41. La subasta - Parte I

Carum, 2019

Isla

Nuevo mensaje de Sofía: ¡Alumnos! Llegó el día de nuestra feria de bienvenida. Sí, un poco tarde...pero nadie se quejará, ¿supongo? Hoy todos están invitados a lo que será nuestro segundo mejor evento del año. (El primero corresponde al paseo de fin de año :P). La feria será en el estadio de fútbol de la escuela, ¡lleven dinero! Tenemos muchos stands entretenidos... (y bueno...ya todos sabemos lo de las citas tan esperadas)

—No sé por qué hicimos esto de las citas, si ni estaremos para fin de año —Fran negó con la cabeza. Tenía razón, finalmente era para juntar dinero para un paseo en el que ni íbamos a estar.

Suspiré mientras me observaba en el espejo, ya debíamos irnos a la famosa feria.

—Se supone que sería algo entretenido —murmuré—. Ahora no he parado de pensar en las citas. Es mi pesadilla; y Aarón y Mia no podrían estar más emocionados. No han parado de hablar de ellas.

—¿Ellos saben...?

—No, tú eres la única que sabe lo de Gerardo. Ellos solo saben que soy la novia falsa de Gastón y que con Gaspar ya ni hablamos. No me han preguntado por qué. Creo que no se atreven —susurré.

—Porque pareces un zombie —replicó, encogiéndose de hombros—, ¿hasta cuando seguirás con esto? ¿por qué no...le hablas?

Meneé la cabeza.

—No puedo, está tan lejos... y tan cerca. —Fran me dio un golpe en el brazo.

—No te pongas a filosofar. Los dos se quieren y no se atreven a hablarse.

—Pero tú sabes que no lo hago porque su papá lo llevará lejos.

—¿Y por qué no dejas que él tome esa decisión? En vez de ignorar sus mensajes, y no responderle todas las veces que ha aparecido bajo tu ventana. Está claro —dijo, señalando mi cara—, que esto no está funcionando para ti. Y me atrevería a decir que para él tampoco.

Me refregué la cara con ambas manos.

—En todo caso hace dos días que apenas me mira.

Fran rodó los ojos.

—No sé qué esperas, si lo estás ignorando. ¿Y qué harás con la cita que se supone que debes ganar? —Fran con cara de lástima no pudo evitar reírse de mi mala suerte. Eso hizo que también yo esbozara una de las pocas sonrisas de esa semana.

—No participaré —respondí, encogiéndome de hombros. Ya había tomado la decisión. No podía participar... aunque las citas fueran anónimas, el pueblo era muy pequeño, y temía que alguien se enterara y llegara a oídos de Gerardo. Sin embargo, la posibilidad de que alguien ganara la cita con él me revolvía el estómago.

—Ya, no te estreses. Nos divertiremos ahora en la feria, y además mañana irás a Hamil. Todo saldrá bien. —De repente me miró con el ceño fruncido—, ¿Vas a ir así? Dios, no puedes andar con un chico como Gastón... vestida así.

—¿Un chico como él? —pregunté, pestañeando rápidamente.

—Ufff, sabía que no lo dejarías pasar. Toma. —Me lanzó ropa, y luego señaló el cuarto de baño—. Te bañas y te vistes, después nos maquillaremos y pondrás cara de no tener el corazón roto y lo pasaremos genial, ¿okey?

—Sí, mamá —gruñí. Fran lanzó una carcajada.

Estuve mucho tiempo bajo el agua, hasta que me sentí preparada para enfrentar una noche de feria, y por sobre todo, de subastas.

Una hora más tarde, Fran manejaba hacia la escuela. Aarón y Mia iban con nosotras, sentados en los asientos traseros. Mia no paraba de moverse de los nervios. Llevaba un vestido rosa apretado y unos brillos pegados en un costado de la cara. Mia siempre me daba la sensación de que era una niña pequeña, aunque su mente era bastante pervertida.

—Saben que si no fuera gay, ustedes serían mis primeras opciones en el mundo. ¿Lo saben, cierto?

—Aarón, ¿no te confundimos ni un poquito? —rio Mia. Me giré y vi como le hacía cariño en la cara. Aarón se acurrucó como si fuera un gatito, y me miró justo en el momento en que yo alzaba una ceja.

—¿Qué? Necesito un poquito de cariño —murmuró. Arrugó la frente—. Ya que no tengo nada.

—¿Y Gabriel? —preguntó Fran.

—Al parecer las cosas con su padre andan un poco tensas así que no se atreve a juntarse conmigo. —Aarón hizo un puchero. Me dio tristeza la forma en que sus hijos temían de Gerardo, y a la vez rabia de que él los manejara como si no fuesen personas—. ¿No te han dicho nada?

Me encogí de hombros.

—No sé por qué Gerardo está así —respondí, apenada—. ¿Crees que Gabriel apostará por ti?

Meneó la cabeza.

—No lo creo, aunque esperaría que sí.

—¿Y tú por quien apostarás, Mia?

Se produjo un silencio que hizo que la mirara con los ojos entrecerrados y por su cara comprendí de inmediato a quien quería.

—Tienes cara de querer apostar por Gustavo —dije, riendo. La verdad es que no consideraba que ellos harían buena pareja, no si Gustavo seguía siendo tan tóxico. Y además a Mia la encontraba demasiado inmadura como para no dejarse caer brutalmente a sus pies.

Mia arrugó su expresión.

—Oh, no...yo no podría. Tú...es tu ex, yo no...

—Yo no me voy a interponer, si tú quieres hacerlo, hazlo. Entre Gustavo y yo no hay nada más que una amistad. Y lo sabes —respondí, un poco más seria de lo que hubiese querido, pero en el fondo de mi corazoncito, me molestaba que pensaran que tenía una relación con cada Fonseca.

—Oh, dios mío. Moriré aquí mismo —dijo Aarón de repente.

—¿Qué? ¿qué?

—Hay 700 descargas para la aplicación. Eso sería más que los de nuestra propia escuela. ¡My god!, en solo dos días. Imagínense hubiésemos lanzado la app una semana antes, todo los pueblos de alrededor estarían acá. —Besó la pantalla de su celular y se lo quité para ver si era cierto.

—¿No será mucho?

Aarón bufó.

—¿Has visto lo popular que es el Instagram de fans de los hermanos? Es absurda la cantidad de seguidores.

—¿Tienen un Instagram de hermanos? —preguntó Fran, riendo. Yo también recién me enteraba...sabía que cada uno tenía su Instagram. De inmediato hice click en el de Gastón y la cantidad de seguidores casi alcanzaba los 10.000.

—Si, pero no lo manejan ellos. Son fotos que le sacan las personas. —Mia se tapó la boca y rio—. Admito que yo envié algunas fotos el año anterior, cuando los vi en fiestas. Bueno... a Gustavo.

Aarón rodó los ojos.

—Si no apuestas por Gustavo te voy a golpear, literal lo has stalkeado demasiado como para ahora no hacerlo. Además a Isla no le importa —dijo, mirándome a mí. Yo sonreí y negué con la cabeza. ¿La idea me encantaba? No, pero no podía ser egoísta.

Nos bajamos y justo estaban los cuatro hermanos hablando en la entrada de la escuela. No voy a entrar en detalles del aspecto de cada uno, pero si alguien hubiese dicho que los sacaron directamente de una publicidad de modelos de ropa interior o jeans, nadie se habría extrañado.

Cada uno de ellos, era alucinante. No podía dejar de decirlo en mi mente, porque simplemente así era. Se giraron al mismo tiempo que una ráfaga de viento se hizo presente. A ellos el cabello se les revolvió, y a mí con Fran el vestido nos llegó al cuello.

El único que no rio fue Gaspar, que al vernos se giró y entró a la escuela. Tragué saliva. Si seguía viendo su espalda alejándose de mí con tanta frialdad, no me veía aguantando mucho tiempo más en ese pueblo. Y de repente deposité toda la esperanza en mi visita del siguiente día a Hamil con Gastón, para terminar rápido con el misterio e irme lejos.

Y ese puro pensamiento hizo que se me cubrieran los ojos de lágrimas. ¿Podría dejar así de fácil a mis amigos? Gastón me abrazó y me pegó a él.

¿Qué tan fácil podría dejarlo a él?

En poco tiempo, Gastón se había convertido en un partner. Separarme de él, no iba a ser tan fácil. Ojalá hubiese considerando antes el no hacer amistades, porque me iba a marchar en solo algunos meses. Además, luego de que enfrentara —algún día— a Gerardo, quien sabría si podría o no acercarme a sus hijos después de que él supiera que yo era hija de Vera.

—¿Todo bien, Cookie?

—Sí, ¿entremos? Tengo hambre.

—Hay un stand de papas fritas. —Gustavo me sonrió. Sabía que yo las amaba, después de todo, en muchas de nuestras citas, terminamos comiendo papas fritas.

—¡Vamos! —dijo Aarón, refregándose las manos. Noté que se encontraba nervioso, y es que la presencia de Gabriel lo estremecía.

La relación de ellos era extraña. Se gustaban y estaban juntos algunos días, luego apenas hacían como que el otro existía, y luego de nuevo se juntaban, y así sucesivamente. Aarón era más abierto con el tema de su sexualidad, y por él, habría andado de la mano con Gabriel. Pero todos sabíamos que con Gabriel no era así. Y eso mismo era lo que los alejaba. Cuando eso sucedía, Aarón a veces también dudaba de si valía o no la pena estar con alguien que no se atrevía a vivir el amor.

Los observé. Y por la forma en que Gabriel lanzaba miradas de reojo a Aarón, comprendí que estaba enamorado hasta las patas. Me dieron ganas de tomar la mano de cada uno y unirlas, pero también entendía, que no era así de fácil. Menos en un pueblo que en muchas cosas se regían por reglas antiguas, y una pareja homosexual, para muchos habría sido casi uno de los peores pecados cometidos. Y entendía si ellos no quisiesen enfrentarse a eso.

¿Acaso el amor en algún caso es fácil?

Nos miré a cada uno, y ninguno parecía tener en ese aspecto las cosas resueltas. Cada uno de nosotros tenía algo en el corazón. Una herida, un dolor, o una marca.

Sofía y su equipo se lucieron con la feria. El estadio de la escuela se convirtió en un lugar repleto de luces, globos y stand rebosantes de colores y brillos. Los de comida se ganaron el gran premio, lo que quisieras lo podías encontrar.

Había también muchos de juegos, ventas de ropas, rarezas, lecturas de tarot, ventas de flores, etc.

Parecía que Carum por completo se encontraba allí, y nos paseamos con tres de los hermanos Fonseca de un lado para otro probando comidas y jugando como si todos fuésemos mejores amigos. Esto era un gran impacto para el resto de nuestros compañeros. Lo que más le extrañaba al resto, era la actitud sonriente y participativa de Gustavo: relajado y compartiendo con personas. Eso era algo tan inusual que las chicas se sonrojaban de solo oírlo reír.

De repente, Mia se puso roja por completo antes de darle un peluche que ganó a Gustavo, porque ya los demás teníamos. Él lo recibió un poco sorprendido. Temí que ella desmayara en el acto, y le dio una sonrisa tan amplia como aterradora. Él le revolvió el pelo como agradecimiento.

De repente, nuestros teléfonos vibraron y se anunció que en una hora sería la subasta. Levanté la cabeza, y la mayoría de los chicos y chicas tenían el teléfono en sus manos. Vi algunos saltos, y unos gritos desesperados de algunas chicas.

Uffff, ¿si no fuera amiga de ellos, estaría igual de desesperada?

—Dios, por la expectativa que se está formando creo que ganaremos mucho dinero —dijo Mia.

Gastón se acercó y me habló al oído:

—No te pongas celosa porque nadie apostará por mí, ya que tengo novia —rio.

Rodé los ojos.

—Ay Gastón, si nadie apuesta por ti, aceptaría cortarme un brazo porque eso es algo imposible.

Soltó una carcajada.

—No lo sé —dijo, con una sonrisa que le achinó los ojos.

Antes de que pasara una hora, todos se encontraban con los celulares en la mano, listos para comenzar la subasta. El estadio tenía una pantalla enorme en la que se mostraban los partidos. Cuando faltaban diez minutos para que llegara el momento de las apuestas, la pantalla se encendió y apareció un contador de tiempo.

—Wow, ¿nuestras caras aparecerán allí en gigante? —Fran se estremeció, y dio un paso atrás—. No quiero.

—Tranquila, te verás hermosa. —Aarón le palmeó la espalda. Le brillaban los ojos de pura emoción de que su cara apareciera allí, como si no fuera que la gente iba a participar por una cita con nosotros.

Nos fuimos hacia un costado del estadio, y nos sentamos en el pasto. Gustavo se sentó junto a mí, me cogió del brazo y me acercó hacia él.

—No vayas a ganar esa cita, Gustavo Fonseca —gruñí.

—Nah, la dejaré para alguien más —susurró, tomando mi barbilla y moviéndola hacia Gastón.

—¡Para! Yo lo que quiero es...—Cogí su barbilla, y la moví hacia Fran.

Bufó.

—¿Estás segura? —preguntó, con voz ronca. Lo miré, un poco extrañada de su pregunta. Agrandó sus ojos como si me estuviese haciendo una acusación.

Las personas a nuestro alrededor señalaron la pantalla en la que ahora había letras enormes.

"Mujeres jugamos primero"

Las fotos de cada chico apareció en la pantalla. Y me estremecí al ver la imagen de Gaspar allí.

Oh, no.

¿Y esto lo hice yo?

¿Una cita con otra chica?

No puedo.

Tragué saliva y busqué la mirada de Fran. Me observaba nerviosa.

Mierda.

Otro mensaje en la pantalla: tienen quince minutos para ofrecer y ganar

Ayuda. Mierda. ¿Qué hago?

Me quedé pegada mirando la pantalla. Antes de que algo apareciera, yo ya transpiraba por completo y las manos me picaban por apostarme a mí si era necesario para que nadie saliera con Gaspar. Toda la locura que creía tener controlada en mi pequeño ser, amenazó con hacerme perder la razón y darlo todo en un puro click.

Debajo de cada nombre los montos por cada chico comenzaron a aumentar y aumentar. A la cabeza iba Gustavo, Gaspar y Gastón.

Gastón dejó de mirar cuando había pasado solo dos minutos y el monto superó las expectativas. Gustavo estaba echado hacia atrás, riendo. Mia no paraba de teclear en su celular, y de repente pillé a Fran en lo mismo, tratando de ser disimulada.

¿Quién se ganará esa cita con Gaspar?

¿Lo soltaré así de simple?

¿Y si esta es la última oportunidad para salir con él?

Él está allí porque es su penitencia.

Y la mía es ganar esa cita...

—¿Qué se siente ahora que me tienes ahí como si fuera un objeto? —Gastón me miró con una ceja alzada.

—Te apuesto a que lo está disfrutando —rio Gustavo. Señaló la pantalla y movió las cejas, luciéndose por ir a la cabeza.

—Lo estás disfrutando, no me mientas —gruñí, en tono de broma—. Te encanta la atención.

Me concentré nuevamente en la pantalla.

La desesperación comenzó a aumentar y sentí la espalda perlada por el sudor. Quedaban siete minutos. Imágenes de Gaspar y su futura cita comenzaron a mandarme señales de alerta.

Giré el celular entre mis dedos tantas veces, que Gastón me cogió la mano y me obligó a tranquilizarme.

Cinco minutos.

Y la apuesta de Gaspar subía y subía. No sé si fue mi imaginación, pero escuchaba su nombre desde todas direcciones y comencé a buscarlo mirando hacia todos lados. Pero no lo pillé. Miré la pantalla nuevamente.

Tres minutos.

Mi celular vibró y de los nervios casi lo lanzo lejos.

Gaspar: Así que no cumples las penitencias. ¿Eres de esas, Isla? No te veo apostando.

Mierda. No me mira en días y ahora quiere que apueste por él.

Dos minutos.

Gaspar: Yo estoy allí por tu culpa, y tu parte del trato era ganar esa cita.

Un minuto.

Gaspar: Si sale alguna chica que no seas tú, entonces le daré la mejor cita de su vida. Y le daré —al menos— el mejor beso que ha recibido.

Se me revolvió el estómago porque él era capaz. Muy capaz.

Oh, que juegas feo Gaspar.

_____

Me retiro lentamente...

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#IslaGaspar

#IslaGustavo

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