2.- Mentiras.

Theodore supo desde el primer momento que no estaba bien, sin embargo, la emoción que corría por sus venas producto del concierto aún tenía su mente nublada como para realmente detenerse y también había rabia, había un profundo enojo con su novio en el fondo de su mente, donde la voz molesta de Jules se reproducía.

Así que enterró en su inconciencia el rostro adorable de Jules dejándose llevar por las manos amigas y el cuerpo caliente que le empujó en la cabina del baño con fuerza pasional. Como las veces anteriores en las que había sucumbido a esos brazos, Theodore se dijo a sí mismo que su relación con el menor no estaba yendo ya a ningún lado, que no había futuro posible en ellos y se repitió que él realmente había querido mucho que ese futuro existiera.

Desde la llegada de Jules a su vida, ésta se había visto completamente trastocada por la presencia adorable, pero imponente del más pequeño a tal punto de Theodore no supo cuándo ni cómo se enamoró perdidamente de Jules. Fue durante en sus primeras navidades juntos que Theo se vio a sí mismo estampando sus labios contra los del Jules en un beso demandante que terminó con él y Jules en el hospital luego de haber intentado tener sexo y en cambio, haber lastimado por su desconocimiento.

Él había sido el primer todo de Jules, lo sabía. Su primer beso, su primera vez, su primer amor. Todo. Theodore había llevado de la mano a Jules a explorar su sexualidad, incluso lo había sostenido en sus brazos cuando sus padres le echaron al querer presentarles a su novio. Todo eso había hecho su relación más fuerte que un simple noviazgo universitario, pero al mismo tiempo, había hecho que Jules fuese más dependiente de él.

Su relación había sobrevivido a tantas cosas que Theodore no lograba entender cómo de pronto, todo lo construido en más de un año y medio había comenzado a irse al carajo. Jules y él discutían casi todo el tiempo, el menor se había concentrado en su examen de ingreso y Theodore había dejado de invitar al menor a sus ensayos.

Entonces, su apuesto compañero llegó a revolver sus hormonas y ahí estaba, dejando que le comieran la boca con una mano que se colaba por la cinturilla de sus pantalones y atrapaba su miembro semi erecto en un puño suave. Con el recuerdo borroso de su novio desapareciendo tras sus párpados cerrados por el placer y sin pensar en que tras la puerta del baño estaban sus amigos festejando por el final del semestre universitario.

Sus amigos y los de Jules.

– Ah... Gaston – gimió bajo cuando los labios del contrario se posaron en su cuello, besándolo de forma superficial para no dejar ninguna marca.

De alguna forma, quería ser atrapado. Quería dejar de estar atrapado en una relación donde lo único que lograba era que su novio, la persona más adorable e importante de su mundo, llorara. Tal vez por eso no inmutó cuando la puerta del baño se abrió con fuerza y el grito ahogado de Jacques resonó en las paredes, incluso por sobre la música a tan alto volumen que provenía de afuera.

Las manos fuertes de Gaston se alejaron de su cuerpo y Theodore se sintió frío de pronto.

– ¡¿Qué mierda es esto?! – Jacques avanzó a zancadas hasta los dos, tomando a Gaston de la chaqueta negra que aún mantenía puesta pero sus ojos estaban fijos en él, esperado – Theo... ¡¿qué es esto?!

Theodore se pasó la mano por el cabello despeinado producto del encuentro desenfrenado a punto de soltar un comentario mordaz hacia su mejor amigo hasta que reparo en la figura silenciosa que permanecía en la puerta. De alguna forma, sus deseos de ser atrapado en la atrevida aventura se convirtieron en verdadero pánico cuando reconoció a Christine tras Jacques, ella le miraba fijamente desde su lugar.

– No se lo digas – se encontró a sí mismo rogándole con la voz estrangulada a la única chica de todos en el lugar – Por favor, Chris... no se lo digas.

Christine no dijo nada, aun procesando la situación en la que había encontrado a sus dos amigos mientras Jacques los mantenía acorralados. Theo sentía que su alma abandonaba su cuerpo ante la posibilidad de que Jules supiese de ese momento, de los anteriores. Aquella voz que se había negado a escuchar incontables veces y que había enterrado en lo más profundo, volvió con fuerza.

Sí Jules se enteraba...

Lo perdería. Lo perdería para siempre y más que eso, le habría hecho daño a la única persona en su vida que jamás lo hubiese merecido porque Jules era el mayor regalo que la vida le dio. El menor era tan perfecto que siempre había sentido que no lo merecía, que nunca sería digno de alguien como él y ahora, ahora le estaba probando al mundo que ciertamente era así.

– Por favor – pidió de nuevo, con la voz rota comenzado a moverse, pero la mano de Jacques se lo impidió – Él no tiene por qué saberlo, yo... no lo haré de nuevo.

Christine se cruzó de brazos, sonriendo socarronamente para él: – ¿De verdad crees qué no le diré a mi mejor amigo lo que andas haciendo, Theo?

No hubo más palabras de su parte, ella tan sólo se dio media vuelta, saliendo del lugar.

–Jacques, Jacques – se giró entonces hacía su mejor amigo, tomándolo por los hombros, casi en un ruego lastimero – Detenla, detenla, por favor...

Jacques le miró fijamente antes de soltarlo y soltarse de su agarre, negando: – Mi primo... Jules, no merecía esto, Theo – le respondió, controlando la rabia en su voz para luego girarse hacia el otro chico – Y tú, Gaston... pensé que eras su amigo.

– Sólo ha sido esta vez, Jac – trató de mediar, su cabello oscuro hecho una maraña de nudos y su respiración agitada por la adrenalina, pero Jacques negó, sabiendo que estaban mintiéndole – Jules no necesita enterarse de algo que ha sido un error, producto del alcohol.

– No voy a tragarme ni una mierda de lo que estás diciendo – gruñó el más bajo antes de salir del baño.

Theodore sintió que con él se iba toda esperanza.

...

Jules mordió su labio inferior, concentrado en el boceto en el que había estado trabajando toda la semana. Se había negado a irse a dormir hasta que Theodore no regresara a casa de la fiesta a la que había ido con sus amigos, no había sido invitado porque todos sabían que aún si lo hubiese sido, el más pequeño prefería estar en casa a salir a una discoteca o algo similar, sin embargo, él no podía dormir si Theodore aún no estaba en casa.

Así que se había obligado a sí mismo a levantar su cuerpo adormilado hacia la mesa de dibujo para terminar con el boceto que planeaba regalarle al mayor al final de la semana, como felicitación por sus aprobados en todas las materias del semestre. Durante toda su relación Jules había pasado innumerables horas dibujando para Theodore: su rostro, sus manos, paisajes que habían conocido juntos; cualquier cosa que le recordara al mayor.

Al principio, Theo los había ido pegando por toda su habitación, sin embargo, con el paso de los meses y habiéndose mudado juntos como una pareja, había decidido guardarlos en una caja bajo la cama. Jules no había dejado de dibujar para él, principalmente porque era la única forma que conocía para expresarle todos sus sentimientos al mayor sin lucir como un adolescente cursi.

El sonido del timbre retumbó en el silencioso apartamento, consiguiendo que se sobresaltase y una fea línea de carboncillo surcara la mejilla del perfil de Theodore que estaba dibujando. Se levantó de un salto, preguntándose sí el mayor venía tan borracho como para no recordar su clave de acceso. Frunció el ceño al pensar en un Theodore tomado que él iba a tener que arrastrar hasta la cama y desvestir.

– Por lo menos ahora que estoy yendo al gimnasio tengo más fuerza – refunfuñó solo mientras caminaba hacia la entrada.

Sin embargo, al otro lado no estaba Theodore sino Christine.

Algo en su cabeza hizo clic, sabiendo que las cosas no irían bien si su mejor amiga, alguien tan ajeno al mundo y las relaciones, se presentaba en su apartamento a la 1 de la mañana.

– Chris, ¿ha pasado algo? – le preguntó, ansioso de pronto - ¿Theodore está bien? ¿Ha pasado algo con Jacques?

Christine le miró fijamente antes de suspirar atrayéndolo hacia sus brazos para un abrazo apretado que poco común era entre ellos, aun cuando Christine era después de Theo, la persona más cercana que tenía. Jules tembló dentro del abrazo, sin saber a qué se debía toda la escena ni qué pensar sobre ello.

– Jules, quiero decirte tanto te lo dije – murmuró ella contra su cabello, todavía abrazándolo contra sí con demasiada fuerza – Lo siento, lo siento tanto.

– Christine, no entiendo... - susurró, pero entonces los pasos apresurados en las escaleras le alertaron y consiguieron que ella se alejase de él.

Theodore y Gaston los miraban desde afuera del apartamento, lucían agitados y completamente desarreglados. Jules se sintió de pronto en medio de una batalla campal cuando Christine, con sus 1.60 de estatura y su largo cabello rubio, le empujó tras ella como sí le protegiese.

– ¿Qué está sucediendo? – frunció el ceño, molesto por el mutismo y lo extraño del momento que protagonizaban su novio y sus dos amigos – Chris... Theo, a los vecinos no les gusta que hagamos ruido tan tarde, hablemos mañana de lo que sea.

– ¡No! – Christine gruñó, sintiendo que en cualquier momento podría golpear a los dos chicos frente a ella, incluso podía quitarse un tacón y arrojárselos – Eres un maldito descarado, Theodore. No tienes vergüenza.

– Chris, por favor – volvió a rogar y Jules arqueó las cejas, observando la mirada desesperada de su novio hacia la mayor de ellos – Por favor...

– ¡¿Qué está pasando?! – volvió a preguntar, ahora en voz de súplica.

Fue Gaston el que se fijó en él: – Lo siento, Jul, discúlpame...

– No tienes derecho a dirigirle la palabra, Gaston – intercedió Christine, su mano cerrándose en su antebrazo para que no se moviese – Anda, Theo dile cómo has estado revolcándote con Gaston desde sabrá Dios cuándo. ¡Díselo!

– ¿Q-qué dices? – sus ojos buscaron desesperados los de Theodore ante las palabras de ella, queriendo que su novio llegara hasta él y le abrazara, negando tal afirmación, pero Theo sólo clavó sus ojos en el suelo y Gaston retrocedió, avergonzado.

Entonces todo cuadró a la perfección.

Jules no dijo nada simplemente se quedó ahí, de pie y observándolos. Christine un paso adelante de él. Theodore sintió las lágrimas bañar sus mejillas mientras veía en los ojos grandes y brillantes de su novio el reconocimiento y el dolor por su traición, estaba viendo como el corazón de la persona que más amaba se rompía en pedazos por él, podía incluso escucharlo, pequeños fragmentos de un corazón de cristal estrellándose contra el suelo.

Sentía su propio corazón resquebrajarse por ello.

– Jules, bebé...

–Vete, Theo... vete – murmuró, sintiendo que todo su cuerpo temblaba debido a la descarga de emociones, Theodore trató de acercarse, de tomar en sus brazos a su novio pero los ojos brillantes por las lágrimas de Jules lo detuvieron en seco - ¡Lárgate, maldita sea! Todos ustedes... ¡Largo!

– Jules...

– Fuera, fuera – casi suplicó, tapándose los oídos y retrocediendo, no quería ver a ninguno de ellos ahí, no quería ver el rostro de Gaston, ni sentir la mirada de Christine sobre él, mucho menos quería saber que Theodore existía – No quiero... ¡LARGO!

La puerta se cerró, dejando que la oscuridad del apartamento le consumiera.

Jules se dejó resbalar por la pared mientras se tragaba los sollozos, no quería que nadie viera su dolor, su corazón desmoronándose en millones de fragmento sobre el suelo, perdiéndose en el manto negro del odio. No quería que nadie viera sus sueños desparramados por el suelo y su vida derrumbándose mientras él no hacía más que tragarse lo gritos.

Porque siempre lo había sabido.

Jules no era idiota y lo sabía... pero lo había ignorado, había querido creer en Theodore.

Había querido tanto creer en Theodore. 

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