3. Un pueblo pequeño, una casa enorme, una amenaza por la ventana


Un día antes de entrar a clases

Carum, 2019

Isla

Tenía la ventana abierta y recibía el aire tibio en mi cara mientras iba con los ojos cerrados. Muchos cambios en muy poco tiempo. La mamá de Fran llevaba cinco horas manejando con música romántica de mil años atrás. Me tenía aburrida. Lo peor de todo es que no paraba de hablar, así que no me podía poner mis audífonos y cada cierto tiempo iba respondiéndole.

Me giré y miré a Fran, quien no había relajado su expresión desde que nos habíamos subido al coche. Ella también estaba preocupada. Cambiarse de ciudad no era fácil, menos irse a un pueblo. Al menos ella se iba con toda su familia, yo me sumé al plan en el último momento.

Y no, no era porque no hubiese soportado que mi mejor amiga se cambiara de ciudad —aunque efectivamente no lo habría soportado—, sino porque mi mamá encontró un nuevo trabajo donde tenía que viajar constantemente durante un año.

Resoplé, recordando el momento en que me lo dijo.

—Entiendo que te tengas que ir, aunque no me gusta la idea —dije fingiendo tristeza. Me apoyé en la pared de la cocina, con la mirada perdida en mis pies. Separarme de mi mamá no iba a ser fácil y la iba a extrañar mucho, pero lo tenía que hacer. Nuestra relación podía no ser muy estrecha porque mi mamá era una persona fría en general, sin embargo, era mi mamá.

Las cosas sucedían como se suponía que lo harían.

—Será un año, después podemos vivir donde tú quieras. Nos cambiaremos a donde decidas ir a estudiar. Nada nos retiene a esta ciudad.

Asentí con la cabeza. Era verdad. Nada nos retenía a Los Ángeles.

—Entiendo mamá. Te voy a extrañar mucho.

—Un año pasará volando —respondió, sin dejarse emocionar por mis palabras—. Ayer me reuní con los padres de Francia. Ellos se van en un mes, y están felices de llevarte con ellos. —Se sentó, y apoyó los codos en la mesa—. Para ser sincera, ellos estaban algo preocupados por Francia. Se tomó muy mal lo del cambio de ciudad, ¿tú sabías eso? —Asentí con la cabeza, mi amiga había incluso amenazado con irse de la casa si la obligaban a cambiarse "sola y alejada del mundo"—. Así que ellos quieren que vayas con ellos.

—Así que en un mes me iré a vivir a un pueblo —murmuré, más para mí que para mi mamá. Casi que no podía creer que mi propio plan estaba funcionando.

—Y ya estás inscrita en la nueva escuela, la misma que Fran por supuesto. —La miré un poco confundida, esa escuela debía ser carísima—. Han insistido en pagártela, lo único que quieren es que Fran sea feliz. Lo siento hija, con eso no me pude negar. Es tu educación.

—Mira. —Francia me golpeó el hombro con su celular, sacándome de mis pensamientos. La miré con el ceño fruncido—. Lee.

Era un mensaje de alguien llamado Aarón.

—¿Quien es Aarón? —susurré, lanzándole una mirada furtiva a su mamá. Los papás de Fran eran algo estrictos con el tema chicos y tenían una obsesión de que Francia fuese una niña de bien: comportada, educada, y sin hombres alrededor. A veces creíamos que esa era la real intención de por qué la idea de irse a un pueblo en medio de la nada les llamó tanto la atención.

No es que la actitud de sus padres le haya impedido hacer algo, solo que lo que hacía, tenía que hacerlo escondida. Muy escondida.

—Mis padres cuando me vinieron a inscribir conocieron a los padres de Aarón, y ellos pidieron mi número. He estado hablando con él.

Abrí los ojos sorprendida.

—¿Tus padres le dieron tú número? —pregunté en un susurro apenas audible.

Se encogió de hombros.

—Me dice que mañana nos juntemos con él en la cafetería, así no estamos solas.

Sonreí, a la vez que abrí su foto de perfil.

Guau, Aarón no deja mucho a la imaginación con su foto en bañador.

—Ay, se merece un besito —murmuré haciéndole zoom a su traje de baño—. De tu parte por supuesto.

Fran se rio.

—No me molestes que estoy nerviosa. No puedo creer que mañana entramos a otra escuela.

—Me acurruqué, y puse mi cabeza sobre su hombro.

—Admito que me iría contigo aunque te mudaras a China —confesé.

De repente, me distraje con la madre de Fran que nos observaba por el espejo retrovisor. Tenía los ojos vidriosos por la emoción.

—¡Ay! Por dios, Isla. Me encantará tenerte de hija un año. Eres un ángel.

—Si supiera las cositas que ha hecho este angelito —susurró Fran en mi oído.

—Gracias Paula... por traerme. Haré lo posible para no darte ningún problema —dije con honestidad, aunque no muy segura de si poder lograrlo.

Fran bufó a mi lado. Le pegué un codazo.

—A menos que aparezca un chico guapo...

Le tapé la boca.

Los chicos...chicos guapos eran mi debilidad. ¿Pero de quién no?

Fran tampoco podía decir nada. Ninguna de las dos se andaba con rodeos cuando se trataba de chicos.

Aún quedaban un par de horas de viaje, y me deslicé hasta mi ventana para comenzar a escribir en mi libreta. Sí, esa era una de las cosas que hacía y poca gente sabía. A veces simplemente quería vaciar mi mente. Abrí la última página que tenía marcada, y detuve mi mano en el aire al darme cuenta que esa no era mi letra. No era mi libreta.

La posibilidad de que mi libreta estuviese en algún otro lugar me estresó, porque...allí escribía de todo. Todo.

Sí, todo.

—Puta madre, esta no es mi libreta. Es de mi mamá —murmuré, casi perdiendo todo el perfil de niña inocente, aunque la mamá de Fran no me oyó. Antes de guardarla, me dio curiosidad saber si mi mamá guardaba algo en el bolsillo oculto que tenía la libreta. Un escalofrío de emoción me recorrió al descubrir que sí había algo.

Yo misma le puse tensión al momento, metiendo los dedos lentamente, y sacando de golpe lo que se hallaba escondido: una carta.

Miré hacia los lados como si mágicamente me fuese a encontrar con mi mamá mirándome con el ceño fruncido. Y la abrí.

7 de mayo 1987

Vera, te he escrito demasiadas cartas y no he obtenido ninguna respuesta de tu parte.

¿Esto es porque me odias? A veces sueño en que eso es lo que me dices, y creo que eso calmaría la agitación de mi corazón. Al menos así sabría de ti.

Francia es un lugar frío en esta época, mañana me voy a otro país y me temo que este será mi último mensaje.

Lamento si rompí tu corazón.

Me equivoqué.

Atte, Gerardo Fonseca.

Abrí los ojos, impactada.

Gerardo Fonseca, segunda carta tuya que encuentro.

Mi madre estuvo alguna vez enamorada de alguien que no era mi padre. Y le rompieron el corazón.

Fran tiritaba junto a mí de la desesperación por leer la carta que tenía en mi mano, y apenas me giré hacia ella con la boca semi abierta me la quitó. Leyó con rapidez, con sus ojos deslizándose de un lado a otro frenéticamente. No alcancé a decir ninguna palabra, antes de que ella hablara.

—¿Otra pieza de tú rompecabezas? —preguntó enarcando una ceja.

Asentí con cara de orgullo.

—Y sin siquiera intentarlo —murmuré esbozando una sonrisa.

—Que extraño —agregó—. No pensaría en tu madre como alguien...enamorada.

¿Por qué era tan raro para nosotras?

Imagínense que para mi madre hablar de algo referente al corazón era como tratar de sacarle una palabra a una piedra. Con ella no existían las conversaciones sobre chicos más que: cuídate, no te enamores, eres muy pequeña para algo serio, etc.

Nunca se negó a hablarme de mi padre que falleció cuando yo tenía un año, pero siempre hablaba de él escuetamente. Yo no sabía mucho. Mi mamá era la mujer más reservada que conocía en mi vida, sin embargo, yo creía que era porque le habían roto el corazón cuando era joven.

Revisé la fecha en la carta: 1987. Yo aún no había nacido.

Me daba un poco de rabia que mi mama hubiese caído en la trampa de un hombre. Entendía que por eso me decía siempre que no me enamorara, y la verdad es que yo había intentado hacerle caso. Mi corazoncito había caído rendido a los pies de alguien y se había roto cuando tuve que alejarme de él. Me prometí que no sucedería de nuevo en mucho tiempo.

Pero las cosas no siempre resultan como uno espera. Y a veces en tu mente tienes un plan perfecto...lleno de fallas.

Cuando entramos en el pueblo que sería nuestro hogar, sentí que el aire cambió. Se volvió más pesado e incluso las nubes llegaron rápidamente para dar paso a ese aspecto de día sombrío que tanto odiaba.

—Este pueblo es algo tétrico —murmuré, perdiendo la mirada en los árboles que se extendían por mi lado del camino.

—No te quejes ahora. Literalmente...

—Shhhh —dije, lanzándole una mirada furtiva a Fran.

Luego de tan solo unos minutos llegamos a la nueva casa, y casi me caí de espaldas por lo que estaba frente a mis ojos.

En nuestro nuevo pueblo vivía la gente rica que no necesitaba estar sentada en una oficina, sino que podía manejar todo desde su casa sin la necesidad de mover el culo. Y por eso escogían un lugar así, alejado de la realidad, y de la gente común.

—Dios mío —murmuró Fran a mi lado—. Es enorme, esta vez papá se ha pasado.

Si ella pensó que era enorme, para mí fue como que me encontraba a punto de entrar en una mansión. La imagen del departamento pequeño que compartía con mamá llegó para burlarse de nuestra vida extremadamente modesta. Sinceramente, pensé que casas así solo la tenían los famosos, y que nunca pisaría una.

—Era una de las últimas casas disponibles —murmuró Paula, aclarando un poco el por qué—. En el piso superior solo hay tres habitaciones preparadas: una para mí y Julián, y una para cada una de ustedes. Están muy separadas entre sí, así que cada una tendrá su espacio.

Asentí con un hilo de nerviosismo recorriéndome, solo quería correr a ver la mía como si fuese una niña pequeña. Cruzamos la puerta principal, una estructura que pasaba por un metro mi tamaño. Todo relucía en blanco, con detalles cafés y rojos. La decoración minimalista hacía que los espacios se viesen incluso más grandes.

Antes de subir por las escaleras que estaban frente a la entrada, Paula nos detuvo.

—Esperen afuera, enviare a Mike a que revise si todo está listo para nosotras. Esta casa ha estado muy sola y no sabemos si alguien se ha escabullido. —Se rio de una forma que me sobresalté—. Alguien podría llevar algún tiempo viviendo aquí y no tendríamos idea.

Estaba cansada, llevábamos demasiadas horas sentadas en el coche, y mi trasero era una tabla. Con Fran nos miramos haciendo un puchero, y nos sentamos en la entrada a esperar a Mike.

—Esta es una casa de Pinterest. —Suspiré profundamente—. De aquí no me sacan.

—Con una espátula te vamos a tener que sacar —respondió riendo—. Sí, está bonita. No me quejo.

Un hombre senil apareció por las escaleras. Asumí que él era Mike.

—Todo en orden, niñas.

Nos levantamos de un salto, y subimos las escaleras corriendo. En el último escalón, Fran me hizo un gesto con la cabeza señalando una puerta entreabierta. Afuera tenía un pequeño cartel que decía Isla.

Avancé rápidamente como una niña emocionada a punto de abrir un regalo de navidad. Lo que apareció frente a mis ojos me dejó con la boca abierta.

Era una habitación de ensueños. Todas las paredes blancas —siguiendo con la decoración minimalista general de la casa—, una enorme cama en una de las esquinas, y una ventana grande con una vista perfecta al bosque. Saqué medio cuerpo por la ventana y enarqué los ojos al ver la piscina.

Esto será más entretenido de lo que tenía pensado.

—¿Tenemos un bosque detrás de la casa? —pregunté a Fran impresionada—. Es totalmente diferente a lo que estamos acostumbradas.

—¿No te da un poco de miedo? —murmuró estremeciéndose—. Ese bosque me da mala espina. Iré a ver mi habitación —agregó, antes de salir disparada por la puerta.

Me quedé con los codos apoyados en el marco de la ventana, observando el bosque que tanto me atrajo. De repente, por el rabillo del ojo vi movimiento entre dos árboles. Un chico vestido de negro apareció solo y caminando a paso lento.

Me adelanté un poco más, como si eso me ayudara a ver más claro. El chico siguió caminando con las manos en los bolsillos por entre los árboles, hasta que frenó de repente haciendo que me sobresaltara. No sé por qué me dio mala espina de inmediato. Una sensación de escalofrío me recorrió por completo, como sabiendo que algo no estaba correcto, sin embargo, no podía quitar mi vista de él. Subió su cabeza para encontrar su mirada con la mía, así como si siempre hubiese sabido que yo me encontraba allí observándolo.

Me quede quieta ante el impacto de esos ojos oscuros sobre mí. Ningún músculo de su cara demostró algún tipo de emoción, como si mi presencia fuese algo que estuviese esperando. Se quedó impasible, escudriñándome y desenmarañando cada parte de mi ser. Lo dejé, porque por algún motivo no podía moverme, no podía salir de esos ojos.

Él era uno de los hombres más guapos que había visto en mis diecisiete años de vida. Más que la perfección de sus rasgos físicos, era su mirada: llena de misterio y atrevimiento. Tenía su cabello castaño peinado hacia atrás con pulcritud; y sus mejillas lucían un tinte rosado que acompañaba a la perfección sus labios gruesos y rojos. De repente, por su cara se extendió una sonrisa algo perturbadora, provocando que mi corazón se acelerara.

Inesperadamente estiró su brazo hacia mí, e hizo algo que me estremeció por completo. Hasta el día de hoy recuerdo la agitación que me provocó. Hizo como que disparaba un arma en mi dirección. Luego se guardó las manos en los bolsillos y retrocedió hasta internarse en el bosque.

—¿Por qué tienes la boca abierta? —preguntó Fran con el ceño fruncido—. No me digas que viste un fantasma. Es oficial, esta casa me da miedo.

—No...¿no lo viste? —tartamudee, señalando hacia donde unos segundos antes había estado el chico.

—Mmmm no —respondió con un escalofrío—. Te dije que ese bosque me daba mala espina, Isla—, ¿qué viste? Ya me quiero ir...

—Fran, un chico apareció desde ese bosque —murmuré, alejándome de la ventana— y...

—¿Me estás jodiendo? —preguntó, interrumpiéndome. No insistí en contarle más detalle, ya estaba lo bastante asustada con ese lugar.

—Puede ser —dije con un hilo de voz.

—No hagas más bromas —gruñó, y bajó la voz mirando a la puerta abierta—. Hicimos mucho para estar acá, sobre todo tú.

Más tarde, y sin aún reponerme de lo sucedido, me lancé sobre mi nueva cama y me sumergí en un sueño reparador. Desperté cuando horas más tarde Fran se acurrucó a mi lado.

—También lo vi —susurró.

—¿Le viste la cara?

—Más o menos. Era hermoso... y tenebroso. Odio este lugar.

Cerré los ojos con la cara de él grabada en mi mente.

Su sonrisa.

Su amenaza.

Sentía que lo conocía de antes, o que quizás se parecía mucho a alguien. Me costó quedarme dormida pensando en eso. No pensé que lo vería tan pronto, ni mucho menos al otro día... y que se vería tan distinto.



____

¡Ay! ¿Dónde se nos fue a meter Isla?

¿Nos estará ocultando algo?

¿Quién será el chico de la ventana?

¿Qué les pareció el capítulo?

¡Hasta el siguiente! Muak

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