13. Nuevas pistas
Carum, 2019
Isla
—¿Qué haces aquí? —pregunté, en un susurro. Rogando que de alguna forma se olvidara que pensé que era su hermano... Aunque eso era imposible.
—No sabía a donde más ir. —Comenzó a decir. De repente sonrió—, y como eres mi novia...—Bajó la cabeza, y dejó la frase incompleta.
¿Qué tan terrible fue Gerardo con él?
Suspiré ampliamente. Quería decirle que no tenía derecho a entrar a mi habitación, sin embargo, Gastón me miraba con la misma cara del gato con botas y se veía adorable. Y créanme, ninguna chica en este mundo lo habría increpado en mi lugar. No, no. Eso habría sido un pecado. Y yo ya tenía suficientes pecados cometidos como para agregar uno más a la lista.
Se sacudió el cabello, y se puso el gorro de su sudadera. Algo me provocaba él, que me daban ganas de ir a abrazarlo. Pero no en plan romántico, que ahí si que mi corazón hubiese protestado. Suficiente tenía ya con acelerarse por dos chicos. Un tercero y estoy segura de que mi corazón habría renunciado al amor o me habría pedido vacaciones.
Las pulsaciones por las nubes que me provocaba Gustavo y Gaspar eran más que suficientes.
Así que suspiré, y me dejé caer junto a él en mi cama. Apoyé mi cabeza en su hombro.
—¿Ya vas a terminar conmigo? —pregunté, fingiendo estar triste.
—¿Estás loca? —preguntó, riendo—. Mi padre casi dio vuelta la mesa en el restaurante de enojo, y después me dijo que lo iba a aceptar. Fue todo un espectáculo, te lo perdiste. Lo debería haber grabado.
—¿Así como así? —inquirí, incrédula.
—Nadie lo creía. Es porque con el padre de Francia están haciendo negocios importantes. Cree que si nos separa, todo se puede ir a la mierda. Además aproveché de decir que quería ser veterinario, casi le da un ataque y después no dijo nada más. —Alzó las cejas, y carraspeó—. Estás viendo al futuro Fonseca veterinario. —Lo abracé.
—Estoy muy orgullosa de ti, ¿estás bien?
—Me siento algo abrumado, llevaba mucho tiempo pensando en como decir que quería ser veterinario y además estar con alguien...—resopló, cansado—. Sé que no estamos juntos, pero ahora sé que la idea de tener novia no es imposible. —Chocó su hombro con el mío—. Gracias.
—Así que tenemos la bendición de tu padre —bromee—. Y lograste que no te considerase para la empresa. ¿Podríamos decir que tu plan ha funcionado?
Asintió, con una de las sonrisas más bonitas que había visto. Una de esas que hacemos cuando realmente estamos felices.
—Gracias, Cookie. —Dio un respingo como si se hubiese acordado de algo—. Pronto se ira de viaje. Ese día iré antes de que todos se levanten para averiguar lo que más pueda.
—Prométeme que encontrarás algo —pedí.
—Te lo prometo. Mira —dijo, sacando una caja de papel de su mochila. La abrió y sacó dos trozos de pastel—, ¿sabías que me encantan los pasteles? Los pedí antes de decir que tengo novia. Los traje para compartir contigo.
—Cualquiera diría que estás tratando de conquistarme, Gastón Fonseca —dije, sin pensar.
Dios, Isla.
Esbozó una sonrisa coqueta y chasqueó la lengua.
—¡Ya me friendozeaste! —gruñó, entre dientes—. Avísame si cambias de opinión, igual...
—¡Gastón! —Cogí la caja entre mis manos, y él Intentó impedir que se la quitara. Eso provocó que uno de los pasteles saliera volando, y en el intento por agarrarlo, se cayó sobre la sudadera de Gastón. Saqué un poco de crema con el dedo—. Delicioso. Chocolate... mi favorito. Gastón me imitó, y sacó pastel de su propia sudadera. Comenzamos a reírnos. Por un instante diminuto, deseé que él me gustara, sin embargo, no veía que la historia terminara conmigo quedándome con el chico bueno. De repente me llenó la nariz de crema.
—Te lo mereces, por botarlo —gruñó.
—Perdoncito —reí, sacando del otro pastel—. Mi vida necesitaba azúcar. Este está mejor, pruébalo —pedí. Saqué un trocito y se lo restregué en la cara. Me miró divertido.
—Nadie podría decir que no somos reales —dijo de repente. Suspiró más largo de lo normal—. Ni siquiera mis hermanos que son expertos en sospechar de todo.
Señal de alerta.
Hermanos.
Gustavo.
—¿Te dijeron algo sobre... nosotros? —pregunté, como si no me importase.
Enarcó una ceja y cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Te refieres a Gustavo? —Me quedé en blanco. No podía ser tan fácil de que dejara pasar lo de hace unos momentos. Al ver que yo no decía nada, agregó—: lo noté cuando se acercó a ti en la escuela. Y después me dijo que me alejara de ti.
—¿Te...te dijo eso?
Gustavo era tan explosivo, que sin darse cuenta, iba a revelar que en su viaje de estudios a Los Ángeles lo que menos hizo fue estudiar.
Gastón chasqueó la lengua.
—Soy inexperto, pero creo que los novios se cuentan todo.
—Te lo contaré en otro momento.
—¿Lo conocías de antes?
Tomé aire profundamente. No quería mentir más. O la verdad, no le quería mentir a Gastón. Nuestra amistad no debía empezar con mentiras.
—Sí.
Pareció sorprendido de mi respuesta.
—A Gustavo no le tengo miedo, solo quiero saber si estás enamorada de él.
—No lo estoy —respondí, con un hilo de voz. El recuerdo de nosotros estaba demasiado presente en mi mente y en mi corazón—. ¿Por qué lo preguntas?
—Porque aunque sea un grano en el culo, sigue siendo mi hermano. —Se encogió de hombros y ladeó la cabeza—, ¿es por él que aceptaste ser mi novia falsa? ¿Quieres sacarle celos?
—No. Más bien no quiero que él piense que tiene control sobre mí.
—Eso quiere decir que no quieres que tome en cuenta lo que me dijo —musitó, algo distraído mientras comía pastel.
Asentí. De alguna forma, Gustavo tenía que saber que yo no era de él, y que no podía darme ninguna orden. Gustavo era una amenaza para mis objetivos, era demasiado inestable. Un nuevo noviazgo y además con su hermano, no me podía parecer más perfecto para mantenerlo a raya. Estaba segura de que no se atrevería a hacer algo contra Gastón, o algo que afectase a los negocios de su padre.
—Ambos tenemos intereses en esta relación: tu padre te da libertad, y...—Tomé aire para decir lo siguiente en voz alta—: y yo alejo a Gustavo. No debes decirle a nadie que esto es falso. Nadie —agregué pensando en Gabriel.
—Está bien, Cookie. ¡Oh! Por cierto... en unos días habrá una fiesta en el bosque, entrando por los árboles que están justo frente a mi casa. Iremos juntos, como novios —agregó, alzando las cejas—. Es bastante exclusiva, es perfecto.
—¿Usaremos ropa combinada? —bromee.
—No, pero... nos tendremos que saludar con un beso, obvio —dijo, como si se le hubiese ocurrido en ese instante. Rodé los ojos.
No voy a mentir diciendo que no tenía curiosidad de los besos de Gastón, pero sería besar a dos hermanos en la misma semana. Incluso para mi versión más loca era demasiado.
—No tenemos que demostrar nada a nadie —dije, tratando de ponerme seria. Lo golpeé en el hombro—, además los amigos no se dan besos.
Bufó.
—¿Según quién?
—Según todos los amigos que lo han hecho... y han arruinado todo. —Solté una risita burlesca—. Hora de dormir. —Gastón se puso de pie, imitando mi voz y repitiendo mi frase. Caminó hacia la puerta. Era tarde así que todos se encontraban en sus habitaciones—, ¿Cómo entraste?
—La puerta estaba abierta.
—¿Y cómo supiste que esta era mi habitación?
—Porque tiene Isla escrito afuera —respondió con obviedad. Cerré la puerta, no muy convencida de si le había creído su explicación.
***
—Isla. —El padre de Francia se asomó tras su periódico—. Me ha llamado Gerardo Fonseca, ¿cómo es posible que ya estés de novia con uno de sus hijos? —soltó naturalmente, como si me estuviese preguntando cómo se encontraba el café que tenía en mis manos.
Silencio abismal.
¡Ay! ¿Ya había dicho yo que los padres de Francia eran estrictos con el tema chicos? Se suponía que con Francia nos comportábamos de acuerdo a sus reglas. Tener novio a las primeras semanas de llegar al pueblo significaba que no había actuado como correspondía. Si bien no era hija de ellos, podían pensar que era mala influencia. Y de eso me di cuenta recién en ese desayuno.
Tragué saliva.
Paula le golpeó el brazo.
—Bruno, por favor —dijo, regañándolo. Sin embargo, una sonrisa de oreja a oreja se extendió por la cara del señor Alonso. Golpeó la mesa, con la mejor expresión de felicidad.
—¡Está encantado de que su hijo esté feliz! Incluso hablamos de extender nuestros negocios —dijo, sacando una rebanada de pan. Arrugué la frente sin entender nada—. Me dijo que no permitía que sus hijos tuviesen novias, pero que él te conoce y está más que de acuerdo.
El alma me volvió al cuerpo al escucharlo, y después me sentí culpable. Eso significaba que si Gerardo descubría lo que yo hacía realmente en Carum, podía romper toda relación o negocio con el señor Alonso. Y como si eso no fuese suficiente, la madre de Fran agregó:
—Incluso nos ha invitado a cenar los cuatro, la próxima semana en su casa o quizás vengan para acá.
Una gota de sudor comenzó a avanzar por mi espalda.
¿Sentada en la misma mesa con Gerardo e hijos?
Lo único que pude hacer fue sonreír, y sentí como Fran controlaba las ganas de explotar de risa.
—¿Iremos? —pregunté, ingenuamente. Rogaba para que me dijeran que no.
—¡Por supuesto! Isla, nos has acercado a esa familia, muchas gracias.
—Esta mañana Gerardo partió a hacer unos negocios... cuando vuelva podría ser.
Entonces, hoy... Gastón se debe haber metido a su oficina.
El resto del desayuno imaginé esa cena, y mil formas para desaparecer del planeta antes de que sucediera.
Camino a la escuela, toqué el bolsillo de mi chaqueta. Palpé la carta que llevaba siempre conmigo, la que le había mostrado a Gastón esa noche en el bar. ¿Dónde la había conseguido? Hacía poco más de un año, el cartero había llegado a nuestra casa con una carta para mi madre, hablando sobre la recuperación de cartas perdidas en el correo. Esa misma tarde vi a mi madre llorar por primera vez en mi vida, y esa misma noche recuperé el sobre en el basurero. Nunca le dije a mi mamá que yo tenía la carta que ella algún día intentó desaparecer y que nunca llegó a destino. Mi madre se la escribió a Gerardo, creo que siempre pensó que él no quiso responderle, sin embargo, años después se enteró que él nunca la recibió. El correo tuvo años su carta perdida.
Una carta con la que comenzaron todas mis averiguaciones... Y la que finalmente llevó a que yo me mudase a Carum, y que ella se fuese a trabajar por el mundo. Yo quería saber más.
Apenas me bajé del coche frente a la escuela, vi a Gastón. Tomé aire, y antes de que se diese cuenta, lo cogí del brazo y lo obligué a caminar conmigo. Fran fue a saludar a Aarón. Se acercó a mi oído, y me sentí como cruzando una alfombra roja. Cada persona atenta a nosotros.
—Hola Cookie —susurró—. Una forma muy romántica de saludarme.
Bufé.
—¿Cómo te fue hoy con tú ya sabes qué? —pregunté, aceleradamente.
—Encontré una libreta completa con dibujos de tu madre —soltó, algo perturbado—. No tenía idea que mi padre dibujaba. —Se encogió de hombros—. Tiene corazón o al menos alguna vez lo tuvo. En todo caso eso no es lo más importante —murmuró, extendiéndome un sobre.
Eran dos tickets a nombre de Gerardo y mi madre para salir desde los Ángeles, rumbo a Europa con fecha 1989.
—Este es el viaje que no pudieron hacer —repliqué. Gastón asintió, y me entregó una hoja doblada.
—Saqué uno para ti. —Era un dibujo de mi madre y otra chica a su lado. No pude evitar sonreír. Estaba firmado por Gerardo. En el inferior se leía: Vera y Mariana Harris
—¿Quién será ella? —pregunté, más para mí que para Gastón.
—¿De qué hablas? La hermana de tu mamá —replicó con obviedad, subí la mirada sin entender sus palabras. Me miró con las cejas unidas en el centro de la frente, negué con mi cabeza lentamente.
Mi mamá nunca me habló de una hermana.
—¿Cómo sabes que es la hermana? —pregunté, en un susurro.
—Se parecen y tienen el mismo apellido —respondió—. ¡Ah! y eso no es todo. —Se metió la mano en la chaqueta, y sacó otro sobre. Entrecerré los ojos—. Parece que lo escribió una amiga de tu madre.
No me aguanté y lo abrí allí mismo.
Gerardo, solo te respondo porque tu preocupación parece sincera, sin embargo, no sé nada más. No la he visto. No entiendo por qué ni cómo sucedió todo. Solo sé que eso la derrumbó.
Fui a su casa cada día durante un mes. Lo único que encontré fueron a sus padres haciendo como que nada sucedía. Solos, sin rastros de Vera o Mariana.
Me llegó un rumor sobre que una de las hijas Harris se encuentra ingresada en el hospital desde hace algunos meses. Intenté averiguar de todas las formas posibles, sin embargo, nadie me dijo nada. Pero... debería ser Vera.
Han pasado ocho meses en los que no he sabido nada. Entenderás que como su mejor amiga esto me tiene afectada a mí también.
Karina White.
—Esto es extraño —murmuré, guardando la carta en uno de mis bolsillos. Sentí una presión en el pecho.
¿Hospital?
¿Qué le sucedió a mi madre?_____
Coméntenme beibis, ¿les gustó?
El siguiente capítulo será la carta que lleva Isla con ella.
¿Qué les gustaría que sucediera a continuación?
Los quierooooooo más que la pizza (Oh, dios...eso es demasiado) . ¿Me votan? ¿Me agregan de amiga? ¿Me siguen en Instagram? Besos cariñosooos.
#Gerardoaceptalarelación
#GastónbesaaIsla
#QuérayospasaconGabriel
#IslayGasparatrapados
#VerayGerardo(exijo saber qué pasó)
Muackis
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