19. Una conversación bajo las estrellas, y un viaje a Hamil
Carum, 2019
Isla
Gustavo: Estoy abajo. Si no bajas en cinco minutos voy a tocar la puerta preguntando por ti.
Resoplé. Me llevé las manos a la cara y empecé a patalear sobre mi cama. Hace dos horas se había ido Gaspar, y aún no me recuperaba de los efectos que produjo su paso.
Mis pulsaciones seguían aceleradas; y cada vez que recordaba nuestros besos, sentía la misma sensación que me da en el estómago cuando estoy arriba de una montaña rusa bajando a toda velocidad.
Exhalando —más fuerte de lo normal—, caminé arrastrando los pies hacia la ventana.
¿Alguna vez terminará esto?
Y allí estaba él, sentado sobre el pasto y apoyado en un árbol mientras revisaba su celular. Me quedé mirándolo un momento. Y no pude evitar que mi mente se fuera hacia ese verano de aventuras.
¿Por qué?
¿Por qué tienes que ser así?
Asumo que dentro de mi corazón no existía ningún arrepentimiento acerca de él. Ni el haber estado con él, ni el haber huido después. Como si sintiese que alguna vez en la vida hay que estar con ese chico que te lleva a experimentar cosas que no harías de otra forma. Él era una aventura, mi aventura, sin embargo, mis sentimientos hacia él eran cada vez más borrosos, porque mi mente la comenzaba a ocupar por completo Gaspar.
Gustavo era alguien que no se olvidaba fácil, aunque yo ya no podía ni quería estar con él. Quería estabilidad.
¿Pero cómo hacerle entender que lo de nosotros no era una opción? Como si sintiese mi presencia, clavó sus ojos azules en mí, y con una seña le dije que esperase allí. En su cara no cruzó ninguna expresión, y se limitó a observarme mientras encendía un cigarrillo.
Bajé las escaleras sigilosamente y así llegué a la entrada principal donde estaba Loreta. Me siguió con la mirada, y alzó una ceja cuando entendió que mi intención era salir.
—¿Qué haces? —preguntó, susurrando.
—Pensé que todos dormían...
—Pensaste mal. —Se llevó las manos a las caderas, esperando una explicación.
—Solo iré a tomar aire.
—¿Y tú crees que tengo cinco años?
—Loreta...
Bufó, y me dio la espalda para dirigirse a la cocina. Salí y rodeé la casa. Más nerviosa de lo que hubiese deseado, llegué hasta el árbol donde él estaba. La oscuridad era algo aterradora, y me senté a su lado, sintiéndome —extrañamente— protegida.
—¿Qué haces aquí?
—Quiero saber por qué —dijo secamente, encendiendo otro cigarrillo. Dio una calada y expulsó el aire hacia la dirección opuesta. Luego giró su cabeza, y me miró de una forma que nunca había visto: ¿estaba triste?
Miré el cielo, conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir. No me gustaba verlo así. Vulnerable. Él no era así.
—Me dijiste que eras de Nueva York —murmuré, ignorando su pregunta.
—Y tú me dijiste que me querías —replicó.
Esbocé una sonrisa.
—Y lo hacía.
—Hasta que ya no.
—Hasta que ya no.
—Eso te lo inventaste tú —soltó, pasándose las yemas de los dedos por su cuello—. No te creo, tú no te crees. Me quieres y te engañas con Gastón. Y tampoco creo en lo tuyo con él, ¿qué trato tienen? —Me miró con los ojos entrecerrados—. Él es demasiado bueno para ti.
—Así que crees que no merezco un chico bueno como él.
—Lo mereces, aunque él te aburrirá. Igual que Daniel.
Entrecerré los ojos.
—Que buena idea recordar a Daniel.
Le salió una carcajada natural. Gustavo siendo alguien que aparentaba no tener problemas era irresistible.
—Lo siento, lo siento. Pobre tipo, ¿qué fue de él?
Lo miré seria.
—¿De verdad me preguntas eso?
Negó con la cabeza, tratando de aguantar la risa. Se peinó el cabello hacia atrás. Notó que yo tenía frío y envolvió mis manos con las suyas.
—Te besaría en estos momentos o —dijo alargando la "o"— te puedo abrazar si tienes mucho frío.
Bufé. Increíble que saliera con algo así después de lo de Daniel. Y... increíble que me diese miedo que me abrazara, nada más ni nada menos porque no me sentía tan valiente y capaz de rechazarlo más veces.
—Soy la novia de tu hermano.
Gruñó, de forma que me pareció algo sexy.
—No te creo, y voy a averiguar que trato tienen ustedes. Y te voy a liberar. —Me tocó la punta de la nariz—. Por cierto, estás muy bonita hoy.
Respiré hondo.
—¿Y por qué crees que me quiero liberar de él? Me gusta.
—Te gusta tanto como el chocolate blanco.
—No me gu...
—Exacto. —Nos quedamos en silencio. De repente señaló el cielo—, ¿te acuerdas de todas las veces que estuvimos recostados en la arena mirando las estrellas?
—Ha pasado mucho tiempo —dije, como si apenas recordara esos momentos en los que no importaba nada más que él y yo. Aunque los tenía muy claros en mi mente, eran parte de la colección de recuerdos favoritos, sin duda.
—Lo siento —soltó de repente.
—¿Por qué?
—Por todo lo que hice antes...por lo que he hecho ahora. Isla, no arruinaría los negocios de los padres de Fran. Es solo que... —Tragó saliva, y rosó su dedo por mi brazo—, me desesperé.
—Yo sé que eres capaz de hacer esas cosas, pero me costaba creer que lo hicieras conmigo. Lo que pasó ya quedó en el pasado. Te guste o no, yo estoy con Gastón —dije, de forma automática.
Si sigo repitiendo que estoy con Gaston, me voy a terminar convenciendo a mi misma.
—Ya, deja de repetirlo. ¿Tú sabes que la única razón de por qué no he hecho desaparecer a Gastón es porque es mi hermano?
—Hacer desaparecer —repetí.
—Sabes de lo que soy capaz... No sé cómo no extrañas todo lo que pasamos juntos.
Oh, sí. Extraño muchas cosas que hacíamos los dos.
Llevó su mano al costado de mi cara. Me quedé paralizada, y con su pulgar acarició mis labios.
—Tú, eres mía. Tú me lo dijiste —susurró.
Saqué su mano, y me puse de pie. Tenía que huir.
—Yo no soy tuya, no soy de nadie. —Su mirada se suavizó y se puso de pie. Suspiró y levantó las manos, como si se estuviese rindiendo.
—Está bien —dijo, tomando mi cara entre sus dedos—. Pero yo no creo que me hayas olvidado, Isli. Hay muchas noches más llenas de estrellas, y serán todas para nosotros dos. Aquí no tenemos el mar en el que bailábamos las noches en Los Ángeles, pero tenemos un bosque que nos ocultaría de los demás por el tiempo que queramos.
Mi corazón palpitaba aceleradamente, recordándome todo lo que él me podía hacer sentir.
—No me vengas con tus palabras bonitas.
Se rio.
—Y tú no vuelvas a romperme el corazón —soltó, como si nada.
¿Se acuerdan que uno de mis primeras ideas cuando llegué a Carum fue romperle el corazón a uno de los hermanos Fonseca? Decidí hacerlo con Gaspar, pero mi idea llegó a su fin apenas vi que su hermano era Gustavo. Porque sabía que cuando huí de él, él estaba enamorado. A su manera extraña y obsesiva. Y yo también. Lloré meses después de separarme de él.
—Tú también me rompiste el corazón a mí. —Inevitablemente me acordé de la famosa maldición de los Fonseca. Qué raro, hasta ese momento no me había dado cuenta que la maldición ya me había dado un gran puñetazo en la cara.
—Lo sé, y lo siento.
—Ya que estamos de acuerdo en que ambos nos rompimos el corazón, podemos continuar con nuestras vidas.
—¿Así de fácil?
—Sip.
—¿Y si no quiero? ¿Y si te quiero separar de Gastón?
—¿Y cómo lo harías?
Una sonrisa malévola y perturbadoramente atractiva apareció en su rostro.
—Echándote de Carum —respondió con total naturalidad.
Me quedé sin aire.
—¿Qué?
—Ni que te hubieses venido a vivir a la mejor ciudad del mundo. Además, no planeo afectar a nadie. Solo...solo hacer que te vayas.
Me llevé los dedos al puente de la nariz. Y seriamente pensé en cómo matar a alguien y hacer desaparecer el cuerpo.
—¿Quieres que te odie? —Me giré y comencé a caminar hacia la casa, sin esperar respuesta.
—No lo harías —replicó—. Pero si no estás conmigo, tampoco estarás con alguno de mis hermanos.
—¡Estás loco!
Subiendo la escalera, mi celular vibró.
Gustavo: Sí, por ti.
***
—Muffins, un pastel de chocolate, tostadas con mantequilla de maní y mermelada, un café —Tomé aire, y agregué—: y brownie
Mostré a través de la ventana la bolsa con comida. Gastón enarcó una ceja y me miró como un niño amurrado. Por lo escueto de sus mensajes sabía que seguía enojado porque lo dejé solo en la fiesta del bosque, y porque tuvo que buscarme. Entré en el coche.
—¿Me quieres engordar?
—Es comida para que me perdones. ¿Me crees si te digo que yo hice este brownie?
—No.
Exhalé.
—Ok, no lo hice. Pero está rico.
Gastón le dio una mordida desde mi mano.
—Está muy bueno —comentó con la boca llena de comida. Miró hacia la entrada de la casa—. ¿Y Francia?
Suspiré.
—Castigada.
Entrecerró los ojos.
—¿No me estarás mintiendo para pasar todo el día a solas conmigo?
—Uhhh... Nunca lo sabrás. ¿Vamos?
—Cuando lleguemos, ¿a dónde iremos exactamente? —preguntó, poniendo en marcha el coche.
—Veremos si hay algún o alguna Harris. Mi madre nunca me presentó a mis abuelos, y hasta que tú me dijiste no tenía idea que ella tuvo una hermana. Cualquier Harris nos podrá contar la historia de nuestros padres —dije, como si así fuésemos a resolver todo el misterio, sin embargo, Gastón me cortó toda la inspiración.
—¿Y si no hay nadie allá?
Me quedé pensando, mientras veía los árboles pasar.
—Buscaremos a la mujer que le escribió a tu padre. —Y antes de que Gastón dijera algo, agregué—: Después iremos al hospital, intentaremos averiguar qué le sucedió a mi madre.
Me dio un escalofrío el pensar que me estaba acercando a descubrir lo que había afectado —y seguía afectando— tanto a mi mamá. Y además un poco de culpabilidad, después de todo eran secretos que no me correspondían. Si mi mamá había insistido tantos años en mantener su historia oculta, ¿por qué yo iba a indagar más?
—Tengo una duda... ¿Solo viniste a Carum para saber qué sucedió entre nuestros padres?
Eso no era todo. Cuando Gastón encontró los dibujos, poemas, tickets y la carta de la amiga de mi mamá, las cosas se tornaron más misteriosas, ¿por qué si se amaban tanto, él la dejó? ¿Por qué mi madre nunca me dijo que tenía una hermana? ¿Por qué tanto rechazo hacia el amor? ¿y mis abuelos? Sin embargo, la idea principal era que yo sospechaba que Gerardo se había quedado con algo de mi madre. Además quería saber qué había pasado con toda la familia de mi mamá.
—Algo así —respondí, escuetamente—. Y claro, para tenerte de novio. Sabía que en este mundo había un chico para mí.
Gastón soltó una carcajada.
—¿Para usarlo y subastarlo como si no tuviese sentimientos?
—¿Para qué otra cosa sería? —bromee.
—No sé, yo creo que falta algo en esta relación... no sé qué. ¿Se te ocurre algo?
Le golpeé el brazo.
—No vengas con tus insinuaciones.
—¡Auch! Solo decía. A mí me parecía una gran idea.
—¡Cómo no!
Justo en la luz verde, Gastón sacó su celular y la puso frente a nosotros.
—Cookie, una foto. La enviaré al grupo de whatssap de la familia —dijo riendo—. Esto será entretenido.
Gastón era como un niño pequeño inocente, gracioso y adorable. Me acerqué para la foto, y antes de sacarla, él besó mi mejilla. En la foto nos veíamos como una excelente y adorable pareja.
—Me convertí en lo que juré destruir —murmuré, aguantando la risa—. Es la foto más romántica que me he sacado.
—La mía también. Bienvenida al club de los miedosos del compromiso. La enmarcaré como un logro. —Me miró con una sonrisa inocente.
Para variar, me dieron ganas de agarrarle la mejilla o abrazarlo. ¡Ay! Un chico tan hermoso con miedo a que le rompan el corazón.
—Así que miedo al compromiso.
Se encogió de hombros.
—Te voy a contar un secreto —dijo, tomando aire—. Eres la primera chica con la que he salido más de una vez. Esto es nuevo para mí.
—Pensé que...
—Dicen muchas cosas que son mentiras. Bueno... supongo que a estas alturas te habrás dado cuenta que soy el mejor de mis hermanos.
—Lo eres. —No me cabía ninguna duda—. ¿O me estarás engañando y en verdad eres el que tiene más problemas mentales?
Se rio a carcajadas.
—Nooo. Ojalá no hables con Gabriel o me quitará el podio de mejor Fonseca.
Me atraganté con un trozo de muffin. ¿El mejor en qué exactamente?
Nos fuimos el resto del camino escuchando música, cantando y comiendo. Con Gastón el tiempo se me pasó volando, y es que cada vez me sentía más a gusto y en confianza con él. Cuando cruzamos el pequeño cartel que decía: "Hamil", fue como si entrásemos a un lugar más lúgubre que Carum. Las nubes no daban espacio a luz, y el bosque —inmenso a un costado— era espeso, y de entre los árboles solo se veía oscuridad más allá, y eso que era de día. Me estremecí.
Dimos vueltas alrededor de lo que parecía el centro. Las diferentes tiendas pequeñas estaban abiertas y parecía que todo el pueblo se encontraba metido allí. Pregunté a las personas si conocían a alguien con apellido Harris. Nos detuvimos, cansados.
—Mira —dijo Gastón, señalando la calle de al frente. Una librería pequeña, con el nombre apenas legible por el paso del tiempo, destacaba por que una anciana leía apaciblemente en una silla junto a la entrada.
—¿Qué tiene?
—Ella debe saber, probablemente lleve toda su vida aquí. Crucé la calle corriendo—. ¡Espérame!
Carraspee junto a la anciana. Ella levantó la cabeza.
—Hola, disculpe por molestarla. Me preguntaba si usted sabe dónde puedo encontrar a alguien con el apellido Harris.
La mujer, cerró el libro y puso sus manos encima. Me quitó la vista de encima, y posó sus ojos sobre Gastón, quien justo llegaba corriendo.
—Un Fonseca, sin dudas —soltó, esbozando una sonrisa. Las arrugas se acentuaron aún más en su cara. Con Gastón nos miramos—. Todos son muy parecidos, muchacho. No te asustes, no soy una bruja. ¿Hijo de quien eres?
—De Gerardo. Mi nombre es Gastón, mucho gusto.
—Ay de ese diablillo —siseó la mujer. Y con una mueca, agregó—: Eso me dice que tu madre es Mariana.
Tragué saliva.
Había golpes bajos que la vida te podía hacer, y que tu hermana te quitase a quien creías el amor de tu vida. Y de pronto muchas piezas comenzaron a encajar. Por eso siempre habíamos sido mi madre y yo. No había hermanas... ni padres. Gastón se removió incómodo, probablemente haciendo las mismas conexiones que yo.
—No, mi mamá se llama Olivia.
La mujer esbozó otra sonrisa.
—Bien. Un amor nacido del engaño no tiene ningún futuro positivo. ¿Qué trae a estos dos niños por acá?
—Quería saber si usted sabe dónde podría encontrar a algún Harris —repetí.
Tanteó los dedos lentamente sobre el libro.
—Muchacha, los Harris se fueron hace muchos años. Luego de que sus hijas desaparecieron sin dejar rastro, Feliciano y Marta se quedaron algunos años más. —Se llevó la mano a la barbilla, quizás tratando de recordar algo—. Me parece que Feliciano trabajaba para el señor Fonseca. Cuando él dejó los negocios en Hamil, los Harris se fueron un tiempo después.
Me agaché para quedar a su altura.
—¿No sabe a donde se fueron?
Negó con la cabeza.
—¿Y cómo es eso de que sus hijas desaparecieron? —Gastón se agachó a mi lado.
La mujer se encogió de hombros.
—De un día para otro. Mariana primero, y la otra chica después. Vera. Me acuerdo de ellas porque eran la promesa del pueblo y porque yo hacía clases en la escuela. Todos decían que ellas iban a ser grandes profesionales. No sé qué habrá pasado con ellas. Eran muy amables. Sobre todo Vera, quien siempre venía a ver qué libros nuevos habían llegado, sin embargo, mi esposo era muy reacio a venderle. Decía que las chicas tan jóvenes no debían contaminarse con cosas de hombres —resopló—. Ya verán, pensamientos antiguos. Ahora esta librería es mía.
—¿Usted sabe de Karina White? —pregunté, antes de ponerme de pie. Karina era quien le había enviado la carta a Gerardo diciéndole que no podía comunicarse con mi madre.
—Isabel y Karina White —murmuró—. Otras de mis alumnas. Se mudaron hace bastantes años también. Se casaron y se fueron luego que sus padres murieron, no queda ningún White en Hamil.
—Así que mi padre se fue con la hermana de tu mamá —dijo Gastón. Ya llevábamos un rato caminando en silencio.
—Creo que ya resolvimos el misterio.
—¿Por qué habrán tenido tickets para Europa? No me calza.
—No sé, pero ahora entiendo por qué nunca supe de Mariana. ¿Tú no sabes para dónde fue tu padre luego de Hamil?
Gastón negó con la cabeza.
—Él no habla de su pasado, más que para enumerar sus estudios y negocios. Sé que estudió en Francia, así que él si se fue a Europa.
—Quizás fue por los negocios de tu abuelo.
—No, mi abuelo desheredó a mi padre en algún momento. Todo lo que ha hecho, ha sido gracias a su propio esfuerzo.
Eso hizo que recordara que años atrás mi mamá me confesó que en su familia había una joya con mucho valor, y que ella se la entregó a la persona equivocada.
"Si no la hubiese perdido, nuestra vida habría sido muy diferente, Isla".
"Solo espero que esa joya haya sido empeñada por algo bueno"
Desde que vi a mi mamá llorar por la carta, asocié de inmediato a ese hombre con la joya perdida. ¿Y si Gerardo Fonseca había formado sus negocios no solo con el dinero de su familia sino con la reliquia de mi mamá?
Gastón continuó.
—Luego de Francia, se fue a Nueva York y allí conoció a mi madre.
—Nunca he visto a tu mamá —comenté, recién dándome cuenta de eso.
—Es que ella casi nunca está, es como mi padre. —Me miró, mordiéndose el labio—. Negocios. Ellos se casaron por los negocios de sus padres. Es extraño que mi padre haya hecho eso, sin tener ningún papel en esos negocios. O quizás lo desheredaron después —Exhaló, frustrado—. No tengo idea.
—¿Crees que alguno de ustedes se casaría por los negocios de tus padres?
—Quizás ellos ya lo estén intentando —murmuró, como si nada.
—¿Cómo?
—Francia.
—¿Francia?
Eso tenía sentido. A los hijos de Gerardo Fonseca se les tenía prohibido tener novias. Y si era así, ¿por qué sus padres habían aceptado que una chica tan guapa como Francia entrara a la casa a cuidar al hermano pequeño? Claro, era perfecta para alguno de los hijos. Alguno se iba a encantar con ella. Y a la vez, ¿cómo los padres de ella que eran tan estrictos con el tema chicos, habían aceptado que ella se fuera a meter a una casa llena de ellos?
—Ya lo pillaste —dijo, ante mi expresión.
—Sería beneficioso un Fonseca y una Alonso. ¿Y con quién le gustaría a tu padre...?
—Gaspar. —Se me revolvió el estómago. Que dijera Gaspar me produjo más cosas de las que estaba dispuesta a aceptar. ¿Y si a Gaspar le gustaba Francia? ¿Cómo ella se le iba a resistir?
—¿Por qué él?
—Porque ahora Francia está cuidando a Gonzalo, y mi madre justo hoy dijo que quería ir a la peluquería. Hoy es sábado, eso significa que Gustavo no está —porque nunca está los fines de semana— y Gabriel está en el club de programación. Y yo...yo dije que iba a estar contigo.
—Eso deja a Gaspar solo en la casa.
—Solo, y... cuidando a nuestra invitada.
Rayos._____
¡Hello!
Muchas gracias beibis por su apoyo!!!!
Besitooss los quiero. Hoy ando repartiendo amor así que les deseo un hermoso día (o noche)
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