensa hidráulica cuando vio cómo se vestía rápidamente.

Se puso de pie y se acercó, agarrándolo del brazo cuando se abrochaba el pantalón vaquero. El labio de Kim tembló en un puchero antes de bajar la cabeza de nuevo y zafarse de su agarre.

—Cachorrito, ¿qué pasa? Por Dios, dime qué está pasando porque no entiendo nada...

—Tienes pareja. Probablemente estés jodidamente casado —contestó clavando sus ojos oscuros, grandes y llenos de lágrimas en los suyos.

—No estoy casado —contestó estúpidamente, tratando de traer de nuevo al chico a su abrazo. Seungmin no lo permitió y le apartó de un empujón.

—Eres un puto mentiroso.

—No estoy casado, Taeri es mi prometida.

—Hijo de puta, sinvergüenza —gruñó empujándolo otra vez. Lo miró aturdido mientras el niño lloraba de rabia ante él—. Te atreves a castigarme y sentir celos porque yo haga mi puta vida y tú traes a tu prometida a tu despacho mientras estoy desnudo en la habitación de al lado. ¡Me das asco! ¡Te odio!

—Cachorrito...

—No vuelvas a llamarme cachorrito nunca en tu maldita vida. Mejor aún, no vuelvas a dirigirme la palabra. —Chan sintió que toda la sangre abandonaba su cara.

—¿Por qué demonios estás enfadado por ella? Entre tú y yo no hay nada más que esto, no es como si tuviera que serte fiel —replicó y se arrepintió al instante. Kim Seungmin frunció el ceño y cogió del mueble su teléfono móvil, la cartera y las llaves saliendo de la habitación con pasos pesados.

Lo interceptó antes de que llegara a la puerta y lo agarró con fuerza del brazo. No quería que se fuera. Sabía que si salía por esa puerta sería igual que ocho años atrás, cuando lo despidió con desprecio y Chan no tuvo otra opción que desaparecer de su radar por más que le doliera.

—Suéltame ahora mismo. Tú y yo no tenemos nada más que hablar.

—¿Por qué diablos te pones así? Estaba con otras personas cuando estábamos juntos, igual que tú. Igual que ahora, tú estás con otras personas y yo también. Joder, cachorrito, siempre hemos sido así.

—Te he dicho que no vuelvas a llamarme nunca así. O se lo contaré todo a tu prometida. Lo publicaré en la puta prensa si sigues persiguiéndome. No quiero volver a verte, no voy a pasar por este infierno otra vez.

—¿De qué infierno hablas, Seungmin? Tú me dejaste entonces, tú me alejaste. Fuiste tú el que me abandonó entonces.

—Hijo de puta, por supuesto que te alejé y ahora voy a volver a hacerlo —se liberó de su mano de un tirón y fue hasta la puerta del despacho.

—Seungmin, no lo hagas —advirtió Chan con el estómago pesado y la voz temblorosa—. No te vayas, no vuelvas a hacerme esto. No vuelvas a desaparecer.

—Vete a la mierda, Bang Chan.

El portazo hizo temblar sus huesos y los goznes de la puerta. Se dejó caer en el sofá negro de cuero y se apretó el puente de la nariz sintiendo el dolor que reconocía. Había sido igual ocho años atrás.

Echó un vistazo a los contenedores de comida. Si no hubiese sido por Taeri ahora mismo estaría follando a Seungmin. Estaría dentro de su cuerpo, con sus gemidos en los oídos.

Si no fuera por ella, habría terminado y lo habría desatado con mucha suavidad, como lo había hecho. Habría masajeado su cuerpo, lo habría besado suavemente. Lo hubiese abrazado hasta que Seungmin se quedase dormido y, cuando despertase de su siesta, hubiese pedido algo para que cenaran juntos, lo habría alimentado.

Quizá hubiesen vuelto a follar sobre el sofá de cuero en el que estaba sentado. Le hubiese dado un beso sensual y lento para despedirse y volvería a torturarlo con mensajes calientes hasta su próximo encuentro.

Chan se levantó y salió del despacho para dirigirse al baño. Se mojó la cara mirándose en los espejos ante él. Su ropa estaba arrugada y la mancha de humedad de las lágrimas de Kim estaba sobre la solapa de la camisa, además de otras de dudosa procedencia en sus pantalones.

Se lavó las manos, frotando con fuerza, porque no podía hacerlo con la ropa. Y lo único en lo que podía pensar era en que ya no podría tener el cuerpo de Seungmin en su cama, no podría adorarlo como necesitaba hacerlo. Otra vez, Bang Chan había perdido al único ser humano del planeta que parecía estar hecho para él.

***

2/3

Navegantes, este es el segundo capítulo más tóxico que he escrito, pero, lo prometo, NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS (y algunos se redimirán)

¡Nos vemos en el infierno!

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