Capítulo 5.- De musas y diamantina.
Capítulo 5.- De musas y diamantina.
Para la boda de Izuku Midoriya e Itsuka Kendo, el gran Príncipe de las bodas se encargó de rentar un edificio histórico, específicamente, el fuerte Goryo-Kaku, ubicado en Hakodate, prefectura de Sapporo. Fue una exagerada cantidad de dinero la que se tuvo que dar para que le permitieran celebrar la boda en uno de los sitios más emblemáticos del lugar, además de que se agarró a palabras con más de una persona en diferentes idiomas, no sólo el japonés. ¿Pero para qué tantas molestias? Sencillo, la novia era una amante del boxeo y las cuestiones históricas del honor, por lo que deseaba con su alma llevar a cabo su boda en su gran fuerte, el cual además de ser estéticamente llamativo al tener forma de estrella, era un homenaje a todo soldado caído en los tiempos de guerra.
Por eso ahí estaban, helándose hasta las pelotas en el congelado clima de Hakodate, teniendo decoraciones en un chillón naranja, para darle el toque al cabello de la novia y con un Deku envuelto en un asqueroso traje naranja que resaltaba de aquí al otro continente, mientras se cagaba de frío, pues el tipo era tan necio que no quiso usar algún abrigo, todo con tal de no arruinar el horroroso traje.
¿De dónde sacaba sus ropas el nerd? Era una pregunta seria, no creía que existiera una tienda con semejante mal gusto para que el tarado comprara ya todo hecho. Que le patearan si no, pero estaba seguro de que Deku se mandaba a hacer sus nauseabundos trajes que no combinaban ni una mierda y jamás lo harían. El día que Deku vistiera adecuadamente y sin la necesidad de una sesión de fotos, él le vendería su alma al diablo, estaba seguro de ello.
—Oye "frutita" ... ¿De verdad no quieres un abrigo? Es la última vez que lo ofrezco—se burló Bakugou sacudiendo sus cabellos con ligera brusquedad.
El novio frunció el ceño ante el apodo nuevo sin comprenderlo y sobándose los brazos para darse un poco de calor, preguntó consciente de que seguramente no le gustaría saber.
—¿Por qué "frutita"?
—Porque con tu mierda de traje pareces una puta mandarina alterada genéticamente.
El rubio sonrió ante su broma y Deku no encontró modo de enfadarse dignamente más que sacar su lengua y cruzarse de brazos para comenzar a ignorarlo alejándose de él, lo cual en cierto modo, ayudó a Katsuki, pues tuvo que ir a apalear a uno de sus empleados que no se apresuraba con las flores.
De esa forma, Izuku pudo concentrarse en admirar con más detalle las decoraciones de Kacchan y olvidar un poco el frío que se calaba por sus huesos.
Las ruinas del antiguo fuerte eran muy llamativas y combinaban perfectamente con los jardines, además de tener una torre para poder apreciar la particular "forma de estrella" del fuerte. La elección de Itsuka-chan era preciosa y si ya de por sí, Goryo-kaku era como un viaje en el tiempo, el trabajo de Kacchan resaltaba lo surreal del sitio. Con crisantemos color naranja dentro de los jardines, listones del mismo color para crear un altar justo en el centro y lámparas antiguas de aceite para iluminar la caída del atardecer, no podía parar de enamorarse del talento de su casamentero.
Así que, en secreto, para que el gruñón Kacchan no se enfadara más con él de lo que ya lo hacía, sacó su pequeña cámara digital y fotografió el entorno dando más de mil suspiros.
Pero lo que Deku no sabía era que estaba siendo observado.
—El casamentero puede golpearte si te descubre haciendo eso—susurró alguien en su oído y otro poco tira su cámara ante la impresión.
Se giró sobre su cuerpo para saber quien le había asustado así y se relajó un poco al reconocerle. De cabellos rosados en curvas, ojos amarillos y una extraña sonrisa de superioridad, estaba la excéntrica Mei Hatsume, una de las mejores amigas de Itsuka y, por lo mismo, dama de honor.
Sus anteriores bodas no habían tenido damas de honor, quizá por muchos factores que marcaban la mala fortuna desde el principio. Uraraka por ejemplo, no tenía amigas, por lo que no le pidió a nadie que tomara tal papel y Melissa-san era una extranjera que no conocía a nadie, por lo que no pudo designar a una dama de honor.
Itsuka-san sí lo hizo, dándole la tarea a la investigadora del Instituto de Ciencias Hatsume Mei.
—Hatsume-san, no me asustes así, creí por un momento que había sido Kacchan.
—Me disculpo enormemente, sólo trataba de avisarte—cruzó sus manos al estilo de un científico, arruinando por completo la estética de su vestido naranja.
Izuku agradeció la advertencia guardando su cámara justo a tiempo, pues Bakugou ya había azotado a unas cuantas personas y estaba volviendo al lado del novio.
Y la fastidiosa dama de honor.
—Oye rara... ¿A qué puta hora piensa llegar la novia? Me siento en un jodido deja-vú—reclamó sin importarle los modales.
Pero afortunadamente Mei era inmune a sus groserías, pues encogió los hombros sin tener una respuesta afirmativa, dándole por su lado al casamentero y su pésimo humor.
El cual por poco y empeora cuando a Mei le dio por ser suicida. Con un nuevo tipo de sonrisa, se acercó demasiado a Izuku para, según ella, anudar correctamente la corbata naranja de su traje. La sangre casi escapa de sus venas, pues en lugar de apartar a la exuberante tipa, el nerd simplemente se sonrojaba ante la cercanía.
—Muchas... gracias por el apoyo... Hatsume-san.
Ella guiñó un ojo de manera traviesa y a Bakugou le dio un ataque.
—No es nada Izuku-kun—tanteó un poco de su pecho para alisar el traje y aquello fue la gota que derramó el vaso.
Sin disimular ni un poco su rabia, carraspeó con brusquedad alejando a la dama de honor del novio y gritando como era su costumbre para esconder en lo más profundo la desagradable sensación que se instalaba en su pecho cada vez que veía a Deku "ligando" con alguien más.
—¡Suficiente Dr. Frankenstein! ¡Llama a tu loca amiga, si no está aquí en menos de 15 minutos, quemaré el fuerte con todos ustedes dentro! —amenazó completamente furibundo e Izuku estaba por preguntar si él también estaba incluido, pero Bakugou leyó su mente—. Y tú también jodida "mandarina". Me tienen harto lo juro.
Sin tentar de más a la suerte, Hatsume suspiró lamentando la intromisión y se alejó para hacer la llamada mientras Izuku trataba de calmar sus nervios. Vale, era la tercera vez que estaba en un altar, esperando por alguien, con los mismos invitados de las anteriores ocasiones, expectantes a que ahora sí cumpliera su deseo o fracasara, porque con él nunca se sabía. Pero no debía preocuparse por nada, ahora sí todo saldría bien, estaba seguro de ello.
Aún si sus actos dijeran todo lo contrario.
Deshizo el trabajo de Hatsume con su corbata y lo volvió a hacer en un afán de relajar su estrés, seguido de ello, se tronó los dedos más de cinco veces y para cuando sus huesos no pudieron producir más sonidos, optó por morderse los labios, murmurando sin parar tonterías acerca del frío que hacía.
—En teoría estamos a menos 3 grados, si el agua a temperatura ambiente se evapora, cuando está helando de esta forma, podemos imaginar...
Aquello fue suficiente, no entendía para nada a Deku y su nerviosismo, era peor que todas las novias que había conocido juntas y lo podía afirmar sin duda alguna. No quería escuchar más murmullos sobre el clima y la forma en la que el agua se congelaba obviamente a temperaturas tan bajas. ¿Qué era? ¿Un crío de secundaria a punto de presentar un examen? Tenía 25 años, necesitaba empezar a portarse como un adulto o la vida se lo iba a coger de forma muy dura.
—Deku, cierra la boca—entrecerró los ojos y le llamó con su mano—. Ven aquí.
Le tomó de los hombros y le miró a los ojos de forma sumamente directa.
—Kacchan... lo siento... es sólo que...
—Tranquilízate, no tienes nada por lo cual sentirte nervioso. Te voy a decir algo que no le digo a quien sea y no pienso repetirlo, así que grábatelo en esa cabeza de algodón teñido que te cargas. ¿Está claro?—en esta ocasión, Izuku no replicó ante el apodo y asintió esperando las palabras de su planeador de bodas. Éste continuó—. Ella es muy afortunada de casarse contigo. ¿Lo escuchas bien? No tienes nada que temer, cualquiera mataría por estar en su lugar, así que deja los putos nervios.
Las palabras fueron sumamente secas y sin ningún doble sentido, a pesar de exasperarle como todos los días, Bakugou Katsuki hablaba en serio. Cualquier mujer e incluso cualquier hombre anhelaría estar en los zapatos de Itsuka Kendo, no podía procesar si quiera la idea de que esta chica dejara plantado al nerd, por lo que era un hecho.
Esa tarde Izuku Midoriya se casaba.
El joven pecoso enrojeció con el discurso de su gran amigo y sin frenar para nada sus emociones, se lanzó a sus brazos de forma efusiva, esbozando una sonrisa de tranquilidad.
—Gracias Kacchan, por estar conmigo, sin ti no podría hacerlo.
Acostumbrado a sus muestras de cariño que fastidiaban a más no poder, pero sin resistirse a ellas, Katsuki también le abrazó con una pequeña sonrisa de suficiencia. Sabía que Deku adoraba su trabajo, pero no negaba que se sentía bien el ser indispensable para él a nivel personal.
El carraspeo de Hatsume Mei interrumpió el dulce momento y a regañadientes, el casamentero se alejó del novio, pero sin perder del todo el contacto, pues dejó su mano aferrada a su costado para evitar que esa acosadora siguiera encima de su cliente. A Deku no pareció molestarle el toque y sin borrar esa cara de ángel que le caracterizaba, preguntó lo que ocurría.
—¿Y bien Hatsume-san? ¿Qué sabes de Kendo-san?
Ella giró los ojos ante la actitud posesiva de Bakugou e ignorándolo nuevamente le dio el teléfono celular a Izuku con dos simples palabras.
—Quiere hablarte.
Bakugou intensificó su agarre teniendo otro mal presentimientos, de aquellos que se estaban volviendo cotidianos e Izuku, ajeno a todo ello, tomó la llamada con demasiado optimismo.
—¡Hola Kendo-san! ¿Cómo estás? Oh... ya veo... entiendo... claro...—su rostro se apagó ligeramente y después de varios minutos, volvió a sonreír con un nuevo tipo de luz—... por supuesto que sí... muchísima suerte a ti también... y.... gracias...
Colgó la llamada sin decir ni una palabra más y cerró sus ojos con serenidad antes de devolver el teléfono celular. Evitó mirar a Kacchan imaginándose lo molesto que estaría y caminó hacia el centro de la estancia para dirigirse a la audiencia.
Ah no, por una mierda que no lo harás de nuevo, reclamó Katsuki en su interior sabiendo perfectamente lo que acababa de ocurrir y cuáles eran los planes del nerd. No volverían a festejar una fiesta para una boda que no se había llevado a cabo, el maldito hábito debía acabar ya.
—Mira jodido nerd... tú no tienes que...
Sus palabras fueron interrumpidas por una fugaz mirada por parte del propio Izuku, quien lució ligeramente enfadado. Contra aquello no podía, si ese idiota quería ridiculizarse por siempre, allá él, no sería un cómplice de sus estupideces.
Dio una patada al aire y se alejó de todo perdiéndose en el resto del fuerte. Izuku bajó la mirada ante su enfado pero no se retractó de sus actos y llamando la atención de todos, tomó la palabra.
—Queridos invitados, el día de hoy la novia tiene una pelea muy importante para su carrera, por lo que no podrá asistir a esta ceremonia. Así que yo les pido de la forma más amable que nos pongamos todos de pie y levantemos las manos al aire para darle buenas vibras a Itsuka-chan—hizo lo que él mismo indicaba y recitó como si nada—. Ahora todos: ¡Buena vibra!
Los invitados, un poco confundidos, pero sin replicar nada en contra del desafortunado joven que vivía por tercera vez un rechazo, obedecieron sus peticiones. El jardín del fuerte decorado con flores y luces naranjas resonó con las "buenas vibras" que se le mandaban a la novia ausente y Katsuki, a lo lejos, maldijo una y otra vez a esa jodida boxeadora.
Se suponía que ella era la buena. ¿Cómo había podido hacer algo tan estúpido? ¿Plantarle por un combate? ¿Qué mierda estaba sucediendo? No entendía nada, no comprendía por qué a pesar de estar enfadado por el chasco que nuevamente se había llevado al planear por tercera vez una boda para el tipo pelos de alga, algo en su corazón se sentía aliviado.
¿Qué demonios pasa conmigo?
****
—No comprendo qué hacemos aquí—cuestionó el joven chef sintiéndose ligeramente incómodo.
Fue difícil para él reponerse del rotundo rechazo de Shoto, pero lo cierto era que él tenía una personalidad optimista por lo que, una vez que se encerró un par de días a lamentarse su triste suerte, se repuso con facilidad del golpe y ahora podía volver a ser amigo del joven, olvidando por completo sus sentimientos por él.
Claro, si tan solo pudiese creérselo.
Definitivamente su mejor amigo no le hacía las cosas fáciles. No lo dejaba solo ni un solo momento, Todoroki Shoto en ocasiones podía llegar a ser un tremendo acosador sin saberlo. Los días que trató de evitarle para acomodar sus ideas y no delatar su corazón roto fueron un completo infierno. El pintor de arte impresionista hijo de la eminencia en medicina Enji Todoroki se la pasaba pegado a la puerta de su habitación, preguntando si todo estaba bien. Inasa hacía lo posible por responder como si nada y convencerlo de que nada malo sucedía.
Pero Shoto era brutalmente necio.
En varias ocasiones lo descubrió intentando cocinar para hacerle sentir mejor, cosa que bien le pudo enternecer de sobremanera si no fuese porque todo lo que ese hombre tocaba con sus manos, perecía, por lo que fueron incontables los momentos en los que se apareció en la cocina con un extintor, una caja de herramientas para reparar los electrodomésticos y uno que otro sacerdote, porque lo que Shoto había cocinado definitivamente no era de este mundo. En el mal sentido de la palabra.
La gota que derramó el vaso de su paciencia y le obligó a salir de su autoimpuesto retiro, fue que llamó a toda una gama de especialistas en medicina para auxiliar a su amigo, todo porque Todoroki estaba seguro de que Inasa se sentía enfermo y por esa razón no salía de su habitación ignorándole en el proceso. Quizá, si el joven heterocromático hubiese tenido tantito sentido común habría notado que Inasa simplemente le estaba evadiendo.
Pero no, aquello era imposible, se decía Shoto una y otra vez, así que la respuesta obvia era que estaba enfermo y de gravedad.
Por tal razón, el Dios de la cocina del Sakura's Bottom tuvo que ser sumamente directo pidiendo un poco de privacidad. Ante la petición, Shoto consideró hacer un trato justo. Él le dejaría en paz única y exclusivamente si le decía qué era lo que le tenía tan abatido. Ante semejante chantaje tan descarado y sin una pizca de vergüenza, Inasa tuvo que mentir con algo sumamente burdo.
"Me hacen falta materiales para un platillo que quiero realizar y no tengo el suficiente capital". Sí, era una mentira sumamente ridícula y sólo un despistado la creería, pero desafortunadamente Todoroki Shoto era un asocial que no prestaba atención a las señales obvias que estaba recibiendo, por lo que satisfecho con esa respuesta, se aseguró de comprar dicho material faltante.
Aunque claro, nunca creyó que para cumplir su deseo, lo sacaría en plena jornada de trabajo de la cocina y le llevaría a uno de los museos más emblemáticos de la ciudad.
—Sé que te parece muy extraño, pero hay algo que me gustaría mostrarte antes de darte tu regalo—explicó Shoto con su mutismo habitual y provocando un mini infarto en el cocinero, le tomó de la mano para conducirle dentro del recinto.
Los días que estuvo encerrado, Inasa tuvo la oportunidad de replantearse muchos de los hábitos que tenía con Shoto. Se tomaban de las manos casi todo el tiempo, comían juntos siempre, compartían las compras al estilo de una pareja de recién casados y cuando había tiempo, él cocinaba para su mejor amigo, preparando siempre sus platillos favoritos.
Contra todo pronóstico y recalcando el dolor en su corazón, debía admitir a su pesar que sus ilusiones nunca debieron tener fundamento, pero lo tenían porque Shoto creía su comportamiento como algo normal. Y no, no lo era, eran amigos, sólo eso, por lo que debía comenzar a desprenderse de él y esas costumbres que sólo le hacían daño.
El problema radicaba en que no tenía idea de cómo hacerlo, en esa clase de situaciones le faltaba el tacto, por lo que sin más remedio, comenzó por lo más inmediato. Retiró su mano cortando el contacto con el otro, cosa que le dolió más de lo que le gustaría aceptar, pero le hizo sentir mejor, porque de esa forma estaba dando un paso adelante hacia la superación de su amor por él.
Sin embargo, quien no pudo entender nada en esta ocasión fue el propio Shoto Todoroki. Inasa nunca había hecho algo así como retirar su mano, el contacto entre ambos era tan natural como el respirar y que de repente se alejara le hizo sospechar que había mucho más detrás. No intentó recuperar la mano de Inasa porque tampoco quería obligarlo a algo que ya no quería, pero no negó que se sintió raro, distinto.
Como si le hubiesen dado un puñetazo en el estómago y le quitaran las ganas de respirar por un instante.
—¿Qué es lo que veremos?—volvió a hablar Inasa, buscando aligerar la tensión generada y cambiando de tema al reconocer el museo en el que estaban—. ¿Aceptaron exponer una de tus pinturas al fin?
Shoto pudo sonreír un poco más aliviado ante la pregunta de Inasa, volvía a ser el mismo, sin necesidad de preguntar qué estaba cambiando entre los dos. Y muy dentro de su ser rogando por evitar dicho cambio.
—Así es, y me pareció el momento adecuado para darte tu regalo. Sígueme.
—De acuerdo—refunfuñó infantilmente Inasa con una sonrisa.
Dieron un par de vueltas en los pasillos que dividían el museo. El estilo del hogar que resguardaba más de un centenar de piezas históricas, pinturas producto del ingenio humano y fotografías sacadas de los paraísos más extraordinarios, se asemejaba a una mansión renacentista con colores pálidos que mareaban y a la vez intrigaban a su visitante.
En lugares así, Shoto se sentía en su elemento, pues su estilo iba más enfocado a expresar a través del arte todo lo que le preocupaba o le hacía sentir distinto. Sí, estaba encantado con dirigir el Sakura's Bottom y ser una de las principales competencias de Bakugou, pero no era algo que deseara hacer para siempre.
No, su corazón estaba en los lienzos y el óleo que destilaba a cada pincelada.
Estaban por llegar a la zona en la que se exhibía el cuadro de Todoroki, cuando éste se detuvo abruptamente y se giró para hacer una petición a su acompañante.
—Cierra los ojos por favor.
—¿Y eso?—la mala mirada de Shoto le hizo no replicar.
Inasa obedeció el pedido de su amigo con la curiosidad comiéndose sus entrañas y éste, temeroso de que le incordiara nuevamente su tacto, dio indicaciones a Inasa para que avanzara en los pasillos sin lastimarse al no poder ver. Una vez que estuvieron frente a su cuadro, dio un gran suspiro antes de pedir que abriera sus ojos.
El más alto hizo caso y una vez que se acostumbró a la luz, toda su resolución sobre alejarse lentamente de su amigo de la infancia y matar de un tajo todos sus sentimientos por él, tambaleó de una forma que nadie habría podido soportar.
Tenía ganas de tomarlo entre sus brazos, de girar su cuerpo en los aires para asemejar de algún modo los retortijones en su estómago que él le generaba con sus pinturas, específicamente la que tenía enfrente.
¿Por qué? ¿Por qué haces tan difícil el no quererte?
Todoroki había hecho muchos cuadros a lo largo de los últimos meses, pero el que no conocía había sido el elegido para exponerse. Se traba de una pintura de colores simples, un blanco, negro y rojo, mezclados en un retrato que mostraba a Inasa Yoarashi haciendo lo que mejor se le daba. Cocinar, crear magia. El cuadro de Shoto era una oda a su talento, a todo lo que él era y reflejaba de forma perfecta la manera en la que el chico percibía a su mejor amigo.
Como alguien excepcional y extraordinario.
Extendió sus manos con el regalo que Inasa no había pedido en realidad y trató de esbozar una sonrisa cálida para conocer su opinión.
—Espero que de verdad te haga sentir mejor. Esto es lo que yo veo en ti, tengas todo lo necesario o no, tú eres alguien que va más allá Inasa. Gracias por estar conmigo—el aludido recibió el obsequio bajando la cabeza y aún con ello, Shoto se atrevió a preguntar—. ¿Qué te parece? ¿Te gusta?
No podía más, estaba sobrepasando sus límites, llevando a la locura sus ganas de ser otra persona. Le amaba tanto, amaba su sonrisa sencilla, amaba su talento y amaba tanto ser su mejor amigo aún si dolía, pero ya no debía serlo más. Necesitaban distancia, necesitaba permitirle a Shoto encontrar a su verdadero amor y a él mismo sanar su corazón, ser libre, no volverse más dependientes de lo que ya eran.
Por lo que mordiendo su labio y sabiendo que iba a arrepentirse para siempre de lo que estaba por decir, Inasa apretó la envoltura de regalo con todas sus fuerzas antes de comenzar lo que sería la muerte fulminante de su amistad.
—No, no me gusta—agravó el tono de su voz y no se atrevió a mirar al otro a los ojos—. Shoto, te pido de la manera más atenta que no me dibujes nunca más.
Fue la primera vez en su vida que Todoroki sintió que le arrancaban algo del cuerpo y ni siquiera tenía idea del por qué. Pero lo que sí sabía era que estaba enfadado, como nunca creyó que lo estaría. Él había puesto su corazón en esa pintura, considerándola un homenaje para él. ¿Por qué había reaccionado de esa forma? ¿Qué pasaba con Inasa?
—No lo entiendo. ¿Por qué te desagrada el que te dibuje?—encaró cruzando sus brazos.
—No daré explicaciones, simplemente no quiero que lo hagas.
Por favor, no lo hagas más complicado, suplicó en su mente y ahora sí le miró, arrepintiéndose en el acto de hacerlo. El rostro de Todoroki era serio, pasivo y tranquilo, como siempre, pero en sus ojos se podía leer lo dolido que estaba y le estaba matando hacerle sentir así.
—Esa no es una respuesta, voy a dibujarte las veces que quiera, somos amigos y tú me dijiste que no había problema. Así que deja de comportarte como un cretino y volvamos al restaurante. ¿Está bien?
Inasa comenzó a perder la paciencia y todo el autocontrol impuesto. Debía detener la necedad de Shoto o terminaría explotando ahí mismo. Negó con todas sus fuerzas, desesperado por cortar los lazos, y le dio la espalda antes de dar el comentario final.
—No, no está bien y me queda bastante claro que necesitas con urgencia una novia para que yo pueda respirar por lo menos un poco, así que consíguete una y a mi déjame en paz.
Se alejó antes de decir algo más y dejando a Todoroki más confundido que antes. ¿Qué demonios tenía que ver una novia con su discusión? ¿A qué venía el tema? Además, no estaba cometiendo ningún delito, todo lo contrario, Inasa le dijo desde muy jóvenes que tenía la libertad de dibujarlo las veces que él quisiera. ¿Qué había cambiado ahora? ¿Qué era diferente entre los dos? ¿Y por qué Inasa estaba alejándolo? ¿Por qué se portaba así con él?
¿Realmente... no quiere estar conmigo nunca más? Se cuestionó mirando la pintura de su amigo, aquel que era el de siempre, el que sonreía y expedía una vibra de entusiasmo, dicha y amor por su trabajo. Ese era el Inasa que él adoraba y no podía entender por qué razón sentía como si su compañía, todo lo que ellos eran estuviese mal. ¿De verdad era asfixiante estar a su lado?
Por primera vez la respuesta le dio pavor, haciendo que todo doliera en lo más profundo de su corazón.
****
Tenía la mano extendida y a Camie a su lado sirviéndole una pastilla sumamente potente contra su dolor de cabeza. Sentía que todo le daba vueltas, tenía ganas de matar a muchas personas y gritar sin compasión a todo aquel que se cruzara en su camino. Ahora podía comprender un poco por qué su madre era tan gritona, mandona y excéntrica. Dirigir Rose Velvet te tenía con un paso hacia la muerte, el estrés por tener todo perfecto, complacer a novias caprichosas y la presión de organizar algo que le daba "felicidad" a los demás, era un arma de doble filo para la salud de cualquiera. Comenzaba a creer fervientemente que muy pronto acompañaría a Mitsuki en la tumba y todo porque tenía demasiados clientes fastidiosos, pero había uno en especial que estaba acabando poco a poco con su cordura.
—Mas le vale a ese jodido estropajo viviente no aparecerse frente a mi el día de hoy o lo herviré vivo, juró que lo haré Camie, me está cansando—declaró antes de colocar la pastilla en su lengua y pasársela con agua.
La rubia negó guardando los medicamentos en el botiquín, sin saber muy bien cómo decirle a Bakugou que parte de esa conducta repetitiva era su culpa. ¿Se cabrearía? Por supuesto que sí, porque su amigo era un orgulloso de primera que nunca iba a aceptar no tener la razón.
Pero al diablo con que se enojara.
—Si tanto te está cansando, deja de organizar sus bodas. Tú eres el que siempre dice que sí.
Él entrecerró los ojos sin poder dar crédito a lo que oía. ¿Ahora era su jodida culpa? El nerd era el responsable de tener una suerte de mierda al elegir una compañera de vida. Si esa maldita cara redonda o la extranjera disléxica o la boxeadora no le hubiesen plantado, definitivamente ya no sabría nada de él. No era su problema. ¿Por qué él debía pagar las consecuencias?
—Me da lástima.
Camie enarcó una ceja. ¿Estaba de coña? No le daba pena, eso no era un acto de caridad, lo suyo tenía nombre y apellido. Valiéndole si perdía para siempre su sociedad con Bakugou o la vida, cuestión de enfoques, dijo lo que pensaba sin tapujo alguno, a ella le gustaban las emociones fuertes.
—No te da lástima, te gusta, eso es lo que sucede.
La mano azotando el escritorio, el gruñido y la rabia emanando del cuerpo de Katsuki no la asustaron ni un poco. Ella cruzó sus brazos y con cara de póker le sostuvo la mirada.
—¿Qué tontería estás diciendo?
—Lo que oyes, te gusta Izuku Midoriya, por ese motivo nunca le dices que no—hizo una sonrisa ladina y continuó jugando con su vida—. Nunca creí que llegaría el día en que el gran Bakugou Katsuki sería doblegado por alguien, pero los milagros existen, estoy muy entusiasmada de poder presenciar uno.
—Vete a la mierda jodida enferma mental. Deku es un hombre y es horrible, con esas bastardas pecas tan perfectamente simétricas y esos ojos gigantes que se carga no tiene nada de atractivo para mí.
Sin poderlo evitar, Camie dio una carcajada de completa satisfacción, incluso queriendo insultar al dulce Izuku, Bakugou fallaba estrepitosamente. Era imposible que lo siguiera negando, le trataba distinto, su hostilidad estaba menguada cada vez que el joven con mala suerte en el amor le hablaba o sonreía. Eso sin mencionar la forma en que parecían buscar la compañía el uno del otro, a veces Camie se preguntaba por qué razón Izuku insistía en casarse con otras mujeres teniendo un crush con su casamentero.
Porque era lógico, no había otra explicación a su apego más que esa, la duda estaba en comprender qué quería realmente Izuku y el motivo por el que se comprometía con mujeres salidas de la nada.
Quizá nunca lo sabremos.
—Prueba que no tengo razón. Si Izuku-kun se aparece por esa puerta y te pide cualquier cosa, lo que sea, tú te negarás. De lo contrario, aceptarás que ese solecito te trae loco. ¿Cómo ves? ¿Aceptas el reto?
—Por supuesto que sí, maldita loca. Ya lo verás, en cuanto la mantis religiosa peluda venga, la mandaré directo a la mierda—aseguró Bakugou con convicción.
Su colega simplemente giró los ojos, era el apodo más grotesco que había escuchado en su vida y de verdad agradecía que Izuku no lo conociera.
Afortunadamente para ambos, el tiempo que tuvieron que esperar para ver su reto en acción no fue mucho, pues Katsuki más o menos comenzaba a recuperarse de su dolor de cabeza y los mareos cesaban cuando la puerta de su despacho se abrió, mostrando al sonriente modelo del Stars Blue, brillando como era su estilo.
De manera metafórica y literal.
Llevaba pantalones acampanados color aluminio, dando destellos a cada movimiento, una gorra naranja fosforescente y una playera rosa con verde en estampados de diamantina. Ese niño era un pecado contra la moda, en todo el sentido de la palabra.
—¡Buenos días Kacchan! ¡Buenos días Camie-san!
Bakugou cubrió sus ojos sintiendo que el brillo taladraba más su cabeza y Camie intentó cubrirse riendo con ganas.
—¡Joder Deku! ¡Eres peor que una señal de tránsito! ¡Qué putas quieres! Con que sea otra de tus malditas bodas, te mato aquí mismo.
Sin tener miedo alguno de la amenaza de Kacchan y ensanchando su sonrisa, Izuku tomó asiento frente al rubio, negando con seriedad.
—Nada de eso, esta vez no hay boda alguna—hizo un ligero gesto de vergüenza—. En realidad vine a invitarte a un lugar, en modo de disculpa por lo de Itsuka-chan. ¿Qué dices? ¿Vienes?
Era la oportunidad perfecta para cumplir el desafío de Camie, tenía demasiado trabajo, un puto dolor de cabeza que le trituraba hasta la hipófisis y la imperiosa necesidad de demostrar que ese nerd no tenía el control. Claro, era algo sencillo, decir que no a una salida con Deku y de paso mandarlo a quemarse en vida por la horrorosa ropa que llevaba.
Sin embargo, antes de que se atreviera a hacerlo, quitó las manos de su rostro para encararle directamente y los entusiastas ojos de Deku, verdes como el jade y el rocío, brillaban con el anhelo palpable de compartir una tarde juntos.
Maldito Deku bastardo, siseó por lo bajo antes de responder.
—Está bien, vamos a ese puñetero lugar.
Camie no pudo con la burla mordaz que salió de sus labios y él le mostró el dedo de en medio sin decoro alguno mientras se levantaba de su asiento para ir al lado del nerd.
—¡Kacchan! ¡No seas grosero!—reprendió Izuku, a lo que Bakugou no le dio importancia alguna.
—¿Vamos a ir o no? Date prisa, no tengo todo el día.
Haciendo una reverencia para Camie, Izuku se despidió de la socia del Rose Velvet y ella los dejó partir no sin antes recibir las indicaciones de Katsuki y sus gestos obscenos ante su pose de superioridad. Ella ganó y ni siquiera podía negarlo. Aunque a estas alturas era una jodida estupidez. Sí, le gustaba el nerd. ¿Había algún puto problema con ello?
Claro que sí, el hecho de nunca tener la oportunidad de ser correspondido.
Qué puta mierda.
&&&&
Mi regalo de día de Reyes para ustedes <3
Kacchan no puede decir que no a Deku :3
Confieso que no sabía qué título ponerle al capítulo de hoy y pensé: ¿Qué hay en este capítulo que sea llamativo? La diamantina llegó sola jajaja
Sin más espero que les haya agradado y nos estamos viendo en el próximo.
Muchísimas gracias!! Les amo!! Besos!!! :D
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