Capítulo XVII
Nicolás apoyó su nuca sobre sus manos. Él se hallaba echado sobre su catre de la prisión. Su vecino de celda por su parte tocaba su armónica. "Una melodía típica de presidiario. Más prisionero no podría sentirme", el joven miró por un instante al músico, un hombre delgado y de bigotes que fácilmente parecía superar los cincuenta años.
Desanimado, Nicolás volvió su vista al techo descascarado y con manchas de humedad de la celda. Rememoró el juicio, su condena de diez años por asesinato culposo. Le hubieran dado muchos más años de no haber sido por la declaración de Gina y por el delicado estado en el que terminó Harleen. Su abogado, un tío de Gina que hizo lo mejor que pudo para defenderlo, una vez se dictó la sentencia le prometió que seguiría trabajando en intentar mitigarle aún más la pena. Le explicó que para ello sería vital contar con una declaración de Harleen. Sin embargo, hasta que fue llevado a la prisión la joven permanecía inconsciente en el hospital y con diagnóstico reservado.
"Esa noche en la celda de la comisaría fue la peor de mi vida. Saber que podía haber asesinado a alguien me carcomía la cabeza, el remordimiento era insoportable. Recé toda la hora a pesar de que en mi familia nadie solía hacerlo, con la esperanza de que Dios me librase de la maldición de convertirme en un asesino. Mi angustia durante aquella noche fue tan grande que por momentos sentí que me iba a estallar el pecho. Es tan paradójico que, al llegar el día, cuando se me apareció Gina con su tío y me comunicaron el fallecimiento de Raúl, yo sentí que me quitaban un enorme peso de encima, a pesar de que la noticia que acababan de darme significaba mi condena. Al final no pude evadir a mi destino, terminé convirtiéndome en lo mismo que mi padre. A estas alturas ya no tengo nada por lo que luchar, nada contra lo que deba resistirme. Mi mayor miedo se hizo realidad, me convertí en un criminal, en un asesino con las manos manchadas de sangre, tal y como mi padre...".
Las horas en las que lo dejaban salir de su celda, ya sea para el aseo, para las comidas o para alguna otra actividad programada, Nicolás tenía que lidiar con algunos presos abusivos, además de con otros tantos que se burlaban de él por ser el hijo del infame asesino serial Randy Velázquez. Sin embargo, pronto aquellos hombres lo dejaron en paz, pues Nicolás no hacía nada para defenderse. De hecho, ni siquiera soltaba palabra alguna cuando era insultado o maltratado. Más parecía un muerto en vida, por lo que, tras su primera semana como convicto, entre los demás presos lo empezaron a llamar el "cadáver andante".
Nuevamente soñó con su juicio. Esta vez su cabeza rebobinó el momento de las declaraciones de los testigos. Muchos fueron los que testificaron en su contra, prácticamente todos los "camaradas" del difunto. Aunque de entre todos ellos, el único que consiguió captar su atención fue Wanda. Él no recordaba haberla visto durante la fatídica tarde, aunque considerando que era una de las más fieles asistentes a las marchas convocadas en la capital, no le extrañó que ella hubiese estado rondando por allí. Una vez en el estrado, Wanda habló sobre cómo conoció a Nicolás, sobre la impresión inicial que tuvo de él, y sobre como decidió hacerse su amiga a pesar de lo extraño que él le resultaba.
–Descubrí que no era el tipo frío y retorcido que me imaginé que seria. Por un lado, fue decepcionante, pues yo me acerqué a él con el único propósito de conocer cómo sería el hijo de un asesino. Ya saben, en la universidad no tardó en difundirse el rumor de que Nicolás era el hijo del asesino en serie Randy Velázquez. Y bueno, a mí siempre me ha atraído todo lo que tenga que ver con lo sombrío y macabro. Pero por el otro lado, me sorprendió lo hábil que Nicolás me demostró ser para el dibujo. No voy a negar que cierto interés al respecto me animó a continuar con nuestra amistad. Pero él tenía una amiga un poco tocada, estoy hablando de Harleen, ya se lo habrán imaginado. Luego de un tiempo él se alejó de mí y de los demás, y se la pasó todo el tiempo con esta chica. En ese momento comprendí que ellos dos eran tal para cual, y más aún cuando me enteré de que habían publicado aquel comic tan polémico y de mal gusto. ¡Ah! Como sea, luego de un tiempo Nicolás volvió a mí, y me suplicó que le ayude a terminar el proyecto. Yo en un principio me negué, vuelvo a repetirles que nunca me pareció bien que se haya publicado ese comic, ¡y mucho menos después de que su madre se suicidó por su culpa! Aun así, Nicolás me insistió tanto... creo que al final accedí más por miedo que por otra cosa. Me daba pánico que en algún momento se me apareciera con un cuchillo. Verán, los rumores en aquel entonces eran de lo más perturbadores, incluso algunos decían que Nicolás prácticamente había obligado a su madre a que se suicide por medio de sus constantes amenazas para que termine su relación con su amante. Como sea, yo temí por mi vida, porque además oí por allí que Harleen se había alejado de Nicolás debido a sus extraños fetiches y exigencias. Fue el peor error de mi vida, ya que poco después Nicolás me amenazó con matarme si es que yo no accedía a convertirme en su novia. ¡Tuve tanto miedo durante esos días! Felizmente, para mi buena suerte poco después él volvió a obsesionarse con Harleen y por fin me dejó en paz. De todas formas, yo presentí que él terminaría muy mal, que en algún momento cometería alguna locura... lamentablemente no tenía pruebas de nada, todo se reducía a un mal presentimiento mío, de modo que: ¿cómo denunciarlo? Además, por fin me había librado de él, si me atrevía a acusarlo ante las autoridades... ¡¿Quién sabes que es lo que este asesino podría hacerme?! Al final entendí que él si era el tipo frío y retorcido que en un principio me hube imaginado que era, solo que de forma muy hábil él había conseguido ocultármelo por bastante tiempo. Por cierto, he leído algo al respecto hace poco: es algo típico de los psicópatas mostrarse como santas palomas ante la sociedad, se dice que son muy inteligentes y que saben controlar perfectamente sus verdaderas intenciones... –Wanda declaró con una seguridad tal que nadie dudó de sus palabras. De todas formas, en numerosas ocasiones ella fue interrumpida por el abogado de Nicolás, quien protestó por los calificativos que nada tenían que ver con los hechos que ella usó para referirse a su cliente. Nicolás por su parte en todo momento permaneció en silencio. Solo cuando su abogado le preguntó si aquellas declaraciones eran ciertas, él se dignó a despegar los labios. Negó la verdad de la declaración, pero por lo que pronto pudo comprobar, nadie le creyó. Bueno, nadie con excepción de Gina y de su tío.
"En ese momento no sabía qué pensar. Creí que el mundo entero estaba en mi contra. Me dije: ¡incluso Wanda me odia! Pero ahora que tengo todo el tiempo del mundo para pensar mejor las cosas, estoy seguro de que si ella habló como habló fue por puro despecho. Siempre estuvo celosa de Harleen. ¿Cómo no lo noté en aquel entonces? Enterarse de que había matado a Raúl por haber defendido a Harleen... como le habría encantado que lo haya hecho por ella. Aunque también es cierto que ese Raúl era para Wanda y para todos sus amigos como un dios; tan poca capacidad de pensar por sí misma era la que tenía la pobre. Pero bueno, ¿qué tanto me hago líos por esto? Sea la que haya sido su razón, al final Wanda me traicionó, y lo hizo con el mayor de los gustos. Bueno, esto último realmente no puedo saberlo a ciencia cierta, pero cuando la vi bajar del estrado estoy seguro de que la vi dedicarme una maliciosa sonrisa por una fracción de segundo... ¡Argh! ¡Al diablo con Wanda! ¡Al diablo con todo! Como ya dije, ahora ya nada me importa. Todo se ha acabado para mí".
Otra tarde en la que Nicolás meditaba sobre su vida, una vez más él volvió a darle vueltas al asunto de Wanda. Aunque esta vez lo que se le ocurrió fue algo un tanto distinto. "Wanda nunca me amó, eso lo tengo bastante claro. Entonces, ¿qué sucedió realmente? ¿Siempre mintió en el juicio por puro despecho? Eso no podría ser. Tal vez ella... dios, ¿Por qué me hago esto? Soy tan masoquista a veces... Wanda siempre estuvo conmigo por puro interés, esa es la única verdad. Por eso declaró en mi contra, solo para quedar bien ante los ojos de los demás, para que no la juzguen. Porque eso es lo que siempre ella más ha temido. Solo por eso seguía como fiel corderito a Raúl, simple y llanamente porque siempre ha sido una más de las piedritas que se dejan arrastrar por la corriente... es tan doloroso, incluso llegó a besarme, a acostarse conmigo; y todo solo... ¿por interés? No puedo creer que alguien sea capaz de ir tan lejos con tal de conseguir una oportunidad para destacar. No, claro que no. Lo cierto es que no quiero creerlo, que me niego a creerlo, porque en el fondo sé que es perfectamente posible. La hipocresía es algo que siempre ha predominado en este mundo tan repulsivo...".
De la obsesión con Wanda, Nicolás pasó pronto a la obsesión con Harleen. A estas alturas sus pensamientos se tornaron sombríos y peligrosos. Nicolás entendió que por Wanda no sentía más que decepción, ya que en realidad él nunca la había amado. Sin embargo, con Harleen la cosa era muy distinta. Por eso es que pensar en la posibilidad de que ella también lo hubiese utilizado, que ella también haya permanecido a su lado con el único propósito de colgarse de la historia de su padre, le resultaba algo sumamente doloroso. En estos momentos de agobio Nicolás solía reprocharse por ser tan egoísta. "Harleen se está debatiendo entre la vida y la muerte. Lo único que debería importarme es que se recupere. Todo lo demás sobra. Si yo realmente la amara como tanto profeso, no me debería importar el que ella no me corresponda... aun así, yo sigo con esto, aferrado a este cuchillo que me lacera y que me hace sangrar. Debo soltarlo, no me hace ningún bien pensar en estas cosas, pero yo, yo... simplemente no puedo evitarlo", Nicolás una madrugada comprendió que el amor de Harleen era lo único que aún seguía dándole al menos algo de sentido a su vida. Darse cuenta de aquello no le significó ningún bien. Más bien todo lo contrario.
Una mañana, poco antes del mediodía, un policía le anunció a Nicolás que tenía una visita. Algo en su interior se encendió con una tímida luz. Era la esperanza de que su visita fuese la única persona en el mundo a la que tanto deseaba ver. Henchido con este sentimiento, Nicolás se acercó a los barrotes y le preguntó al guardia por la identidad de su visita. Grande fue su desilusión cuando el gendarme le contestó que quien había venido a visitarle no era otro que su abogado. De mala gana y arrastrando los pies Nicolás se dirigió a la sala de visitas. Allí el abogado le comunicó que los enfrentamientos y las protestas habían disminuido debido a que el gobierno acababa de decretar el toque de queda a nivel nacional, por lo que otro tipo de noticias habían comenzado a cobrar más relevancia. Lamentablemente para sus intereses, la noticia referente a su caso se trataba de una de estas últimas. Y a tal punto llegó el interés de la gente en su caso, que este se terminó convirtiendo en la noticia más mediática del país. En este sentido, el abogado le comunicó que mientras los ojos de la opinión pública estuviesen puestos en su polémico crimen, lo mejor sería mantener un perfil bajo.
–...además, Raúl era un tipo muy influyente entre los manifestantes, de modo que muchos de ellos están presionando a la justicia para que tu pena sea más estricta... ya sabes cómo son de vengativos y de exagerados esos tipos. Incluso algunos te han acusado de ser en realidad un infiltrado de la policía, y que por eso no se te castiga como se debe. Con todo esto en cuenta es que yo he considerado...
Lo único que Nicolás entendió de todo aquel rollo que le empezó a soltar el abogado fue que por el momento poco era lo que se podía hacer por su situación. De todas formas, tal noticia no le importó al joven en lo más mínimo. En ese momento él solo quería saber una cosa con toda su alma. Sin poder ocultar sus ansias, él le preguntó al respecto a su abogado.
–Harleen continúa internada. Poco es lo que se sabe de su diagnóstico, ya que su madre ha llegado desde el extranjero hace poco, y lo primero que ha hecho ha sido prohibirle al hospital que otorgue cualquier tipo de declaración al respecto. Sin embargo, mi sobrina consiguió visitarla hace poco, y ella me ha contado que la vio ya menos pálida y demacrada, aunque todavía permanecía inconsciente...
–¿Eh? ¿Quiere decir que Harleen está... en-en coma? –a Nicolás el rostro de pronto se le puso muy pálido.
–Ten fe, ella es una muchacha joven, ya verás cómo se recuperará. Ahora debemos preocuparnos más por tu situación. He pensado que cuando las cosas se calmen un poco podríamos...
Nicolás ya no oyó nada más de lo que le habló su abogado. Una vez la visita se marchó, él volvió a su celda cabizbajo y con los ánimos por los suelos. Desde esa noche Nicolás empezó a oír un lastimero maullido que parecía estar rogándole para que le ponga fin a tanto sufrimiento de una vez por todas.
Inútil, todo es inútil.
"¡Miau! ¡Miau! ¡Miau! ¡Miau! ¡Miau!", la cacofonía de maullidos no tenía cuando acabar. Nicolás los oía incluso en sus sueños. Cada día que pasaba él estaba más cerca de darle la razón a tan incesante súplica. "¡Miau!", poco antes de dormirse, muy tarde y cuando ya todo era silencio y oscuridad en su pabellón, un nuevo maullido le recordó que su andar por el mundo no era más que un infinito ciclo de sufrimientos.
Unos días después, cuando se hizo mediodía, Nicolás fue llevado una vez más a la sala de visitas. Esta vez él no preguntó por la identidad de quien había venido a verlo, pues no quería llevarse una nueva decepción. Sin embargo, notable fue su sorpresa cuando se percató de que en el otro lado de la reja de seguridad no lo estaba aguardando su abogado, sino Gina, la locuaz amiga de Harleen.
–...mis padres me han prohibido venir, por eso tardé tanto en visitarte. Pero ya ves que al final me revelé. Tú no eres lo que ellos creen. Yo sé lo que pasó, sé que eres una muy buena persona...
–Gracias, Gina –Nicolás expresó con una sincera sonrisa. Los maullidos bajaron su intensidad hasta hacerse casi imperceptibles. Cuanto había necesitado oír aquellas palabras. En aquellos momentos el joven recién fue consciente de tan apremiante urgencia.
–Mi tío me contó sobre lo mucho que te preocupas por Harleen...
–¡¿Cómo está ella?! –Nicolás se exaltó–. Por favor, dímelo. Necesito saberlo, no sabes cuánto...
–Nuestra Harleen se encuentra bien. A pesar de lo pesada que se ha puesto su madre con el tema de las visitas, he podido averiguar que la evolución de su estado clínico es muy favorable...
–Como me alegra oírlo. Pero... tu tío, él me dijo algo que... respóndeme con sinceridad, Gina. ¿Harleen continúa inconsciente?
–¿Eh? –Gina se hizo la sorda.
–¿Sigue inconsciente? Te lo suplico, respóndeme.
–Bueno... recién ha pasado un mes, no es como que eso importe demasiado...
–¡¿Cómo que no importa?! –Nicolás estalló. Los maullidos ahora retumbaban en su cabeza, al punto de que a duras penas él podía oír lo que sucedía a su alrededor.
Gina trató de animarlo, de convencerlo de que todo saldría bien, pero fue en vano. Al final Nicolás prácticamente la obligó a que le prometa que apenas Harleen despierte ella vendría a hacérselo saber de inmediato. –Lo haré, apenas sepa que ella despertó vendré corriendo a decírtelo. Te lo juro –con estas palabras Gina se despidió, pues instantes después llegó el guardia a cargo para llevarse a Nicolás, pues el horario de visitas había concluido.
Días después Nicolás fue llevado a la enfermería, pues durante la noche se dedicó a golpearse la cabeza contra la pared hasta que finalmente perdió el conocimiento. Su compañero de celda fue quien dio la alarma. Cuando los policías lo interrogaron, él contó que fue despertado por los estridentes impactos de la cabeza de Nicolás contra la pared. Él trató de calmarlo, pero de todos sus esfuerzos lo único que obtuvo fueron violentos empujones. También contó que durante aquel momento de locura llegó a oír algunas frases sueltas de los incesantes murmullos que Nicolás no cesaba de rumiar. –Era como una especie de súplica, como si estuviese diciendo "ya no más, ya dejen de atormentarme, por lo que más quieran" –el convicto relató–, aunque nunca supe a quienes se estaría refiriendo. Tal vez se ha vuelto loco, no encuentro otra explicación.
Esa misma tarde, poco después de que se le dio de alta, Nicolás fue llevado a donde el psiquiatra de la prisión. Este le hizo muchas pruebas, aunque al final llegó a la conclusión de que Nicolás no estaba loco. –Es por el estrés, nada del otro mundo. Con unas cuantas pastillas estará mejor –el especialista sentenció. Sin embargo, de todas formas, él sugirió que al menos por una semana la celda de Nicolás tuviese vigilancia permanente.
Al día siguiente vino su abogado. Él le contó que apenas supo de lo sucedido quiso ir a verlo, pero que le indicaron que tendría que esperarse hasta el día siguiente, pues el horario de visitas ya había concluido. –Los muy sinvergüenzas recién me llamaron esta mañana. Si me hubieran comunicado el incidente apenas sucedió yo habría podido venir ayer y...
–No creo que hayas podido. De la enfermería me pasaron a donde un loquero. Prácticamente todo el día estuve internado.
–Santos cielos, pobre muchacho. Eres tan joven y tienes que lidiar con tanto. Es perfectamente comprensible que tus nervios hayan llegado a su límite...
–No te preocupes. Gracias a las pastillas que me dieron, ya no oigo nad... ¡ejem! Ya me encuentro mejor –Nicolás se alarmó cuando estuvo a punto de escapársele lo de los maullidos. Él estaba seguro de que si se lo hubiese contado al psiquiatra seguro que este sí lo hubiese diagnosticado como loco.
–Entiendo –el abogado asintió, aunque lo cierto es que no le pasó desapercibido el lapsus de Nicolás. Aun así, el hombre de leyes no dijo nada al respecto, pues comprendió que lo menos que necesitaba en aquel momento el muchacho era que alguien le hiciese notar su desliz. En vez, él decidió cambiar de tema, de modo que pasó a hablar sobre la situación legal de Nicolás–. Las cosas en el país han vuelto a ponerse movidas. Varias marchas en provincias han dejado un cuantioso saldo de muertos. Incluso en la capital los militares y la policía han tenido que usar la fuerza para repeler a unos cuantos revoltosos. Esto para nosotros, aunque suene cruel, es positivo, ya que los ojos de la opinión pública por fin han dejado de fijarse en ti. Ahora finalmente podremos movernos. Ten fe, chico. Si todo sale bien podremos reducir bastante tu pena...
Nicolás entendió que el abogado trataba de hacerlo sentir bien. No dudaba de su profesionalismo, por lo que sus palabras no le sonaron a puro cuento. Aun así, no fue capaz de animarse ni un poquito, a pesar de que no quería hacer sentir mal al abogado. Unos pocos minutos después el hombre se marchó y Nicolás fue devuelto a su prisión. Ignoró la vigilante mirada del guardia que habían asignado a su celda, y se dejó caer sobre su catre. Cuando sus ojos se depositaron en el destartalado techo, por un segundo le pareció que las manchas de humedad se habían movido. "¡Miau!", de improviso, una vez más los perturbadores maullidos volvieron a la carga. De un salto Nicolás se puso de pie y le solicitó al guardia sus pastillas. Este último ignoró el exaltado estado del joven, y con toda la calma del mundo revisó la hora en su reloj. –Faltan diez minutos para la hora asignada por el doctor –finalmente, el guardia contestó con sequedad. Los diez minutos que le siguieron a aquello fueron para Nicolás un infierno.
Transcurrieron dos meses desde su ingreso a prisión. Nicolás se volvió alguien taciturno y silencioso. Se convenció de que los maullidos jamás lo abandonarían. Nicolás acabó por resignarse a abrazar a su dolor. Las pastillas le dieron algo de calma, aunque también le quitaron energías y los pocos ánimos que le quedaban. Cada nuevo día se transformó en un suplicio para él, aunque por lo menos durante sus horas de vigilia no era atormentado por los horrores de sus pesadillas. Por las noches los maullidos se hacían más intensos, y además tomaban formas de lo más escalofriantes una vez él se resignaba a cerrar los ojos. Aquí comenzaba la verdadera tortura. Mariposas negras cubrían el aire y la noche se cernía por encima de su cabeza. Nicolás contemplaba como el mundo comenzaba a deshacerse y la gente a podrirse. Él intentaba huir de la mortífera nube de polen que emergía de las negras alas de las mariposas y que arrasaba con todo a su paso, en tanto a lo lejos veía a una Harleen gigante emergiendo desde detrás de los edificios más lejanos de una ciudad decadente. Él huía hacia ella, con la esperanza de que la mortal nube no pudiese destruirla, pero por más que avanzaba no conseguía acercarse a su destino. "Tú vida es un interminable ciclo de sufrimiento", el mensaje le resonaba una y otra vez en la cabeza, aunque lo que en verdad llegaba a sus oídos era un incesante coro de maullidos lastimeros. Cada vez aparecían más y más gatos negros a su alrededor. "Mensajeros de la muerte, me llaman para que abandone mis inútiles esperanzas", Nicolás se decía por las mañanas, cuando despertaba agitado y sudando a mares.
Sin embargo, su pesadilla con el transcurrir de las noches se puso aun peor. La Harleen gigante que emergía desde el siempre lejano horizonte empezó a desintegrarse, a desmoronarse cual un castillo de arena. En estos momentos Nicolás siempre despertaba tras soltar un desgarrador "¡NO!". Tal hecho solía suceder en la madrugada. Una vez abría los ojos, Nicolás se topaba con los ronquidos de su compañero y con la soledad de su pabellón. "Harleen, no puedes abandonarme, no puedes abandonarme", él se repetía con apremio, pero entonces recordaba que la Harleen de sus sueños era inalcanzable. "Ella nunca me amó", estas palabras le llegaban entonces cual un eco lejano. Nicolás se resistía, intentaba bloquear tal sentencia con una avalancha de pensamientos reconfortantes. Pero estos siempre terminaban traicionándolo, y al final lo llevaban cual cadenas enroscadas alrededor de su cuerpo hacia la fatal conclusión. En tales momentos a Nicolás se le dificultaba el respirar, pues su pecho parecía estar a punto de estallar. Él entonces solo quería que todo acabe, que los maullidos se detengan, y que el olvido lo consuma.
Pasó el tiempo y Nicolás ya no recibió nuevas visitas ni del abogado ni de Gina. Él llegó a la conclusión de que toda esperanza era inútil. "Ya nada tiene sentido, ¿Por qué sigo aferrado a estúpidas esperanzas? Los maullidos tienen razón, siempre la han tenido. No sé a qué sigo esperando, lo único que consigo es alargar esta insoportable agonía...".
Las mañanas se volvieron para Nicolás un periodo de lucha sin cuartel. "Hoy debo hacerlo, es el momento", al despertar él se decía muy convencido, pero entonces cientos de excusas le frenaban el paso. "Terminaré con una camisa de fuerza en un manicomio, y ya no podré hacer nada más que resignarme al interminable paso de los años", él solía sentenciar luego de una intensa discusión interior. "Debo pensarlo mejor, un método infalible que acabe con todo en un instante", finalmente esta era su conclusión definitiva. Y así transcurría un nuevo día en el cual él solo atinaba a resignarse y a tratar de idear alguna forma más certera para darle fin a su tormento. Por su parte los maullidos redoblaban su acoso y de forma incesante le recordaban su fracaso. La frustración me envuelve como si fuese una boa gigantesca.
–¡Tienes visita! –una mañana de tantas, el policía chancó los barrotes con su vara. Nicolás ignoró el ruido, pues estaba seguro de que el uniformado le estaba hablando a su compañero de celda–. ¡Nicolás Velázquez, estoy hablando contigo! –el policía exclamó ya sin paciencia.
Nicolás no se lo podía creer. Le parecía que había transcurrido una eternidad desde la última vez que alguien lo visitó. El policía le abrió la celda y le ordenó que saliera con las manos listas para ponerle las esposas. Una vez se las colocó lo llevó hacia la sala de visitas. "Qué querrá esta vez el abogado. Le diré que se olvide del caso y de mí. Le encargaré que done a la caridad todo mi dinero, mi casa, las regalías del comic, ¡todo! Y luego de que lo haga que nunca más vuelva a venir, porque ya no tiene sentido seguir con esto. Seré firme, le exigiré que me deje aquí, que...", Nicolás caviló para sus adentros, cuando de pronto un silencio total se apoderó de su persona. No podía ser, sus ojos seguramente le estaban mintiendo. Un repentino ronroneó le llegó desde el suelo. Nicolás miró a sus piernas, mas no encontró nada. Decidió elevar la mirada hacia el otro extremo de la sala una vez más. Una mariposa muy hermosa y colorida emergió del pecho de Harleen y se perdió de vista tras atravesar el techo de la sala. En ese momento los sonidos del lugar volvieron a ser audibles para Nicolás. Al cruzarse sus miradas la joven le dedicó una dulce sonrisa a modo de saludo.
–¡Avanza! –el guardia lo hizo andar de un tirón.
–¡P-por supuesto! –Nicolás respondió con emoción.
Cuando la mariposa abrió sus alas, los maullidos se apagaron para siempre.
El Camino es una espiral.
FIN
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