15. Duro castigo 🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

🔞#AvisoDeSabroseo2: Nada de lo que hacen los personajes ES REAL, esto es ficción. #NoMeFunen

🎶Banda sonora: River — Bishop Briggs🎶

Viernes 19 de febrero.

—Tengo que hablar contigo, Soobin —dijo Changbin muy serio.

—Ah... De acuerdo, vamos al estudio. Esperadnos aquí. Seungmin, cuida de Chan hyung. —Se atragantó con su propia saliva y los vio irse.

El cuerpo de Seungmin se tensó y dio un paso atrás, más lejos del hombre que se giró hacia él con una sonrisa depredadora en la cara. Mierda, mierda, mierda, joder, joder, joder. Bang Chan se acercó a él, acechándolo.

El sudor cubrió las palmas de sus manos y sus pupilas se dilataron. Su entrepierna despertó a la vida cuando el abogado se desabrochó los dos primeros botones de la camisa, mostrando una buena porción de piel.

—Te estuve esperando el otro día, cachorrito —comentó dando un paso más cerca mientras la espalda de Seungmin chocaba contra la pared.

—Te dije que no iría.

—Y yo te dije que te castigaría si no venías —añadió con su cuerpo a pocos centímetros del de Seungmin—. Si hubieses sido bueno, te hubieras divertido mucho. Ahora voy a tener que darte tu merecido y no será tan divertido...

—¿Qué demonio...?

—Shh...—emitió, poniendo un dedo sobre la boca de Kim y acariciando sus labios—. Ahora vas a escucharme... —La boca de Chan estaba en su mejilla, recorriendo suavemente hasta su mandíbula. Llegó a su cuello y dejó allí un beso húmedo—. Voy a ir al servicio que está frente a esta habitación y tú vendrás inmediatamente después de mí. No nos lo pongas más difícil a los dos, tienes tantas ganas como yo de esto.

—¿Qué coño estás diciendo? —gruñó frustrado tratando de apartarlo. La mano grande y áspera de Bang Chan estaba sobre su polla al instante, acariciando por encima del pantalón.

—¿Seguro que quieres seguir haciéndote el remolón? Cuanto más tardes en venir, peor será el castigo —concluyó lamiendo la oreja de Seungmin mientras daba un apretón a su eje dolorido antes de separarse abruptamente y salir de la habitación.

Seungmin respiró hondo tratando de igualar el ritmo de sus latidos. Tenía que irse, tenía que huir de ese lugar. Pero, maldita sea, estaba tan cachondo... Llevaba dos semanas queriendo que llegase el viernes porque pensaba lanzarse al cuello de Changbin y cabalgarlo toda la noche.

Y ahora aparecía aquí con esa rata de la mano; ese idiota que seguía teniendo esa cara inocente y pura después de tantos años. Felix no había envejecido, seguía pareciendo un adolescente, sobre todo al lado de la figura musculosa de Seo. Mierda, ahora se iría a la cama sin follar.

Ese diablo que lo esperaba en el baño para metérsela tan profundamente que podría saborearla. Joder, no quería ir, no quería encerrarse en aquella estancia de mármol con el hombre más peligroso que había conocido. Pero, demonios, también sentía unas ganas irrefrenables de dejarle que hiciera con su cuerpo lo que quisiera.

Sus piernas se movieron solas, como llamadas por un encantador. Se encontró a sí mismo en la puerta del baño, con la mano sobre el picaporte y convencido de que se arrepentiría de esto veinte minutos después.

Chan abrió desde dentro y tiró de la solapa de su camisa con fuerza. Seungmin acabó dentro del cuarto de baño más pequeño de la casa, con el hombre con el ego más grande que había en aquel salón.

Se sintió pequeño a pesar de que era más alto que él, joven aunque ya fuera camino de los 30, inexperto y, sobre todo, jodidamente cachondo. Su polla quería saltar de sus pantalones con solo ver como ese cabrón se quitaba la chaqueta y la ponía cuidadosamente sobre el retrete cerrado.

Chan no dijo nada, solo desabrochó los botones de las mangas de su camisa y las dobló meticulosa y lentamente hasta los codos. Sus antebrazos musculosos y con venas marcadas casi lo hacen gemir.

—Desabróchate el pantalón —dijo suavemente mirando con los ojos encapotados a su entrepierna.

Seungmin titubeó un poco antes de que sus manos respondiesen. Temblando, desabrochó el botón del pantalón y bajó la cremallera. Lo miró esperando la siguiente orden, sin decir ni una sola palabra.

Su respiración agitada era audible en el silencioso cuarto de baño y la anticipación estaba a punto de volverlo loco. Su polla clamaba por ser liberada y, a juzgar por los pantalones de vestir del hombre delante de él, no era la única.

—Bájalos y la ropa interior también, te quiero desnudo de cintura para abajo. —Seungmin se sintió un poco cohibido, pero bajó ambas prendas hasta sus tobillos antes de volver a enderezarse.

Miró hacia el suelo y vio su camisa azul levantada en una tienda de campaña en su entrepierna. Se ruborizó violentamente, pero no trató de cubrirse con las manos, sabía que a Chan no le gustaba.

No, a Bang Chan le gustaba verlo avergonzado. Le gustaba incomodarlo, forzarlo a los límites de su dignidad con este tipo de juegos. Y si atendía a sus respuestas, a su cerebro disfuncional también le encantaba que lo llevase hasta esos límites. Le gustaba jodidamente mucho sentirse tan bajo su control. Demasiado para mi propio bien.

El hombre dio un paso hacia él y rozó con su dedo la piel expuesta de Seungmin en el pecho, siguiendo la línea que hacía la solapa de la camisa. Sus ojos estaban fijos en la carne debajo de su cuello mientras se humedecía los labios con la lengua y le abrumaba con su cuerpo tan cerca de él.

Cuando el índice llegó a la unión del primer botón lo desabrochó. Tocando la piel antes de continuar con los siguientes. Cuando llegó al ombligo y solo quedaban dos botones más levantó la cabeza mirando a Seungmin a los ojos.

Sabía cómo debía verse. Era el Seungmin que le gustaba a Chan, el que era como un cable vivo golpeando contra el suelo en impulsos eléctricos. Era el que haría cualquier cosa por correrse. El mismo que obedecería todas las órdenes que ese hombre diera.

—Estás más guapo que cuando te conocí —le hizo el cumplido mientras su mano subía por su pecho desnudo, dejando un rastro de fuego ardiente que iba directo a su polla.

Sentía la humedad en la tela de la camisa que rozaba contra su glande de forma incómoda y placentera al mismo tiempo. La palma recorrió su cuello y sus dedos hicieron un puño con su pelo en la parte posterior de su cabeza. Tiró de su cabello hacia atrás y Seungmin no pudo contener el gemido que se escapó de sus labios.

—¿Sabes por qué voy a castigarte, cachorrito? —preguntó besando su nuez de Adán. Seungmin sintió la carne de gallina y jadeó cuando empujó su entrepierna contra la polla dolorida—. Contesta, ¿sabes por qué te estoy castigando?

Seungmin asintió con la cabeza a duras penas por el agarre de hierro en su pelo. Chan se puso ante su cara, con los labios muy cerca de los suyos y tiró con más fuerza. Aparentemente, su cuero cabelludo tenía línea directa con las terminaciones nerviosas de su polla porque sintió el tirón como si se lo hubiese dado allí.

—Cachorrito, te estoy hablando, ¿sabes por qué te estoy castigando?

—Por... por no venir a Seúl.

—Muy bien —lo felicitó con una sonrisa y lamió sus labios entreabiertos retirándose.

Soltó su pelo y desabrochó los dos botones de la camisa que le quedaban atados. Lo miró de arriba abajo. Su mástil se alzaba entre las solapas, duro como una roca y pidiendo atenciones. El hombre lo agarró con fuerza y presionó el pulgar contra la punta sensible. Seungmin apretó los dientes y jadeó cerrando los ojos.

—Ahora, date la vuelta y enséñame ese culo que he echado tanto de menos, jovencito.

Se separó un poco y Seungmin tuvo un microsegundo de lucidez en el que se preguntó qué coño estaba haciendo en ese baño con el demonio. Pero duró lo mismo que tardó Chan en lamerse los labios, como si fuese un pastel que quería devorar.

Se giró y apoyó las palmas en el lavabo mirándose al espejo. Se avergonzó de la imagen de su reflejo, así que bajó los ojos al mármol blanco. Bang Chan se separó de él y buscó algo en su chaqueta. Volvió a su espalda y con una mano agarró su cuello obligándole a levantar la vista al frente.

—Sabes qué es esto, ¿verdad? —Los ojos de Seungmin se abrieron de par en par y estuvo a punto de gritar, pero la mano se cerró sobre su boca.

El hombre negó con la cabeza y le mostró el consolador ante los ojos. Era negro, no demasiado grande, pero sí con la forma exacta que sabía que le volaría la cabeza si lo conectaba. Las curvas y vetas del plug-in estaban diseñadas específicamente para vibrar sobre su próstata y Seungmin ya sabía lo que le haría a su cuerpo si se lo ponía.

Lo excitaría tanto que estaría temblando. Su polla estaría dura y húmeda hasta que no pudiese más y se correría en los pantalones si no tenía cuidado. Y podía adivinar las malditas intenciones de ese hijo de puta, porque no era la primera vez que lo hacía usar uno.

—Abre la boca, cachorrito, mojalo bien. —Forzó sus labios a abrirse apretando sus mejillas y Seungmin sintió en su vientre el hormigueo de la excitación.

El vibrador entró en su cavidad, recorriéndola. Chan movió el dispositivo por su boca y él respondió llenándolo de saliva.

Movió el culo inconscientemente contra el hombre y el consolador entró más, hasta su campanilla. Lo sacó de un tirón cuando Seungmin casi se ahogaba, el aparato goteaba igual que su boca y su polla.

Chan sonrió al reflejo en el espejo y desapareció agachándose tras él. Lo empujó por el centro de la espalda y Seungmin colocó su culo en pompa para él sin que lo pidiese. Joder, esta era la mierda más jodidamente sucia que había hecho en años. Pero no recordaba haber estado igual de cachondo en mucho tiempo.

—Ya que te estás portando bien, te daré un poquito de ayuda —murmuró Chan contra sus nalgas.

Le escuchó buscar algo en sus bolsillos y después el sonido de la tapa de lo que creyó que era lubricante. Presionó la boquilla del recipiente en su culo y apretó el bote. Dejó la botella junto al codo de Seungmin, en el lavabo y sintió los dedos entrar sin cuidado en su orificio.

Rechinó los dientes y respiró hondo cabalgando la quemadura de la intromisión brusca. Las falanges se movieron en su culo de un lado al otro despacio, abriéndose paso en el canal estrecho que Seungmin había preparado para otro hombre.

Gimió cuando lo sintió masajeando su próstata. El sonido de sus jadeos se entremezcló con el chapoteo vulgar del lubricante. Quería tocarse, quería meter su polla en un puño y bombear con fuerza hasta correrse sobre el lavabo de su mejor amigo. Pero Chan no iba a permitirlo. Sacó los dedos de pronto y Seungmin era consciente de que todavía dolería cuando metiese el vibrador lubricado solo con su saliva.

—Por favor, pon lubricante en el plug-in —rogó en voz baja.

—No te lo mereces, has sido un cachorrito malo.

—Por favor, por favor... señor... —murmuró apretando los ojos con la vergüenza enrojeciéndole todo el cuerpo.

Sintió la mano de Bang Chan con los dedos húmedos acariciar su nalga antes de percibir como cogía la botella que estaba junto a su codo.

—Lo haré porque me has tratado con respeto, niño —le dijo antes de que Seungmin sintiese el consolador invadiendo su espacio privado con fuerza.

Chan empujó dentro y él respiró hondo. Sintió el tamaño y la forma del aparato dentro de él y la presión en el pecho de la ansiedad. Joder, había tenido pollas más grandes follándolo, de hecho, la polla de Chan era bastante más grande que el juguete negro que ahora estaba en su culo.

Sin embargo, la presión de sus paredes alrededor del plástico se sentía asfixiante. Su vientre estaba tenso y su polla se desinfló un poco por la impresión. La lengüeta exterior del plug-in se apoyaba contra su perineo presionando justo debajo de sus bolas mientras la curva interior se había colocado sobre su punto P.

Si se movía lo sentiría presionar dentro de su cuerpo; si caminaba, el movimiento de sus piernas haría que el consolador también se menease sobre su próstata; en realidad, si se enderezaba, lo sentiría acomodándose en su interior. Y temía que tuviera que moverse ahora mismo.

Chan pasó un poco de papel entre sus nalgas, limpiando los restos de lubricante y subió su ropa interior y sus pantalones sin que Seungmin se moviese de su posición. Metió su pene que estaba algo flácido dentro del calzoncillo con cuidado, como si estuviera manipulando una bomba inestable y se enderezó tras él.

—Date la vuelta —susurró con su mano recorriendo la espalda sobre la camisa estampada.

Seungmin se enderezó a duras penas, con la respiración trabada y su culo sintiéndose profanado y lleno. Efectivamente, al girarse y mover las piernas el dispositivo presionó muchos lugares. Su polla confinada pareció relajarse un poco más ante el dolor de la invasión.

—Respira hondo —pidió Chan agarrándole por la cintura y colocando su boca en el hueco de su cuello—. Vamos, inhala y exhala despacio, hazlo por mí, cachorrito.

Sus manos fueron a los hombros de Bang Chan automáticamente y obedeció sus órdenes. El abrazo apretado del cuerpo del abogado contra él lo ayudó a regular el ritmo de su respiración mientras el dolor desaparecía.

Chan besó su cuello, dejó pequeños picos en su mandíbula y llegó a su boca. Sus labios se encontraron lentamente, el beso le recordó a todas las veces que su corazón estúpido se enganchó de ese hombre que entraba y salía de su vida y su cuerpo. Fue un beso sosegado, saboreándose, con las lenguas rozándose de vez en cuando.

Se separó de él y la mano que tenía en la cintura bajó lentamente hasta sus nalgas. La otra fue al costado de su cuello y le acarició la mejilla con el pulgar. Respiró con él un par de veces mirando sus facciones fijamente, con las pupilas recorriendo cada parte de la cara de Seungmin.

Repentinamente, la mano en sus nalgas empujó sobre la base del consolador con fuerza mientras estrellaba sus pollas juntas. Seungmin gimió y sus piernas temblaron tan fuerte que casi cae al suelo. Los dedos empujaron y movieron de arriba abajo el vibrador haciéndolo jadear por aire mientras sus ojos se ponían en blanco.

Oh, joder, esto era demasiado. Sentía el dispositivo abriendo las paredes de su recto mientras Chan lo movía en círculos. La punta curvada presionaba contra su próstata tan certeramente que el aire no le llegaba a los pulmones.

¿Cuánto tardaría en manchar los pantalones si seguía haciendo eso? ¿Cuánto tardaría en correrse si seguía moliendo sus bultos cubiertos? Estaba seguro de que serían apenas unos segundos si no paraba ahora mismo.

Por suerte, o no, lo hizo. Picoteó tiernamente sus labios abiertos por los gemidos y se apartó de él. Se lavó las manos con jabón antes de bajarse despacio las mangas de la camisa. Pensó que quería seguir viendo esos antebrazos duros y musculosos un rato más.

Bang estiró su ropa con movimientos suaves y cogió la chaqueta de encima del retrete. Dio algunos golpes para alisarla y se la puso. Lo miró con una sonrisa preciosa y anacrónicamente adorable.

—Árreglate un poco, diré que has ido al servicio si me encuentro a alguien —aseguró—. No se te ocurra quitártelo hasta que te lo diga. Y tampoco correrte. ¿Entendido?

—Sí... —contestó Seungmin tratando de disipar la neblina del placer de su cabeza.

—Sí, ¿qué?

—Sí, señor —dijo y sonó como un jadeo necesitado.

—Buen cachorrito... Casi no puedo resistirme a ti cuando eres así de obediente... —susurró el diablo mordiéndose el labio inferior mientras escaneaba a Seungmin de los pies a la cabeza—. Nos vemos en la cena, pórtate bien.

Salió del baño y Seungmin sintió la presión de un yunque apretar su pecho. Joder, ¿qué mierda estoy haciendo? ¿Qué coño estás haciendo, Kim Seungmin?

Se giró en el espejo y abrió el grifo. Se mojó la cara con agua helada un par de veces. Su cuerpo vibraba y el calor febril le hacía sudar. Trató de relajar sus nervios y acostumbrarse a la presencia invasora del juguete negro en su culo. Caminó por el estrecho espacio durante unos minutos hasta que se vio a sí mismo en el espejo lo suficientemente normal como para no levantar muchas sospechas.

Podría habérselo quitado. Debería habérselo quitado. Pero no lo hizo.

Se sentía frustrado y derrotado, como si Felix hubiese vuelto para joderle todos los planes como había hecho años atrás.

Por eso dejó el consolador enterrado profundamente en su culo. Por eso permitió que Bang Chan lo tocase. Sí, esa es la razón, estoy despechado y necesito un sustituto, se dijo a sí mismo, aún sabiendo que era una mentira.

La realidad era que el demonio que vestía de traje era el único ser humano que hacía que se sintiese como una masa inconsciente y lujuriosa. Como un ente sin lógica ni pensamiento propio. Bang Chan dominaba a Seungmin de una forma tan eficaz que una palabra suya bastaría para hacer que se corriera en los pantalones ahora mismo.

Salió del baño caminando despacio y silencioso. Necesitaba aire, necesitaba salir a la terraza y distraerse para dejar de prestar atención a cómo la punta del consolador masajeaba su punto P cuando sus piernas se movían.

Los dos imbéciles odiosos estaban sentados uno frente al otro en la mesa del cenador exterior con una copa de vino cada uno. Alguien había encendido uno de los calefactores, aunque realmente no hacía falta porque la primavera parecía haber llegado pronto. Se armó de valor y se acercó a ellos, al menos una discusión podría poner su cabeza en otra parte.

Lo miraron cuando llegó y se sentó dejando una silla entre de ellos. Se acomodó lentamente, conteniendo los jadeos de placer que casi se le escapan cuando apoyó las nalgas en el asiento y el plug-in se enterró en él.

—¿Estás más tranquilo ahora? —preguntó Jisung con esa mirada altiva que siempre tenía. Quiso golpearlo, pero se contuvo y solo lo miró con desprecio.

—Está bien, Jisung. Borrón y cuenta nueva, Seungmin, no quiero problemas con nadie —apaciguó Felix dando un sorbo de la copa de vino.

—Tú y yo somos incompatibles a todos los niveles, así que nada de borrón y cuenta nueva. Tú en tu lado del patio y yo en el mío. No quiero tener nada que ver contigo.

—Bueno qué mala suerte para ti, vas a estar viéndole a menudo porque es el novio de mi hermano —añadió Jisung.

—De verdad, Jisung, es suficiente. Acepto lo que dice, respetaré su espacio. No quiero crear conflictos entre ustedes dos tampoco.

Seungmin lo miró desconfiado. Aceptaría esa mierda por ahora.

—Me alegra de que estéis hablando civilizadamente. —Soobin apareció tras él y se sentó junto a Jisung.

Su amigo sonrió y miró a Han con esos ojos brillantes que siempre tenía con él. Su mano fue a la muñeca del joven y movió el pulgar en círculos allí. El joven Han sonrió con un ligero rubor en las mejillas.

Su vista se fijó en el rubio, que tenía los ojos clavados en ese contacto tan íntimo. ¿Qué mierda significaba esa expresión triste y sorprendida que cruzó su cara por un segundo? Felix compuso una sonrisa rápidamente antes de hablar.

—Gracias por invitarme, Soobin, me siento muy honrado.

—Por Dios, Felix, no sigas siendo tan educado. Changbin es mi amigo y... bueno. —Apartó la mano de la de Jisung, pero él la agarró y entrelazó sus dedos juntos. A Seungmin se le atoró el aire en la garganta y se movió sorprendido. Se arrepintió al instante cuando el consolador se presionó por todas partes de su canal.

—Puedes ser abierto aquí. Felix y yo fuimos muy amigos antes de que él tuviese que marcharse del país —comentó Jisung mientras le sonreía a Soobin—. Sabe qué significas para mí.

—¿Qué significa? —preguntó Seungmin curioso, mirándolos con una ceja levantada. De verdad quería saberlo, sospechaba que Han escondía miles de secretos y uno de ellos era que no estaba enamorado de su amigo.

—Seungmin... —reprendió Soobin con los dientes apretados.

—Te voy a decir lo mismo que me dijiste tú hace unas semanas, Seungmin. No tengo la culpa de que hayas tenido un mal día, así que no la pagues conmigo. Focaliza tu ira en el que la haya provocado.

Se quedó callado un segundo, mirando a los ojos de Han. No entendía por qué siempre sentía que ese hombre sabía demasiado. ¿Era tan obvio?

—La reunión ha sido rápida hoy —interrumpió Soobin de pronto, cortando la tensión del ambiente.

Levantó la vista de los ojos redondos de Jisung para encontrar a aquellos dos musculosos hombres de pie junto a la mesa. Changbin le dedicó una sonrisa suave a Felix y se sentó entre él y Seungmin.

Chan, se sentó en una silla frente a él, al lado de Soobin y le regaló una caída de ojos sensual antes de sonreír de forma amable al resto de la mesa. Seungmin se puso alerta automáticamente enderezando la espalda en el asiento y agarrando los reposabrazos.

Sirvieron la cena a los pocos minutos, mientras Soobin prácticamente monopolizaba la conversación. Él era así, hacía a todo el mundo sentirse cómodo a su alrededor. Ese superpoder era envidiable. Seungmin solía ser cínico casi todo el tiempo mientras el otro chico suavizaba los bordes ásperos de su carácter.

—¿A qué te dedicas,Felix? —preguntó Chan mirando a Felix.

Vio la cuchara del pecoso quedarse a medio camino de la boca, pero el cuerpo ancho de Changbin cubrió su campo visual rápidamente y percibió la mano tosca sobre el muslo de su novio.

—Estudié administración de empresas —contestó, dejando el cubierto sobre el plato—. Trabajaba como contable en Tokio antes de volver a Corea del Sur.

—Ah, ¿vivías en Japón? He estado allí muchas veces, uno de mis clientes tiene una sede de su empresa allí —comentó Chan extrañamente emocionado—. Entonces, ¿hablas japonés fluidamente?

—Ehm... Sí.

—¿Algún otro idioma? —Seungmin miró la cara de Changbin y como sus cejas se fruncían mirando directamente al abogado que parecía tan interesado en el dueño del muslo que seguía agarrando bajo la mesa.

—Sí... Hablo inglés y chino. También un poco de vietnamita y francés, pero no tan fluido.

—Impresionante —afirmó Chan sonriéndole directamente, como si no hubiese otras cuatro personas sentadas a la mesa y una de ellas fuese el novio muy-cabreado del chico.

—Ah... No es para tanto. Cuando aprendes un tercer idioma los demás se hacen más fáciles.

—¿Tienes trabajo ahora mismo? —Seungmin fue consciente de cómo la pregunta tensó a Changbin, a Jisung y al propio Felix y, de pronto, esa conversación cobró interés para él.

—Me estoy tomando un año sabático ahora mismo. Llevo mucho tiempo fuera de Corea del Sur, me gustaría aclimatarme antes de buscar algo.

—Oh, ya veo... Llámame cuando cambies de idea, me vendría bien un perfil como el tuyo en el bufete.

—¿Para qué? —intervino Changbin—. Felix no es abogado, no veo cómo podría ser útil para usted, Bang Chan-ssi.

—Bueno, Seo Changbin-ssi —contestó con retintín—, su dominio de los idiomas es mucho más valioso que la carrera que haya estudiado.

—Por supuesto que lo es, pero las habilidades financieras de Felix no pueden desaprovecharse reduciéndolo a ser traductor —añadió Jisung dando un sorbo a su copa de vino lentamente—. Cuando decida volver a trabajar tiene un puesto esperándolo en Han Bank.

De nuevo, algo extraño pasó entre esas tres personas. Seungmin se sentía tan curioso que había olvidado por completo que había más gente en aquella mesa. Necesitaba saber qué demonios estaba pasando entre ellos. ¿Cómo se habían conocido? ¿Cómo habían llegado a ser tan cercanos? ¿Por qué Felix había vuelto de Tokio?

Repentinamente, sintió dentro de su cuerpo la intensa vibración del juguete que casi había olvidado que llevaba. Dio un respingo en su silla y se agarró al borde de la mesa soltando un suspiro. El cosquilleo lo recorrió de los pies a la cabeza. Sus piernas temblaron y movió su culo sobre la silla buscando más estimulación.

Su polla despertó a la vida, endureciéndose casi en segundos. La curva interna del consolador golpeaba contra su próstata y su garganta amenazaba con soltar un lamento. Tragó saliva, tratando de contenerse mientras su cerebro se hacía papilla por las sensaciones que el aparato enviaba a todas sus terminaciones nerviosas.

Miró a Chan frente a él y lo descubrió recostado en el respaldo de la silla, con sus manos sobre el regazo, mirando hacia otro lado, pero con la mejilla ligeramente contraída en una sonrisa cruel. Hijo de puta, pensó. Sus ojos se nublaron cuando el movimiento dentro de su orificio aumentó la intensidad.

Jadeó como una perra, con su polla goteando en sus calzoncillos. Puso los codos sobre la mesa y se tapó la cara reprimiendo el impulso de masturbarse en medio de aquella cena y correrse sobre el plato que había ante él.

—¿Estás bien, Seungmin? —preguntó Changbin en un murmullo mientras escuchaba de fondo la voz de Soobin contando alguna anécdota sobre el trabajo.

Asintió a duras penas e inhaló profundamente antes de hablar: —Sí, es que está muy picante.

—Ah, entiendo —contestó el hombre. Le sirvió un vaso de agua con hielo de la jarra y sonrió—. Aquí tienes, bebe un poco.

No quería beber agua. Si cogía ese vaso rebosante lo derramaría por todas partes. La vibración paró de pronto y respiró agitado tratando de recuperar la compostura. Esperó unos segundos antes de coger el vaso lleno de condensación que Changbin, amablemente, le había acercado.

Lo llevó a su boca con miedo, pero no pasó nada. Bebió de un trago casi la mitad del contenido, dejando que el refrescante líquido calmase el calor que había subido por su cuerpo como el fuego de una hoguera.

Soobin continuó hablando y se refirió a él en algún punto que no escuchó. Lo llamó dos veces antes de que Seungmin fuese capaz de centrar su atención en él.

—Perdona, no estaba escuchando —confesó.

—Estaba comentándole a Felix que tienes una clínica veterinaria a unas horas de Seúl.

—Ah, sí, así es. Está en el campo, hay bastantes granjas en los alrededores, así que soy más bien un veterinario rural.

—No te pega nada la vida rural —afirmó la pequeña rata con una sonrisa secreta.

—Bueno, la gente cambia —contestó a la defensiva.

—Seungmin, por favor... —rogó Soobin mirándole.

—Ha empezado él... ¡Arg! —El movimiento en su interior se activó de pronto más intensamente que la vez anterior.

Fue incapaz de ocultar el gemido que se escapó antes de que terminara la frase y cerrara la boca. Todos lo miraron mientras él trataba de gestionar el placer que sentía apretándose en su vientre y su espalda baja. Su polla latía rozando contra la tela del calzoncillo y su cuerpo se sentía como una maldita supernova ahora mismo, con el centro justo en el plug-in.

—¿Te encuentras mal, Seungmin? —La voz de Chan llegó a sus oídos a través del zumbido estridente de lujuria que lo había ensordecido.

Lo miró miserablemente, rogando clemencia con los ojos vidriosos y los labios secos. Puto cabrón, apaga esta mierda, apágala ahora mismo, por favor, te lo imploro, dijo en su mente.

El aparato se apagó de pronto y Seungmin se desplomó en el asiento apoyando la espalda en la silla y echando la cabeza hacia atrás en busca de aire. Alguien le hablaba, pero no podía pensar, no podía hacer nada más que respirar mientras su cuerpo se reponía del embate del vibrador en su culo.

—¡Seungmin! —La mano de Soobin estaba ante su cara moviéndose—. ¿Qué te pasa?

—Nada, nada, creo que ha sido el calor del calefactor y el picante.

—¿Quieres un poco de helado? —preguntó su amigo con una sonrisa suave—. ¿Un cucurucho?

—Sí, por favor. Y gracias, Soobin. —Lo vio hacer una seña y el chico del servicio se acercó.

Un minuto después tenía ante él un enorme cucurucho de fresa y nata. Lamió el dulce y agarró una buena porción que cayó en su boca derritiéndose rápidamente. Sintió el frescor bajar por su garganta seca. Jesucristo, que bueno que Soobin tenga un maldito congelador gigante.

Siguió comiendo su helado concentrado, lamiendo las gotas que se derretían y caían sobre sus dedos. De verdad tenía calor. Y tampoco ayudaba que todavía sintiera las paredes de su recto estiradas por el juguete que Bang Chan había usado para torturarlo.

Levantó la vista del postre y miró al demonio. Sus ojos estaban fijos en su boca mientras comía su propio postre. La lengua rosada lamió la cuchara y Seungmin volvió a sentir como su polla protestaba. ¿Por qué ese cabrón tenía que ser tan jodidamente sexy solo comiendo?

Volvió a su helado, tratando de borrar la imagen de la lengua de Chan de su mente. Pero el hijo de puta no iba a dejarlo descansar. El vibrador volvió a atacar su próstata mientras la lengüeta presionaba el perineo y la impresión le hizo apretar las manos tanto que rompió el cucurucho entre sus dedos y cayó sobre el plato que tenía debajo.

Sus dedos estaban manchados ahora y su jodido postre arruinado. Por no hablar de la imagen de mierda que estaba dando ante los hombres más poderosos de Corea. Oficialmente, Seungmin volvía a ser Gilipollas Mayor del país.

—No tienes buena cara, te acompañaré a que te refresques un poco. —Chan se levantó de su asiento y agarró el brazo de Seungmin.

Su mano le envió una corriente eléctrica que compitió con lo que el vibrador estaba haciendo en sus entrañas. Estuvo a punto de correrse solo con ese toque. Jadeó y se levantó a duras penas, apoyado en el brazo que ahora estaba alrededor de su cintura, ciñéndolo a las líneas duras del cuerpo musculoso.

No escuchó si alguien dijo algo, solo se dejó guiar por aquel demonio mientras sus piernas temblaban y el juguete seguía golpeando su punto P sin clemencia. Entraron a la casa y Chan lo condujo al baño en el que habían estado en primer lugar.

—Es hora de recompensarte, cachorrito, te has portado muy bien hoy —susurró en su oído llevándolo hasta el lavabo. Tomó su mano derecha y la limpió bajo el agua del grifo.

Cuando consideró que era suficiente, apoyó a Seungmin en el mármol blanco y lo miró fijamente mientras él sentía su cuerpo a punto de estallar. Las manos expertas de Chan le abrieron la camisa y la bajó por sus brazos.

No podía moverse, así que simplemente la dejó ahí, arrugada en sus muñecas. Los dedos de Chan se colocaron en sus caderas y subió por sus costados, poniéndole la piel de gallina. Gimió cuando sus pulgares rozaron ásperamente sobre sus pezones.

La boca húmeda y caliente del hombre estaba sobre su clavícula mientras agarraba y tiraba con fuerza de los guijarros duros de su pecho. El cuerpo de Seungmin onduló contra la pierna que Bang Chan había puesto entre sus muslos. El roce fue tan placentero que se le atoró la respiración en la garganta.

—¿Cómo se siente el juguete dentro de ti? ¿Te gusta, pequeño? —El susurro sensual tan cerca de su oreja era como echar leña a la hoguera que ardía en Seungmin desde que había empezado la noche.

—Sí... —gimió y escuchó la risa del hombre mientras las manos desabrochaba el botón de sus pantalones.

—Estoy desesperado por estar dentro de ti, cachorro. Siento celos de ese vibrador... Ojalá hubieras cenado sentado en mi regazo con mi polla enterrada dentro de ese culo apretado.

Le bajó los pantalones y los calzoncillos y le levantó los pies con delicadeza para quitárselos. Se puso de pie con su ropa en las manos y admiró el despojo tembloroso que había hecho de Seungmin. Lo vio doblar la ropa con cuidado, todavía observando cómo la verga del más joven goteaba y como los jadeos se hacían más intensos por la vibración del aparato en su interior.

Se quitó la chaqueta y desabrochó la camisa blanca y se la sacó de los brazos lentamente. El pecho pálido y lleno de músculos trabajados se mostró ante él. Quería poner su boca sobre todos esos contornos duros.

Se sintió un poco cohibido pensando en sí mismo. Seungmin no tenía esos músculos duros y tenía algunos kilos de más que se percibían en la pequeña curva de su vientre bajo el ombligo. No es que se sintiera inseguro normalmente, pero era imposible no hacerlo cuando tenías delante a un cabrón tan bien construido como Bang Chan.

El botón de su pantalón se abrió y bajó al suelo junto con el bóxer blanco. Gloriosamente desnudo, tomó un condón y, con su teléfono móvil, apagó el vibrador. Dobló eficientemente el pantalón y lo colocó sobre el resto de la ropa, evitando que se arrugara. Entonces acechó a Seungmin.

Sintió la anticipación apretándole las bolas cuando lo tuvo cerca. Abrió el condón y se lo puso ante él, como un espectáculo sexual, como todos los malditos movimientos que hacía. Se agachó ante él y lo agarró con fuerza de las rodillas. Lo levantó sobre el lavabo y abrió sus piernas para mirar directamente al desastre que había entre ellas.

—Sácalo despacio —ordenó y Seungmin llevó una de sus manos a su trasero mientras apoyaba la espalda en el espejo tras él.

Tiró del plug-in lentamente, mordiéndose el labio inferior. Sintió las curvas del aparato masajeando las paredes sensibles y jadeó cuando estuvo fuera del todo. El vacío fue desagradable e incómodo de algún modo. Hasta que sintió el glande de Chan empujar contra él.

Seungmin respiró hondo sintiendo la presión de aquella invasión que era mayor por mucho que el vibrador. Mierda, la polla de Bang Chan era como un enorme bate ardiente y lo quería tan profundamente dentro de él que se iba a volver loco.

Las caderas de Chan se menearon con fuerza enterrándose hasta la base de un golpe y el gemido de Seungmin hizo eco en las baldosas de la habitación. Joder, cómo había necesitado esa potencia con la que se movía contra él.

No esperó demasiado antes de que el ritmo se hiciese tan intenso que la espalda de Seungmin golpeaba el espejo mientras la bofetada de carne contra carne resonaba por todas partes. Iba a perder la cabeza, esto iba a ser rápido y duro, como le gustaba a Bang Chan.

—Por favor, señor...

—¿Qué necesitas? Hyung te lo dará... —preguntó antes de lamer una franja ancha en el cuello sudado de Seungmin.

—Quiero... necesito... ¡Ahhh! —El enorme eje caliente entraba y salía de su agujero con fuerza mientras la polla de Seungmin botaba entre ellos, goteando líquido preseminal en su vientre—. Por favor, deja que me corra, necesito correrme.

—Claro que sí, cachorrito, quiero sentir este culo apretándome... Vamos, pequeño, córrete para mí.

La mano rodeó la erección dolorida de Seungmin y la apretó con demasiada fuerza, masturbándolo al ritmo que lo empalaba. El orgasmo barrió todos sus sentidos y fue levemente consciente de sus gritos entrecortados mientras su cabeza golpeaba contra el espejo detrás de él.

Su canal se apretó y sintió como el semen salpicaba sobre su vientre y su pecho en chorros copiosos. Chan gimió grave y mordió su cuello mientras lo follaba con más ímpetu. Seungmin estuvo a punto de perder la conciencia antes de que lo sintiese enterrarse hasta la base y apretar con sus manos los muslos que le rodeaban la cintura.

Kim tenía los ojos cerrados y la boca abierta para llevar a sus pulmones aire y conseguir restablecer el flujo normal de su torrente sanguíneo. Sus piernas estaban como gelatina ahora mismo y lo sintió salir de su orificio dolorido.

Dejó un beso sobre sus labios mientras la mano le agarraba de la nuca para enderezarlo sobre la encimera del lavabo. Abrió los ojos para ver los de Chan justo delante.

—Puedes irte a dormir, si quieres. Les diré que no te sentías bien —susurró contra su boca antes de volver a besarlo muy suavemente—. ¿Me estás escuchando, cachorrito? —Seungmin solo asintió—. Voy a apartarme para coger tu ropa, ¿puedes mantenerte sentado? —Volvió a mover la cabeza afirmativamente.

Se movió y cogió los pantalones y la ropa interior del montón doblado sobre el retrete. Vistió a Seungmin sin que este pudiese hacer o decir nada, con un cuidado casi antagónico, teniendo en cuenta lo que había hecho. Lo bajó del lavabo para abrochar sus pantalones y él se agarró a los hombros anchos para evitar derramarse en el suelo.

Con un trozo de papel húmedo limpió su pecho y le abrochó la camisa. Seungmin estaba ahora completamente vestido, mientras el hombre seguía desnudo. Lo volvió a levantar, dejándolo sentado sobre el lavabo mientras se ponía el traje.

Era tan putamente meticuloso con su ropa que le parecía estúpido. Chan se vestía siempre perfecto, con sus prendas pulcramente limpias y planchadas. Terminó de ponerse la chaqueta antes de sonreír y bajarlo de la encimera en un apretado abrazo.

Recogió el vibrador del lavabo y abrió el grifo para limpiarlo. Lo secó con un poco de papel y se lo puso en la mano a Seungmin, que seguía mirando cada uno de sus movimientos, aturdido por la potencia del orgasmo que se había construído durante horas para hacerlo estallar en pedazos en unos minutos.

—Esto es un regalo —le guiñó un ojo—. Pórtate bien, cachorrito, volveremos a vernos.

—No quiero volver a verte —murmuró Seungmin.

—Oh, claro que quieres. Voy a volver a romper ese culo muchas veces más —contestó agarrándolo agresivamente por la nuca y besándolo con fuerza.

La lengua larga entró en su boca saqueándolo, dejándolo sin respiración en menos de diez segundos. Respondió al beso con un entusiasmo completamente contrario a sus palabras anteriores, buscando también algo de él en esa cavidad. Les separó tirando del pelo de Seungmin.

—Nos veremos pronto, sé bueno y te recompensaré.

Salió del baño dejándole allí, desapareciendo de su radar de nuevo. Seungmin se arrastró hasta el piso superior y entró en la habitación donde dormía. Se metió a la ducha rápidamente y dejó la ropa hecha una bola en el suelo.

Se tumbó en la cama completamente desnudo, con el cuerpo todavía vibrando de placer y el corazón apretado en su pecho. No lo hagas, Kim Seungmin, no te vuelvas a acercar a ese hombre, se dijo inútilmente antes de quedarse profundamente dormido. 

***

3/4

La relación de Seungmin y Bang Chan es de las más puercas que he escrito jamás. Esto no hizo más que empezar, navegantes.

¡Nos vemos en el infierno!

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