ten.
Era otro día, aproximadamente eran las seis de la mañana. Felix el día anterior había salido con BangChan, un amigo también de Lix. Por otro lado, TaeHyung y JiMin estaban tendidos sobre la cama, durmiendo pacíficamente.
Tae fue el primero en abrir sus ojos, pero JiMin el primero en despertarse. Tenía tanta pereza que ni siquiera abrir sus ojos quería.
—¿JiMinie? —preguntó en voz suave Kim, quien se acercó al cuerpo contrario para poder tomar una de sus manos—. ¿Está despierto?
Park negó con su cabeza suavemente en forma de broma, decidiéndose al fin por abrir sus ojos y ver al hermoso rostro de su amado adormilado. Le gustaba tanto que sentía que su corazón algún día explotaría por no saber como sacar esos sentimientos dentro de sí. Amaba la manera en la que lo miraba, estaba agradecido de haberlo conocido por mil y un cosas, una de ellas era vital; le hacía perder el miedo que cuando pequeño tenía hacia sus “amigos”, realmente no sabía cómo agradecerle tanto.
Tae, con la mano que tenía de Park, la llevó hasta su corazón con tranquilidad y esperó alguna reacción del mayor. Inconscientemente sus rellenas mejillas tomaron color y calor, dando a entender al mayor de ambos que estaba avergonzado. JiMin podía sentir cada latido del corazón de su TaeTae, cada emoción, cada pensamiento, sin siquiera oír un sonido más que el del silencio y el sonido de los latidos del menor. Se oían tan suavemente, como la melodía danzante de agua cayendo en una suave llovizna otoñal.
—Te amo —se atrevió a finalmente romper el silencio, oyendo luego la suave risa que se había escapado de los labios de TaeHyung. Le lanzó una mirada confusa y Kim solo negó con su cabeza, avergonzado.
—Es solo que también lo amo, creo que me puse nervioso —admitió con bastante confianza y luego llevó una de sus manos hasta su rostro, cubriéndolo.
El castaño no pudo evitar reír levemente y acercarse, para poder quitar la mano de Tae que cubría su propio rostro. Una de las cosas que más amaba de TaeHyung era sin dudas su vergüenza. Amaba como actuaba ante esta, como si fuese un pequeño animalito buscando refugiarse.
—Está bien, creo que también lo estoy —habló Park ahora—. Seamos una pareja enamoradiza y nerviosa entonces —bromeó.
—A diferencia que tú estás enfermo.
—¿Me das mis pastillas, TaeTae?
¡TaeHyung no lo podía creer! JiMin había estado tomando sus pastillas a su hora correspondiente, realmente estaba haciendo el esfuerzo por mejorarse o al menos controlarse. Era increíble, su corazón no podía evitar decirle que ese cambio lo había logrado él y sólo él, estaba realmente esmerado en que había logrado que Park tomara sus pastillas, se sentía realizado, más que nunca.
—¿En qué piensas?
La voz del mayor interrumpió su goce interior y detuvo el leve balanceo que causaba su movimiento corporal sobre el columpio. En contexto, ambos estaban en el parque, viendo como el sol se escondía para dar paso a la estelar noche, que caía como manto sobre lo que quedaba de día.
—En nada —dijo Kim—. Es que, me sorprende que haya tomado sus pastillas, Hyung.
Park sonrió, sintiendo que al fin había hecho algo bien. Cada que aquel efecto estaba por acabarse tenía miedo de que alguno de sus “amigos” llegara y le gritase que detuviera su escándalo y dejara de tomar aquellas pastillas que los hacían desaparecer por horarios. No obstante, se sentía bastante bien de hacer algo bien, su autoestima crecía –lento, pero era un avance–, se sentía mal tranquilo y feliz de hacer feliz a TaeHyung.
—Y ahora, ¿en qué piensa usted, JiMinie hyung? —preguntó en voz suave, volviendo a sus leves balanceos en aquel juego infantil.
JiMin negó levemente con su cabeza, dando a entender que no se trataba de nada que creyera importante.
—Seguro de allá arriba se ha de ver mejor el atardecer.
—¡Tiene razón! Vamos.
TaeHyung detuvo su balanceo nuevamente, para luego poder levantarse y prácticamente correr hacia unas escaleras que daban a una pequeña casita hecha de madera, justo arriba de un árbol. Aquel establecimiento pequeño era parte de los juegos infantiles, estaba lleno de grafittis al ser montado mayoritariamente por adolescentes, ya que era demasiado alto como para que un niño de temprana edad se subiera.
El mayor siguió el paso del contrario, subiéndose finalmente a aquellas escaleras. Ambos terminaron sentados sobre aquel piso marrón con dibujos y letras pintadas, balanceando sus piernas gracias a la ausencia de una pared en uno de los costados de la casa. Veían como el sol se retiraba de su trabajo y la luna se apoderaba de la guardia nocturna.
—Es bonito.
—Como tú —se atrevió a decir Park en cuanto TaeHyung comentó sobre aquella preciosa imagen frente a sus rostros—. Digo, tú eres más bonito obviamente.
El menor soltó otra pequeña risa y dejó su cabeza apoyada en el hombro del mayor, dejando también que este acariciara sus cabellos mientras el sol se iba por completo.
Cuando eso ya pasó, ambos decidieron salir de la casa por una de las puertecitas del otro lado, la cual daba a un larguísimo pasillo al aire libre –hecho de madera, también–, el cual daba a una resbaladilla. JiMin fue el primero en bajar y rió ya estando abajo.
—¿Puedes bajar con tus ojos cerrados? —preguntó Park ya abajo y Tae solo asintió con su cabeza, confundido ante la extraña ocurrencia de su Hyung.
Bajó, efectivamente con sus ojos cerrados. Sintió algo bastante suave, como algodón, uniéndose perfectamente con sus labios. JiMin lo estaba besando, tan suave, dulce y delicadamente que sentía perderse en la infinidad de las estrellas, las cuales eran testigos de los actos de ambos muchachos.
Park no pudo evitarlo e impulsó de manera delicada el cuerpo de TaeHyung, apegándolo en el plástico del resbalín para posicionarse sobre suya, besando aún aquellos labios que tanto anhelaba devorar.
TaeHyung por otra parte pasó sus manos por los cabellos de Park, sintiéndose aún más perdido. Pocas veces compartían besos, más ahora era lo mejor del universo entero, podía jurar sentir su corazón latiendo con fuerza, podía jurar que sus latidos estaban sincronizados con los de Park.
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