24. Gato callejero🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

☢️#AvisoDeToxicidad: Este es, probablemente, el capítulo más tóxico, destructivo y absolutamente frustrante que he escrito nunca. Y también es de mis favoritos. Léanlo con ojos de amor y el corazón abierto. Y #NoMeFunen

🎶Banda sonora: Favourite crime - Olivia Rodrigo 🎶

Domingo 28 de marzo.

Sus zapatillas golpeaban el pavimento. Estaba cometiendo uno de los peores errores de su vida. De hecho, era muy probable que acabase en una comisaría de policía. O muerto.

Y sin embargo, seguía corriendo, de camino a joder todo por lo que había peleado tan fervientemente. No podía pensar en otra cosa que en reducir la distancia que lo separaba de ese desatino.

Minho tenía una memoria prodigiosa. Por ejemplo, se acordaba del día en que encontró a Felix llorando en la habitación que los tres compartían porque unos niños mayores se metían con él por ser pequeño y delicado. También recordaba la paliza que les dio al salir del colegio al que él también asistía.

Tenía en su cerebro guardadas un montón de cosas. Como la sonrisa brillante de Choi Soobin cuando miraba a Jisung en las fotos. O la mano que colocó en la espalda baja del príncipe, ese lugar que Minho quería que fuera solo suyo.

Sabía que iba a recordar para siempre la forma en la que los brazos de Choi habían envuelto a Felix para protegerlo de él. De Lee Minho. De la persona que había jurado jamás hacerle daño.

Aquel chico alto y tierno había peleado para evitar que se llevase a Felix. Había osado interponerse entre su ira ciega y el pequeño ser humano que era todo por lo que había vivido. Y su hermano lo había preferido.

Mierda, tenía razón. Choi Soobin era un hijo de puta afortunado que podía cuidar de Yongbok mejor de lo que él iba a hacerlo nunca. La alternativa a su vida de lujo era un apartamento de 15 metros cuadrados en Japón y huir para siempre.

Y era exactamente la misma razón por la que Jisung había preferido al chico de la sonrisa radiante. La misma por la que lo había llamado cuando lo vio a través del cristal de su estudio. Porque Choi Soobin era una roca sólida, mientras que Minho era una tormenta.

Donde el chaebol ofrecía cimientos y futuro; él solo tenía lluvia y cicatrices.

Frenó sus pasos, respirando entrecortadamente frente a la valla exterior de la mansión donde no debería estar. Estuvo a punto de correr en la dirección contraria, volver a aquella casa y decirle a Felix que no podía elegir a aquellos hombres, porque él siempre lo eligió. Minho siempre elegiría a Yongbok, daba igual lo que costase, siempre sería su prioridad.

Puso su mano sobre la puerta metálica por la que no debería pasar y se impulsó de un salto impetuoso, trepando para caer al otro lado. Quiso destrozar ese jardín delantero que era como un recordatorio de todo lo que nunca tendría para dar. Todo lo que tokki sí podía entregar.

Caminó con una determinación que no sentía hasta la puerta de la mansión y la miró respirando hondo. Minho no tenía nada. No le quedaba nada que perder. Dio con sus nudillos en la madera con fuerza mientras tocaba el timbre con la otra mano.

Pasaron algunos segundos antes de que escuchase una voz. Su corazón se aceleró y sintió la anticipación en la boca del estómago. Ya no le quedaba nada que perder más que su vida y, si moría, quería verlo por última vez.

La puerta se abrió y se encontró de frente con el hombre de sus sueños, del que recordaba hasta el lunar más pequeño y oculto. El chico tenía una mirada aterrada y respiraba apresurado mientras su boca se abría de par en par. Ante él, Jisung palideció llevándose una mano al pecho y trató de empujar para cerrarle la puerta en la cara, pero él lo impidió.

Como no tenía nada que perder, pensó que solo podía ganar.

Jisung dio dos pasos hacia atrás, alejándose, y Minho cerró la puerta tras entrar en la casa. La ira cruda que había sentido, la tristeza, la soledad; todo se esfumó cuando sintió el tenue aroma del perfume del príncipe llegar a su nariz. Y no lo dejó escapar.

Agarró su muñeca con fuerza y tiró de él hasta su pecho, sintiendo las formas duras de sus músculos y sus huesos encajar contra él. Su mano izquierda estaba en su nuca medio segundo después y le acercó a sus labios estrellándose contra la carne rosada de Han.

Recibió el primer golpe en el pectoral cuando trató de apartarlo y Minho utilizó un poco de su fuerza para empujar al hombre contra la pared del recibidor.

Enganchó entre sus dedos las muñecas de Jisung y las sujetó sobre su cabeza con una sola mano. Se revolvió tratando de huir, pero sus labios volvieron a unirse y Minho no se había sentido más lleno que cuando lo escuchó gemir contra su boca.

Su cuerpo delgado y masculino se sintió correcto contra él. Su beso unilateral se tornó de pronto desesperado. Quería que correspondiera, quería que dejase de intentar escapar. Quería volver a tenerlo porque ya no tenía nada.

Los incisivos se clavaron sobre su labio inferior y Minho se apartó sobresaltado. Se miraron por lo que pareció una eternidad, con las respiraciones entrecortadas. Sentía su piel quemando por tocarlo, su boca salivando por besarlo. Quería consumir a ese hombre hasta que no quedase nada más que polvo de ellos dos.

—¿Eres real? —La pregunta sonó tan baja que si no hubiese estado a escasos centímetros de su cara no la hubiese escuchado.

La voz encendió una hoguera dentro de su cuerpo.

Se estrelló de nuevo contra su boca y, esta vez, su mano libre fue directa hasta el lugar al que pertenecía, en la zona lumbar del príncipe, metiéndose bajo la camiseta negra. La piel cálida y suave se erizó con su toque.

Los labios de Jisung se abrieron para responder al beso desesperado y Minho sintió como si hubiese echado un barril de gasolina en el fuego que ardía en sus venas. Sus lenguas se encontraron y ambos gimieron sonoramente.

Joder, ni sus fantasías más recurrentes se acercaban a lo que estaba ocurriendo en ese momento. Molió su bulto contra el ajeno y escuchó el jadeo ahogado del hombre al que no quería dejar de besar jamás.

Las manos de Han, que mantenía sujetas sobre la cabeza, se movieron y Minho las soltó porque necesitaba tocar, necesitaba sentir a Jisung. Su zurda bajó desde la espalda a sus nalgas y la derecha, ahora libre, se colocó en la nuca del hombre que lo besaba hambriento.

Sintió los dedos de Han enredándose en su pelo tirando con fuerza, abriendo más la boca. Mordió sus labios, los chupó, exploró su cavidad con la lengua caliente mientras controlaba el beso que no había querido. Minho apretó las nalgas ajenas, elevando el cuerpo para que se apoyara sobre su entrepierna dolorida.

Las bocas ávidas intercambiaron saliva vulgarmente, con el sonido chasqueante mezclado con los ruidos de placer de ambos. El cerebro de Minho trataba de encontrar algo de lógica a lo que estaba haciendo, al error que estaba cometiendo, pero lo único en lo que podía pensar ahora mismo era en ese hombre que se restregaba contra él.

Repentinamente, Jisung tiró de su pelo con demasiada fuerza, separándolos. Un hilo de saliva les unió por unos segundos, hasta que el príncipe se relamió y lo apartó de un empujón. El puño dio contra su ojo un momento después y Minho dio dos pasos hacia dentro de la casa aturdido por el golpe.

Levantó la cabeza para mirarlo fijamente y decidió que estaba dispuesto a recibir todo lo que tuviera para darle, aunque solo fueran golpes a partir de ese instante. Porque el sabor del príncipe estaba todavía en sus papilas y era suficiente para que muriese feliz.

Han resollaba irregularmente ante él, observándolo como si estuviera viendo un fantasma.

El chico se acercó y él bajó los brazos esperando los golpes con resignación. Una bofetada cruzó su cara y gruñó por el picor en su mejilla. Jisung seguía ante él en shock, como si estuviera sorprendido de sus propias agallas. Y entonces su mano se enganchó a su nuca y lo volvió a besar.

Sus bocas se encontraron otra vez en una danza sucia en la que la saliva goteaba de las comisuras. Las manos de Jisung bajaron al borde de su sudadera y la levantó. Minho siguió el movimiento dejando que le quitara la parte superior, separándose solo lo suficiente para sacarla por su cabeza antes de volver a besarlo con hambre.

Sus lenguas luchaban por el control. Sus manos agarraron las nalgas turgentes del hombre mientras él clavaba sus uñas en sus hombros.

Joder, quería volar por los aires ahora mismo. Quería enterrarse en ese culo y follarlo hasta la inconsciencia, hasta que recordase que nunca debería haber dejado que la polla de otro estuviese en el lugar que consideraba suyo.

Jisung se apartó un poco y lo miró de arriba abajo. Sus dedos recorrieron el pecho de Minho y enviaron corrientes eléctricas a todos los nervios de su cuerpo. Su bulto clamaba por liberarse del confín de su ropa mientras las yemas bajaban hasta la pretina del pantalón y acariciaban allí.

Agarró su muñeca con fuerza y lo atrajo de nuevo contra él. Besó la mejilla, la mandíbula y el cuello pálido. Aspiró el olor intoxicante de la colonia cara y recordó que ese hombre era todo lo que nunca podría tener. Y aún así abrió su boca sobre la yugular y succionó la piel con fuerza. Jisung gimió, abandonado entre sus brazos y estuvo a punto de correrse con solo escucharlo.

Quería más, quería todo. Necesitaba tenerlo desnudo cuanto antes porque quería besar cada pliegue, cada curva y cada llano de aquel cuerpo que se estremeció cuando clavó los dientes en el tronco de su cuello.

Tironeó de la camiseta negra y se la sacó rápidamente por la cabeza. Admiró maravillado la extensión de piel bronceada y perfecta ante él. Sus manos más pálidas subieron por la cintura, y acarició su cintura estrecha, escuchando el suspiro del chico que apoyó su cabeza sobre el hombro de Minho.

Llevó las manos al pantalón deportivo corto que llevaba y lo bajó sin darle ninguna oportunidad de negarse o impedirlo. Su polla saltó libre y dura de su ropa interior y Minho cayó de rodillas ante él, con las manos colocadas en sus caderas.

Esta era la única cosa ante la que se arrodillaba felizmente. La entrepierna de Han Jisung era la única deidad a la que Minho quería adorar. Esa polla era el único dios al que rezaría por el resto de su vida.

La envolvió con sus dedos y escuchó el jadeo. La mano ajena estaba sobre su pelo de nuevo y, sin pensarlo ni un maldito segundo, metió en su boca aquel mástil duro y grueso con el que había fantaseado mientras se masturbaba durante años.

Minho tenía una memoria excelente y, por supuesto, nunca se olvidaría de la cara del hombre cuando su glande entró en su cavidad húmeda. No iba a quitarse de la cabeza como mordió su labio inferior cuando movió la lengua contra la hendidura sensible y como tembló cuando agarró sus bolas con un apretón suave.

Chupó como si le fuera la vida en ello. Como si de esa mamada dependiera el resto de su maldita existencia. Movió la cabeza sobre el eje saboreando las gotas amargas del líquido preseminal que chorreaba sobre su lengua.

Mierda, como había extrañado el sabor de Jisung. Como había echado de menos sus ruidosos gemidos y sus dedos haciendo una bola en su pelo para empujarse más profundamente en su boca. La punta tocó la úvula y la sacó tosiendo un poco. Estaba oxidado, pero su mano se movió sobre el tronco como se movía sobre el propio.

Escupió sobre la polla para facilitar el movimiento mientras sus labios volvían a envolver la punta rojiza y succionaba con un sonido chasqueante. Soltó sus bolas y agarró las caderas para anclarlo al lugar mientras rozaba apenas con los dientes el glande. Jisung se sobresaltó, corcoveando contra su boca y su mano para buscar más fricción.

Tiró de su pelo hacia atrás y lo obligó a mirarle. Minho lo observó fijamente mientras sus mejillas sonrojadas mostraban el placer que sentía. Quería seguir chupándosela, quería chupársela hasta que se corriese en su boca.

—Para, estoy cerca —se quejó en un susurro oscuro.

—¿Tan pronto, príncipe? —preguntó con una sonrisa traviesa.

Algo extraño pasó por sus ojos y se apartó de él aturdido. Minho se quedó allí un segundo, arrodillado en la entrada de esa mansión desconocida, mientras aquel hombre completamente desnudo se giraba dándole la espalda y se marchaba de allí andando hasta donde sabía que estaba el estudio.

Minho se quitó las zapatillas y los calcetines que todavía tenían manchas de tierra. Lo siguió, desabrochando sus vaqueros. Los dejó caer con su ropa interior en su camino. Cuando se asomó a la puerta por la que había entrado Jisung, lo encontró bebiendo whisky con una mano apoyada en el escritorio.

Su culo insolente estaba frente a él, desnudo, mientras Han terminaba el vaso de un trago y se servía otro. Caminó hasta él y rozó con las yemas de los dedos las caderas. El chico se sobresaltó un poco, pero no le apartó.

Minho colocó su polla a punto de explotar entre las nalgas redondas y se movió contra él. Han jadeó apoyando ambas manos en el escritorio y dejando caer la cabeza hacia delante. Depositó un beso suave entre los omóplatos y después otro más húmedo y hambriento sobre su nuca.

El cuello de Jisung se estiró y apoyó la cabeza en el hombro de Minho tras él. Su espalda se pegó contra su pecho mientras restregaba su eje en la hendidura de su trasero. Las manos acariciaron el pecho y agarró un pezón con una de ellas mientras su boca succionaba el cuello del chico.

Su otra mano bajó hasta la polla dura, aún húmeda por su propia saliva y lo masturbó sin separar los labios de donde sabía que habría una marca oscura y grande en unas horas. Se sintió asquerosamente orgulloso de eso. De repente lo único en lo que podía pensar era en marcar su cuerpo, en hacerlo tan visiblemente suyo que todo el mundo supiese que le pertenecía.

La piel ardiente seguía respondiendo a sus caricias como lo había hecho cinco años atrás. Seguía gimiendo con la misma voz grave cuando movía su dedo ásperamente por la punta sensible de la polla que apretaba. Jisung seguía usando el mismo perfume que le pidió que no cambiase y seguía deseándolo como él lo hacía.

Los dientes se clavaron otra vez en su cuello mientras su mano se meneaba sobre el eje palpitante del chico. Minho creyó que iba a enloquecer cuando las palmas de Han le acariciaron los brazos. El toque íntimo casi lo hizo llorar mientras la voz rota del hombre retumbaba en las paredes del estudio.

Su propia erección se sentía ardiendo, restregándose contra la carne suave de sus nalgas. Deseaba tan desesperadamente entrar en él que casi no podía pensar. Sus dedos tiraron del pezón, rodándolo con fuerza mientras le masturbaba más rápido.

—Dime si estás preparado —susurró en su oído—. Dime si quieres hacerlo, por favor.

El gemido grave pareció nacer en su pecho mientras movía el culo contra él. Era vagamente consciente de que necesitaba encontrar condones y lubricante en los próximos minutos, porque no creía que pudiese aguantar mucho más sin clavarse en ese agujero con el que había soñado por cinco años.

—Contéstame. —Pero no lo hizo.

La mano grande de Minho subió por su pecho y se envolvió en su cuello. Su pulgar acarició la nuez de Adán antes de utilizarlo para inclinar su cabeza para que lo mirara. Jisung tenía los ojos entrecerrados y oscurecidos, sus labios abiertos eran de color rosa intenso y brillaban con la saliva. Pensó en besarlo de nuevo, pero necesitaba una respuesta.

—Príncipe, ¿estás listo para esto? —volvió a preguntar frotando la polla entre las nalgas para que le entendiese.

—No me llames príncipe —contestó en voz baja asiendo la muñeca de Minho. Su expresión cambió a una de enfado que, en cierta manera, lo excitó.

—Dime si estás listo para que te folle porque si no lo estás te llevaré al baño y te prepararé yo mismo. Sea lo que sea voy a acabar con mi polla enterrada en tu culo hoy... Príncipe —advirtió apretando el agarre en su cuello para que lo mirase.

Los ojos oscuros se enfocaron y lo vio apretar los dientes con rabia. Minho mordisqueó el músculo tenso de la mandíbula del hombre y besó bajo su oreja. Jisung trató infructuosamente de contener un gemido de placer.

—Contesta de una vez o te llevo a la ducha ahora mismo —gruñó en su oreja mordiendo con fuerza el lóbulo.

—E... Estoy preparado —suspiró pesadamente.

—Buen chico —elogió mientras su mano se movía perezosamente sobre su polla dura—. Ahora dime dónde están los condones y el lubricante. —La mirada de Jisung vaciló. Cerró los ojos respirando hondo y Minho pensó que parecía tremendamente avergonzado.

—Están arriba... Está todo arriba, en la habitación...

—No te creo, príncipe, ese no es tu estilo... Dime donde está el bote de lubricante más cercano o te subiré sobre mi hombro y te cargaré hasta la habitación.

Las mejillas redondas de Jisung se colorearon. Minho sonrió dejando un beso suave sobre el cuello mientras acariciaba el glande enrojecido con su índice. Torturar al chico era un placer oscuro que lo encendía. Le encantaba la forma en la que Han buscaba la fricción de su mano sobre la polla para correrse, le gustaba negarle el orgasmo alargando la agonía.

—En el baño... En la puerta de la derecha...—contestó en un susurro.

Minho lo soltó y se separó de él. El cuerpo de Jisung se inclinó hacia delante apoyándose en el escritorio de nuevo, como si hubiese perdido la fuerza cuando se alejó. Lo agarró de la muñeca y tiró de él hasta la puerta de la habitación.

—Ve a por las cosas y vuelve aquí, por favor. —Lo empujó fuera con una nalgada y percibió otra vez cómo sus pómulos altos enrojecían.

El chico entró a una habitación y lo oyó trastear con algo. Salió unos segundos después y lo encontró de frente, apoyado en el marco de la puerta del estudio. La mirada pasó de sorprendida a enfadada y después vio cómo sus labios hacían un pequeño puchero.

Minho no le permitió seguir pensando. Se lanzó contra él y lo besó ansioso. Metió en su boca ese labio descarado que se abultaba y seguidamente, le saqueó con la lengua. Jisung gimió, destensándose, convirtiéndose en una masa moldeable en sus manos.

Su capacidad para recordar también implicaba que era absolutamente consciente de cómo y dónde debía tocar o besar para derretir a Han. El joven maestro seguía teniendo la piel igual de sensible.

Minho lo arrastró al estudio sin separarse de sus labios y lo apoyó sobre el borde del escritorio. Jisung dejó un bote de lubricante y una caja cerrada de preservativos sobre la superficie mientras él se apartaba para mirarlo.

Joder, ese hombre gloriosamente desnudo se apoyó en la madera blanca de la mesa echándose hacia atrás y él volvió a caer de rodillas ante él. Sus manos subieron por las piernas delgadas con la piel erizándose por su toque. Depositó un beso en su muslo derecho y después succionó con fuerza el izquierdo, cerca del pubis.

Escuchó el gemido de placer mientras Jisung abría las piernas ligeramente para darle acceso. Mierda, Minho no quería salir nunca de aquel lugar. Quería tener su boca para siempre sobre la piel cálida que sabía ligeramente salada por el sudor. Absorbió hasta asegurarse de que tendría otra marca ahí, en ese sitio tan privado.

Agarró el lubricante y se embadurnó los dedos de la mano derecha mientras lo miraba desde abajo. Jisung enganchó su pelo de nuevo con fuerza y le empujó contra su entrepierna, pero Minho sonrió ladino.

—¿Qué quieres, príncipe?

—Hazlo... —contestó.

—Si quieres algo tienes que pedirlo... ¿Qué quieres? —insistió, con su aliento chocando contra los centímetros de carne sensible que se alzaban ante él.

—Joder... Deja de jugar conmigo —gruñó tirando con fuerza. Sintió el picor en el cuero cabelludo y se le escapó un jadeo de placer indigno mientras su lengua rozaba el glande—. Chúpamela de una vez —ordenó.

Minho sonrió con sorna y dejó una franja de saliva desde la base a la punta de la polla. La metió en su boca de nuevo, escuchando los sonidos de Jisung sobre él. Chupó aquel eje llevándolo hasta la garganta, empujado por la mano del hombre sobre su cabeza.

Agarró la pantorrilla a su lado y la subió sobre su hombro. Sus dedos húmedos hicieron el camino hasta el orificio en el que quería entrar tan ansiosamente. Esparció el lubricante con suavidad antes de empujar contra el anillo de músculos con el índice.

Su dedo entró hasta los nudillos y sintió la presión apretarle. Succionó el glande mientras Jisung gemía echando la cabeza hacia atrás. Penetró en aquel hueco primero lentamente, solo entrando y saliendo, hasta que metió el segundo dedo y los movió dentro. Acarició las paredes interiores de su recto haciendo que el chico temblara sobre el escritorio.

—Voy a correrme si sigues haciendo eso —se quejó el hombre apartándole de su polla—. Sabes que no puedo gestionar tantos estímulos simultáneos.

Por supuesto que lo sabía. Conocía cómo debía tocarle para que su cuerpo vibrara de placer.

Lo miró a los ojos respirando pesadamente mientras presionaba sus dedos contra la próstata y su mano izquierda apretaba la polla palpitante. Jisung tembló y se movió sobre sus dedos conteniendo un gemido.

Minho metió y sacó los dedos con fuerza, rozando el punto dulce en cada embestida y la pierna sobre su hombro tiritó. Lamió una vez más el glande antes de salir de él y levantarse. Jisung respiraba sonoramente sobre el escritorio y estuvo a punto de ir a buscar el teléfono móvil que llevaba en sus pantalones para inmortalizar aquella imagen erótica.

Se puso un preservativo bajo la atenta mirada del chico y echó un buen chorro de lubricante sobre su eje. Jisung pareció despertar de la neblina de pronto y se enderezó trantando de apartarse del escritorio.

Lo agarró de la mano y le dio la vuelta, de espaldas a él. Lo empujó sobre la madera blanca, con su pecho cayendo sobre los papeles y el ordenador portátil cerrado que había en la superficie.

—No vas a escapar, príncipe. Te lo dije, voy a follarte hasta que no te queden ganas de hacerlo nunca más.

Se alineó contra el agujero fruncido de Jisung y empujó con fuerza hacia dentro. Escuchó el lamento bajo del chico y se sintió ligeramente culpable por no haberlo hecho más delicadamente. Pero el sentimiento se disipó al instante cuando percibió el calor ardiente de aquellas paredes alrededor de su polla.

Salió casi por completo antes de volver a meterse, esta vez más suave. Mantuvo ese ritmo lento durante un rato, mientras sus manos acariciaban la cintura estrecha de Jisung y su espalda perlada con una ligera capa de sudor.

El hombre sobre el escritorio jadeaba. Minho jadeaba. Jisung se apoyó en sus antebrazos para levantar el torso del escritorio y se movió para encontrarse con el vaivén suave de sus caderas.

—Por favor... —jadeó con la cabeza cayendo entre sus brazos.

—Dime lo que quieres, príncipe, haré todo lo que quieras —dijo sinceramente mientras sus manos se apoyaban junto a los brazos del otro sobre la madera—. Pídelo y te lo daré.

—Dame más, más fuerte...

—¿Quieres que te folle más fuerte? ¿Así? —Se enterró brutalmente en el canal estrecho, embistiendo contra sus nalgas mientras agarraba el pelo de Jisung y le giraba la cabeza para que le mirase—. ¿Te gusta así, príncipe? ¿Quieres que te rompa el culo con mi polla?

—¡Sí! ¡Sí! ¡Así, por favor, así! —gritó el chico cerrando los ojos mientras salía al encuentro de sus golpes.

—Dilo, di que quieres que te folle. Dilo, Jisung —jadeo Minho con los labios contra el hombro pálido y sus ojos clavados en las expresiones de placer de la cara del hombre.

—¡Fóllame! ¡Rómpeme! ¡Por favor! —rogó.

Minho enloqueció. Se enderezó y agarró sus caderas clavando sus dedos en sus músculos, sintiendo los huesos debajo de las yemas mientras su polla reventaba aquel agujero estrecho que lo apretaba como una prensa ardiente.

Jisung echó la cabeza hacia atrás y vio cómo su mano trataba de acercarse a su polla. Minho gruñó una negativa golpeando más duro dentro de su culo.

—No te toques.

—¡Cállate y fóllame! —gimió él con su mano sobre su propia erección.

Salió del agujero estrecho y escuchó el lamento ahogado. Él también se quejó cuando el frío se insinuó sobre su polla enfundada. Lo agarró por la cintura y le dio la vuelta, subiéndolo a la mesa.

Agarró las piernas y las elevó, doblándolas sobre el cuerpo delgado. Jisung apoyó la espalda sobre todo lo que había en el escritorio y Minho volvió a enterrarse en su culo de una estocada. Golpeó contra él con fuerza, con las piernas sobre sus antebrazos.

—Te he dicho que no te toques y no vas a tocarte.

Una de sus manos subió hasta el cuello del chico e introdujo el pulgar en su boca rosada. Joder, quería besarlo, quería hacerlo, pero ahora mismo sus caderas se movían por sí mismas, chocando contra las nalgas suaves. Cambió el ángulo buscando su próstata y rechinó los dientes cuando lo sintió apretar al golpearla.

No tuvo piedad, siguió apuñalando ese punto cada vez que podía, buscándolo en cada embestida. El hombre sobre la mesa temblaba y gemía en voz alta, con sus ruidosos quejidos entrando en sus oídos y empujándolo a un trance en el que todo lo que podía pensar era en destrozar ese agujero estrecho que empalaba.

—Por favor —se quejó—, necesito correrme... No podré correrme si no me toco...

—Oh, por supuesto que podrás correrte sin tocarte. Ya lo has hecho antes... —contestó entre jadeos de placer.

El sudor goteó de su pelo hasta el pecho de Jisung y se movió con más violencia, torturando la próstata del chico sin misericordia. Los brazos del príncipe se movieron desesperados y algunas cosas que había sobre la mesa cayeron al suelo. Clavó las uñas en las muñecas de Minho que anclaban sus caderas al lugar.

—No puedo hacerlo, ya no puedo hacerlo... Por favor... Joder... Por Dios... —balbuceó cerrando los ojos. Minho aflojó el ritmo entrando y saliendo muy suavemente y los lamentos continuaron—. No voy a poder terminar si no me toco... Por favor, te lo ruego...

—He dicho que no. Sabes que puedes hacerlo, sabes que puedes correrte solo con mi polla en tu culo —Embistió contra su próstata y Jisung gimió con los ojos en blanco y la boca abierta—. Hazlo, córrete, príncipe. Quiero sentir cómo te corres alrededor de mi polla...

Jisung se mordió el labio inferior y la cadencia violenta volvió. Las caderas de Minho se estrellaron contra el trasero con su mástil entrando y saliendo del anillo de músculos. Se inclinó ligeramente, asegurándose de golpear el punto P del chico tantas veces como fuera posible.

El cuerpo tumbado sobre la madera tembló. Las uñas se clavaron con más fuerza en sus antebrazos y Minho lo sintió como si, en lugar de gasolina, hubiesen echado dinamita dentro de él y la hoguera se hubiese convertido en un maldito incendio forestal.

El bombeo animal fue más rápido, más profundo y más rudo. Deseó miserablemente que ese culo que estaba atravesando le doliese para siempre. Lo penetró inclemente y escuchó el gemido grave de Jisung antes de sentir como su cuerpo se tensaba como el hilo de una cometa.

Las paredes del recto apretaron la polla de Minho y no pudo aguantar ni un segundo más. El orgasmo lo golpeó mientras se esforzaba por reventarle el culo, sin querer parar hasta que viese cómo se corría igual que él estaba haciéndolo dentro del opresivo espacio de su trasero.

Sus músculos internos ondearon sobre su eje duro y vio los hilos de semen blanco salir de la polla del príncipe. Corcoveó contra él, clavándose hasta la base, sintiendo sus bolas contra las nalgas firmes.

Se dejó caer, apoyando sus antebrazos a ambos lados de la cabeza del chico. Jisung abrió los ojos vidriosos y Minho pensó que esa era su versión favorita del hombre: con el pelo pegado a la frente por el sudor, los labios rojos y húmedos, las mejillas sonrojadas y la respiración agitada.

Acarició la frente echando el flequillo húmedo hacia atrás y lo besó. Sus labios se juntaron lentamente, reconociéndose después de tantos años. Minho casi lloró cuando las manos de Jisung le tocaron las mejillas.

Pensó repentinamente en el hecho de que estaba profundamente enterrado en ese orificio porque lo había preparado para otro. Se apretó contra su cuerpo y vio como el más joven jadeaba. Quería castigarlo por haber estado listo para alguien que no era él. Deseaba irracionalmente recordarle de quién era el mástil que le atravesaba.

—Di mi nombre —murmuró contra su boca.

—¿Qué? — preguntó el chico desconcertado.

—Di mi nombre, príncipe. Sabes de quién es la polla que está dentro de ti, ¿verdad? —Jisung se ruborizó de forma violenta y apartó la mirada, girando la cabeza. Lo agarró de la barbilla y lo obligó a enfocarse en él—. ¿De quién son los labios que te besan? —Dejó un beso sobre su boca—. ¿De quién son las manos que te tocan? —Sus dedos se enredaron en el pelo húmedo—. ¿Quién te ha hecho correrte sin tocarte?

—Apártate, voy a ducharme —murmuró cerrando los ojos.

—Di mi nombre, Jisung. Dilo o no te dejaré levantarte de esta mesa... —Se movió un poco, meneando la polla semidura que seguía dentro de su agujero. Él jadeó por aire sorprendido—. Dilo de una vez.

—... Minho... —susurró muy bajo.

—¿De quién es la polla que está en tu culo? —enfatizó la pregunta entrando y saliendo de él con fuerza.

—Tuya... Tuya, Minho, joder... ¡Ya basta! —sollozó desesperado.

Besó los labios rosados tragándose un quejido y le acarició con ternura, con su ira aplacada por sus palabras y su polla endureciendose de nuevo.

Domingo 28 de marzo.

Sus labios se separaron y siguieron mirándose. Se sentía tan profundamente humillado que estaba a punto de llorar. Y sin embargo seguía sin poder apartarlo de su cuerpo. Jisung quería morirse, quería ir al maldito infierno en ese momento. Pero lo único que pudo hacer fue aferrarse a aquel fantasma.

Sus piernas se envolvieron en la cintura de Minho y los dedos recorrieron las facciones del hombre como si no le hubiese visto nunca. Sus pulgares estaban sobre sus párpados, sus mejillas, sus cejas, su nariz y sus labios. Describió cada detalle de su cara y se entretuvo en su boca.

Los labios, con el superior más lleno que el inferior, estaban ligeramente rojos y un impulso inevitable lo obligó a dejar un beso suave sobre ellos. El hombre seguía enterrado dentro de él y Jisung sentía la humedad del semen sobre su pecho. Y, joder, no quería que saliese nunca de su cuerpo.

Todo lo que había hecho, todo por lo que había peleado, todo se había ido a la mierda en el momento en el que esa boca traidora lo había besado. La lava líquida y ardiente había corrido por sus venas cuando su mano se metió bajo la camiseta negra para tocar la parte baja de su espalda.

¿Por qué has vuelto? ¿Para qué has venido?

Quería hablar, quería preguntarle esas cosas, pero su garganta estaba seca como si hubiese tragado arena. Y estaba aterrorizado de que, si hablaba, esa misteriosa intimidad que los envolvía desaparecería.

Se sintió una mierda cuando pensó que esos brazos anchos a cada lado de su cabeza eran como columnas de granito que mantenían el mundo real lejos de él. El agujero negro dentro de su corazón arrasó con todo a su alrededor y no quedó nada más que la forma perfectamente reconocible de ese hombre que ahora lo miraba con devoción.

Los ojos felinos se trabaron en los suyos con una intensidad inhumana y Jisung fue consciente de que nunca sobreviviría a lo que acababa de pasar. Debería echarlo, tenía que deshacerse del toque ajeno, tenía que olvidar como se había corrido sin que tuviera que tocarle. Pero su polla, que se endurecía otra vez sobre su vientre, no estaba de acuerdo con dejarle ir.

—Vamos a la ducha —susurró sobre su boca saliendo de su interior. Se tensó instantáneamente.

—No. Vete.

—No, príncipe, vamos a la ducha porque aún no hemos terminado —contestó, quitándose el preservativo y dejándolo caer en la papelera junto a su escritorio.

Jisung se sentó torpemente sobre la mesa, con los papeles pegados a su espalda por el sudor. La sonrisa tímida del chico casi le hizo caer otra vez. Resopló pesadamente y las manos ajenas apartaron las hojas de su espalda contra su voluntad.

También fue contra su voluntad cuando agarró sus piernas y las envolvió otra vez en su cintura antes de levantarlo.

—Agárrate fuerte —murmuró de forma hipnótica y sus brazos desleales rodearon sus hombros, apoyando la cara sobre el lateral del pelo húmedo por el sudor.

El olor a limpio de su champú inundó sus fosas nasales mientras sentía cómo lo llevaba en volandas a donde quiera que quisiese ir. Era tan malditamente estúpido lo que estaba haciendo. Era tan imbécil siendo jodidamente sumiso con el hombre que más odiaba sobre la faz de la Tierra... Pero el roce del cuerpo grande y masculino contra él enviaba señales lujuriosas que le impedían pensar en nada más que estar entre esos brazos para siempre.

Cerró los ojos percibiendo el bote de su cuerpo contra el vientre duro del chico y se enganchó más firmemente de sus hombros. Una lágrima se escapó de su ojo derecho y se restregó contra el chico tratando de borrarla.

—¿Cuál es tu habitación? —preguntó.

—La del fondo del pasillo, la que tiene la puerta abierta —respondió obediente.

Aunque su casa tenía cuatro dormitorios, sólo se había utilizado uno. Sólo Soobin había dormido allí y había sido en su cama. Dios santo, Soobin, cuánto lo siento, pensó clavando las uñas en la espalda del chico que ahora entraba al espacio que solo había compartido con su novio.

—Bájate, vamos a darnos una ducha.

Jisung se desenrolló y se puso de pie. Sus piernas temblaron un poco y Minho lo agarró del codo para evitar que se cayera. Le llevó de la mano hasta el baño y su corazón latió descontrolado.

Aterrorizado, trató de apartarse de él, de su toque que parecía drogarlo, del calor de su cuerpo que lo hizo sentir caliente y protegido. La mano fuerte lo pegó de nuevo a su cuerpo, colocándose sobre su zona lumbar. La otra lo tomó por la nuca y lo besó en medio de la habitación, junto a la puerta del baño que nunca jamás había compartido con nadie.

—Cálmate. Vamos a ducharnos.

—No quiero entrar al baño contigo.

—¿Te pones tímido después de lo que ha pasado?

—No estoy siendo tímido. No entraré al puto baño contigo.

—Por supuesto que lo harás.

Su centro de gravedad se tambaleó y, repentinamente, estaba cabeza abajo sobre el hombro del chico, con la espalda ante sus ojos. Dio un grito ahogado mientras él lo cogía, pero no sirvió de nada. Un segundo después vio el suelo de la ducha y sintió el chorro frío del agua sobre su trasero.

—¡Bájame! —gritó golpeando. Para su sorpresa, el hombre lo bajó.

El agua ahora caía por su pelo y se encontró de frente con los ojos del gato callejero al que había prometido odiar para siempre. Su cuerpo se estremeció cuando sintió otra vez sus manos en sus brazos.

Minho le dio la vuelta y escuchó cómo abría el bote de jabón antes de pasar las manos por su cuerpo. Lentamente, tocó sus hombros, su espalda y sus nalgas. Lo sintió arrodillarse tras él y tocar con reverencia las piernas, desde los tobillos a los muslos.

Apoyó la cabeza contra el mármol fresco y se mordió el labio conteniendo las lágrimas que querían escaparse de sus ojos. Todavía temblaba como una hoja, a pesar del calor del agua que caía sobre ellos.

¿De verdad no tienes ni idea de lo que hiciste? ¿De verdad no entiendes por qué no puedo estar aquí contigo?

—¿Tienes frío, príncipe? —Lo odiaba. Odiaba que lo llamase príncipe con esa voz suave que no quedaba bien en esa cara áspera. Negó con la cabeza en silencio—. ¿Por qué tiemblas? ¿Tienes miedo?

—Sí... —confesó, porque estaba realmente aterrorizado. Minho no respondió en un rato mientras sus manos jabonosas pasaban por toda la extensión de su piel.

—¿Por qué tienes miedo ahora y no abajo? —preguntó enderezándose y apretando su espalda contra su pecho desnudo.

—Es... la ducha... No he compartido el baño con nadie desde... —Las palabras se trabaron en su garganta haciéndose una bola.

Respiró hondo tratando de calmar su corazón agitado. Los brazos musculosos lo rodearon y Jisung se sintió tan pequeño y frágil que sabía que podría romperle con un movimiento ligero. La cabeza de Minho estaba sobre su cuello, el agua seguía cayendo sobre sus cabezas.

—He conocido a Choi Soobin —dijo de repente y el corazón de Jisung se saltó un latido—. Parece un buen tipo. Y es sólido como una maldita roca...

—No le hagas daño... —susurró apretando las manos sobre los antebrazos que lo rodeaban.

—No voy a hacerle daño. Tampoco te lo haré a ti o a Felix, nunca más —Su voz sonó triste y se le encogió un poco el estómago—. Felix se quedará con Changbin... Y con Choi Soobin —se rió un poco—. Entiendo que le elija... También entiendo que tú lo hicieras.

¿Yo lo elegí? ¿Tuve en algún momento de mi vida la posibilidad de escoger a Soobin por encima de ti? ¿Tuvo Soobin alguna posibilidad contra tu maldito recuerdo? No lo creía.

Las manos de Minho le acariciaron el pecho y se le escapó un suspiro. Sus dedos rozaron los pezones antes de bajar hasta su bajo vientre. Jisung miró esa mano pálida bajo su ombligo y pensó que el contraste era tan sensual como lo había sido años atrás. Su polla dio un tirón de reconocimiento a pesar de que la culpa le apretaba el esternón como una losa de cemento.

—¿Sabes qué pensé mientras estabas sobre el escritorio? —susurró demasiado cerca de su oreja antes de alejarse para poner algo de champú en su pelo y frotar.

Jisung cerró los ojos sintiendo los dedos largos masajear su cuero cabelludo. Quería seguir escuchándolo, su voz calmante como un bálsamo dentro de su cabeza que era un caos. Gimió cuando sintió esas manos expertas en su cuello y sus hombros.

Lo atrajo bajo el agua y aclaró el champú con la misma puta dulzura que le había tratado entonces, con el mismo cuidado, como si Jisung fuera la cosa más preciada que nunca había tenido. Y el agujero negro absorbió la sonrisa radiante de tokki hasta eliminarla de sus pensamientos.

—¿Qué pensaste?

—En tu culo... —contestó lamiendo su nuca—. Pensé en que te habías preparado para él... —Jisung se alejó de sus brazos y salió de la ducha con el cuerpo goteando. Agarró una toalla del mueble y la envolvió a su alrededor.

Se miró a sí mismo en el espejo, las marcas en su cuello, en sus hombros y en el muslo. Tenía los labios inflamados por sus besos y su erección empezaba a llenarse cuando vio tras él, dentro de la ducha, al hombre aclarando el champú de su pelo con los ojos cerrados.

Estaba tan avergonzado de su respuesta fisiológica que se cubrió con la toalla y se giró para no verse, para no verlo a él. Se sentó en el retrete cerrado y apoyó sus codos en sus rodillas.

—¿Sabes qué más pensé? —dijo y Jisung levantó la cabeza para verle desnudo, goteando en la alfombra mientras miraba el mueble frente a él hasta encontrar una toalla y secarse—. Pensé que quiero volver a follarte. Quiero que me perdones y nunca dejes que otra persona te toque.

La voz sonó lejana y el corazón de Han no podía seguir soportando sus palabras. El hombre tiró de su brazo, levantándolo y apartó la toalla que le cubría. Sus manos fuertes le ciñeron a su torso y besó su cuello con los labios abiertos.

Un escalofrío de placer le recorrió de la cabeza a los pies. Minho lo empujó fuera del baño sin soltarlo, dejando mordiscos por su mandíbula y sus hombros mientras Jisung se asía a sus hombros y jadeaba abandonado.

—Y voy a hacerlo... Voy a volver a follarte.

Lo empujó a la cama y rebotó en el colchón blando. Los ojos felinos acecharon y trató de alejarse arrastrándose, pero la mano le cogió del tobillo y lo atrajo de nuevo bajo su cuerpo.

La boca ardiente se enganchó a su pezón y Jisung gimió, sintiendo los impulsos lujuriosos apretándole el vientre. Los dientes apretaron sobre el guijarro sensible y gritó agarrándose a su pelo. Calmó el dolor con la lengua, impregnando la protuberancia con su saliva y soplando después aire frío que le puso el vello de punta.

Cambió al otro lado y su mano recorrió las caderas de Han. Sus dedos agarraron su eje semiduro y se movió sobre él. Jadeó extasiado, sintiendo el placer arremolinarse en su cerebro y nublarle la vista.

Minho se separó de él y se incorporó de rodillas sobre la cama. Lo miró como si fuera una presa, como si fuera la cosa que más necesitaba del mundo. Se estiró y abrió su mesilla de noche sin mediar palabra, encontrando lo que sabía que buscaba. Dejó sobre la colcha blanca los condones y el lubricante y se cernió sobre él.

Su rodilla se colocó entre sus piernas y se le escapó un gemido cuando sintió la presión contra sus bolas. Lo besó de nuevo, tragándose los sonidos vergonzosos que salían de su garganta. La lengua de Minho entró en su boca sin tregua, demandando y llevándose todo lo que quería.

Tenía la piel en llamas. Su polla se había puesto dura tan rápidamente que era incapaz de recordar algún momento en su vida adulta que hubiese estado tan excitado como lo estaba cuando los labios lo besaban.

La pierna presionó contra él y Jisung movió sus caderas inconscientemente buscando fricción. La mano de Minho volvió a masturbarlo lentamente, torturándolo. Y se atrevió a tocarle él también. Sus dedos se envolvieron en la longitud que colgaba entre sus piernas preparada para clavarse hasta el fondo de su cuerpo.

Jisung apreció el tamaño, el grosor y la dureza; también recordó la ligera curva a la derecha. De repente quiso tenerla en su boca, quería acordarse de cómo se sentía ese mástil sobre la lengua.

Pero el gato callejero no lo permitió. Le dio la vuelta y levantó sus caderas ante él. Jisung se acomodó a cuatro patas, con el culo en pompa. Las yemas callosas recorrieron sus nalgas y las abrieron. No le dio tiempo a prepararse cuando sintió la lengua sobre su perineo.

Tembló en la cama, apoyando la cabeza en las sábanas mientras su culo seguía alto para él. Esos labios que le habían besado estaban ahora en el lugar más malditamente privado de su cuerpo. Su sangre hervía pulsante y sintió la gota de líquido preseminal que cayó de su erección.

Minho lamió su entrada avaricioso. El músculo húmedo rodeó el agujero con movimientos circulares mientras Jisung trataba de recuperar cualquier atisbo de cordura que pudiera quedarle. Sus dedos se empujaron ayudados por la saliva, sintió el dolor punzante y apretó las sábanas entre los dedos siseando. Escuchó el bote de lubricante abrirse y el líquido frío cayó sobre su orificio.

Los dedos entraron en él más fácilmente y se le cortó la respiración cuando apretó contra su próstata sensible. Minho movió sus falanges con fuerza dentro de las paredes de su recto y su boca estaba ahora sobre sus bolas. Succionó una dentro de su cavidad húmeda y caliente y el rayo de placer lo estremeció.

De pronto sacó los dedos y se separó. No pudo levantar la cabeza para saber qué estaba haciendo porque sus manos no podían hacer nada más que sujetar con fuerza la colcha blanca. Sintió la presión ardiente del glande abriéndose paso en su agujero.

Los dedos de Minho, húmedos por el lubricante, se engancharon a sus caderas y tiró de él más arriba, acomodándolo mientras su polla entraba lentamente en su culo. Respiró hondo relajando sus músculos para facilitar el proceso.

Si estuviera cada noche en su cama no podría dejar que le follase a diario. 

¿Qué mierdas estás pensando, Han?

El enorme eje salió de él y entró de una estocada violenta que le dejó sin aire. Gimió contra las telas debajo de su cabeza y cerró los ojos con fuerza, atravesando el dolor inicial que se convertía en placer lentamente.

Y entonces, tomó ese ritmo asesino con el que le gustaba destrozarlo. Sus caderas se movían contra él como si quisiera atravesarlo. Sentía el ardor en su agujero que se mezclaba con el goce lujurioso.

Minho lo folló con brutalidad, con sus dedos clavados en las caderas y su polla cavando en su recto. Jisung tenía la mente colapsada, solo podía gemir abandonado regodeándose en el extraño lugar en el que la agonía ferviente se mezclaba con el éxtasis.

Los dedos del hombre se enredaron en su pelo y tiró de él para levantarle contra su cuerpo. Una lágrima se escapó de su ojo cuando Minho lo incorporó y mordió su cuello. La mano libre le acarició el pecho sin dejar de bombear su polla que ahora golpeaba su punto P cuando entraba.

—Eres mío, príncipe. Siempre has sido mío —gruñó en su oreja mientras agarraba su polla.

Jisung quería decirle que sí, que era tan suyo como lo había sido cinco años atrás. Que siempre lo sería. Quería gritar que no había dejado de sentirse de Minho en ningún momento de todos estos años. Quería poder perdonarlo como lo había hecho con Felix. Quería sentir esa polla atravesándolo por el resto de su vida.

Los dientes se engancharon al lóbulo de su oreja antes de lamer de nuevo su cuello. La mano que le agarraba del pelo lo soltó y bajó sobre sus pezones. Los dedos de la mano que le masturbaba apretaron el glande y volvió a sentir el dolor agudo.

—Joder, cuando hago esto —Rozó con su dedo áspero la punta de su polla y Jisung soltó un lamento ahogado—, me aprietas como una prensa. Es tan bueno, estás tan caliente... Tu culo está tan caliente que creo que podría derretirme.

—Por favor... Haz que me corra... —pidió echando la cabeza hacia atrás para apoyarla sobre su hombro.

—Aún no —contestó saliendo de él repentinamente y soltándolo.

Jisung se quedó allí, respirando entrecortado, con el sudor cubriéndole el cuerpo y el pelo húmedo goteando en su espalda. Minho se recostó contra la cabecera de la cama ante él, con una sonrisa cruelmente atractiva en su rostro felino. Dio dos golpes sobre sus gloriosos muslos.

—Ven aquí y cabálgame. —Se acercó a él a cuatro patas, trepando sobre las piernas como si su voz fuera un canto de sirena y él uno de los argonautas. Minho lo agarró cuando estaba sobre él a horcajadas y Jisung se dejó caer sobre la polla enfundada sin contemplaciones. La longitud lo partió de nuevo, abriendo su anillo de músculos.

—Así... —gimió cuando comenzó a moverse sobre el eje.

Una de las manos del gato callejero estaba sobre su nalga, empujándolo contra su polla mientras la otra se acercaba a su boca. Lo vió escupir sobre la palma y llevarla hasta su erección, esparciendo la saliva por el tronco. Empezó a masturbarlo al mismo ritmo que sus caderas se encontraban con él.

El acto vulgar lo hizo gemir con la sucia lujuria cruda que sentía emborronando sus sentidos. Se agarró a sus hombros y clavó las uñas allí cuando se movió arremetiendo otra vez contra su próstata. Joder, esa polla seguía teniendo el mismo maldito GPS que golpeaba su punto en cada estocada.

—Dios, príncipe... —gimió el hombre soltando su cadera y agarrándolo de la nuca para atraerlo a su boca. Lo besó mordiendo su labio inferior y lamiendo su lengua—. Quiero romperte... —jadeó tan cerca de su cara que sintió el aliento caliente sobre su piel.

Jisung saltó sobre él con más ímpetu, rodando las caderas con la polla recorriendo cada maldito rincón de su agujero. El placer empezó a concentrarse en sus bolas apretadas mientras la mano de Minho seguía masturbándolo. Si seguía así se correría en menos de dos minutos.

Lee pareció repentinamente determinado. Lo agarró de la cintura y lo sintió moverse. Se enderezó, con las rodillas debajo de sus nalgas y lo atrajo contra su cuerpo con más fuerza. Jisung notaba su eje ahora más profundamente enterrado dentro de él.

Lo penetró con violencia, con su boca enganchándose a uno de sus pezones. Se agarró al pelo sedoso y húmedo del chico mientras él succionaba el guijarro y lo follaba con energías renovadas. Los dedos dejaron su erección y lo empujó hasta que estaba con la espalda tumbada en la cama.

De pronto, Jisung tuvo un recuerdo claro de la primera vez que habían follado en la habitación de aquel ático. El día que había llevado ropa interior Versace. El día que había sido el principio del fin.

Minho levantó sus caderas aún más altas mientras él estaba sentado sobre sus rodillas. Su polla golpeó su próstata con rudeza y tuvo que agarrar la colcha debajo de su cuerpo. El hombre que lo follaba se convirtió de pronto en algún tipo de animal.

Sus dedos se clavaban en la carne de sus muslos y apretaban su eje moviéndose de arriba abajo sobre la piel sensible. El miembro en su culo lo perforó sin tregua. La velocidad y la fuerza aumentaron aún más mientras el cuerpo de Jisung temblaba.

—¡Estoy cerca! ¡Voy a correrme! —gimió desesperado tratando de encontrar la liberación que se le resistía.

Los dedos en su polla se frenaron apretando la base para impedir que terminase y bajó la velocidad con la que le embestía: —Di mi nombre...

—Joder, no me hagas esto ahora —se quejó agarrando la muñeca para apartarla de su erección.

—Di mi nombre y haré que te corras —insistió acariciando con su mano libre sus pezones.

Estuvo a punto de no decirlo. Pero necesitaba el orgasmo de forma tan abrumadora que cumplió sus malditos deseos: —Minho... Haz que me corra, por favor...

El cabrón sonrió como un niño antes de emprender de nuevo el vaivén brutal con sus caderas golpeando contra su cuerpo y su mano masturbándole como si pudiese dejarle la polla en carne viva. Jisung sintió que su cerebro desconectaba cuando el primer chorro de semen salió disparado de su pene.

Se quedó aturdido por un rato mientras oía de fondo su propia voz gritando el nombre del hombre que se estaba rompiéndole el culo. El mástil de Minho seguía golpeando contra su próstata y cabalgó el orgasmo más brutal que había sentido en mucho, muchísimo tiempo.

Minho continuó embistiéndolo, sin permitirle bajar de esa nube de placer a la que lo había enviado. Su polla dolía con la mano que no paraba de tocarla. Sin dejar de moverse dentro y fuera de él cogió el bote de lubricante y soltó un chorro frío sobre la erección que aún no había tenido tiempo a bajar.

Sus dedos se envolvieron de nuevo y se movieron sobre el glande hipersensible enviando descargas eléctricas que lo hicieron temblar y le pusieron la piel de gallina. Golpeó con más brío dentro de su cuerpo mientras Jisung sentía sus paredes temblar.

Todavía era incapaz de hablar, sus ojos estaban cerrados y sabía que estaba gimiendo. El pulgar de Minho estaba ahora sobre su glande y sintió que algo quería salir de él. Se asustó un poco de que pudiese ser algo indebido, pero se le olvidó cuando el hombre se metió dentro hasta la empuñadura y se inclinó sobre él con un gemido gutural que le apretó el estómago.

Minho se corrió con su polla tan profundamente dentro de él que no podría olvidarlo nunca. Sus manos lo soltaron y salió con un jadeo. El vacío en su orificio se sintió incómodo por unos momentos antes de que el gran gato cayera pesadamente a su lado.

Le golpeó la culpa cuando estuvo a punto de enredarse alrededor del cuerpo sudoroso del hombre.

Se giró al lado contrario de la cama, tratando de recuperar el aliento y de que sus piernas dejasen de ser como gelatina. Lo escuchó levantarse e ir al baño, allí abrió el grifo y lo cerró. Jisung se concentró en volver a ser un ser humano funcional antes de tener que enfrentarse a la realidad.

Sin embargo, fue completamente inútil. El cálido pecho estaba contra su espalda y la mano de Minho se colocó sobre su vientre atrayéndolo contra él. Apretó los labios tratando de evitar las lágrimas que se arremolinaban en sus ojos.

La boca ajena dejó un beso sobre su nuca y susurró contra su pelo: —Te he echado tanto de menos, príncipe...

—Has vuelto a joderme la vida —dijo. Tragó saliva y lloró silenciosamente, con su corazón devastado por la potencia destructiva de los brazos de Minho rodeándolo.

Ese hombre estaba allí otra vez y Jisung pudo comprobar impotentemente que nunca sería capaz de resistirse a la atracción gravitacional que el agujero negro tenía. Nadie podría hacerlo salir de aquel lugar oscuro donde Minho le puso una vez.

—Voy a declarar en el juicio contra Park Dongyoon... —informó—. No sirve de nada, lo sé. Pero voy a hacerlo por Felix. Porque quiero que pueda vivir aquí, aunque haya preferido a Changbin y a Choi Soobin... y a ti. Y... Jeongin está vivo. Fue él quien me encontró y me pidió que lo hiciera... Por eso he vuelto a Corea. Porque quiero hacer las cosas bien para vosotros, no quiero hacer más daño...

Los latidos de Jisung se aceleraron de miedo. Si I.N estaba vivo y estaba allí, podría hacerles daño otra vez. No quería que Changbin volviese a sufrir, no quería hacerle más daño a Soobin del que estaba haciéndole ahora mismo, tumbado en la cama con el hombre que impedía que pudiese quererlo como se merecía.

Se avergonzó de pensar en cómo Soobin lo había abrazado allí, en aquel dormitorio, mientras él lloraba porque creyó ver un fantasma. Ese hombre que rompió todas las lanzas en favor de Jisung, que le dio todo lo que tenía.

—No entiendes nada... No entiendes una puta mierda, Minho. ¿No querías hacer más daño? ¿Por qué viniste aquí? ¿Por qué me haces joder la única cosa buena que me ha pasado en cuatro años? No conoces a Soobin... No le conoces y ya le has hecho daño... Soobin es el hombre más malditamente perfecto del mundo y tú llegas aquí con tus cicatrices y tus defectos y me vuelves a joder la vida —le apartó de su cuerpo de un codazo y lloró contra las sábanas.

—No dudo de que Choi Soobin sea un gran hombre...

—No hables de él. No lo nombres —exclamó enfadado—. ¿Estás contento ahora? Tienes las putas manos manchadas de sangre, Minho. Me destrozaste, me dejaste hecho trizas y tokki me rescató, se tomó la puta molestia de recomponer los millones de pedazos que dejaste tras de ti.

—No me eches la culpa por lo que has hecho aquí. Yo también me fui roto en miles de pedazos. Y llegué a tu puerta como un maldito cadáver —Lo agarró del hombro y lo tumbó boca arriba antes de cernirse sobre él y mirarlo a los ojos—. Llegué como un puto muerto viviente y eres la única persona en el mundo que sería capaz de recomponerme. Pero no voy a permitirte que no asumas que, por mucho que quisieras a ese chico, sigo estando aquí. —Puso su mano sobre el pecho de Jisung y un puchero se formó en su boca mirando los ojos felinos.

Lo empujó con más fuerza y salió de la cama rápidamente: —Vete de mi casa, te doy dos minutos antes de que llame a la policía.

—Príncipe...

—¡Vete de mi casa! —gritó, cogiendo un pantalón de la cómoda y poniéndoselo—. Lárgate, Minho, o te juro que vas a prisión. Y me aseguraré de que no vuelvas a salir nunca.

El hombre se levantó y lo miró fijamente: —¿Es lo que quieres? ¿Quieres que me marche?

Asintió y lo vio salir de allí con pasos apresurados. Escuchó el portazo de la entrada dos minutos después y cayó al suelo, apoyando la cabeza contra las rodillas.

Tokki, perdóname... Perdóname... Joder...

Lloró desconsolado con la terrible certeza de que el gato callejero había vuelto a destruir su casa. Ya no quedaban ni las flores que el cachorro había plantado con mimo a su alrededor para ayudarle a recomponerse.

***

Como dije al principio, este es, probablemente, el capítulo más tóxico que he escrito jamás. No por lo que está escrito, sino por la onda expansiva de destrucción. Y como amo el drama, es de mis favoritos.

Los quiero mucho, navegantes, y sé que odian a Jisung, a Minho, a Bang Chan y a un montón de gente, si me han leído antes, saben que tengo debilidad por los personajes torturados y por los arcos de redención épicos. Ténganme paciencia, ténganle paciencia a los protagonistas, mis bebés solo estaban jugando.

¿Debería subir un par más?

¡Nos vemos en el infierno!

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