26. Camino a casa
🎶Banda sonora: Angels like you - Miley Cyrus 🎶
Lunes 29 de marzo.
Desde el suelo, tumbado sobre la alfombra, podía ver el desastre a su alrededor. La botella vacía de whisky, el vaso que había estrellado contra la esquina de la habitación, los papeles que seguían en el mismo sitio en el que habían caído y la lámpara que empujó con sus manos desde el escritorio.
Todo seguía exactamente igual. La misma calamidad que era su propio cuerpo, lleno de las marcas que el gato callejero hizo en su piel.
Apretó las manos en su estómago y se encogió cerrando los ojos con fuerza. Las fibras suaves de la alfombra se le pegaban en el torso desnudo y en la cara mientras trataba de encontrar una razón para levantarse del lugar en el que había caído cuando bajó las escaleras de su casa después de llorar en su habitación.
No tenía ni idea de qué hora era, o qué día era, su teléfono móvil estaba en el dormitorio, lo abandonó allí después de escuchar a Bang Chan al otro lado de la línea asegurarle que no diría nada. Pero, ¿cómo iba a guardar un secreto así? ¿Cómo podría volver a mirar a la cara de las personas a las que quería y no confesarles que la estación de lluvias había llegado pronto ese año?
Una lágrima cayó desde su ojo hasta la alfombra. Minho estaba en Corea. Y Jisung había dejado que entrase en su casa, en su ducha y en su cuerpo. Y, tristemente, fue la primera vez en cuatro años y nueve meses en los que sintió que estaba vivo.
¿Tanto tiempo llevaba muerto? ¿Quedaba algo dentro de él que pudiese descomponerse?
Alguien llamó a la puerta. Había discutido con el servicio horas atrás, cuando habían llegado. Tal vez ya era la hora de irse y por eso llamaban. No contestó, solo se quedó ahí, tumbado sobre la alfombra en el centro de su despacho, con sus pupilas sobre los restos de la catástrofe que habían dejado los dos cuerpos inertes que se habían reencontrado en el caos para volver a la vida.
Se llevó una mano a la boca y acarició sus labios heridos por los besos que habían convertido su sangre en lava. Otra lágrima se le escapó pensando, contra su propia voluntad, que tal vez nunca volvería a sentir su piel arder bajo las garras del chico que había traído tormentas a su casa.
Quien quiera que estuviera en la puerta persistió en sus intentos de entrar y Jisung gruñó con enfado. No quería ver a nadie, no quería tener que enfrentar a nadie. No quería explicar al personal de servicio que estaba llorando en ropa interior desde la noche anterior.
—Jisung... Soy yo...
Su corazón bramó en su pecho marcado con los dientes de un hombre al que no creía que fuese a volver a ver. La voz tras la puerta sonó como cuando un cristal se rompe en mil pedazos y pensó que, tal vez, lo que se estaba rompiendo era él.
—Ábreme la puerta, yeobo... —insistió Soobin tras la madera y la culpabilidad y la vergüenza lo golpearon como una maza de demolición.
Buscó con la mirada algo que ponerse, pero no había nada allí. Se arrastró pobremente, como el gusano traidor e infiel que era hasta la puerta y su cabeza dolió con fuerza cuando se incorporó apoyando la frente en la superficie que les separaba.
—Tokki... — susurró impotente.
—Por favor... Abre la puerta, Jisung.
—No quiero que me veas —confesó.
—El servicio se ha ido... Les pedí que se marcharan. Estamos solos ahora, déjame entrar...
—No puedo... —gimió cuando las lágrimas volvieron a sus ojos. Se tapó la cara con la mano tratando de contener los sonidos del llanto mientras sus ojos cansados se descargaban sobre sus palmas—. No quiero que me veas...
—Jisung... Sé que ha estado aquí... —dijo el chico tras la puerta y él lloró más, avergonzado porque supiera la verdad—. Necesitamos hablar, por favor, ábreme la puerta. Me quedaré aquí hasta que me abras, me da igual si es todo el día, me da igual si tengo que estar aquí hasta la semana que viene... Pero tienes que abrirme, Jisung.
Se sintió aún peor. Agarró una colcha que había sobre el sofá y se envolvió, avergonzado de mostrar su indigna desnudez ante el hombre más digno que había conocido nunca. Sus manos temblaron cuando las acercó al picaporte. Quitó el pestillo, asegurando la colcha sobre sus hombros y abrió lentamente.
No se atrevió a levantar la cabeza, pero vio los calcetines negros de Soobin y el pantalón vaquero. Ninguno se movió del lugar durante mucho rato. Jisung imaginó que estaba comprobando la hecatombe detrás de él.
—¿Has comido algo? —preguntó muy suavemente.
—No, pero no tengo hambre —contestó con sinceridad, aguantando las ganas de lanzarse contra sus brazos y pedirle perdón por sus pecados.
Pero no lo iba a hacer, no lo haría porque era malditamente injusto. Jisung nunca podría amar a Soobin como él se merecía. No eran correctos el uno para el otro. Soobin estaba destinado a encontrar a alguien que pudiese dar por él lo mismo que él daba a los demás. Y Han no era esa persona.
En cambio, era el hijo de puta que seguía sintiendo los estragos de la polla de Minho en su cuerpo. Era la persona que había llorado vergonzosamente porque quería despertar al lado de Lee.
—Solo... —La voz grave se quebró y Jisung levantó la cabeza para encontrarse con un Soobin que lo perseguiría por el resto de su vida—... Dios, Jisung...
Los ojos del conejito estaban rojos y su boca apretada en un puchero triste. Mierda, le había hecho tanto daño, había roto en millones de pedazos al único ser humano que no lo merecía en el mundo entero.
—Yo... Siento todo esto... Siento... —El sollozo se le atascó en la garganta y volvió a bajar la cabeza—... Siento haberte hecho esto...
—Lo sé. Sé que lo sientes...Cuando venía para aquí pensé que podría enfrentarme a ti... Pensé que iba a poder hablar contigo de forma adulta... Pensé que no me iba a doler tanto... —Respiró hondo y movió un poco los pies, incómodamente—. Ya estaba preparado, llevo mucho tiempo sabiendo que había alguien más... Y ayer, cuando ese hombre apareció ante mí, simplemente todo cobró sentido...
—Soobin... yo...
—No, por favor, déjame hablar porque no sé si voy a poder decirte todo lo que quiero decirte sin echarme a llorar... —Jisung agarró con más fuerza la colcha sobre sus hombros y se mordió el labio inferior—. Ya me gustabas antes de que mi padre nos presentara... Y cuando te conocí, cuando accediste a salir conmigo, era consciente de que tú no sentías lo mismo por mí que yo por ti... Siempre lo he sabido. Y, joder, ojalá eso hubiese hecho que te quisiera menos... Me hubiera gustado poder quererte algo menos... Pero no pude. Y eso es una mierda, ¿sabes?
Soobin se secó una lágrima con el dorso de la mano y sonrió tristemente. Una de las manos salió de la manta con intención de acercarse a él, pero el chico se apartó un poco y Jisung entendió que, ahora mismo, el cuerpo de Soobin era un lugar prohibido para él.
—Cuando ayer estaba en el jardín de Changbin hyung y él llegó lo entendí todo. Joder, el cabrón es guapo —continuó, su voz entre la risa y el llanto—. La, hmm, vehemencia con la que habló daba miedo. Yo... hablé por ti, le dije que protegerías a su hermano, que Changbin, tú y yo lo haríamos. Y entonces ese enorme hombre terroríficamente agresivo se convirtió en un niño perdido cuando dijo que tú le odiabas... Joder, fue como si toda su rabia se hubiese drenado... Entiendo que lo que habéis vivido es distinto a lo nuestro... Entiendo que yo no tenía espacio en tu corazón porque estaba ocupado por él...
—Tú si has tenido espacio en mi corazón, tokki...
—Pero no es el mismo espacio que tiene él. Ni lo será nunca... —Hizo una pausa respirando entrecortado—. ¿Sabes lo más jodido? Que estoy tan malditamente enamorado de ti que si me pidieras que me quedara, que quieres intentarlo conmigo, estaría dispuesto a ignorar que esta habitación está destrozada porque él estuvo aquí anoche —Jisung sorbió por la nariz mientras las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas—. Soy tan gilipollas que haría como que no tienes el cuerpo lleno de marcas. Lo obviaría todo por volver a escucharte llamarme tokki. Por volver a besarte en los labios que tienen heridas que él te hizo.
—Soobin...
—Ni se te ocurra decir nada. No me pidas perdón, Jisung. No me digas que lo sientes. Por favor, no lo hagas porque estaría listo para arrodillarme y darte un maldito anillo en cuanto terminases la frase —Sintió una opresión aguda en el pecho—. Ten piedad de mí... Te lo he dicho porque es la verdad, pero ten puta misericordia y déjame irme con la poca dignidad que me queda.
Jisung asintió bajando la cabeza. No podía decirle nada, no había ni una sola palabra en ningún idioma que él conociera que pudiese aplacar la tristeza del hombre ante él.
—Solo quería decirte todo esto... Quería decirte que... Joder, esto es una mierda... Pero imagino que también lo han sido para ti estos años lejos de él... Espero, de corazón, que puedas ser feliz, Jisung. Nunca he visto a alguien tan triste como tú y de verdad quiero que Lee Minho pueda dártelo...
—Eso no... Eso no va a pasar. Minho y yo, no va a pasar.
—Dios, Jisung, no seas ingenuo —gimió llevando la mano a su hombro cubierto—. Va a pasar, yeobo, igual que ha pasado, volverá a pasar... Solo... trata de empezar a perdonar, Jisung. Estás haciendo sufrir a la gente que te quiere, estás haciendo sufrir a Changbin hyung, a Felix... a Lee Minho...
—Por favor, tokki... —susurró dando un pequeño paso hacia delante para acercarse, pero Soobin le alejó firmemente con su mano aún en el hombro.
—No, Jisung. Yo estaré bien, en algún momento estaré bien. Pero tú llevas demasiado tiempo mal... Trata de mejorar. Intenta hacer un espacio mejor para las personas que están a tu alrededor.
—Lo siento, tanto, Soobin... Siento no haber sido lo que merecías... Siento no haberte querido como merecías...
—Ya te lo dije, entré como un kamikaze. Y aunque sabía que ya había alguien viviendo aquí —puso la palma de su mano sobre el corazón de Jisung—, en el fondo tenía la esperanza de que podría hacerme un hueco... Gracias por estos meses, yeobo. Espero que todo mejore para ti ahora y que en el futuro podamos mirarnos sin sentir tristeza ni vergüenza.
Se apartó un paso más de él e hizo una reverencia con la cara surcada por las lágrimas antes de caminar por el pasillo hasta la entrada, ponerse los zapatos y salir sin volverse para mirarle ni una vez más.
Jisung salió del despacho destrozado con los pies arrastrándose por el parqué. Entró en la cocina y agarró una botella de vodka. La abrió y dio un trago directamente. Seguía llorando y tenía la extraña certeza de que seguiría haciéndolo mucho tiempo más.
Volvió a la habitación que era como la escena de un crimen y se dejó caer en la alfombra. Dio unos cuantos tragos más antes de arrebolarse en la colcha y tumbarse.
¿Cómo he podido hacer algo así?
Jisung siguió bebiendo y llorando. Parecía que su destino sería siempre abrir las ventanas en los días de tormenta. Al final, el gato callejero había vuelto para expulsar de su casa a tokki.
Se secó la cara con la colcha mientras el alcohol subía a su cabeza de nuevo. El conejito ya no iba a volver, porque él mismo le había empujado fuera. Soobin se había marchado y se llevó con él los parterres de felicidad que había ido plantandoa su alrededor. Y se secó toda la marea suave que había erosionado lentamente las paredes gruesas de su corazón.
Se dio cuenta de que, en realidad, ya no quedaban muros por erosionar, que ya no había un agujero negro con la forma de Minho.
🎶Banda sonora: Light up- Isak Danielson 🎶 (Sí, este capítulo tiene dos canciones)
Lunes 29 de marzo.
—Polluelo... —susurró acercándose al sillón de una plaza en el que Felix llevaba sentado toda la tarde.
El chico levantó la cabeza del libro que sabía que no estaba leyendo, llevaba más de una hora en la misma página. Los ojos seguían hinchados y tenía la nariz roja de tanto sonarse. Se arrodilló junto al sillón y apoyó la mano en la pierna.
—Soobin me ha mandado un mensaje, dice que Jisung está mal, que me necesita...
—¿Le ha pasado algo? ¿Es grave? —preguntó enderezando la espalda nervioso.
—No, creo que... creo que él y Soobin han terminado.
—¿Qué? ¿Por qué? —Felix hizo una cara triste y Changbin le acarició suavemente la mejilla.
—No lo sé, pero creo que debería ir a verlo. ¿Puedes quedarte solo?
—Sí, sí, claro que sí —contestó dándole un beso suave en los labios—. Quédate con él esta noche, ¿vale? Aunque no te lo pida. Incluso si te echa, no le hagas caso y quédate.
Changbin sonrió y asintió. Lo besó de nuevo, saboreando los labios carnosos entre los suyos, antes de levantarse y salir de la casa. Fue a pie hasta casa de Jisung, pensando en las infinitas razones que podría tener el chico para dejar a Soobin, porque no le cabía duda, Han había dejado a Soobin.
Llamó al timbre cuando estuvo en la puerta, pero nadie abrió. Cuando llevaba cinco minutos fuera y empezaba a preocuparse, sacó la llave que llevaba en el bolsillo del vaquero y atravesó la verja exterior encaminándose a la puerta delantera.
Tampoco contestó allí, así que tecleó el código de seguridad y entró en la casa. Todo estaba en silencio y se puso más nervioso.
—¡Quokka! —llamó en voz alta—. ¡Quokka, soy yo! Voy a entrar.
Atravesó el salón principal y fue por el pasillo hasta el estudio. Y lo encontró.
Maldición, Jisung, ¿qué ha pasado aquí?
La habitación era un desastre.
Y también estaba él, hecho una bola en la alfombra, con sus piernas delgadas saliendo de una colcha con la que cubría su cuerpo. Había una botella de whisky vacía y una de vodka a medias junto al cuerpo.
Le sacudió un poco del hombro, agachándose a su lado y el chico respondió con un gruñido.
—Quokka, vamos a la ducha.
—¿Qué haces aquí? —preguntó adormilado.
—A la ducha, Jisung.
El chico se incorporó lentamente y se talló los ojos hinchados. La colcha que llevaba sobre los hombros cayó y Changbin se sonrojó cuando vio las marcas moradas en su pecho y en su cuello. ¿Qué había pasado antes de que Soobin se fuera?
Se levantó y le tendió una mano para ayudarlo. Cuando estuvo de pie se tambaleó un poco, así que no lo soltó. Lo acompañó escaleras arriba y lo dirigió, como un niño pequeño, hasta el baño.
—Voy a preparar algo de comer, vuelvo en un rato. —Cerró la puerta tras él y respiró hondo mirando a la habitación.
La cama estaba deshecha y había un bote de lubricante entre las sábanas revueltas. El teléfono móvil de Jisung estaba en el suelo junto a la cómoda. Cuando lo recogió se dio cuenta de que estaba apagado y que la pantalla estaba rota. Lo dejó sobre el mueble y salió de allí preguntándose por décima vez qué diablos había ocurrido en esa casa.
Changbin nunca había visto a Jisung así, pero él le había contado sobre su forma de... enfrentar los recuerdos. Sin embargo, ahora estaba mejor, o eso creía. No entendía por qué Soobin le había mandado aquí para que encontrara ese despojo de su hermano.
El cuerpo de Jisung tenía marcas en el pecho y en el cuello y él era consciente de cómo se hacían esas marcas. Los dientes impresos en la piel eran inconfundibles. Por un momento su corazón se apretó. ¿Le habría hecho daño Soobin? Lo dudaba profundamente, él no era ese tipo de chico.
En la cocina, hizo café y preparó un sándwich. Lo sirvió en una bandeja y puso también una botella de agua. Subió las escaleras de nuevo y se dio cuenta de que el grifo seguía sonando. Dejando su carga sobre la mesilla, llamó a la puerta del servicio pero no hubo respuesta.
—Jisung, ¿estás bien? —Nadie contestó y Changbin empezó a impacientarse—. Quokka, si no contestas voy a entrar al baño.
Apretó el picaporte rezando por no encontrarse con un maldito cadáver cuando abriese la puerta. Cuando se asomó dentro, se dio cuenta de que, aunque estaba vivo, no quedaba nada dentro de aquel cuerpo que lloraba con la cabeza contra las rodillas en una esquina de la cabina de la ducha.
El agua caía sobre él y había entrado al cubículo con el pantalón corto que llevaba puesto. El corazón de Changbin sangró. Se acercó y abrió la mampara de cristal. Apagó el agua que salía helada, mojando su ropa, y se agachó junto a él.
—Quokka, ¿qué ha pasado? —preguntó en un susurro acariciando la cabeza del chico.
Escuchó el hipido y como sorbía por la nariz antes de sentarse junto a él y tirar de su cuerpo para subirlo sobre su regazo. Changbin no estaba cómodo, ellos no se tocaban, eso era algo de Felix, el polluelo era el que tenía contacto físico con todo el mundo. Sin embargo, abrazar esos huesos que tiritaban era la única forma que encontró de acercarlo un poco más a su corazón.
—Jisung... —llamó, apretándolo contra él mientras el chico lloraba hecho una bola sobre sus rodillas—. Tienes que decirme qué está pasando... Soobin... ¿Él te hizo daño? — preguntó rezando por que dijese que no.
Han negó con vehemencia y levantó la cabeza de sus rodillas. Lo miró un segundo y su labio inferior volvió a temblar en un puchero antes de ponerse a llorar de nuevo con hipidos agobiados.
—¿Quién te ha hecho esto? —Seo estaba entonando plegarias en su cabeza para que le dijera un nombre porque pensaba despellejar hasta la muerte a quién quiera que le hubiese dañado tan gravemente .
—Yo... —contestó el chico en voz baja—. He sido yo el que ha hecho esto...
Sacudió la cabeza confundido. Jisung se apoyó en su hombro y lo abrazó con más fuerza. Tenía la piel fría y todavía temblaba. Se preguntó cómo demonios podría traerlo de vuelta de donde sea que estuviese en ese momento.
Felix, ¿cómo puedo ayudarlo?
Seguramente él sabría qué hacer, sabría qué decir para que se sintiese mejor. Los brazos de Lix eran más cálidos y su cuerpo se sentía como una muralla indestructible cuando estaba cerca.
—Jisung... ¿quieres que llame a Felix?
—No, no, por favor... —rogó el chico escondiendo la cara contra su cuello.
La desesperación en su voz fue como si le abrieran las entrañas. Pensó que ese momento le recordaba al día en que volvieron a reunirse los tres; le parecía que era igual a ese Jisung dolido que los insultó.
La revelación llegó a su cerebro como una luz encendiéndose en una habitación oscura. Apretó las manos y lo ciñó más a su pecho mientras el chico calmaba poco a poco su llanto. Estaba helado, se iba a resfriar, lo harían los dos si no salía de allí.
Dejó a Jisung en el suelo de la ducha y él lo miró. Se levantó con la ropa chorreando y lo aupó en brazos con facilidad, aparentemente Quokka tampoco comía lo suficiente. Salió del cubículo y lo sentó sobre el retrete cerrado. Lo envolvió en una toalla mullida y grande y sacó otra para él.
Salió del baño y, sin pedir permiso, rebuscó en los cajones encontrando ropa interior para Jisung, un pantalón de deporte gris y una camiseta. Se lo llevó y el chico seguía con la mirada fija en la ducha.
—Tomaré prestada algo de ropa, ¿de acuerdo? —Recibió un asentimiento suave como respuesta—. Vístete mientras lo hago yo. Te doy dos minutos.
En la habitación, se vistió con la ropa más holgada de Jisung.
Empujó la puerta que había dejado entreabierta y se encontró con Han subiéndose el pantalón. Pasó la camiseta por su cabeza y se miró al espejo. Changbin pudo ver el vacío extraño en el reflejo, como si dentro de él no quedase nada. Lo sacó del baño.
Sentó al chico en una otomana a un lado de la habitación y le llevó la bandeja apoyándola en una mesita redonda. Le pasó el café que estaba frío y él lo bebió obedientemente y en silencio. Se comió medio sándwich y se bebió la botella de agua completa antes de apartar la bandeja y levantarse.
Salió de la habitación sin decir una palabra y lo siguió. Entró en otro dormitorio algo más pequeño pero igualmente completo y se dejó caer en la cama pesadamente, de espaldas a él. Changbin se tumbó a su lado boca arriba.
—Fue Minho, ¿verdad? —preguntó Seo y el otro empezó a llorar otra vez. Lo atrajo contra su pecho al instante, abrazándolo con fuerza—. ¿Fue en contra de tu voluntad? Puedes decírmelo, Quokka, nos encargaremos de arreglarlo... Sabes que estoy de tu lado...
—No... No fue nada de eso... —contestó en un sollozo—. Ese es el problema, Changbin, que yo quería... Y ahora le he roto el corazón a Soobin. No paro de arruinar todo lo que tengo alrededor... No paro de hacerle daño a la gente a la que quiero... Dios mío, Changbin, Soobin se ha marchado... —Jisung escondió la cara bajo su barbilla, llorando—. Minho entró aquí anoche... Entró igual que cuando le conocí, cuando intentaste alejarme de él. Joder... Es como un puto tifón, es imposible escapar de él...
—Quokka...
—Lo odio, Changbin, lo odio tantísimo porque no puedo resistirme a él...
Seo sabía que Jisung seguía enamorado de Minho, siempre lo había sabido. La traición de esos chicos, lo que habían hecho, le había dejado tan dañado que era incapaz de tener relaciones normales. Pero la realidad era que se atraían como dos fuerzas magnéticas. El problema era que cuando se juntaban, todo saltaba por los aires.
Y, tristemente, siempre acababan haciendo daño a gente a su alrededor. Changbin había sido víctima de ese maremoto que era el amor crudo de Minho y Jisung; Felix, en cierta manera, también lo fue. Ahora esos dos hombres que se querían de una manera tan impetuosa habían golpeado a Soobin hasta tirarlo fuera de la escena.
—¿Sabes qué me dijo Soobin? —murmuró contra la camiseta prestada—. Que si le pedía que lo intentásemos se quedaría.
—¿Lo hiciste?
—No. Porque después me rogó que no lo hiciera, que le dejara marcharse con algo de dignidad... Me lo dijo en la puerta del despacho, con los putos estragos de haber follado con ese tipo a mi espalda. Hablé con él con el cuerpo lleno de marcas y lo único que quería era morirme...
—Jisung, puede que aún puedas recuperarlo si es lo que quieres —dijo, acariciando el pelo húmedo.
—El problema es que no quiero. Lo jodido de toda esta mierda es que no me arrepiento de haber follado con él... Solo me arrepiento de que Soobin estuviese en medio de toda esta guerra.
—Todos hacemos daño sin darnos cuenta, Quokka, todos hacemos cosas mal...
—Pero Soobin no hizo nada más que quererme desinteresadamente. Me dijo que lo sabía, que siempre había sabido que había alguien más... Dios santo, me deseó felicidad. Insistió en que lo dejara hacerme feliz... ¿Cómo alguien así puede hacer algo mal?
—Supongo que eso es lo que hizo mal... Enamorarse sabiendo que en tu corazón había alguien más...
—Pero yo no lo quiero, Changbin, yo no quiero quererlo. No quiero que me complique la vida otra vez y Lee Minho es una maldita fuente de problemas infinita. No puedo hacerlo otra vez —Su voz se rompió y sus manos tiraron de la camiseta de Seo en dos puños—. No puedo dejarle entrar de nuevo y que vuelva a tirarme en un zulo bajo tierra...
Changbin apretó la boca conteniendo las lágrimas. Sus palmas se abrieron sobre la espalda y la parte posterior de la cabeza de Jisung haciendo círculos suaves para tratar de consolarlo.
—Siempre lo arruino todo, Changbin. Siempre. No puedo parar de joder todo a mi alrededor... Nos jodí la vida cuando no te escuché... Nos jodí la vida cuando traje a Felix a nuestra familia... Nos jodí la vida abriéndole la puerta ayer...
—Jisung, no hiciste mal trayendo a Felix —dijo suspirando—. No tuvimos un buen comienzo, pero confío ciegamente en que tendré un futuro con él... Y todo fue gracias a ti... Ese chico es la mejor cosa que he tenido nunca... Puede que no lo entiendas, que todavía no seas capaz de verlo, pero Felix te salvó igual que me salvó a mí. Ellos nos salvaron, Quokka...
—No, ellos me tiraron en aquel sótano...
—Ellos te sacaron de aquel sótano —interrumpió duramente—. Ellos arriesgaron su vida para sacarte de allí y llevan cinco años malviviendo. Llevan toda su vida malviviendo... Y sé que tú no tienes la culpa de su desgracia, no tienes la culpa de que el destino los haya tratado mal. Soy jodidamente consciente de que cometieron un montón de crímenes. Pero quieren redimirse, merecen el perdón que están buscando, Jisung.
»Puede que no lo veas ahora, puede que nunca lo veas, pero en el mundo de Minho y Felix nunca ha habido nada tan importante como para tratar de cambiar, hasta nosotros. Ellos lo hicieron por nosotros, por los dos —Su hermano seguía en silencio, así que decidió que era un buen momento para decir todo lo que guardaba en su corazón desde hacía tanto tiempo—. Sé que cometieron errores, pero tú también los has cometido. Yo lo he hecho. Yo te mentí, trabajé para tu padre, conocía sus asuntos turbios y no te lo dije. Y me perdonaste.
—Porque eres mi hermano, porque te quiero, Changbin, y sé que nunca harías nada para dañarme intencionalmente.
—¿No puedes pensar lo mismo de ellos ahora? ¿No puedes plantearte que, tal vez, solo están aquí para tratar de retomar una vida que abandonaron para salvarnos?
—No puedo confiar en ellos.
—¿Entonces no vas a acompañarme cuando me case con Felix? ¿No vas a formar parte de mi vida? Vas a apartarme porque crees que estoy cometiendo un error, ¿no es así? ¿O simplemente vas a odiarlo en silencio y vas a esperar que falle para saltar sobre él como un perro rabioso y destrozarle?
—Changbin, yo no he dicho eso...
—No, pero es lo que insinúas. Estás tan seguro de que van a volver a hacernos daño que estás en contra de la cosa que más feliz me ha hecho nunca. Estás tan cerrado al perdón que estás haciéndonos daño a todos —Jisung lloró con fuerza sobre su pecho y Changbin se sintió culpable. Apretó la boca y su voz se quebró un poco—. Te quiero, Quokka, eres mi hermano y te voy a amar siempre. Pero Felix es parte de mí. Y Minho es su hermano. Dios santo, es como si Felix nos obligase a separarnos a nosotros... ¿No lo has pensado nunca? ¿No has pensado jamás que Minho es realidad como yo?
—No digas eso —sollozó—. No te atrevas a decir eso.
—Pero es verdad, Jisung. Él renunció a todo y tomó decisiones equivocadas, pero lo hizo para proteger a su hermano pequeño, igual que hice yo en el pasado. Yo también cometí errores y renuncié a mi vida para protegerte a ti... Felix ha sido la primera cosa que ha sido mía, la primera, Quokka... ¿Sabes lo que significa eso? ¿Sabes lo que es no tener identidad durante más de veinte años y de repente encontrarte a ti mismo gracias a alguien? ¿Sabes lo duro que fue estar desesperado por encontrarte y a la vez pensar que, por primera vez, alguien me había elegido primero a mí?
—Yo siempre te he elegido a ti, Changbin, siempre te voy a escoger. —El chico separó la cabeza para mirarlo a los ojos.
—Eso no es verdad, Jisung... Pero no pasa nada, lo entiendo —contestó con una sonrisa resignada—. Felix llegó a mi vida y me dio una identidad. Me dio poder para escapar de Keunabeoji-nim, me dio la maldita fuerza que necesitaba para decirte la verdad. Felix me dijo que la familia no pone a los demás ante las balas. Me hizo darme cuenta de que tu padre me usaba y que mi única familia de verdad eras tú... —Una lágrima cayó a la almohada y se mordió los labios para contenerse—. Necesito que lo quieras, necesito que lo aceptes, necesito que los perdones a los dos. Necesito que tú también te encuentres, Jisung. Porque llevas demasiados años perdido y ya no sé dónde más buscarte.
Y por fin lloró. Las manos de Jisung estaban sobre sus mejillas mientras las lágrimas salían de sus ojos. Lloró porque de verdad quería que fuese feliz. Porque quería ser feliz con Felix. Porque quería que Soobin fuera feliz.
—Changbin... yo tampoco sé dónde estoy...
—Pero sabes por dónde puedes empezar... Joder, Quokka, quieres a Minho hyung. Deja de negarlo porque no haces más que andar más profundamente en ese bosque oscuro donde te escondiste... Y si sigues haciéndolo acabarás por no poder regresar nunca... Y te necesitamos.
—No soy bueno para nadie... No hago más que romper todo lo que toco...
—Entonces deja de hacerlo. Deja de tratar de pelear contra lo que te hace feliz. Deja de alejar a Felix de tu lado cuando sabes que quieres tenerlo cerca. Deja de despreciar los intentos de Minho por darnos una oportunidad a todos... Está volviendo a arriesgar su vida por nosotros, está jugándosela para que Park Dongyoon no salga nunca más de la cárcel, para que nunca pueda hacernos daño de nuevo...
Se quedaron en silencio mucho rato, con la mano de Changbin acariciando su cabeza suavemente y la respiración de Jisung, entrecortada por el llanto, golpeando contra su pecho.
Su corazón dolía todavía y la culpa de haber sido tan sincero le atenazaba el estómago. Pero al mismo tiempo, se sentía liberado. Se sentía profundamente libre.
—¿Qué pasa si el gato callejero vuelve a destrozarnos la casa, Changbin? —preguntó el chico en voz baja.
—No lo hará, Quokka. Minho ha vuelto para levantar paredes que nos protejan, no para demolerlas —contestó con una fe ciega en un hombre que, objetivamente, no la merecía.
—Pero, ¿qué pasa si lo hace?
—Volveremos a reconstruirla, Jisung. Somos buenos en eso... No podemos evitar que nos rompan, pero nos tenemos el uno al otro para remendarnos. Tenemos a Felix para que lo haga...
Probablemente Minho no se había ganado su confianza, pero Changbin sabía que el amor que sentía por los dos hombres más importantes de su vida era tan intenso como para arriesgar su vida. Y eso era suficiente. Estaba dispuesto a morir por Felix y Jisung de la misma forma que él lo hacía, así que era el aval correcto para que Changbin apostase por él todas las veces que lo necesitase.
—Crees... ¿Crees de verdad que podré volver?
—Tengo que creerlo, Jisung. Sé que puedes encontrarte, y nosotros estaremos esperándote hasta que vuelvas.
—Te quiero, Changbin...
—Yo también te quiero, Quokka.
El joven maestro se quedó dormido entre sus brazos entre hipidos de llanto y Changbin apoyó la barbilla contra la cabeza del chico protegiéndolo de las inclemencias del mundo.
Antes de que a él también le venciera el sueño, se dio cuenta de que era la primera vez en su vida que compartía una cama con Jisung estando a solas.
***
2/2
Llegó la destrucción de corazones, navegantes.
Pido perdón por hacerle esto a Soobin, pero diré que lo hice porque odio leer historias en las que el "otro" es malo con el prota. Yo quiero cosas reales, quiero gente buena a la que le pasan cosas malas, gente buena que hace cosas malas, gente que pueda redimirse, que pueda sufrir y luego ser feliz. Por eso Soobin es una green flag y por eso Jisung nunca se lo ha merecido.
¡Nos vemos en el infierno!
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