Capítulo XV

Por la ventana de la cafetería podía verse a la gente entrando y saliendo del centro comercial. Un ligero viento soplaba y agitaba las flores y hojas que adornaban el pasadizo situado afuera del establecimiento. Harleen volvió a su postre y nuevamente hundió su cucharilla. El pie de limón estaba delicioso. Una vez acabó de saborear el nuevo bocado, ella se fijó en el postre del otro lado de la mesa. Gina no había tocada hasta el momento su torta de chocolate. Harleen la analizó con la mirada. Su amiga ya la había estado esperando cuando ella llegó al local. Apenas se sentó le dijo que pidiese lo que guste, que todo correría por su cuenta. Asimismo, le agradeció con mucho ahínco por haber aceptado su invitación.

–Gina, si no me hablas mi postre se acabará y yo me marcharé –Harleen blandió su cucharilla.

–¡Oh, Harleen! ¡Cuanto lo siento! –Gina abrió los ojos como si acabase de despertar de un mal sueño. Ella se masajeó las sienes y acto seguido dio un largo sorbo a su café–. Perdón, no sabía cómo comenzar...

–¿Quieres que te ayude? Pues bien, responde a mi pregunta. ¿Por qué me llamaste? ¿Será que quieres disculparte por cierto hecho del pasado?

–¡Eso es! Sí, tienes razón. Primero que nada, debo disculparme. Lo que pasó entre Arthur y yo nunca debió suceder. Yo me dejé llevar, fui una estúpida, tan estúpida...–Gina de pronto comenzó a sollozar. Harleen dejó a un lado su taza de té y cogió una de las manos de su abatida acompañante. Le sorprendió lo fría que esta estaba.

–Perdóname por haber sido tan brusca. El orgullo siempre será el más duro rival para mí. Te diré la verdad: el tiempo ya ha sanado en mí esa herida de la que acabo de acusarte. No te odio ni mucho menos. Así que dejemos atrás ese lamentable suceso. Y sí, te perdono, por lo que ahora ya puedes volver confiar en mí y hablarme como en los viejos tiempos, cuando éramos las mejores amigas.

–Oh, Harleen –Gina se secó las lágrimas y se sorbió los mocos. Con ojos llorosos ella contempló a la joven de las coletas castañas–. Eres tan buena, me da gusto ver cómo has crecido tanto en tan poco tiempo. Yo en cambio he ido de mal en peor. Yo...

Harleen se levantó de su asiento y se situó al lado de Gina para abrazarla. Esta última lloró desconsoladamente sobre su regazo. Luego Harleen llevó su silla hasta el costado de Gina. Esta última se sintió muy agradecida con el gesto.

Una vez la morena muchachita consiguió calmarse, ella se armó de valor y le contó a Harleen su triste historia. –Yo terminé enamorándome perdidamente de Arthur. Fue tanto el amor que llegué a sentir por él que terminé cegándome. En ese momento me volví su esclava, todo lo que él decía yo lo hacía sin rechistar. Fueron tantas las cosas que tuve que sacrificar por él... mis amigos, mi tiempo, mi futuro, incluso mi propio orgullo. Y para colmo él tenía unos fetiches tan descabellados. ¡Pero incluso en esto yo cedí! Creí que solo así él se daría cuenta de lo mucho que lo amo. ¡Ay, como pude ser tan ilusa!

–No te culpes por lo que ya pasó. Solo déjalo ir y mira hacia adelante. La vida continua, amiga mía –Harleen tomó una vez más la mano de su amiga entre las suyas. Gracias a ello Gina pudo armarse de valor y proseguir con su relato.

–En un principio me gustaba cuando él me celaba. ¡Me parecía tan tierno, siempre tan pendiente de mí! Pero con el tiempo sus celos comenzaron a asfixiarme. Ni siquiera podía salir con mis amigas sin que él se molestase. Pero yo era una reverenda idiota en aquel entonces, el amor me había sorbido el cerebro. Por Arthur dejé de salir con otra gente. Únicamente salía con él a todo lado. Y aun así él nunca estaba contento. Que porqué ese tipo te miró así en la discoteca, que porqué tu amiga te susurró en la oreja como si no quisiera que yo oyera lo que te tenía que decir... te juro que estaba harta, pero aun así yo agachaba la cabeza y le daba la razón. Quería llevar la fiesta en paz, solo eso quería. Así se mantuvieron las cosas hasta que acabamos el colegio. Luego llegó el verano... en ese momento yo quería estudiar para ingresar a la universidad. Él por su parte ya tenía ingreso libre por haber sido deportista destacado. Razoné con él para que me diera, aunque sea, algo de espacio. Me dijo que no tenía que preocuparme, que estudiaríamos juntos. Pero ambos sabíamos que esas horas de "estudio" en realidad serían más de lo mismo. Arthur era un adicto al sexo, te juro que nunca se saciaba. Una tarde fui a su casa para "estudiar". Por supuesto, allí no había nadie más que él. "Guarda eso", me ordenó cuando empecé a sacar mis cuadernos. Poco después prendió su televisor y me empezó a mostrar videos porno. Yo enrojecí terriblemente, no sabía a donde mirar. Aunque lo peor vino después, pues él me instó a que imitemos las vulgaridades que se veían en esos horripilantes videos. ¡Dios santo, me arrepiento tanto de haber ido a su casa ese día! Me negué, hasta traté de irme, pero él se puso como loco. Me acusó de no amarlo, de no confiar en él, de ser una mentirosa y una infiel. Yo le reproché que nada de lo que me decía era cierto, que él no sabía lo que decía, pero entonces me arrebató mi celular y comenzó a revisarlo. Para ese entonces yo ya no hablaba casi con nadie, así que no encontró nada comprometedor. Pero de todas formas su ira siguió en aumento. Me amenazó con terminarme y luego matarse. ¡Ay, ahora sé que fui una reverenda idiota por haberle hecho caso! Pero en ese momento estaba muy asustada, de modo que al final accedí a sus demandas... siento tanto asco de mí misma por lo que pasó; ese fue el peor día de mi vida. Por días no pude sentarme, estuve tan mal, aunque lo peor eran los recuerdos de las humillaciones, porque lo que sufrí durante ese día fueron innombrables humillaciones, una tras otra...

–No digas más, entiendo perfectamente que ese tipo era un cerdo. Ven aquí –Harleen una vez más consoló a su amiga, ofreciéndole su pecho como apoyo.

–Después de eso yo comencé a evitarlo por un tiempo, excusándome con que estaba enferma. Pero lastimosamente me duró poco la valentía. Arthur comenzó a portarse muy lindo conmigo. Se disculpó una y otra vez por lo sucedido en su casa, y me prometió que a partir de entonces me escucharía y me respetaría como yo me lo merecía, porque él me amaba y no quería que por nada del mundo yo dude de ello. En fin, terminé cayendo nuevamente en sus redes. El tiempo pasó, y como ya me lo esperaba no logré mi ingreso a la universidad. Él me consoló, por supuesto, aunque quiso hacerlo "a su manera". Sin embargo, esta vez yo le puse el pare cuando quiso propasarse. Ah, que tonterías comete uno por amor. Él esta vez no insistió. Poco después yo me marché. Con el pasar de los días él dejó de hablarme y de escribirme. Al final yo, la tonta rematada, terminé suplicándole para que deje de ser tan frío conmigo. Él aceptó mis disculpas, pero la situación continuó igual. En ese entonces estaba tan desesperada por mi situación que busqué consuelo en mis viejos amigos. Ya empezaba a olvidarme de Arthur, del dolor que me provocaba su fría indiferencia, pero entonces él me invitó a su presentación oficial en un equipo de futbol profesional de primera división. Yo me sentí muy alagada. Asistí y lo acompañé. Conocí a sus padres. Luego fuimos a su casa y comimos una cena muy elegante que preparó su madre. Todo parecía ir bien, hasta que de pronto sonó mi celular. Yo lo guardé en mi cartera, pues se trataba de Juan Díaz, el de nuestra clase. Yo había estado hablando con él cuando me peleé con Arthur, ya sabes que nos conocimos desde el kínder y todo eso, pero ahora presentía que Arthur se molestaría si lo volvía a hacer. Él se percató de mi acto, pero no dijo nada. Yo me sentí aliviada y con la seguridad de que allí quedaría la cosa. Sin embargo, luego de la cena, cuando fuimos a su sala para probar unos cocteles que su padre nos ofreció, Arthur me pidió explicaciones. Yo le dije que me había llamado mi madre, que no le tome importancia al asunto, pero él insistió y quiso que le muestre el celular. Yo me negué, pero entonces ante el asombro de sus padres me arranchó la cartera y sacó mi celular. Me exigió que ponga la clave. Yo me negué una vez más. Entonces lo peor sucedió. Una vez más Juan volvió a llamar. ¡Dios santo! En ese momento solo quise que me trague la tierra. Arthur se puso como loco, me acusó de traidora, de perra, de prostituta, de ser una cualquiera, de ser una vil embustera y una mujer sin corazón. Y todo enfrente de sus padres. Al final ellos lo tranquilizaron, y para mi completo desconcierto se pusieron de su lado. ¿Cómo podían defender una actitud tan fuera de lugar? Me pidieron amablemente que me retire. Yo no lo podía creer. Pero cuando me dirigía hacia la puerta, Arthur sacó de su habitación todos los regalos que yo le había hecho a lo largo de nuestra relación y los botó a la calle. Me sentí tan humillada, tan maltratada en ese momento. Hui llorando de esa casa de locos. Te juro que fue el peor día de mi vida. Y para colmo de males, algunas semanas después me enteré de que Arthur había empezado a salir con una chica de la farándula, no sé si ya lo habrás visto en las noticias. Incluso en un programa en vivo él dijo que ella era el amor de su vida, y que era la primera vez que amaba a alguien así, con todo el corazón. Ya te imaginarás lo fatal que me sentó oír aquello. En fin, en ese momento entendí que él nunca me había amado y que yo lo había sacrificado todo por nada. Entré en una desesperación tremenda, incluso pensé en matarme, pero entonces me acordé de ti, y quise hablarte antes de cometer cualquier locura. Tú siempre solías darme los mejores consejos, siempre sabías qué decirme. Deposité en ti todas mis esperanzas, pero entonces recordé como habían terminado las cosas entre nosotras, y todo por culpa de Arthur. En ese momento toqué fondo, de veras que me sentí la persona más desgraciada del mundo. Por días no pude dormir y no comí casi nada. Siempre en mi cabeza rondaba la misma idea, de que a nadie le importaba y que me lo tenía bien merecido. Pero entonces una mañana vi una noticia sobre ti en mi celular. No sé por qué, pero eso me dio esperanzas. Pensé: si Harleen ha alcanzado el éxito en tan corto tiempo, tal vez ya haya madurado lo suficiente como para perdonarme. Sé que no suena a algo muy lógico, pero este pensamiento que tuve fue más como un presentimiento. De esta forma fue como me armé de valor y finalmente decidí llamarte...

Después de que Gina le abrió por completo su corazón a Harleen, ambas muchachas se reconciliaron y se abrazaron y lloraron y rieron y volvieron a llorar. Ambas sentían que se habían quitado un enorme peso de encima, y eso les produjo una felicidad muy especial. Después de charlar por un buen rato más, rato en el cual Harleen también compartió sus pesares y sus fracasos en el amor, ambas muchachas salieron de la cafetería y se dirigieron al club "Belladona del Amanecer", pues Harleen había terminado convenciendo a su amiga para que se una a este, ya que gracias al club ella misma había encontrado la salvación. –Te hará tan bien como a mí, ya lo verás –Harleen le aseguró a su amiga.

La sesión de aquel día duraba hasta tarde, ya que los sueños solían tener muy variadas interpretaciones. Por ello, cuando las amigas llegaron al club todavía encontraron reunidos a sus miembros. Harleen les contó a los demás lo sucedido con Gina, y la historia terminó conmoviendo a todos los presentes. Poco después Gina fue admitida en el club por unanimidad.

Aquella jornada Harleen llegó tarde a su casa. Encontró a su tía ocupada en su escritorio con unos informes del trabajo. Le dio las buenas noches y luego se dirigió a su habitación. Allí se cambió, se lavó los dientes y finalmente se acostó. Ya con la luz apagada y arropada dentro de su cama, ella rememoró todo lo que le había sucedido durante aquel día. Habría sido un día perfecto si tan solo la interpretación de su sueño en el club le hubiese resultado satisfactoria. Y es que sus compañeros del club habían concluido que el cofre enterrado bajo las rocas muy probablemente estaría ocultando algo con lo que en el fondo Harleen no quería lidiar. Ella no supo de qué podría tratarse este "algo". O mejor dicho no se sintió preparada para saberlo. "Lo mejor será que siga enfocada en mantener constante mi crecimiento espiritual. Tal vez así un buen día por sí solas las rocas se pulvericen, y yo por fin pueda abrir ese cofre tan misterioso", con este pensamiento Harleen dio por concluida su meditación nocturna. Poco después ella se durmió con una sincera sonrisa en el rostro.

Furiosa lancé una chispa de luz hacia el abismo. Jamás esperé que tan preciada joya pudiese retornar a mi lado. Pero volvió, y gracias a tan increíble milagro recién me he podido percatar de lo mucho que añoré su calidez.

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