2. Un rechazo y una venganza

Carum, 2019

Isla

Escuché sus nombres y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Me tensé con la mirada fija en el libro. Si hubiese sido un gato sería como cuando los asustan y se erizan. Así mismo lo sentí. Cada vello de mi piel se erizó de tan solo escuchar sus nombres. Levanté mi cabeza lentamente, como si no quisiese ver realmente pero no me quedaba de otra.

Los vas a encontrar guapos, pero recuerda que tienes un plan.

No te deben gustar porque si no tu plan no va a funcionar.

Recuerda que su padre le rompió el corazón a tu mamá.

Recuerda que ellos son tus enemigos.

Y que tú, te vas a vengar.

Y los vi.

Aquí inserten música dramática por: mis neuronas que se convirtieron automáticamente en globitos de amor, por mi corazón —y muy segura que el de Fran también— que salió expulsado hacia planos desconocidos, y por mis hormonas que vibraron de emoción. Eso era muy, muy malo para mis planes.

Puta madre.

Puta vida.

Uno odiaba al mundo, el otro lo amaba.

Uno tenía una mirada severa, el otro sonreía con los ojos.

Uno era el chico malo, y el otro era el amistoso.

Y según la nota...los dos me romperían el corazón si me enamoraba.

Mi boca se secó, no me la creía.

Decir que cuando fueron creados se pasaron con el ingrediente belleza, era poco. ¿Cómo explico la perfección de cada uno de ellos? No importaba si uno era rígido y el otro simpático. Ambos irradiaban una sensualidad e intensidad que solo había visto en la televisión y que solo me había imaginado leyendo libros. Los dos con cuerpos atléticos, aunque sin pasarse. Sus brazos estaban definidos, y aposté que en esos abdómenes no había nada más que unos six pack marcados.

Sentí la mirada de Fran quemándome, tenía el ceño fruncido. Al parecer fue la única que se dio cuenta de la impresión que me causaron. Y es que claro, ningún ojo estaba fuera de esos hombres.

Voy a describir primero a quien reconocí como Gastón Fonseca, el que no me debía enamorar con su simpatía. La sonrisa se le extendía de oreja a oreja, pero era de esas coquetas, un poco torcidas, que iban acompañadas de unos ojos achinados y una mirada intensa.

Su cabello castaño claro se encontraba desordenado, y en su mayoría escondido debajo de un jockey. La nariz recta y su mandíbula cuadrada le daban un aire maduro e interesante.

Iba vestido deportivo: con una sudadera color rojo oscuro, unos jogger negros, y una camiseta blanca que se asomaba por el área de su pecho.

Una delicia.

Mi mirada se deslizó al otro hermano.

El amargado, Gaspar Fonseca. El que no me debía enamorar con su actitud de chico malo. Un cliché con todas sus letras, y él no pretendía ser menos que eso. Admito que se me revolvió el estómago al mirarlo. Era como ver a todos los protagonistas de las novelas que me amanecía leyendo, allí vivito y coleando frente a mí.

Párrafos de mis libros favoritos invadieron mi mente.

Aunque yo no era la protagonista tímida que él de repente iba a mirar mágicamente y que se la iba a follar en cada lugar posible.

Oh, no.

Yo no era ella.

Yo —a partir de ese momento— era una pesadilla.

Parecía que no quería estar allí y lo entendía porque yo tampoco. Tenía una cara muy parecida a la de Gastón, pero agreguemos ese toque apático y autosuficiente. Incluso en un principio me cuestioné poder acercarme a él, imaginé que simplemente rodaría los ojos al verme. Tenía el cabello más oscuro que Gastón, sin embargo, la gran diferencia —además de su sonrisa arrogante— se hallaba en sus ojos azules de alto impacto, y en la vestimenta: jeans negros y estrechos en la parte inferior; una camisa cuadrillé abierta y arremangada hasta los codos; una camiseta color blanco; y unas botas estilo militar color negro.

Rayos.

Nuestras botas son casi iguales.

Ok, quedan dos asientos vacíos.

Eso significa que uno de ellos se sentará conmigo.

Y mi plan a la mierda.

Porque ya tengo las bragas por los tobillos.

Ya, Isla. Respira.

No te desesperes.

Tú puedes.

—Gaspar Fonseca, siéntese con Isla Ferrer. Su nueva compañera de esta clase.

Tragué saliva, y nuestros ojos se encontraron de inmediato. En mi mente, chispas salieron disparadas. Me tocó el chico malo y no me quejé. ¿Iba a ser ese el hermanito Fonseca que iba a escoger para romperle el corazón? Sin conocer a los otros sabía que sería el más difícil, incluso acercarme lo veía como un desafío.

Gaspar me miró con los ojos entrecerrados e hizo una mueca de: prefiero cortarme uno que caminar hasta allá para sentarme con ella. Con un codazo le dijo algo a su hermano, quien asintió amigablemente.

—Profesora, ¿puedo yo sentarme allá? No me gusta sentarme tan adelante —dijo Gastón. La profesora asintió desinteresadamente.

Isla, has sido rechazada.

Se escuchó un uhhhhh general por todo el salón.

Tuve que respirar hondo para calmar mi expresión de desconcierto.

¿Cómo hace algo así frente a toda la clase?

Gaspar no quiso sentarse conmigo, y sentí el rojo intenso que se instaló en mis mejillas nuevamente. Me escondí detrás del libro para que nadie viese mi reacción. Nunca me había sucedido algo así, menos frente a tanta gente.

Ahora toda la clase sabe que no tuvo ningún interés en sentarse conmigo.

Maldito imbécil.

Gaspar Fonseca me rechazó.

Dios, ¿me estás poniendo a prueba?

¿Es porque dije que haría sufrir a alguno de ellos?

¿Es porque he sido mala?

¿Es porque soy una mentira?

La realidad me pegó de la misma forma como si me hubiesen lanzado una silla en la cabeza. Gastón comenzó a caminar hacia mí. Se dejó caer en el asiento y exhaló algo cansado. Me envolvió en un olor a crema de afeitar y perfume caro, que al contrario de lo que pensaría, me gustó bastante.

¿Y cómo diablos se supone que debo alejarme si literalmente lo sientan al lado mío?

Mi corazoncito aún no se recupera del rechazo público que acabo de sufrir. No he movido ni un dedo y ya las cosas no están resultando.

Que Gaspar Fonseca me hubiese rechazado frente a toda la clase no hizo que dudara de mi plan. De hecho cobró más fuerzas, porque: primero, ¿qué se creía ese idiota?; y segundo, a mí nadie me rechaza tan feo.

Lo que había hecho él afectaría un poquito el ego de cualquier persona, ¿o no?

—Hola —dijo Gastón, estirándome su mano.

No tenía ganas de tocarlo. Sentí que por alguna razón el contacto con su piel provocaría una corriente eléctrica a mi ser diminuto, y que casi de puro tocarlo la maldición se cumpliría. Con una sonrisa desinteresada le estreché la mano. Grandes y suaves.

—Hola —respondí. Volví mi mirada al libro, no sin antes avistar su enorme sonrisa.

Y sí, corriente eléctrica hasta el último vello de mi cuerpo. Esa sonrisa era mágica, y sus dientes blancos y perfectos se asomaban naturalmente. Y eso desvió mi atención hacia sus labios gruesos.

Muy...muy bonitos

Isla tendrás que ser fuerte.

La clase pasó con cada uno enfrascado en su libro, y yo tratando de respirar lo mínimo posible porque la sensualidad de ese chico entraba por mi nariz e intoxicaba mi cerebro; y también tratando de mirar lo menos posible a mi lado, porque la vez que lo hice mis ojos se quedaron pegados en sus brazos... y en sus manos.

Lo que deben hacer esas manos.

Ya, detente.

¿Ya avisé que yo no era la chica tímida e inocente?

—Alumnos, la próxima clase me deben traer un informe de diez hojas sobre la segunda guerra mundial. Esto lo deben hacer con el compañero que tienen sentado al lado, y deben hacer investigación. —Nos miró a todos severamente—. No me traigan un copia y pega del libro, voy a evaluar el esfuerzo que le ponen a esto.

Lo que faltaba.

Tragué saliva, nerviosa y con mi mente trabajando a toda máquina. De repente, entendí que era perfecto. Eso era jodidamente maravilloso para las ideas que pasaban por mi mente.

Permanecí tranquila. Me giré hacia Gastón, quien tenía la vista pegada en su celular.

Tengo a un mismísimo dios sentado al lado mío.

—¿Cuándo nos juntamos? —pregunté, cerrando el libro de golpe para llamar su atención. Me miró con una expresión divertida.

Deja de reírte, que no puedo evitar mirar tus labios.

Él te enamora con su simpatía

Ok. Me aprovecharé de su simpatía para entrar al mundo Fonseca.

Enarcó las cejas.

—Calma, apenas sé tu nombre y ya me estás invitando a salir —respondió juguetón. Meneó la cabeza, como si estuviese decepcionado—. Creo que has sido la primera chica que es así de directa, y eso me gusta —bromeó.

Tragué saliva y carraspee. Envié la orden imposible a mi cuerpo de que no se sonrojara ante sus palabras.

Me encogí de hombros.

—¿Qué necesitas saber antes de que te invite? —pregunté, entrelazando mis dedos sobre la mesa—. Pregúntame.

Su sonrisa se desarmó un poco.

Ah...no se lo esperaba.

¿Será que las chicas tambalean al hablar con ellos?

Enarqué las cejas, así como esperando su respuesta. Y mi yo interior se estaba riendo macabramente, pero de pronto una sonrisa sincera se extendió por su cara. Sus ojitos se achinaron, y no me pareció que estuviese hablando con alguien que se dedicara a tomar corazones para después romperlos.

Se acomodó en su asiento y se apoyó con el codo sobre la mesa.

—Tu nombre y un secreto —dijo encogiéndose de hombros.

Bien jugado.

—Isla Ferrer, y... —Me acerqué para hablar bajito—: seré tu peor pesadilla. —Carraspee—. ¿Y tu nombre?

Como si no lo tuviese tatuado en mi cerebro.

Gastón soltó una carcajada e hizo un gesto de aprobación.

—Gastón Fonseca. Me caes bien, Isla. —Sus ojos me escudriñaron atentamente—. ¿Por qué te llamas así?

Pestañee rápidamente.

—Me pediste el nombre y un secreto —dije levantándome del asiento. Apoyé una mano en la mesa—. Y ya los tienes. Entonces, ¿cuándo nos juntamos?

Asintió con la cabeza, y pude ver en su expresión que no daba más de curiosidad.

Entrecerró los ojos como si estuviese pensando, y de repente golpeó con los nudillos la mesa.

—En mi casa, ¿puedes mañana?

Mi corazón se agitó. Sabía cuál era mi objetivo final pero el camino se me estaba despejando demasiado fácil, y muy rápido. Eso era algo...aterrador.

—¿Y no puede ser aquí? —quise saber, fingiendo un poco de molestia por la idea.

Negó con la cabeza.

—Tengo que cuidar a mi hermano mañana —respondió.

¿Cuida a su hermanito?

Mi corazoncito.

¿No te acuerdas de tu objetivo en todo esto?

—Ok —respondí indiferente, como si eso no supusiese nada para mí. Pero Gastón Fonseca —lamentablemente— ya tenía una estrellita de mi parte.

Se levantó de su asiento y se sacó el jockey para pasarse los dedos por el cabello. Su cabello desordenado se desparramó por su frente. Me quedé observándolo, y él se giró para mirar a Gaspar, quien a su vez me escudriñaba con la mirada más fría que alguien podía dar a otra persona.

Me estremecí.

—Nos vemos, Isla. Un gusto conocerte —dijo Gastón mientras se alejaba.

Y me quedé con la mirada perdida en sus espaldas desapareciendo por el umbral de la puerta.

—Esto será más difícil de lo pensado —murmuró Francia por mi espalda—. Si los dioses griegos hubiesen bajado del Olimpo, sería más fácil.

—Tenía la esperanza que tuviesen una belleza regular —comenté—. Ya sabes algo con lo que poder trabajar, pero esto...esto me supera.

—Tú eres hermosa, y si aún lo quieres podrías conseguirlo. Mmm... —dijo, llevándose las manos al pecho—. Él problema es cómo separarse después, antes de que te rompan el corazón.

Me cogí la barbilla.

Yo ya tenía una decisión bien tomada.

Desde el momento en que habían entrado al salón, y sin ver a los otros dos, ya había fijado mi objetivo en el hermanito Fonseca que se iba a enamorar de mí para tirar por la basura su leyenda de rompe corazones.

Y él, no era nada más ni nada menos que el que me rechazó: Gaspar Fonseca.

A mi no me intimidas

Serás mío.

Ya era hora de que un Fonseca sintiese el dolor de un corazón roto. Y no solo tenía relación con la famosa advertencia, esto iba más allá.

Porque como ya les dije: esto había comenzado mucho antes.

______


¡Holaaaaa! Espero que les haya gustado el capítuloooo. No se olviden de votar si les gustó. También de agregarme si aún no lo han hecho <3

¡Besitos! Gracias por el apoyoo bbs <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top