12. Tres huérfanos

🎶Banda sonora: Tulug na mahal ko 🎶(Esta canción es filipina y suena como una nana, es absolutamente preciosa, busquen la letra en español en internet)

Viernes 5 febrero

— Entonces, ¿por qué me lo hicisteis a mí? ¿Por qué me abandonasteis allí?

Felix se quedó mudo. Como si todo lo que tenía que decir, todas esas ganas descarnadas de abofetear a ese gilipollas se hubieran drenado de pronto.

¿Por qué lo hicimos, hyung? ¿Por qué lo abandonamos allí?

Se llevó una mano al pecho con el labio inferior vibrando en un puchero. Sintió el calor del cuerpo de Changbin cerca y dio un paso hacia él. Le rozó apenas el brazo con los dedos mientras Felix trataba de contener el llanto.

¿Por qué lo hicimos?

Ari quería cuidarlos. Minho y ella entraron a la organización porque era dinero fácil, porque eran tres huérfanos sin pasado ni futuro, porque hacerse un hueco en el mundo era duro para tres personas sin apellido.

Felix fue el último en relacionarse directamente con Park Dongyoon y se arrepentía de su decisión. Park le enseñó un paraíso con muchos ceros en el banco que parecía inofensivo. Solo acercarse a Jisung, vigilarlo de cerca mientras Minho lo observaba desde lejos. Pero en realidad ese hombre lo había empujado al infierno.

El miedo a las represalias había enredado a los hermanos Lee tan profundamente en aquella mafia que había sido imposible huir. Y todavía se preguntaba por qué lo habían hecho. Y todavía, tras todos esos años, no lo sabía.

En ese momento, el rey del mundo, el joven más poderoso de Corea, estaba arrodillado ante él pidiendo unas respuestas que él no conocía. El cabrón que podría llamar a la policía y meterlo entre rejas con una palabra estaba de rodillas ante él implorando por una razón que justificara que Minho y Felix hubiesen destrozado su vida.

—Jisung... —Escuchó a Changbin y no dejó de mirar a aquel despojo que quedaba de lo que había sido su mejor amigo.

—¿Por qué, Felix? ¿Por qué? —Las lágrimas cubrían los mofletes redondos de Han y el impulso que sintió fue el de arrodillarse también.

Así que lo hizo.

Felix cayó de rodillas y llevó su frente al suelo, como si buscase una bendición. Porque se sentía indigno e impuro, se sentía malvado y culpable, y quería rogar por una redención que no iba a llegar.

—No lo sé... —contestó sin levantar la cabeza del parqué oscuro.

—Yo podría haberos dado dinero... Tú sabías que ibas a trabajar en Han Bank... Sabías que tenías un maldito futuro... Y decidiste joderme la vida, Felix.

—Eso no es verdad. Yo... Nosotros nunca quisimos hacerte daño. Nunca jamás. Minho nunca quiso hacer nada contra ti...

—Por favor —gimió bajando los ojos con la espalda encorvada y las gotas cayendo sobre el pantalón de traje—, necesito saber por qué... Necesito saber por qué tuvo que coger mi corazón y destrozarlo... Por qué mierda se acercó tanto a mí... —Hipó y se pasó la manga de la chaqueta por las mejillas húmedas—. ¿Por qué lo hizo, Felix?

—No... Minho te quiere, yo te quiero Jisung... Nosotros lo sentimos, hemos vivido nuestra penitencia durante años...

—¡Y yo también lo he hecho! ¡Yo también he tenido que vivir con esa penitencia! —exclamó mirándolo. Felix se incorporó y se movió un poco, apenas un centímetro hacia él—. Estoy roto por tu culpa. Tú me engañaste, me hiciste creer que eras mi amigo. Entraste en mi vida y la de Changbin, llenaste cada espacio... Dios santo, no eres consciente de cómo tu presencia se quedó en cada esquina... —sollozó, tapándose la cara con las manos—. Cada recuerdo bueno que tengo de la universidad te incluye a ti. Y lo tiraste todo por la borda, Felix...

»Permitiste que me secuestraran, permitiste que me hicieran daño... Trabajaste para ellos durante todo ese tiempo... Joder, ¿cómo coño te atreves a hablar de penitencia si no he podido volver a a ser normal? ¿Cómo te atreves a hablar de penitencia si la primera vez que me reí a carcajadas en cuatro años y medio fue porque alguien dijo algo que me recordó a ti? ¿Cómo te atreves a volver?

No podía mirarlo, estaba tan profundamente avergonzado que sentía su cara ardiendo. El llanto le había cubierto las mejillas, igual que a Jisung, y no era capaz de contener los hipidos que se escapaban de su garganta. Changbin había desaparecido de su campo de visión y ahora mismo todo el universo estaba girando alrededor de Han.

—¿Para qué has venido? Me debes la verdad esta vez, Felix...

—Minho ha desaparecido... Dejó de coger el teléfono y llevo semanas sin saber nada de él... Me dejó solo y yo... No sabía a quién más recurrir. No tengo a nadie más que a Minho... —confesó honestamente—... y a Changbin —añadió en un susurro.

La mano de Seo estaba sobre su cabeza acariciándole el pelo y se sintió reconfortado. Quiso reconfortar también al hombre hecho añicos ante él. Avanzó un centímetro más, acercándose.

Jisung se quedó callado mirando a su regazo, con las manos caídas a los lados y el cuerpo espasmódico por el llanto. Solo un poco más, tienes que acercarte un poco más. Se movió hasta que sus rodillas y las de Han estaban separadas por la distancia de una mano. No se atrevió a seguir.

—¿Has vuelto para hacernos daño, Felix?

—No. No. Lo juro por la memoria de mi hermana. Lo juro por el bienestar de mi hermano. Lo juro por mi vida y por la de Changbin. Te lo juro por las únicas cosas valiosas que he tenido, Jisung —sintió los dedos de Changbin recorriendo su pelo y se secó las lágrimas—. No quería esto... No quería que te enteraras así de que había vuelto, pero no sabía cómo acercarme a ti —relató—, aún no sé cómo hacerlo.

»Sé que es inútil pero perdóname, Jisung. Perdónanos por todo lo que hicimos... Siento no haber sido más rápido, no haber confiado en ti para contarte nuestra situación real. Perdóname por no contarte que nosotros también teníamos frío, hambre y miedo. Perdóname por usar nuestra situación como una excusa de mierda para justificar lo que te hicimos.

»No te lo merecías, ni Changbin tampoco. No os merecéis mis mentiras, ni el daño que hicimos. No os mereciais sufrir como nosotros, aunque fuera la única forma que conocíamos de sobrevivir. —Acercó su mano a Han y volvió a alejarse rápidamente, asustado de su posible rechazo.

Ahora entendía a Minho. Su hermano había querido evitarles esto a todos. Había querido protegerlos a los cuatro de esta tormenta que caía inclemente sobre ellos. Si Minho estuviese aquí sería aún peor, pensó. Pero, en el fondo, quería que su hermano estuviese allí.

De la misma forma que odiaba lo que ahora estaba viviendo, lo amaba. Amaba estar delante de Jisung otra vez y quería abrazarlo igual que había hecho hace tanto tiempo. Quería dormir con él y sentir su respiración suave en la cabeza mientras le agarraba de la mano por la noche, debajo de las sábanas. ¿Jisung me envolvería contra su pecho si me despertase entre gritos de horror? ¿Me consolaría cuando una de esas pesadillas me dejara temblando?

—No sé... —dijo tragando saliva—. No sé cómo perdonarte... Estoy tan roto... Estoy tan hecho polvo que nunca voy a poder recomponerme. Yo solo quiero ser normal... quiero tener una vida normal... Quiero poder querer a la gente sin pensar que van a asesinarme... —lloró con más fuerza, encorvando la espalda—. Quiero reírme. Quiero poder hablar de lo que pasó, de todo lo que ocurrió en ese entonces... Quiero poder decir vuestro nombre en voz alta sin miedo a que los fantasmas del pasado me persigan... No quiero volver a sufrir... No quiero perder a mi hermano... No quiero seguir soñando con ese zulo... No quiero tener más pesadillas con el cadáver de I.N...

Felix levantó la cabeza sobresaltado y, con una valentía que en realidad no sentía, se acercó a la persona que había sido su mejor amigo y lo abrazó. Jisung apoyó su cara en su hombro y lloró más fuerte.

No quería que Han tuviera pesadillas con hombres muertos. No quería que se despertase en medio de la noche llorando, con el cuerpo empapado en sudor frío.

Las manos de Jisung le rodearon la cintura y se aferró a su camiseta en la espalda haciendo dos puños. Los sollozos se ahogaron contra la tela del pijama que Changbin había traído el día anterior de su apartamento.

—Yo no quiero que vuelvas a sufrir, Jisung... No quiero que vuelvas a llorar... No quiero que pierdas a Changbin...

—Cuando te vayas lo perderé; lo destrozarás otra vez y lo perderé. Y si te quedas lo perderé porque él tendrá que elegir y te elegirá a ti, porque tú lo elegiste a él... Pero nadie me eligió a mí... —Felix apoyó su mejilla en el lateral de la cabeza de Jisung y restregó su nariz en su pelo. Olía al maldito mismo perfume que cinco años atrás.

—Changbin te eligió a ti... Se quedó contigo, te cuidó durante todos estos años. Él podría haber venido con nosotros, pero te eligió, Jisung...

El cálido oso se puso en cuclillas justo detrás de él, con sus rodillas a ambos lados del cuerpo de Felix. La mano de Changbin fue a la cabeza de Jisung y acarició su cabello negro con suavidad. Se encontró a sí mismo en medio de esas dos personas a las que había perjudicado tanto y egoístamente apretó más a Jisung contra sí.

No quería deshacerse de ninguno de los dos, quería que a partir de hoy su vida tuviese cosas buenas, cosas brillantes, cosas que le hiciesen sonreír. Odiaba pensar que tal vez tendría que marcharse, que seguiría viéndoles a través de las redes sociales y no podría compartir nunca más un abrazo como este.

—Tú eres mi hermano, Quokka, eres la única familia que tengo... Nunca voy a irme de tu lado —dijo Changbin con su voz grave.

Sintió la cabeza de Jisung levantarse un poco y se perdió el intercambio de miradas porque ahora mismo lo único que podía hacer era llorar amargamente con la cara enterrada en el hueco del cuello de Han, que olía a la felicidad que Felix sabía que no merecía y aún así ambicionaba.

—Jisung... No quiero volver a irme... —susurró en voz tan baja que pensó que no le había escuchado. Pero las manos del chico apretaron con más fuerza la camisa—. ¿Me dejas quedarme, por favor? Déjame quedarme...

»No te pido que me perdones... No te pido siquiera que me dirijas la palabra... Pero no obligues a Changbin a elegir, por favor... Sé que no lo merezco, sé que no lo merecemos, sé que nuestro karma es otro...

»Hicimos muchas cosas mal... Pero déjame quedarme... Te prometo por todas las personas que he amado en mi vida que no me cruzaré en tu camino... Estaré tan lejos de ti como sea posible... Me iré a vivir al otro lado de la ciudad si es lo que quieres... No volverás a verme, no iré a ningún lugar en el que tú estés, estaré lejos. Si quieres, ni siquiera vendré aquí, si esto te incomoda no pisaré esta casa nunca más.

—Felix... —llamó Changbin con la voz entrecortada.

—Me iré al otro lado de la ciudad, me da igual, siempre que podamos vernos me da igual que no sea en esta casa...

—Cuando te vi llorando con el arma en aquel coche, agarrado a la mano de ese hombre, pasaron por mi cabeza un millón de mierdas —comentó de pronto Jisung sin apartarse de sus brazos—. Creí que teníais un lío. Nunca pensé que fuerais hermanos...—Felix tragó saliva y giró la cabeza, esperando el estallido de ira—. Mucho después de que os marcharais, cuando íbamos en el coche en silencio, pensé que no entendía por qué Changbin era capaz de perdonaros... Changbin siempre perdona todo... Y yo guardo siempre tanto rencor, Felix...

—Lo sé...

—En aquel momento, cuando escuché vuestra conversación por fuera del coche mientras veía la espalda de... tu hermano... decidí que aceptaba que Changbin perdonase, aunque yo no pudiera hacerlo —Sus puños se apretaron contra su espalda llevándolo más cerca de su pecho—. No lo entendía, pero lo acepté. Te he echado tanto de menos, Felix... Te he odiado tanto y te he echado tanto de menos, que era incapaz hablar de nada de lo que había pasado...

—Lo siento, lo siento tantísimo... ¿Sabes qué me dijo Minho una vez? —No hubo respuesta pero tampoco la esperaba—. Que caminaría de rodillas hasta el fin del mundo para que lo amases... Y ahora lo entiendo... Caminaría de rodillas hasta el infierno y volvería porque me perdonases por lo que hice... Pero sé que no va a ocurrir... Así que solo te pido que me dejes quedarme... Que no llames a la policía y que dejes, por favor, que tenga algo bueno y valioso por una vez en mi vida...

—¿La casa? —preguntó.

—El amor de Changbin —contestó con seguridad, porque no había estado más seguro de nada nunca. Lo quería conservar. Quería regar ese árbol que había plantado en su pecho cada día, a cada hora, a cada minuto.

Quería cosechar los frutos de ese árbol, cuidarlo como si no hubiese nada más precioso sobre la faz de la tierra que las ramas espesas del árbol que Changbin había plantado cuatro años atrás en su corazón.

Sintió un beso suave del gran oso sobre la parte posterior de su cabeza y cómo apoyaba su frente en él, agradeciéndole silenciosamente por sus palabras. ¿Cómo iba a hacerle entender que tenía que ser él el que le agradeciera?

—Yo no puedo echarte de aquí, Felix... Y tampoco lo haría si pudiese —contestó, volviendo a llorar mientras se apretaba contra su hombro con fuerza—. ¿Crees que sería capaz de hacerle algo así a Changbin?

—Sé que no... Gracias, Jisung... Gracias por darme la oportunidad de amar a Changbin como se merece... —susurró contra su oreja, sonrojado por su propia declaración.

Quería amarlo con todas las ganas que había contenido entonces, con la verdad. Quería protegerlo de todos los males, quería darle todo lo que él le había dado. Necesitaba hacerle sentir mariposas por el resto de su vida.

Se quedaron en el suelo arrodillados, tres niños perdidos, tres huérfanos devastados. Los tres lloraban con sonidos suaves. Sentía a Changbin apoyado sobre su coronilla, mientras acariciaba suavemente el pelo de Jisung. ¿Quién nos rescatará ahora? ¿Quién nos salvará?

El oso fue el primero en apartarse de aquel apretado abrazo en el que estaban y preguntó con cuidado:—Quokka, ¿quieres tomar un baño?

—Yo... será mejor que me vaya a casa —contestó Han tratando de zafarse del abrazo.

Felix se asustó. Le dio miedo de que si se iba, cambiase de opinión. Le dio miedo que esta fuese la última vez en su vida que iba a poder abrazarlo. Estaba aterrorizado de pensar que nunca volvería a oler su perfume. Se aferró a él, enterrando la cara en su cuello. Quería impregnarse de ese aroma que le recordaba a la felicidad. Quería sentir que era aceptado, que era querido, que había recuperado a su amigo.

—¿Puedes quedarte, por favor? —rogó sintiendo las lágrimas volver a llenar sus ojos enrojecidos—. Te prometo que no volveré a molestarte, nunca más... Pero quédate esta noche... Quédate conmigo, con nosotros... Sé que no me lo merezco, sé que no soy digno de pedirte esto, pero, por favor, quédate...

—Felix, para —susurró Changbin acariciando sus brazos para que soltase el agarre de hierro que mantenía sobre los hombros del otro muchacho.

—Por favor, hyung... Tengo miedo de que esta sea la última... —manifestó sin aflojar ni un ápice la envoltura.

Las manos que aún estaban en su espalda soltaron los puños llenos de tela para abrirse sobre la espalda de Felix. Por un segundo temió que Han lo fuese a apartar de él de un empujón, pero no fue así.

Las palmas recorrieron el espacio y una se colocó en su omóplato mientras la otra cruzaba sus lumbares hasta posarse sobre su cintura. Aquel agarrón les juntó más y ahora el pecho de Felix estaba contra el de Jisung y podía sentir los movimientos de su respiración.

Lloró, esta vez aliviado, al entender que Han no lo alejaba, sino que lo estaba ciñendo contra sí. Y no tenía ni idea de lo mucho que había necesitado aquel calor hasta que lo tuvo. No entendía lo mucho que lo echaba de menos hasta que su olor tranquilizó su corazón roto.

—¿Te quedarás? —preguntó de nuevo, solo para asegurarse de que no iba a perderlo si lo soltaba. Jisung asintió contra él y el suspiro de Felix fue audible para todos.

—Entonces, ¿qué tal si te llevo a que te des un baño? —Changbin acarició las cabezas de Jisung y Felix al mismo tiempo.

Han volvió a asentir y Felix se separó despacio de él. Lo miró mientras se apartaba y descubrió que la derrota estaba pintada en su cara.

Se quitó del camino de Changbin levantándose. El oso se agachó frente a Jisung y lo agarró de las mejillas para que lo mirara mientras secaba las lágrimas con los dedos: —¿Puedo cargarte, Quokka?

Felix vio el puchero en los labios rosados del chico y el movimiento de la cabeza casi imperceptible. Los brazos de Changbin pasaron bajo los de Han y presenció cómo el joven se aferraba al cuello del otro como si su vida dependiera de ello.

De hecho, seguramente Jisung pensaba que su vida dependía de los bíceps fuertes de Changbin. Por un momento, creyó verse a sí mismo acurrucado con Lee Minho en las sábanas ásperas de un motel barato después de Vietnam.

Aquellas dos personas que la vida había unido por casualidad, sin ningún parentesco, eran las mismas que su propia madre había engendrado. Aunque Changbin y Jisung no compartían sangre, eran tan hermanos como Minho y Felix.

—Voy a levantarme —avisó Changbin mientras se elevaba del suelo llevando a Jisung consigo.

El chico enredó las piernas alrededor de la cintura de Changbin y se afianzó con sus brazos alrededor de los hombros y la cara escondida contra su propio codo. Les vio dar la vuelta y empezar a subir lentamente los escalones. Se quedó allí, de pie en medio de la estancia decorada con gusto exquisito, preguntándose si debía seguirles o dejarles para que tuvieran la intimidad que merecían.

Cuando iban por el tercer escalón, la cabeza de Jisung se levantó. Felix le regaló una sonrisa pequeña, articuló un "gracias" con los labios e hizo una reverencia respetuosa.

La mano sobre la espalda de Changbin se movió tímidamente dos veces. ¿Me está llamando? ¿Quiere que vaya? ¿Quiere que suba con ellos?

—Ven —dijo Jisung en voz alta, sorprendiéndolos a todos.

Felix se quedó un segundo en shock antes de caminar detrás de ellos sintiendo como en el árbol de su corazón anidaban pajarillos. Los siguió hasta la habitación principal y Changbin dejó a Jisung sobre el retrete mientras Felix esperaba fuera, sentado en el borde inferior de la cama, mirando directamente al baño.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Seo Changbin.

—No... Me daré una ducha rápida y saldré...

—¿No prefieres tomar un baño? —El chico negó con la cabeza y Changbin sacó del armario junto al lavabo una toalla.

Felix se levantó y seleccionó de la cómoda una camiseta, un pantalón de deporte y un bóxer a estrenar. Se acercó a la puerta del baño y estiró sus brazos, entregándole todo en silencio. Jisung dio las gracias con un movimiento suave de la cabeza y él volvió a sentarse en su lugar a los pies de la cama.

Changbin salió del servicio y cerró, mirando a Felix fijamente. Y no pudo contenerse, se levantó y corrió hasta él, saltando sobre su oso para aferrarse desesperadamente a su calor. Changbin lo atrapó agarrando con sus palmas sus nalgas y respirando sonoramente en su cuello. Dejó un beso suave debajo de su oreja y se acomodó para mirarlo a los ojos.

—No voy a dejar que te vayas nunca, Felix, jamás —sentenció. Y lo besó.

Sus manos agarraron ambos lados de la cabeza de Changbin y se enredaron en los mechones mientras sus labios se encontraban de forma ardiente. Su corazón tamborileó con fuerza mientras sus labios se movían en perfecta sincronía.

Las lágrimas volvieron a escaparse de sus ojos y el chico se separó de él mirándolo confundido.

—¿Qué pasa? —susurró suavemente.

—Que nunca pensé que la fortuna fuese a sonreirme de esta manera... Gracias por quererme, Changbin... Nunca voy a ser capaz de devolverte todo lo que me has dado...

—Quédate aquí. Ayúdame a hacer que Jisung vuelva a ser quien era.

—Lo intentaré hasta quedarme sin aliento —aseguró, cayendo de nuevo sobre los labios cálidos de su amante, dándole todo de sí mismo en ese beso.

Volvieron a separarse cuando la ducha se apagó. Se sentaron en los pies de la cama, uno junto al otro, con sus manos colocadas sobre el colchón y sus meñiques rozándose. Jisung salió del baño con el pijama unos minutos después y los miró fijamente.

Felix volvió a tensarse y se apresuró a ofrecer: —Puedo irme a dormir a otra habitación, os dejaré solos...

Se levantó y caminó hacia la puerta, pero la mano bronceada de Jisung le rodeó la muñeca cuando solo había dado dos pasos. Se miraron por unos segundos interminables.

—Dijiste que querías que me quedara... —Mierda santa, su voz sonaba insegura, casi tan insegura como se sentía él ahora mismo—. ¿Podemos dormir los tres en vuestra cama?

El pecho de Felix se contrajo e hizo un puchero tratando de contener el llanto. Recordó que la primera vez que había dormido con Changbin le había dicho que nunca habían compartido una cama. Era probable que aún no lo hubiesen hecho y no se sintieran del todo preparados para la cercanía física que él y Minho compartían.

Pero eso no era lo importante. Lo importante era que Jisung le estaba pidiendo permiso para compartir un espacio que aceptaba como suyo. Nuestra cama, de Changbin y mía. Los pájaros que anidaban en el árbol cantaron.

—Sí... —contestó agarrando su mano y llevándolo hasta el lugar en el que él había dormido las últimas dos noches.

Jisung entró a la cama y se arrastró hasta el centro, Felix lo acompañó y se quedó en el borde, dándole espacio. Changbin estaba de pie aún, mirando hacia ellos como si les hubiesen salido dos cabezas. Lo entendía, ninguno de ellos esperaba acabar así, ninguno pensó por asomo que Jisung podría estar dispuesto a perdonar.

—Changbin... ¿no te sientes cómodo con este arreglo? —preguntó Han agarrando las sábanas en puños en su pecho—. Si lo prefieres puedo ser yo quien duerma en otra habitación...

—¡No! —exclamó Seo negando fervientemente con la cabeza.

Se acercó y entró por su lado. Los cobertores se tensaron mientras los tres suspiraban pesadamente. Esto era raro: raro y absolutamente precioso. Era un sueño del que no quería despertar. Changbin apagó la luz de la habitación y al amparo de la oscuridad escuchó el roce de las sábanas moviéndose.

—Changbin... —susurró Jisung y él respondió con un sonido suave—. ¿Puedo abrazarte?

Joder, ¿por qué demonios lloro por todo?, se preguntó sorbiendo por la nariz. Felix llevaba demasiado tiempo lejos, echando de menos a las dos personas que estaban también en esa cama. Deseó tener la valentía suficiente para poder acercarse, pero en cambio solo cerró los ojos y escondió la cabeza debajo de las sábanas.

Cuando era pequeño Minho y Ari dormían con él a menudo, a veces los tres juntos, otras solo con uno de ellos. Cuando tenía miedo, sus hermanos lo tapaban con los cobertores hasta la cabeza y lo abrazaban. Y le decían que nunca estaría solo, que nunca se irían de su lado, que siempre lo protegerían.

Ahora lo habían dejado solo, ambos se habían ido y, por primera vez en mucho tiempo, se cubrió la cabeza con los cobertores como hacían Minho y Ari con él. Se giró dándoles la espalda a las dos personas que había escuchado moverse por el colchón para abrazarse.

¿Dónde estás, Minho? No me habrás abandonado tú también, ¿verdad?

—Polluelo... —la voz de Jisung se abrió paso entre el tejido que rodeaba su cabeza, sonrió internamente pero no se movió.

Una mano suave le acarició el brazo bajo las sábanas y tiró de él para hacerlo girar boca arriba. Miró en la semioscuridad de su refugio los dedos de Han sobre su piel y un impulso le hizo agarrarlos.

Maldita sea, tenía tanto miedo de que todo eso no fuera real. La mano de Jisung se cerró sobre la suya y dió un tirón para acercarlo más. Felix no entendió, pero obedeció a las órdenes silenciosas de esa mano. Se acercó más a donde el hombre que amaba y el que había sido su mejor amigo estaban abrazados.

Tímidamente, se colocó junto a la espalda de Jisung. El brazo de Changbin que estaba bajo la cabeza de su amigo le acarició la mejilla. Felix dejó un beso suave en esos dedos y agarró la mano apretando los nudillos contra su boca. Sonrió cerrando los ojos, sintiéndose profundamente afortunado de poder compartir ese espacio con ellos.

—Felix —llamó Jisung—, ¿me juras que no nos harás daño otra vez?

—No puedo prometerte eso... Pero sí que nunca más lo haré de forma intencionada. Nunca —contestó resuelto.

Felix se empujó contra él y moldeó su cuerpo en la espalda de Han. Se sentía tan frágil ahora mismo que Yongbok creyó que podría ser el muro que necesitaba para protegerlo. A él y al hombre musculoso que lo miró con una sonrisa que le llegaba a los ojos, el mismo hombre que se estiró para agarrar la cintura estrecha de Felix apoyando su antebrazo sobre Jisung.

Enredados en esa cama sintió que los hados estaban de su parte. Respiró hondo con la frente apoyada sobre la nuca de Jisung. El olor del perfume persistía un poco en su pelo, pero todo lo que podía percibir ahora mismo era que los tres tenían encima el aroma del mismo gel de baño.

—Yo también tengo pesadillas —confesó—. Sueño con lo que hice a veces... —La mano de Changbin se apretó en su cintura, atrayéndolo más cerca, pegándoles a Jisung y a él contra su pecho ancho—. Siempre que tengo esas pesadillas me despierto tan mal que Minho tiene que consolarme hasta que me duermo.

—¿Has tenido esas pesadillas desde que... desapareció? —preguntó Jisung enlazando sus dedos con los de Felix en su pecho.

—No, hace unos meses que no tengo ninguna, pero supongo que tenía que avisaros, por si ocurre hoy. Hyung dijo que normalmente solo lloriqueo durante mucho rato y él me despierta para que pare. Otras veces me despierto yo mismo gritando. Otras me quedo paralizado y sigo viendo el cuerpo descomponiéndose delante de mí en la habitación.

—¿Por qué no me lo habías dicho? —Changbin movió su mano de arriba abajo en su costado.

—No... no sabía si sabías lo que había hecho...

—Yo se lo conté —dijo Jisung directamente—. No voy a llamar a la policía, Felix... Sé por qué le disparaste, sé que tratabas de salvarme... Pero todavía hay una parte de mí que está tan enfadada contigo... Puede que nunca deje de estar enfadado contigo.

—Lo siento mucho... —repitió avergonzado.

—Felix... quiero darte una oportunidad. Voy a darte una oportunidad... Por favor, no vuelvas a hacerlo, no vuelvas a engañarnos.

—No lo haré, os contaré todo, desde el principio, cada maldita cosa que recuerde si es lo que necesitas.

Se quedaron callados durante un rato en el que las respiraciones acompasadas eran lo único que se escuchaba en la habitación. Su cuerpo se relajó en torno al de Jisung mientras el pulgar de Changbin se movía sobre su cintura.

—Tienes alguna idea de... de dónde puede estar...

—No lo sé... pero creo que está en Corea, por eso vine...

—¿Por qué piensas que puede estar en el país? —Jisung parecía genuinamente interesado así que Felix fue honesto.

—Nos seguía alguien en Tokio, por eso nos separamos. Minho estaba seguro de que era coreano. Creo que Park Dongyoon podría haberlo enviado...

—¿Estabais en Tokio todo este tiempo?

—No, estuvimos en muchos lugares antes de llegar a Japón... En Tokio llevábamos ocho meses, por un momento creí que podríamos establecernos un poco. Él lo pasaba fatal cada vez que teníamos que buscar trabajo. No tienes ni idea de lo inepto que es para aprender idiomas —Su propia risa sonó triste en sus oídos—... Minho ha hecho cosas malas, pero es buena persona... No pretendo convencerte de nada, es solo un hecho. Minho ha sacrificado su vida por mí. Todo lo que ha hecho ha sido para protegerme.

—También lo sé... Él me lo dijo.

—¿Te lo dijo? —cuestionó Changbin, confundido.

—Me contó que tenía una hermana y que la habían asesinado. Y que había hecho cosas malas para proteger a su hermano pequeño... Que habían estado solos toda la vida... —La voz de Jisung se entrecortó con un sollozo—. Debiste decírmelo, Felix, debiste hablar conmigo.

—Lo sé... Y me arrepentiré cada día de mi vida por eso... De eso y de haber culpado a Changbin por las cosas que hizo su padre... —Miró por encima de la cabeza de Han y se encontró con los ojos oscuros de Seo clavándose en los suyos mientras fruncía el ceño.

—No frunzas el ceño, Changbin, te saldrán arrugas —comentó Jisung casualmente y Felix no pudo evitar reír un poco—. Lo siento. Siento haberte hecho creer que no podrías contarme qué Felix había vuelto...

—No pidas perdón, Quokka, he sido yo el que te ha mentido...

—¿Me perdonas por haber sido tan frío, Changbin? —Sintió la respiración de Seo Changbin agitarse y su brazo volvió a apretarlos juntos.

—Te perdono, Quokka, sabes que siempre voy a perdonarte. Eres mi hermano... No eres una carga para mí y no lo has sido nunca. Siempre serás mi familia —Felix sintió el pecho de Jisung vibrar un poco antes de inhalar profundamente.

Susurró un gracias y bajó la cabeza apoyándola contra el pecho de Changbin. Yongbok sonrió con su corazón henchido de felicidad ajena. Esto era más de lo que nunca imaginó tener.

—Empecemos de nuevo... —murmuró Jisung con la voz adormilada—. Volvamos a la casilla de salida y construyamos algo que tenga cimientos sólidos... ¿De acuerdo, Felix? ¿Quieres empezar de nuevo?

—Sí —Su voz sonó tan emocionada que se avergonzó un poco. Carraspeó antes de continuar—. Quiero hacerlo... Te prometo que seré honesto contigo, con ambos. Os lo prometo. Y primero que nada, este fin de semana veremos un BL, llevo mucho sin ver uno.

La risa escandalosa de Jisung irrumpió en la habitación oscura. Sus carcajadas estridentes cubrieron el silencioso lugar de colores para los que no estaba preparado. Casi se desmaya en aquella cama cuando el chico le agarró más fuerte la mano y la llevó a su vientre para apretarlo mientras reía desquiciado.

Respiró hondo un par de veces mientras Changbin y Felix estaban tensos, mirándose el uno al otro por encima de la cabeza de Han. El chico paró de reírse resoplando agitado.

—¿Has visto Semantic error?

—Sí, claro que sí. Dios, es la mejor serie BL del mundo —exclamó sonriendo.

—Changbin, tu novio es culpable de herejía. ¿Cómo puede decir eso existiendo I told sunset about you? —contestó acomodándose un poco.

Su novio, la palabra calentó todo su cuerpo en un segundo y se puso como un tomate. Miró a Changbin y lo vió igual de ruborizado, tratando de esconder su cara en el pelo de Jisung sin éxito. Le lanzó un beso por encima y articuló con sus labios un "te quiero" que hizo al gran hombre ponerse aún más rojo.

Volvieron a quedarse en un silencio que esta vez era cómodo. Felix sentía los ojos pesados y se estaba quedando dormido con su mano sobre el pecho de Jisung, sintiendo sus latidos y la mano de Changbin sobre su cintura, manteniéndole cerca.

—Os he echado de menos... —susurró—. Y os quiero... Gracias por darme la oportunidad de volver a estar aquí.

—Yo también te he echado de menos, Felix... Por favor, no vuelvas a destruirnos...

—Tienes mi palabra de que protegeré lo que es mío con mi vida... Y vosotros sois mi lugar. Vosotros y Minho sois mi único hogar... —aseveró dejando un beso en la coronilla de Jisung.

El chico asintió y la mano de Changbin dio un apretón suave en su cintura. Felix sonrió, cerrando los ojos, sintiendo como el árbol que tenía en su corazón se llenaba de nuevas hojas verdes y los pájaros revoloteaban en su pecho.

***

2/2

Les juro que todavía se me encoje el corazón cuando leo estos capítulos.

Hasta aquí llegamos, navegantes.

¡Nos vemos en el infierno!


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