11. Gilipollas integral

🎶Banda sonora: Arcade - Duncan Laurence🎶

Viernes 5 de febrero

—¿Has hablado con Keuneomeoni-nim Eunji? —le preguntó Changbin, sentados en el despacho.

—No. Todavía no me siento preparado para enfrentar a mi madre.

—Solo quiere ayudar, quiere formar parte de tu vida.

—Cuando me pida perdón —contestó rotundamente, apretando las manos en los reposabrazos de la silla.

—¿Cómo va a pedirte perdón si no le das una oportunidad de hablar? No coges sus llamadas, no la aceptas en tu despacho, no has ido a casa y tampoco le has dicho donde vives...

Jisung apretó los labios enfadado y frunció el ceño. Miró a su regazo queriendo evitar esa maldita conversación porque en el fondo sabía que, igual que siempre, Changbin tenía razón: estaba evadiendo a su madre, que se había vuelto particularmente insistente con sus intenciones de contactarlo de un tiempo a esta parte.

—Sabe lo de Soobin —soltó Changbin y Jisung se enderezó como un resorte.

—¿Se lo dijiste? —cuestionó, entre incrédulo e indignado.

—Hay un hashtag en las redes sociales, ¿crees que es un secreto?

—¿Hay un maldito hashtag?

—Dios mío, de verdad estás desconectado del mundo... Cada vez que vas a un restaurante, al cine o a cualquier sitio con Soobin se convierte en el tema de conversación de todo el mundo en internet. Si buscas #SooSung encontrarás un millón de cosas sobre ti y Soobin que ni tú mismo sabes —bromeó.

—Oh Dios mío, encima su nombre va primero. Debería ser #JiBin

—Hmm... Tenía entendido que... Bueno... —El oso bajó los ojos al escritorio con un ligero rubor y Jisung lo miró confundido, esperando que continuase—. Creía que tú eras... ya sabes, pasivo.

—La mayoría del tiempo, pero esa gente no tiene por qué saberlo —gruñó, aguantándose la risa por la estupidez de la situación—. Llamaré a mi gabinete de comunicación mañana para que exijan un cambio del orden de los hombres.

Las carcajadas de Changbin sonaron por toda la habitación y Jisung lo siguió. Ah, mierda, estaba acostumbrado a estar siempre en el foco. Y suponía que Soobin estaba igual de familiarizado con esa atención, por eso no había dicho nada hasta ahora de los paparazzi y las fotos en redes. Pero nunca pensó en que tal vez su madre se enteraría de su historia gracias a internet.

—¿Qué cara puso? Sobre Soobin, quiero decir...

—Sonrió y me dijo que le gustaría que lo llevaras a la mansión —Jisung tragó saliva—. Dijo que te conoce, que eres su hijo... Creo que está de acuerdo con lo vuestro.

Suspiró y pasó sus manos por su pelo un par de veces. No esperaba que su madre aceptase nunca su estilo de vida o su sexualidad. Tal vez era Han Jihyeon el que la obligaba a no aceptarlo, pensó de pronto.

—Deberías llamarla. Está dispuesta a ayudarnos...

La puerta del despacho sonó con tres toques fuertes, más duros que los que utilizaba Yung Bada y ambos se sobresaltaron. Changbin dio paso y el guardia de seguridad se asomó abriéndole la puerta a Bang Chan. Ambos se levantaron de sus sillas saludando con respeto al abogado.

—Bang Chan-ssi, buenas tardes, siéntese —rogó Changbin educadamente.

El hombre caminó por la estancia en silencio, con esa presencia abrumadora que electrificaba el ambiente. Se sentó en la silla junto a la de Jisung y él y Changbin le imitaron. El mayor puso su maletín sobre la mesa y sacó una carpeta marrón dejándola sobre la mesa.

—Tengo algunos trazos de lo que podemos hacer. Algunas posibles defensas basadas en lo que me ha contado, pero todavía tengo que estudiarlo. La citación es solo para investigar... Tal vez no llegue a nada, pero tenemos que estar preparados

—Por supuesto, Bang Chan-ssi —asintió Changbin mientras Jisung se enderezaba en la silla, incómodo como siempre que estaba en la misma habitación que el abogado.

Durante más de una hora, Chan habló sobre el caso. Las líneas de defensa que proponía no eran malas, pero tampoco eran lo suficientemente sólidas como para quitar de encima de Changbin la sospecha de participación en actividades relacionadas con el crimen organizado. Las autoridades no tenían suficientes pruebas, pero ellos tampoco.

—Hay una línea más que quiero que estudiemos... —comentó mirando a Changbin—. No estoy diciendo que vayamos a utilizarla, pero sí hay que tenerla en cuenta.

—¿De qué se trata? —preguntó Jisung.

—Es posible que Seo Changbin tenga que ir a la cárcel —soltó de sopetón—. En última instancia, quizá deba ir a prisión por un periodo de tiempo corto para salvar la imagen del banco.

—¡Y UNA MIERDA, BANG CHAN! —gritó Jisung, levantándose—. ¡Te pago mucho dinero precisamente para que evites eso! ¡Ni siquiera lo plantees!

—Estoy explicando a mi cliente todas sus opciones, Han Jisung-ssi. Y esta es una de las que debemos contemplar para poder seguir adelante con el caso. Si esto se hace más grande y Han Bank se ve afectado ambos estarán en problemas. Problemas grandes.

—¡Pero Changbin es inocente!

—No se trata de ser inocente o culpable, señor Han, se trata de ser realista. Si esto cae sobre las empresas Han será el fin para mucha gente. Es poco probable, pero tal vez tenga que ir durante unos meses a prisión para arreglarlo.

—No puedo hacerlo —susurró Changbin.

—¿Qué? —dijo Chan.

—No puedo hacerlo, no puedo ir a la cárcel. No puedo —aseguró Seo Changbin mirando al abogado fijamente—. Haga todo lo posible, busque hasta debajo de las piedras. No escatimaré en gasto, si quiere más dinero lo tendrá. Pero no puedo, por nada del mundo, ir a la cárcel.

Jisung lo observó: sus movimientos nerviosos, la mandíbula dura, la vena en su cuello sobresaliendo. Miraba al abogado como si fuese a absorber su alma. Pocas veces había visto a Changbin tan resuelto, tan decidido a no hacer algo.

Parecía asustado, pero también malditamente agresivo ante la posibilidad de pisar la prisión. En realidad, por un segundo, Jisung creyó que su hermano trataría de sacrificarse, que se tiraría a los leones para que lo destrozaran.

Pero ahora Changbin estaba marcando su punto. Estaba siendo totalmente asertivo con respecto a este tema y eso enorgullecía a Jisung, aunque también le intrigaba saber las razones que lo habían hecho cambiar de actitud.

—Seo Changbin-ssi, insisto, no se trata de ser culpable o inocente, es una línea que debemos estudiar. Si en la investigación se revela algo que pueda inculparlo, tendrá que estar preparado para acordar su entrada en prisión reduciendo la condena al mínimo.

—He dicho que no. Esto no está sujeto a discusión. No voy a ir a prisión, ni el mínimo, ni el máximo. No pierda su tiempo con eso porque no va a ocurrir —contestó Changbin con la voz grave y una mirada oscura.

Jisung sintió un ligero escalofrío cuando el aire cambió de pronto. El abogado se enderezó en su silla frunciendo el ceño y asintió una vez con la mandíbula apretada. Claramente no estaba de acuerdo, pero el tono que había usado Seo Changbin no daba lugar a réplica. Han se frotó las manos entre sí nervioso por el ambiente tenso.

—Si no tiene nada más que decir, deberíamos despedirnos. Es tarde y tengo obligaciones que cumplir —añadió su hermano y Jisung abrió mucho los ojos, estupefacto.

—Por supuesto, Seo Changbin-ssi. Le llamaré para concertar una cita en cuanto hable con la policía sobre su investigación —respondió el hombre, dándole la carpeta y levantándose de la silla—. Esos documentos son su copia, la mía está a buen recaudo.

Chan salió del despacho y ellos se quedaron allí en silencio. Changbin suspiró y se apretó el puente de la nariz entre los dedos. Cogió la carpeta sobre la mesa y se levantó para guardarla en la caja fuerte a su espalda. Jisung no podía quitarle la vista de encima, aún desconcertado por el tono y las palabras que había utilizado con el abogado.

—Soobin debe estar al llegar —comentó cuando lo vio acercarse a la gran cristalera—. ¿Te apetece que cenemos barbacoa?

—No. Me voy a casa, no me encuentro bien —contestó secamente volviendo a la mesa y recogiendo del primer cajón su cartera, su teléfono móvil y dos juegos de llaves.

—Changbin, sé que esto es mucho para procesar... Ven a cenar con nosotros, hablaremos de esto con Soobin... Sabes que es de fiar.

—Por supuesto que sé que es de fiar. Pero no, gracias, me voy a casa —Puso uno de los juegos de llaves sobre el escritorio cerca de él—. Si vas a quedarte a esperar a Soobin cierra con llave cuando salgas.

—No, no, bajaré contigo, esperaré abajo.

—Como quieras.

Salieron del despacho en silencio y el trayecto en ascensor fue igual. Jisung se debatía sobre insistirle en que fuera a cenar o golpearle en la cabeza para que entendiese que estaba allí para él. No estaba habituado a este Seo Changbin silencioso que acababa de volver a aparecer. Han se sintió confundido, no sabía qué podía hacer para traer a su nuevo Changbin y enterrar al viejo Changbin en algún hoyo profundo.

—Pásalo bien y transmítele mis disculpas a Soobin por no acompañaros —dijo cuando llegaron a la planta baja.

Jisung asintió y salió del ascensor viendo como las puertas volvían a cerrarse con su hermano dentro. La niebla que sentía entre ellos se hizo más espesa y quiso perseguirlo. Pero no lo hizo, la voz de Soobin tras él le distrajo y se giró buscándolo en la recepción.

Sonrió, inevitablemente, cuando vio al altísimo conejito acercarse a él. Y estuvo a punto de besar esos labios carnosos justo allí, en la recepción de las oficinas centrales de Han Bank.

—Hola... —saludó con sus hoyuelos asomando.

—Hola... —contestó en voz baja, rozando su antebrazo.

—¿Vamos en el coche de Changbin?

—No, Changbin no viene.

Viernes 5 febrero

—Jisung, no sé si esto es buena idea, no sabes dónde podría estar... —se quejó Soobin en el asiento del copiloto por décima vez esa noche.

—No está en su apartamento y sé donde está. Ese es el maldito problema, Soobin. Changbin estaba rarísimo cuando terminamos la reunión. Le conozco, conozco su forma de comportarse y sé que está en esa casa —explicó, tratando de serenarse. Jisung no quería perder al Changbin que había encontrado. No quería tener que despedirse del hombre que le había puesto la mano en el hombro y lo había sacado del agujero en el que él mismo se había enterrado.

—Quizá solo quiera estar solo... No es fácil aceptar que puedes ir a la cárcel.

—Por eso estamos yendo a la casa, Soobin. Porque conozco a ese hombre y sé que estará devastado ahora mismo y quiero estar ahí para él. Necesito estar ahí para él. Quiero que sea el Changbin que todos conocemos... No quiero que vuelva a ser el Changbin que yo conocí. Tú no lo entiendes, no sabes como era hace cinco años, no puedo permitir que se cierre otra vez.

—¿No crees que te lo diría si quisiera que fueses a verle? ¿No crees que te hubiese avisado de que no iba a su apartamento? Se está escondiendo...

Joder, ¿por qué Soobin no estaba escuchándolo? ¿Por qué no trataba de entender lo que Jisung estaba diciendo?

—Por favor, Soobin, ya basta. Sé que se está escondiendo y es lo que no voy a tolerar. Voy a consolar a mi hermano porque sé que me necesita.

—Sigo pensando que no es buena idea.

—¡¿Quieres que pare el coche para que te bajes?! —exclamó mirándolo por un segundo antes de devolver su vista a la carretera.

Yeobo... Solo trato de hacerte entender que tal vez no quiere ver a nadie —contestó, intentando apaciguarlo, con su mano acercándose al muslo de Jisung. Lo apartó empujando su muñeca enfadado.

—¡Ya basta, Soobin! ¡Cállate de una vez o te dejo aquí! —gritó apretando sus dedos en el volante de nuevo mientras se acercaba a su propio vecindario.

Lo estaba poniendo más nervioso. Sabía que estaba siendo injusto con él, pero no podía controlar sus arrebatos cuando se trataba de Changbin. Soobin tendría que saber que en estos casos era mejor quedarse callado. Tendría que conocerle lo suficiente como para entender que Changbin era la única cosa en el mundo por la que Jisung estaba dispuesto a morir o matar.

Yeobo...

—No me llames así —interrumpió, incómodo con el mote. No era el momento, no quería que Soobin fuese adorable con él ahora mismo, quería centrar su atención en la carretera que tenía delante y en llegar a la casa donde Changbin se había escondido—. Y no vuelvas a decir nada sobre lo que estoy haciendo. Voy a ir a esa maldita casa te guste o no. Es mi hermano el que está ahí solo. Es él quien tal vez tenga que ir a prisión por culpa de la mierda que hizo mi padre. Joder, se lo debo. Soobin, le debo la vida. Así que cállate de una vez.

Lo vio cambiar la cara por el rabillo del ojo. El conejito sonriente y suave se convirtió en una imagen de piedra adusta y se giró en silencio, alejando su cuerpo del de Jisung hasta apoyar el hombro en la ventanilla contraria.

Fue casi palpable como entre ellos se abrió una brecha tan ancha que era imposible saltarla. En ese momento, en ese coche, Soobin, por primera vez en muchos meses, se apartó de Jisung.

No quería lidiar con esto ahora.

Choi no conocía a Changbin. Nadie conocía a Changbin más que él. Changbin no dejaba que nadie le conociera lo suficiente. El chico que había visto esa tarde en el despacho no era su mejor amigo, o al menos, no el mejor amigo de ahora.

Esa asertividad que había utilizado para despachar a Bang Chan era refrescante, pero después había vuelto a convertirse en el gorila, en el carcelero silencioso. Y Jisung odiaba esa mierda.

Odiaría que su amigo volviese a ser el perro fiel, que estuviese ahora escondido en aquella casa que había comprado para Felix y mantenía como un museo. No quería que Changbin estuviese solo, no quería que el recuerdo de un hombre que se fue hace tantos años fuese su único refugio.

Se sentía celoso de eso. Sentía celos de que su amigo prefiriese encerrarse en un lugar vacío y pensar en Felix antes de pedirle ayuda. Se sentía dejado de lado, como si la memoria del polluelo fuese más poderosa y corpórea que su amistad. Como si todos sus años juntos valiesen menos que unas cuantas noches con ese hombre.

En el fondo, era completamente consciente de que Felix le había hecho mucho bien a Changbin. El perro fiel de los Han alzó la voz. Y no podía evitar sonreír pensando que la forma en la que echó de su despacho a Bang Chan se parecía mucho a la forma en la que defendió al chico cuando Jisung se portó como un imbécil con él.

Enfiló la calle donde sabía que estaba la casa. Nunca había estado allí, pero él le había dado la dirección hacía un tiempo y también le había contado que había una copia de las llaves y las escrituras en una caja de seguridad del banco.

Frenó delante de la verja negra y miró la mansión, de formas cuadradas y con un gran jardín en la entrada. Se parecía a la suya. Se fijó en que el coche de Changbin estaba aparcado dentro, tras la valla negra.

Salió del vehículo casi sin pensar, con las llaves en la mano, sin mirar a Soobin. Llamó al telefonillo de la puerta. Nadie contestó, a pesar de que sabía que estaba allí. Daba igual, seguiría llamando, pulsaría ese botón hasta que se hiciese de día, hasta el maldito lunes siguiente si fuera necesario.

Quería ver a Changbin, necesitaba abrazarlo y decirle que siempre iba a estar para él, que nunca permitiría que fuese a prisión. Antes de que pusiera un pie cerca de un juzgado se inmolaría a sí mismo diciendo que él era quién trabajó con Park Dongyoon.

—Jisung, por favor, vámonos de aquí. Si no te abre es porque no quiere verte. —La voz de Soobin estaba detrás de él. Apretó los dientes con rabia.

—¡Me quedaré hasta que abra, me da igual pasarme toda la noche aquí! —gritó pulsando de nuevo en el aparato que tenía una pequeña cámara incrustada—. ¡Changbin, por favor, ábreme! Sé que estás aquí...

Yeobo, vamos a mi casa, te lo ruego.

Jisung se volteó, mirándolo airado. Joder, en ese momento lo odiaba. Soobin era alguien importante en su vida, pero no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Solo sabía un veinte por ciento de toda la mierda que Changbin y él pasaron. Solo sabía un uno por cierto de todo lo que Changbin había tenido que superar solo.

Han lo había abandonado. Y él había sido nada más que cuidadoso con él. Su presencia protectora y tranquilizadora lo había acompañado durante diecinueve años y él se había pasado dieciocho ignorándolo. No, definitivamente Soobin no podía formar parte de esto.

Dio un paso hacia él y puso en su palma las llaves del coche y cerró los dedos sobre él antes de soltarlo.

—Márchate, Soobin. Vete.

—¿Quieres que me vaya? ¿Qué harás si no te abre?

—Soobin, lárgate de aquí antes de que te odie —contestó frío antes de darle la espalda y continuar con sus llamadas al intercomunicador.

No se giró cuando escuchó la puerta del coche y el motor encenderse justo después. Tampoco cuando dejó de escucharlo en la lejanía de la calle. Solo llamó desesperado por saber si su amigo estaba bien. Se sentía tan mal por Changbin que tenía el juicio nublado. Si le hubiera pasado algo, Jisung nunca levantaría cabeza. No podía perder a su hermano...

La puerta se abrió con un "clin" y un zumbido suave. Empujó el metal negro antes de caminar por el sendero delineado con adoquines de cerámica en el césped. El jardín era precioso, igual que toda la fachada. Llegó a la puerta de madera oscura y golpeó sus nudillos dos veces.

Changbin abrió, con la cara enrojecida y el pelo húmedo. Suspiró aliviado y se tiró a sus brazos. El hombre dio un paso atrás sorprendido, pero le devolvió el abrazo.

—Qué susto acabas de darme... Pensé que habías hecho alguna tontería... ¿Por qué no me abrías?

—Estaba en la ducha... ¿Qué haces aquí?

—Estoy preocupado, Changbin... Por lo que pasó en el despacho, por lo de Bang Chan y todo eso. Y quería estar contigo, no quiero que te cierres otra vez. No quiero que pienses siquiera en sacrificarte por el banco. Me da exactamente igual lo que le pase a Han Bank, pero tú no vas a ir a la cárcel.

—Está bien, Jisung. Ya lo escuchaste, no quiero ir a prisión —contestó dando un paso hacia dentro —. Pero no llegas en buen momento...

—No digas tonterías. —Jisung se sacó los zapatos con los pies y se agachó para recogerlos. Abrió el mueble junto a la puerta y Changbin trató de impedírselo rápidamente —. ¿Qué coño te...

Se quedó helado. De repente, el oxígeno no llegaba a sus pulmones.

En el primer estante había unas zapatillas Nike negras demasiado pequeñas para pertenecer a Changbin. Exactamente del estilo que le gustaban a cierto polluelo. La visión del contraste entre los zapatos de Seo y esos otros le golpeó en la cara como si le hubiesen dado con una madera llena de clavos.

—Jisung, escúchame, no es buen momento —repitió el hombre cerrando la puerta del armario y apartandole de él.

—¿De quién son esos zapatos? —consiguió preguntar, sintiendo las contracciones aceleradas de su diafragma. El aire quemaba en su pecho cuando respiraba y tuvo que humedecer sus labios secos.

—Son míos...

—Changbin... ¿de quién son esas zapatillas? —preguntó de nuevo mientras sus propios mocasines caían de sus manos al suelo con un ruido sordo y sentía como si sus piernas no fueran a sostenerle.

Los ojos de su hermano se abrieron y vio cómo le temblaba el labio inferior ligeramente. Un escalofrío recorrió la espalda de Jisung y todos los nervios de su cuerpo se activaron. De repente se sentía como si las paredes de aquel rellano estuviesen estrechándose sobre ellos.

—¿Dónde está? —Cambió la pregunta porque, en su fuero interno, la respuesta a la anterior estaba clara como un día de verano.

—Jisung... no sé qué...

—No te atrevas, Seo Changbin, no te atrevas a mentir y decir que no sabes de lo que hablo.

—Joder... déjame que te explique...

—Traidor —gimió antes de darse la vuelta y abrir la puerta para marcharse sin prestar atención a que seguía descalzo y acababa de echar a Soobin a patadas del lugar con su coche. La mano grande de Changbin estaba sobre su brazo y empujó la puerta hasta los goznes, tirando de Jisung para llevarlo un par de pasos dentro de la casa—. ¡Suéltame! No vuelvas a tocarme nunca. Eres un traidor, eres un mentiroso.

—Jisung, cálmate...

—Has vuelto a hacerlo, has vuelto a dejarme en la oscuridad, has vuelto a ser lo que mi padre te dijo que fueras. Esos hijos de puta están de vuelta y tú los acogiste en tu casa... ¡Y me lo ocultaste!

Se mordió el labio inferior conteniendo el puchero. No podía creerlo, no podía ser verdad. Su amigo había tenido en su casa a esas personas sin decirle nada. Dios santo, no puedo respirar. Estaba cerca de hiperventilar. Se apartó un paso más de Changbin tratando de encontrar el aire que necesitaba para que su cerebro saliese del bucle en el que acababa de entrar.

—¡Quería evitar esto, Quokka! ¡Quería evitar que reaccionaras así!

—No vuelvas a llamarme Quokka. Nunca más. Soy Han Jisung para ti, siempre seré el joven señor Han para ti —gritó, tratando de aguantarse las lágrimas.

Changbin lo miró llevándose una mano al pecho. Joder, ¿por qué le hacía esto de nuevo? ¿Por qué diablos su hermano había vuelto a engañarlo?

La cara ajena se tornó grisácea, como si su alma hubiese abandonado su cuerpo. El disgusto le deformó las facciones y apretó el puño contra su propio pectoral. ¿Te duele tanto el corazón como me duele a mí? ¿Te duele que te diga esto tanto como me está doliendo a mí tu mentira?

—Jisung, tienes que escucharme, quería contártelo. Pensaba contártelo hoy en la cena, pero Bang Chan dijo eso y me sentí mal... —explicó Changbin agarrándole la mano. Jisung tiró para soltarse.

—¿Cuánto tiempo llevan aquí? Sabes qué, mejor no contestes, no quiero escuchar nada —gruñó limpiando la primera gota que cayó de su ojo con el dorso de la mano.

—Han sido solo unos días...

—Maldito mentiroso. ¡TRAIDOR MENTIROSO! No significo nada para ti, no soy nada para ti. Tu lealtad ha estado siempre con otros... Primero con mi padre y después con ellos... ¡Joder! —chilló frustrado, mordiéndose el labio inferior mientras las lágrimas de impotencia caían de sus ojos.

¿Por qué tenía que estar tan roto? Se arrepintió, en ese momento, de haber tratado mal a Soobin, porque en realidad, tenía razón. Si le hubiese hecho caso no tendría que estar ahora mismo enfrentándose a que su amigo, su hermano, la única persona que Jisung de verdad amaba, le había traicionado.

Ese hombre que lo miraba con ojos dolidos era el único por el que estaba dispuesto a sangrar. Era el C.E.O. de Han Bank, era el que tenía llave de su casa, la única persona en la que confiaba plenamente. Maldita sea, Han había nombrado a Changbin heredero en su testamento. Seo Changbin era todo lo que tenía, por eso todas sus cosas le pertenecían.

Y ahora lo había apuñalado como no lo habían conseguido hacía cuatro años y ocho meses y veintiséis días. Porque sí, aunque Jisung solo hubiese dicho una vez sus nombres en voz alta, no olvidaría jamás esa fecha. Nunca dejaría de contar los días que lo alejaban de aquel zulo en el que descubrió que todo lo que había amado había sido una mentira.

—Jisung, eso no es verdad, sabes que eres mi familia.

—No soy tu familia, no he sido nunca tu hermano. ¡Soy tu carga! ¡El imbécil al que tienes alrededor por compasión! ¡Dios santo, Changbin, no tienes ni idea de cuanto te odio ahora mismo!

—¡Cállate de una puta vez, Han! ¡Eres un gilipollas integral! —interrumpió una voz grave, elevándose por encima del zumbido que tenía en los oídos.

Vio cómo Changbin palidecía, con los ojos muy abiertos mientras se daba la vuelta hacia las escaleras. Jisung siguió la mirada con las manos temblando y vio allí, de pie y en pijama, a un fantasma del pasado.

Su corazón se detuvo. La sangre dejó de circular. Sus pulmones no obtenían aire. Su estómago se cerró como si una banda de acero ardiente lo hubiese rodeado. Le dolió el pecho. El tiempo dejó de correr.

El espectro frente a él bajó el último escalón y dio cuatro pasos para colocarse junto al cuerpo compacto de Changbin. Jisung miró al suelo y vio los pies junto a los de su amigo.

Subió los ojos observándolo detenidamente. Su pelo era más largo y más claro y estaba muy delgado. Sus muslos y brazos se veían como pequeños palillos dentro de ese pijama amplio que estaba utilizando. Y tenía el ceño fruncido hacia él.

Sus miradas se encontraron en un segundo en el que Jisung creyó estar otra vez en el suelo de cemento frío y gris, con el olor de sus propios fluidos tatuado en su pituitaria y los calcetines de invierno sucios. Han volvió a estar en un todoterreno en medio del bosque, huyendo del hombre que acababa de recibir un disparo en el vientre.

—Hijo de puta... —susurró con desprecio, apretando los puños para no saltar sobre él y sacarse a golpes todo lo que bullía dentro de él.

—Imbécil egoísta, ¿todavía te crees el puto centro del mundo? —preguntó dando un paso hacia él. La mano de Changbin se enganchó a ese brazo que se veía demasiado delgado. Felix miró a su amigo y el más alto negó con la cabeza en silencio—. No voy a permitir que diga toda esa mierda sobre ti —aseveró, apartando la mano que le restringía de un tirón y caminando resuelto hacia Jisung hasta empujarlo por los hombros con las dos manos.

Jisung se quedó un instante aturdido por la cercanía física de esa persona cuyo recuerdo había enterrado en el fondo de su corazón moribundo. Reaccionó empujándolo aún más fuerte, aprovechándose de su clara superioridad física actual, y vio como el chico trastabilló.

Seo Changbin lo agarró antes de que cayera y lo pegó a su costado con una exclamación: —¡Ya basta!

—¡NO! —gritó Felix tratando de zafarse—. ¡No voy a permitir que este niñato llorón te insulte!

—Basta, Felix, por favor —rogó Seo, rodeando la cintura del chico con su antebrazo.

—¿Niñato llorón? ¡¿NIÑATO LLORÓN?! ¿Acaso eres malditamente consciente de lo que me hicisteis? —Jisung no podía bajar la voz, necesitaba gritarle a esa alimaña todo lo que tenía dentro, necesitaba golpearlo hasta dejarle la cara como un cuadro cubista.

Se acercó a él con intención de hacerlo, pero Changbin giró el cuerpo y puso su brazo estirado contra su pecho, protegiendo a Felix de sus intenciones.

—Ya basta, Jisung. Es suficiente. Tu pelea es conmigo, no con él. No voy a permitir que lo toques.

—¡Y yo no permitiré que siga tratandote como si fueras basura! —se quejó Felix, revolviéndose en el abrazo del oso.

—¡Cállate, maldita perra! ¡¿Para qué has vuelto?! ¿Ahora quieres joderle la vida a Changbin como lo hiciste conmigo? ¿Cuánto te pagan esta vez?

—¡Jisung ya está bien! —gruñó Changbin agarrando la solapa de su traje en un puño mientras intentaba controlar los movimientos bruscos de Felix en su otro brazo.

—¡No! ¡No está bien! ¡Nada de esto está bien! ¡Este hijo de puta debería estar en la cárcel igual que su maldito hermano! Mató a un hombre, Changbin, disparó a I.N y lo mató —replicó Jisung zafándose de él y dando un paso atrás para alejarse.

Oyó el resuello ahogado de Felix y vio cómo Seo llevaba la mano con la que acababa de amenazarlo hasta el brazo el chico en una caricia tranquilizadora. Fue testigo del intercambio entre ellos: Lee suspiró fuerte mientras su amigo susurraba algo en su oído.

Dolió como un mazazo en el pecho.

Sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez y se sintió más solo que nunca, más que cuando se encerró en su habitación durante un año tras el secuestro, más que en aquel zulo bajo tierra. Más que cuando descubrió que ese chico y su hermano lo habían engañado.

Sorbió por la nariz y caminó hacia la puerta para marcharse, no quería seguir viendo esto. No quería seguir presenciando como su hermano lo abandonaba para consolar al hombre que lo había empujado al agujero.

—¡Jisung, espera! —llamó Changbin y él estuvo a punto de girarse, pero no lo hizo.

Tenía la mano sobre el picaporte cuando sintió el cuerpo de Changbin en su espalda y su brazo grande le rodeó la cintura. Tembló y se quedó sin aire porque se había olvidado de cómo se respiraba.

—Quokka, por favor... —la voz de Seo Changbin estaba rota y el sollozo de después desarmó a Jisung.

—Por favor, suéltame, no quiero estar aquí —admitió en voz baja.

—No te vayas, déjame explicártelo, déjale explicártelo...

—No quiero escuchar nada... No quiero escuchar nada más... Quiero irme a casa... —El llanto subió por su garganta.

—Déjame explicártelo —pidió Felix.

La rabia ardiente burbujeó por su cuerpo. Apartó de un codazo a Changbin de su espalda y dio la vuelta lanzándose para golpear a aquel cabrón que todavía osaba hablarle. Cerró el puño y lo envió sobre su cara.

Dio de lleno en su pómulo y escuchó el gemido de Felix mientras sus nudillos le enviaban una corriente de dolor que le hizo sacudir la mano. Changbin estaba de nuevo entre ellos, separándolos con las manos estiradas sobre el pecho de cada uno.

—¡Eres basura, Lee Felix! Tú y tu maldito hermano sois basura. Miserables sin corazón. Me das asco. Y llamaré a la policía para decirles lo que hiciste. Les contaré que mataste a I.N.

—¡No hables así de mi hermano! —gritó enajenado, empujando contra la mano de Seo Changbin.

—¡Estoy en mi maldito derecho de hablar de él! —contestó Jisung con la cara roja y las lágrimas nublando su visión—. ¿No lo entiendes? ¿Todavía no entiendes que me jodió la vida? ¿Todavía no entiendes que me dejasteis en aquel maldito agujero bajo tierra solo durante días? No eres consciente del frío que hacía... —Su voz bajó hasta ser casi un murmullo—. No tienes ni puta idea del hambre que pasé, del miedo a no poder salir, del olor nauseabundo...

—¡Por supuesto que sé sobre todo eso! ¡Sé lo que es el frío y el hambre! ¡Sé lo que es dormir en el fango y vivir con miedo! ¡Conozco todos esas sensaciones porque Minho y yo no hemos conocido nada más que miseria, cabrón egoísta!

El corazón necrótico de Jisung latió una vez, con mucha fuerza. Y envió una onda expansiva de dolor tan brutal a todo su cuerpo que cayó de rodillas en el suelo. Puso sus manos sobre su regazo, derrotado, completamente devastado y sin fuerzas para nada más que para mirar a esos dos hombres.

— Entonces, ¿por qué me lo hicisteis a mí? ¿Por qué me abandonasteis allí?

***

1/2

Me siento generosa, navegantes (y no tiene nada que ver con que los capítulos 10, 11 y 12 sean de mis favoritos y necesite desesperadamente compartirlos con ustedes)

¡Sorpresa, aquí van dos capítulos de la nada!

Dato curioso: el 5 de febrero es mi cumpleaños.

¡Nos vemos en el infierno!

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