Capítulo XVI
Nicolás nuevamente salió desde muy tempranas horas de su casa. No soportaba permanecer allí, a merced de sus pensamientos fatalistas y depresivos. Las paredes tanto de su habitación como del resto del apartamento le parecían aludes de tierra y roca que en cualquier momento lo sepultarían irremediablemente. Allí adentro se sentía prisionero, encajonado, encadenado a sus miedos e incapaz de dar paso alguno. Afuera al menos el viento le devolvía cierta vitalidad, la amplitud que se mostraba ante sus ojos le otorgaba cierta esperanza, la esperanza de que el mundo no era en realidad un callejón sin salida. Nicolás pasó por la glorieta del parque y contempló a una señora barriendo las hojarascas que caían desde los árboles. Él se preguntó qué podría estar pensando aquella trabajadora del municipio. Seguramente tendría una familia que mantener, por lo que probablemente sus pensamientos estarían enfocados en las preocupaciones monetarias del hogar.
"Yo no tengo tales preocupaciones. Gracias al éxito de mi comic jamás tendré que volver a preocuparme por eso. Sin embargo, mi vida me parece la más desgraciada del mundo. No entiendo cómo actuar ante la difícil situación por la que está atravesando el país. Más de una vez he pensado en abandonarlo todo, en largarme al extranjero. Tengo todo para poder hacerlo, bueno, tal vez me tarde un poco con la visa, dependiendo del lugar al que finalmente decida irme para empezar de nuevo... Sin embargo, al final nunca me atrevo a dar el primer paso, ¿qué es lo que me pasa? No siento nada por Wanda, tantas veces he reflexionado al respecto y siempre he llegado a la misma conclusión. ¿Qué más me ata a este país vapuleado y decadente? No tengo ningún familiar que se preocupe por mí, no tengo a nadie a quien pueda llamar un verdadero amigo, a nadie a quien pueda confiarle mis penas y preocupaciones. Nadie aquí me entiende. Entonces, ¿por qué me resisto a abandonar esta tierra?", con el ceño fruncido, Nicolás pasó rumiando por un costado de la barrendera. Ella se le quedó mirando extrañada.
Las avenidas eran el lugar preferido de Nicolás durante sus salidas sin rumbo. El bullicio y caos del tránsito y de los peatones eran música para sus oídos, o, mejor dicho, un exótico elixir que lo aturdía tanto que le impedía poder pensar en cualquier otra cosa. Pero en esas épocas de turbulencia las avenidas pronto comenzaron a cambiar. Nicolás no tardó en encontrarse ante una multitud que avanzaba por media pista en tanto recitaba una serie de arengas antisistema. Por su alrededor los negocios comenzaron a cerrar y los transeúntes a resguardarse. A los vehículos por su parte no les quedó más remedio que cambiar su ruta para evitar cruzarse con los enardecidos manifestantes.
"¡Nuevas elecciones ya!", era el grito que prevalecía entre los marchantes, aunque también había otros gritos que no se quedaban atrás, como el de "¡exigimos una nueva constitución!", o el de "¡abajo los monopolios y las avariciosas corporaciones!". Nicolás ya estaba harto de todo aquello, de modo que dobló por una esquina a toda prisa.
Terminó refugiándose en un silencioso parque situado tras un malecón desde donde podía verse el mar y la autopista de la costa. Se acercó a una baranda y se apoyó en el bajo muro de ladrillos. Desde dicha posición pudo contemplar el alto precipicio que descendía hasta la autopista. Mullida vegetación crecía en medio de amplias mallas dispuestas allí con el propósito de contener la tierra y las rocas de aquel barranco. Desde su privilegiada posición Nicolás aspiró la brisa marina. La refrescante ventisca le agitó los cabellos y le acarició las mejillas. Él se sintió reconfortado. Con la tranquilidad que acababa de hallar, se dispuso a retomar el hilo de sus pensamientos, aunque ahora con el alivio de encontrarse mejor dispuesto y más relajado.
Maullidos resonaron en su cabeza cada vez con más fuerza. Parecían el coro de una balada triste. Nicolás comprendió que en esos momentos no tenía ganas de pensar. En vez, él tomó un pedazo de ladrillo y comenzó a trazar unas líneas sobre la baranda en la que había tenido apoyados los codos. Terminó dibujando a una joven con rasgos gatunos. Ver tal imagen le trajo lejanos recuerdos que despertaron su melancolía.
"Miau, miau, no dejas de atormentarme con tus maullidos interminables. Tu recuerdo no puedo arrojarlo por este acantilado, ya estarás contenta. ¡Ah! Si tan solo no hubieses sido tan cobarde. O quizá la culpa fue mía por no comprenderte lo suficiente, ¿Quién sabe? Tal vez yo soy el monstruo después de todo. Mi padre fue un asesino en serie, ¿ya lo olvidaste? ¿Cómo pudiste esperar que yo sea un santo hecho de pura paciencia y empatía? Así confabuló el mundo para que lo nuestro ardiese hasta las cenizas. Creer en el amor fue mi pecado, esperar algo de mí fue el tuyo. Ambos terminamos hiriendo al otro, recordar cómo te alejaste de mí en medio de tan sentidas lágrimas me parte el corazón. Pero soy un tonto rematado, un terco sin remedio... aun a estas alturas espero algo de ti, la más mínima señal, siempre lo supe, siempre lo supe, ¡maldita sea! Por ti es que no me largo de este país. Pero yo también soy un cobarde. Y yo también me aferro a este estúpido orgullo que no me deja ir a postrarme ante ti y suplicar tu perdón. Aunque no se trata solo de orgullo. En realidad, es el miedo lo que más me frena, el miedo siempre ha sido mi peor enemigo, ¿sabes? Y para colmo han pasado tantas cosas... el país a punto de irse al diablo, la violencia que no deja de golpear y de golpear a este ya tan vapuleado pueblo, Wanda y sus amigos que parecen haber sido poseídos por esta irracional sed de destrucción, las despiadadas críticas de la gente hacia mi comic y hacia mí por haber provocado el suicidio de mi madre... Pero estaba hablando del miedo, de ese miedo en especial, el peor de todos los miedos: el miedo a tu rechazo. Sí, porque ese es el peor miedo de todos. Si me enterase de que me odias, yo... no, lo que realmente me aterra es la posibilidad de que algún día llegues a olvidarte de mí", de pronto las lágrimas comenzaron a descender frías y silenciosas por las mejillas de Nicolás. En ese momento él quiso tomarse de la cabeza y gritar con todas sus fuerzas. Ya estaba a punto de vencer a la vergüenza y a todo complejo para hacerlo, cuando en eso sonó su celular. Alguien lo estaba mensajeando una y otra vez.
"Necesito hablar contigo urgentemente", él leyó uno de los múltiples mensajes. –¿Gina? –Nicolás se preguntó muy extrañado. Aun así, un incierto presentimiento comenzó a formarse en su interior. Y no uno precisamente bueno.
Se encontraron en una plazoleta ubicada en el centro de la ciudad. Gina ya lo estaba esperando sobre una banca. Nicolás se sentó a su lado luego de saludarla. Le resultó evidente la preocupación y tensión que aquejaban a la joven.
–No hay tiempo que perder, así que iré directo al grano, Nicolás –Gina le clavó la mirada. El mencionado tragó saliva–. Se trata de Harleen. Ella me ha hablado mucho de ti, de lo que pasó entre ustedes. Tranquilo, no te odia ni mucho menos. Según sus propias palabras: "ninguno de los dos estaba preparado para lo que sucedió". Olvídate de eso, ahora no hay tiempo para mayores explicaciones. Lo que quiero decirte es que Harleen cometerá una desquiciada imprudencia esta tarde. Ya no falta mucho para que se haga la hora. Ella está, ¿cómo decirlo?, obsesionada con el tema del crecimiento espiritual. Verás, últimamente ella ha tenido un sueño que se le ha vuelto muy recurrente. En este ella desentierra cofres en una playa durante la noche. De cada cofre que desentierra sale una mariposa que se eleva hasta llegar a lo más alto del cielo, en donde se convierte en una estrella. Un gato negro de ojos "oceánicos", como ella lo llama, es el encargado de guiarla. Pero llegado un momento el gato se detiene sobre unas formaciones rocosas y le indica que debe cavar allí. Obviamente Harleen no consigue abrirse paso en tan dura superficie. ¡Ups! Olvidé decirte que en todo momento ella cava con sus manos desnudas. Como sea, ese cofre enterrado bajo las rocas tiene obsesionada a Harleen, y más todavía desde que en el club le interpretaron su sueño...
–¿Qué? –Nicolás observó a Gina perplejo. En ese momento la joven recién cayó en la cuenta de que Nicolás no sabía nada del club ni de lo que se refiere a la interpretación de los sueños. Consiente de su error, ella aspiró un poco de aire, y acto seguido comenzó a explicarle al muchacho todo lo relacionado con el club "Belladona del Amanecer" y sobre cómo es que Harleen había terminado uniéndoseles.
–Yo también me uní hace poco al club. Fue gracias a Harleen. Ella ha cambiado mucho gracias al club. Es... ella es ahora mucho más centrada, mucho más comprensiva, mucho más paciente... en pocas palabras, ella ha madurado bastante. Mira que perdonarme después de que le quité a su novio cuando estábamos en el colegio. Esa historia sí te la sabes, ¿no?
Nicolás dudó por un momento, pero entonces recordó todo el tema de Arthur. Asintió con lentitud.
–Pues ya lo ves. Ella me perdonó. ¿Tú sabes cuantas personas están dispuestas a perdonar una traición de ese calibre? Y peor aún, ¡viniendo de quien se supone era tu mejor amiga! Por suerte todo eso ya quedó atrás. Ya te dije que Harleen me perdonó. Pero si lo hizo fue porque ha crecido muchísimo, que no te quepa la menor duda...
–Gina, no entiendo a dónde quieres llegar con todo esto. Dijiste que tenías algo muy urgente que hablar conmigo y que no había tiempo que perder. ¿Es que acaso le ha pasado algo malo a Harleen?
–¡Oh, sí! Tienes razón. Soy tan despistada. Te quería hablar de que Harleen planea cometer una locura esta tarde. A las cinco para ser más exactos. Ella, como ya te mencioné, está obsesionada con el crecimiento espiritual, pues cree que solo cuando alcance un grado muy alto de crecimiento espiritual, ella recién en ese momento podrá ser capaz de afrontar lo que le oculta el cofre enterrado bajo las rocas. Ya te hablé de las interpretaciones de los sueños, de lo que en el club le comentaron que su sueño significaba. Así que ese es el problema, con tal de poder superar a ese "algo" que simboliza el cofre enterrado, nuestra amiga está dispuesta a hacer cualquier cosa. Ella habla de que el destino siempre nos pone "pruebas para el alma", y está convencida de que solo superando tales pruebas conseguirá alcanzar la madurez espiritual suficiente como para poder afrontar lo que le esconde el cofre. Dichas pruebas son, ¿cómo explicarlo?, cualquier cosa que te resulte muy difícil de hacer pero que contribuya con algo positivo, ya sea en beneficio de una sola persona o de muchas: a este tipo de actos es a lo que ella llama "pruebas para el alma...".
–Gina, por lo que más quieras –Nicolás la tomó de los hombros–. ¿Qué es lo que planea hacer Harleen ésta tarde? ¿Puedes decírmelo? ¡Vamos, que para las cinco ya no falta prácticamente nada!
–Sí, claro que sí. ¡A veces soy tan tonta! Pues bien, ella planea ir a la avenida x, ya que allí queda el congreso y es allí en donde los manifestantes que están en contra del nuevo presidente planean concentrarse.
–¡¿Cómo?! ¡¿Y se puede saber por qué diablos planea hacer eso?!
–¡Ah! ¿Ya ves porque te hablé sobre todo el tema de sus sueños y de su obsesión con el crecimiento espiritual? Harleen pretende plantarse entre los manifestantes y la policía y con un megáfono hacer un llamado a la paz.
–¡Pero, ¿qué...?! ¡Harleen está loca! ¡¿En serio piensa que esos revoltosos la escucharán?! ¡Ponerse en medio de tamaño pandemonio es un completo suicidio! Puede caerle una piedra, una bomba lacrimógena... ¡puede pasarle cualquier cosa! ¡¿Es que no se ha puesto a pensar en las consecuencias?! ¡La realidad es muy diferente a lo que uno idealiza en su cabeza! Si fuera tan sencillo parar las guerras, este mundo viviría en una eterna paz; ¡pero no es así!
–Lo sé, lo sé, traté de explicárselo. Incluso los demás miembros del club intentaron convencerla de que desista. Le propusieron otras formas menos arriesgadas para promover la paz en el país, pero ella no quiso escuchar. Está obsesionada con sus "pruebas" y sus temas espirituales, ya te lo dije. Por eso es que he recurrido a ti. Tal vez a ti sí te escuche, ya sabes, por todo lo que hubo entre ustedes... Harleen me contó que solo contigo llegó a sentir que era realmente comprendida, aunque bueno, esa sensación no le duró mucho... ¡pero de todas formas tú fuiste capaz de hacerle sentir algo que el resto jamás le hubo podido hacer sentir! Por eso creo que eres el único que puede hacerla reflexionar, el único que...
–¡No perdamos más el tiempo! –Nicolás se puso de pie de un brinco, y de un tirón tomó a Gina de la muñeca. Poco después ambos abandonaron corriendo la plazoleta.
"¡Policía comprada!", "¡Dejen de defender a estos ladrones y corruptos!"; los manifestantes les gritaban a los policías que les impedían el paso. Ellos exigían a viva voz que el congreso apruebe las inmediatas nuevas elecciones, además de un referéndum para convocar una asamblea constituyente. Algunos protestantes más avezados lanzaron rocas y palos a los policías, quienes tuvieron que cubrirse con sus escudos para evitar ser heridos por los objetos. Los ánimos cada vez estaban más caldeados, pues los agentes del orden pronto perdieron la paciencia y comenzaron a lanzar bombas lacrimógenas y a arremeter contra los manifestantes que intentaban romper su cerco.
En medio de todo aquel caos fue que Harleen se apareció con un megáfono. Desde una esquina ella avanzó hacia la pista en la que se venía desarrollando el enfrentamiento, y al mismo tiempo comenzó a exclamar a viva voz: "¡La violencia nunca ha resuelto nada! ¡Paz entre hermanos, paz entre todos!". Tanto policías como manifestantes dejaron por un momento sus puyas y observaron perplejos a la recién llegada. Ninguno conseguía explicarse de donde habría podido salir aquella hippie a la que parecía faltarle un tornillo.
Para mayor asombro de los presentes, Harleen se abrió paso por entre la multitud hasta que llegó a situarse en medio de la gresca. Numerosos manifestantes la rodearon con caras de pocos amigos, aunque ninguno le dijo nada. –¡¿Ya ven qué fácil es dejar a un lado nuestras diferencias?! El país ya no quiere más sangre, todos tienen amigos y familiares que los esperan de vuelta. ¡No se sacrifiquen por unos líderes que los tratan como a sus peleles! ¡Todos somos hermanos! ¡Juntos podremos salir adelante! ¡Eso es lo único que nos falta! ¡Unirnos y confiar los unos en los otros!
–¡A un lado! –una voz iracunda se hizo escuchar. Tras un par de empujones, ante Harleen se apareció Raúl con su propio megáfono en mano–. Ya me parecía que había escuchado antes esa voz tan hipócrita. Harleen, ¡ah!, mi estimada Harleen, ha pasado tanto tiempo.
–Raúl, lo que haya pasado antes entre nosotros ya quedó olvidado. Ahora lo único que importa es que le digas a toda esta gente que lo que están haciendo está mal. La violencia nunca...
–¡JA! ¿Han oído lo que acaba de decir esta niñita mimada? ¡Dice que nosotros estamos mal! ¡¿Ósea que nuestros reclamos no tienen ningún sustento?! ¡¿Debemos dejar que los ricos y poderosos sigan tratándonos con la punta del zapato?! ¿Eso es lo que tratas de decir?
–¡No, claro que no! Yo solo...
–¡Esta chiquilla no conoce lo que es la pobreza, lo que es sufrir todos los abusos y carencias que este tirano sistema corrupto nos impone al pueblo! ¡¿Creen que si ella hubiera sufrido lo que nosotros, que si ella tuviese nuestra humilde condición; creen que ella estaría soltando todos estos disparates?!
–¡NOOO! –la respuesta de los manifestantes fue unánime.
–Yo solo digo que la violencia no es el camino, que hay otras formas de hacerse escuchar...
–¡Miren con lo que nos sale ahora! Mamita, solo respóndeme una cosa: ¿Cómo crees que se consiguieron los actuales derechos humanos? ¿Cómo crees que los pueblos lograron independizarse de sus colonizadores? ¿Sentándose y tomando el té? ¡Por supuesto que no! ¡Los tiranos solo entienden por las malas! ¡Mientras no les afecte, a ellos les tiene sin cuidado lo que al pueblo nos pase! ¡Cuando nuestras voces no son escuchadas solo nos queda el camino de la lucha! ¡La patria no se vende, la patria se defiende! ¡Que viva el paro, compañeros!
–¡QUE VIVA!! –todos los manifestantes clamaron a una sola voz.
–¡Eres un manipulador! –agotada ya toda su paciencia, Harleen lo acusó–. A tus compañeros podrás haberles lavado el cerebro, pero conmigo no la tendrás tan fácil –la joven se armó de valor e hizo oír su voz.
–¡¿Lavado de cerebro?! ¡Miren con lo que nos viene ahora ésta "pituquita"!
–¡Hablas del pueblo y de ser humilde, pero tú eres el ser más egoísta y corrupto que he conocido! ¡¿Por qué no les hablas de cómo te aprovechas de tus beneficios como dirigente para hacer de las tuyas?! ¡En la universidad mueves tus influencias para que todos hagan lo que quieras, y si alguien se atreve a contradecirte, haces de todo para hundirlo! ¡¿Por qué no les cuentas a toda esta gente como es que me has vetado de los centros culturales, e incluso como has puesto a los profesores en mi contra?! ¡Y todo porque no accedí a ser una más de tus rameras! –Harleen terminó exclamando fuera de sí. Ella se había dejado llevar por la ira, y es que le enervaba el nivel de cinismo al que podía llegar aquel sujeto con tal de seguir manteniendo sus privilegios.
Aquellas palabras le dolieron a Raúl, aunque por supuesto el fingió la mayor de las indiferencias.
–¡Aquí estabas, por fin! –Gina llegó al lugar en compañía de Nicolás. Ambos se encontraban agitados, aunque por encima de ello aterrorizados por todo lo que habían oído desde que reconocieron la voz de Harleen a la distancia.
–¡Aleluya! Así que por fin llegaron a llevarse a esta loca –Raúl señaló despectivamente a la joven de las pecas en las mejillas. Mientras tanto la policía se mantenía quieta en sus posiciones. A muchos efectivos les divertía la discusión de los jóvenes, aunque por encima de ello lo cierto es que les producía un gran alivio el que aquella muchachita hubiese irrumpido en el momento justo en el que el enfrentamiento parecía que iba a tomar un rumbo mucho más brutal y salvaje.
–¡Sabes que todo lo que he dicho es cierto! ¡De loca yo no tengo nada!
–¡Esta chica simplemente está dolida! –Raúl habló por el megáfono–. ¡Ella quería besarme en una fiesta, pero yo en ningún momento accedí! ¡Tengo enamorada, y la tenía en ese entonces, así que yo no podía faltarle el respeto de ninguna manera! ¡Pero esta tipa está obsesionada conmigo, o mejor dicho con mi posición! ¡Ella es la que quiso aprovecharse de mí para tener privilegios! ¡Me rogó para que la promueva como escritora dentro de mis círculos, y que a cambio me entregaría su virginidad! ¡Yo por supuesto me negué a ser parte de algo tan indecoroso y vulgar! ¡Tengo principios, todos los que me conocen lo saben, ¿no es así?!
Vítores y exclamaciones de apoyo retumbaron en la avenida. Harleen no lo podía creer. El nivel de falsedad de aquel sujeto no tenía límite, se trataba de algo que ella nunca antes había visto. Pero por encima de todo, ella en ese momento se sintió ultrajada, insultada y principalmente muy humillada. Harleen ya no se pudo contener más, y sin previo aviso le propinó un soberano bofetón a Raúl. Él por un instante se le quedó mirando perplejo. No podía creer el atrevimiento de aquella chiquilla. Sin embargo, su orgullo estaba herido, él no podía dejar aquello impune, y menos aún frente a todos sus camaradas. Cegado por la soberbia, él le propinó a Harleen un fuerte puñetazo que la mandó contra el suelo. Para su mala suerte la joven se golpeó la cabeza contra una piedra de las muchas que los manifestantes habían estado lanzando.
–¡Harleen, no!! –Gina corrió hacia su amiga y se arrodilló a su costado. A toda costa ella trató de detener el sangrado que había empezado a salirle de la cabeza.
–¡Esto no se va a quedar así!! –Nicolás, quien hasta el momento a duras penas había podido mantener la compostura, finalmente estalló. La violenta reacción de Raúl había sido la gota que rebalsó el vaso.
–¿A sí? ¿Y qué me vas a hacer tú? ¡Idiota! Un momento... yo te conozco, pero si eres el autor de ese comic tan infame. ¡Claro, Harleen trabajó contigo en ese proyecto, lo leí en las noticias! Cómo pudiste aprovecharte de la desgracia de tu padre para hacer esa historia tan retorcida. Por tu culpa tu madre se suicidó. Ahora lo entiendo, tú y Harleen son tal para cual. Por cierto, ¿qué te ofreció para que la dejes participar de esa abominación? ¿Acostarse contigo? Sí, lo hizo, ¿cierto? Puedo verlo en tu rostro. Sí, esa Harleen no tiene escrúpulos cuando se trata de alcanzar sus objetivos, me lo vas a decir a mí que conozco tan bien sus mañas...
–¡Cierra la boca, maldita escoria de mierda! –los sentidos de Nicolás en ese momento se tiñeron de rojo. Sin pensar en lo que hacía él cogió una piedra cercana y se abalanzó sobre Raúl. Fue tan rápido su actuar que Raúl no tuvo tiempo de reaccionar. Nicolás le reventó la piedra en la cabeza, y cuando lo tuvo en el suelo continuó asestándole furibundos golpes. A esas alturas recién reaccionaron los manifestantes de las cercanías, quienes se abalanzaron sobre Nicolás para detenerlo.
–¡Policía, un demente ha matado a uno de los nuestros! ¡Arréstenlo! –exigieron los manifestantes, y a rastras llevaron a Nicolás hacia los agentes del orden. En ese momento la policía recién se espabiló y comenzó a tocar sus silbatos. Pronto los agentes tomaron el control del lugar y dispersaron a la multitud. Sendas ambulancias fueron llamadas para llevar a Harleen y a Raúl al hospital. Cuando Nicolás vio el desfigurado rostro de Raúl todo ensangrentado y magullado en el suelo recién fue consciente de la gravedad de lo sucedido.
Se le había pasado la mano, el monstruo lo había poseído durante aquel instante. El legado de su padre era inevitable. Nicolás se puso pálido como el papel. Se dejó arrastrar por los policías hasta un patrullero. Una vez le colocaron los grilletes y el auto se puso en movimiento, él observó por la ventana a la ambulancia que llegaba. Vio a una histérica Gina señalándoles a los paramédicos el cuerpo caído de Harleen. En ese momento todo pensamiento sobre sí mismo se esfumó.
–Harleen, no te mueras. ¡Por lo que más quieras no te mueras! –Nicolás rogó en un susurro.
–¡Silencio! –un policía lo mandó callar. Nicolás entonces recordó su difícil situación. Para sus adentros rogó para que Raúl no se muriese, aunque lo cierto es que después de ver el estado en el que lo había dejado, su esperanza se redujo a un insignificante hálito.
"Miau", un repentino maullido de ultratumba le escarapeló todo el cuerpo. A Nicolás aquel maullido le pareció el trompetazo de un ángel que anunciaba el comienzo del apocalipsis. A su alrededor todo comenzó a derrumbarse. El rojo que aún se mantenía del desfalleciente crepúsculo de pronto se transformó en fuego infernal, y este a continuación pasó a consumir todo su universo.
Estoy perdido, estoy perdido, estoy perdido...
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