44. Una noche en paz y un despertar caótico

Carum, 2019

Isla

Llegue a mi habitación y me saqué el vestido para ponerme algo más cómodo. No mi pijama de ositos porque no sabía si Gaspar iba a aparecer o no. La verdad es que me tenía tan nerviosa su visita, que me senté en mi cama con la computadora a ver una película. A la media hora no sabía qué veía porque mi mente estaba en cualquier parte.

De repente dieron las 3:30 a.m. y ningún rastro de Gaspar. ¿Tan fácil se había olvidado? Le envié un mensaje que no respondió. Él era tan impredecible que no sabía qué esperar, y eso hacía que me estresara y de a poco la ilusión de verlo se fue convirtiendo en enojo.

¿En serio?

Desperté por el incesante sonido de mi celular. El nombre de Gaspar apareció en mi pantalla y desvié la mirada a la hora: 4:00 a.m. No alcancé a contestar, pero de pronto noté los mensajes que me había enviado hace unos minutos.

Gaspar: Hubo un problema en la casa. Gabriel habló con papá.

Gaspar: Perdón, mi teléfono se descargó y no pude cargarlo hasta ahora. A Gabriel le dio un ataque de algo...no sé. ¿Pánico?

Gaspar: Los tres hemos estado con él. Ya está bien. Te iré a ver.

No pude seguir leyendo porque su nombre apareció nuevamente en la pantalla. Una llamada entrante

—¿Gabriel está bien? —Fue lo primero que pregunté.

—Sí, ya duerme como un bebé, ¿dormimos juntos? —preguntó inesperadamente.

—¿Qué? —Seguía con la mitad de mi cerebro durmiendo.

—Eso —replicó, lacónico—. Estoy en la entrada de tu casa y me congelo el culo. Ábreme y dormimos juntos.

Dios mío.

¿Es esto real?

La imagen de él, tan perfecto esperando a que le abriera la puerta hizo que me sonrojara de inmediato, y que me tapara la cara con las manos de los nervios.

Me sentía como una niña pequeña.

Carraspee.

—¿Estás afuera? Está por amanecer —dije, saliendo de la cama. Corrí a mirarme al espejo. Antes de dormir me había hecho una trenzas así que lo que vi no era un desastre.

—Sí, lo sé. Podemos dormir una hora juntos. Estoy agotado —respondió, con la voz ronca y arrastrando las palabras.

—Espérame —susurré.

Bajé las escaleras, procurando no hacer ningún ruido. Lo que no era tan fácil si escuchaba mi corazón golpeándose contra mi pecho, y mi respiración tan agitada que de los nervios pensé que todos en la casa me oirían.

No sé por qué Loreta parecía que tenía oídos en todas partes. Al más mínimo sonido salía corriendo de su habitación con cara de querer asesinar a alguien. Ya lo había comprobado algunas de las veces que fui a la cocina en plena madrugada. El único problema de mi plan en ese momento, era que la puerta principal hacía un horrible sonido al abrirla. Llegué e intenté calmarme un segundo.

Inhala.

Exhala.

Es un chico común y corriente con el que has estado ya varias veces.

Bueno no tan común. Podría ser portada de revista.

O...

Inhala.

Exhala.

Giré el pomo de la puerta lentamente, pero escuché un sonido de aburrimiento cuando apenas llevaba unos centímetros.

—¿Quieres que me congele aquí afuera? —Gaspar la empujó para entrar rápido.

Y la puerta hizo un sonido que me estremeció. En mi mente vi a Loreta dando un salto fuera de la cama a toda velocidad.

—¡Gaspar!

—¡Perdón!

Conteniendo la risa, lo cogí de la mano, cerré la puerta y corrimos hasta la escalera.

—Sácate las zapatillas —ordené, susurrando.

—¿Qué? ¿por...?

—¡Sácatelas!

Con su mano libre me hizo caso, y tiré de su brazo para subir corriendo.

—Oye podrías esperar a que lleguemos a la habitación...si quieres...

—¡Gaspar! —exclamé. Y escuché la puerta de Loreta abriéndose de golpe—. ¡Mierda! Corre.

Corrimos como dos niños y reprimiendo la risa. A Gaspar se le cayó una zapatilla en medio de la escalera y casi me caigo cuando frenó de golpe para que nos devolviéramos. Avanzamos rápido por el pasillo de las habitaciones y entramos a la mía.

—Loreta me da miedo —murmuró, apoyándose en la puerta. De reojo noté que la cerró con pestillo.

—Ufff. Eso estuvo cerca, ¿la conoces?

—Sí, ella trabajaba en nuestra casa antes. Hasta que no nos soportó más. Fue la más difícil de echar, Gustavo tuvo que fingir que se había cortado un dedo o algo así. Llenamos la cocina de salsa de tomate.

—Son unos monstruos —reí, y me tapé la boca. Sentí pasos por el pasillo, y me adelanté hacia Gaspar para apagar la luz. Fue un movimiento tan rápido e impensado que quedó acorralado entre la puerta y yo. Y no me atreví a moverme porque las pisadas de Loreta se acercaron, y se quedó allí unos segundos.

—¿Isla? —preguntó, tras la puerta—. ¿Con quién estás? —Comencé a respirar tan fuerte que Gaspar tapó mi boca, pero al parecer ese contacto no era suficiente para él porque con la otra mano comenzó a acariciar mi espalda de arriba a abajo.

Loreta golpeó la puerta.

Moví mi cabeza para que Gaspar dejara de taparme la boca, y eso hizo que con su mano libre bajara lentamente por el costado de mi cuerpo.

Carraspee.

—¿Pasa algo? Estoy durmiendo.

—Sí, y la reina Isabel acaba de hacer su entrada a la casa. ¡No se aceptan chicos a estas horas de la noche!

Gaspar me giró y me dejó a mí contra la puerta. Con sus dos manos cogió mi cuello y comenzó a darme besos cortos en mi cara. Acercándose peligrosamente a mis labios pero sin llegar a hacerlo, lo que en ese instante era la peor tortura.

—¿Ahora me torturas? —murmuré, de forma que fuese apenas audible—. Volveré a dormir, no sé de qué hablas —dije a Loreta. Gaspar seguía dándome besos cortos con sabor a menta y cigarrillo. Y yo cogí su cara para besarlo en los labios, pero juguetonamente me lo impidió.

La vibración en mis extremidades amenazaba con desvanecerme allí mismo. Sus manos que recorrían mi espalda fueron bajando lentamente.

Loreta golpeó de nuevo.

—¡Y no creo que ese chico sea tu novio! —exclamó furiosa—. Esto no se quedará así. Le diré al señor Alonso.

Eso fue suficiente para que volviera a reaccionar. Gaspar besaba mi cuello, y yo con mis manos libres, trataba —sin éxito— de alejarlo de mí.

—¿Lo irás a despertar a las 4 a.m. porque crees que no estoy sola?

—Si no es así, déjame entrar. Eres irrespetuosa e insolente en una casa que no es tuya.

Tuve que casi morderme la lengua para no gritarle ciertas cosas que pasaban por mi mente.

—Buenas noches —dije, con los dientes apretados. No la veía capaz de ir a despertar al señor Alonso. En la mañana iba a ser otra historia. Contuve la respiración hasta que escuchamos sus pasos alejándose.

—Está loca —murmuró Gaspar—. Me alegro de que Gustavo haya logrado espantarla. Ahora cada vez que nos ve, parece que va a vomitar y toca esa cruz que lleva en el cuello.

Solté una carcajada.

—Hace lo mismo conmigo.

Gaspar bostezó ampliamente, y yo lo imité.

—¿Estás cansada? —Se acercó y me abrazó para luego esconder su cabeza entre mi cabello—. Me encanta tu olor. Y tus besos —agregó, buscando mi boca con la suya. Apoyó una mano a un costado de mi cara, y con la otra cogió mi barbilla.

—Estoy un poco cansada, Loreta nos despertó a las siete para desayunar. Estoy segura de que solo lo hizo para molestarnos. Después Fran me hizo correr una hora y luego fuimos a la feria. Mañana tengo que...—Iba a decir que tenía que ir a Hamil con Gastón, pero Gaspar no sabía —o se suponía— no sabía nada de nuestra investigación con Gastón.

—¿Tienes que...? —quiso saber, chupando mi labio inferior.

—Saldré temprano con Gastón.

Hizo un mohín, pero luego volvió a mi boca y me dio un beso lento. Se separó para tomar aire.

—¿A dónde? —Lo besé para que dejara de hablar. Dejó escapar un pequeño sonido desde su garganta cuando introduje mi lengua y fui en busca de la suya.

Mi habitación era como estar en una chimenea.

O más bien en el infierno.

Porque yo no debía estar con ningún chico según las normas de la casa, según mi madre, y prácticamente rompía cualquier regla que me habían impuesto.

—¿Qué me habías preguntado? —dije, cuando nos separamos nuevamente.

—Que a dónde vas con Gastón.

Dudé de si decirle, porque no sabía cómo explicarle lo que hacíamos ni contarle lo que ya llevábamos avanzado. Además, ¿cómo iba a reaccionar él? Yo sabía que él protegía a su madre y que por eso en un principio me quería echar de Carum, y lo entendía a la perfección. Era su mamá, y él su favorito. Así que para no hacerla sufrir podía sabotear lo que hacíamos con Gastón, incluso sin la intención de hacerlo.

Y así, una vez más. Las cosas seguían siendo complicadas.

—Te lo contaré cuando tenga un poco más de información —repliqué.

Se alejó un paso de mí.

—No me gusta como suena eso, Mawi. ¿Por qué no me puedes contar? ¿acaso no confías en mí?

Puse una mano en su pecho, y luego apoyé mi frente. Resoplé.

—Te lo contaré todo después de mañana, ¿está bien? Ahora me quedan solo dos horas para dormir.

—Mañana —dijo, y se abalanzó hacía mí para alzarme desde las piernas. Me echó sobre su hombro. Ufff...eso ya lo había hecho antes.

—¿Qué haces? —pregunté, entre risas. Avanzó conmigo hasta la cama y me dejó sobre ella. Se quedó de pie, frente a mí y comenzó a desvestirse. Avancé con mis piernas hasta el respaldo de la cama.

Con la luz de la luna entrando por mi ventana, Gaspar comenzó a desabrocharse la cremallera del pantalón.

—Ahora, mmm ¿me sacó la ropa? No me gusta dormir vestido.

Menos mal que desde su posición no podía ver mi cara sonrojada. Sus palabras me hicieron temblar de solo imaginarlo desnudo.

—Pero...

—¡Ah! Si me quedaré en bóxer —replicó riendo. Se sacó el jeans y la camiseta.

Tragué saliva. Esa imagen no era nueva para mí, ya lo había visto en esa posición. No me podría cansar nunca de ver algo tan bonito y sexy, y además queriendo entrar a la cama y dormir conmigo. Temblé cuando la abrió y se metió dentro.

—¿Te vas a quedar allí mirándome o vas a entrar conmigo? Porque si nos vamos a mirar y ya, entonces ve sacándote eso que tienes puesto porque me siento en desventaja.

Sonreí, y avancé gateando por el cobertor y me metí bajo las sábanas. Pegué los pies congelados en sus piernas desnudas.

—Tengo frío —dije, acercándome a él.

—No vengas y te pegues si lo que quieres es dormir —gruñó. Se giró y pasó su mano por sobre mi abdomen para abrazarme. Me acomodé y quedé perfectamente acoplada con su cuerpo caliente. Mis párpados comenzaron a sentirse cada vez más pesados.

—¿Gaspar?

—Dime —respondió, con la voz ronca por el sueño.

—Ahora me siento feliz.

—Yo también —susurró.

—¿Tú crees que lo logremos?

—Al menos por hoy, sí. Aunque hay una forma de hacerlo más perfecto...—comenzó a decir. Su mano se quedó en el borde de mi pantalón.

Si no dormía nada, al otro día en Hamil iba a ser un desastre. Así que sintiendo que me estaba autoapuñalando por la espalda, cogí su mano e hice que me abrazara.

Esa no era la noche.

***

La alarma de mi celular comenzó a sonar, y a sonar sin parar. Me encontraba tan cansada que me quedaba dormida una y otra vez. Dentro de mi sueño escuchaba que alguien me llamaba y golpeaba mi puerta.

No sé cuánto tiempo estuve a punto de levantarme sin éxito, pero de repente golpearon la puerta fuertemente. Con eso fue suficiente para que me sentara asustada en la cama.

—¡Isla! ¿estás despierta? —Paula me llamaba tras la puerta—, ¿Isla? Gastón está esperando abajo. ¿Hola? Voy a abrir —Me refregué los ojos, y al mismo tiempo en que vi la puerta abriéndose, vi a Gaspar junto a mí.

¡Mierda!

—¡No! ¡Estoy despierta! —grité, levantándome de un salto.

—¿Qué es todo este ajetreo? ¿Isla está bien? —quiso saber Julián.

—Ahhhhh —Paula dio un grito que me sobresaltó, y se tapó los ojos con las manos.

—¡Isla! ¿qué...qué haces? —exclamó Julián.

Antes de tocar el piso, la puerta ya se encontraba abierta de par en par. Paula, Julián y Loreta se hallaban con la boca abierta y cara de estupefacción. Ninguno de los tres mirándome a mí, sino a Gaspar acostado de abdomen, y con la espalda desnuda. Las sábanas le llegaban justo sobre el borde del bóxer, así que a sus ojos, estaba desnudo por completo.

Fran apareció corriendo. Y ya eran cuatro personas con sus ojos deslizándose de mí al hombre semi desnudo en mi cama.

Y mi supuesto novio esperando abajo.

En cámara lenta vi al señor Alonso llevarse las manos a la boca. El terror se apoderó de él, y perdió varios tonos de color.

—Perdón, escuché gritos. ¿Está todo bien? —preguntó Gastón, acercándose por el pasillo. El señor Alonso se desfiguró, y con una mueca de película de terror agitó las manos para atajar a Gastón.

—¡Noooo! —gritó Paula, alejándose. Gaspar despertó y se refregó la cara. Se sentó de golpe al notar el espectáculo que dábamos. Cuando los padres de Francia notaron que era él quien estaba en mi cama, por sus expresiones, supe que había sido peor. Julián Alonso perdió otros tonos más de color de cara, antes de desaparecer con Paula por el pasillo.

Loreta se acercó dando grandes zancadas.

—Ustedes dos son de lo peor. ¿Cómo le hacen eso a Gastoncito?

Gaspar me lanzó una mirada de no saber qué hacer y Fran estaba igual.

—Tendrán qué decirles ahora —comenzó a decir Fran. Ladeó su cabeza hacia donde habían desaparecido sus padres—. ¡Déjenlo pasar! —exclamó, desapareciendo en dirección hacia ellos. Miré a Gaspar y salí corriendo, sin dirigirme a Loreta.

En el pasillo estaban los papás de Fran cortándole el paso a Gastón. Él no entendía qué sucedía. Fran intentaba que Gastón pasara, Loreta trataba de impedirlo. Parecía que nos encontrábamos en medio de un mercado, peleando por un objeto.

Un desastre provocado nada más ni nada menos que por mí.

—¡Gastón! —exclamé. Y cuando me vio, noté el alivio en su cara. Y luego su mirada se trasladó a quien se encontraba tras mío.

—¿Podemos aclarar esto de una vez? —preguntó Gaspar. Sentí que mi corazón se paralizó y me giré en cámara lenta, esperando verlo en bóxer. Menos mal, ya se encontraba vestido.

—¡Isla! ¿Qué has hecho? —Julián parecía a punto de darle un ataque cardíaco, y yo apenas podía hablar de los nervios y vergüenza.

Fran resopló.

—Papá. Isla y Gastón no son novios, nunca lo han sido. ¡Solo son amigos! El novio de Isla es Gaspar, pero no sabían cómo decirlo porque todos creían que ella estaba con Gastón. Pero no es así, la verdad es que ellos dos se quieren bastante, y Gastón sabe lo de ellos —soltó Fran. Cuando paró de hablar tomó una larga respiración, y luego me miró a mí—. ¿Está bien?

—¿Qué es esto? ¿Nos han estado mintiendo en nuestras caras? —Julián se llevó la mano al pecho—. ¿Gerardo sabe esto?

—No, mi padre no sabe nada —dijo Gastón—. Nosotros les vamos a decir, hoy. Con Isla...somos amigos y rompimos oficialmente ayer para la escuela. Así que está...¿todo bien?

—Pero, pero...—Paula miraba de un lado a otro—, ¿desde cuándo ustedes dos...?

—Desde hace algunas semanas —respondió Gaspar, un poco hastiado de la conversación. Se apoyó en la pared y cerró los ojos. Luego miró al señor Alonso—. Creo que está todo bastante claro. Ellos no son novios, nosotros sí —dijo, señalándonos.

Esperen...

¿Qué?

¿Novios?

—No entiendo entonces...¿por qué? ¿qué dirá Gerardo? —Julián parecía estar debatiéndose mentalmente cómo enfrentarse a la vergüenza de lo sucedido con Gerardo. Me dio la impresión de que en su mente solo veía que yo era la culpable y no consideraba la parte de que dos de los hijos de Gerardo también estaban involucrados.

—Papá, ellos tendrán sus razones.

—Yo arrastré a Isla a esto —soltó Gastón de repente. Negué con la cabeza para que no diera más explicaciones—. Le pedí que fuera mi novia falsa para rebelarme con mi padre, no sé cómo terminó armándose una bola de nieve que arrastró también a Gaspar.

—Sí, debería haberlo dicho antes pero no...no supimos como —murmuré, con las mejillas sonrojadas.

—Isla, no sé que decir. No corresponde habernos mentido así. Hablaré de esto con tu madre. —Julián se giró y se fue enfadado.

—No le diga a mi mamá —pedí, en un susurro. Paula dio un paso al frente y miró a su esposo por sobre su hombro.

—Fran, ¿sabías de esto?

Fran afirmó con la cabeza.

—Sí...yo...

—Francia, si esto complica los negocios de tu padre, se defraudará mucho.

—Eso sería culpa de nosotros —replicó Gastón.

—Sí, no es culpa de ellas —agregó Gaspar.

Paula los miró y dio un gran suspiro.

—Sí, entiendo. Me duele la cabeza. Después hablaremos—. Dio media vuelta y se fue.

—Creo que me tendré que ir de aquí —dije, por segunda vez en menos de 24 horas.

—No, Isla. A mis padres se les pasará, es normal que estén algo enfadados...—Fran apoyó su cabeza en mi hombro.

Meneé la cabeza.

—Pero ellos me trajeron y... ahora los hago pasar por esto. Además le dirán a mi mamá...ella es capaz de devolverse si se entera de algo así. Tengo que llegar al fondo de lo que vine a averiguar antes de que todo empeore —sollocé. Fran me abrazó, y levanté la cabeza para dirigirme a Gastón—. ¿Me das quince minutos? Estaré lista para ir.

Algo nervioso, asintió y se fue.

Gaspar se acercó a nosotras y me acarició la espalda.

—Descuida, todo estará bien. —Me separé de Fran y lo abracé—, ¿nos vemos en la noche?

—Me acaba de llegar un mensaje de mi mamá. Está en Los Ángeles, iré a verla porque no quiero estar hoy en casa —dijo, peinándome el cabello tras la oreja—. Le diré a Gabriel que vaya conmigo, ¿está bien si nos vemos mañana temprano?

—Está bien —susurré. Y antes de darme cuenta, él tenía sus manos en los costados de mi cara y me besaba. Se separó, y me quedó mirando unos instantes. Gaspar recién despertando era digno de sacarle una foto y enmarcarlo. Me mordí el labio y él me cerró el ojo. Luego se volvió hacia Fran—. Nos vemos Fran.

Cuando Gaspar desapareció al bajar las escaleras, di un largo suspiro.

—Me encanta.

—¿Te diste cuenta de que te hice novia de él? —rio Fran. Solté una carcajada.

—¿Vas conmigo y Gastón?

Hizo una mueca de pánico.

—¿Quieres que vaya luego de que pagué por una cita con él? No estoy tan loca como tú. No, no, no.

—Fran, te doy diez minutos. Irás y nos ayudarás. No vayas con ese pijama por favor.

Su expresión se desvaneció y en cámara lenta bajó su mirada hacia su pijama rosado con unicornios color lila. Se llevó las manos a la boca y ahogó un grito.

—¿Me...me vieron así? Voy a morir —Agarró entre sus dedos la tela acolchada del pantalón—. Esto...no puede estar pasando.

Reprimí la risa.

—Nueve minutos, y así Gastón se sacará la imagen de unicornios rosa de la cabeza.

Me bastó decir eso para que saliera corriendo.

—ok...ok... iré.

—¡Fran! —exclamé, y se detuvo en seco—. Y tendrás que jugártela por ese chico.

Me levantó el dedo corazón y entró a su habitación.

Me devolví a mi cuarto, y apenas entré me llegó un nuevo mensaje.

Número desconocido: Isla, soy Gerardo. Te lo advertí.

Y llegó un segundo mensaje. Era de mamá y no me atreví a leerlo.

¿Cuánto me quedará en Carum?

___

Uffff... ¡Espero que lo hayan disfrutado!

Comentemos:

¿La felicidad duró una noche?

¿Lo de Gastón solo se quedará en ese beso?

¿Se irá Gaspar?

¿Cómo les irá en Hamil?

¿Qué querrá decir Gerardo?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top