Capítulo 17.-Saber cuándo rendirse.
Capítulo 17.-Saber cuando rendirse.
Tenía una cita, en realidad no tenía idea de cómo se había armado de valor para visitar las oficinas de Bakugou, pero era un hombre de palabra dentro de lo que cabía, por lo que después de mucho meditarlo y pedir el consejo de su amiga, consideró que era lo correcto. Se había asesorado legalmente con respecto al tema, pero su abogado, un tipo bastante gruñón y raro, le había dejado en claro que estaba jodido.
Y aquello no le tenía del todo satisfecho.
Entendía que fue estúpido confiar de esa forma tan ciega en Seiji, pero en su defensa debía decir que lo consideraba uno de los amigos más cercanos que tenía. Nunca pasó por su cabeza que en su envidia y celos a Shoto, terminaría haciendo algo tan ruin. Sí, también en eso fue un imbécil, pues si ya era consciente de la animadversión que ese par se cargaba, debió ser más cauteloso. No contarle sus dilemas amorosos con el pintor, no involucrarlo de esa forma en el problema que cargaba con su amigo de la infancia. Shoto era completamente inocente, el único que tenía un problema era él mismo.
Tragó saliva con dificultad ante el nerviosismo que le consumía y se acercó a la recepcionista para anunciar su llegada. Según Camie, llevaba varios minutos esperándole y no era correcto retrasarle así en sus actividades. La empleada de Bakugou fue amable y sumamente eficiente, pues en cuestión de minutos le dio el acceso.
En realidad no sabía muy bien qué le iba a decir y cómo hacerlo sin sonar desesperado. Eran demasiadas emociones en tan poco tiempo. Su mudanza fue un caos, comenzando por la exagerada cantidad de cosas que tenía en el departamento con Shoto. Cada vez que guardaba algo recordaba la ocasión en que decidieron rentar juntos, las múltiples visitas a diferentes casas o conjuntos habitacionales, las anécdotas curiosas o incluso desagradables. Quizá en su top podía incluir la vez que visitaron una casa con exceso de moho e inundaciones.
Eran memorias agradables, llenas de cálidos momentos juntos que ahora le parecían lejanos y dolorosos. Su error fue enamorarse, de no haberlo hecho, todo sería normal ahora y no tendrían por qué atravesar semejantes transformaciones. Los ojos de su Shoto estarían llenos de esa acogedora luz que siempre le había gustado. Desde que eran niños, con su extrema timidez y nulas habilidades sociales, su gusto por los dibujos y las risas que compartieron cuando hicieron su primera travesura juntos.
Diablos, realmente no debí enamorarme... ¿Pero cómo lo evitaba? Pensó aún más abatido que antes y justo entonces decidió entrar a la oficina del gran planeador de bodas.
—Bienvenido bastardo pelón. ¿A qué debo semejante honor?—cuestionó Bakugou de forma cuidadosa, pues independientemente de lo que Camie le había comentado, él no dejaba de ser un empleado del mitad-mitad, lo que le convertía en un enemigo potencial.
Inasa sonrió ante el apodo de Bakugou, era un don el suyo, sólo a ese hombre se le ocurrían tantas cosas y aún así tenía cabeza para ser rudo y educado al mismo tiempo. Indagando con la mirada si podía tomar asiento, el rubio asintió haciendo lo mismo mientras adquiría una pose cargada de autoridad y suficiencia.
—Gracias por recibirme, en realidad es sencillo. Necesito tu apoyo. Sé que estás al tanto de lo que sucedió con mis recetas y aunque he intentado proceder de forma legal, mi abogado simplemente comenta que al no hacer patente alguna, Seiji puede hacer lo que quiera—se irguió ligeramente para ser conciso en lo que estaba por pedir—. Por eso estoy aquí, directamente te lo solicito. Requiero tu ayuda.
Katsuki sonrió, era bueno que Yoarashi quisiera hacer pagar a ese cabrón por su osadía, pero le parecía muy noble que buscara la forma burocrática y hasta en cierto modo, limpia. Si había algo que su madre le enseñó desde muy temprana edad, fue a aplastar a los desgraciados de forma despiadada y sin escrúpulo alguno. Seiji Shishikura no merecía tanta vehemencia, no después de conseguir el éxito de su restaurante a costa del trabajo del cabeza de foco, aquello era lo más deshonroso que podía existir y las tretas sin duda se pagaban caro. Seiji quería jugar al villano, de acuerdo, se le complacería, pero con todo lo que implicaba.
A su modo y en su territorio, él jugaba sucio.
—Me parece curioso que acudas a mí. ¿No se molestará tu noviecillo mitad-mitad por eso?
El cocinero hizo una mala mirada ante el modo despectivo de Bakugou y a pesar de no estar en los mejores términos con Shoto, sí tenía planeado ser muy puntual con lo que le permitía decir de él y lo que no.
—No metas a Shoto en esto, ustedes dos pueden solucionar su necedad y orgullo sin involucrarme, pero vuelve a expresarte de esa forma sobre él y lo lamentarás. No te tengo miedo.
El príncipe de las bodas enarcó una ceja antes de esbozar un gesto intrigado por la forma en que Inasa se hablaba de su rival.
—Ya veo, están peleados. Algo me comentó Camie. Te mudaste y una tontería así. ¿Por qué de repente eres tan independiente de él? ¿Acaso te confesaste y te rechazó? Eso explicaría lo patético que luces...
Sus palabras fueron interrumpidas cuando Inasa no lo toleró más y de forma impetuosa se levantó para azotar sus manos en el escritorio y ponerle un alto. Bakugou conocía el temperamento de ese tipo, era demasiado entusiasta para casi todo lo que hacía y siempre buscaba sonreír, alegando tener una buena vibra para enfrentar la adversidad.
Que se alterara de esa forma sólo significaba una cosa. Había dado en el clavo sin querer.
Auch, joder mitad-mitad, qué cabrón puedes llegar a ser.
—¡Cierra la boca! ¡Y qué! ¡Qué más da si exactamente eso fue lo que paso?—gritó el más alto mientras Bakugou sólo observaba hasta que su intensidad fue menguando—. Creo que tengo todo el derecho del mundo de intentar hacer mi vida a pesar de todo. Lo amo, siempre lo haré, pero no lo voy a obligar a que sienta lo mismo. Si eso te parece lamentable, es muy tu problema.
Bien, ya lo había dicho y se podía ir despidiendo del apoyo para castigar a Seiji, le acababa de gritar a la única persona con el poder necesario para proceder con sus deseos, pero no se había podido controlar. El sarcasmo de Bakugou no le venía bien ahora, debió comprender que esa sería su reacción.
Sin embargo, Katsuki siempre terminaba sorprendiéndole de mil formas. En lugar de sacarle a patadas de su oficina como creyó que sucedería, simplemente le pidió con un ademán que volviera a tomar asiento y se relajara, como si no le afectara en lo absoluto su repentina explosión.
—No me malinterpretes Yoarashi, no tengo facultad alguna para recriminar tus actos y aún si la tuviera, no lo haría. Al contrario, te lo aplaudo. A veces es bueno saber cuándo debes rendirte. No muchos se atreven a abandonar un lugar en que no son necesarios—desvió la mirada ante lo último, como si ya no hablara de Inasa específicamente. Claro, el gesto fue tan imperceptible que casi no lo notó, ya que al instante, Bakugou recuperó su semblante cínico—. Por esa razón, relaja tu calva, voy a ayudarte. Es más, ya me estoy encargando de ello.
Inasa se sorprendió con el dato, si Bakugou ya tenía algo en mente, significaba que llevaba rato buscando desquitarse. Lo conocía, era orgulloso y sumamente dedicado en todo lo que planeaba. Si Seiji había cometido el error de creer que podía sobornarle con sus recetas, estaba acabado, por completo.
Nadie se atrevía a insinuar que no podía hacer algo por su cuenta.
—En ese caso te lo agradezco, tanto tu ayuda como tu... comprensión.
Ante el titubeo, Katsuki comenzó a trabajar de más en su cabeza, Inasa Yoarashi era brillante, pero estaba estancado y si en sus manos estaba aplastar a ese puto ladrón de recetas a la par de potenciar a semejante joya, no desaprovecharía la oportunidad.
Por esa razón se atrevió a hacer su siguiente movimiento.
—Yoarashi... tengo una propuesta para ti.
El aludido ensanchó los ojos y por la forma en que el príncipe de las bodas le miraba, tuvo demasiada curiosidad.
—¿Qué clase de propuesta?
Y Bakugou Katsuki sólo sonrió.
****
Reunidos en el café de siempre, junto al gran ventanal que daba a la calle, Momo Yaoyorozu contemplaba las fotografías expuestas sobre la mesa por Izuku. El joven modelo se tronaba los dedos desesperado por escuchar su opinión. Ella era la mejor amiga que tenía en todo el mundo, la adoraba demasiado y siempre le contaba todos sus problemas, pero había una sola cosa que mantuvo en secreto todo ese tiempo de fiel amistad. Era deshonroso si se consideraba que siempre hubo confianza entre ellos, pero no era una cuestión de ese tipo. Todo lo contrario, Momo era tan especial para él que le avergonzaba demasiado contarle su sueño frustrado.
Ahora que lo estaba haciendo, no pudo evitar recordar la forma en que la conoció y cómo se volvieron amigos. Inició cuando se unió a Stars Blue y Sr. Nighteye le presentó a la fotógrafa estrella del sitio, explicando como la joven Momo Yaoyorozu era todo un prodigio en su trabajo, algo verdaderamente digno de contemplar. Claro, la presentación estuvo cargada de indirectas hacia Izuku y el hecho de que ella sí era una fotógrafa de verdad.
Desanimado con semejante titan que se le presentaba, su sueño se fue a la basura en ese instante y se entregó por completo a la tarea de ser un modelo. En aquella época vestía de forma normal, por lo que no fue muy difícil que se adaptara a la tarea de posar para una cámara. Su primer trabajo se trató curiosamente de una campaña para promocionar un teatro y los espectáculos que ofrecía. Tuvo que caracterizarse y mostrar un rostro melancólico que pudo ejemplificar, pues así de desanimado se sentía.
Una vez que terminó la tarea, fue la brillante fotógrafa la que se acercó a preguntarle si estaba bien y él, en su afán de asesinar su sueño, simplemente asintió aislándose por completo de todo lo que tuviese que ver. Abandonó la carrera de fotografía, tiró todas sus cámaras y accesorios y simplemente se dedicó a modelar, siendo considerado como un novato con mucha suerte, pues a pesar de ser pocos los trabajos que le tocaban eran buenos y él los desempeñaba perfectamente, por lo que poco a poco empezó a hacerse un nombre en Stars Blue.
Pero así como su popularidad crecía, de igual modo su esperanza menguaba.
Fueron varios meses después cuando las cosas cambiaron, cuando Momo necesitaba a alguien que le acompañara a un evento y nadie estaba libre. Sólo Izuku, con sus pantalones de mezclilla, zapatos deportivos y una sudadera que combinaba perfectamente, era la única opción. El pecoso creyó que al no vestir formalmente, ella no lo tomaría en cuenta, pero se equivocó, pues al ser el único que tenía tiempo, prácticamente lo secuestró y jamás lo dejó ir.
Yaoyorozu lo llevó a un evento de arte en el que tenían que vestir de forma extravagante y sin muchas opciones ni tiempo para diseñar un atuendo que calzara con el tema de la reunión, la chica compró botes de pintura de colores, un par de sombreros con plumas y chalinas de cuero para parecerse a los primos de un payaso mal vestido. Cuando Izuku quedó transformado con semejante combinación, algo en su interior lo encontró agradable.
Jamás olvidaría lo mucho que se divirtió en el evento, pues pudo conocer a muchísima gente con múltiples sueños y ganas de seguir adelante. Fotógrafos, cantantes, escritores y artistas. Gente de colores y personalidades varias, gente que no le temía a nada y expresaba lo que sentía.
Gente como él, en varios aspectos.
Gracias a ello descubrió un par de cosas de sí mismo que ignoraba, la primera y más importante, que se sentía sumamente cómodo con ropas llamativas que a nadie se le hubiese ocurrido usar. Y la segunda, no podía abandonar su sueño, éste siempre volvía y estaba bien, aún si no tenía el talento, lo haría realidad a su manera.
A partir de entonces comenzó a vestir de forma rara, gozando la forma en que Sr. Nighteye palidecía ante cada atuendo y después, cuando murió, torturando a Mirio Togata, su subordinado. También, desde esa salida, comenzó a salir más con Momo hasta convertirse en los mejores amigos que eran hoy.
Y ahora ahí estaba, compartiendo su secreto.
—¿Crees que... son malas?
La chica no despegó la mirada de cada una de las fotografías y cuando estuvo convencida de lo que estaba por decir, señaló una de las imágenes.
—Me gustan todas, pero esta es mi favorita—sonrió de forma enternecedora hacia la fotografía elegida—. Lo que muestras aquí es hermoso, prácticamente es un homenaje a la belleza. Izuku-kun... ¿De verdad son tuyas? Porque de ser así, creo que tienes bastante talento.
El mencionado tuvo ganas de llorar con lo que le dijo la chica más especial de su vida, después de su madre. ¿Cómo pudo ser tan ciego? ¿Cómo se dejó vencer tan fácilmente todos esos años? Si no hubiese escuchado las palabras del que era su jefe, su vida habría sido distinta. ¿Qué tan sencillo es romper un sueño cuando éste no es lo suficientemente fuerte? Era muy joven, ciertamente lo era, pero no debió ser tan débil.
Lo sabía ahora, él era mucho más que un rostro bonito.
—Gracias Momo, no tienes idea de lo que significa para mí. Tú eres el ejemplo perfecto de lo que siempre he anhelado ser.
Ella negó tomando su mano entre las propias y de la manera dulce que siempre le había caracterizado, dio un pequeño regaño a su mejor amigo.
—Nunca anheles ser como alguien más, siempre desea ser tú—sonrió con los ojos llorosos y se levantó de su asiento para darle un abrazo—. Mírate, eres increíble de verdad, tus fotos son muy buenas y eres un modelo maravilloso. Qué exceso de talento Izuku, no necesitas compararte con nadie.
Él correspondió el abrazo dejándose llevar ahora sí por las lágrimas y con varias carcajadas celebró que su fe había vuelto por completo. Aún si nunca debió dejarla ir.
—Eres mi mejor amiga Momo-san, te quiero tanto, gracias.
—De nada—se limpió las lágrimas como si nada pasara y comenzó a bromear mientras se sentaba en su lugar—. ¿Y bien? ¿Cuándo se exponen tus fotos? Porque no me creo eso de que eres un principiante que no tiene su propia galería.
Izuku volvió a reír con más calma guardando en el momento todas las fotos, ya no era vergonzoso y podía mostrarlas cuando quisiera, se habían acabado la timidez y el temor.
—Pues es hora de que lo creas, apenas empecé en esto, veo muy complicado que alguien quiera mis fotos en una exhibición.
—Mi madre las quiere—interrumpió una tercera voz.
Ambos miraron al responsable sin poder creer que no lo hubiesen notado antes. Bebiendo calmadamente un café frappé con avellanas y habiendo escuchado casi toda la conversación, Todoroki Shoto se encontraba frente a ellos y no lucía tan bien como hubiesen creído. Para ser un joven que gustaba de entrometerse en conversaciones ajenas, su semblante parecía el de un novio abandonado por su pareja.
Y tal vez, internamente así se sentía.
—Todoroki-kun. No te he visto en un buen tiempo, me alegra—señaló a su mejor amiga para presentarla—. Ella es Yaoyorozu Momo, la mejor fotógrafa de Stars Blue y del mundo.
Shoto hizo una reverencia dándole la mano a Momo, quien la tomó mientras asentía un poco avergonzada de las palabras de Izuku, no era para tanto, ella se consideraba alguien común en su trabajo.
—Es un gusto Yaoyorozu. Mi nombre es Todoroki Shoto.
—El gusto es mío, siempre es bueno conocer a los amigos de Izuku.
Y con presentación tan simple, ambos empleados del Stars Blue invitaron al joven pintor a tomar asiento con ellos para así actualizarse en todo ese tiempo que no se habían visto, específicamente, desde su boda con Jirou-san. Todoroki se sorprendió de escuchar que el modelo había tenido dos bodas más y con la última ya había llegado a su límite, o al menos eso era lo que aseguraba a cada momento. Momo y Shoto por supuesto, lo dudaban completamente.
Una vez que Izuku dejó de ser tema de conversación, fue turno del recién llegado y las preguntas sobre su estado de salud, su restaurante, las recetas robadas de Inasa o el mismo cocinero, no se hicieron esperar, ensombreciendo de más su gesto.
—Poco a poco nos hemos ido recuperando de aquello, los clientes regresan, algunos empleados consiguieron un mejor trabajo. En realidad estamos escasos de personal, pero de manera lenta y segura, Sakura's Bottom renace de las cenizas—trató de sonreír con calidez, pero no lo logró por completo.
Izuku, de forma ingenua y sin entender hasta que punto era despistado, continuó con las preguntas hundiendo el dedo en la llaga.
—Mientras no pierdas a tu cocinero estrella, todo estará bien.
Fue el tiro de gracia, pues hablar de Inasa le deprimía más de lo que quisiera admitir. Desde que se había mudado dejándolo completamente solo en el departamento, sentía más y más cómo se alejaba para siempre. Su mayor miedo se había cumplido, lo estaba perdiendo, pues en el restaurante casi no tenían tiempo para verse o hablar. Al faltarles personal, él debía repartirse para atender a los pocos comensales que tenía. Ese día podía darse el lujo de beber un café de "The Rikido's" únicamente porque Inasa había faltado a su trabajo, dejando al restaurante a la deriva, con ello consideró darles un pequeño descanso a sus trabajadores.
Él mismo lo necesitaba.
—Creo que es un poco tarde para eso Midoriya.
—¿Por qué lo dices?—preguntó con cierto tacto la fotógrafa, quien sí pudo relacionar el humor del amigo de Izuku con el paradero de su cocinero—. Puedes contárnoslo si gustas.
El mencionado asintió y procedió a explicarles el dilema en el que se encontraban sus sentimientos. El cómo Inasa siempre había sido su mejor amigo, lo normal que era el estar juntos y cuando las cosas comenzaron a cambiar. No tenía muy claro el momento exacto, pero sí sabía que todo se fue al traste cuando Inasa le besó de esa forma tan bella en esa noche de borrachera y enredos mentales.
¿Le había gustado el beso? Claro que sí, pero le mareaba demasiado el no comprender si le había gustado porque se trataba de su mejor amigo o porque se sentía atraído de esa forma hacia él. ¿Besarlo de nuevo lo resolvería? ¿Y si no? No tenía derecho de experimentar de esa forma con Inasa, él se merecía el cielo entero, una persona que cuando escuchara una palabra dulce de su boca, su cuerpo entero se estremeciera de felicidad, que al tocarse sus nervios brotaran y su mente flotara. Merecía a alguien que le amara de esa forma tan apasionada e intensa que Inasa era por sí solo.
Sí, merecía a alguien así y a pesar de todo, odiaba la sola idea de que ese alguien existiera.
Una vez expuesto su problema, Momo se tomó el atrevimiento de tomar su mano entre la propia para darle apoyo moral. Izuku se mordió los labios sin saber qué consejo dar y finalmente Shoto pudo respirar un poco al haberlo sacado de su sistema. Todo es mejor cuando alguien te escucha aún si no sabe qué decir, la palabra a veces sobra, pero la compañía siempre basta.
—Tengo miedo, miedo de que nuestras vidas cambien, miedo de arruinarlo todo y lastimarle. Miedo de que no sea amor, me moriría si no lo es, porque entonces nunca podríamos volver a ser los mismos si nos aventuramos a esto.
Las palabras de Todoroki conmovieron a sus dos espectadores, pero no les detuvo de ser francos, especialmente Momo, pues ella consideraba que el problema era más simple en realidad. Deku por su parte, recordando todo lo que alguna vez Kacchan le había dicho sobre los sentimientos que existían entre Inasa y Todoroki, creyó que ser directo era la mejor opción.
—Pero Todoroki-kun... las cosas jamás podrán ser como antes. Ustedes ya no pueden volver a ser amigos, todo ya cambió y ya le lastimaste... ya se lastimaron mutuamente. ¿Qué más puedes perder?
Por primera vez Shoto sintió que se le iba el oxígeno, sus labios temblaron, sus ojos se aguaron y por más que intentó contener las lágrimas, no pudo más, dejándose llevar. Momo, siendo tan comprensiva, le abrazó a pesar de apenas conocerle para que pudiese explayarse en sus sentimientos. Izuku se unió al abrazo y lo dejaron llorar hasta que estuvo satisfecho, como si en todo ese tiempo, no hubiese podido hacerlo, como si todos sus sentimientos los hubiese guardado para evitar el colapso.
Pero el corazón se desborda y fluye, tanto la tristeza como la dicha misma no pueden mantenerse en el interior para siempre. Y con el amor es igual, éste siempre encuentra su propósito, demora, se pierde e incluso se puede llegar a desvanecer.
Pero no perece, sobrevive y renace, para mostrar el camino.
—Gracias—el dueño de Sakura's Bottom sonó su nariz, limpiando el resto de las lágrimas que mancharon su rostro y entonces sí sonrió con sinceridad—. De verdad les agradezco mucho que me hayan escuchado, lo hace más sencillo, por lo que acabo de decidirlo. Hablaré con él y expondré estos miedos. Si lo hago, tal vez juntos encontremos una solución. Creo... que estoy listo para intentarlo.
—¡Así se habla Todoroki-kun!—animó la pelinegra con una sonrisa maternal e Izuku, entusiasmado de verdad ante la expectativa, también celebró.
—Exactamente, lo más importante es siempre hablar con la verdad y decir lo que sientes sin miedo alguno.
Ante tal declaración, Momo se permitió mirar con escepticismo al pecoso. ¿En verdad él tenía todo el derecho de decir algo así? Cruzó los brazos con una palpable indignación en su rostro y de manera sarcástica contratacó a su mejor amigo.
—¿Lo dices en serio? Mira quien habla. Si tanto crees en lo que dices, respóndeme... ¿Cuándo le piensas confesar a Bakugou Katsuki que tus últimas cinco bodas han sido falsas?
Todoroki recién había retomado la bebida de su café, pero al escuchar aquella revelación, no pudo frenarse y escupió todo en la mesa. Izuku palideció ante semejante confrontación y al otro lado del ventanal en el que ellos estaban, alguien jadeo con sorpresa, pero fue tan momentánea que ninguno de los presentes, lo notó.
—¡Momo! ¡Dios santo! ¡Mira lo que has provocado!
Evadiendo sus pecados, pidió al mesero de la cafetería un pañuelo para poder limpiar el desastre de Shoto, quien recuperado de su asombro, no dudó en ser franco.
—¿De verdad han sido falsas? Midoriya, no lo puedo creer.
—Pues hazlo, este chico es un loquito que ha pagado millones en bodas falsas sólo para poder pasar tiempo con el casamentero que le gusta—explicó la chica con cierta puya.
Sintiendo que ya no valía la pena seguir mintiendo, Izuku negó con sus manos siendo muy puntual, Momo reprobaba sus acciones, pero no lo entendía del todo.
—A mí no me "gusta" Kacchan—hizo comillas ante lo último y después bajó la mirada con cierta tristeza—. Estoy profunda y completamente enamorado de él, pero eso no importa porque él me rechazó y no hay nada que pueda hacer al respecto. Todo lo que quiero ahora es poder estar a su lado aunque sea como un amigo, no me importa lo que tenga que hacer.
Momo giró los ojos ante las depresivas palabras de su amigo y Shoto no pudo evitar escupir una vez más el poco café que se había salvado. ¿Qué tontería estaba escuchando? ¿Bakugou rechazando a Midoriya? ¡Pero si se notaba a leguas que era completamente correspondido! ¡Qué está pasando!
—¿Rechazarte? Perdóname pero no puedo creerlo.
Y fue sincero, de verdad le costaba muchísimo entender de dónde había sacado la idea de que a Bakugou le era indiferente. La joven fotógrafa asintió a las palabras de su nuevo amigo con cierta exasperación.
—Se lo digo todo el tiempo, pero no me escucha, está necio en que Bakugou le rechazó y nada lo saca de ahí.
—Porque es la verdad—respondió el más bajo un poco enfadado con sus dudas—. Él me lo dijo fuerte y claro, jamás saldría conmigo. Y está bien, me hice a la idea de que podíamos ser amigos y estar juntos, por ello forjé todo esto, pero el asunto de las bodas se me ha salido de las manos. No quiero volver a meter en problemas a Kacchan, por ello estoy decidido a darle fin. Siempre es bueno saber cuándo rendirse. ¿No?
Tanto Momo como Shoto negaron, pero si estaba empeñado en creerse vencido, ellos no podían hacer nada. Así como Todoroki tenía que aprender a no tener miedo y hablar con la verdad, sólo Izuku tenía el poder de decidir hasta dónde quería continuar siendo amigo del hombre que amaba con todo su corazón.
Uno buscando transformar una amistad para darle paso al amor y el otro tratando de callar un amor que se ocultaba en amistad. ¿Cuál era el precio que debían pagar por sus malas decisiones? Ambos no lo sabían, pero el tiempo se les había terminado.
Para los dos... quizá ya era demasiado tarde.
****
Seiji Shishikura estaba encantado, nunca imaginó que tendría esa cantidad de clientes en tan poco tiempo. Era un verdadero genio, definitivamente fue la mejor idea de su vida el utilizar a Inasa y sus recetas. Ciertamente su intención original era ayudarlo, hacerle un hombre visionario y que juntos triunfaran en el mundo gourmet, pero él era una persona que avanzaba y si su amigo se negaba a dejar atrás al patético Todoroki Shoto, era muy su problema.
Por esa razón ahora celebraba, con semejante éxito y las recetas que sus empleados utilizaban sin saber su procedencia, no había nada en el mundo que pudiese detenerle.
Excepto un rubio entrando por la puerta principal con actitud de amo supremo.
Lo conocía por las revistas y la popularidad de su Servicio de Banquetes, Rose Velvet era un ícono en el mundo de las bodas y los eventos elegantes. Tu fiesta no podría considerarse perfecta si no estaba a cargo de Bakugou Katsuki, además de ser un hombre con un arsenal impresionante de empleados y expertos en cualquier tema, desde floristas, decoradores, cocineros y fotógrafos. Estar en una de sus bodas era equivalente a vivir en un sueño, tanto para los contrayentes como sus invitados.
Se atrevió a enviarle las recetas de Inasa a Bakugou Katsuki por la sencilla razón de que compartían el odio hacia Todoroki, el príncipe de las bodas era extraordinario y único, pero sabía muy bien que con la sazón de su amigo se convertiría en alguien invencible y aquello era sumamente satisfactorio, porque aplastar a ese pintor de pacotilla sin talento alguno, era la cereza que le hacía falta a su pastel.
Bakugou se acercó sintiéndose dueño de todo, incluso enarcó una ceja como si el restaurante no fuese la gran cosa. Si no tuvieran anhelos en común lo habría echado a patadas, nadie demeritaba de esa forma su genialidad y menos un casamentero que le necesitaba claramente, por algo estaba ahí. ¿O no?
—Es un placer recibir al magnifico príncipe de las bodas. ¿A qué debo el honor?
Katsuki hizo una mueca asqueado con su tono y fue rudo con él.
—No seas tan lame culos, vengo aquí por algo simple.
Ofendido pero conteniéndose, Seiji hizo una reverencia invitándole a tomar asiento en una de las mesas para poder recibir un servicio especial. Bakugou aceptó comportándose como un cretino con los meseros y su servicio, todo con el afán de exasperar a ese cabrón rastrero.
Después de mucho refunfuñar y criticar sus atenciones, comparándolos todo el tiempo con su propio negocio y el restaurante del bastardo mitad-mitad, Seiji azotó su puño en la mesa y el rubio gozó como nunca el estarlo jodiendo.
—¿Y bien? ¿De qué quieres hablar?
Sin complacerle, porque él era no era nadie para decirle qué hacer, Bakugou simplemente obtuvo de su bolsillo todas las recetas robadas y se las lanzó a la cara, propiciando el asombro de todos sus comensales, empleados y hasta el propio dueño.
—Escucha con atención bribón de pacotilla, nadie se atreve a menospreciar mi trabajo y el de mis colegas. A diferencia tuya no necesito sabotear a los demás para triunfar en lo que quiero. Soy Bakugou Katsuki y con eso me basta para lograr que todos hagan mi voluntad—hizo una sonrisa sardónica—. ¿Te queda claro o quieres que te lo explique con manzanas?
Seiji no soportó semejante humillación frente a todas esas personas y se levantó intempestivamente para golpearlo. Le valía un sorbete que fuese tan popular y conocido, nadie iba a su restaurante a rebajarle de esa forma y salía victorioso.
—¿Quién demonios te has creído?—el golpe que iba a dar fue detenido por el propio Katsuki, quien sujetó con fuerza su muñeca, demostrando sus superioridad.
—¿De verdad quieres que te lo explique? No querido, no vales la pena, lo que has hecho al bastardo de dos colores es nauseabundo, no mereces piedad alguna—con su mano libre le dio un puñetazo en el estómago con la elegancia de un Rey, por lo que fue casi imperceptible para los testigos—. Esto se volvió personal Shishikura y en mi juego tenemos un modo de castigar a la escoria como tú.
No terminó de decir su gran discurso cuando por la puerta se aparecieron un par de hombres con pinta de empleados de gobierno. Katsuki sonrió con más ganas y Seiji decidió ignorarlo para tratar de entender qué estaba sucediendo, por lo que se acercó a los hombres y buscó un modo de tranquilizar a los comensales, quienes empezaban a ponerse nerviosos.
—¿En qué les puedo ayudar caballeros?
—¿Usted es Seiji Shishikura?—el mencionado asintió teniendo un mal presentimiento y el desconocido continuó—. Tenemos una queja ante la oficina de salubridad sobre las condiciones de sus alimentos y servicios, por lo que me temo que debemos clausurar hasta nuevo aviso.
Los presentes dejaron de comer al instante, sintiéndose asqueados, reclamando a los meseros, quienes no tenían idea de nada y finalmente, yéndose encima del dueño del restaurante. La comisión de salubridad hizo su trabajo empezando a esculcar todo, destruyendo parte del mobiliario en el proceso y arruinando por completo la perfecta vista que el restaurante tuvo con anterioridad.
Katsuki se levantó de la mesa no sin antes regalarle un gesto satisfecho que denotaba su culpabilidad y entonces salió de ahí, con Inasa en la entrada contemplando la forma tan agraciada con la que el hijo de Mitsuki Bakugou le había dado su merecido a ese ladrón. Negó un par de veces y mientras el otro se colocaba unas gafas para sentirse superior viendo a Seiji Shishikura caer, sacó a flote todas sus dudas.
—¿No crees que fue un poco excesivo?
—Para nada, sólo es una demanda falsa, cuando los inspectores descubran que no hay nada, todo quedará limpio, menos su dignidad y reputación claro está.
Inasa suspiró asombrado y deseando nunca ser un verdadero enemigo para Bakugou, el casamentero no mostraba clemencia con nadie.
—¿Qué hay de sus trabajadores? ¿No manchará su historial?
Cuando Bakugou le miró de forma condescendiente, supo que ese hombre planeaba todo a la perfección, por algo era el príncipe de las bodas y el mejor en su trabajo.
—Tranquilízate, ya tengo resueltos sus futuros empleos—gruñó un poco jodido ante tanta curiosidad—. Ahora cierra la boca y disfruta, nunca habías visto a una perra replicar y suplicar tanto como a él. Se lo ha ganado a pulso. ¿O no?
El cocinero asintió, en realidad con todo y preocupaciones, lo estaba disfrutando. Seiji era su amigo, pero después de sus actos y la mala fe con la que había actuado, no le nacía en lo absoluto ayudarlo, por él se podía ir al mismísimo infierno.
—Eres una persona aterradora Bakugou, pero te tengo demasiado respeto por ello.
—Gracias, me lo merezco.
En cuanto el espectáculo terminó, el casamentero habló un poco más de negocios con el jodido pelón hasta llevarlo a su departamento. Debía admitir que los años de universidad volvieron como por arte de magia y gracias a ellos pudo recordar que a pesar de exasperarle, el cocinero del bastardo mitad-mitad le agradaba, por algo era amigo de Camie.
Una vez en la soledad de su automóvil, pensó en todo lo que había hecho ese día y los planes a futuro que tenía. Revisó por millonésima vez su teléfono, notando con desgana que no tenía mensaje alguno del nerd. Desde el fiasco de Toga y su "resolución" de no más bodas, el maldito infeliz de Deku no se había comunicado para nada, era como si la tierra se lo hubiese tragado.
Maldito cabrón, no es necesario que te cases con otras para verme.
Dio un grito de coraje y rabia mezclados sintiéndose una mierda por completo. Si Deku no le buscaba más era porque estaba claro que ya no le necesitaba. Y aquello tenía sentido, sin más bodas que organizar... ¿Para qué se veían? Los únicos momentos en que llegaban a estar juntos eran cuando iba por él a las putas clases de fotografía. El asunto ya le estaba cansando y cuando llegaba a un punto muerto, para él era sencillo.
Sólo debía rebobinar y listo.
Volvió a tomar su celular y marcó el número que necesitaba, él era un hombre de acción y con todo lo sucedido ese día, a Yoarashi teniendo más huevos que él y la puta indiferencia de Deku, ya tenía las armas necesarias para tomar una decisión.
Cuando el tono dio, el hombre al otro lado se sorprendió muchísimo, pero encantado le escuchó, expresando a través de metáforas lo feliz que estaba de recibir una llamada suya.
—¿Y bien hijo? ¿Qué has pensado con respecto a mi propuesta?—cuestionó Masaru de forma entusiasta.
—No hay nada que pensar anciano. Acepto, me iré contigo a Los Ángeles.
Sus palabras fueron firmes, se conocía lo suficiente y había llegado a su límite. Sí, amaba al nerd, pero él no era un pobre diablo para estar mendigando amor donde claramente no lo había. Yoarashi tenía mucha culpa de su decisión, verlo avanzar, creer que podía superar al jodido Todoroki le daba una idea clara de que siempre se puede seguir adelante.
Y superar, superar el amor a pesar de todo...
Saber cuándo rendirse.
&&&&
Puedo sentir el odio viniendo hacia mí... D:
Aunque también contra Deku (No!! Mi bebé!! Te protegeré!!)
Mi niño cree realmente que fue rechazado, le debo unas jodidas hamburguesas virtuales al que me diga exactamente dónde fue que Katsuki le rechazó (es muy fácil en realidad). Kacchan solito se puso en la casamenterozone!!
En fin, el siguiente capítulo es la versión de Deku de toda la historia, esto con el fin de comprender un poco más al bebo y sus sentimientos hacia Kacchan.
Sin más me despido anhelando no ser odiada y deseando de corazón que el capítulo les haya agradado.
Les amo!!! Mil gracias por todo su apoyo!!
Besos!!!
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