prólogo


Habría sus ojos con rapidez al escuchar el sonido alarmante del despertador que la llevaba hacia un nuevo día. Evelyn Miller, era una mujer de treinta y seis años de ojos marrones y unos cabellos dorados como el sol. Bostezó con brazos alargados para acabar de despertar después de las pocas horas sueño que había podido tener esa noche. Era una profesora de jardín de infancia, llevaba ya unos cuantos años después de que su hija menor, cumpliera la edad suficiente para coger el autobús escolar que venía a recoger a los estudiantes tanto de primaria como de secundaria en dos tandas. Tenía tres hijos. Erik de quince años , Justin de doce y la pequeña Macy de ocho.

Como cada mañana a las cinco, se duchaba con rapidez e iba a la cocina para preparar el desayuno y el almuerzo que se llevarían sus hijos al colegio. Mientras exprimía unas naranjas, miró de reojo el reloj que tenía colgado en la pared y empezó a preparar la mesa en donde se sentarían como todos los días para desayunar. Siempre lo hacían en la cocina, era algo en lo que se había acostumbrado gracias a su marido. Su esposo, era Matthew Miller de treinta y ocho años. Su pelo castaño y sus ojos verdes, la enamoraron a los dieciocho años de edad . Llevaban toda una vida juntos. Se casaron un año después de que ella cumpliera los diecinueve y su primer apartamento, parecía una caja de zapatos por ser tan pequeño.

A dos casas en frente, vivía Janet Foster. Una mujer de treinta y ocho años con ojos verdes y cabellos de un castaño oscuro que brillaba y parecía algo más claro a la luz del sol. Era esposa de Greg Foster, cuarenta años de edad , moreno y ojos marrones. Llevaban casados dieciséis años, un año más que su hija Caroline de quince. La segunda hija de estos, era Daphne de ocho años. Era una mujer bastante maniática en la casa y perfeccionista. Todo lo tenía impoluto. Su jardín de la entrada, estaba lleno de rosas blancas y rojas, algunas incluso azules. Era toda una patriota desde que tenía uso de razón. Su padre, había estado en la marina y era experta en esos rangos. Llevaba despierta desde las cuatro y media de la mañana, en esa media hora, ya tenía medio desayuno hecho y la casa limpia como la patena.

Se arreglaba sus cabellos que le llegaban hasta los hombros, haciéndole sus ondas para que quedaran perfectos. Se colocó su vestido marrón y un pequeño cinturón de azul marino en mitad de la cintura haciéndola algo más fina. Se pintó los labios de un tono granate claro y se pasó el rímel a sus pestañas. No se maquillaba mucho, lo justo y necesario dado su trabajo. Era una abogada fiscal bastante importante. Estaba en un bufete de abogados que tenía buen rendimiento y conseguía siempre salirse con la suya. Acababa de ganar un caso en contra de un marido machista que abusaba de su mujer, eso la hizo ganar bastante dinero y más prestigio después de condenarlo a quince años de prisión.

Mientras ella seguía a lo suyo, justamente en la casa de en frente, vivía Hannah Cox, también de treinta y ocho años. Ojos azules, y pelo corto rubio platino que le rozaba las orejas. Siendo la esposa de Henry Cox de la misma edad , moreno y ojos azules, eran los de la familia numerosa contando con cuatro hijos. Se conocían de casi toda la vida. Fueron al instituto juntos y su relación era desde entonces. Empezaron a salir en la edad de quince años mientras ella era la animadora y él el jugador estrella del equipo de fútbol americano. Su hija Nora de diecisiete años, las gemelas Violet y Alice de quince y el pequeño Simon de doce, solían ser bastante dramáticos y siempre peleaban por todo.

Su trabajo era nada más ni nada menos, que el de pediatra. Todas sus amigas, conocidas y casi todo el condado de Bell, la querían a ella para que llevara a sus hijos. Apenas tenía tiempo para nada y nadie entendía de donde conseguía horas para estar en la clínica y ser madre.
Su casa era algo más desastrosa, pero contaba con la señora Helen. La niñera de cuarenta y nueve años que la ayudaba con sus tareas del hogar, incluyendo estar pendiente de sus hijos. Era una buena mujer, perdió a su marido a temprana edad y no podía concebir niños. Por ello, Hannah decidió traerla a su casa y darle un sitio en donde vivir.

Rodaba sus ojos al escuchar ladrar a su lado el goldier retriever de dos años de edad que pedía atención. Lo ignoraba cómo podía mientras intentaba escoger un buen atuendo para irse a trabajar.
Hacía mueca al escuchar a las gemelas riéndose en la habitación conjunta que compartían y esperaba que no fuera una de esas mañanas insoportables en las que ellas y la mayor se peleaban para entrar al único cuarto de baño.
Decidió que estaba lista con su traje de color beige dándole un toque de color rojo con un pañuelo rodeándole el cuello. Parecía hacer buen día, no iba a llover. Estaba siendo un año bastante impactante para ella. Su padre falleció de cáncer y su madre estaba pareciendo tener síntomas de demencia. Tendría que hablar con su esposo para saber si podría traerla a casa. Les faltaba espacio, pero no quería dejar a su madre en una residencia. Era la mujer que más admiraba en el mundo, una luchadora.
Cogió aire y salió de su dormitorio para bajar las escaleras e ir a su cocina en donde Helen ya había preparado el desayuno.

Justamente a su lado de la casa, su vecina, María Díaz, era la mejicana del barrio. Treinta y cinco años , morena y ojos miel , se admiraba también en el espejo recordando que esos tejanos eran los favoritos de su marido Carlos Díaz de treinta y seis años de ojos oscuros casi negros y de cabello moreno.
Su piel de color caramelo suave la delataban siempre, sobretodo cuando hablaba. El acento era notable pero consiguió a los quince años aprender el inglés con soltura. Tenían un hija de dieciseis años llamada Gabriela.

Era ama de casa y siempre intentaba estar a la altura, algo que su familia siempre le inculcó.
Conoció a su marido en una fiesta de vecinos del barrio y al instante supieron que estaban hechos el uno por el otro. Aunque , María no se lo puso nada fácil al principio. Hacía que la siguiera como un perrito a todas partes, hasta que al final, accedió en tener una cita. Seis meses más tarde, la sorprendió delante de toda la familia en el aniversario de su abuela pidiéndole matrimonio.

Miró la foto de su boda y sonrió al ver que aún no tenía esas curvas que ahora la hacían sentirse más sensual para su marido y para ella misma. Había sido una chica muy delgada, pero gracias al embarazo de su hija, consiguió tener un cuerpo de infarto.

No fue fácil estar en ese barrio residencial, tuvieron que ahorrar muchísimo durante varios años. Había trabajado de camarera y recepcionista en el pasado, pero después de tener a su hija, ambos decidieron que podían permitirse que ella se quedara en casa. En su momento, pensó en volver a trabajar , pero su esposo se lo negaba. No quería que trabajara, no por machismo, bueno, algo si, pero era más por tenerla siempre a salvo. Antes de quedar embarazada, la asaltaron saliendo de la cafetería en donde había trabajado y cogió más miedo él que ella. Desde entonces, era un terror que su marido no quería volver a experimentar .

Las cuatro mujeres, habían logrado una mañana más que sus hijos desayunaran y cogieran a tiempo los autobuses. Tendrían que haberlos llevado ellas y no tenían mucho tiempo para eso.
Se quedaron en sus jardines viendo como se iban en autobús y se sonrieron .
Entonces, vieron un camión de mudanzas llegando a la casa del otro costado en donde vivía Evelyn.
Un coche los seguía desde atrás y lo vieron aparcar en frente la casa.
Con curiosidad, fueron al jardín de Evelyn y se cruzaron de brazos.

• Janet - nuevos?

• María - creía que al final no destinaban a Denis - preguntaba algo confusa

• Hannah - por lo visto si - suspiró

• Evelyn - sale alguien del coche

Miraron unas piernas que parecían no terminar nunca con un tono de piel bastante propenso a ser el típico de playa que acababan con unos zapatos de tacón rojos . Salió una espampanante de ojos marrones, el pelo de un castaño chocolate que sobresalía sus hombros y una sonrisa amplia. Llevaba unos pantalones cortos y un top algo ajustado. Fue a la puerta de atrás del coche y sacó a un pequeño niño que la sonreía sin cesar.

• Janet - la madre que la parió - agrandó sus ojos al verla salir del coche

• Hannah - bueno, ahora sí que mi marido me meterá los cuernos - hizo mueca al observarla

La miraron con algo de humos mientras la joven se acercaba a ellas.

- buenos días!

- buenos días - contestaron a la vez

- me llamo Penny Addams.  Y éste , es mi hijo Jordan

• Evelyn - encantada. Ellas son Janet Foster, Hannah Cox, María Díaz y yo,  Evelyn Miller.

• Penny - encantada de conoceros. Seremos vecinas!

• Janet - si! Juhu - intentaba imitar la fusividad de ella

- dónde le dejamos esto señora Addams? - elevó un poco la voz uno de los del camión de mudanzas

Se giró - voy! - las miró de nuevo - aún no tengo nada instalado, pero , si queréis pasaros más tarde, cuando tengáis un rato, pues, haría café y pastas

• Evelyn - claro - sonrió

• Penny - vale! Hasta luego entonces! 

Fue directa a la que sería su casa mientras era observada por ellas.

• María - es muy simpática - sonreía al decirlo

• Janet - demasiado - elevaba su ceja mientras hacía una nueva de disgusto

• Evelyn - no seas así Janet, es joven

• Hannah - demasiado. No lleva sujetador - se cruzó de brazos

• María - y qué?

• Hannah - que no es justo que las tenga redondas y hacia arriba - respondía con eje de envidia sana

Empezaron a estallar en carcajadas mientras se iban cada una a sus coches para irse a trabajar como todos los días. Cada una en una dirección diferente, y con el mismo pensamiento. Tenían curiosidad por la nueva.

Penny entraba en su nuevo hogar con su pequeño en brazos - mira mi amor, es nuestra nueva casa. Te gusta? - lo escuchó reír y empezó a dirigir a los hombres que tenían que colocar los muebles.

Penny Addams, era una joven de treinta y dos años casada con Luke Addams de treinta y cuatro años de ojos azules y rubio claro. Se conocieron también al instituto, pero no empezaron a salir hasta que él volvió cuando ella acababa de graduarse.
Entró en la cocina y vió lo grande que era. Podría cocinar tan bien allí!

Era repostera y pensaba en poner una pequeña tienda de cupcakes en donde venderlos también a domicilio. Hizo la tarta nupcial de su hermana mayor y la de los cuarenta años de casados de sus padres.
Aunque era una joven alegre y siempre tenía una sonrisa en su rostro, su vida no había sido fácil. Pasó por una enfermedad de pequeña que la llevó a estar hospitalizada en una clínica privada. Había sufrido bulimia y no fue fácil ni para ella ni para nadie.
Quedar embarazada, tampoco fue fácil . Le pasó factura esos años sin cuidarse , pero después de cinco años intentándolo, al fin quedó embarazada de su pequeño Jordan que era toda su vida entera.

Empezó a desembalar cajas , una de ellas con el álbum de fotos que compartía con su marido. Fotos de su boda, del embarazo, de su noviazgo... Miró la foto de su marido y suspiró mientras su sonrisa se esfumaba lentamente.
No entendió ese cambio de domicilio del todo, solo que lo habían destinado allí y que era su nuevo hogar.
No podía hablar mucho del tema, apenas tenía amigas, y ahora se sentía sola.

Una sensación que no era la única que padecía. Tenía en común con el resto de mujeres de ese barrio , todas ellas sentían la soledad , la tristeza, el miedo, y todas eran por el mismo motivo, sus esposos.

Unos esposos que llevaban tiempo en la misma unidad y ahora entraba un nuevo miembro, justamente el marido de Penny. Luke, que acababa de ser llamado para irse de misión con ellos.
La misión? Una de las peores de la historia que recordarían para siempre. Después del atentado en las torres gemelas, muchos soldados fueron llamados para ir a la guerra en Irak, y parecía que aún tardarían en volver a casa.

Penny atrajo una de las fotografías enmarcadas con un marco marrón claro hasta su pecho y soltó aire mientras tragaba saliva. Cerró los ojos mientras derramaba una lágrima. Su hijo intentaba llamar su atención y lo consiguió.

- vamos peque. Te voy hacer unas galletas con pepitas de chocolate. Y luego me ayudarás ha hacer más para nuestras invitadas . Que no sé ha qué hora vendrán, así que tenemos que tenerlo todo listo

Se lo llevó a la cocina mientras los hombres colocaban cajas y muebles. Tendría trabajo para desembalar y limpiar todo, pero tenía que hacerlo . Ahora, ese sería su hogar. En el condado de Bell, Texas. En una urbanización en donde todos los vecinos eran soldados.

Esas casas, habían visto crecer a muchos hijos e hijas, muchos destinos cambiados, y por desgracia, muchos soldados caídos. Las esposas, no podían permanecer en lo que habían sido sus hogares cuando eso ocurría, tenían que irse para que otra familia ocupara su lugar. Ese era su sino, pero sus peores pesadillas, eran cuando veían a un coche reglamental del ejército en donde bajaba un oficial y suboficial. Cuando eso ocurría, ya sabían de que se trataba. El mayor miedo de ellas era eso, verlos aparcar en frente de sus jardines. Cuando era en uno de ellos, se trataba de alguien de esa casa, y eso implicaba lo peor. Carta en mano... Esa maldita carta que más de una de ellas había recibido sin esperarlo. Nunca se lo esperaban. Daba igual cuánto quisieran estarlo, no podían...
Esa carta era el infierno que las hacía agonizar , esa carta que cuando era entregada, sus vidas se rompían en mil pedazos.

Hombres y mujeres desplegados a la guerra que podrían no volver nunca más a su hogar en donde ven el terror, el miedo, el infierno que se desencadena.  Pero nadie habla de sus esposas que se quedan en casa esperando para que ese coche no aparque en sus jardines, no, nadie piensa en la espera de una llamada de pocos minutos que ha veces nunca llega en días, o incluso semanas . Nadie piensa en la agonía que pasan todos los días estas mujeres. Aunque sean conscientes que son,
Esposas del ejército...

....

Amores! 👏👏👏👏 Empezamos! Decidme qué os parece por ahora!

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