fourteen.
Habían pasado aproximadamente dos semanas y JiMin estaba bien junto a Tae. Cada que podía este último iba al hogar del mayor a quedarse a dormir para cuidar de que su horario de medicamentos no fuera corrido debido a su propia conciencia que buscaba dañarlo. Ahora el mayor estaba recostado sobre la almohada con sus ojos cerrados, dormido. A los ojos de TaeHyung parecía un angelito; su nariz, sus pestañas, sus labios levemente abiertos haciendo una forma de media luna dejando ver sus dientes, el lunar en su nariz, sus cejas algo toscas... Realmente era perfecto.
Sintió un calor invadirle de la nada, como un impulso que le decía que debía besarlo o algo parecido. Quería, pero no sabía si estaba bien robarle un beso cuando su mayor estaba dormido y su mente estaba prácticamente en blanco.
Se recostó a su lado y abrazó su cuerpo con cuidado, sintiendo como su Hyung se removía un poco y soltaba un tenue suspiro, como si estuviera al borde de despertarse. Si bien el mayor ahora estaba durmiendo más horas aún se notaban esas bolsitas bajo sus ojos, TaeHyung se sentía culpable por no haberse dado cuenta antes e intentar ayudarlo, pero a la vez su conciencia y corazoncito le decían que no era su culpa debido que nunca había pasado una idea como esa por su cabeza.
Se alteró un poco y entró en una especie de panic cuando vió que los ojitos del mayor estaban siendo abiertos, dejando ver sus ojos color café algo adormilados. TaeHyung sonrió finalmente y se acercó al mayor para dejar un casto besito en su mejilla, dándole los buenos días.
—Aún no me quiero levantar —Park habló con su voz algo ronca debido a estar recién despertando y procesando la información. Se acomodó nuevamente al lado de TaeHyung y lo apresó en sus brazos nuevamente para que este tampoco se levantara. Se sentía tranquilo después de mucho tiempo de tortura.
—Ya es tarde —rió suavemente—. Hyung~ no sea un perezoso —dicho esto llevó una de sus manos hasta los cabellos del mayor, acariciando suavemente estos.
Park negó con su cabeza mientras sus párpados caían delicadamente hasta cerrar sus ojos nuevamente. No tenía ninguna intención de levantarse, estaba lo suficientemente cómodo como para salir de ahí, le gustaba abrazar el cuerpo de TaeHyung y no la misma almohada fría de siempre.
Cuando los minutos pasaron ambos tuvieron que levantarse de la cómoda cama de Park y comenzaron a hacer sus cosas para alistarse. Iban a salir a dar una vuelta para despejarse y a penas iban a salir, Tae se posicionó en la puerta dándole la espalda a esta y frente al mayor. Le extendió una píldora de color blanca y JiMin sonrió ladino, aceptando su medicamento. Lo tomó y finalmente ambos pudieron salir del lugar con sus manos entrelazadas.
Era un lindo día, un día lleno de colores y casi sin nubes en el cielo. JiMin tenía un buen presentimiento y se sentía bien al no ver tanta gente en las calles, porque usualmente se ponía nervioso porque la paranoia lo consumía. Pero aunque hubiera gente cerca suya rondando, estaba con Tae tomado de la mano. Se sentía seguro estando a su lado, como si el simple hecho de que sus manos estuvieran unidas lo salvaría de cualquier cosa que intentara atentar contra él.
Pasaron a una heladería, donde JiMin compró un par de helados y ahora ambos estaban sentados en una de las banquetas de madera del parque.
—TaeTae, tienes manchado —dijo, apuntando a una de las comisuras del labio del menor. Al ver que este le ignoraba y continuaba comiendo de su helado se acercó y dejó un casto beso sobre la zona, retirando los residuos de helado de chocolate del lugar.
Las mejillas de Kim claramente agarraron color y miró en dirección a otro lado que no fuese su Hyung debido a la vergüenza, cosa que Park notó y no hizo más que soltar un par de risas.
—Eres tierno cuando te avergüenzas.
—No me gusta ser tierno, yo soy malo —rió el menor y miró al mayor aún con sus mejillas y parte de su nariz sonrojadas.
El castaño rió con gracia al oír que era malo. No era cierto, era el primer ángel que había encontrado en aquel mundo lleno de oscuridad y desinterés por el resto. Kim fue el único que le acercó después de la partida de su amigo Felix, Kim fue el único que le ayudó a tomar sus pastillas cuando no podía dormir debido al miedo, Kim era el único que lo amaba aunque tuviera aquella enfermedad que lo destrozaba emocionalmente hablando.
—¿Me quieres? —se atrevió a preguntar JiMin al recordar todas aquellas contradicciones que sus amigos le decían de Tae.
El menor le miró algo extrañado y al notar la inseguridad en los ojos del mayor se acercó a este para dejar un casto beso en su mejilla, logrando que este sonriera de manera suave.
—Te amo, JiMin hyung.
El nombrado suspiró y se acercó para poder abrazarlo con cuidado, cuidando de no mancharse ni de manchar al menor con el helado que ambos tenían en sus manos.
La tarde pasó rápida para ambos, estuvieron en varios lugares para pasar el rato y distraerse de la vida real, de aquella vida que los consumía y cansaba tanto física como emocionalmente.
Porque ellos querían vivir su realidad de ahora en adelante.
Aquella realidad donde no había más que besos, palabras bonitas, caricias, roces y demás solo entre ellos dos. Porque los demás eran muy tontos para entenderlos.
—Buenas noches, TaeTae —habló en un murmuro el mayor, quien estaba acostado pacíficamente sobre su cama cubierto de mantas y algunos peluches que TaeHyung y él habían ganado en una máquina.
—Buenas noches, JiMinie hyung —devolvió la despedida el menor, quien estaba en los brazos del nombrado y disfrutando de la cercanía y calor que ambos compartían.
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