23. ¿Dónde está?
🎶Banda sonora: Trauma - Nathan Wagner🎶
Domingo 28 de marzo.
—Es que vaya mierda de amigo —se quejó Seungmin en voz alta. Miró por décima vez las fotos que había subido Soobin a Instagram en la pantalla del ordenador—. Qué maldito horror.
Había llegado de Seúl antes de la 1 de la tarde se duchó e hizo la colada. En ese momento, revisaba indignado las fotos en las que su amigo lo había etiquetado. No solo aparecía Han en su espalda, sino que su cara era horrorosa. Por no hablar de esa en la que el demonio le pasaba el brazo por los hombros.
—¿Estás bien? —La cabeza de Minho asomó por la puerta de la cocina y él resopló enfadado levantándose.
—Sí —contestó rechinando los dientes—. ¿Dónde está I.N?
—En la parte de atrás, dijo que necesitaba un poco de aire. —El chico sombrío entró a la cocina con un vaso en la mano y Seungmin se cruzó con él para salir de allí. No había dado dos pasos en el salón cuando escuchó el vaso estallar.
—¿Minho hyung?
El hombre salió como un vendaval, empujando a Seungmin hacia las sillas del comedor. Sus pasos pesados resonaron en el parqué recorriendo la casa hasta la parte trasera. Seungmin lo siguió.
Como un tanque de guerra, se estampó contra I.N placándolo sin decir una palabra. El cuerpo de Minho se tiró sobre el del otro hombre y Seungmin sintió su respiración atascandose cuando los puños desnudos empezaron a golpear sin compasión sobre la cara de Yang Jeongin.
—¡¿QUÉ HACES?! —gritó I.N parando una de esas manos que parecían bloques de cemento reventando contra sus pómulos.
—¡¿Dónde está?! —preguntó Minho dando un puñetazo en la cara al hombre inmovilizado.
—¡¿Qué coño haces, Lee Minho?!
El chico sombrío se convirtió de pronto en un lanzallamas. Sus nudillos se estrellaban contra los huesos faciales del de hoyuelos y la sangre saltaba por todas partes salpicando la camiseta blanca de Minho.
¿Va a matarlo? Si sigue golpeándolo así lo matará.
Se acercó despacio y comprobó horrorizado como I.N trataba de agarrar esas muñecas con sus manos mientras su cara desfigurada estaba llena de fluido rojo y marcas de los puños de Minho aterrizando sobre la piel.
—¡Dime la maldita dirección o te mataré! —gritó Minho, levantándose del torso donde había caído a horcajadas.
—¡¿Qué dirección, hijo de puta?! ¡No sé de qué coño me estás hablando!
El pie de Minho pisó sobre la cara de I.N y oyó al otro gemir mientras se hacía una bola en el suelo y se protegía con sus brazos. El chico sombrío dio un puntapié en su estómago y luego golpeó con el talón sobre las costillas.
A Seungmin le pareció que algo crujía y corrió hasta él tirando de su brazo hacia atrás con fuerza. Minho lo empujó brutalmente y dio con su trasero en el suelo cuando perdió el equilibrio.
—Minho hyung... —lo reprendió.
—No te acerques, Seungmin —gruñó I.N escupiendo sangre sobre la tierra seca de la parte trasera de su casa.
—¡Dime ahora mismo dónde está mi hermano! —exigió Minho, poniendo el pie descalzo sobre el cuello de I.N—. Dímelo o te juro que te mato.
—No lo sé. —El gorgoteo que salió de aquella garganta no fue humano y Seungmin se agarró el pecho.
—Tienes una oportunidad más. Dónde. Está. Mi. Hermano. —Hizo énfasis en cada palabra presionando con más fuerza sobre la tráquea de I.N.
—Vas a matarlo... —gimió Seungmin, sintiendo las lágrimas subir a sus ojos.
—¡Dímelo de una vez! ¿¡Dónde coño está mi hermano!?
—Hyung, por favor... —sollozó Seungmin viendo los ojos de I.N rodar.
El chico sombrío levantó el pie de la garganta y Yang Jeongin tosió ruidosamente. Seungmin se arrastró un poco más cerca limpiando con el dorso de la mano la lágrima que se le escapó de su ojo derecho.
—¿Dónde está?
—¿De qué estás hablando, hyung? Por Dios, pensé que habíamos superado esa mierda de matar gente en mi propiedad...
—I.N, dime ahora mismo dónde está Felix o te juro que te mataré.
Seungmin abrió los ojos y miró al chico sombrío. Las nubes grises descargaban rayos sobre él con la fuerza de una tempestad.
¿Felix? ¿Felix es su hermano? Esa pequeña rata es su maldito hermano, por supuesto.
—¡HABLA! —Minho pareció perder la paciencia y volvió a patear el costado de I.N con todas sus fuerzas. El chico en el suelo se retorció de dolor y dejó escapar un lamento desagradable.
—Yo sé dónde está, yo sé dónde está Felix... —dijo desesperado y dos pares de ojos se clavaron en él.
—¿Qué? —preguntó el más alto con una voz oscura que prometía dolor.
—Está en Seúl, está en casa de Seo Changbin. Vive allí, vive en casa de Changbin —balbuceó arrastrándose lejos de la mirada asesina de Minho.
—¿Desde cuándo sabías que estaba aquí?
—No sabía que era tu hermano, no tenía ni idea de que era tu hermano...
—¿Dónde vive Seo Changbin?
—¿Qué vas a...?
—¡LA DIRECCIÓN DE SEO CHANGBIN! ¡AHORA, SEUNGMIN! —El rugido le puso la piel de gallina y tensó todos sus músculos.
Seungmin se levantó y corrió al interior de la casa. Escuchó los pies descalzos y llenos de tierra de Minho entrar por la puerta trasera. Cogió un papel y un lápiz y apuntó la dirección de Changbin. La figura cubrió la luz ante él. Le tendió la hoja y él la leyó.
—No les hagas daño, Minho hyung... —susurró mientras el chico sombrío se ponía unos calcetines y unas zapatillas de deporte en la puerta.
—Nunca le haría daño a mi hermano, Seungmin. Jamás. Antes me cortaría las putas manos.
—Tampoco se lo hagas a Changbin hyung...
Lo miró con el ceño fruncido. En toda su maldita vida algo le había dado tanto miedo como los ojos de aquella pantera que parecía preparada para desgarrar a su presa con los dientes. Lo vio coger un manojo de llaves del mueble de la entrada y salió cerrando con un portazo que hizo temblar los goznes.
Seungmin se tocó el pecho mientras escuchaba el todoterreno derrapar en la salida de la clínica y perderse a toda velocidad por la carretera. Se arrastró a duras penas hasta la parte posterior de la casa y se dejó caer junto al cuerpo apaleado de I.N.
—I.N, ¿vamos a un hospital?
—No, estoy bien...
—Joder, tienes la cara destrozada... ¿En qué puto mundo eso es estar bien?
—Nada que un buen veterinario no pueda curar. —Le dio una mueca extraña en su cara amoratada, una que, seguramente, era una sonrisa.
—Déjame ver si tienes alguna hemorragia interna.
—¿Minho se ha ido?
—Sí...
—Vete a por él, por favor, Seungmin, no permitas que haga ninguna estupidez como entregarse a la policía o matar a alguien. O matar a alguien y después entregarse a la policía...
Seungmin lo miró fijamente y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. I.N se puso en pie con dificultad y lo acompañó hasta que entraron a la casa de nuevo. El chico se dejó caer en el sofá con un gemido de dolor y suspiró.
—Vete de una vez, desgraciado, o no llegarás antes de que haga alguna estupidez...
Seungmin sacó del mueble bajo la televisión un maletín de primeros auxilios y lo dejó en la mesilla junto a él. Asintió, todavía acongojado por el aspecto con el que dejaba a aquel hombre, y cogió las llaves del coche.
—Por favor, llámame si te encuentras mal, hablaré con alguno de mis asistentes para que venga a por ti. Hazme el puto favor de no morirte en mi sofá.
—Te llamaré si veo que me voy a morir... Agarra a ese imbécil y apártalo de Seo Changbin y Felix...
Salió de casa con el teléfono en la mano y lo conectó al manos libres del coche en cuanto se sentó en el asiento, marcó el número de Soobin mientras salía rumbo a Seúl con las manos temblando y la sensación de que sus piernas eran de gelatina sobre los pedales.
—¿Te olvidaste algo en casa? —preguntó en cuanto descolgó la llamada.
—Soobin, tienes que ir a casa de Changbin. Vete a casa de Changbin y quédate ahí hasta que yo llegue. Dile que he sido yo el que te envía, pero no dejes que Felix te oiga.
—Estoy en casa de mis padres ahora... No puedo irme sin más. —Replicó él y Seungmin resopló resignado.
—Tienes un par de horas para estar en casa de Changbin. Por favor, necesito que vayas. Es de vida o muerte...
—¿Qué está pasando, Seungmin?
—Creo que se ha desatado una tormenta...
Domingo 28 de marzo.
Escuchó el sonido del timbre y se levantó de la hamaca en la que leía un libro a la sombra del toldo de la terraza. Estaba siendo un marzo excepcionalmente cálido, sobre todo para el chico que estaba dentro de la piscina sentado en un sillón flotador, con un mojito en la mano.
Sonrió porque nunca había visto a nadie que se ajustara más al lujo que Felix. Su pequeño polluelo era como un rey en medio del agua clara sobre el sillón de colores.
—Felix, vas a enfriarte. Sal un rato.
—¡Está climatizada!
—El aire no está climatizado.
No oyó su respuesta, caminó hasta la puerta y encendió el intercomunicador. La cara de Soobin, con su enorme sonrisa estaba allí. Arrugó la frente y lo dejó pasar directamente. ¿Qué hacía allí? Desbloqueó la entrada y fue hasta la terraza para ponerse la camiseta que había dejado allí.
—¿Por qué me tapas la vista? —preguntó Felix desde el borde de la piscina, con el pelo húmedo hacia atrás.
—Debe ser porque he llegado yo para molestaros... —interrumpió Soobin con un puchero adorable.
—Tú no molestas, Soobin —dijo Seo.
—¿Quieres un mojito? —preguntó Felix saliendo del agua y Changbin apretó la mandíbula. Cogió una toalla y se la puso por encima rápidamente. El polluelo le dio una mirada traviesa y se envolvió en la tela.
—No estaría mal...—contestó el chico mirando hacia otro lado.
—Genial, te lo prepararé. Y también unos aperitivos, me ha entrado hambre. —Felix dio un par de palmadas y desapareció por la cristalera.
Changbin dejó de mirar al lugar por el que se había marchado cuando escuchó la risa suave de Soobin a su lado. Lo invitó a sentarse con él en las tumbonas y el hombre accedió. Su cara cambió un segundo después, poniéndose repentinamente muy serio.
—Antes de que preguntes, no sé por qué estoy aquí.
—¿Qué? —Changbin le miró desconcertado.
—Seungmin me llamó hace como dos horas y me dijo que viniese, me dijo que él está de camino y que tenía que estar aquí... Y que no dijese nada delante de Felix.
Changbin palideció. Sintió como toda su sangre abandonaba su rostro mientras abría mucho los ojos y su corazón empezaba a latir muy rápido. Si Seungmin le había dicho que no dijese nada a Felix esto tendría que ver con Minho o I.N.
—¿No te dijo nada más? —preguntó en voz baja.
—Que se había desatado una tormenta...
—Mierda.
—Hyung, ¿qué está pasando?
—Creo que tiene algo que ver con el hermano de Felix. Solo espero que no le haya pasado nada malo porque no sé cómo podrá soportarlo...
El semblante de Soobin se hizo más adusto. La sonrisa radiante del chico de oro estaba oculta bajo el ceño fruncido. Tenía la mirada en la piscina y se echó hacia atrás, recostándose en la tumbona sin decir nada más.
—¿Por qué Seungmin sabría algo de Minho? —preguntó repentinamente, aún susurrando.
Changbin se quedó en silencio un momento y escuchó la voz de Felix llamarlo. Se levantó rápidamente, huyendo de la terraza. Su novio le hizo una seña desde la cocina y le señaló un gran vaso de mojito. Se acercó a él y besó su hombro desnudo.
Llevaba la toalla enrollada en la cintura y su pelo aún goteaba por su pecho y su espalda. Se colocó tras él y lamió una gota que caía bajo su oreja. Él se revolvió tratando de huir de sus labios y rió.
—Llévale la bebida a Soobin, anda. Prepararé algo para que comamos los tres, no tardaré mucho.
—Vas a casarte conmigo, ¿verdad? —murmuró Changbin sin apartarse de su cuerpo—. Pase lo que pase, ¿te casarás conmigo? ¿Envejecerás a mi lado?
Felix soltó el cuchillo con el que estaba picando algo de fruta y se giró en sus brazos. Le agarró las mejillas dándole un suave beso en los labios.
—Sí, Binnie, nada me haría más feliz que envejecer a tu lado.
—Te amo, polluelo.
—Y yo a ti. Ahora vete a atender a nuestro invitado. —Felix lo empujó dirigiéndole hacia la puerta de la terraza y le dio una nalgada que sorprendió a Changbin.
Salió respirando hondo para encontrarse con el chico que tenía aún la mirada perdida en el agua de la piscina. Dejó el vaso sobre la mesita entre las tumbonas y Soobin lo tomó, dando un trago antes de volver a ponerlo allí.
Se quedaron en silencio mucho rato, tanto que Changbin se preguntó cómo demonios podría arreglar algo que estaba tan malditamente roto. Él no podía curar a Jisung, no podía decirle que Minho ya no significaba nada para él. No era capaz de mentirle a Soobin diciéndole que Seungmin no tenía nada que ver con Minho.
—Soobin, yo...
—¿Qué mierda? —interrumpió el chico en un susurro, levantándose y mirando al muro trasero de su casa.
Changbin siguió su mirada y se levantó de un salto. Dio dos pasos hacia delante mientras el hombre caminaba decidido por el césped hacia ellos. De forma casi inconsciente agarró del brazo a Soobin y lo puso tras él para protegerlo. Un movimiento bastante estúpido teniendo en cuenta que Changbin parecía un muñeco al lado de la altísima figura de Choi.
—Voy a llamar a la policía.
—No —susurró Changbin, sin despegar la mirada de aquel aterrador muchacho que rodeaba el borde de la piscina hacia ellos.
Vio como los puños del contrario se apretaban y, desconcertado y asustado, se preparó para que tratase de golpear a Soobin. Changbin se colocó como una muralla sólida entre el conejito y el maldito loco que acababa de saltar el muro trasero de su casa.
Pero el golpe no fue para Soobin.
El puño macizo se estrelló contra su mejilla y sintió el dolor tan acuciante que casi se desmaya. La mano de Soobin lo alejó del hombre que le había dado un puñetazo sin siquiera mediar palabra.
Los dedos del hombre se envolvieron en su camiseta y lo jaló hasta que sus caras estaban a escasos centímetros. El otro trató de separarlos, pero Changbin lo paró mientras con la otra mano agarraba una de las muñecas que le sujetaba.
—¿Dónde está? —la voz baja sonaba tan fúnebre que pensó que le mataría, que los mataría a todos, si no le daba la información que quería.
—Cálmate y hablaremos...
—Donde. Coño. Está. —repitió haciendo hincapié en cada palabra.
—Tienes que calmarte o no te lo diré —contestó agarrando ambas muñecas ahora.
Escuchó el estruendo de los platos tras él y la exclamación ahogada de Felix a su espalda. Le dio tiempo a girar la cabeza para ver cómo Soobin trataba de agarrar al rubio y llevárselo dentro, alejándolo de lo que él percibía como un peligro. Changbin sintió más respeto si cabía por el de la sonrisa radiante.
Sintió que perdía el equilibrio por el brutal empujón que le dieron antes de que el segundo visitante inesperado de la tarde caminase los pasos que lo separaban del polluelo. Soobin, pobre de él, se interpuso en la trayectoria del hombre y trató de pararlo con ambas manos sobre los hombros.
Cuando su cara se contorsionó en un profundo ceño, Changbin pensó que le arrancaría la cabeza a Choi Soobin allí mismo. Daba igual que el conejito le sacara unos buenos veinte centímetros. Iba a morir.
Para su sorpresa, solo lo cogió de la camisa y lo empujó con fuerza, alejándolo de Felix.
—Minho hyung...—gimió el polluelo temblando como una hoja.
Los dedos del mayor rodearon el brazo delgado de su hermano y tiró de él para llevárselo. Seo Changbin vio rojo. Si Minho estaba aquí para llevarse a Felix, iba a dejarse la maldita piel antes de permitirlo.
Sin pensarlo mucho, agarró el brazo duro del hombre con los dedos, apretándolo como un grillete.
—No se te ocurra —dijo seriamente.
Los ojos del mayor de los Lee se clavaron con desprecio en la mano que estaba sobre su piel.
—Suéltame ahora mismo, Seo Changbin. No voy a hacerle daño.
—Suelta tú su brazo y cálmate.
Soobin aprovechó la distracción para agarrar a Felix y alejarlo de su hermano. Minho pareció enloquecer. Sus ojos estaban enajenados, fijos en como los brazos del muchacho envolvían protectoramente al chico que, maldito fuera, seguía semidesnudo.
—Hijo de puta, quítale las manos de encima —gruñó tratando de zafarse del agarre de Changbin, pero él lo apretó anclando sus pies al suelo—. Y tú, suéltame de una puta vez. Voy a llevármelo de aquí te guste o no.
—¿Qué coño estás diciendo, hyung? —gimió Felix tratando de salir del abrazo de Soobin.
—Que nos vamos. Ahora mismo. Haz el favor de vestirte.
El polluelo lo miró ojiplático y dejó de luchar contra Choi. Su ceño se frunció y Changbin solo quería apartar a esos dos hombres que estaban entre ellos y tomarlo entre sus brazos para esconderlo en algún lugar lejos de allí.
Me prometiste que te casarías conmigo, dijiste que envejeceríamos juntos hace menos de quince minutos. Felix, no te vayas. No me dejes otra vez, por favor.
—No voy a irme, hyung —contestó con voz firme y los otros tres se sorprendieron.
La ira pulsante que salía de Minho pareció apagarse un poco. Soobin aflojó el abrazo con el que mantenía al más bajito protegido y Changbin miró los ojos grandes de su amante como si estuviese viendo a Dios.
—Sí, nos vamos. Changbin te mintió, me mintió a mí también. Sabía que estabas aquí y no me lo dijo. Y me juego el puto hígado a que tampoco te dijo que me había visto.
Felix inhaló sorprendido y se llevó una mano a la boca. Seo enrojeció de vergüenza. Soobin y el polluelo lo miraban ahora a él. El más alto soltó sus brazos y dejó que Felix caminase hacia ellos esquivando los platos en el suelo.
Y él esperó lo peor. Lo esperó igual que el día que Quokka se había enterado de lo que hacía para su padre. Igual que cuando supo quién era Park Dongyoon.
—No voy a marcharme, Minho hyung —repitió. Changbin sintió que su pecho repicaba de alegría.
—¡Este cabrón te engañó! ¡Me engañó a mí también, Felix! ¡Me hizo creer que no sabía nada de ti! ¡Tú deberías estar en Japón!
—¡NOSOTROS HICIMOS COSAS PEORES! —gritó el más bajo—. Hicimos cosas jodidamente peores. Casi los matamos. ¡Y ellos me perdonaron!
—Ya basta, Felix. Nos vamos a casa, ahora.
—¡YA ESTOY EN CASA! ¿No lo entiendes, hyung? ¿No entiendes que esta es mi maldita casa?
—Felix... —trató de hablar Minho.
—¡NO! —interrumpió enfadado, dándole un empujón a su hermano que resopló sorprendido dando un paso atrás—. ¡No voy a marcharme! ¡No hay nada que puedas hacer para sacarme de aquí! No quiero seguir huyendo. Quiero estar con Changbin hyung.
—Tienes dos minutos para ponerte una camiseta o te irás de aquí desnudo —contestó la voz fría de Minho.
—¿Me estás escuchando? No me voy a ir.
Minho se soltó de la mano de Changbin y agarró a Felix de nuevo con fuerza de la cintura tirando de él para entrarlo a la casa. El chico gritó y golpeó el pecho de su hermano con su pequeño puño. Soobin llegó hasta ellos antes y se interpuso en su camino con el ceño fruncido y una mano en el hombro de Minho.
—Suéltalo.
—Apártate de mi camino.
—Suéltalo ahora mismo. Estás haciéndole daño —insistió Soobin.
Las manos de Minho vacilaron sobre el cuerpo delgado y el chico pudo escapar de su agarre. Lo esquivó y corrió hacia Changbin, estrellándose contra su pecho, asustado. Por primera vez desde que había visto saltar a ese hombre la valla de su jardín, Seo Changbin se sintió tranquilo.
Minho no se rindió. Trató de llegar hasta ellos pero Soobin se lo impidió firmemente. Dios santo, Choi Soobin, no te vayas nunca de nuestras vidas.
—Le dijiste a Changbin que no ibas a hacerle daño y estás haciéndolo. Ya basta. Para de una maldita vez o llamaré a la policía.
—¿Quién coño te crees que eres? Ese de ahí es mi hermano. ¡MI HERMANO! Y voy a llevármelo de aquí antes de que siga poniéndose en riesgo.
—¿De verdad piensas eso? ¿De verdad piensas que Changbin lo pondría en peligro? —El tono de Soobin bajó y ahora utilizaba esa voz tranquilizadora que hacía que hasta las peores tormentas se disipasen—. Abre los ojos. Felix no ha estado más seguro en su vida que al lado de mi amigo.
—Tu amigo lo engañó. Nos engañó a todos. Él debería estar en Japón, debería estar jodidamente escondido donde le ordené que fuese.
—¡Vine para buscarte, maldita sea! —gruñó Felix con la voz rota contra el pecho de Changbin.
—Pues ya me has encontrado, ahora nos vamos.
—Es suficiente —repitió Soobin muy serio—. Felix se quedará con Changbin hyung.
—¿Crees que tu opinión cuenta algo aquí? No eres más que un puto niño rico jugando a ser adulto. No tienes ni puta idea de la desgracia que planea sobre nuestras cabezas. No tienes ni una ligera sospecha de las formas atroces en las que pueden matarle.
—Y tú estás juzgándome sin saber nada de mí... No tienes ni idea de quién soy pero sí sabes quién es Seo Changbin, sabes que protegerá a Felix con su vida.
—Oh, por supuesto que sé quién eres, Choi Soobin. Sé quién eres, sé perfectamente la clase de chaebol que eres. Tengo tu puta cara grabada a fuego en el cerebro.
Changbin se tensó de nuevo cuando vio la mueca de sorpresa de Soobin. Felix sacó la cabeza de su hombro y se giró para mirar, otra vez asustado por el tono sombrío que Minho estaba utilizando.
—No tienes por qué confiar en mi palabra. Pero Changbin hyung confía en que podremos protegerlo.
—Cállate de una vez, Choi Soobin —interrumpió Minho apretando la mandíbula.
—No, no me voy a callar hasta que no aceptes que Felix se quedará aquí. Hyung va a mantenerlo a salvo. Nosotros vamos a mantenerlo a salvo. Si eres consciente de con quién estás hablando, sabes en nombre de quién hablo. Sabes quien es Han Jisung. Y sabes que puede protegerlo mucho mejor que tú.
—Cállate... No hables en su nombre. Él nos odia —respondió y sonó como una súplica, como si Minho necesitase que Soobin le dijese que Jisung no lo odiaba, como si de verdad tuviese el poder de arreglar lo que ninguno había podido.
—Jisung no os odia. Protegerá a Felix como lo hace con Changbin hyung. Jisung no te odia... —dijo Soobin suavemente, con la congoja empañando la determinación que había mostrado hasta ese momento. Una sonrisa triste se dibujó en su cara y negó con la cabeza—. Aunque en el fondo de mi corazón desearía que lo hiciera, sé que no te odia, Lee Minho-ssi.
El lugar se sumió en un silencio tan solemne que el chapoteo del agua de la piscina y el crujido de las suave brisa moviendo las hojas de la vegetación sonaron como ofensas. Changbin, por un momento, quiso soltar a Felix y darle un abrazo al hombre que había salvado a Jisung a costa de sí mismo.
Entendió que Soobin había sabido siempre que Han no era suyo del todo. Comprendió que a pesar del peligro al que estaba exponiéndose, el conejito estaba dispuesto a enfrentarse al mundo para cubrirle la espalda a Changbin.
Felix tiró de su camiseta y lo miró. La cara inocente tenía el labio inferior abultado en un puchero y sus ojos vidriosos por las lágrimas. Entendía el lugar en el que se encontraba, dividido entre su hermano, que lo había dado todo por él y un posible futuro a su lado. Su lealtad estaría dando botes entre las palabras de Soobin y las de Minho.
Ahuecó con sus manos las mejillas pecosas del polluelo y una lágrima se cayó por el rabillo del ojo. La limpió con el pulgar y le dio un beso suave en la frente. Quería decirle que sabía cómo se sentía, que sabía cómo debía doler; que curaría cada una de sus heridas y que lo consolaría el resto de su vida. También sabía que debía decirle que se fuera con su hermano si lo necesitaba, pero era una mierda egoísta y nunca pronunciaría esas palabras. Changbin no iba a permitir que nadie más destruyera su hogar.
—Si le pasa algo serás el único responsable, Seo Changbin. Y me aseguraré de hacértelo pagar de maneras que no puedes ni imaginar —dijo Minho y echó a andar entrando en la casa, saliendo con un portazo sonoro.
Felix se separó con los ojos húmedos y ambos miraron a Soobin. Cielo santo, nunca había conocido a nadie más valiente que él. Y ahora parecía tan destrozado que era incapaz de buscar una palabra de consuelo que pudiese sanar el dolor que sabía que sentía.
El polluelo avanzó los pasos que le separaban del chico y lo abrazó con fuerza. Changbin sintió que su pecho se apretaba. La mano de Soobin tocó suavemente, como la caricia de una pluma, la espalda desnuda del más joven. Felix le rodeó por la cintura y apoyó su cabeza en el pecho contrario.
—Gracias... —sollozó.
—No me las des... No he podido evitar decir lo que he dicho... Ahora mismo me odio por haberle dado a ese chico una razón para volver con Jisung.
—Pero Jisung te quiere, Soobin. Te quiere a ti... Mi hermano... no se acercará a Jisung.
—Felix, tu hermano se acercará a Jisung. Y Jisung lo dejará acercarse. Es solo una cuestión de tiempo. —Soobin se soltó de los brazos del pequeño y recorrió el mismo camino que había hecho Minho momentos antes.
Salió de la casa cerrando muy suavemente la puerta principal mientras Changbin volvía a envolver a Felix entre sus brazos. Los dos hombres se habían marchado de su hogar de la misma manera en la que habían llegado a la vida de Jisung: el primero con la fuerza de una tormenta destructiva y el segundo como una brisa cálida de primavera.
***
3/3
Dios me da mucha amciedad que no puedan leer el 23 porque es DIOSMIODIOSMIODIOMIO pero es que no he terminado de corregir la adaptación.
Les quiero mucho, navegantessssss
¡Nos vemos en el infierno!
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