Harleen vio aquel número siete moviéndose cual un relámpago por entre los jugadores rivales. La camiseta amarilla de la escuela le quedaba pintada a Arthur. "No pienses en esas cosas, Harleen, concéntrate en el juego", la joven se reprendió a sí misma, en tanto desde su lugar en las graderías con la cámara de su celular transmitía en vivo el encuentro.
Arthur ejecutó una bicicleta frenética ante el defensa del equipo contrario. Confundido a más no poder, el pobre terminó barriéndose en la dirección contraria. Con el arco libre, Arthur no lo pensó dos veces y le pegó al balón un potente derechazo. La pelota describió una comba y terminó clavándose en el ángulo derecho de la portería. Nada pudo hacer el gigantesco portero del equipo rival para poder frenar el balón.
Cuando Arthur fue a celebrar con sus compañeros Harleen se sintió eufórica. Había sido un gol magnífico que hizo saltar a toda la hinchada del colegio. Ella no pudo evitar contagiarse de la algarabía que la rodeaba. Sin embargo, todo su ser se petrificó cuando tras el abrazo con sus compañeros de equipo Arthur se dirigió hasta el borde de la cancha, señaló hacia las graderías y acto seguido mandó un beso volado. Harleen en ese momento no supo donde ocultarse. Muchos se percataron de que Arthur había señalado a una chica, y de inmediato lanzaron los consabidos aullidos. "¡Qué tienes en la cabeza, idiota! ¡Me vas a matar de la vergüenza!", Harleen gritó para sus adentros, en tanto hundió la cabeza debajo de su casaca del uniforme escolar.
Finalizado el encuentro, Arthur citó a Harleen a la salida de los vestidores para que ella pueda entrevistarlo. La joven de las llamativas pecas lo esperó sentada sobre una pequeña loma de pasto y bajo un cielo despejado de mediodía, algo inusual para aquella época del año en la ciudad.
–Estoy listo –Arthur llegó con su negra cabellera mojada. Por lo visto se había dado un buen refresco en el lavabo de los vestidores. Él se sentó al lado de Harleen.
–Pues bien, empecemos –Harleen abrió la grabadora de su celular.
–Sí. ¡Cielos, qué calor! ¿Por qué tan de repente habrá salido el sol? –Arthur de pronto comentó, y para asombro de Harleen se sacó la camiseta.
–¡Dios santo! –Harleen apartó la vista escandalizada, aunque no sin antes haberse devorado con los ojos la marcada musculatura del muchacho.
–¿Qué pasó? ¿Te picó algún mosquito?
–¡No te hagas el tonto! ¡Sabes muy bien a lo que me refiero! ¡¿Por qué siempre tienes que hacer esta clase de cosas para provocarme?!
–¿Provocarte? –Arthur enarcó una ceja–. ¿Provocarte en qué sentido?
–¿Eh? –Harleen recién se percató de que había hablado de más. En ese momento ella quiso que la tierra se la trague–. Yo..., pues-pues... ¡idiota! ¡Déjate de hacerme perder el tiempo y mejor enfoquémonos en la entrevista!
–¡Oh, sí! La entrevista, por supuesto –Arthur se echó a reír. Olvidándose de lo que acababa de pasar, Harleen nuevamente posó sus ojos en el muchacho. Ver una vez más su trabajado torso desnudo y brillando bajo el sol por la mezcla del agua y el sudor que cubría su piel, la hizo sonrojarse terriblemente. Arthur una vez más se echó a reír. "Como odio esa maldita sonrisa", Harleen rabió para sus adentros, aunque al mismo tiempo un repentino calor que abrazó a sus entrañas se encargó de refutarle el citado pensamiento.
Harleen publicó la nueva actualización de su crónica en las redes del periódico escolar. A diferencia de con las anteriores notas, esta vez la presente contenía algunas líneas que no provenían de su propia inspiración. La joven de las traviesas coletas recordó el final de su entrevista con Arthur tras finalizar el más reciente partido. "Antes de despedirnos tengo una petición", Arthur le había dicho. Por toda respuesta Harleen enarcó una ceja. "Quiero que coloques en tu noticia una pequeña aclaración. Vamos, no me mires así, no será nada fuera de lugar", él le prometió.
–Nada fuera de lugar, ¡pff! ¡No pudo haberme pedido nada más fuera de lugar que eso! –Harleen rabió. Era el primer receso de un nuevo día de clases, y ella se encontraba ocupando una de las mesas de la cafetería en compañía de su mejor amiga Gina.
–Pero bien que lo terminaste publicando, ¿eh, picarona? –Gina le hizo cosquillas.
–¡Déjame! –Harleen le apartó las manos–. Te digo que el muy cínico me chantajeó. Mira que amenazarme con ya no poder seguir cubriendo los partidos del equipo si no le aceptaba su caprichito, ¡y justo ahora que ya estamos en el último tramo de la liga! ¡Vaya mafioso que resultó ser!
–Vamos, no te hagas la muy afectada. Sabes que en el fondo te gustó ese detalle tan romántico...
–Tremenda cursilería, ¡de solo recordarlo me dan ganas de vomitar!
–"... el capitán de nuestro amado equipo, Arthur Luna, me amenazó con prohibirme el seguir cubriendo los partidos si es que no aceptaba su capricho. Estas fueron sus palabras: "o indicas que el último gol se lo dediqué a la reportera más guapa del mundo, o como capitán te prohíbo que sigas cubriendo los partidos del equipo, ponlo en tu noticia, o te juro que cumpliré con mi palabra". Por supuesto, sin más remedio, esta humilde servidora tuvo que ceder ante tan bochornosa petición...", Gina leyó un fragmento del artículo que acababa de abrir en su celular.
–¡Basta, por lo que más quieras ya no sigas más con esta tortura! –Harleen se le abalanzó encima y le tapó la boca. Bajo su mano Gina no pudo contener más sus ganas de reír.
–¡Por poco me ahogas, loca! –Gina exclamó una vez Harleen la soltó–. Además, acepta que gracias a ese detalle tu artículo ha sido un rotundo éxito. Nunca antes algún escrito tuyo había tenido tantas reacciones y comentarios como ahora. ¿Sabes? Por primera vez siento que el premio a mejor periodista escolar del año está al alcance de tu mano.
–¡Ah! Bueno, en eso sí tienes razón. Sesenta por ciento de la calificación final depende del grado de interacción que la gente haya tenido con tus noticias, después de todo. Aun si el jurado calificador me coloca por debajo de las noticias de Kylian, aun así, tendré un sesenta por ciento de respaldo... ¡Dios mío! –Harleen de pronto se llevó la mano derecha a la boca. Con los ojos abiertos a más no poder ella contempló a Gina–. Esto es real, ¿te das cuenta? Por primera vez puedo ganar, ¡es una locura!
–Por fin la suerte te sonríe, ¿eh, amiga?
–Pero no lo comprendo, ¿esto es lo que la gente prefiere? ¡No puedo creerlo!
–Nunca subestimes el poder de la farándula, amiga.
–¡Qué disparate! Con que al fin y al cabo a eso se reduce todo. Pues bien, si chisme pide el pueblo, chisme les daré.
–¡Así se habla amiga, esa es la actitud! –Gina le pasó el brazo por detrás del cuello y se la acercó para felicitarla.
"¡¿Qué acabas de decir, Harleen?! Esta Gina sí que me hace soltar tontería y media con su palabrería barata. Sin embargo, es completamente factible que me pueda aprovechar de la situación para... ¿y Arthur? ¿Se seguirá prestando para este juego? No, estoy viendo las cosas desde una pésima perspectiva... ¿realmente Arthur es el que se está prestando para esta puesta en escena? ¿No es al revés? Ya veo, la pregunta entonces debería ser: ¿me seguiré prestando yo para este juego? Arthur, maldito seas, ¿hasta dónde serás capaz de llevar toda esta locura? Porque si sigues con esto, las consecuencias, yo... ¡yo no quiero ni imaginarme en qué acabará todo esto!", Harleen, como últimamente ya le venía pasando, se puso colorada a más no poder. Por supuesto, para la experta Gina tal detalle no le pasó desapercibido.
–¡Grrr, dijo la loba! –la joven de los lentes de montura roja expresó con picardía. Harleen por toda respuesta le dedicó una mirada fulminante–. ¡Jajaja! –una explosiva risotada fue todo cuanto su gesto de reproche pudo conseguir en su incorregible mejor amiga.
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