10. Primer noviazgo y segunda marca
Carum, 2019
Isla
Aarón puso una bandeja frente a nosotras, tenía cuatro muffins de distintos sabores.
—Mi madre los ha hecho —dijo orgulloso—. No tengo ni un pelo de vergüenza, hace los mejores muffins y todo el mundo debería probarlos.
Mia apareció junto a nosotros. Durante los días anteriores habíamos estado saludándonos y hablando en los pasillos cada vez que nos encontrábamos. Iba en las mismas clases que Aarón.
—¿Puedo sacar uno? —preguntó, batiendo las pestañas.
—¡Claro! Uno para cada uno. —Mia se sentó junto a nosotros.
—¿Qué les ha parecido el pueblo? —preguntó, poniendo una mueca de asco graciosa. Mia me parecía algo infantil, era una de esas chicas que tienen una vibra inocente y agradable. Me encantaba.
—Algo tétrico —respondí con un escalofrío.
Mia soltó una carcajada.
—Es verdad, no aguanto para salir de este colegio e ir a alguna universidad en una ciudad decente —rio. De repente dio un pequeño salto—. Deberíamos preparar algo para la fiesta de bienvenida, los cuatro, ¿qué les parece?
—¿Para juntar dinero para la fiesta de fin de año? —preguntó Aarón—, ¿por qué no simplemente ponemos el dinero?
Mia negó con la cabeza.
—La verdad es que aquí está muy mal visto que nuestros padres paguen nuestra propia fiesta de despedida. Es como una forma de demostrarles que podemos hacerlo sin ellos. Y así lo repite el lema del instituto también, así que nadie quiere decepcionar a sus padres.
—¿Y qué pasa si alguno no puede poner el dinero? —pregunté.
—Tienes que tenerlo igual. La cuota se te va a cobrar lo tengas o no.
—Y me imagino que no es poco. —Fran arrugó la frente.
—Solo diré que el año pasado la fiesta de despedida empezó en el instituto, y terminó en México. —Movió las cejas—. México con los hermanos Fonseca...Oh sí —dijo con naturalidad. De pronto sus mejillas se colorearon al igual que su cabello rojo—. Perdón, me emocioné.
—Entonces preparemos algo para comenzar a juntar el dinero —propuse, pensando en cómo dividir mi mente para preocuparse de tantas cosas a la vez.
Como si un fantasma tenebroso hubiese cruzado la cafetería de lado a lado, todo quedó en silencio. Y supe de inmediato lo que eso significaba: un hermano Fonseca paseándose como dueño y amo del lugar. Me concentré en mi muffin, sin girar la cabeza al igual que el resto.
—Oh, dios. No puedo con él —murmuró Mia, bajando la mirada.
—¿Con Gustavo? —preguntó Fran, con la clara idea de que yo me enterase de quien hablaba—. Es guapo.
—Dicen tantas historias de él que no sé qué es cierto. Pero son tan intensas que creo que ya tengo un pie en el infierno por donde se ha ido mi mente imaginándolas. Lo único de lo que estoy segura es que si alguna es verdad, no ha sido con nadie de esta escuela porque nunca se ha acercado o dirigido a nadie más que no sean sus hermanos.
Un trozo de muffin se me fue por el lado incorrecto de la garganta y empecé a toser desesperadamente.
—¿Cómo es eso?
—Habla con algunos chicos de la escuela pero no tiene ninguna amistad femenina, parece que las evita. No te enteras de todos los planes y artimañas que se han hecho en esta escuela para hablar con él. Ni tampoco de todas las historias que rondan su existencia.
—¿Es mi idea o viene para acá? —Aarón arrugó el entrecejo. A Mia pareció que no solo se le fue el aire, sino la vida de su cuerpo. Incluso se le fue un poco el color. Y yo...me quedé pasando la mirada entre mis amigos esperando a que dijeran algo. Yo no iba a mirar.
—Viene para acá —confirmó Fran entre dientes.
Me levanté del asiento. Era la primera vez que iba a la cafetería en una semana, todo por evitar a Gustavo. Luego de que me dejara una marca no habíamos tenido ningún tipo de contacto, ni tampoco me había enviado más mensajes, sin embargo, lo conocía bastante bien como para saber que sus advertencias no eran vacías.
Y si bien en otra oportunidad no me habría interesado lo que él dijera...yo necesitaba estar cerca de su familia. Así que tenía que jugar bien mis cartas, si no quería que él me terminara alejando definitivamente de sus hermanos...casa...o pueblo.
—Necesito ir al baño, gracias Aarón por el...
No fui lo suficientemente rápida. Alguien me tapó el paso, y antes de mirarlo a la cara, escuché un sonido de impresión general en la cafetería.
Subí la mirada, y me encontré con Gustavo, luciendo perfecto e inalcanzable. Y produciéndome —para variar— un estado de conmoción interno. Se acercó a mi oído en cámara lenta, soplando levemente por el costado de mi cara. Lo hacía para que sintiese su calor, su aliento a menta...y un escalofrío.
—Esta es otra marca, te dije que iba a ser más visible —susurró. Se enderezó, y me rodeó para salir del lugar. No sé cuanto tiempo pasó en el que la cafetería —y yo— siguió congelada, sin embargo, no quería salir como si fuese tras sus pasos, así que me devolví anonadada hasta la mesa donde se encontraban mis amigos.
¿Y por qué lo hizo ahora?
No he hecho nada...
Gustavo me había dejado en evidencia, ¿no le importaba que se enterasen que nosotros nos conocíamos?
—Siento que lo que te conté hace cinco minutos es una mentira. Soy una completa estafa...¿lo conoces? —Preguntó Mia, estupefacta. Todavía tenía el muffin a medio camino a su boca.
—No —murmuré, frunciendo el ceño.
—Isla —susurró Fran. Lanzó una mirada alrededor. Algunos seguían observándome como si no entendiesen mi existencia.
—Me acaba de llegar un mensaje —dijo Aarón, con la vista pegada a su celular—. Miren.
Tomé mi celular.
Max: Aarón, no te acerques a Isla. No querrás problemas con Gustavo.
Me levanté de golpe, él no podía seguir controlándome. No podía marcarme a su antojo. Salí de la cafetería, y no tuve que caminar mucho para que alguien me cogiera del brazo y me metiera a un salón desocupado. Cerró la puerta y me acorraló contra ella.
Mi pesadilla, observándome fijamente.
¿Qué venía a decirle?
Mi corazón latiendo desbocado.
Mis piernas amenazando con fallarme.
—Te demoraste —rio Gustavo. La sonrisa encantadora que sabía que tenía, apareció para torturarme. Se mordió la punta de la lengua. Así era él, capaz de cambiar a su antojo.
Plantó ambas manos a los costados de mi cabeza, con fuerza. Dejándome en claro que no podía escapar.
—Déjame tranquila —murmuré.
—No lo voy a hacer, pídeme otra cosa. Lo que quieras. —Se lamió los labios, e hizo esa manía que era solo de él. Tocarse el cuello con el indice cada vez que su mente loca se ponía a planear cosas. Y eso para mí era terrible, no por sus planes...si no por sus tatuajes que sobresalían de su camisa.
—Quiero que me dejes tranquila —dije, con todo el convencimiento que mi voz lo permitió.
—¿Eso quieres? ¿de verdad? —preguntó, en un tono burlón. Acercó su frente y la apoyó contra la mía. Su aliento tibio llegaba directamente a mis labios, haciendo que hilos de nerviosismo me recorrieran de pies a cabeza. Sentí mi boca más seca que nunca, tuve miedo de que la voz no me saliera.
—Es verdad —murmuré, tratando de apartarlo. Puse las manos sobre su pecho, pero mi mente no era tan fuerte, y con cada minuto se volvía más débil—, ¿por qué haces esto?
—Porque no quiero que te escapes de nuevo —explicó, despegando su frente de la mía. Me había perdido tantas veces en esos ojos que parecía ilógico que no lo hiciese de nuevo. Gustavo bajó una de sus manos y la entrelazó con la mía—. No puedes hacer como que aquí no pasa nada. No quiero que te vayas de nuevo.
—Lo hice por una razón —expliqué, con la voz agitada. Tragué saliva—. Lo sabes muy bien.
Se peinó hacia atrás su cabello negro con los dedos, y se quedó con la vista pegada en el piso. Me quedé mirando su perfil perfecto. Siempre me había llamado la atención la forma en que su quijada cuadrada definía su cara a la perfección.
—No... —dijo, separándose definitivamente de mí. Aunque por su expresión, sí lo sabía.
—Porque estás loco —respondí, cruzándome de brazos. Puse cara de preocupación—, ¿lo sigues haciendo?
Negó con la cabeza, dando un paso atrás.
—Por ahora mi única adicción eres tú.
—Obsesión —corregí.
—Sí, ¿y qué? ¿vas a negar que entre nosotros hay algo? —Me cogió por la cintura y respiró en mi cuello—. Mira lo que dice tu cuerpo. Puso su mano sobre mi pecho agitado. Intenté sacársela pero no lo permitió—. Pum, pum, pum.
—Es de miedo —mentí.
Esbozó una sonrisa y se lamió el labio.
—No lo creo.
Y antes de poder decir algo más, los alumnos comenzaron a intentar abrir la puerta para entrar. Aprovechando esto, me giré y huí.
Sentí nuevamente que dejaba una parte de mi corazón atrás, y eso no me gustaba.
***
Gastón: Juntémonos en la cafetería que está junto a la farmacia. Y por favor...no le digas a nadie. No quiero que me vean contigo.
Isla: Muy gracioso. Tres estrellas para ti.
Entré a una de las cafeterías de Carum con Fran pisándome los talones, ella sabía todo así que obviamente también estaba incluida en la investigación.
Gastón sonrió al vernos.
—Tendré que pedir otro más. —Señaló el café y se puso de pie—, ¿cuál te gusta Francia?
—Dime Fran —dijo, sonriendo—. Capuccino, con leche de almendras, por favor.
—Hecho. —Su olor nos quedó como una nube en la mesa.
—¿Tú crees que esto está bien? —Francia hablo con una voz apenas audible.
Me quedé observando la espalda de Gastón.
—Confío en él.
—¿Confías en él? Lo conoces desde hace una semana y literalmente le pides que espíe a su padre.
—Porque el no sabe todo. Solo le mostré la carta que encontré... en el basurero de mi casa. Y es lo único que sabe del tema. Ahora solo la curiosidad lo está carcomiendo. —Gastón recibió el café de Fran—. Una inocente curiosidad de qué sucedió realmente con nuestros padres. Hasta parece algo infantil.
—Así que en eso quedamos. El sábado por la mañana iremos a Hamil. —Gastón esbozó una sonrisa y se rascó la barbilla—. Siento que me estoy acercando a algún secreto oscuro que mi padre se ha esforzado en ocultar toda su vida.
Enarqué una ceja.
—¿Crees que hay algún secreto oscuro?
Gastón se rio.
—No sé si oscuro pero hay secretos, ¿por qué mi padre vendría al pueblo contiguo de Hamil? ¿Por qué no volvió a Hamil? ¿Y qué sería lo tan terrible que hizo mi padre para que tu mamá nunca quisiese contestarle?
Fran arrugó la frente.
—Romperle el corazón, está claro.
—¿Pero qué hizo?
Me encogí de hombros, la verdad es que yo no tenía idea qué había hecho Gerardo Fonseca para que mi madre lo odiase, y saber eso no era todo el objetivo de mi plan. Por mí que Gerardo siguiese siendo una parte inexistente de la vida de mi madre. Lo que sucedía era que yo sospechaba que Gerardo tenía algo que le pertenecía a mi madre.
—Me debo ir, mi papá tiene que hablar conmigo urgente. Isla te espero en la casa. —Fran se puso de pie de un salto, y salió rápidamente mientras escribía en su teléfono.
Quizás lo más sensato hubiese sido irme con ella, pero me quedaba la mitad del café. Y un buen café no se desperdicia...menos si es regalado.
Un grupo de chicos entró a la cafetería y fijó sus ojos en nosotros, como si estuviesen viendo algo irreal. Gastón tensó sus manos alrededor del café.
—¿Quienes son?
—Allí está un ex amigo —murmuró, peinándose el cabello—. Ahora se dedica a inventar cosas de mí y mis hermanos.
—¿Qué sucedió?
—Probablemente una mujer —respondió picarón. Me miró con los ojos entrecerrados—. O quizás problemas con los negocios de nuestros padres. No sé, pero se ha esmerado en decirle a todo el pueblo que de los Fonseca, al parecer soy el más inservible. —Sonrió, aunque su sonrisa se desvaneció cuando tres de ellos se acercaron a nuestra mesa.
—Bien acompañado, Fonseca —murmuró uno de ellos. Llevaba su cabello rubio perfectamente peinado hacia un lado, y su sonrisa se me hizo algo tétrica.
Así como el pueblo.
—Siempre —respondió, encogiéndose de hombros—. No podría decir lo mismo que tú.
—¿Otra para tomar y botar? —preguntó él, mientras me señalaba.
Rodé los ojos, y me sorprendió notar que Gastón se había relajado.
—Drake, te presento a Isla. —Puso su mano sobre la mía, de forma que para yo quitarla tendría que haber hecho un movimiento brusco. Lo acepté con una sonrisa si ayudaba para que ese chico desapareciese más rápido, sin embargo, nada me preparó para sus siguientes palabras—. Mi novia.
Drake alzó las cejas.
—¿Tu primera novia? —preguntó con un tono que no me gustó para nada, como si quisiese empequeñecerlo.
—Y estás interrumpiendo. —Gastón se puso de pie, y se me quedó mirando—, ¿vamos? —Tomó aire ante mi estupefacción, y agregó—: Cookie.
Si hubiese estado bebiendo o comiendo algo lo habría escupido en ese instante, pero noté la tensión debajo de todas esas palabras así que me puse de pie junto a él, con la mejor expresión de enamorada que me salió.
Me acerqué a Drake y a su aspecto de ardilla. Hablé bajito, para que solo él escuchase.
—Permiso, me voy a coger a mi novio. —Le palmee el pecho, disfrutando como su cara se torcía en una expresión de odio. Y salí tras Gastón.
Fuera del café, Gastón me hizo un puchero.
—Perdón, no debería perder la paciencia así con alguien como él —murmuró, refregándose la cara—. ¿Qué le dijiste? Nunca le había visto esa expresión.
—Que tenía cara de ardilla estúpida. —Sonreí—. Aunque no deberías tomarlo en cuenta. —Le toqué el hombro. Sentí ganas de abrazarlo pero me contuve—, ¿por qué te importa lo que ese idiota diga?
Gastón se encogió de hombros.
—A veces creo que mi papá también lo cree. Y no sé, quizás lo soy. —Sus palabras me impactaron profundamente. Ese chico que tan seguro se veía de sí mismo, por dentro, era todo lo contrario. Un caos. Yo también lo era...aunque de otro tipo. Se quedó mirándome con los ojos muy abiertos—. Tengo una idea.
Ay, no.
—No lo digas —dije, negando con la cabeza.
—¿Quieres ser mi novia falsa?
—Y lo dijiste...
—Isla... Quiero ver qué reacción tendrá mi padre.
—¿Y si te quita todo? —pregunté, riendo.
—No me importa, ¡a la mierda los negocios! —exclamó, alzando los brazos—, quiero ser veterinario de todas formas. Incluso... —comenzó a decir emocionado—, quizás es el paso para separarme por fin de los negocios porque... no creo que diga algo porque tú eres parte de los Alonso, y los negocios son más importantes.
—¿Lo dices en serio?
—¿Que quiero ser veterinario? Me gustan los animales. Te iré a dejar —dijo, abriendo la puerta del coche.
—No...que quieres que sea tu novia falsa. —Al principio la idea me pareció absurda, pero...¿y si así lograba alejar a sus hermanos que amenazaban con echar a perder todo? ¿y si con algo así lograba alejar definitivamente a Gustavo?
Dios, ¿qué dirá Gustavo?
—Sí.
Entrecerré los ojos.
—No sé por qué creo que esta idea no se te ocurrió recién.
—¿Que se me ocurrió apenas me senté contigo el primer día de clases? Nah —dijo, riendo. Se encogió de hombros—. ¿Quien sabe?
Sonreí de forma cómplice, nuestras mentes funcionaron de la misma forma apenas nos vimos, y ahora... teníamos una relación de amistad con una base del más puro interés.
Isla a la tierra.
—Gastón —susurré, como si alguien nos fuese a escuchar dentro de su coche—. A tus hermanos parece no gustarle esta amistad...menos aprobarán algo más.
Suspiró.
—Y ya es suficiente que ellos decidan qué es lo mejor o peor para mí, ¿tú crees que ellos opinan tanto de sus vidas? —Me quedó mirando con expresión de tristeza—. Es solo de mí, como si fuese una bomba a punto de explotar, cuando debería ser al revés. El único que no está loco soy yo.
No me tomó mucho tiempo tomar la decisión, quizás esa era una buena oportunidad de alejar a todas mis pesadillas; y quizás también era una buena oportunidad para ayudar a Gastón.
—Tendrá un precio —dije, como si no estuviese convencida.
—No me digas...
—Serás mi proyecto para juntar dinero en la fiesta de bienvenida —dije, como si nada.
Gastón me miró con el ceño fruncido.
—¿Haciendo qué?
—Subastaré una cita contigo. Así ganaré dinero para la fiesta de fin de año —respondí, triunfal. A veces me sorprendía lo rápido que podía funcionar mi mente.
Ahogó un sonido de impresión que me pareció gracioso.
—¿Eres capaz de subastar a tu propio novio? ¿Hay algún corazón dentro de ti? —preguntó, entre dientes. Estiró su mano, me tocó el hombro y la sacó de golpe—. Fría como un cubo de hielo.
—Por eso mismo no esperes ningún besito. Te puedes congelar. —Ante su expresión de no saber qué responder, reprimí la risa y agregué—: De los detalles me encargaré yo, ¿trato?
—Me vas a ofrecer como un trozo de comida, eres la peor novia del mundo —refunfuñó—, ¿y sin beso? ¿nada? ¿quién lo va a creer?
Me crucé de brazos con una sonrisa de satisfacción.
—Entonces búscate otra, Cookie.
Soltó una carcajada.
—Está bien, está bien...—rio.
—¿Qué les dirás a tus hermanos? —pregunté, con un hilo de voz. Ni yo sabía cuál era la mejor forma para hacerlo sin que Gustavo arruinara todo.
—De eso me encargaré yo. —Estacionó fuera de la casa. Antes de bajarme me tomó del brazo y me jaló hacia él. Me dio un beso en la frente y soltó una carcajada.
—Con la cara que has puesto parecía que ibas a recibir el beso de un dementor.
—No me asustes Gastón. Mi corazón ya tiene demasiadas emociones actualmente. Dejémoslo tranquilo —reí.
Alzó los brazos.
—Está bien Cookie, nos vemos mañana.
Le di un toque en la frente con mi indice.
—Adiós.
—¡Espera!
—¿Qué? —pregunté, con medio cuerpo fuera del coche. Gastón estaba agachado buscando algo.
—No nada, es que creí que se te había caído un poco de amor en el piso...pero no lo encontré.
Rodé los ojos.
—No hagas que me arrepienta.
Fran estaba sentada en la escalera que daba a nuestras habitaciones.
—Vienes demasiado feliz —soltó. Ella —por el contrario— se veía estresada.
—¿Qué sucedió con tu padre?
—Mírame —dijo, señalándose—. Estás viendo a la nueva niñera de Gonzalo Fonseca. —Alzó la mano antes de que yo dijera algo—. Lo intenté todo. Su padre, mi padre...negocios. No sé. —Se agarró la cabeza—. No me gustan ellos. Y tú... tendrás que estar conmigo.
Una cosa era ir de repente, o asistir con ellos a la misma escuela. Muy distinto era ir a cuidar al más pequeño de ellos.
—¿Y yo por... por qué? —tartamudee.
—Estamos aquí por tu culpa —respondió, antes de ponerse de pie y subir dando zancadas la escalera.
—¡No puedo estar tanto tiempo cerca de Gustavo!
—¡No me importa! —gritó, antes de desaparecer por el pasillo del segundo piso—. ¡No es mi problema!
***
Terminamos de cenar y subí a mi habitación. Apenas abrí la puerta vi una sombra mirando a través de la ventana. Di un grito ahogado, pero de inmediato me di cuenta quien era.
Suspiré profundamente.
—¿Por qué sigues metiéndote a mi habitación? —pregunté, cerrando la puerta—, ¿tienes llaves de esta casa? ¡Entrégamelas ahora!
Gustavo se giró con una manzana en la mano, sin decirme nada comenzó a lanzarla al aire. La mordió, sin quitarme la vista de encima.
—Te dije que no iba a dejar de hacer esto —explicó.
—Tavo... ¿Qué quieres que haga para que dejes de hacerlo?
Mordió la manzana otra vez.
—¿Por qué Gastón te vino a dejar? —preguntó, fríamente.
—Porque salí con él.
—Ok —dijo, apoyándose en el borde de la ventana—. Acércate.
Avancé como si él me hubiese dado una orden que no podía rechazar. Su cabello negro esta vez estaba alborotado, y llevaba una camisa con los primeros botones desabrochados. Su mirada ansiosa y amenazante me atraía a niveles incontrolables.
Él era puro problema,
Y muchas veces pensaba que yo también.
Maldito idiota.
Antes de acercarme mucho, me jaló del brazo y me pegó a su cuerpo. Esta vez no olía a chocolate, sino a dulce de fresas. Habíamos comido juntos muchos de esos como para no reconocer el olor.
Me cogió la cara, y me obligó a observarlo bajo la oscuridad de la habitación. Pero esta vez no pidió ni exigió sino que estampó sus labios contra los míos, en uno de esos besos que yo tanto conocía y disfrutaba.
Gustavo era una persona demasiado intensa, y así daba sus besos. Como si hubiésemos estado esperando ese momento durante mucho tiempo, y como si nuestros labios perteneciesen el uno al otro, nos besamos de una forma que solo se escuchaban nuestras respiraciones agitadas y nuestros labios rozando. Gustavo me tomó las manos con fuerza y las puso a los costados de mi cara, sobre la ventana.
La desesperación de sus besos hicieron que oleadas de excitación comenzaran a extenderse por todo mi cuerpo, y que la vibración en mi estómago se intensificara. El frío del vidrio en mi piel añadía un toque extra al momento.
Gustavo me producía demasiado como para ignorarlo, y eso también era mi debilidad.
Él era una debilidad. No de amor... eso había quedado atrás. Pero la debilidad por querer volver a sentir manos sobre mi piel, besos apasionados y él descontrol que él podía provocarme.
No podía detenerme.
Mordió mi labio, a la vez que pegaba su cuerpo más a mí. Sentí su erección en mi vientre.
—Ves —murmuró, sin permitir que me moviese—. Te he extrañado, Isla. —Soltó mis manos para bajar rozando con sus dedos por mis brazos.
Toda mi fuerza de voluntad, y las reglas que yo misma me puse y me había repetido tanto durante la semana, las lancé por la ventana...sin ningún tipo de vergüenza.
Cogí su cara, ansiosa. Dispuesta a llegar mucho más allá, dispuesta a estar con ese chico que sabía me iba a hacer sentir lo que hace bastante... no sentía.
Y tocaron la puerta.
—Isla, necesito hablar contigo —Francia golpeó de nuevo—. ¿Puedo entrar?
Me separé de golpe. Gustavo exhaló lentamente y se apoyó en el vidrio.
—Dame la llave —susurré, con la respiración agitada.
Gustavo pareció desconcertado
—¿Qué?
—La llave, ahora.
Con un mohín, se metió la mano al bolsillo y la sacó. Me la entregó con el ceño fruncido, como si estuviese a punto de asesinarme con la mirada.
—Eres un monstruo —gruñó, exhalando—. Quizás ahora te deje un poco más tranquila, sé que al que quieres es a mí.
Rodé los ojos y caminé hacia la puerta. Antes de abrirla, me giré. Tomé una respiración profunda, era el momento.
—Quiero estar con Gastón —mentí—. Nosotros ya tuvimos una oportunidad. Déjame intentar ser feliz con él. Nosotros no funcionamos.
Su mirada se tornó oscura de un segundo a otro.
—No te creo —gruñó, con aspecto endurecido—. Ya te dije lo que sucedería si te acercabas a alguno de mis hermanos.
—¿Y tú harías sufrir a Gastón? —pregunté, no muy segura de su respuesta.
Se llevó la mano a la barbilla.
—¿Tan poco me conoces? Por ti yo haría sufrir a cualquier persona.
—Déjame ser feliz —dije, con un nudo en la garganta—. Yo no te quiero —agregué con la voz temblando. Era la única forma de alejarlo de mí, de mis planes, de mi vida.
¿Si lo quería o no?
La Isla de ese momento no tenía idea.
Y por primera vez en la vida, vi en Gustavo una expresión de angustia. Bajó la cabeza, y se dejó caer hasta quedar sentado en el piso. Abrí la puerta y salí casi chocando con Francia.
—¿Por qué estás tan agitada?
—Estaba haciendo abdominales.
Enarcó una ceja.
—¿Así se llama ahora? Parece que vienes saliendo de grabar una película erótica —rio.
Esbocé una sonrisa.
—¿Tanto se me nota?
—Digamos que tienes labial hasta en la frente. —Mira, dijo pasándose la mano sobre sus labios, haciendo que su labial se corriera—. Tenemos que invertir un poco más.
Justo en ese momento, Loreta —la nueva empleada—, pasó con una bandeja en dirección al despacho del padre de Francia. Frenó en seco al verme, luego su mirada se deslizó a mi amiga. Y con una cara de espanto, como si hubiese presenciado el peor pecado de su vida —sin decirnos nada—, continuó su camino.
—¿Le irá a contar a tu papá que nos estábamos besando en la mitad del pasillo?
—Creo que primero tendrá que ir a confesarse.
—¿Qué me querías decir?
—Que mañana es nuestro primer día cuidando a Gonzalito Fonseca. —Me palmeó la mejilla—. Tres horas cariño. No entiendo cómo rayos Gerardo quiere a una chica en su casa, si quiere que sus hijos se alejen de ellos.
—¿Y para eso me llamabas tan urgente? ¿No podías mandarme un mensaje de texto?
—No, quería compartir mi estrés._______
¡Whaaaaats!
Hola beibis
Recapitulemos:
Isla novia falsa de Gastón.
Gaspar insistiendo en que no se acerque a Gastón.
Gustavo no dejando a Isla tranquila, ¿por qué se habrá acabado todo entre ellos?
Fran nueva niñera de Gonzalito
Isla usando a Gastón para juntar dinero jejeje
y se vieneeee jiiji
Les mando mucho cariño <3
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