38. Dos corazones rotos.
Carum, 2019
Gaspar
No pegué un ojo en toda la noche, repasando una y otra vez la noche con Isla, y preguntándome si lo de nosotros había sido o no real.
¿Qué era eso que sentía? Con mi mano acaricié mi pecho, tratando de liberar la presión creciente.
Si los libros no hubiesen descrito tan bien lo que se sentía al perder un amor, entonces no habría podido reconocer que eso era lo que me pasaba. Sentía el corazón apretado.
La imagen de Isla y nuestros momentos juntos bombardeaban mi mente, era como una tortura. Yo no quería hacerla sufrir. Y no lo quise así desde que entró a mi habitación y se llevó uno de mis libros favoritos. No era mi objetivo, sí sacarla de Carum...hasta que...
¿Hasta qué?¿Qué me pasa?
Sacudí la cabeza, como si eso hiciese que mis pensamientos se ordenaran, pero lo único que hacían era recordarme las veces en que me preocupé por ella y que fui honesto. Las veces que le conté cosas que nadie más sabía, cuando que la besé con tantas ganas que me parecía ilógico que fuese real, el odio que sentí cada vez que la vi cerca de Gastón o lo confundido que me sentí al saber que estuvo con Gustavo y luego cuando se fue con él.
—Mierda. —Negué con la cabeza. ¿Cómo fui tan ciego ante mis propios pensamientos y acciones?
¿La noche había sido real?
Me sentía un idiota con lo que me demoré en asumir que no solo Isla me gustaba, sino que estaba completamente enamorado de ella. No fue fácil, y tuve que verla alejándose de mí, odiándome y sin querer verme, para caer en cuenta que todo lo que hice era por que no quería tenerla lejos de mí.
Yo estaba siendo más real que nunca, y que con eso le entregué —sin darme cuenta— mi corazón. Fuera o no una trampa que ella había armado para enamorarme, caí de todas formas.
Tarde Gaspar, muy tarde te diste cuenta que cada cosa que hacías no tenía sentido si no te acercaba a ella, y que todo se trataba de Isla, no por echarla, no por hacerle lo mismo que ella quería hacer... no. Nada de eso.
Pero, ¿lo de ella era real? Yo comencé todo porque la había escuchado decir que quería hacerme sufrir.
¿Por qué subió a mi habitación? ¿qué buscaba? ¿había ido solo porque quería averiguar más sobre mi padre? Me sentí traicionado y un idiota. Y por un instante creí que ella había seguido adelante con su idea de hacerme sufrir, y que estaba allí, tratando de saber más información de mi familia. Sobre todo cuando mágicamente Gustavo se encontraba afuera, como si hubiese sido parte del plan.
Golpeé la pared. Gustavo había entrado en el plan de Isla. Prendí mi teléfono, tenía tres llamadas pérdidas de mi papá. Si no iba de inmediato, era capaz de echar abajo mi puerta.
—Tengo una llamada perdida tuya, ¿pasa algo? —Di un golpe en la puerta que se encontraba abierta.
—Sí, entra, tengo que hablar contigo —respondió, sin ninguna inflexión en la voz. Y si bien yo me había ocultado durante la mañana, al parecer mi padre ya había visto a Gustavo y sus golpes. Continuó viendo los documentos que tenía en las manos hasta que me paré frente a su escritorio. Con una seña me dijo que me sentara.
—¿Qué cosa? —Levantó la vista e hizo una mueca cuando vio mi cara. Lo entendía, estaba hecho un desastre.
—Que no esté merodeando por la casa no significa que no me vaya a dar cuenta que dos de mis hijos tienen golpes en la cara. Quiero saber qué sucedió porque tú madre está deshecha de los nervios, y sabes que no aguanto cuando está así. —Dejó los papeles sobre la mesa, y juntó las manos frente a él—. Así que explícame qué pasó.
Solté el aire, y me apoyé en la silla.
—Tuve una pelea con Gustavo, nada de qué preocuparse.
—¿Por qué?
—Nada en especial, estábamos muy ebrios luego de la fiesta. Nos dijimos cosas y todo se salió de control.
Alzó las cejas, poco convencido de mis palabras.
—¿Y por qué él me dijo que le habías hecho una mala broma a Isla?
Tragué saliva, ¿Gustavo había dicho eso? Eso sí que no me lo esperaba. Mi padre era demasiado inestable y sorpresivo con sus decisiones así que cuando agudizó su mirada, cargada de enojo, comprendí que estaba en grandes problemas.
Mierda.
—¿Qué harás? —pregunté, sin intentar explicarme. ¿Qué iba a decir? Además, ya no tenía fuerzas, no por los golpes que nos habíamos dado con Gustavo, sino por el dolor agudo que sentía en el pecho.
—¿No me dirás por qué?
—¿No te dijo él?
Negó con la cabeza.
—Solo dijo que Isla había llorado, ¿por qué le has hecho eso a la novia de tu hermano?
No son novios. Ella me quiere a mí.
¿o no?
No, Gaspar ella estaba jugando contigo.
—Fue una mala broma que se me salió de las manos. Hablaré con ella y le pediré disculpas.
Mi papá se echó hacia atrás en el asiento y llevó sus manos a su regazo. Me quedó mirando unos segundos con sus ojos intimidantes. Siempre me había preguntado si yo daba la misma impresión, porque también Gustavo tenía esa mirada inquietante. Y decían que los tres compartíamos los mismos ojos.
Tomó una respiración profunda antes de preguntar:
—¿Estás enamorado de ella?
¿Enamorado?
Bufé y casi se me salió una carcajada.
Acaba de asumirlo yo, claramente no estaba preparado para confesárselo a mi padre.
—No —respondí, secamente. Pero hablar con mi padre era como discutir con alguien que ya sabía toda la verdad y solo te probaba para ver si mentías o no. Resoplé—. Tengo bien claro que no debo enamorarme —gruñí, entre dientes.
—Gastón me ha dicho que sí —replicó, obviando mis palabras.
Me puse de pie de golpe y la silla tambaleó.
—Y yo te estoy diciendo que no. ¿Por qué le crees a él? Además, estás ciego...¿no te das cuenta de que lo de ellos no es real?
Mi padre soltó una carcajada irónica, mientras negaba con la cabeza.
—No puedo creer —gruñó, golpeando la mesa y poniéndose de pie. Caminó, amenazadoramente hacia mí—. No puedo creer que hayas puesto los ojos en la novia de tu hermano, eso Gaspar no te lo voy a aceptar —advirtió con firmeza.
—¡No es así! No le creas. Él está celoso. —Eché la cabeza hacia atrás, buscando el aire que me faltaba.
Negó con la cabeza con los ojos cerrados. El color rojo de la cara y la vena sobresaliente de su cien, decían más que sus palabras. Abrió los ojos, y me sorprendí al ver que brillaban...¿por lágrimas?
No entiendo nada.
—¿Por qué? ¿Por qué? Eso no se le hace a los hermanos... —Dio un paso atrás y se afirmó en su escritorio, completamente devastado. Tenía la mirada en cualquier parte menos en mí.
Me atoré con mi propia saliva. Nunca me había sucedido que mi mente era puro caos.
Mierda, ¿Qué hago?
—¿Papá? ¿estás bien? —Intenté tocarle el hombro, pero él me lo impidió. Nunca había visto a mi padre tan... ¿triste? No sabía qué decirle.
Parecía que cualquier palabra que saliera de mi boca iba a arruinar más la situación, así que me quedé en silencio esperando el nuevo bombardeo de mi papá. Además, tenía que considerar la —poco probable— opción de que no hubiese pensado en ningún castigo o algo por el estilo.
—No los crie para algo así. Gaspar, te vas. —Me giré para salir sin decir ninguna palabra, mi mente de todas formas estaba en lo sucedido el día anterior, pero él continuó—. No, me refiero a que te vas de Carum, en dos semanas.
Me giré, y lo enfrenté.
—No papá, no me iré. ¿A dónde quieres que vaya? —Comencé a sudar y pensé que se me iba el aire. Si me iba...no iba a ver a Isla nunca más, y esa idea me aterró, sin embargo, más impacto me produjo que el primer pensamiento fuese ella... Isla.
—No te he preguntado. Te vas en dos semanas a Francia. Allí terminarás el primer semestre del año escolar, y veremos si vuelves en el segundo.
Me refregué la cara con las manos, no podía ser verdad. No me quería ir, odiaba ser manejado así por mi padre. Si papá lo decía no había vuelta atrás, por eso todos temíamos llevar la contraria, porque él tenía el poder sobre nosotros.
Francia no sonaba para nada mal, pero no quería irme.
Y de nuevo, Isla apareció en mi mente.
—No la veré más, no le hablaré más —dije, y no mentía. Si esas eran las condiciones para quedarme, entonces estaba dispuesto a cumplirlas. Un día no valía la pena si no la veía a ella—. Solo hablaré con ella lo necesario. Es la novia de Gastón —murmuré, entre dientes.
Negó con la cabeza, e incluso una lágrima cayó por su mejilla
¿Por qué hacía eso si le costaba tanto?
No me atreví a preguntarle qué era lo que realmente le sucedía, ¿por qué le afectaba tanto creer que yo estaba enamorado de Isla?
—Hijo, esto lo hago por tu bien. Los sentimientos no se pueden manejar y pueden...pueden destruir todo cuando no son correspondidos o cuando uno...comete un error. Y creo que ese error ya se cometió, al dejar a Isla llorando, al golpearse con tu hermano, y al lograr que venga Gastón a decirme que a ti te gusta ella. Son demasiadas señales que no puedo ignorar.
Exhalé frustrado, y sentí la espalda perlada por el sudor.
—¿Qué puedo hacer?
Mi papá detuvo todos sus movimientos.
—Francia Alonso —soltó, como si nada.
—¿Qué? ¿Qué pasa con Francia?
Que no lo diga.
—Quiero que salgas con ella.
—A mí no me gusta Francia.
Mi papá bufó.
—No te estoy pidiendo que seas su novio o que te cases con ella, solo que intentes conocerla.
—Ya la conozco —repliqué—. No me gusta. —Mi papá esbozó una sonrisa irónica. ¿Cuándo yo habría rechazado salir con una chica tan bonita como Fran? Ese no era yo, y él lo sabía.
—Creo que con eso quedaría más que claro que no hay nada con su mejor amiga, sin embargo, como estás tan decidido a que...
—Lo haré —respondí. Mierda, ¿qué iba a hacer? No me podía ir de Carum—. No sé si aceptará —dije, sintiéndome un poco aliviado al creer que Fran nunca saldría conmigo.
—Lo hará. Bueno, tienes dos semanas para convencerme de que lo de Isla no real, no hagas que me arrepienta. Ahora, sal de mi despacho que tengo trabajo que hacer.
***
—¿Y qué harás ahora? Dios, luces como si te hubiesen atropellado —Gabriel soltó una carcajada—. Gustavo está igual en todo caso.
Bufé.
—¿Te importa?
—Sí, me importa porque Isla es mi amiga y cree que te has burlado de ella todo este tiempo, Gaspar. Y yo sé que no, pero no entiendo por qué mierda no le dices y no asumes lo que sientes. Ni menos entiendo por qué dijiste frente a ella que le estabas pagando con la misma moneda.
No sé, no sé por qué lo dije.
¿Para no verme débil antes Gustavo?
¿Porque no quiero admitir en voz alta que no puedo parar de pensar en ella?
Soy cobarde.
Rodé los ojos.
—¿No recuerdas que ella quería romperme el corazón y todo eso? —repliqué, con los ojos ardiendo.
Le había negado siempre a Gabriel que a mí me gustaba Isla, no estaba preparado para admitirlo en ese momento.
Puso una cara de tristeza exagerada.
—El pobre chico delicado que escuchó que le iban a romper el corazón, tuvo que hacerle eso a la chica que le gusta —dijo, en tono burlesco.
Cerré el libro y lo dejé a un lado, perdiendo la paciencia. Bastante tenía conmigo recriminándome todo el tiempo. Me incorporé para enfrentar a Gabriel, pero nada salió de mi boca. No podía seguir negando algo que era evidente.
—Ya déjalo.
Gabriel se llevó las manos al pelo y miró el techo.
—No. Estás enamorado de Isla. ¿O me vas a decir que todo lo que sucedió en la cabaña lo hiciste porque te querías vengar de ella? —Soltó una carcajada—. Eres basura pero no tanto.
—¿Qué te dijo?
—Todo. Y estás en la mierda. Por no asumir lo que sentías, le has hecho creer que te has estado riendo de ella todo este tiempo. ¡Y ahora está sufriendo!
—¿Y por qué ahora te haces como él que no sabías? Siempre supiste. Sabías desde el primer día que yo quería que se fuera. Y te recuerdo que querías hacer lo mismo. Y no solo eso Gabriel, tú iniciaste todo esto.
Abrió los ojos, y arrugó el entrecejo.
—Oh, no me eches la culpa a mí, debería haberle dicho que eras una mierda, pero no pensé que ibas en serio todavía con lo de hacerla sufrir si se te notaba que a ti te gustaba. —Agitó las manos, y las puso sobre mi pecho. Me alejé—. Gaspar, por primera vez te vi una mirada distinta, te vi sonriéndole. —Dio un paso hacia mí y se llevó los dedos al puente de la nariz, antes de dejar caer la mano y clavarme la mirada—. ¡Tú, siendo bueno con una chica y no solo para llevarla directo a la cama! Te enamoraste hasta las patas, perdón por no creer que le harías daño. Me siento culpable.
Sus palabras llegaron tan profundamente que me llevé la mano al pecho, y la angustia comenzó a subir por mi garganta como si fuese la espuma de una soda batida.
—¿Ya terminaste? —pregunté, apenas. La respiración comenzó a fallarme y caminé a la ventana, dándole la espalda a Gabriel. Apoyé mis manos en el alféizar y la abrí para respirar—. Vete, Gabriel —gruñí.
—No. Gaspar, la has hecho sufrir, le rompiste el corazón a propósito. —Bajé la cabeza. Me encontraba atrapado entre lo que sentía yo, la amenaza de mi padre, lo que haría él si se enteraba quien realmente era Isla, y...la duda de si ella me había mentido o no—. Tu castigo será que Isla nunca te perdonará. Y sinceramente, hermano...espero que puedas vivir con eso, que no seas un completo idiota y que asumas lo que sientes.
Nunca te perdonará.
Nunca te perdonará.
Sacudí la cabeza, se supone que no me debía importar. ¿Y por qué mierda me importaba tanto?
Necesitaba deshacerme de lo que sentía mi corazón.
—Gabriel, Isla vino a destruir a nuestra familia. ¿no crees que si mi padre se entera que es la hija del amor de su vida, irá corriendo tras ella? ¿Qué diría mamá? No hay que ser un genio para darse cuenta que él nunca ha superado a la madre de Isla. —Golpeé la pared y luego apoyé la frente, buscando algo frio que calmara mis pensamientos—. ¿Cómo va a quedar mamá? Nuestro plan inicial era que se fuera, no me resultó porque tampoco se enamoró de mí. Ahora —dije, cogiendo su camiseta y obligándolo a mirarme—. No me jodas más. ¿Quieres que te confiese que estoy enamorado de ella? Bueno, lo estoy. ¿También que asuma que caí en su juego? Caí. ¿Qué más quieres? —pregunté, casi gritando.
La expresión de Gabriel se transformó, y bajó la mirada.
—¡Se enamoró de ti! Imbécil —gruñó, y se liberó de mi agarre.
Lo solté, desconcertado. ¿Ella sí se había enamorado de mí?
—¿De qué hablas? Gabriel, Gustavo la estaba esperando afuera. Y a ella la encontré revisando las habitaciones.
Gabriel se llevó los dedos al puente de la nariz, y soltó una leve carcajada.
—Gustavo fue porque no soportó que estuvieran juntos, nada más. Y eres tan cerrado que no me extrañaría que ella sintiera la necesidad de al menos ver qué había en tu habitación. No te habías dado cuenta —murmuró, sin dejar de observarme—. Isla se enamoró de ti. Sí, dijo que quería enamorarte y hacerte sufrir pero se arrepintió de inmediato—. Señalé la puerta y avancé hacia él para sacarlo a rastras si era necesario. Gabriel dio un paso atrás, alzando las manos—. Espero que el día en que se confiesen que se quieren, no sea muy tarde. —Se encogió de hombros—. Tengo una duda... ¿Por tu culpa nos buscaron drogas en la escuela?
Meneé la cabeza.
—Fue Marcos. Al parecer uno de nosotros estuvo con su ex... Se enteró que un Fonseca estuvo comprando drogas... y lo denunció en la escuela —repliqué.
—¿Y ese Fonseca sería...?
—Gustavo yo creo.
Resopló. Y negó con la cabeza. Se fue y cerré la puerta con fuerza.
Cogí mi libro, con intención de seguir leyendo pero mi mente se encontraba en cualquier otra parte. Isla ocupaba todo mis pensamientos, y yo... me sentía roto.
Alguien tocó la puerta y me despertó. Me había quedado dormido en el piso, apoyado en la cama.
—Gaspar, ¿qué ha sucedido? —Entró mamá y tomó mi cara entre sus manos, analizando cada una de mis heridas y moretones—. Has quedado peor que tu hermano.
—Porque yo no soy un imbécil que se la ha pasado la vida a golpes con la gente —gruñí, y me alejé de su contacto. Mi madre no tenía la culpa, pero después de todo, por ella insistí en alejar a Isla de Carum, así que por el momento, no me apetecía verla. Más bien, no me apetecía ver a nadie.
Mi mamá me dio una palmadita en la espalda.
—No digas esas cosas, no estés peleado con tu hermano. Él se va —dijo, mientras exhalaba lentamente.
Arrugué el entrecejo.
¿Mi papá también decidió que Gustavo debía irse?
—¿A Francia? —Ladee la cabeza hacia ella, e hice una mueca cuando apoyé mi mejilla en el borde de la cama.
Meneó la cabeza.
—No, se va a Nueva York. Ya está listo su traslado al instituto allá y también tu padre quiere que ya comience a avanzar un poco en la empresa. Tú sabes que tu hermano quiere dedicarse a los mismos negocios. Así que ahora es una buena oportunidad. Al menos hasta ayer, Gustavo tuvo un comportamiento impecable, tú sabes que él siempre está al límite entre lo correcto y lo incorrecto con las cosas que hace. —Puso su mano sobre mi brazo—. Tú no eres así.
¿Entonces, él renuncia a Isla?
—¿Y está de acuerdo? —Recordé que había escuchado que Gustavo quizás se iba a Nueva York, pero no pensé que lo haría y se alejaría de Isla.
—Él lo propuso. Y sé que tu padre te quiere enviar a Francia, yo que tú hijo...me prepararía para partir en dos semanas. Las decisiones de tu padre son muy difíciles de cambiar. Ya sabes como es.
—Es que ese es el problema, somos todos piezas de su juego. ¿Cómo es que nunca te has opuesto a nada? Si quiere nos manda de un día para otro a China, ¿y tú? No dices ninguna palabra, ¿le temes a papá?
Mi mamá se puso de pie, apretando los labios de modo que quedaron en una fina línea. Me daba lástima decirle cosas así, pero ya no podía aguantar más.
—¿Tú crees que yo le temo? No es eso.
—¿Entonces?
—Confío en sus decisiones. —Suspiró profundamente y se arrodilló de forma que quedó frente a mi cara—. Hijo, tú te puedes ir a China y yo iría a verte todas las veces que quisiera. Lo que pasa es que...no nada. —Me besó en la mejilla, y yo atrapé su mano entre mis dedos.
—¿Qué sucede?
Lanzó una mirada a la puerta entre abierta.
—¿No has notado a tu papá un poco extraño?
—Un poco-
***
Al otro día me la pasé la mayor parte pintando y leyendo. Me sentía idiota y estuve todo el tiempo pensando en si Gabriel me había dicho la verdad sobre lo que sentía Isla por mí y a la vez haciéndome la pregunta una y otra vez: ¿eso cambiaba algo? Porque ella creía que lo mío no era real. Quería llamarla y preguntarle, pero me frenaba pensar que ella sí había jugado.
Yo sé que puede sonar quizás algo absurdo, pero yo nunca había sentido nada, ni parecido por nadie. Era un mundo desconocido para mí, y que me costaba asumirlo porque me gustaba ser el tipo que no sufría por ninguna chica y a la vez podía tener a la que quisiera.
Salí a correr, y al llegar noté que la puerta del salón principal se encontraba abierta. Por curiosidad me acerqué a ver quien se hallaba allí. No estaba preparado para encontrarme con Fran.
Di un paso al frente, recordando las palabras que le dije a mi padre. Si me quedaba era porque yo intentaría acercarme a la hija de su socio. Pero ese plan era tan ridículo, que quizás irme era una opción.
¿Y no ver a Isla nunca más?
Me apoyé en la puerta y me quedé observándola, Francia era tan hermosa que me sentía un estúpido al dudar en invitarla a salir. Los chicos hablaban mucho de ella, pero Fran los ignoraba a todos, menos a Gastón, Aarón, Gabriel y a mí.
Se me ocurrió que tenía que ganar la cita de la subasta. Pero...no porque quisiese salir realmente con ella, sino por mi padre. Y ahora iba a hacer las cosas bien, le iba a explicar a Francia por qué lo hacía. ¿Si me iba a ayudar o no? Probablemente no, pero lo tenía que intentar. Y tenía que hablar con Isla, explicarle lo sucedido.
Salí de la casa, y me dirigí a la habitación que tenía en el patio. La había ganado una noche de apuestas con mis hermanos y mi padre. No teníamos idea qué hacía mi padre en ese cuarto, pero un día luego de varios vasos de whisky decidió que no la quería más.
Me recosté con la intención de intentar dormir, y de repente, recibí un mensaje. Cogí mi celular, era de Isla. Mis manos y mi cuerpo comenzaron a sudar de inmediato, y me quedé quieto sin atreverme a ver el mensaje. Se suponía que seguía en la cena con mi padre, Gastón y Gustavo.
Si el Gaspar de unos meses atrás se veía así de nervioso por un puro mensaje, no lo habría creído.
Gruñí, y pensé en lanzarlo lejos.
—¿Qué me has hecho, Mawi?
Mi corazón latía desbocado, y ya sin poder alargar más la situación, lo abrí.
Mawi: Gaspar, eres una verdadera mierda. ¿No fue suficiente lo de ayer? ¿qué más quieres de mí?
Y antes de poder analizar qué había hecho, la puerta se abrió de golpe. Francia entrando con la cara roja, y casi echando humo por la nariz. Nadie había entrado a esta habitación, y no sé cómo llegó allí.
¿Me vio salir de la casa? ¿me siguió?
—¿Qué haces aquí?
—Oh Gaspar, cómo vas a sufrir cuando te des cuenta que la perdiste —gruñó, hundiendo su dedo en mi pecho.
—No entiendo de qué hablas, y no me interesa tampoco. ¿Puedes salir de mi habitación?
—Caíste bajo. —Me dio un pequeño golpe en el pecho, y luego cogí sus muñecas. Clavó sus ojos en los míos—. ¿Franco? ¿esa era tu jugada final?
Oh, mierda.
Lo olvidé por completo.
—Vete, Fran. ¿No deberías estar cuidando a Gonzalo?
Exhaló, y salió corriendo de la habitación.
Mierda, sí la había cagado. Había llevado a Franco a Isla. Caminé por la habitación de un lado a otro, sintiéndome más mal que antes y no pensé que eso era posible.
Gaspar: Isla, necesito hablar contigo.
Mawi: Vete a la mierda.
Gaspar: Déjame explicarte.
Mawi: No me interesa.
Gaspar: Isla, todo lo que sucedió hasta ayer fue real. Perdóname por lo de Franco, lo hice cuando empecé con todo esto... se me olvidó. Perdóname.
No recibí respuesta, y ahí sí que la había cagado. Franco era la última jugada para Isla, pero eso lo había preparado cuando me enteré que Isla y Gustavo se conocieron en Los Ángeles. Lo supe a los pocos días de escuela por la forma en cómo se comportó él. Eso significaba que Franco sabía de ella. Lo llamé y fui a reunirme con él. Resoplé, recordando cuando lo vi.
—Gustavo sigue pensando en Isla —solté, como si me supiera toda la historia. Aunque la verdad es que ni siquiera sabía si entre ellos había pasado algo.
—Yo le dije que si se seguía drogando la iba a perder, y la perdió —replicó Franco, como si nada. ¿Gustavo se drogaba? Solté un bufido, y me bebí el vaso de whisky por completo. Eso sí que no me lo esperaba.
—Está loco, quizás la venga a buscar.
Franco soltó una carcajada.
—No puede. Ella hizo algo que no le permitiría nunca más volver con él, y creo que solo yo lo sé.
¿Qué hiciste, Isla?
—¿Hizo algo que solo tú lo sabes? —quise saber, como si no importara realmente.
Franco rio.
—Un error —replicó, secamente—. ¿Has ido al café de Harry Potter? Le está yendo cada vez mejor, quizás podrías ir mañana.
¿Qué sabía Franco de Isla?
Ni idea.
Pero supe de inmediato que era algo que a ella no le gustaría que se supiese, y que perturbaría su estadía en Carum. Después de eso, todo se dio fácilmente. La reunión que tenía mi papá era con un hombre importante de negocios inmobiliarios que pretendían expandir a Nueva York. Franco podía hacer una excelente publicidad para eso. Y así convencí a mi padre de que debía invitarlo, y que además la ausencia de mi madre en la cena tenía que ser sustituida por otra mujer. Sin decirlo, no quedaba más opción que Isla.
Ahora si miraba hacia atrás, contacté a Franco porque quería alejarla de Carum, pero fue porque ella por alguna razón me hacía sentir extraño, quería verla más. Eso no me gustó. Se debía ir.
Mierda.¿Qué hice?
Solté una carcajada.
Gaspar Fonseca enamorado y hundido en un pozo del que difícilmente voy a salir.
A las dos de la madrugada y sin pensarlo mucho, me subí al coche y manejé hasta su casa. Me bajé, y comencé a caminar hacia su ventana, sin ningún plan. Y a medida que me acercaba noté una silueta bajo un árbol, era ella, caminando de un lado a otro.
Me acerqué, y quebré una rama bajo mis pies. Se giró, asustada. La imagen me revolvió el estómago. Isla tenía los ojos hinchados, y las mejillas brillantes por las lágrimas.
—¿Qué quieres? —preguntó, fríamente—, ¿vienes a buscar otra forma para burlarte de mí? Está bien, ganaste. Te adelantaste y me rompiste el corazón. —Se abrazó con sus brazos y comenzó a avanzar hasta su casa.
—Perdóname —dije, corriendo hacia ella y cogiendo su mano—. No debería haber hecho lo de Franco.
Se giró, con los ojos cargados de odio.
—No te perdono —dijo, tirando de su brazo—. Déjame ir.
Comenzó a alejarse nuevamente, y me mordí el labio tratando de reprimir las ganas de soltar todo lo que sentía, me costaba mucho.
—Lo hice porque quería alejarte.
—Lo sé, y no me interesa. Sé que me querías alejar de tu familia porque yo soy la hija del amor de infancia de tu padre. Déjame sola —gruñó, sin dejar de caminar. Me adelanté y le corté el paso.
—No, no quería alejarte de mi familia. Quería alejarte de mí. —Bajé la mirada, y me giré tratando de buscar el aire que me faltaba. Sentía los ojos llorosos de la impotencia de no poder arreglar mis errores.
Me miró con desconfianza.
—¿Por qué?
—Te lo dije ayer. Isla... yo... te quiero. Sí, me acerqué a ti porque te escuché hablar con Francia, y porque con Gabriel queríamos que te fueras de Carum, pero eso cambió. —Me acerqué un poco más a ella—. No me atrevía a asumir lo que sentía, porque así todo se iba a ir a la mierda. Fui un imbécil, no me di cuenta que al final todo lo que hacía era para estar más cerca de ti, y por nada más que por esa razón...estar cerca de ti. —La voz me salió bajita y ronca. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró de golpe. Acerqué mi mano a su pecho y sentí su corazón acelerado igual que el mío. Isla cerró los ojos y le cayó una lágrima.
—No te creo —soltó, con la voz temblorosa—. Y no me hables más, no quiero saber más de ti. Además —dijo, alargando la última palabra—. Yo sí seguí con mi plan. Quería romperte el corazón, y que sufrieras. También tengo que aprender a perder, así que...—Suspiró—. Esa es la verdad. Tu padre hizo sufrir a mi mamá. Y tú, Gaspar... eres el chico que se merece que alguna vez lo hagan sufrir. Si es verdad que te enamoraste de mí, entonces cumplí mi objetivo. Por fin, tú...sufriendo por una chica.
No, eso no podía ser verdad.
—No te creo.
—Entonces somos dos personas que no se creen. —Se encogió de hombros y corrió hacia la casa.
Y no estaba tan seguro de si no le creí o simplemente no quería creer que lo de ella no era real.
—-
Ay, se ve complicado este amoooor. Salvame del olvidoooo
#Gaspar enamorado
#Isla diciendo que todo fue mentira.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top