¿Espresso o Caramel?
¡Hola!
Después de varias semanas de ausencia, regreso con un one shot gigantesco para disculparme por todo este tiempo de silencio.
Es mi aporte al evento de Septiembre del grupo de Discord "GiyuuShino Latino" cuya temática es Coffee Shop AU. Si están interesados en unirse, avísenme, hay muy buen ambiente por allá.
Advierto un par de cositas antes de que comiencen a leerlo:
1. Es mi primer AU en forma, así que quizá las personalidades de ambos sean distintas a las que están acostumbrados a leer de mi parte. Me tomé ciertas libertades, aunque intenté mantener la esencia de los personajes incluso sacándolos de su contexto canónico. Al respecto, sean pacientes conmigo por favor.
2. Hay un OC que espero no les confunda, simplemente no quise usar a ningún personaje del canon para ese "puesto" porque... bueno, no es un personaje precisamente agradable al final jajaja y otro, el nombre de la cafetería tampoco tiene nada que ver con la obra original, así que espero eso tampoco sea un tema de confusión para ustedes.
Un agradecimiento especial a StefiDeLis para quien va dedicado este fanfic por todo su continuo entusiasmo que siempre me impulsa a continuar creando para esta pareja y porque su ayuda fue imprescindible para ubicar nombres y lugares de la ciudad de Tokio. También, quiero dedicárselo a blumv_v como un regalo de cumpleaños atrasado. ¡Te quiero mucho, nena! y finalmente, gracias a Sonye-San y Little_Alf quienes me ayudaron con la revisión de gramática y personajes.
Sin más, solo me queda agradecerles de antemano por su apoyo, votos y lecturas.
Disclaimer: Ninguno de los personajes utilizados ni el universo de Kimetsu No Yaiba (Demon Slayer) me pertenece, todos los créditos de los mismos van a Koyoharu Gotōge. La historia relatada aquí sí es de mi autoría.
Créditos de la portada a quien corresponda, no cuento con el nombre del artista.
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— Lo siento, Kochou, pero no creo poder acompañarte a Tanabata. La boda de Tsutako-nee es muy pronto y no tengo nada qué obsequiarle, así que me propuse trabajar durante el verano para ahorrar dinero. Ahora mismo, estoy en la bancarrota.
Esa había sido la escueta respuesta del muchacho ante su petición, quien tan solo la miró un con deje de tristeza, encogiéndose de hombros después de explicarle su compleja situación actual.
A la aludida le costó mucho trabajo mantener su sonrisa ante la negativa, pues realmente entre sus planes jamás imaginó algo así. Giyuu no solía rechazar sus invitaciones a salir juntos, menos ahora que difícilmente solían coincidir por culpa de la escuela.
Desde que él se había graduado y entrado a la universidad, su tiempo de convivencia se redujo de forma significativa, permitiéndoles tan solo verse durante los fines de semana que él no estaba saturado de tareas y deberes en su hogar: o sea, una vez al mes si tenían suerte.
El distanciamiento era muy duro para ambos, aunque el azabache pareciera lidiar con ello un poco mejor. Sin embargo, la extrañaba tanto como ella a él y quizá, mucho, mucho más. No obstante, no podía darse el lujo de llegar a la boda de su hermana con las manos vacías. Él mejor que nadie sabía la ilusión que le hacía a Tsutako el finalmente poder unir su vida a su prometido y Giyuu deseaba obsequiarle algo hermoso, que pudiera llevar siempre con ella, aunque estuvieran lejos.
Un día, paseando por Omotesandō, sus ojos se posaron sobre un precioso collar en forma de ave. Tsutako amaba observar los pájaros, especialmente durante el ocaso. Le fascinaba mirar las parvadas volar por encima de su hogar, ejecutando maniobras magníficas, en perfecta sintonía, pero sin chocar unos con otros. Su corazón palpitaba con emoción al observarlos y meditar sobre la libertad de poder volar a donde quisieras, pero al mismo tiempo, tener la certeza de que perteneces a una familia, a un hogar. Así era Tsutako, un espíritu libre pero apegada a los que más amaba.
Así pues, Giyuu anhelaba poder obsequiarle esa preciosa joya a su hermana, pero el precio en la etiqueta mandó su emoción al suelo. Siendo justo, no podía esperar otra cosa, ya que el collar estaba exhibido en el aparador de una boutique de lujo. "Tsutako-nee merece esto y más... aún no sé cómo, pero lo compraré para ella".
Días más tarde, mientras se trasladaba de la Universidad a la residencia que compartía con otros estudiantes en Nippori, tomó una revista de empleos en la estación del metro para buscar alguno al que pudiera aplicar. Las vacaciones de verano se acercaban y su única esperanza era encontrar un trabajo estacional cuya paga fuera decente para poder cubrir el costo de la gargantilla antes de la boda.
Al llegar a su pequeño apartamento se dispuso a hojearla por fin, pues como de costumbre, el transporte estaba atestado y no había podido revisarla de camino a casa. La revista había llegado sumamente arrugada, pero al menos no se había roto, así que aún era legible. Después de varios minutos de pasar páginas sintiéndose entre aburrido y frustrado por no encontrar nada que llamara su atención, sus ojos se posaron de repente sobre un discreto anuncio de una cafetería que estaba buscando personal para la próxima temporada alta: el verano.
Sus cansados ojos se abrieron en asombro al observar el importe de la paga: 36,000 yen a la semana. No estaba nada mal considerando que no pedían experiencia para aplicar, así que, sin perder más tiempo, tomó su teléfono y marcó los números para preguntar por el anuncio. Unos instantes después, estaba sonriendo como un idiota al corroborar que aún había vacantes y que podría pasar al día siguiente para una pequeña entrevista previa.
Fue una total sorpresa para él escuchar las palabras: "Bienvenido al equipo, comienzas en una semana" del gerente de la cafetería.
Por ello, cuando Shinobu Kochou, su ex-vecina y amiga desde la infancia, lo había invitado a acompañarla a observar los fuegos artificiales en Tanabata, se sintió muy decepcionado de tener que rechazarla. Llevaba años enamorado en secreto de ella, pero de alguna forma sentía que no tenía ninguna oportunidad, principalmente debido a su diferencia de clases sociales. Giyuu provenía de una familia muy modesta y en cambio, Shinobu tenía una buena posición económica, aunque tampoco se podría decir que fuera millonaria.
Aún así, eso no quitaba de la mente del joven ese complejo de inferioridad que se había creado respecto a ella desde niño; siempre mirándola como alguien inalcanzable por su belleza, inteligencia y carisma, cualidades que – desde su punto de vista – él carecía en absoluto.
— ¿Trabajarás de noche? – preguntó ella después de unos instantes de sopesar la respuesta de él – Porque, si no es así, no veo la razón por la que no puedas ir conmigo.
— Mi turno no es nocturno, pero será cansado. Honestamente no creo poder aguantar lo suficiente como para lidiar con más multitudes y estar de pie durante horas hasta que termine el espectáculo. Además, descansaría menos y al día siguiente pagaría las consecuencias, ya lo puedo imaginar – explicó él con denuedo.
La chica no pudo rebatir su lógica, pues estaba consciente de lo pesado que podía ser asistir a Tanabata y su egoísmo no era tan grande como para forzarlo. No quería que él asistiera por obligación a algo que originalmente había sido pensado como una especie de cita. Sin embargo, no estaba dispuesta tampoco a darse por vencida y aceptar tan fácil el hecho de que sus planes se vieran arruinados.
— ¿En qué piensas trabajar, Tomioka-san~? – cuestionó, con marcado interés brillando en sus violáceas pupilas.
— En una cafetería, como mesero. La paga es buena y no me queda tan lejos de casa, así que no gastaré en transporte, puedo usar mi bicicleta.
— Ara... ahorro máximo, ya veo... – respondió ella con una sonrisa discreta – Ne, tengo una propuesta para ti, ¿qué opinarías si ambos trabajamos para comprar los regalos de Tsutako-san? Yo tampoco he comprado su obsequio – dijo, llevando su dedo índice a su barbilla, en reflexión.
— ¿Qué dices, Kochou? – preguntó él entre disgustado y sorprendido, sabía muy bien que Shinobu tenía muchísimas más posibilidades económicas que él y por un momento, pensó que ella se estaba burlando de su pobreza al sugerirle algo así – Tú no necesitas trabajar y lo sabes muy bien.
— Quizá no, pero me gustaría poder obsequiarle algo que sea fruto de mi trabajo y no de la fortuna familiar – alegó ella de inmediato, conteniendo la risa por la reacción de él – Y después de todo, no tengo mejores planes para el verano, Kanae-nee se irá a la playa con Shinazugawa-san y Kanao ha conocido recientemente a un joven con el que parece estar entusiasmada, así que supongo que intentará pasar las vacaciones en contacto con él. ¡Ah, creció tan rápido! – agregó, suspirando al final, como para añadir un poco de drama a su frase y convencer al muchacho de su sinceridad.
El pelinegro sopesó las declaraciones de la chica durante unos segundos para después agregar:
— Está bien, es tu tiempo al final de cuentas el que vas a perder – respondió en tono grave, aunque en el fondo se sentía halagado por el ofrecimiento de su amiga, emocionado ante la idea de pasar más tiempo con ella.
— Entonces es un trato – contestó ella sonriendo, ignorando el comentario ácido de su acompañante – ¿me podrías pasar los datos del café donde vas a trabajar?
— Claro, los traigo aquí en el teléfono. Espero que aun haya vacantes – dijo él, sintiéndose más relajado después de admirar esa sonrisa que tanto le gustaba.
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A Giyuu le encantaba su nueva rutina matutina: despertarse temprano, darse un baño rápido, preparar su desayuno y almuerzo, colocar éste último con cuidado en su mochila junto con su uniforme, salir del pequeño apartamento sin hacer mucho ruido para no despertar a su roomie Sabito, bajar las escaleras para tomar su bicicleta del aparcamiento y dirigirse, con una sonrisa en la cara hacia la estación de Nippori, donde se reunía con Shinobu y luego de que ella abordaba su bicicleta como pasajero en la parte trasera, marcaba rumbo hacia Ueno, el sumamente turístico distrito en el que se encontraba su lugar de trabajo.
Okubo Gallery era una cafetería discreta y acogedora pero muy solicitada, dirigida por un amable matrimonio de adultos mayores que, sin embargo, continuaban siendo muy trabajadores y diligentes en la administración de su negocio. Tenía un concepto que resultaba fascinante para los turistas, pues en otros países era poco común encontrar un sitio donde, además de servirse un excelente café, pudieras recibir un relajante masaje.
Al principio, resultó algo difícil para el joven el acostumbrarse al ritmo, pues lidiar con tantos pedidos en poco tiempo no era su fuerte, pero para su fortuna, Shinobu y el resto de sus compañeros siempre tuvieron la disposición de ayudarle en cuanto él se veía rebasado.
Sin embargo, fuera de ello los días transcurrieron sin mayores complicaciones para él y Shinobu, quien rápidamente se había ganado la simpatía y el cariño del resto de trabajadores – en especial de las tres hijas del matrimonio: Kaho, Sumi y Nao – las cuales se turnaban entre atender la cocina (su especialidad: cualquier platillo cuya base fuera el arroz) o bien, dar masajes a los clientes que así lo solicitaban.
Incluso, tenía que aceptar que había extrañado las constantes bromas de Shinobu y sus maneras tan particulares de "molestarlo", aunque él sabía que era una forma de demostrarle cariño. En realidad, no le importaba mucho ser el blanco de sus burlas, ya estaba más que acostumbrado, pues desde niños ella manifestó tener particular gusto por fastidiarle.
Por su parte, para ella la cafetería estaba resultando en toda una experiencia, siendo éste su primer empleo formal. Si bien, estaba acostumbrada a ayudar en la clínica que administraban sus padres, sus servicios eran más una especie de voluntariado que un trabajo remunerado, aunque no solía importarle mucho pues anhelaba convertirse en médico como ellos.
No obstante, no era la satisfacción de poder ganar su propio dinero aun siendo tan joven lo que le hacía sentir más alegre y atender diariamente a los clientes con una gran sonrisa, sino el hecho de poder convivir mucho más con el chico que tanto le gustaba.
Ahora ya no le importaba si al final de cuentas no podían ir a ver los fuegos artificiales como había planeado en primera instancia, sino que se contentaba con esos momentos en los que podían almorzar juntos durante su descanso, platicar por ratos cuando no había tantos clientes o bien, los paseos en bicicleta rumbo a la cafetería o de regreso, hacia la estación del metro.
Adoraba, en especial, el brillo en los ojos de Giyuu cada vez que le contaba sobre el hermoso collar que anhelaba regalarle a Tsutako. "Será una manera de que siempre me lleve cerca de su corazón", le había escuchado decir en repetidas ocasiones. Ser testigo de la ternura que inundaba sus facciones y su voz al hablar sobre ella y el regalo, le derretía el corazón.
Pero, de repente, todo cambió.
Un soleado día de junio la desgracia cruzó la puerta de Okubo Gallery, en forma de un sonriente hombre de melena rubia.
— Bienvenido, Douma-sama, hacía tiempo que no nos honraba con su presencia – habían escuchado decir al señor Hiro, dueño del lugar.
— ¡Ah, Tanaka-san, me alegro mucho de verlo! Últimamente el trabajo me mantuvo lejos de Tokio, pero estaré aquí durante una temporada – respondió el hombre en tono condescendiente y mostrando una amplia y perfecta sonrisa.
— ¡Maravillosas noticias, esperamos verlo continuamente por aquí! – exclamó el aludido, visiblemente emocionado para después agregar: – Shinobu-chan, haz el favor de atenderlo.
La dueña de esos peculiares ojos violetas no pudo hacer nada más que obedecer a su superior, aunque interiormente sintiera una constante sensación de rechazo y desconfianza aún sin saber la razón. Luchando en contra de sus instintos, se acercó con lentitud hacia el hombre que la miraba con complacencia y curiosidad.
— ¡Oh... delo por hecho, Tanaka-san! – contestó el hombre de cabellos rubios sin quitarle la vista de encima, logrando así que la joven se sintiera cada vez más incómoda con su presencia.
A un lado del mostrador, Giyuu observaba en silencio la escena, sintiendo vívidamente el coraje comenzar a hervir en sus venas. ¿Cómo se atrevía ese tipo a mirarla como si se tratara de un apetitoso pedazo de carne listo para ser devorado?
El espectáculo le provocó náuseas...
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Desde aquel día, el blondo cumplió su palabra y visitó la cafetería a diario, llegando incluso a ser muy específico en su solicitud de que fuera siempre la menuda chica quien lo atendiera. Shinobu resoplaba con enojo cada vez que lo veía cruzar la puerta del establecimiento, sabiendo que le esperaba una ardua jornada de mantener su sonrisa fingida en todo momento y ser paciente para soportar sus constantes intentos de conversar con ella sin terminar arrojándole la comida al rostro.
Y es que jamás pensó que preferiría toparse con un cliente grosero y enojón a verse en la necesidad de tolerar los coqueteos de ese arrogante tipo. Sin embargo, con el pasar de los días fue capaz de lidiar con ello cada vez con mayor facilidad, concentrándose en el hecho de que pronto ya no tendría que verle más la cara porque el verano estaba por terminar y con ello, su "emocionante" aventura de vacaciones como empleada.
Giyuu sabía muy bien que Shinobu detestaba tener que servirle a ese hombre que a ambos les parecía sumamente desagradable, pero el gerente le impedía intervenir diciéndole que no tenía nada de qué preocuparse pues "Douma-sama era un joven honorable, trabajador y gentil" que solía frecuentar su cafetería desde hace varios años, cuando aún era un estudiante.
Al azabache le enfurecía la actitud permisiva de su jefe, pero había poco que él pudiera hacer sin arriesgar su trabajo y considerando que aún le faltaban unos cuantos miles de yenes para comprar el anhelado collar, se veía en la necesidad de guardarse el coraje para después, producto de los celos e indignación.
El pobre tuvo pues, que acostumbrarse a ir por la vida con la mandíbula apretada durante las largas estancias del incómodo cliente en la cafetería. En ocasiones se preguntaba si en realidad no tenía nada mejor que hacer que beber café durante horas, e incluso era aún peor en los días borrascosos, pues la lluvia le daba el mejor pretexto para no tener que irse hasta casi la hora de cierre.
Con el pasar de los días a Shinobu le comenzó a preocupar esta situación, pues tenía el presentimiento de que Douma lo hacía con la intención de acercársele al terminar su turno. Sin embargo, no compartió sus temores con nadie deseando no parecer desquiciada.
Para su desgracia, no pasó mucho tiempo antes de que el mismo rubio confirmara sus sospechas.
Una tarde, mientras ella servía su orden de un café latte bien caliente, él deslizó discretamente sobre la mesa un par de boletos para el cine mientras la perforaba con esa singular mirada arcoíris, ocasionando que ella perdiera su concentración durante un par de segundos, suficientes para arruinar el patrón que adornaba la espuma de la taza.
— ¿Me harías el honor de acompañarme, Shinobu-chan? – pidió, con voz melosa y mostrándole esa condenada sonrisa que le alteraba los nervios, pero no por buenas razones.
La chica tardó unos instantes en procesar lo que acababa de ocurrir, sintiendo una oleada de emociones negativas inundarla a la par que sus piernas le temblaban exigiéndole salir corriendo de ahí cuanto antes. No obstante, no era propio de ella huir de los problemas o de las situaciones estresantes y no lo haría ahora tampoco. Era una excelente ocasión para demostrarle que ella no era una presa fácil como quizá él había creído.
— Agradezco su invitación, pero me temo que tendré que declinar. No acostumbro a salir con desconocidos – sentenció, intentando en todo momento que su voz sonara firme y decidida, sin un ápice de nerviosismo que la traicionara.
— No hay necesidad de ser tan seria, Shinobu-chan, prometo cuidarte y cumplir todos los antojos que tengas – contraatacó el aludido en un tono de voz extraño, lo que nuevamente erizó la piel de la muchacha, pues sonaba a que había una doble intención detrás de su ofrecimiento.
— Repito que no puedo aceptar su invitación y ahora, si me disculpa, tengo más órdenes que atender.
Shinobu no esperó a que él rebatiera su negativa, sino que de inmediato se dio la media vuelta y se encaminó con pasos veloces hacia la cocina, donde la esperaba un fúrico Giyuu. Sin pensarlo, la afectada chica se refugió en sus brazos, sintiéndose mucho mejor al sentir el cálido abrazo de él arropándola al tiempo que escuchaba su suave voz decir: "Calma, Kochou, ya pasó. Todo está bien, aquí estoy para ti".
Tristemente, la sensación de paz que ese gesto le provocó fue efímero, pues debían continuar laborando aún en contra de sus verdaderos deseos. Aun así, para ambos, aquel momento había sido como encontrar un oasis después de días de vagar en el desierto.
A sus espaldas, el rechazado tan solo se limitó a seguirla con la mirada mientras bebía un sorbo de su café manteniendo esa sonrisa cínica, deleitándose en experimentar, por primera vez, sentirse apegado a alguien. "Ah, Shinobu-chan, ahora me gustas más"
Para fortuna de la chica, Douma no volvió a insistir al menos aquella tarde, y más bien se comportó indiferente, como si nada hubiese ocurrido, retirándose a los pocos minutos del incidente. No obstante, ella aún traía los nervios de punta y en un esfuerzo de ayudarla a sentirse un poco más tranquila, Giyuu la acompañó ese día hasta la puerta de su hogar.
— Muchas gracias por venir hasta aquí – dijo en tono sombrío, lo cual no era muy propio de ella – lamento si por mi culpa esta noche descansarás menos. Te espera un largo camino de regreso a casa.
— No pienses en eso, Kochou – respondió, tajante – lo más importante es tu seguridad y tranquilidad. Ese tipo es una amenaza y más bien, me siento frustrado por no poder hacer algo que te ayude de verdad.
— Haces más de lo que crees... – agregó ella dibujando una sonrisa apenas visible – el saber que cuento contigo es suficiente. Sé que me cuidarás la espalda siempre.
— Puedes darlo por hecho – sentenció el azabache, sintiendo la creciente necesidad de volver a sostenerla entre sus brazos.
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Los días subsecuentes estuvieron llenos de tensión en el ambiente, con ambos temiendo a diario la inminente llegada del cliente incómodo. A Shinobu le molestaba en demasía sentirse constantemente perturbada, pero la presencia de Giyuu le ayudaba a aminorar en cierto modo esa sensación. Tan solo verlo y percibir la forma tan atenta en la que él la trataba, la hacía sonreír y experimentar una calidez confortable en su pecho. Al menos algo positivo había resultado de toda esa traumática situación.
Aun así, no veía la hora en la que por fin pudieran volver a sus vidas normales, lamentando tan solo el hecho de no poder convivir con Giyuu a diario.
El muchacho estaba muy consciente de ello y a diario se esforzaba por hacerle olvidar al menos un poco sus preocupaciones. Así, una tarde de poca clientela, aprovechó para preguntarle algo un tanto trivial a Shinobu, pero que consideraba que podía distraerla lo suficiente como para relajarla y de paso, ayudarlo a conocer más sobre ella.
— Kochou – dijo él, mientras ambos retiraban las tazas sucias de una mesa cuyos clientes acababan de salir – ¿cuál es tu café favorito?
A la chica la pregunta la tomó por sorpresa, pues no esperaba que Giyuu se interesara en algo tan "tonto" como eso, pero suponía que él solo deseaba llenar el silencio que reinaba en el lugar.
— Mmm – meditó un momento, colocando su índice izquierdo sobre su mejilla – en realidad, soy más aficionada a los tés – respondió, encogiéndose de hombros.
— Ya veo... – musitó él – pero aún así debes tener alguna preferencia, ¿no?
Esa risilla melodiosa que le era tan familiar resonó en el vacío salón, sobresaltándolo y haciendo que dejara de pasar insistentemente el paño sobre la mesa que ya llevaba un rato limpia, pero era su manera de – según él – disimular un poco su nerviosismo.
— Ara, Tomioka-san, ¿acaso quieres invitarme algo aprovechando que no hay clientes~? – soltó a quemarropa, entrecerrando sus violáceos ojos que lo observaban con una mezcla de curiosidad, fascinación y algo de burla
— Simple curiosidad – rebatió él, intentando sonar casual – me quedé pensando la otra vez en lo irónico que es que estemos trabajando en una cafetería y aún así desconozca ese aspecto de ti.
— ¿Qué tal si en vez de que te lo diga, lo adivinas? no te preocupes, no es necesario que me respondas ahora – ofreció, con una sonrisa – y como muestra de buena voluntad, te daré una pista: detesto las cosas dulzonas y excesivamente melosas, como los latte o los caramel – por alguna razón, al decir eso, la imagen de aquel maldito cliente se le vino a la mente, revolviéndole el estómago.
— ¡Cuánto misterio, Kochou! – se quejó él – pero está bien, lo meditaré entonces... – dijo resignado, mientras la observaba partir rumbo a la cocina cargando con la cristalería usada con un gesto de suficiencia adornando su rostro.
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Las últimas dos semanas transcurrieron sin mayores sobresaltos, pues para su felicidad, Douma no asomó la cara en Okubo Gallery durante varios días, lo cual le permitió relajarse de nueva cuenta y disfrutar, sin presiones, de la constante compañía y atención de Giyuu.
Sin embargo, había cantado victoria muy pronto.
Sucedió una tarde nublada en la que, de forma extraña, la afluencia de clientes había sido casi nula y la mayoría de los empleados se encontraban muy relajados. Giyuu y Shinobu incluso se estaban dando el lujo de curiosear en la cocina y ayudar con sus labores a Kaho, Sumi y Nao. Aunque la preparación de alimentos no fuera el fuerte de la muchacha, le gustaba aprender de todo un poco. Por su parte, Giyuu había tenido que aplicarse en este tema al comenzar a vivir por su cuenta. Era eso o gastar varios yenes semanales en comprar comida, lo que definitivamente no era una opción.
La tranquilidad se fue al demonio cuando la campanilla en la puerta anunció la llegada de un nuevo cliente y escucharon exclamar al gerente: "¡Douma-san, bienvenido!
Shinobu estuvo a nada de tirar el plato que sostenía en sus manos. Giyuu giró a mirarla de inmediato, sosteniendo sus muñecas para ayudarla a componerse en un acto reflejo. Su amiga solo atinó a asentir a modo de agradecimiento, pues incluso le estaba costando trabajo encontrar su voz. En esos preciosos ojos que tanto le fascinaban, Giyuu podía leer perfectamente las palabras: "ayúdame".
Su corazón se estrujó en una forma que no pensó que fuera humanamente posible.
Ese breve instante de entendimiento mutuo se vio interrumpido de forma abrupta por los constantes llamados de su jefe, pidiéndole a Shinobu el atender al recién llegado. "Solo unos días más y este infierno llegará a su fin, solo unos días más..."
La joven dibujó una sonrisa amarga en su rostro y se dispuso a atender la orden de Tanaka-san. Para Giyuu, la situación cada vez era más insostenible, pero ninguno de los dos se imaginaba que hoy llegaría al punto de quiebre.
Douma esperaba a su camarera favorita sentado en la mesa más solitaria de Okubo Gallery, recibiéndola con su perpetua expresión de complacencia combinada con cinismo y esa mirada expectante y hambrienta que tanto la inquietaba.
— ¿Qué va a ordenar? – preguntó ella, guardando la mayor distancia posible y sin molestarse siquiera en saludarlo, hacía mucho tiempo que le había dejado de importar fingir amabilidad con él.
— Yo también te extrañé, Shinobu-chan – la pseudo agresividad de su anfitriona parecía no haberle afectado en lo más mínimo, ya que en ningún momento dejó de sonreír – me decepcionas, tanto tiempo visitando este lugar y aún no te has aprendido mis preferencias... – finalizó, fingiendo sentirse herido por el trato recibido.
La aludida permaneció en silencio, aguardando una verdadera respuesta a su pregunta, manteniendo el lápiz pegado a la nívea hoja de su libreta al tiempo que se esforzaba por no presionar tanto el grafito contra el papel para no romperlo.
Al comprobar que su pequeño teatro no había surtido efecto, el blondo contraatacó. Hoy no venía con intenciones de seguir perdiendo el tiempo, por boca del gerente se había enterado que el objeto de sus caprichos pronto dejaría de laborar ahí y lo más probable es que terminara perdiéndole la pista, así que venía decidido a obtener algo de ella – por más insignificante que fuera – a modo de "trofeo".
— Está bien, me atrapaste – dijo él, apoyando la barbilla sobre mano derecha – hoy sí pediré algo distinto – agregó y Shinobu se dispuso a escribir el pedido, perdiendo de vista por unos segundos a su interlocutor – quiero que Shinobu-chan me conceda el deseo de recibir un masaje con esas manos suyas tan delicadas...
Cuando ella reaccionó, era demasiado tarde. Ese desagradable hombre le estaba sosteniendo las manos, acariciando el dorso de estas con su pulgar insistentemente, pero con suficiente sutileza como para no ser tosco, al tiempo que le atravesaba el alma con esos inquietantes ojos de múltiples colores. El corazón se le cayó al suelo y una sensación helada la recorrió de pies a cabeza de forma automática. Las extremidades le fallaron, y no pudo evitar dejar caer tanto la libreta como el lápiz, cuyo estrépito llamó la atención de varios clientes.
Sin embargo, nadie hizo nada por defenderla. Maldito machismo, una vez más se estaba cobrando una víctima.
Una vez que la impresión inicial pasó y la sorprendida chica logró recomponerse, apartó sus manos con ímpetu de las envolventes extremidades del hombre y sin decir nada más, se alejó apresuradamente con destino a la cocina.
Giyuu no se había percatado de nada en esta ocasión, pero al verla entrar azotando la puerta y con los ojos vidriosos, dejó sobre la mesa los platos que estaba por llevar a sus clientes para correr a auxiliarla.
— Kochou, ¿qué ocurrió? –cuestionó, visiblemente preocupado, tomándola por los hombros con toda la delicadeza de la que fue capaz.
— Ese... – comenzó a decir ella, apretando los dientes – pervertido... – continuó, sintiendo cada vez más fluir el coraje en sus venas – ¿quién cree que soy? ¿una... meretriz?
El uso del término impactó a Giyuu como si de una bala se tratase, su mente comenzó a trabajar a mil por hora, imaginándose todos los posibles escenarios de lo que pudo haber ocurrido instantes atrás entre Shinobu y Douma. Las conclusiones a las que llegó fueron por demás perturbadoras, llevándolo a hacer un esfuerzo sobrehumano para no salir corriendo a romperle la cara por haberle hecho un ofrecimiento tan irrespetuoso a la joven. Sabía que armar un escándalo así podría salirle muy caro y perder todo lo que llevaba ahorrado en compensaciones médicas y demás.
— ¿Qué hizo ese bastardo esta vez? – prefirió preguntar, antes de dejarse llevar y hacer una tontería.
— Se atrevió a tocarme... – comenzó a decir ella, y a Giyuu empezó a hervirle la sangre ante la imagen mental – me tomó las manos para pedirme que le diera un masaje, ¡qué insolente! ¡maldito cerdo! – escupió, dejando salir su indignación.
No le dio tiempo a Giyuu de sentirse ligeramente más aliviado al corroborar que ni de lejos había sido tan terrible como se lo imaginó (aunque eso no le restaba importancia), porque su jefe los interrumpió en ese instante:
— ¿Quién es un "maldito cerdo", Shinobu-chan? – demandó saber el anciano, sonando más molesto que intrigado.
— Lamento mucho el lenguaje, Tanaka-sama – respondió de inmediato la chica, esforzándose por controlar su ira – pero no puedo permitir más ser acosada de una forma tan flagrante. Dar masajes no es parte de mis funciones y mucho menos, tengo que soportar que los clientes me humillen de esa manera.
Ante la mención del tema de los masajes, el gerente tan solo permaneció en silencio, sabiendo que ella estaba en lo correcto por molestarse.
— Puedes retirarte por hoy si así lo deseas – concedió al final y sin dar mayores detalles, salió para seguir rondando a los clientes que continuaban en el salón
Todos en la cocina se quedaron mudos ante la actitud tan indignante que mostró su superior y durante unos instantes nadie movió un solo dedo. La sensación de coraje no hizo más que aumentar en ambos, y para Giyuu esto fue suficiente. Si su jefe no hacía nada por defender a sus empleadas o, en específico, a Shinobu, él tomaría cartas en el asunto.
— No te vayas aún, Kochou. Es peligroso que salgas de aquí sola, no sabemos si esa es su intención real. Falta poco para el cierre, espérame y yo te llevo a casa – instruyó Giyuu a la chica, casi como si fuera un mandato en vez de una petición.
Ella no hizo más que asentir obedientemente, mientras se contenía las ganas de romper a llorar por la ira acumulada. No deseaba parecer débil y mucho menos frente al resto de sus colegas. Simplemente, no era una opción.
Giyuu salió en silencio y se dirigió de inmediato hacia donde estaba su jefe. Intercambió unas cuantas palabras con él y acto seguido, se encaminó rumbo a la mesa donde aún se encontraba sentado el causante del perjuicio a Shinobu. ¡Oh, cuánto detestaba verle esa expresión llena de suficiencia y descaro!
Y lo peor fue que al verlo caminar hacia su lugar, su sonrisa desfachatada no hizo más que agrandarse.
— Hoy tomaré yo su orden, señor – anunció en tono sombrío, luchando con la constante voz interna que le gritaba: "rómpele la cara a este idiota"
— Por supuesto... – respondió el aludido, ampliando su gesto de alegría, como si justamente esto es lo que hubiese estado esperando. "He aquí, al galante caballero al rescate de su damisela", pensó, socarronamente.
El pelinegro se quedó esperando en silencio, tratando de concentrarse en la dulce idea de que, tan solo tenía que esperar un poco más antes de su revancha. Sin embargo, la paciencia era cada vez más difícil de mantener ante la nula respuesta de su contraparte, quien solo parecía analizarlo reiteradamente con ese par de ojos multicolor.
— ¿Su orden? – volvió a preguntar el camarero, apretando los dientes.
— ¡Ah! – exclamó él, fingiendo sorpresa - ¡Disculpa! Me distraje observándote e intentando hacer memoria si te había visto antes por aquí... - respondió, con esa voz condescendiente que solía usar – pero, no puedo recordarte... lo siento... me es imposible ponerle atención a cualquier otra persona que no sea Shinobu-chan. ¡Es tan preciosa! ¡Cómo no abstraerse por completo ante su hermosura! – dijo, llevándose las manos a sus pálidas mejillas al finalizar su pequeño soliloquio.
Giyuu apretó los puños de la forma más disimulada que pudo y sin decir nada, esperó a que el idiota ese dejara de estar soñando despierto. No pensaba repetirle una vez más la pregunta.
— ¡Lástima, de verdad es una pena! Lo que realmente quiero no me lo puedes dar tú... – continuó, disfrutando como nunca al ver la creciente furia de Giyuu que comenzaba a colorear su rostro de un suave color rojizo – algún día, algún día cederá – murmuró, asegurándose que a pesar de que su tono de voz fue más bajo, el mesero lo pudiera escuchar – en fin... un latte caliente y un imagawayaki de frutas.
En cuanto escuchó la orden, Tomioka se dio la media vuelta sin volver a dirigirle la palabra al rubio. Él podría ser un chico algo obtuso y casi nunca enterarse de lo que ocurría a su derredor, pero cuando se trataba de Shinobu, siempre solía estar alerta. Aún así, no era necesario ser muy perspicaz para darse cuenta de que este tipo era un verdadero psicópata y un auténtico peligro para la muchacha. Sin embargo, las palabras proferidas por Douma acababan de terminar de confirmarle sus oscuras intenciones para con ella.
El blondo lo vio retirarse saboreando de manera prematura de su victoria. "Oh, pero qué divertido es hacer enojar a ese torpe muchacho."
Después de unos cinco minutos, Giyuu salió de nueva cuenta hacia el salón, cargando con el pedido sobre una pequeña charola. El comensal estaba distraído esta vez de verdad, enfrascado en la pantalla de su teléfono celular, frunciendo el ceño suavemente.
Esta era la oportunidad de oro que el azabache estaba esperando. No se volvería a repetir y no pensaba desaprovecharla. La noche anterior había hecho cuentas y, con alegría, comprobó que ya contaba con la cantidad suficiente para costear la gargantilla de Tsutako e incluso, un poquito más. Así que, ¿qué más daba si esta era su última tarde como empleado de Okubo Gallery? Defender el honor de su amada era aún más importante. Ya había tenido suficiente de haber observado en las sombras, sintiéndose atado de manos por no poder hacer nada. Hoy, finalmente, rompería el ciclo.
Así, estando a escasos centímetros de aquel sujeto que tanto despreciaba, fingió tropezarse con la pata de una de las sillas. Como resultado, el líquido caliente salió disparado hasta terminar desparramado por toda la mesa de Douma y, no solo eso, sino también cayendo directamente sobre su pecho y piernas. A su vez, el postre quedó deshecho sobre el piso, convirtiéndose tan solo en una masa amorfa de pan y frutas.
Pero, para sorpresa de Giyuu, el perjudicado no reaccionó de inmediato, borrándole por completo su sonrisa de victoria del rostro. Por unos cuantos segundos, el rubio tan solo se quedó congelado en su sitio, volteando a mirar el desastre que lo rodeaba. Después, tomó una servilleta con la que limpió cuidadosamente su teléfono y lo puso a un lado, donde no había restos de café.
Para cuando se levantó de su asiento, Tanaka-san ya estaba al lado de Giyuu, ofreciéndole a su querido cliente reiteradas reverencias a forma de disculpa. Al ver que su empleado se mantenía de pie, pareciendo más un maniquí que un ser vivo, el gerente perdió los nervios y comenzó a vociferar en su contra, al tiempo que casi lo obligaba a inclinarse ante Douma.
No obstante, el sonido de una súbita risilla burlona los detuvo en seco.
— No sea tan duro con el chico, Tanaka-san – comenzó a decir – es natural tener un desliz de vez en cuando, aunque también hay personas realmente torpes, es inevitable no toparse con alguna de vez en cuando – continuó, mientras sus ojos se cruzaban con los sorprendidos orbes azules de Giyuu, quien no parecía entender en absoluto qué era tan divertido – los accidentes ocurren y la mala fortuna también – agregó, enfatizando esa última parte con un tono extraño, casi amenazante.
— Douma-san, usted siempre es tan amable – respondió lambisconamente el gerente – ¡Tomioka, corre a buscar algo con qué limpiar! – dijo, volteando para confrontar a su empleado, perforándolo con sus furiosos ojos.
El aludido se giró sobre sus talones para obedecer, a regañadientes, la orden de Tanaka-san, pero Douma lo paró en seco.
— No es necesario, me acaban de convocar a una reunión y debo partir de inmediato – anunció, con voz alegre, encaminándose hacia la salida. Al pasar junto a Giyuu, susurró rápidamente las siguientes palabras: – esto no se acaba aquí, te lo aseguro – y acto seguido, cruzó la puerta sin mirar atrás, perdiéndose rápidamente entre las calles bañadas con el sol crepuscular.
— Tuviste suerte, Tomioka – escuchó decir en tono grave a su jefe – de no ser por la benevolencia de Douma-san, ahora mismo estarías en un problema muy serio, jovencito.
Giyuu optó por quedarse callado y no empeorar la situación. Si por un solo instante decidiera darle rienda suelta a su coraje interno, con seguridad terminaría en un reformatorio o algo similar por haber golpeado a un anciano. Además, iba en contra de sus valores, pero realmente le costaba mucho trabajo entender la actitud tan permisiva e insensible del señor.
Una hora después, Giyuu y Shinobu se encontraban saliendo de la cafetería sobre la bicicleta del muchacho, esperando que no hubiera ningún hombre de melena rubia y ojos multicolor espiándolos en los alrededores.
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A partir de ese día, Shinobu dejó de presentarse a trabajar en la cafetería, reportándose como enferma. Todos sospechaban que se debía a la situación incómoda de acoso que la pobre tuvo que sufrir, pero nadie, ni su exjefe, dijo nada.
Para la chica no fue una medida difícil de tomar debido a que lo pudo platicar con Giyuu antes de que él la dejara en la puerta de su casa el último día que trabajaron juntos y ambos acordaron que era lo mejor, pues ella ya no estaba segura ahí.
Afortunadamente, ya solo quedaban cinco días antes de que se terminara su contrato estacional, por lo que, en realidad, no le afectaba mucho el ya no regresar nunca más. Solo lamentaba no poder despedirse de las niñas, a quienes les tomó muchísimo cariño durante esas semanas de trabajo. Pero ella sabía que debía priorizar su integridad física y emocional.
Giyuu continuó asistiendo hasta el final, extrañando en todo momento la presencia de la muchacha, dándose tiempo para reflexionar sobre lo importante que era ella para él y lo mucho que odiaba la idea de que alguien – ya fuera Douma o cualquier otro – la lastimara o incluso, se robara su atención.
Pensar en eso se tornó insoportable con el paso de los días, llevándolo a tomar una importante decisión.
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Había sido una tarde verdaderamente fantástica para ambos. Después de varias semanas de arduo trabajo, por fin pudieron darse tiempo para salir a pasear, aunque Giyuu hubiera disfrazado de "favor" lo que más bien tenía toda la pinta de una cita. "Kochou, me gustaría que me acompañaras a comprar el regalo de Tsutako-nee, por favor", había dicho, luchando con el creciente nerviosismo que amenazaba con delatar sus verdaderos planes.
La delicada chica lo miró con curiosidad y algo de ternura reflejándose en sus pupilas, intentando a su vez, contener la emoción que parecía estar a punto de desbordarse en cualquier instante. "Ara~, Tomioka-san, no tienes por qué estar tan nervioso por pedirme algo tan simple", contestó, mostrándole una amplia sonrisa que suavizaba un poco el tono burlón que había cubierto su respuesta.
Para el muchacho, eso fue más que suficiente para animarse, dejando a un lado cualquier molestia que pudiera haberle causado la sorna de Shinobu.
Ahora se encontraban en Omotesandō – el mismo sitio donde todo había comenzado para Giyuu – encaminándose a la lujosa joyería en la que, por fin, podría comprar el anhelado regalo de bodas para su querida hermana. Él se sentía casi en las nubes, y aunque era la primera vez que pisaría el interior de una boutique high-end, los nervios que experimentaba se debían más bien por la emoción de ver su sueño realizado, tal y como se lo había propuesto unos meses atrás.
A su lado, la chica caminaba expectante, casi sintiéndose responsable por él. Giyuu podía ser muy torpe a veces, pero hoy iba especialmente distraído, así que ella era la encargada de evitar que chocara de forma constante con los apresurados transeúntes. Además, sentía un poco de pena por él, porque ya sabía que su amigo se llevaría una decepción al llegar. Por fortuna, ella estaba ahí para salir al rescate.
El aparador lucía tan extravagante como él recordaba y, para su alivio, ahí continuaba exhibido el collar. Ambos entraron luciendo sonrisas en sus rostros y de inmediato se les acercó una amable empleada que les preguntó si buscaban algo en especial. El pelinegro, ni tardo ni perezoso, indicó rápidamente la joya y la dependienta se dirigió a traerla para que él pudiera observarla de cerca.
Sin embargo, al momento de preguntar el precio, el alma del muchacho se volvió a caer al piso. El costo se había elevado de manera significativa y como resultado, él no alcanzaba a cubrirlo, ni siquiera sacrificando el dinero que tenía pensado gastar para invitar a Shinobu a comer.
Al ver cómo se borraba la sonrisa del rostro de Giyuu, la dueña de los ojos violeta sintió una punzada en el corazón. No le gustaba verlo así, de hecho, haberlo visto sonreír el día de hoy había sido un regalo divino para ella, pues él realmente no solía hacerlo a menudo.
Así pues, supo que no podía demorarse en poner en acción su plan.
— Nos lo llevamos, ¿puede envolverlo para obsequio, por favor? Es un regalo de bodas – dijo ella de súbito a la empleada, la cual respondió con un "Enseguida" que acompañó con una reverencia y partió hacia la caja para atender el pedido de la muchacha.
Giyuu volteó a mirarla boquiabierto, sin poder siquiera coordinar una sola palabra coherente. ¡¿Cómo se supone que podamos pagar por él?!, se preguntaba interiormente, pero era incapaz de externar su preocupación. Al notarlo, Shinobu solamente rio, con esa risa suave y melodiosa, llevándose su mano derecha a los labios.
— Tomioka-san, no deberías estar tan sorprendido. Para eso estamos los amigos, ¿no crees?
Antes de que él pudiera intentar responder algo, la chica lo tomó del brazo en un acto de audacia, y lo encaminó hacia la caja, donde tendrían que pagar por la joya. En el trayecto, ella le explicó rápidamente a Giyuu qué es lo que estaba pasando:
— Desde que Tomioka-san me contó sobre el collar, supe que debía verlo por mí misma. Así que vine a preguntar por él y me di cuenta que el precio no era el mismo. No quise decírtelo antes para no desanimarte, pero entonces me decidí a ayudar de alguna forma. Fue por ello que mis planes cambiaron un poco, y ahora te cedo el dinero que había destinado para comprarle algo a Tsutako-san. No necesitas decirle cómo lograste costearlo, tú trabajaste por él. De mi parte, ya sé que le obsequiaré y será algo muy lindo hecho por mí. Sé que lo va a apreciar.
— Kochou... – logró decir una vez que se aclaró la garganta – no puedo aceptarlo, no es justo.
— ¿Por qué no? – contraatacó ella – yo trabajé por ese dinero, me lo gané, no puedes decir que es una solución fácil porque estoy aprovechando los fondos de mi familia.
Su interlocutor la miró en silencio por unos segundos, debatiéndose internamente sobre si debía aceptar o no la oferta de su amiga. Aunque, pensándolo bien, parecía que no le quedaba de otra, pues ella ya había pedido la joya. Aún así, no podía evitar pensar en cómo eso iba en contra de sus principios e incluso, de sus sueños. Era él quien debería poder ayudar a Shinobu y no viceversa. La situación no podía ser más vergonzosa.
— Tomioka-san... – esa delicada vocecita interrumpió su tren de pensamientos – por favor, hagámoslo por Tsutako-san... no permitas que todo el esfuerzo que puse trabajando y soportando a ese idiota sea en vano – rogó, dejándole ver a través de sus ojos la ansiedad que le causaba el recordar siquiera a Douma.
— Espera... ¿qué? – preguntó él confundido - ¿me estás tratando de decir que todo este tiempo solo seguiste trabajando para ayudarme a comprar el regalo de Tsutako-nee?
La chica solo atinó a asentir mientras se mordía el labio inferior suavemente. Esa era la verdad, aunque a medias, no podía decirle que el motivo principal de su estadía en Okubo Gallery en realidad se debió a que quería estar con él.
Ante su respuesta, el ojiazul no pudo hacer nada más que soltar un suspiro y ceder. "Está bien, Kochou, te debo una. Muchas gracias", fue lo único que se le ocurrió responder.
Al escucharlo, la muchacha se limitó a jalarlo del brazo alegremente hasta la caja donde la empleada los esperaba para cobrarles la joya.
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El sol se había ocultado hace un par de horas y ahora ellos se encontraban comiendo un helado sentados en la banca de un parque, observando el ir y venir de los patos que pululaban en el pequeño lago que tenían frente a ellos.
Llevaban ahí un buen rato, disfrutando en silencio de la vista y del agradable clima que coronaba la noche: un viento cálido movía las copas de los árboles y el cielo se encontraba despejado, permitiéndoles gozar de las estrellas en el horizonte.
El silencio se había apoderado del momento desde hacía ya varios minutos, en los que ambos sentían que debían llenarlo de alguna u otra manera, sin que ninguno se animara a hacerlo.
Finalmente, fue Giyuu el que terminó con el mutismo al recordar una conversación pendiente.
— Entonces, ¿ahora sí me dirás cuál es tu café favorito? – cuestionó, tratando de sonar casual, al tiempo que se limpiaba los dedos, que habían quedado un poco pegajosos por el helado derramado.
— Ara~, ¿de verdad aún no eres capaz de adivinarlo?
El azabache no podía entender qué era lo que ella consideraba tan divertido al comprobar su eterna sonrisa adornando sus facciones. La chica lucía tan bonita con el brillo de la luna llena reflejándose en sus pupilas, que para él se estaba tornando terriblemente difícil no hacer una tontería y robarle un beso.
¡Rayos!, se estaba desviando totalmente del tema y dejando que sus pensamientos se fueran de paseo hacia una realidad que sentía aún lejana. Shinobu tuvo que darle un codazo suave en las costillas para devolverlo al presente.
— Lo siento... - dijo él, agachando el rostro – aún no siento que haya aprendido la gran cosa sobre los estilos y tipos de café así que solo se me ocurre una respuesta idiota
— ¿Ah sí? – respondió ella, interesada – ¿y cuál sería esa "respuesta idiota"?
— Que te gusta algo tan simple como un espresso... – dijo él, encogiéndose de hombros
— Interesante... – dijo ella en un susurro – así que simple, ¿eh?
— Es lo único que se me viene a la mente, pero el espresso no solo es simple, tiene un sabor fuerte y serio, no me imagino a alguien como tú disfrutando de algo... así... – elaboró él.
— No deberías estar tan seguro – respondió la chica de inmediato y sin perder un segundo más, lo tomó por el cuello de la camiseta, acortando de súbito la distancia entre ambos y antes de que los nervios y la duda la traicionaran, lo besó.
Tomioka no pudo reaccionar de ninguna forma, simplemente fue como si su cerebro se hubiese apagado. Sus extremidades se convirtieron en gelatina e incluso, si cabía dentro de él algún deseo de luchar para apartarla, no lo hizo. No podía. Y tampoco quería. Aunque fue un breve instante y un beso casto, su estómago se llenó de mariposeos y casi sintió náuseas.
Shinobu se sentía por las nubes, aunque él no estuviera respondiéndole el beso acorde. Se esperaba algo así, ya que él no tenía forma de saber que ella había decidido ser la que tomara el primer paso después de todo lo sucedido durante los meses previos. Lo quería con ella y solo para ella. Y aunque Giyuu no fuera capaz de demostrárselo en ese instante, él había llegado a la misma conclusión.
— Como puedes ver, definitivamente puedo disfrutar de algo "simple, serio y fuerte" – dijo ella después de separarse un poco de él para hablar y acto seguido, volvió a unir sus labios a los del muchacho.
Esta vez, Giyuu le respondió el gesto dejando salir todos los sentimientos que, hasta ese momento, mantuvo ocultos. Por fin, había llegado el día en el que podía dejarlos salir.
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THE END
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