39. Cena de negocios y un invitado inesperado.


Antes de la cena

Carum, 2019

Isla

Subí a mi habitación con las lágrimas cayendo sin parar por mi cara. No porque no le creía, al contrario, le creía todo. Pero tenía que alejarme de él.

Me lancé a la cama, y me quedé mirando el techo. Cerré los ojos, tratando de buscar un escape para lo que sucedía, pero no podía dejar de pensar en el momento en que tuve que decidir dejarlo ir.

Luego de la cena, Gerardo Fonseca me había obligado: o me separaba de su hijo, o lo enviaba lejos sin ninguna opción de volver. Incluso me dijo que lo sacaría de toda la herencia familiar.

En otras palabras, si no me alejaba, entonces Gaspar iba a perder todo lo que tenía. No entendía por qué Gerardo era tan cruel, pero la forma en que me lo dijo no daba para ninguna duda. Menos cuando amenazó con decirle todo al padre de Francia... y a mi madre.

Ahora los dos teníamos el corazón roto. Así como en la advertencia que encontré el primer día. Así como estaba escrito.

***

La cena de negocios de Gerardo quedaba a una hora aproximadamente desde la casa de los Fonseca. No me molestaba ir, pero ese día me sentía fatal y creí que los ojos hinchados nunca desaparecerían. Aunque con la ayuda de Fran, quedé como nueva. Eso sí, con ganas de hacerme una bolita en la cama y quedarme allí durante la tarde. O la semana. O el invierno por completo. Al menos, Gabriel ya me había explicado que Gaspar no tenía nada que ver con lo sucedido con las drogas.

Me fueron a buscar, y no me pareció raro ver que Gustavo también iba en el coche. Eso no me lo habían dicho, sin embargo, era bastante obvio ya que según lo que me había contado Gastón, el dueño de la casa, Pete Brown, trabajaba principalmente en Nueva York, y allí es donde se iba a ir Gustavo a hacerse cargo de una parte de los negocios.

Me cerró el ojo apenas me vio y me dio una sonrisa adorable. Le saqué la lengua a cambio. Me sentía bastante orgullosa de que Gustavo estuviese ordenando un poco su vida y tomando decisiones tan importantes, así que me puse feliz de verlo allí.

Gastón por su parte iba de camisa, y nunca lo había visto tan ordenado. Le hice un gesto de aprobación apenas lo vi. Se veía guapísimo. Al tener el cuerpo más atlético que el resto de sus hermanos, las camisas y camisetas ajustadas se le veían... bastante mejor.

—Muy guapo —susurré.

—Tú también.

El camino fue bastante aburrido ya que los tres se dedicaron a hablar de negocios la mayor parte del tiempo, incluido Gastón, quien no tenía interés en ser parte de ellos, pero sabía mucho. Asumí que Gerardo los había criado hablando de lo mismo, así que debía ser común ese tema. La otra parte del viaje tuve una conversación con Gastón por mensajes de textos, aunque estuviésemos sentados uno junto al otro.

Gastón: ¿Cómo estás con lo que pasó?

Isla: No sé... Mi cerebro explotará de tanto pensar... ¿crees que él me estaba mintiendo?

Gastón se giró y me quedó mirando. Tomó una larga respiración y se tomó bastante tiempo antes de negar con la cabeza. Tragué saliva, entonces Gastón le creía a Gaspar.

—¿Por qué? —susurré. Lanzó una mirada a los asientos delanteros donde estaba su padre y Gustavo, y comenzó a escribir en el teléfono.

Gastón: Estuve hablando con Gabriel... y es verdad que Gaspar es otra persona el último tiempo. No lo quería admitir, pero creo que lo que él siente es real.

Resoplé.

Isla: ¿Y si yo también lo creo? Cuando estamos juntos es...distinto.

Le creía a Gaspar, pero él era un idiota y debería haberme dicho todo, no esperar a que yo lo averiguara. Le había dado vuelta todo el día al tema, ¿cómo no? Si sentía mi corazón desgarrado. Intenté odiarlo, enojarme con él, maldecirlo. Escribí unos diez mensajes de textos diciéndole que tenía igual valor que una bacteria...pero apenas venían esos pensamientos a mí, también llegaban los recuerdos de las veces que estuvimos juntos, siendo honestos y explosivos. Sobre todo la noche anterior, y es que sentí que nunca había estado tan cerca de alguien.

Nadie me podía decir que lo que había entre él y yo no era real.

No, eso no podía ser falso.

Me hizo tocar su pecho, y su corazón acelerado no mentía.

Gastón: Eso no significa que piense que deberían estar juntos. A Gaspar, enamorado o no, le va a costar demasiado no mandarse cagadas... o quererte como tú lo mereces.

Isla: ¿Eso significa?

Gastón: Que yo creo que te defraudará una y otra vez. Pero...también entiendo que eso tienes que averiguarlo tú. Yo te apoyaré en lo que quieras.

Me giré y le puse la mano en su hombro, abrí los ojos reprimiendo una sonrisa, ¿me estaba diciendo lo que yo creía?

Isla: ¿Me estás diciendo que me apoyarías si voy tras Gaspar?

Se encogió de hombros e hizo una mueca de desagrado.

Gastón: ¿Acaso si no te apoyo cambiaría en algo? Te apoyaré si quieres estar con él, pero... no se lo des tan fácil, fue un imbécil después de todo.

Solté una carcajada que hizo que Gustavo se girara. Me observó con el ceño fruncido, y luego alzó las cejas mientras me miraba de arriba abajo. Gastón le puso la mano en los ojos.

—Que bonito tu vestido —dijo, tratando de aguantar la risa—, ¿cierto, Gastón?

Lo miré con ganas de golpearlo.

—Sí, le queda muy bonito. Ya se lo dije —gruñó.

—Gracias. Es de Fran —contesté, moviendo las cejas en dirección a Gastón. Gustavo se puso a reír y luego negó con la cabeza como si estuviera decepcionado de mí. Ahora me encontraba en la etapa de que Gustavo nos quería a mí y a Gastón juntos. ¿Qué sucedería al otro día? No me extrañaría si quisiera raptarme y llevarme a Nueva York con él.

Me adelanté en el asiento y le di una palmadita en el hombro, y él cogió mi mano y le dio un leve apretón antes de soltarla. Quería creer que Gustavo estaba madurando y haciendo cargo de su vida, pero la verdad, es que eso era imposible de saber. Más bien, había que esperar y dejar que el tiempo pasara.

El resto del camino, ellos continuaron hablando sobre negocios y yo me perdí en mis propios pensamientos. Gaspar durante la tarde me había enviado mensajes y llamado varias veces. Yo lo había ignorado porque no sabía cómo enfrentarme a lo sucedido.

Sin embargo, no mucho antes de salir a la cena llegué a una conclusión: la vida es demasiado corta como para perder tiempo llorando, en vez de arreglar las cosas y ser feliz.

Quizás tú opinarás que debía hacerlo sufrir y que pagara por no haberme contado que él sabía quien era yo, o porque incluso tuvo la idea de romperme el corazón, pero después de todo, yo quise hacer lo mismo durante al menos dos días... y él no se enteró nunca que yo me arrepentí, y aun así, terminó por entregarme el corazón contra todo sus planes y deseos iniciales

Sin mencionar que yo tampoco le conté qué hacia yo en Carum. ¿No le cuentas algo así al chico del que estás enamorada? Asumo que también me equivoqué, y que no solo eso, tuve que darle muchas veces vuelta a lo sucedido para darme cuenta que ni él ni yo, habíamos actuado correctamente. Más bien, los dos fuimos unos idiotas que se dejaron llevar y que terminaron enamorándose.

Y así se rompieron el corazón.

Yo había tocado su corazón el día anterior, y a mí con eso no me podían mentir. Y así pensé que podíamos arreglar nuestros corazones, borrar lo malo del pasado, aprender de los errores, y lo más importante: querernos.

Llegamos a la casa, y la familia Brown —Pete y su esposa, Anna— nos esperaban en la entrada con elegante vestimenta. Agradecí que Fran me obligara a ponerme un vestido de su armario porque yo iba mucho más simple, y la verdad me habría sentido un poco incómoda.

Nos bajamos del coche, y mi corazón dio un pequeño salto de impresión al ver a Gastón y Gustavo, uno al lado del otro. Los dos iban semi formal, Gastón con unos pantalones color caqui, y Gustavo con unos azul claro. Esa combinación a él se le veía especial, sus ojos combinaban con sus pantalones y el cabello negro contrastaba de forma alucinante con el blanco de la camisa, que por cierto, dejaba entre ver sus tatuajes.

Uffff.mSi no quisiera tanto a Gaspar, estaría seriamente pensando en cómo estar con los tres a la vez.

De repente un invitado salió de la casa. Me detuve tan de golpe que Gastón chocó conmigo y casi caigo al suelo.

—¿Qué pasó? —preguntó, con cara de asustado.

—Yo... se me enterró el zapato en el pasto —mentí. Y lo usé como excusa para desviar mi mirada a mis pies.

Dios, ¿qué rayos hace Franco aquí?

Miré de reojo a Gustavo, quien también parecía confundido de que su amigo estuviese allí.

—¿Pasa algo? —susurró, Gastón.

Carraspee en el instante que mis ojos hicieron contacto con Franco, y él me miró extrañado, arrugó el entrecejo como preguntándose qué rayos sucedía.

Ok, estamos todos confundidos.

—No, nada. —Me dio un escalofrío que no pude ocultar.

—¿Tienes frío? Toma —Gastón se sacó su chaqueta y la puso sobre mis hombros. Giré mi cabeza y le agradecí con una sonrisa que él devolvió.

Franco se adelantó y caminó directo a nosotros. Saludó al resto, y luego se paró frente a mí.

—Hola, Isla. No pensé que te volvería a ver —dijo, abrazándome cariñosamente. Con bastante dificultad le devolví el abrazo. Cuando nos separamos, la primera cara que vi fue la de Gerardo.

—Hola Franco —tartamudee. Parecía que incluso había olvidado cómo respirar.

Isla, tranquila. Respira hondo.

—¿Ustedes se conocen? —Gerardo se acercó—. A veces me impresiono de lo pequeño que es el mundo.

Ay, Gerardo si supieras...

—Sí, nosotros...—Franco señaló a Gustavo, quien negó con la cabeza y abrió los ojos sin que Gerardo lo viera—. Su madre es editora, y trabaja conmigo...por eso la conozco.

De repente todos me quedaron mirando. Franco ayudando a Gustavo, dio una información que preferiría no hubiese dicho: que mi madre trabajaba para él. Eso Gustavo no lo sabía, y apenas se giró para mirarme, supe que en su mente solo se repetía una pregunta: ¿en qué momento sucedió eso? ¿y por qué? ¿por qué?

Resoplé. Recién llegábamos y ya había problemas.

Pete Brown nos hizo pasar a la casa. Gustavo se acercó

—¿Nada que decirme? —preguntó, en un susurro apenas audible.

—Le pedí ayuda a Franco para que mi mamá encontrara trabajo —respondí, con sinceridad y de la forma más natural que pude. Y es que efectivamente eso era lo que había sucedido—. Y eso es todo.

—Sí, muy bien —dijo, carraspeando. Luego en voz bajita, agregó—: solo un pequeño detalle... —agregó. Y lo miré negando con la cabeza para que no dijera nada más. Si dejaba que su mente se fuera libremente a sacar hipótesis o a imaginar, la cena por completo podía ser un desastre.

—Es eso... nada de pequeños detalles. Ahora no digas ninguna palabra más —respondí, apenas modulando y fingiendo una sonrisa para quien mirara a nuestra dirección—. No quieres que tu padre se entere de tu aventura en Los Angeles, ni que estuvimos juntos, así que cállate.

Levantó las manos, como si se estuviese rindiendo. Entramos a un salón grande con varias sillas y pequeñas mesas repartidas que tenían diversas bandejas de comida. Mis ojos brillaron al notar las inmensas lámparas que colgaban sobre nuestras cabezas. Gustavo me sacó de mi estupefacción.

—Ok, Ok... yo solo quería decir que Franco es capaz de ayudar a cualquier persona, pero nada de eso es gratis. Así que me pregunto qué le diste para que te ayudara.

¿Por qué eres tan inteligente Gustavo Fonseca?

No se le escapaba ningún detalle.

En ese instante Gastón corrió en mi ayuda.

—No molestes a mi novia, gracias —dijo, dándole un empujoncito a Gustavo para alejarlo. Gustavo hizo una mueca y se fue hacia su padre. Cogí a Gastón del brazo, y lo llevé al lugar más alejado del salón con la excusa de ir por unos deliciosos pastelitos.

—Tengo un pequeño problema.

—Lo puedo ver, ¿qué pasa?

Exhale, no era fácil lo que quería contar.

—¿Te acuerdas de la primera vez que nos vimos solos? ¿recuerdas qué estaba haciendo yo?

Arrugó la frente y abrió la boca para hablar, sin embargo, Franco apareció justo en ese instante.

—¿Puedo hablar un poco contigo, Isla?

Iba a decirle que no, porque no quería quedarme sola con él. En ese momento, sentía que mi vida era como una piscina llena de agua y de agujeros. Y yo me encontraba haciendo malabares para poder taparlos todos sin dejar que el agua saliera por todas partes.

Gastón ni lo pensó.

—Sí, ¡Claro! —respondió, y me cerró el ojo antes de alejarse de nosotros.

—Creo que la cagué —soltó Franco. Lo miré. Como siempre, llevaba el cabello rubio amarrado de forma pulcra; y su barba cortada a la perfección. Franco no era alguien a quien quería ver. Ni ese día ni nunca.

—¿Tú crees? —repliqué, dándole un bocado a un pastelito. Tanta agitación hacía que la ansiedad por comer algo dulce se acrecentara.

—Pero tengo mis dudas ahora —dijo, a la vez que se encogía de hombros—, ¿qué haces acá? Y por lo que veo —continuó, mientras miraba a Gastón—, estás con el hermano de Gustavo. A mí no se me escapan las cosas tan fáciles, Isla. Y hay algo más, ¿por qué Gaspar no me dijo que tú vivías acá? —Dios, tanta información en poco tiempo. El maldito pastelito se fue por el lado incorrecto y comencé a toser escandalosamente. ¿Había dicho Gaspar?

Una chica que se encontraba ofreciendo bebidas corrió a darme un vaso de agua que por poco termino escupiendo a Franco.

—¿Estás bien?

Le hice un gesto al resto para que no se preocuparan, y le clavé la mirada a Franco.

—¿Conoces a Gaspar?

—Ufff, gracias a él estoy aquí.

—¿Qué te dijo él? —pregunté, y me giré para que los demás no vieran mi expresión de desesperación—. ¿Él sabe...?

—Gracias a él estoy aquí, y no...—arrugó el entrecejo y bufó—. No sabe, pero...podría saber.

¿Alguna vez dejaré de cometer errores?

—¿Qué quieres? —bramé.

—Quiero saber la verdad.

—¿Y por qué te importa?

Soltó una larga respiración.

—Me importa por varias cosas —respondió, haciendo una pequeña sonrisa malévola—. Bueno porque sé que mi amigo está enamorado de ti, le di trabajo a tu madre, y...

¿Cómo hago que alguien desaparezca?

—¡A cenar! —exclamó Pete, y refregó las manos frente a él—. ¡Ya entenderán mi emoción cuando conozcan los platos de Brad!

—Creo que debemos ir —comentó Franco, sin ninguna inflexión en la voz. Lo rodeé y avancé enojada. Quería matar a Gaspar, ¿qué hizo? ¿llevó a Franco para atormentarme? ¿qué sabía entonces?

Y como una bomba llegó nuevamente la idea de que Gaspar nunca estuvo interesado realmente en mí.

Mierda.

Mierda.

Era una pésima señal comenzar con esos pensamientos, tan lejos de casa, con la familia Fonseca, Franco, y en medio de una cena importante. Apenas pasé por el lado de Gastón, me cogió del brazo.

—Me acordé —respondió, serio. Lo miré tomando aire, conteniendo las ganas de llorar. Me dio un beso en la frente, tan cariñoso como reconfortante—. No te estreses ahora, Cookie.

—Gracias. Voy al baño. —Uno de los empleados me acompañó hasta el baño más cercano.

Gastón no tardó nada en recordar, después de todo, a partir de lo sucedido y que él tenía ese secreto mío, comenzó nuestra amistad y más tarde, el noviazgo falso.

Una ida a la farmacia para hacerme una prueba de embarazo porque pensé que podía estar embarazada de Franco. Del mismísimo dueño del bar de Harry Potter y el jefe de mi madre. Aunque en ese punto no era el jefe todavía.

——

Gerardo, ¿por qué nos quieres separar a los niños?

¡Ay! Este capítulo es más especial porque averiguamos por fin por qué Isla se hizo un test en los primeros capítulos y cómo logró llegar a Carum.

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Gerardo al parecer está bastante traumado con hermanos luchando por un amor... y es capaz de enviar lejos a su hijo :(

Besitos, ¡Hasta el próximo capítulooooo! muak!

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