Capítulo VI: Rapunzel
Ha llegado la noche y la puerta ha sido abierta, es mi marido quién entró a la casa. Me acerco a él para darle un pequeño beso en la mejilla.
—¡Hola, mi amor! —Sonrío—. ¿Cómo te ha ido hoy?
—Bien, nada nuevo. Hoy el señor Chevalier eligió a algunos empleados y nos invitó a comer en restaurante lujoso, es una buena persona y jefe. —Se puso un poco serio—. Oye, vi las luces prendidas en la casa vecina.
—Oh, es que hoy se mudaron ahí.
—Ah, ¿así? ¿Quiénes?
—Pude ver que era un joven de cabello rubio, pero luego no vi más.
Mortimer frunce el ceño, como si algo no le gustara.
—Mientras no se acerque a esta casa, todo estará bien —susurra con una voz bastante intimidante.
—Ven, te preparé de comer. —Lo llevo hacía la cocina.
Espero que le guste mi comida que le prepare con mucho cariño. Coloco el plato frente a él y me pongo a su lado para ver su cara cuando la pruebe.
—¡¿QUÉ MIERDA ES ESTO?! ¡SABE MAL! —grita fuertemente mientras lanza la comida al suelo—. ¡ME ESFUERZO CADA DÍA PARA LLEGAR A CASA A COMER Y ME PAGAS CON ESTO! ¡ERES UNA INÚTIL!
No. No me mires así. No te acerques. No me pegues. No. No. Para. Para, por favor. No. Duele. Duele tu cinturón. No siguas. No me lastimes. Duele. Duele. Duele. Para, ya... detente.
Por... favor.
Duele. Duele. Duele.
No.
El dolor que me ha provocado su mano y el cinturón es muy fuerte que no pude resistir y terminé desmayándome en el piso.
****
Mi cuerpo me duele, este frío piso no me ayuda a recuperarme, pero la poca fuerza que poseo me levanto del piso de la cocina. No había ningún ruido en la casa ni luz encendida, Mortimer se ha ido.
Como puedo, camino hacia las escaleras para tratar de llegar a mi habitación. Sé que tengo prohibido la luz del cuarto para cambiarme la ropa, pero... solo será esta vez.
Trato de mover mis manos para prepararme para dormir y me doy cuenta de que tengo los moretones por todo mi cuerpo, aún me punzan y me arden un poco. Además de que tengo algunas gotas de sangre escurridas en mi rostro.
Dios mío, estoy realmente mal.
Pero... él es mi esposo y debo serle fiel, aunque él me provoqué esto.
Debo aceptarlo, pues es el destino que yo he elegido.
Me acerco a apagar la luz del cuarto y acostarme más en la soledad de mi fría cama.
Solo conozco este solitario lugar que es mi casa, he olvidado que hay más allá de las ventanas de mi hogar. He olvidado como huele el césped recién cortado del jardín, como es sentir la tierra en los pies y como se siente la brisa que hay entre los árboles. No recuerdo como es el mundo de allá fuera, ya que he estado en cerrada en este lugar por ocho años.
Únicamente puedo asomarme un momento a la ventana y nada más.
Pero... no debo quejarme, debo estar callada.
Es mi marido, es mi destino, es lo que yo elegí.
Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo. Yo lo amo.
Yo... lo amo.
Yo...
Yo...
Yo...
...
... Yo lo odio.
Algo muy profundo en mí odia a mi marido a morir, pero... no tengo escapatoria. No puedo pedir ayuda, no tengo amigos ni familia y tengo miedo.
Solo me queda pensar que él me ama y que lo amo.
Solo puedo decir que esto está bien para sentirme mejor.
Esto es una pesadilla de la cual jamás escaparé.
Esto fue lo que elegí.
Mamá... tú que estás allá en el cielo, dime... ¿Qué debería hacer?
¿Qué es lo que tengo que hacer?
Dame una señal.
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