16. Chico sombrío

🎶Banda sonora: River — Leon Bridges🎶 (La canción de este capítulo y la del anterior se llaman igual y no pueden ser más distintas JAJAJAJA)

Lunes 22 de febrero

—¡Jooooderrrr! ¡Ya voy, maldita sea! —gritó Seungmin tallándose los ojos.

Eran las 2:00 a.m. y el timbre no paraba de sonar. Joder, joder, joder, ¿no puedo tener una maldita noche de sueño completo?

Bajó las escaleras a oscuras, reconociendo a la perfección los espacios de su casa. Una de las ventajas de ser un veterinario rural era que su casa de tres habitaciones y su hectárea de terreno había costado menos que un apartamento de 30 metros cuadrados en Seúl.

Caminó atravesando el salón hasta la puerta de la entrada. No era extraño que alguien tocase a la puerta en medio de la noche. Los animales no esperaban a que amaneciera para ponerse enfermos.

Sin embargo, hoy estaba particularmente irritable. El viaje de vuelta a casa la noche anterior había sido un infierno. El tráfico había hecho que tardase casi dos horas en salir de la capital, así que su trayecto había finalizado con cinco terribles horas hasta llegar a su casa. Se había dado una merecida ducha, cenó algo ligero y se acostó.

Y ahora, tres horas después, alguien quería fundir el timbre con el dedo.

Alcanzó las llaves de la clínica y las del todoterreno, por si necesitase transporte, además del teléfono móvil. Lo echó todo en una tote bag y se dirigió a la puerta. Cuando la abrió, la bolsa cayó al suelo desparramando el contenido por el parqué.

Se quedó paralizado, con la mano agarrada al picaporte y los ojos y la boca abiertos de par en par. El hombre frente a él sonrió y entró, empujándolo a un lado, seguido de otro más grande y sombrío.

—Necesito una ducha urgente —comentó.

—¿Qué... qué coño estás haciendo aquí? — exclamó cerrando la puerta rápidamente y pegando la espalda contra la madera.

—¿Cómo que qué coño estoy haciendo aquí? ¿Así saludas?

—No voy a hacerte una puta reverencia cuando te presentas en mi casa a las 2 de la mañana —gruñó Seungmin enfadado.

—¿Preferías que hubiese venido a las 9?

—¡No, preferiría no poner una maldita diana sobre mi espalda, hijo de puta!

—Bueno, Seungmin, esto es lo que hay. Ahora deja de hacer drama, me voy a dar una ducha. —Ese cabrón se echó al hombro la mochila que llevaba y se dirigió a las escaleras.

—¿Podrías quitarte los putos zapatos al menos? —gimió Seungmin desesperado.

El hombre sombrío que no había abierto la boca se agachó automáticamente y desató las botas y se las sacó diligentemente. Las dejó junto a la puerta y recogió el teléfono móvil y las llaves que se habían caído del bolso un momento atrás. Se levantó y se lo tendió, justo antes de hacerle una reverencia. Seungmin le reconoció, aunque no recordaba su nombre.

—¿Te has vuelto un salvaje? ¿Acaso estuviste cinco años en la selva? ¿Desde cuándo entras a las casas con zapatos? —preguntó mirando al otro que estaba en el centro de su salón con unas asquerosas zapatillas llenas de tierra.

—Joder, Seungmin, estoy cansado del viaje, procura no llevarme al límite. Eres consciente de que tengo muy poca paciencia.

—Por supuesto que sí, emperador I.N, pero en mi puta casa no se entra con zapatos. Si quieres ducharte te los quitas y los dejas en la puerta. Si no, te largas.

El hombre caminó hacia él decidido y el chico sombrío se puso delante de Seungmin, protegiéndolo. Se sorprendió del movimiento y agarró el brazo para apartarlo, mirándolo a la cara. ¿Cómo te llamabas? ¿Cúal era tu maldito nombre?

—No voy a hacerle daño a este desgraciado, le debo la vida —comentó I.N pasando por su lado y quitándose las zapatillas en la puerta. Las dejó sin cuidado en el suelo y miró a Seungmin con una mueca—. ¿Estás contento?

Asintió con la boca apretada y lo vio marcharse escaleras arriba hacia el baño. Se quedó parado, en medio del salón, junto a aquel muchacho que parecía llevar una nube de tormenta sobre la cabeza. Lo miró de reojo y se apartó incómodo. Mierda, qué tipo más raro.

—Siento la actitud de I.N. Llevamos dos días sin dormir ni ducharnos... —dijo. Su tono era suave, casi como un murmullo.

—No pasa nada... —resopló cansado, tallándose los ojos y bostezando—. Discúlpame, pero no me acuerdo de tu nombre... Sé que nos hemos visto antes, pero no puedo recordarlo.

—Soy Lee Minho —contestó con una sonrisa pequeña y Seungmin pensó que sus ojos le recordaban a un gran felino.

—Bueno, te diría que es un placer, pero, obviamente, no lo es... ¿Quieres comer algo mientras I.N se ducha? —él negó con la cabeza—. ¿Un té?

—Eso estaría bien...

—Vamos a la cocina, prepararé café para el desgraciado.

Caminó hacia la estancia con el chico tormentoso. Encendió el calentador de agua mientras cargaba la cafetera. Minho se dejó caer en una de las sillas de la cocina pesadamente, como si estuviese cansado de cargar con su propio cuerpo.

Un maullido agudo se escuchó en la habitación y Seungmin giró la cabeza para ver como Dori se restregaba insistentemente contra los tobillos del visitante. La miró entrecerrando los ojos, esperando algún ataque, pero la encontró saltando sobre el regazo del chico mientras él alejaba sus manos de allí.

—Hija desagradecida, apenas puedo acariciarte y te subes al regazo de un desconocido —gruñó Seungmin mirando a la gata. Minho observaba fijamente los movimientos del pequeño animal sobre sus rodillas sin moverse, como si tuviera miedo—. Suele ser bastante desagradable, pero debes haberle gustado, supongo que puedes tocarla sin peligro de que te muerda o intente sacarte los ojos.

El chico levantó su cara hacia él y sonrió un poco. La mano se acercó al pelaje atigrado de Dori y la acarició muy suavemente. La muy ingrata se apoyó contra esa mano para buscar más mimos y Seungmin apretó la mandíbula negando con la cabeza.

—¿Sabes cuánto tiempo piensa quedarse? —preguntó mientras servía dos tazas de té— ¿Azúcar? ¿Leche?

—No, gracias, solo está bien. Y no, no tengo ni idea de lo que hacemos aquí en primer lugar... —comentó mientras seguía acariciando a su mascota, que se acomodó sobre el pantalón vaquero del chico como si fuese un cojín de seda—. No sé qué estamos haciendo en tu casa ahora mismo...

—Supongo que tendremos que esperar a que baje el emperador. —Le sirvió la taza con una sonrisa y se sentó en la otra silla que había en silencio.

El hombre sombrío bebió el té con pequeños sorbos. Sus labios se abrían mínimamente cuando se acercaba el líquido caliente. Era guapo pero parecía tan triste que Seungmin empezó a preocuparse. La gata cerró los ojos arrullada por los dedos que le masajeaban la pequeña cabeza.

—Disculpa que te pregunte esto... ¿estás aquí en contra de tu voluntad? ¿Ese hijo de puta te ha secuestrado o algo? —Minho bajó la cabeza y se rió un poco tapándose la boca con la mano que no acariciaba a Dori.

Sus ojos brillaban cuando lo miró y pensó que podría ser un verdadero bombón si fuese un poco más feliz. Ese aura borrascosa a su alrededor le ponía los pelos de punta. Seungmin era horrible consolando a la gente, así que solía huir de cualquiera que pareciera un poco triste.

—No, no te preocupes, no me ha secuestrado. Pero tampoco quería estar aquí... Es solo algo que tengo que hacer.

—Ehm... Vale... —se levantó y apagó la cafetera cuando el líquido terminó de llenarla.

Escuchó los pasos de I.N en las escaleras y cogió una taza de la alacena sobre el fregadero. Sirvió el líquido negro y lo puso sobre la mesa con un tarro de miel y una cuchara limpia. Se apoyó en la encimera mirando al chico sombrío que terminaba su taza de té con su traicionera hija sobre el regazo.

Los hoyuelos más peligrosos de Corea (con permiso de su demonio particular) entraron en la estancia. Tenía el pelo mojado y llevaba una pequeña toalla al cuello. Tenía puesta una camiseta sin mangas y un pantalón de deporte.

Dori estaba alerta. Se puso de pie en el regazo de Minho y, cuando I.N trató de acariciarla, amenazó con arañarlo. Tuvo que reírse al ver la cara indignada del hombre cuando apartó la mano rápidamente para evitar las zarpas. La gata se bajó de las rodillas que había ocupado y desapareció corriendo por la puerta de la cocina.

—De tal padre, tal hijo —se quejó I.N sentándose en la silla delante de la taza de café.

—Hija, Dori es hembra. Y tiene una actitud de mierda normalmente. Odia a todo el mundo, así que no te lo tomes como algo personal. El chico sombrío es de los pocos desconocidos a los que la he visto acercarse —explicó señalando a Minho—. Puedes ir a ducharte, el baño está en el piso superior, la primera puerta a la derecha de las escaleras. Hay toallas limpias en el mueble.

—Estoy un poco cansado... ¿Sería mucho pedir echar una siesta en tu sofá? —preguntó levantándose.

—Hay una habitación para invitados preparada arriba, está junto al baño, siéntete libre de usar lo que necesites y de irte a dormir. Vais a tener que compartir cama, pero es bastante grande. El desgraciado y yo nos quedamos hablando.

Minho asintió y se marchó de la cocina sin decir ni una palabra. Seungmin miró a I.N, que bebía su café concentrado, cerrando los ojos de vez en cuando y aspirando sobre la taza para disfrutar del aroma.

—Llevo un montón de tiempo sin tomar un buen café. Gracias, Seungmin.

—Sí, sí, vale. Ahora dime, ¿qué demonios estás haciendo aquí?

—¿Sabes lo del juicio no? —Asintió con conocimiento—. Mi hermano ha conseguido hacer desaparecer a la gran mayoría de los que iban a testificar en su contra. Es muy posible que ese hijo de puta salga libre.

»Joder, Seungmin... Sabía que tendría todo atado, pero lo que está haciendo no tiene nombre. Soy consciente de que tiene a mucha gente en la policía, la prensa e incluso el maldito gobierno comprada. Dongyoon es poderoso y ahora mismo está tirando toda la mierda que puede fuera de él. Lo de Seo Changbin es solo una de las muchas otras personas a las que está usando como cabeza de turco.

Seungmin sintió su estómago dar un vuelco y se sentó porque sus piernas estaban a punto de fallarle. Park Dongyoon era un jodido cabrón que daba mucho miedo. Lo había visto en las noticias multitud de veces y sabía que los crímenes de los que se le acusaba eran verdad porque I.N se lo había contado.

Cuando conoció al de hoyuelos, no sabía en qué clase de locura estaba metido. Al principio solo creía que era un heredero al que habían dejado dirigir unas discotecas. No le pareció extraño, había vivido en el entorno de Soobin durante muchos años y sabía cómo se las gastaban los niños ricos de Seúl.

Sin embargo, I.N había sido mucho más que un chaebol regular. Ese desgraciado que tomaba café con una sonrisa satisfecha había sido el que había acercado a Seungmin al abismo tantas veces. Y todavía no entendía por qué demonios le había salvado la vida casi cinco años atrás.

—Sigo sin entender qué haces aquí... Deberías estar escondido, joder, mucho más teniendo en cuenta que tu hermano está tratando de encontrar a todos los que tengan algo contra él.

—Estaría escondido, pero... —se quedó callado un segundo.

Seungmin vio en sus ojos la sombra de la duda y se puso nervioso. I.N no dudaba, él tenía convicciones y las defendía a muerte. Durante los últimos años habían retomado un contacto que creían perdido. Hablaban a menudo por teléfono y se había convertido en algo así como una conexión entre el hombre y la vida real.

Cuando tenían esas largas conversaciones dos o tres veces al mes Seungmin le contaba todo tipo de historias y anécdotas, y él hablaba poco o nada sobre su situación. Entendía que era peligroso, que estaba escondido en algún lugar del continente y que su vida era como una huída constante. Sin embargo, le había dicho que escucharle divagar en coreano durante una hora cada mucho tiempo era suficiente para hacerle feliz.

Y a Seungmin, afortunadamente, le encantaba hablar.

Durante esas llamadas descubrió que I.N se ponía de muy mal humor cuando le preguntaba sobre su familia. Y había un tema del que nunca jamás habían hablado: la razón por la que había aparecido en su puerta aquella noche de junio en medio de la lluvia con un disparo en el vientre.

—¿"Pero" qué? —cuestionó.

—Hay una mierda que quiero contarte, pero no quiero que te vuelvas como una puta cabra.

—¿Qué pasa? —le miró fijamente, tensando su espalda algo asustado.

—Yo... le pedí a Chan que volviese a Corea.

—¡Me cago en la puta! —gritó levantándose—. ¿¡Me estás hablando en serio!? ¡No puede ser! ¡No me dijiste nada, joder! ¡No me dijiste ni una puta palabra, I.N! ¿¡Por qué no me dijiste nada?! ¿Por qué coño le dijiste que volviera?

—¡Cálmate!

—¡No me voy a calmar! ¡Sabes lo que pasé con ese hijo de puta! ¡Lo sabes! ¡Te lo conté todo! ¡Eres consciente de todo y todavía te atreves a ocultarme no solo que está en Corea, sino que tú lo llamaste! —Golpeó con los puños la encimera con demasiada fuerza y apretó los dientes cerrando los ojos.

—¿Para qué coño querías que te lo dijera? ¿Para que corrieras a su puerta? —Seungmin se giró hacia él indignado mientras I.N se levantaba y dejaba la taza vacía en el fregadero—. ¡Por supuesto que no iba a decirte nada! ¿Piensas que iba a dejarte para que volvieses a ser su puta?

La mano de Seungmin cobró vida propia y se estampó con un ruido chasqueante en la cara de I.N. Fue tan malditamente fuerte que sus dedos picaron. El hombre se agarró la mejilla mirándolo.

Seungmin agarró su propia mano llevándola a su pecho y vió la boca del emperador apretarse en una línea sin soltar el lugar donde lo había abofeteado. Sintió un tirón fuerte hacia atrás que lo asustó. Un segundo después la espalda del chico sombrío estaba delante de él. No llevaba camiseta, pero sí una toalla sobre los hombros que recogía la humedad de su pelo goteante.

—Cálmate, I.N —dijo la voz suave del chico que le separaba del hombre que acababa de abofetear con toda la fuerza que tenía.

—¡Este desgraciado acaba de darme una maldita bofetada! —exclamó.

—Te merecías que te cruzara la cara —gruñó Seungmin tratando de apartar a Minho para enfrentar al otro. El chico sombrío le paró con un brazo antes de que pudiera hacerlo.

—Escuché lo que decías... Cálmate y no le hagas daño...

—¡Ya te dije que no voy a hacerle daño! —repitió—. Le debo la vida, no voy a hacerle daño. Te lo dije y es la verdad. Seungmin sabe que no voy a hacerle daño.

—Estabas poniendo la cara que ponías... cuando hacías daño a alguien —murmuró oscuramente Minho.

—Vete a la mierda, Minho. La puta gente cambia. Han pasado cinco años, no sabes nada de mí. Ahora lárgate, quiero hablar con Seungmin a solas.

El brazo que lo contenía bajó de pronto y la nube de tormenta sobre el chico sombrío pareció más negra. Se marchó con pasos pesados de la cocina sin dirigirle ni una mirada y lo escuchó subir las escaleras. Se quedó parado mirando el espacio que había dejado entre I.N y él.

—¿Qué coño le pasa a ese hombre?

—Es complicado, Seungmin. Déjame contarte lo que ha pasado y deja de gritar como una banshee cada vez que algo te sorprenda, joder. Y no vuelvas a golpearme. En tu puta vida. Puede que tengas inmunidad conmigo por lo que hiciste, pero reduciré tu casa a cenizas si vuelvas a abofetearme.

—Me gustaría verte intentarlo —contestó Seungmin sentándose de nuevo en la silla de la cocina—. Continúa con tu historia.

—Dios, no te soporto, no sé cómo coño he acabado aquí.

—Porque no tienes a nadie más —contestó mirándolo a los ojos y vio en I.N el triste reconocimiento—. Entonces, llamaste a Satanás para que volviese a hacer de mi vida un infierno y, ¿qué más?

—Le pedí que volviese y montase su bufete aquí. Le di muchísima pasta, de hecho, soy uno de los socios en la sombra. Cuando me enteré de que el caso de Park Dongyoon había perdido a una buena cantidad de testigos y empezaban a aparecer implicadas todas esas personas que no eran más que títeres, le dije a Chan que tenía que buscar las pruebas suficientes para que le caiga la perpatua.

—El demonio es abogado, no detective.

—Es la influencia, Seungmin. A pesar de haber estado en Estados Unidos durante todos estos años su familia tiene mucha influencia en el país. Su abuelo fue Secretario General de Justicia. Ese cabrón está bien colocado. Y tengo a más gente trabajando en esto, no es solo Chan.

—No me interesa Bang Chan —mintió, la verdad es que conocía toda esa información de antemano.

Hubo una época en la vida de Seungmin en la que ese hombre ocupaba todos sus pensamientos. Su primer y segundo año de universidad estuvo obsesionado con él. Tan obsesionado que buscó y memorizó toda la información que pudo sobre él.

Por eso sabía hasta su maldito grupo sanguíneo. Y por eso se avergonzaba tan profundamente de sí mismo en aquellos años. Le había hablado sobre Chan a I.N muchas veces porque, desgraciadamente, había sido él quien los había presentado. Y era la única persona con la que había conseguido ser sincero sobre el tema.

—Por eso he vuelto, la Fiscalía necesita gente que testifique contra mi hermano y Bang Chan me dijo que los encontrara.

—¿Vas a testificar? —le preguntó frunciendo el ceño.

—Estoy técnicamente muerto. Es Minho el que testificará.

—Mierda... ¿Lo has obligado? ¿Lo estás chantajeando o algo así?

I.N se echó a reír negando con la cabeza: —Le conté la situación y accedió él mismo.

—¿Tantas ganas tiene de morir? Quiero decir, se le ve triste, pero no pensé que hasta el punto de no tener nada que perder...

—Bf... —resopló el hombre echándose hacia atrás en la silla—. La historia de Minho es muy complicada. Está aquí para proteger a otros, no porque quiera suicidarse. Siempre ha tenido ese complejo de mártir, por eso trabajaba para mí en el pasado... Y por eso está aquí, para asegurarse de que Dongyoon se gane la pena mayor. Chan está tratando de negociar una amnistía para él a cambio de su testimonio.

—Ah... Joder, qué vidas más complicadas tenéis... —comentó Seungmin—. Lo más interesante que me ha pasado últimamente ha sido que la pequeña rata de Felix ha vuelto a aparecer en mi vida —mintió, lo más interesante había sido, sin duda, cenar con los hombres más poderosos de Corea con un vibrador enterrado en su culo, pero no iba a dar tantos detalles a I.N.

—¿Qué? —susurró I.N sorprendido.

—Que Felix está aquí.

—Dios santo, esto no podría ser peor... —gimió—. Por lo que más quieras no le nombres, nunca, delante de Lee Minho, y ni se te ocurra decir que está aquí. No hables de él en absoluto en esta casa.

—¿Tuvieron un mal final la rata y la pantera? —preguntó curioso.

—No es lo que piensas y no hagas preguntas de más. No, no estuvieron juntos, pero si le dices a Minho que Felix está aquí se volverá loco. Y puede echarlo todo a perder. Dame un poco de tiempo antes de comentar nada... De todas formas, ¿qué hace aquí?

—Aparentemente es el nuevo y flamante novio de Seo Changbin. Hijo de puta, tiene buen ojo. El C.E.O. de Han Bank, ni más ni menos.

I.N resopló y puso una mano sobre su cara exasperado. Seungmin no entendía qué estaba pasando, pero de pronto las cosas cobraban algo de sentido. Changbin y Felix estaban juntos; I.N estaba en su casa después de casi 5 años fuera del país; Park Dongyoon estaba a punto de librarse de la cárcel; y había un hombre sombrío relacionado de alguna manera con la rata tumbado en su habitación de invitados.

Se levantó y se acercó a donde el chico estaba sentado. Se agachó frente a él y se agarró a sus rodillas mirándolo con una sonrisa. Estaba mucho más mayor de lo que le recordaba, tenía unas pequeñas arrugas en la comisura de los ojos y su piel se veía más apagada. Había rasurado ese bigote con el que había entrado a casa, pero aún así I.N parecía haberse echado encima 15 años en lugar de 5.

—Oye —susurró dándole un golpecito en la rodilla—. No diré nada. Vas a arreglarlo, I.N hyung, meterás al cabrón de tu hermano en la cárcel —Le dio una caricia en la mejilla y el chico sonrió mostrando esos hoyuelos que eran demasiado tiernos para estar en una cara tan dura—. Ahora vamos a la cama, tengo que trabajar mañana — concluyó enderezandose.

—Seungmin —llamó I.N con la voz seria. Lo miró confundido por el tono y vio los ojos del chico bajos y la boca apretada de nuevo en una mueca tensa—, necesito que nos dejes escondernos aquí por un tiempo...

—I.N, la gente viene todo el tiempo a la clínica, podrían verte.

—Déjanos quedarnos en la casa, no pisaremos la clínica y saldremos lo mínimo. Te recompensaré. Solo hasta que Bang Chan nos encuentre una casa segura en Seúl. Por favor, Seungmin, eres la única persona en la que confío.

Kim suspiró y puso su mano en la frente en un estúpido intento por buscar una buena razón para mandar a ese hombre a la calle cuando no tenía absolutamente nadie más a quién recurrir. Maldición, era imposible. Tenía un corazón blando cuando se trataba de él.

Tal vez se debía a que lo había visto desangrarse en la sala aquella noche. Quizá era la forma en la que I.N se había desmayado cuando lo tumbó en la camilla que utilizaba para operar terneros. O puede que se debiese a que le había cogido un cariño extraño después de todos estos años como su confidente.

—Sé que me voy a arrepentir de esto cada día del resto de mi vida, pero está bien, podéis quedaros cuanto necesites.

Dejó la toalla colgada en la barra de la cortina de la ducha para que se secara y entró a la habitación que esperaba que fuese la correcta. Era bonita, de colores vivos, como el resto de la casa y, a primera vista, también como la personalidad del dueño.

Miró por la ventana y descubrió el campo tras la construcción. Los árboles llegaban lejos, aunque no sabía hasta donde. Tampoco tenía muy claro donde terminaba la propiedad en la que estaba ahora mismo. Se tumbó sobre las sábanas, mirando al techo, preguntándose por enésima vez qué demonios estaba haciendo allí.

Salieron de Vietnam días atrás, atravesando China para entrar a Corea del Sur por el sureste del país en barco. Joder, la primera vez que vio una señal en coreano casi vomita. Había estado tan malditamente asustado... Pero ahora solo estaba cansado. Cansado y triste.

Respiró hondo cerrando los ojos. Todos esos años cayeron sobre él como si le estuvieran enterrando vivo. Una lágrima se escapó de su ojo derecho y se arrastró hasta su sien, desapareciendo en su pelo.

¿Qué pasaría si lo veía? Iban a ir a Seúl, I.N lo había dicho. Tendrían que ir a la capital para declarar en contra de Park Dongyoon y firmar por completo la sentencia de muerte que pesaba sobre él desde hacía casi cinco años. Pero, ¿qué haría si veía a Jisung antes de entrar a la sala donde cortarían su cabeza?

Probablemente el príncipe no lo miraría. O tal vez llamaría a la policía para que lo detuvieran. Quizá clavaría un cuchillo en su vientre para matarlo. No, Jisung no hará eso, Jisung te escupirá en la cara y te tratará como te mereces, se dijo a sí mismo.

Aún sabiéndolo, aún siendo consciente de que ese hombre le odiaba, quería verle una vez más. Solo una. Vendería su alma al diablo por poder tocar su piel suave y sin cicatrices una sola vez.

Quería volver a oler el sol.

Tenía la certeza de que Jisung seguía usando el mismo perfume y solo podía pensar en enterrar su nariz en aquel pedacito de piel bajo la oreja del príncipe.

Quería que dejase de llover.

No había palpado en su vida nada más cálido y suave que el cuerpo de Han. Daría su maldita vida por volver a abrazarlo, por escuchar la risa escandalosa, por volverle a ver morder su labio inferior con sus dientes de hámster.

Llevaba tanto tiempo siendo invierno que no recordaba cómo se sentía el calor del verano. Pero sí tenía clara la memoria de cómo se veía despertando por la mañana completamente desnudo; con su cuerpo lleno de las marcas de sus besos y el sol que se colaba por la ventana iluminando una franja de sus muslos.

¿Piensas en mí, príncipe? Porque yo no puedo parar de pensar en ti.

Seguramente no. Seguramente Minho era un recuerdo oculto debajo de toneladas de tierra, tal y como se sentía. Los años se habrían encargado de deshacer cualquier cosa que Minho hubiese dejado en esa piel.

Del Minho al que Jisung perteneció, quedaba un cadáver emocional en el fondo de un hoyo, cubierto por el peso del tiempo. Un cuerpo vacío que respiraba, un autómata sin nada que ofrecer. No lo había tenido entonces y no lo tendría jamás.

En esa cama ajena, de vuelta al país en el que nació, se dio cuenta de que probablemente el hombre que había dejado no era el mismo que conoció. Y quiso conocerlo de nuevo. Le gustaría poder descubrir qué le gustaba al nuevo Han.

¿Sigues haciendo un puchero cuando te enfadas, Jisung? ¿Sigues moviendo las manos de esa forma tan tuya cuando hablas? ¿Sigues cantando en idiomas que no entiendo? Yo ahora podría cantar contigo en japonés, podría intentarlo incluso con el inglés.

Cómo dolía estar tan cerca de él y saber que nunca podría acercarse. La herida en su pecho que se había abierto aquella noche en la cama con su hermano sangraba ahora sobre las sábanas grises de Seungmin.

Hacía un buen rato que había empezado a llorar. Se mordió el labio inferior, deseando de nuevo poder volver el tiempo atrás para no hacerle daño a Jisung. Ojalá hubiese huido antes de romper el corazón de Han.

Ojalá nunca hubiese llegado a su vida. Ojalá que el chico hubiera sido para él un secreto oscuro, una obsesión lejana que no podría tener. Sería mejor saber que nunca lloró por él. Que hubiese estado seguro en los brazos de ese otro hombre antes de conocerlo a él.

Pensar en la mano del chico de la sonrisa radiante sobre la espalda del príncipe le hizo rechinar los dientes con rabia.

Qué curioso que, tratando de convencerse de que Jisung estaba mejor con Choi Soobin, su cuerpo respondiera tensando cada músculo. El veneno de unos celos que no debería sentir se extendió por su torrente sanguíneo rápidamente y Minho se giró, abrazando la almohada y pegando la cara a la funda que olía a suavizante.

Quizá Jisung nunca le hablaría de Minho a su novio. Quizá Minho no significó nada para Jisung. Quizá era solo el hombre con el que folló antes de que lo secuestrara. Tal vez era solo un traidor del que no se podía hablar.

¿Soy tu secreto oscuro, Jisung? ¿Soy esa persona de la que no quieres hablar? Yo tampoco hablo de ti... Pero pienso en ti, siempre estoy pensando en ti. ¿Te acuerdas de la primera vez que te besé? ¿Te acuerdas de la última vez que me besaste? Yo me acuerdo cada día de como te desvestía, de tu ropa interior de Versace, de cómo te temblaban las piernas cuando mordía tu cuello. Seguramente no piensas en eso, príncipe. Seguramente nunca piensas en mí.

Sorbió por la nariz tratando de calmar su llanto. Respiró hondo e intentó pensar en otra cosa, que su mente fuera a otro lugar. Se concentró en los cuadros de la pared junto a la cama, pero las flores rojas de la pintura le hicieron pensar en los labios de Jisung.

¿Qué pasaría si lo viese? ¿Se acercaría a él? Seguramente no. Minho deseaba tener una oportunidad, una sola ocasión de poder hablar con él. Y también quería entrar en su casa y llevárselo de allí, alejarlo de ese hombre que ahora le hacía feliz. El veneno golpeó su estómago apretándolo y agradeció no haber cenado.

Ya ves, sigo pensando en ti. Echo de menos lo cálida que se sentía tu espalda baja cuando nos besábamos. Recuerdo todas las películas que me enseñaste. Guardo la lista de todos los libros que me dijiste que debía leer, aunque confieso que solo he leído dos.

—Ojalá pudieras escucharme, príncipe —susurró con la voz ronca. Quería oler el sol otra vez.

¿Crees que nos encontraremos en nuestra próxima vida? Me gustaría poder amarte en mi próxima vida. En mi próxima vida, quiero volver a sentir como si estuviera bajo el cielo del verano.

—Lino... —murmuró I.N entrando a la habitación.

Se tensó automáticamente en la cama, apretando la almohada contra su cara con fuerza y aguantando la respiración para que no le escuchase llorar. El hombre entró a oscuras y se arrastró desde los pies de la cama para tumbarse a su lado.

Él entró bajo la sábana mientras Minho se quedó encima, abrazado en posición fetal a la almohada húmeda por sus lágrimas.

—Yo también pienso a veces en él... —confesó Yang Jeongin en voz baja. Giró un poco la cabeza para mirarlo de reojo—. No en la ardillita... Pienso en ese cabrón que era demasiado guapo para ser legal.

—Ah... —respondió confundido.

—Voy a conseguirte la inmunidad, Lino. Cuando todo esto acabe serás libre, podrás volver a Seúl...

—No quiero volver.

—¿No quieres volver a buscar a Han? —Mierda, por supuesto que quería volver a buscarlo.

—Jisung encontró a alguien... Parece feliz...

—Entiendo...

—Y aunque no hubiera encontrado a nadie, no voy a poder acercarme a él nunca más... —gimió aguantando el llanto que le rompía la garganta.

—Minho —susurró I.N, poniendo una de sus manos heladas en su hombro—. Siento todo. Siento haberte empujado a hacer todo lo que hiciste.

Su corazón golpeó en sus costillas retumbando hasta sus oídos. Llevaba muchos días con I.N, más de quince yendo de un sitio a otro para borrar el rastro que pudiesen haber dejado atrás. Y nunca había dicho nada sobre eso.

De hecho, sus conversaciones se habían centrado básicamente en la estrategia para el caso o para evitar a toda costa a cualquier informante de Dongyoon.

Cuando aquel coreano le abordó en Tokio, tres días después de que Felix se marchara a Naha, estuvo a punto de matarlo. Sin embargo, no lo hizo porque el hombre puso un teléfono en su oído y escuchó la voz de I.N decirle que Dongyoon iba a por Jisung. Dos días después de esa llamada telefónica, Minho destruyó su smartphone sin avisar a Felix, se subió a un avión con un pasaporte falso y empezó su maldita aventura de vuelta a casa.

La primera vez que encontró a I.N cara a cara pensó que estaba alucinando. Sin embargo, la cicatriz en su vientre y la ceja alzada fueron las pruebas que necesitó para comprender que su pasado estaba, una vez más, llamando a su puerta.

No voy a hacerle daño a tu hermano por lo que hizo, había dicho. Y Minho le creyó.

Pero nunca había pedido perdón. De hecho, la única vez que vio a I.N pedir perdón había sido en la que Dongyoon le obligó a disculparse con Mark por pegarle una paliza.

—I.N... —susurró de pronto y él contestó con un sonido—. ¿Cuál era el nombre real de Mark?

—No lo sé —contestó secamente.

—Sí lo sabes. Pero entiendo que lo quieras guardar solo para ti. Es tuyo para atesorarlo. Igual que mis recuerdos de Jisung.

Se quedaron callados hasta que escuchó a I.N roncar suavemente tras él. Cerró los ojos y, mientras el cansancio vencía la batalla de sus recuerdos desbordados, deseó estar en otro lugar, en otra habitación, en la cama del chico que era el único verano que había conocido. 

***

4/4

One more time: SURPRISEEEEEEEEEEEEE. EL REY DEL INFIERNO HA VUELTO, NAVEGANTES.

Aquí se acaba el maratón, nos vemos pronto. Cuidense, tomen agüita, pórtense bien.

¡Nos vemos en el infierno!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top