45. No me dejes sin ti


Hamil, 1989

Vera

El sol aún no amenazaba con aparecer. No había sabido nada de Gerardo desde el día anterior, luego de que Mariana confesó que lo quería y salió huyendo. Cuando llegué a casa, le di demasiadas vueltas al asunto, pensando en que quizás creyó que yo no querría verlo o hablarle más. ¿Fui muy dura con él? Quizás. Sin embargo, en ese momento no supe como reaccionar. Solo salí tras Mariana.

Pasé toda la noche en vela, sintiéndome como una imbécil y dando vueltas en la cama, ansiosa de verlo, de decirle que lo amaba y de la emoción de que solo quedara un día para contarle la verdad a mi familia, y dos días para irnos lejos.

Era extraño que la idea de irme con él, sin nada concreto, no me aterrara. No me caracterizaba por ser una chica muy valiente. Digamos que más bien era cobarde, pero junto a él, era otra persona.

Como no pude dormir, me senté toda la noche a escribir. Mi corazón sentía tanto, que las palabras fluían solas y no fue difícil terminar un cuento que caracterizaba a la perfección nuestra historia de amor. Desde que apareció esa mañana en el bosque, hasta que tomábamos el autobús que nos llevaría al puerto para tomar el barco e iniciar una nueva vida.

Uffff, cada vez que aparecía en mi mente la imagen de nosotros yéndonos a la estación de autobuses, se me removía el estómago de la emoción. Hubiese entregado una parte de mi alma si eso me hubiese permitido quedarme en Carum junto a él, sin embargo, eso no era posible.

Gerardo Fonseca me tenía atrapada, envuelta y atontada. Lo sabía en ese instante y nunca dudé de que eso fuese bueno o malo. Simplemente me dejé llevar como una adolescente conociendo el amor por primera vez.

¿Lo amo?

Con cada parte de mi ser.

¿Quiero una vida junto a él?

¡Por supuesto!

¿Y si eso implica dejar a tu familia atrás?

Estoy dispuesta.

La vida es corta, y los sacrificios son parte de ella.

¿Qué sucedería si no me iba con él? De puro imaginarlo mi corazón se estremeció. No hacerlo, era condenarme a mi misma a una vida de preguntarme si hice lo correcto o no, y quizás... de seguir amándolo por siempre.

Me dio escalofrío. ¿Amar toda la vida a alguien y no estar con él?

No, preferiría morir.

Ya estaba a punto de amanecer, y me vestí cautelosamente para que Mariana no oyese nada, algo me decía que también había pasado la noche en vela. Caminé por la casa descalza hasta llegar a la entrada. La abrí, y el viento frío me envolvió. Miré al cielo y respiré profundamente. Me puse mis zapatos y corrí por el pasto hacia el bosque que me esperaba al frente.

No importaba si estaba oscuro, ese bosque era todo para mí. Era una de las pocas y únicas cosas que iba a extrañar de Hamil.

Llegué al árbol de siempre y puse la manta para sentarme, y allí me apoyé en el tronco. Parecía que se me hacía más fácil descansar allí que en mi casa, porque apenas mi cuerpo tocó el tronco, mis ojos comenzaron a pesar.

—¿Tampoco podías dormir? —preguntó Gerardo, pisando una rama que crujió tan alto que me sobresalté. Venía con aspecto cansado y el cabello desordenado. Me dio una sonrisa y ladeó la cabeza, haciendo que se viera más adorable. Meneé la cabeza—. Me pasé toda la noche dibujando —dijo, alzando su libreta.

—Y yo escribiendo —repliqué, palmeando la manta junto a mí. No quería tenerlo lejos ningún segundo más. En vez de sentarse se acostó y se acurrucó, abrazando mis piernas—. ¿Estás cansado?

—Un poco, pero quería verte. Temí volverme loco pensando en que quizás... quizás te habías arrepentido —murmuró. Luego subió la cabeza—. ¿No te has arrepentido, verdad?

—¡Claro que no! Mariana tendrá que aceptarlo. Ya me cansé de tener que complacer a todos —gruñí. Gerardo soltó una carcajada.

—¿Quién eres? Me gustas.

—Tu peor pesadilla, Gerardo. Me pegaré a ti como un insecto chupa sangre.

—¿Eso es lo que estuviste escribiendo anoche? Que oscura, Vera.

—Sabes que amo las historias de terror, y mis favoritas son las que te incluyen —reí. Bajé mi mano y acaricié su cabello suave—. La verdad es que escribí mi primera historia no de terror —susurré, y me sonrojé. Gerardo se incorporó y me quedó mirando con sus ojos celestes.

—¿Puedo ver? —Miró a mi alrededor en caso de que tuviera mi libreta allí—, ¿no la trajiste?

—Sí, la traje ¿Qué me das si te la entrego? No puede ser así de fácil.

—Mmmm, ¿un beso apasionado? —Cogió mi cara con ambas manos y juntó sus labios con los míos. Gerardo sabía a canela y azúcar. ¿Existía mejor combinación? Labios, canela, y azúcar. Saboree sus labios, y a la vez que intensificaba su beso y mi corazón amenazaba con salir, su mano comenzó a avanzar por mi pierna. Apreté los ojos fuertemente.

¿Cómo era posible que con un solo contacto sintiese que iba a perder el control? No me refiero a que iba a hacer alguna estupidez, sino más bien, que no me reconocía. Quería que me tocara más.

—Alguien puede venir —susurré, separándome de sus labios.

—¿Y qué?

—Y que...—Sus manos subieron aún más, y sentí que mi cuerpo por completo vibraba.

—Este bosque es nuestro, Vera. Siempre será de nosotros. Ven. —Se paró de un salto, cogiéndome de la mano y obligándome a ponerme de pie. Cogió la manta y se echó a correr. Los primeros rayos del sol comenzaron a hacerse espacio en el bosque. Seguía siendo leve, pero lo suficiente como para ver el camino y no caer.

—¿A dónde quieres ir?

—Es un lugar que encontré ayer cuando te fuiste. No quería volver a casa así que caminé mucho. No está tan lejos, aunque debemos correr si no queremos tomarnos tanto tiempo.

No sé cuanto tiempo estuvimos caminando a paso rápido, pero luego de lo que pareció una eternidad, llegamos a un pequeño lago con el agua transparente.

—¿Y esto? Nunca lo había visto —murmuré, con la boca abierta. Era hermoso. Gerardo se apartó de mí y se quitó la ropa—, ¿estás loco? Hace frío.

—Sí, estoy loco. Eso lo sabes. —Dejó la manta en el suelo, junto al agua y la estiró—. Tú escoges, o vienes aquí sin preocuparte de que alguien nos pueda ver, o me lanzo al agua. Y podría enfermar.

—¡Estás jugando sucio!

—Yo enfermo... quizás no podría viajar —musitó, fingiendo tristeza. Entrecerré los ojos y quise golpearlo. Caminé hacia él con la intención de decirle que saltara al agua, que no me podía manipular así, pero a medida que me acercaba, mi mente comenzó a cambiar de opinión. Así que apenas llegué a unos centímetros de él, me lancé a sus brazos despreocupadamente. Nadie nos iba a encontrar allí.

—Eres un manipulador —dije, entre besos. Gerardo rio y me cogió por las piernas para subirme arriba de él.

—Solo dos días y tendrás a este manipulador todos los días.

—No sé si suena muy tentador —mentí.

Gerardo comenzó a agacharse lentamente y de alguna forma quedó recostado en la manta y yo sentada sobre él. Me encontraba nerviosa y mis extremidades temblaban. Sentía que estaba haciendo algo incorrecto pero que a la vez no podía detener. Subió mi vestido hasta la cintura, y con su mano me obligó a recostarme en él. Con la otra mano acariciaba mi trasero.

Justo en ese instante un animal pasó corriendo y Gerardo se asustó. Nos quedamos mirando, y al notar que era un conejo, nos comenzamos a reír. El sol ya brillaba, y sobre nosotros y el lago llegaban rayos con una calidez extraña y especial. Hamil era siempre frío, sin embargo, no sé si era el sol o lo que Gerardo provocaba en mí, pero sentía que hervía por dentro.

Se puso de pie, se sacó la ropa interior y corrió a lanzarse al agua. Corrí la mirada de los nervios.

—¿No vienes?

—Iré, pero no me mires.

—Ok, te doy diez segundos —gritó, tapándose los ojos. Me saqué los zapatos, el vestido, y la ropa interior, pero no fui tan rápida así que quedé completamente desnuda frente a él—. O vienes o voy por ti.

Cerré los ojos y corrí al agua.

—¿Qué harías sin mí? —preguntó, atrapándome en el aire.

—Moriría lentamente. ¿Y tú?

—Ni siquiera podría imaginarlo. Solo... no me dejes sin ti, por favor.

—Tampoco me dejes sin ti. Te entregaré el cuento que escribí.

***

Carum/Hamil, 2019

Isla

Releí el mensaje de mamá antes de salir de la casa.

Mamá: Isla, Paula me ha dicho que estás saliendo con alguien. No creo que sea bueno que te quedes allí. Te hablo mañana por la noche.

Rayos.

—Te ves terrible —dijo Gastón apenas entré al coche.

—Gracias por hacerlo notar —gruñí. Puso una mano en mi hombro y luego encendió el coche—. No, espera. Tenemos que esperar a Fran.

Silencio absoluto.

¿Gastón dejó de respirar?

—¿Por qué? ¿Ahora te da miedo que estemos los dos solos? Ya tuvimos nuestro beso, Isla. Ese momento ya pasó —bromeó. Lo golpeé en el brazo.

—¿Estás loco? No lo digas así como así. Alguien podría oír.

Bufó y rodó los ojos. Miró hacia la entrada de la casa. Fran aún no aparecía.

—La verdad es que igual quería hablar contigo sobre lo de ayer —comenzó a decir, serio. Me removí incómoda en el asiento. Su olor a perfume masculino inundaba el coche. Del día anterior yo no había pensado absolutamente nada.

Carraspee.

—¿De qué quieres hablar exactamente?

—Es que me equivoqué. No quiero que las cosas se pongan extrañas entre nosotros.

Justo en ese instante, Fran abrió la puerta del coche.

—Hola Gastón —dijo, tratando de ser natural.

—Hola Fran, que guapa que estás.

—Gracias, tú también.

—Dile que se ponga eso en la cita —murmuré, bajito. Gastón reprimió la risa, pero Fran no me oyó. De inmediato recordé que nuestras citas habían salido con la opción para ser escogida por los demás alumnos. Me metí a la aplicación para ver si ya habían propuesto algo. Ahogué un gritó de impresión cuando vi la enorme cantidad de propuestas para mi cita con Gaspar y la de Fran con Gastón. Me dio un ataque de risa.

—Oh, no van a creer esto —dije, apenas hablando.

—¿Qué pasa? —Fran se adelantó en el asiento y se quedó mirando mi pantalla.

—La cita que va ganando de ustedes —comencé a decir, atacada por las carcajadas—. Es una cena romántica al centro del estadio de la escuela. Y todos podrán ir a verlo.

—No me jodas. —De un tiró Fran me quitó el celular y a Gastón también le dio un ataque de risa—. ¿Por qué te da risa? ¿Te imaginas esto? Madre mía... quieren cobrar entrada y todo.

—Y piden que sea yo quien les sirva. Estos idiotas quieren ver el mundo arder.

—¿Y la cita con Gaspar?

—No...alcancé a ver. La de ustedes salió primero. A ver. —Me giré para quitarle mi celular pero ella estaba con la mano en la boca y los ojos demasiado abiertos para que no me asustara.

—Oh, rayos —murmuró—. La gente sí que tiene imaginación.

—¿Qué, por qué? No me asustes. Dime.

Fran siguió leyendo en silencio.

—¡Fran! Cuéntanos, me tienes con el culo al borde del asiento, ya me he salido del camino dos veces así que si no quieres que choque, habla —Gastón se giró rápidamente para clavarle la mirada.

—¡Ay! Hay dos propuestas que van ganando, y con casi cien votos cada una. La primera es que quieren que tengan una cita en el lago. Esto es solo porque quieren ver a Gaspar sin camiseta, me imagino.

—Ah, ¿sí? —preguntó Gastón.

—Eh, bueno. No sé.

—¿Y la otra? —quise saber. La primera no me resultaba nada extraña, al contrario, incluso era entretenida. Con Gastón, Fran, Aarón y Mia, ya habíamos ido un par de veces a pesar del frío de Carum. Para salir de la rutina era un excelente plan.

—Y la otra es que quieren que... —Se quedó en silencio para agregarle tensión al momento.

—Suéltalo ya —gruñí.

—La segunda no te gustará. Una cita en una tienda en el bosque, luego de la media noche. Es básicamente pasar la noche en la oscuridad del bosque.

—¿Qué? no pueden hacer que la cita sea durante toda la noche —murmuré, aterrada de la idea de la cita allí. Ya les había contado que era miedosa, pero créanme que ni el más valiente hubiese quedado indiferente a esa idea—. Golpearé a Aarón y a Mia por hacer esto de las citas propuestas.

—¿Lo pusieron en las condiciones o letra chica de las propuestas? —preguntó Gastón. Con Fran nos miramos. No se nos había ocurrido que saliera la opción de pasar toda la noche juntos. Al menos no que alguien lo propusiera.

—No.

—Entonces estás cagada. Nadie les pondrá una pistola en la cabeza para que lo hagan, pero si no lo hacen... perderán credibilidad e incluso pueden hacer que los demás se nieguen a hacer sus citas y se produzca un problema con los dineros.

—En otras palabras, si sale esa opción deben hacerla —replicó Fran, con cara de susto. Yo creo que la única persona que me superaba en miedo, era Fran.

Tragué saliva.

—¿Y si me come un animal salvaje?

—¡Oye es mi hermano!

—¡Gastón! ¿Quieres que te golpeé? Me refiero a un animal real.

Fran se retorció de risa en el asiento trasero.

—¡Perdón! No sé, no han visto animales salvajes desde hace tiempo.

—Ufff... —Fran me devolvió el teléfono—. Lo peor es que la gente está agregando detalles a las propuestas. Mi cita en la noche en el bosque, incluye una tienda pequeña, rodeada de luces, comida, y... alcohol. —Un dolor en la cabeza hizo que no quisiese tocar más el tema. Además, luego del mensaje de Gerardo, no estaba tan segura de que Gaspar estuviese en Carum al momento de tener que hacer la cita—. ¿Cómo está Gabriel? Lo llamé antes de salir y no me contestó, debe seguir durmiendo pero ayer dijo que me contaría lo que sucedió con tu papá y no lo hizo.

Gastón se cogió la barbilla unos segundos.

—Estuvo feo. Papá ya lo sabía. Uno de los hijos de sus amigos de trabajo le contó a su padre y él le contó de inmediato a Gabriel.

—Es que no entiendo —repicó Fran, enfadada—, ¿por qué no lo acepta?

—No, no es así. A mi padre le enfureció tener que enterarse por su amigo. Le recriminó que la regla de no tener novias hasta salir de la escuela, obviamente también se refería a novios. La verdad le dio lo mismo que Gabriel fuese homosexual. Si no que se enojó porque no confió en él y porque rompió las reglas. Fue un desastre. Como mamá no estaba fue una discusión a gritos y sin llegar a ninguna parte. Además mi papá había bebido, eso es muy raro. Gabriel intentó decirle que era difícil para él, y papá le dijo que se encontraba decepcionado y que no quería verlo. Así que Gabriel estuvo llorando y lanzando cosas durante algunas horas, completamente enfurecido.

—Uffff, tu papá es terrible —gruñó Francia—. Parece que nunca estuviese conforme.

—Es verdad, pero es más ahora que antes. Últimamente está extraño... no sé. Yo lo vi enfadado con él mismo, no con Gabriel.

—¿Crees que tendrá algo que ver con nuestra investigación?

—Puede ser. Ha estado tratando de averiguar sobre Vera y ya le saqué uno de los informes que obtuvo. A veces me da la impresión de que está desesperado por no tener nueva información. Ha preguntado varias veces si ha llegado algo en el correo para él.

—Ufff, espero que no solicite esa información de nuevo. Allí está que yo soy la hija de Vera y que mamá estuvo embarazada.

—¿Crees que tienen un hermano en común? —Fran se adelantó en el asiento.

—Al parecer sí lo tenemos, todo indica que sí. Pero fue dado en adopción.

—¿Y tus abuelos seguirán vivos? ¿Dónde estará la hermana de tu mamá?

Meneé la cabeza.

—Karina es la única persona que he encontrado que conocía a mamá. Aparte de Gerardo, claro.

La ida a Hamil estuvo entretenida aunque yo no estaba para nada tranquila, y la mitad de mi ser se encontraba preocupada por el mensaje de Gerardo y mamá. No le conté a ninguno para no amargarles el paseo. Nos fuimos cantando canciones la mitad del tiempo y la otra me quedé dormida. Cuando desperté, Gastón y Fran hablaban sobre lo que querían hacer en el futuro. No abrí los ojos de inmediato.

—¿Veterinario? ¿Eres siempre así de adorable? —preguntó Fran. Gastón soltó una risita.

Vaya, vaya.

—Es que me gustan los animales. Ya me hice vegano...igual que Isla, ¿y tú, qué harás?

—Ese es un gran paso, yo también me lo he estado pensando. Quiero estudiar enfermería en Nueva York.

—Yo también quiero ir para allá. Bueno, en verdad no sé cómo quedará todo con mi padre cuando se entere de que con Isla ya no estamos juntos. Espero que tu papá no le diga que era mentira.

—Hablé con él, por eso me demoré un poco más en salir. No le dirá nada a tu padre. Eso sí...—Fran bajó la voz.

—¿Qué?

—Hablará con Vera. Mi mamá siente que es su deber, ya que ella está cuidando a Isla. Cree que Vera debe saber en qué anda.

—¿Y qué le dijiste? —pregunté, aterrada. Fran dio un sobresalto cuando me vio aparecer. Entrecerró los ojos.

—Le dije que no lo hiciera porque tú no estabas haciendo nada malo.

—Mierda, si dice Fonseca todo se arruinará.

—No te preocupes, lo resolveremos. Miren...Ya llegamos, ¿dónde te dijo Karina que estaría?

—En un café que se llama Canelo, en la calle principal.

Gastón siguió avanzando y ninguno habló hasta que nos encontramos con un pequeño café. Me encontraba nerviosa y con mi corazón acelerado. Llevaba tanto tiempo anhelando eso, que estar allí parecía irreal. Lo único que esperaba era que Karina tuviera al menos más piezas del rompecabezas sobre la relación entre mi madre y Gerardo.

Entramos al café. Se hallaba hermosamente iluminado a través de dos enormes ventanales. Una mujer regordeta se nos acercó con una sonrisa de oreja a oreja y una felicidad exagerada.

—¡Qué chicos más hermosos! Vengan, siéntense por aquí yo vengo de inmediato. ¿De dónde son?

—De Carum —respondió Gastón—. Hemos venido a reunirnos con alguien.

—La única persona que hay aquí es Karina, ¿es ella? —Señaló a una mujer sentada en una mesa apartada rodeada de unos sofás muy cómodos.

—Sí, es ella. Nos sentaremos allí, muchas gracias.

—Vayan, vayan. Yo les llevaré algo para beber. —La mujer desapareció antes de que pudiésemos decir algo. Nos comenzamos a acercar a Karina y ella se giró antes de que llegáramos. Sus ojos se inundaron de lágrimas de inmediato y de un salto corrió a abrazarme.

—Lo siento, Isla. Es que tienes la misma mirada que tu madre. Y la sonrisa... y hueles igual —sollozó. Me abrazó más fuerte—. No puedo creer que esté contigo. —Se separó de mí, y su mirada se desvió a Gastón. Abrió los ojos y se llevó la mano al pecho—. Supongo que eres el hijo de Gerardo, eres igual. Dios mío...

—Y dicen que soy el que menos se parece a él. —Gastón se encogió de hombros. Y Karina seguía en shock cuando saludó a Fran.

—Estoy... no esperé ver a la hija de Vera con un hijo de Gerardo. ¿Qué dice tu madre de esto?

—Yo... —No me podía recuperar tan fácil de su emoción al verme—. Ella...no sabe que sé de su historia con Gerardo.

—Siéntense, ¿me cuentas todo?

Asentí. Y decidí contar todo sin dar tanto rodeo.

—Llegué a Carum porque a mamá le llegó una carta que la dejó muy mal, y trató de ocultármelo. Hace algunos años le escribió a Gerardo, contándole que las cartas que envío él, nunca llegaron a sus manos por culpa de sus padres. También le contó que había nacido yo. Bueno, esta carta no le llegó a Gerardo, sino que muchos años después le llegó de vuelta a mamá. —Busqué la carta en mi bolsita y se la entregué. Ella comenzó a leerla de inmediato—. Pero la verdad es que no sé qué sucedió. También tenemos esta otra que mi mamá guardaba en su libreta, sin querer... sin querer la encontré. —Busqué la segunda carta, Karina seguía leyendo la otra—. Esta es de Gerardo. Es la única que logró llegar a sus manos. Solo dice que se fue a Francia y que no obtuvo respuestas de ella.

Karina suspiró ampliamente con una carta en cada mano. Levantó la cabeza, se veía desbordada por la emoción, incluso sus manos temblaba ligeramente.

—Una carta de Gerardo diciendo que nunca obtuvo respuestas de ella, una carta de Vera explicando el por qué... pero que nunca recibió Gerardo. —Suspiró ampliamente y nos quedó mirando—. Parecían amarse realmente. Los vi muchas veces juntos, podías saber desde metros que ellos se querían. Solo con mirarse, ¿les ha pasado eso? —preguntó, más para ella misma que para nosotros. Mi mente se transportó de inmediato a Gaspar—. Se iban a ir juntos. Fue todo tan extraño. —Su voz se tornó temblorosa y bebió unos sorbos de té—. Lo siento, es que la busqué mucho, y pensé que... que había fallecido. Desde que me llegó tu correo no he podido lidiar bien con mis emociones. Yo quería mucho a Vera, y descubrir que no le sucedió algo terrible me alivia de una forma que no podría explicarles. —Dejó de hablar, y apretó los labios. Parecía estar reprimiendo las ganas de llorar desconsoladamente—. Vera era una hermana para mí y de repente desapareció. Fui a su casa todos los días durante meses, y sus padres me cerraron la puerta en la cara cada vez.

Me acerqué a ella y la abracé. Me devolvió el abrazo y se separó, limpiando sus lágrimas. Luego de unos momentos, en el que Karina bebía de su té, Gastón carraspeó.

—¿Es verdad que mi padre se fue con Mariana? —No aguantaba más la duda. Karina subió la cabeza lentamente, aún con la taza atrapada en los labios. Se quedó observándolo unos segundos.

—Eso... eso creo. —Meneó la cabeza—. No estoy segura. ¿Tú no sabes nada de Mariana?

Negué con la cabeza.

—Me enteré hace poco de ella. ¿Cuándo fue la última vez que viste a mi mamá?

—Fue el día en que iban a hacer una cena... donde iban a decir que estaban juntos. —Karina se llevó las manos a la cara y se la refregó—. Maldita cena. Perdón. Cuando Gerardo no llegó, Vera no reaccionó bien. Nunca la había visto así, y bueno también vieron a Mariana con Gerardo en la estación de trenes ese mismo día.

—¿Quién los vio?

—Los tíos de Vera. Ellos viajaron para la cena y en la estación los vieron. Llegaron comentando de cómo habían visto a Mariana con un chico muy apuesto de unos ojos azules hipnotizantes. Así que sin querer sus tíos lanzaron una bomba.

—Y luego mi mamá desapareció —murmuré. Ya me encontraba al borde del asiento, y mis dos amigos también.

—Ese día desaparecieron Mariana y Gerardo. Tu mamá... no tan luego. —Se llevó la mano al pecho y carraspeó—. Pasaron dos semanas en las que se mantuvo en su habitación escribiendo. Estuve con ella todo ese tiempo, temía que se volviera loca. Se la pasaba llorando y sufriendo. Sus padres no la tomaron en cuenta porque estaban preocupados por Mariana. —A Karina los ojos se le llenaron de lágrimas nuevamente—. Éramos unas niñas, no teníamos idea de la vida. Menos viviendo en un pueblo como este. Ese sufrimiento fue real y doloroso. Lloraba con ella, no podía creer que Gerardo se hubiese ido así de la nada. Menos con alguien como Mariana. Vera, luego de una semana pensó que había imaginado su relación con Gerardo, no le cabía en la cabeza que él ya no estuviera. Aunque tenía los dibujos y poemas de él. Era un amor profundo el que él tenía. Bueno... al menos eso creímos.

—Pero no existe ninguna Mariana en la vida de papá.

—Quizás luego se separaron —comentó Fran, ya tenía dos uñas menos—. ¿Y luego?

—Luego Vera...me dijo que estaba embarazada.

Expulsé el aire lentamente, y recordé el informe del investigador privado de Gerardo.

—Y sus padres la encerraron en el orfanato, para que luego diera en adopción.

Karina cerró los ojos. Nadie dijo nada hasta que los abrió. Se veía el dolor en su expresión.

—Lo sabía, también fui muchas veces y nunca me dejaron entrar. Una vez fui a encarar al padre de Gerardo. Me dijo que su hijo se había ido lejos y que no tenía idea dónde estaba. A esas alturas ya sentía que no había nada que perder, y le conté que Vera se encontraba embarazada de Gerardo. —Exhaló y bebió otro sorbo de té—. No tuvo ningún cambio en su expresión, así que él lo sabía. ¿Pero desde cuándo supo que los dos estaban juntos? Le dije que su hijo había escapado con Mariana, se echó a reír y me dijo que si era así, entonces que no esperaba verlo nunca más.

—Nosotros encontramos un informe de ese orfanato. Al parecer ese hijo nació pero a mi madre le informaron que había fallecido. Y también se da a entender que la familia Fonseca estaba enterada.

Karina parecía no creer mis palabras.

—Eso es terrible. No sé por qué los padres de Vera hicieron algo así. Me imagino que solo por la vergüenza que implicaba —en este pueblo— tener un hijo siendo adolescente y además estando sola.

—¿Sabes qué sucedió con los padres de Vera? —Quiso saber, Fran.

—Fallecieron ambos hace bastantes años. Dicen que la ida de sus hijas los consumió. Vera, me gustaría hablar con tu madre. Es todo lo que quiero. Yo luego de un año me mudé con mi familia, y nunca pude volver aquí, así que las opciones de contactarme con Vera se hicieron imposibles.

—Te daré su contacto, pero, ¿podrías no decirle que nos has visto a mí y a Gastón? No por ahora —pedí. Karina sonrió y dirigió su mirada a Gastón.

—¿Tu padre nunca les ha contado qué sucedió? ¿Por qué se fue?

Gastón carraspeó.

—Mi padre es bastante... difícil. No cuenta nada de su pasado.

—Es muy severo con sus hijos —agregó Fran—. No pueden tener novias, y...

—¡Qué extraño! Gerardo era todo lo contrario a la edad de ustedes. Se la pasaba dibujando y perdiéndose en el bosque con Vera.

—Creo que nunca se perdonó el haberse ido. Ha estado buscando a Vera, justo desde que llegó Isla.

—Lo entiendo. Si tú miras a Isla, ves a Vera, sin embargo, no se parecen tanto físicamente. Es más bien la mirada, la forma de hablar...de moverse. Y eso le debe haber sucedido a tu padre.

Gastón asintió, algo apenado.

—Quiero saber, Isla. ¿Por qué estás aquí averiguando y no le has preguntado a tu mamá?

Me removí incómoda en mi asiento y aproveché para beber del té que la señora nos había llevado hace unos momentos.

—Mi mamá no comparte nada de su pasado —resolví por responder—. No ha querido contarme nada y...

—Con Gerardo compiten por quien es el ser más frío de este planeta —soltó Fran. Me quedó mirando con los ojos abiertos—. Es verdad.

Karina asintió lentamente.

—Además hay algo más. Una joya, creo que un pendiente. —Comencé a decir.

—¿Un pendiente?

—Sí, que al parecer Gerardo se llevó.

Se quedó pensando con la mirada perdida en la tasa de té. Luego, pareció recordar algo.

—No, él no se lo llevó. —Meneó la cabeza—. Quiero decir que Mariana lo tenía. Era una reliquia familiar muy importante. La familia de Vera no tenían un mal pasar, a decir verdad, el trabajo del padre con los negocios Fonseca comenzaron a prosperar rápidamente y ellos podían vivir muy bien. Sin embargo, tenían esta reliquia que heredaron —no mucho antes de que Mariana se fuera—, de un familiar lejano, que gozaba de una relación muy estrecha con personas adineradas. Según lo que me contó Vera, los padres decidieron conservarla en caso de que pasaran alguna necesidad.

—¿Pero era muy valiosa?

—Vera una vez me contó que escuchó a sus padres diciendo que podría dejarlos en un estrato social completamente distinto y armar sus propios negocios. Sin embargo, el padre de Vera quería conocer más sobre los negocios antes de lanzarse con uno propio. Querían además esperar a que una de sus hijas se casaran para poder venderlo y así darles una vida de lujo como regalo. A nosotras nos parecía que a los padres les daba miedo avanzar de un momento a otro, en su vida social y ser adinerados. Querían una vida más simple.

—Mi abuelo desheredó a mi padre, y él...—Gastón movía su pierna sin parar, y su mirada estaba clavada en la mesita frente a nosotros—. Él armó sus propios negocios.

Karina resopló.

—Bueno, quizás ocupó eso. Yo me mantuve en contacto algunas veces con Gerardo, pero nunca me respondió nada al respecto de Mariana. No insistí tampoco, él ya me había comentado de tu madre, Olivia. Sin embargo...—Sacó su computadora y la abrió frente a nosotros—. Mariana me envió un correo electrónico, unos nueve años atrás. Lo debo tener por aquí. Lo siento, no lo mencioné antes. Estoy un poco abrumada con esto, y lo olvidé por completo a pesar de que tenía presente mostrártelo. —Giró la computadora y los tres nos acercamos a leer.

Karina,

Esto debe ser algo extraño. Soy Mariana Harris...la hermana de Vera. Espero que esté todo bien en tu vida. Seré breve. Llevo muchos años buscando a Vera, pero no he podido dar con ella. Me ha costado mucho, y lo único que he conseguido es tu contacto. Pensé que ella estaría en el funeral de nuestros padres, y me ha extrañado no verla allí. Por favor, sé que si alguien tiene su contacto eres tú. Necesito con urgencia contactarla, por favor.

—Solo le respondí que no tenía idea. —Se encogió de hombros—. Me resulta extraño que tu madre sea tan difícil de encontrar.

—Es porque no usa su apellido. Y eso me acaba de dar sentido. Debes buscarla como Vera Pike. Y no hay ninguna foto de ella en línea. Es muy... reservada. ¿Me podrías dar el correo de Mariana? Tal vez lo siga utilizando.

—Claro. Yo me contactaré con tu madre hoy mismo. Si quieres, le diré que la encontré en la web. No le diré que te he visto hasta que tú hables con ella... que espero que sea pronto. Lamento que no sea tan cálida como yo la recuerdo. Vera era diferente, y lo mismo digo con Gerardo. Se amaban.

Apreté los labios, pero no aguante de decir lo que venía pensando hace tiempo.

—Mi mamá lo sigue amando y le sigue doliendo lo que pasó con él. Eso ha provocado que sea tan estricta, severa y con miedo a amar.

—Si lo pones así, tienes toda la razón. Soy honesta al decirte que a pesar de todos estos años, no me extrañaría que ella siguiera enamorada de él. Aunque...

—Oh, no. Mi padre falleció cuando yo era muy pequeña.

—Lo siento mucho.

Mi celular se encendió sobre la mesita. Cogí el teléfono.

Gaspar: Mi Mawi, estaré de vuelta esta noche. Ha pasado algo terrible con mamá, no estaba aquí por trabajo... y mi papá igual se ha enterado. No le digas nada a Gastón.

Y por primera vez se me ocurrió que nuestros padres podían verse y conversar de lo sucedido. Ladee mi cabeza hacia Gastón que saboreaba una de las galletas. Mi miró de reojo y sonrió.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí, ¿y tú?

—¿Te imaginas dejar a alguien y después arrepentirte de tal forma que llegas a cambiar como eres?

—Suena horrible. —murmuré en voz bajita. Fran y Karina hablaban sobre el clima—. Mamá se enteró de que salgo con alguien. Me dijo que no cree que sea buena idea que esté aquí.

—Ni lo digas. Aún no llegamos al final de esto. —Puso una mano en mi hombro, y clavando su mirada en mis ojos, susurró—: no me dejes sin ti.

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Holaaaaaa :D

¡Ay! No tanto romance en este capítulo pero teníamos que saber más de Vera y Gerardo.

¿Les gustó?

¿Qué habrá sucedido com Vera y Gerardo?

Si le gustó ojalá voten y me agreguen como amiga aquí y en IG: valesminombre

Gracias!!!

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