13. Vergüenzas del pasado
🎶Banda sonora: The truth untold — BTS🎶
Sábado 6 de febrero
Jisung despertó acalorado sintiendo un cuerpo frente a él. El pelo ajeno le hizo cosquillas en la nariz. El sol iluminaba al chico en torno al que se había envuelto. La forma familiar del polluelo contra su pecho le comprimió el corazón.
A pesar del calor, por un segundo quiso aferrarse a aquella pequeña bolita durmiente que tenía delante. A pesar del dolor que seguía latente, quería mantener esa sensación de amanecer con sus manos entrelazadas.
Se separó con cuidado de no despertarle y se dio la vuelta buscando a Changbin, pero no estaba. Se incorporó sobre el cuerpo de Felix. Sus mejillas parecían menos redondas que años atrás, pero seguía siendo el mismo bebé pecoso que le había parecido cuando lo conoció.
Encontró en esa cara dormida algo del gato callejero, algo sobre la forma en la que descansaban como si nada pudiese perturbar su sueño. Algo en los pómulos, las pestañas o los labios. No sabía exactamente dónde estaba la similitud, porque no había nada a primera vista.
Se sentó en la cama un poco azorado. Felix debió sentir a Jisung moverse porque apretó los ojos y subió la sábana sobre su cara de forma inconsciente, cubriéndose por completo. El estómago de Han dio un vuelco que casi le hace vomitar.
Ese movimiento infantil lo llevó de vuelta a otro tiempo, a otro lugar bañado por el sol. Lo transportó inevitablemente a una habitación en la había despertado desnudo, a una cama en la que un felino perezoso se había tapado hasta la cabeza para evitar tener que levantarse.
Ahora la colcha azul cubría un cuerpo significativamente más delgado: un polluelo se había escondido de la luz cubriéndose con el mismo gruñido que aquel hombre había hecho entre sus sábanas.
Huyó de allí.
Salió de la habitación con los ojos picando por las lágrimas, rezando porque Felix no se despertara porque sería incapaz de enfrentarlo. No estaba preparado, todavía no estaba preparado para ser sincero con Lee sobre el agujero negro que había dentro de él.
—¿Quokka? —La voz suave de Changbin llegó por las escaleras y Jisung fue consciente del maravilloso olor del café recién hecho.
Siguió aquel canto de sirena que era la cafeína y bajó al piso inferior tallándose los ojos. Seo estaba sentado en la isla de la cocina con la tablet encendida delante de él y una taza de café que Jisung sabía que era la segunda.
—Buenos días —saludó y se levantó de su asiento. Le sirvió una taza de café sin perder la sonrisa.
Dio un sorbo del exquisito líquido mientras miraba hacia la ventana trasera que daba al jardín. El ambiente se percibía incómodo, casi tanto como lo había estado él cuando descubrió el recuerdo del gato callejero encarnado en Felix.
Sus ojos se centraron en la piscina del exterior. Se preguntó cuánto tiempo hacía que Changbin había comprado esa casa. ¿Habría decorado todo él mismo? ¿A Felix le gustaba? ¿Cuántas habitaciones tenía? ¿Dónde estaría ahora el gato callejero? ¿Le habría pasado algo?
—La casa es preciosa... Es realmente bonita —dijo, porque sentía la necesidad de llenar el silencio.
—Gracias...
—No quiero que vuelvas a pensar que no puedes ser honesto conmigo —interrumpió de pronto.
—Lo siento por eso, de verdad pensaba hablar contigo ayer, antes de que vinieses, pero la conversación con Bang Chan me descompuso un poco y solo quería volver a casa...
—Lo sé —Puso su mano sobre la de Changbin—. Perdóname por todo. Ayer cuando te fuiste me sentí mal, casi me vuelvo loco pensando en que estabas apartándome...
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
—Fui a tu apartamento y no estabas, así que supuse que te habías encerrado aquí a lamerte las heridas —Jisung dio un sorbo al café y volvió su vista a la ventana—. Me sentí horriblemente celoso... Pensé que habías preferido el recuerdo de Felix a mi presencia —reconoció tragando saliva audiblemente—. Qué increíble giro de los acontecimientos que en realidad hubieses venido a él...
—Perdóname... —susurró Changbin bajando la cabeza avergonzado.
—Sigo enfadado, pero no contigo. No tengo nada que exigir. Sé que es culpa mía que temieras decirme que estaba aquí.
—No debí mentir, Quokka... pero no sabía cómo tratar este tema. Necesito que entiendas que eres mi hermano, mi familia, y que siempre te elegiré por encima de cualquier cosa... Pero Felix es importante para mí y quería protegerlo. Quería protegeros a ambos de lo que ocurrió ayer.
—Ahora lo entiendo todo... —rió en voz alta.
—¿El qué?
—Ahora entiendo por qué fuiste tan asertivo sobre ir a prisión y por qué despediste a Bang Chan del despacho de esa manera —contó, sonriéndole—. El polluelo siempre te ha hecho ser valiente... Hasta cuando os odiabais era la única persona con la que discutías abiertamente... La única persona con la que no estabas encorsetado...
Su amigo se ruborizó y bajó los ojos a su taza. Jisung respiró hondo antes de terminar su café de dos grandes tragos. Se levantó y, con confianza, lavó el vaso y la cuchara en el fregadero y la dejó secándose.
—No puedo prometerte que todo vaya a ser como antes... No puedo confiar en él... Pero sé que tú lo haces, sé que lo quieres, así que voy a aceptarle en mi vida porque eres todo lo que tengo y quiero que seas feliz.
—Gracias... No más mentiras a partir de ahora, lo prometo.
—No más mentiras, ni secretos, ni peleas estúpidas —aseguró, asintiendo con la cabeza. Se acercó a él y lo abrazó cuando el chico se levantaba para llevar su propia taza al fregadero.
Escuchó la cerámica siendo colocada sobre la encimera antes de que los grandes brazos de Changbin lo rodearan. Se sintió tan bien, tan en paz, que las murallas se resquebrajaron en su interior. Aquel abrazo sincero llenó de calor su helado pecho.
—¿Viniste en taxi ayer? —preguntó su amigo cuando se soltaron.
—No... —Mierda, Soobin —. Vine en el coche con Soobin y lo eché de aquí como un maldito perro cuando insistió en que debía dejarte tu espacio —Suspiró avergonzado y se masajeó el puente de la nariz—. Tengo que hablar con él... Tengo que pedirle disculpas. Voy a ir a casa a darme una ducha e iré a verle.
—¿Te vas a marchar ya? —preguntó Felix, bajando el último escalón con un puchero triste y frotándose los ojos.
Tenía el pelo hecho una maraña en un lado de la cabeza y la camisa de botones del pijama le caía hacia el hombro. Volvió a fijarse en que las piernas y los brazos se veían como palillos saliendo de las prendas grandes que seguramente eran de Changbin.
—Tengo que irme... —contestó algo nervioso.
El chico asintió y se sentó en el taburete en el que había estado Changbin unos minutos atrás. Su cara derrotada se quedó baja, fija en mármol de la isla. ¿Cómo es posible que a pesar de todo lo que hizo no pueda odiarlo como creía que lo hacía?
Seo se movió por la cocina mientras ellos permanecían en silencio. Felix agarró una servilleta y le dio vueltas entre los dedos mientras Jisung se apoyaba en la encimera mirándole. Su hermano metió algo al microondas unos segundos y después puso una taza humeante de té delante del pecoso.
Vio aquel momento como si estuviera delante de una pantalla. El polluelo sonrió y Changbin le dio un beso en la coronilla y le peinó la maraña del pelo con la mano. Si él no estuviese allí, probablemente ese beso habría sido en los labios.
Si él no estuviese allí, Changbin y Felix estarían riendo, hablando sobre cualquier cosa. Tal vez estarían discutiendo qué almorzarían hoy. Quizá estarían planeando salir a algún sitio juntos.
—Me marcho —dijo de pronto, incómodo por sentirse el tercero en discordia.
—¿Vas a hacer algo después? —preguntó Changbin. Él le miró encogiéndose de hombros —. Podríamos comer aquí y, no sé, pasar la tarde. Pedir algo de cenar...
—Tengo que ir a ver a... —El nombre murió en sus labios antes de pronunciarlo.
Se sintió repentinamente incómodo hablando de Soobin delante de Felix, como si le debiese algo. Y no le gustó, no le gustó pensar que Soobin iba a ser su secreto oscuro. Choi Soobin no era un tabú para nadie, Jesucristo, hasta su madre sabía de él... Sin embargo le avergonzó decir su nombre delante de Felix y todavía no sabía por qué.
—¿A tu chico? —preguntó el rubio con una sonrisa pequeña en sus labios carnosos.
—Ehm... sí —contestó desconcertado.
—Lo vi en internet —añadió volviendo la vista a su bebida—. Es muy guapo y parece buena persona... Changbin dice que te trata bien y que es estupendo. Me alegro mucho. Espero poder conocerlo algún día si estás de acuerdo.
—Ya veremos.
Subió las escaleras y se volvió a poner el traje que había llevado el día anterior. Dejó la ropa que Changbin le prestó en el cesto del baño y bajó al salón de nuevo. Felix estaba pelando una manzana y cortándola en trozos sobre un plato.
—¿Quieres que te lleve? —preguntó Changbin.
—Mi casa está a menos de diez minutos a pie, me vendrá bien el paseo —contestó—. Nos veremos pronto.
Salió y caminó hacia su propia casa a paso ligero. Lo único que podía pensar era en que necesitaba presentarle a Soobin.
Jisung necesitaba que Felix conociese a su novio, necesitaba que Soobin hiciese toda ese abracadabra que hacía cuando llegaba a algún lugar. Necesitaba que Lee entendiese que había sido capaz de rehacer su vida y que, esta vez, no iba a dejarse engatusar por los ojos agudos de ningún gato callejero.
Sábado 6 de febrero
Seungmin contestó el teléfono y miró el número en la pantalla. No tenía ni puñetera idea de quién demonios podía estar llamándolo un sábado por la mañana, pero esperaba que fuese una emergencia.
—¿Quién es? —gruñó molesto, quitándose de encima la sábana que le cubría y revolcándose en la cama.
—Hola, cachorrito. —El susurro oscuro casi lo hizo gritar del susto.
Se levantó de un salto y apretó el smartphone entre sus dedos mientras la respiración se le atoraba en la garganta. Caminó por la habitación nervioso, sin poder decir nada, con su cerebro adormilado despertándose de sopetón.
—¿No piensas saludar apropiadamente a tu hyung, cachorrito?
—"Hyung", una mierda —contestó agresivamente, sintiendo la ira bullir en sus entrañas.
—Cachorrito maleducado, voy a tener que castigarte si sigues portándote mal. —Su piel se erizó con el tono oscuro que escuchó al otro lado del teléfono.
Un ramalazo de excitación le recorrió la columna vertebral. Estuvo a punto de golpearse a sí mismo por sus putas reacciones de mierda. ¡Qué rabia, joder!, gimió en su cabeza. Odiaba que ese hijo de puta al otro lado de la línea fuese capaz de hacerlo vibrar con un par de palabras.
—¿Cómo coño has conseguido mi número? —preguntó tratando de desviar el tema.
—Tengo mis fuentes —contestó y su tono era el que ponía cuando tenía en su cara esa sonrisa de superioridad que odiaba con toda su alma.
Seungmin lo detestaba desde siempre, pero había tenido la suerte de no tener que cruzar su camino con él por muchos, muchísimos años. Sin embargo, aquí estaba de nuevo, llamándolo por teléfono a la hora que le daba la gana, con su voz grave y áspera. Haciendo que el bulto en los pantalones deportivos de Seungmin despertase con un tirón.
—¿Qué quieres? Sé rápido, estoy ocupado —mintió cogiendo un peluche de su estantería para estrujarlo en su mano libre.
—No me has llamado para agradecerme por la cena, jovencito, no te recordaba tan grosero. Solías ser un chico respetuoso y obediente con hyung.
Joder. Respiró hondo y apretó el peluche mientras sentía su polla llenándose. Quería golpearlo y también golpearse a sí mismo. Seguía sin entender por qué ese desgraciado que ahora le seducía por teléfono tenía tanto poder sobre él. Mierda, había pasado demasiado tiempo. Quizá no lo suficiente.
—Voy a colgar, Bang Chan —dijo secamente.
—Un momento, estoy llamándote para cobrar uno de los favores que me debes —le frenó—. Mañana te quiero en Seúl.
—No voy a ir a Seúl. Olvídate. Tengo una maldita vida.
—Mañana estarás en Seúl en la dirección que te mandaré por mensaje. A las 11 de la mañana.
—No —repitió, apretando los dientes ante la compulsión estúpida que le hacía sentir escalofríos cuando escuchaba sus órdenes.
—Si no estás allí puntual atente a las consecuencias, cachorrito. Te aseguro que tu castigo no va a ser agradable.
—¿Por qué coño crees que te haré caso? ¿Qué demonios te hace pensar que voy a obedecerte?
—Porque tienes tantas ganas de hacerlo como yo de darte órdenes. A las 11 en punto. Hasta mañana, cachorrito.
Colgó la llamada y Seungmin tiró el móvil contra la cama con fuerza. Cogió una almohada y la puso en su cara para gritar frustrado.
Ese hijo de puta lo había vuelto a hacer. Lo volvió a dejar trastornado y con la palabra en la boca. No pensaba ir a Seúl, mierda santa, antes se cortaría un brazo que ceder a los deseos de ese desquiciado.
Se tumbó otra vez boca arriba y recolocó su estúpida e inadecuada polla semidura en sus pantalones deportivos. No podía permitir esto, no podía porque él era otra persona ahora. Ese hombre había descalabrado el mundo de Seungmin cuando lo conoció, pocos meses después de empezar la universidad, y no volvería a hacerlo.
La primera vez que lo vio, fijó un objetivo sobre su espalda y lo persiguió para cazarlo. Qué imbécil pretencioso había sido entonces. Seungmin había creído, de verdad, que era él el cazador, que llevaría a la cama a ese paquete de músculos pálidos coronados por una boca carnosa y un par de hoyuelos.
El cabrón era guapo a rabiar, con sus párpados caídos, su mandíbula marcada y el cuerpo construido de un adonis griego. Y tenía esa sonrisa que parecía suave y accesible. Seungmin quiso saltarle al cuello en cuanto lo vio, con la camisa blanca abierta y los pantalones ceñidos a sus piernas.
El juego del gato y el ratón duró dos semanas, antes de que fuese todo lo sinvergüenza que siempre era y lo arrastrase al cubículo del baño de la discoteca donde lo había visto antes varias veces.
Qué sorpresa se llevó cuando resultó ser la presa. Ese demonio lo consumió hasta los huesos y lo abandonó. Muchas veces. Durante el tiempo que duró Seungmin como Gilipollas Oficial de Corea del Sur, Bang Chan hizo lo que le dio la gana con él.
Ese abogado que vestía de Armani había exprimido todo lo que pudo de Kim y después desapareció. De hecho, lo hacía cada vez. Lo forzaba hasta el límite y desaparecía de la mano de una mujer. Porque Satanás en realidad era heterosexual.
Bien, todo lo hetero que podía ser alguien cuando guardaba a un hombre en un compartimento oscuro de su vida para follarlo cuando le apeteciese. Todo lo hetero que podía ser un cabrón capaz de arrodillarse en el baño de un restaurante de lujo para chupársela hasta tragarse su semen mientras su amigo tocaba a la puerta.
Tal vez no-tan-hetero.
Pero lo suficientemente hetero como para aparecer con una mujer bonita distinta colgada de su hombro cada fin de semana y metérsela a Seungmin en el almacén trasero mientras ellas lo esperaban bailando en la pista o divirtiéndose en el reservado.
Joder, lo había follado en tantos sitios que no podía recordarlos. Pero sí recordaba cómo se sentía cuando le subía los pantalones y se marchaba. Y también cómo su corazón tronaba cuando lo veía irse en taxi con todas las mujeres a las que llevaba a su apartamento.
Y recordaba también la impotencia cada vez que llamaba y ordenaba algo. Mierda, la cantidad de cosas que había hecho Seungmin obedeciéndole era tan vergonzosa que no había podido hablar de ellas nunca. Ni siquiera Soobin sabía nada sobre ese episodio de su vida en el que perdió el norte y se convirtió en la puta de Bang Chan.
Sin embargo aquí estaba de nuevo, con la polla dura por haber escuchado esa voz al otro lado del teléfono. Se acarició por encima de la ropa tratando de aliviar la presión. Que me lleve el puto infierno, pensó mientras apartaba la mano de sus pantalones.
No, ni de coña vas a ir a Seúl mañana, se dijo a sí mismo, convenciéndose de que, esta vez, no cedería ante ese demonio vestido de traje.
***
1/4
Hola, hola, navegantes. Vengo a decir que igual la semana que viene no puedo publicar (aunque lo intentaré) así que traigo cuatro capitulazos para compensarlo.
En cualquier caso, ¿creen que Seungmin irá a Seúl?
¡Nos vemos en el infierno! (De donde viene cierto demonio en traje)
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