Capítulo XI

En la amplia habitación matrimonial de sus difuntos suegros, Tania se hallaba en compañía de su amante Gabriel. Ambos fumaban en ropa interior, tapados hasta la cintura con una frazada. Desde la ventana les llegaba el sonido de los grillos proveniente del jardín. Afuera era una noche despejada.

–La casa ha quedado magnífica después de los arreglos que le hemos hecho –Gabriel comentó tras aplastar su cigarrillo sobre el cenicero de su mesa de noche.

–Han sido unas semanas agotadoras, pero valió la pena, querido –Tania respondió tras exhalar una alargada nube de humo.

–Y en cuanto al sótano...

–Ya lo habíamos discutido. Por favor, no me menciones más ese tema que tanto dolor me provoca.

–Perdóname por mi impertinencia, reina mía. Había olvidado "eso". Ven aquí –Gabriel se le acercó y le apartó el cigarrillo de los labios. Acto seguido él le dio un esmerado beso en la boca.

Una vez apagaron las lámparas y se dispusieron a dormir, Tania no fue capaz de pegar pestaña. Continuamente oía ruidos extraños, como de pasos, de roces, de voces lejanas charlando. Todos ellos parecían provenir de distintos puntos de la casa. Lo que más la desconcertaba era que su amante dormía a pierna suelta y sin mostrar el más mínimo signo de haber oído alguno de los mencionados ruidos. Poco después de que se mudaron a aquella gran casa Tania había empezado a oír los extraños sonidos durante las noches. En un comienzo ella no quiso hacérselo saber a Gabriel, dado que él conocía el asunto de su difunto exmarido asesino y no quería sugestionarlo con ideas escalofriantes. Sin embargo, los días pasaron y a la pobre se le hizo insoportable el continuar oyendo tan tétrica sinfonía nocturna. Una buena mañana, a poco de terminar de desayunar, ella finalmente le contó sobre su situación a su amante. Para su desazón, Gabriel estalló en ruidosas carcajadas. Solo un buen rato después, ante los airados reclamos de Tania por su falta de delicadeza, él se disculpó y la consoló diciéndole que los inexplicables ruidos solo se trataban de ideas suyas provocadas por el trauma de lo sucedido con su marido. Por supuesto, a Tania no le satisfizo tan burdo consuelo, aunque decidió fingir que sí para así dar por concluido el tema y que este no interfiera más en su relación.

Las labores de restauración y mejoría del inmueble mantuvieron muy ocupada a Tania por un buen tiempo. Ella se dedicó de lleno a la supervisión y al manejo de toda la logística que el proyecto involucraba, esto con la intención de ocupar su tiempo y así evitar que pensamientos sombríos le ronden por la mente. En el lapso de este periodo Tania siempre solía terminar muy agotada al final del día, de modo que los "ruidos fantasmagóricos", como ella los nombró, no conseguían perturbarla por las noches. Lamentablemente para ella, una vez los trabajos finalizaron, la tortura de los sonidos sombríos redobló su intensidad. Tania trató de ocuparse con diversas actividades, tales como ir al gimnasio, salir a pasear durante el día, e incluso buscarse algún trabajo. Su objetivo en todos los casos mencionados era claro: terminar tan agotada que con la llegada de la noche no cuente con las energías necesarias para sentir miedo. Lamentablemente para ella, esta vez la estratagema no le resultó, pues a pesar de que Tania estuviese sumamente cansada, los sonidos parecían introducirse hasta su mismo cerebro. Tal hecho le llegó a generar tanto miedo que por momentos la pobre sentía que la habían sumergido en una tina de hielos.

Tania buscó ayuda psicológica y psiquiátrica. Su doctora le dedicó largas sesiones en las que ella se desahogaba de todos sus temores y remordimientos. Además, ante la insistencia de la abatida mujer, la doctora le recetó fuertes relajantes y somníferos. Como consecuencia, Tania terminó viviendo en un estado casi permanente de dopaje. Esto provocó que sus ánimos y energías decayeran en gran medida. Gabriel no tardó en notar el creciente malestar en su pareja, de modo que le insistió para que abandonen aquella casa que tanto daño les hacía. Tania por un par de días se sintió contrariada ante la insistencia de Gabriel, pues irse significaba tirar por la borda todo su esfuerzo gastado en remodelar el lugar. Pero al tercer día le dio un ataque de pánico que la mantuvo en cama durante toda la mañana, de modo que no le quedó más remedio que admitir que su amante tenía razón. Desde que llegó a aquella casa maldita habían comenzado sus males. Tania no lo pensó más y ambos se mudaron sin pérdida de tiempo a un cómodo apartamento.

Los primeros días ella vivió tranquila, sin nada que la perturbe. Pero en la noche del cuarto día no solo la atormentaron los ruidos extraños, sino que ahora una sombra alargada y oscura empezó a proyectarse sobre su cama cada vez que ella estaba a punto de dormirse. Asimismo, Tania empezó a sentirse observada en todo momento. A la mañana siguiente ella amaneció con ojeras muy marcadas. No había dormido absolutamente nada.

Durante un atardecer gris Tania llegó agotada del gimnasio. Se duchó y luego se dejó caer sobre su cama. Gabriel le preparó la cena y esperó a que ella despierte. Sin embargo, Tania no abrió los ojos hasta la tarde del día siguiente, justo cuando Gabriel ya comenzaba a dudar sobre si llamar o no a una ambulancia. Él encontró a su amada muy rejuvenecida y animada, y tan hermosa que por un momento llegó a dudar de que se trate de la misma Tania que conocía. Pidieron algo de comer y compraron mucho vino. Sentados sobre la alfombra de la sala ellos comieron y bebieron, y a la vez mantuvieron una larga y feliz conversación. Con las continuas copas de vino ambos comenzaron a sentirse acalorados y excitados. Cuando cayó noche la pareja hizo el amor sobre la cama matrimonial que compartían. A Tania le encantaron las embestidas tan firmes de Gabriel. Ella se abrazó a su espalda y le clavó las uñas en la piel desnuda. Como respuesta él le mordió el cuello haciéndola gritar de placer. Durante el encuentro Tania sintió la agitada respiración de su amante muy cerca, al punto de que esta parecía fundirse con sus continuos gemidos. Sin embargo, con el pasar de los segundos un tercer sonido empezó a hacerse sentir. Era una especie de tos masculina que a Tania le puso la piel de gallina. De forma instintiva ella apretó los párpados. Poco después el estremecedor sonido cesó. Recién allí Tania se atrevió a abrir los ojos. Apoyado en el marco de la puerta ella vio a Randy con los puños cerrados y mirándola iracundo. Un horror indescriptible se apoderó de todo su ser.

–¡NO! –en ese momento Tania soltó un grito ahogado, y acto seguido perdió el conocimiento.

Cuando despertó ya era de mañana. Gabriel llegó al poco rato a su lado y la abrazó. Ella se echó a llorar como una bebé sobre su pecho. Momentos después, ya cambiados y desayunando en la cocina, Tania recién le contó sobre lo sucedido. Gabriel trató de mostrarse poco afectado por lo que iba oyendo, pero lo cierto es que no fue capaz de sacarse de la cabeza el hecho de que había sentido muy claramente un desagradable escalofrío en el instante justo en el que su amada perdió el conocimiento. Esta vez ya no le parecieron tan disparatados los temores de Tania.

Algunas noches después, en medio de la oscuridad de la habitación Tania comenzó a sentir que le bajaban el pantalón de dormir y que luego una mano se introducía de forma traviesa bajo sus bragas. –¡Basta! –ella dijo en medio de risitas, pero entonces se percató de que Gabriel no se encontraba a su lado. Cuando él llegó del baño se topó con que Tania yacía sumamente pálida y con el más desmesurado pavor impreso en el rostro.

Pasada esa noche la relación entre Tania y Gabriel empezó a enfriarse. Él ya estaba harto de las paranormales experiencias que acometían a su pareja, y para colmo comenzó a sentir que poco a poco él también empezaba a experimentarlas por el simple hecho de permanecer a su lado. A Tania no le pasó desapercibida la frialdad con la que su amante comenzó a tratarla, aunque no le reclamó nada. Por el contrario, ella trató de comprenderlo. Sin embargo, la cruz que ella cargaba por dentro llegó a hacérsele tan pesada que en más de una ocasión el corazón estuvo a punto de estallarle.

Una mañana Tania se encontraba durmiendo, cuando de improviso su celular comenzó a timbrar. En un principio la mujer no le hizo caso, pero tal fue la insistencia del aparato que no le quedó más remedio que tomarlo. Cuando vio el nombre de su exmarido en la pantalla, Tania lanzó el celular muy lejos de sí. Ella permaneció sentada sobre su cama, muy agitada y con los ojos desorbitados. Poco después llegó Gabriel y le alcanzó su celular. Tania se vio tentada a tirarlo de nuevo, pero comprendiendo que eso solo perturbaría aún más a su pareja, se aguantó las ganas y lo tomó. Ella fingió revisar unos mensajes, aunque lo cierto es que buscó desesperadamente alguna aplicación con la que distraerse. Fue una terrible idea, ya que en una de sus redes sociales se topó con una noticia que lejos de distraerla solo contribuyó a alterarla aún más.

"El comic sobre el despiadado asesino serial Randy Velázquez llegó para quedarse. De la mano de su propio hijo, el comic titulado...", ella empezó a leer. No pudo terminar, pues a media noticia Tania se hallaba en completo estado de shock. "¿Un éxito rotundo? ¿La historia se convertirá en una serie? ¿Firma de autógrafos? ¿Nicolás y su guionista Harleen han hecho estallar las redes con su exitoso comic...? ¡¿Qué clase de pesadilla es esta?!!", Tania dejó caer su celular en tanto se tomó de los cabellos. Acostumbrado a sus histerias Gabriel no le prestó demasiada importancia, aunque de todas formas la curiosidad lo instó a ver la pantalla del celular.

–Mi propio hijo, ¿puedes creerlo? –Tania le dijo cuándo notó como él se sorprendió al revisar el celular–. No contento con torturarme con su espectro, ahora él ha poseído por completo a mi hijo...

–Es terrible todo lo que te viene sucediendo. Creo que lo mejor sería que busques ayuda profesional en alguna institución entendida...

–¡¿Crees que me he vuelto loca?!

–¡No! Claro que no. Solo creo que necesitas más ayuda de la que has recibido hasta el momento. Si quieres yo puedo ayudarte a buscar a alguien que pueda...

–¡Estoy harta! ¡HARTA! –Tania se puso de pie y a grandes zancadas se dirigió a la cocina. Gabriel la siguió espantado. Cuando vio que ella abrió la llave del gas y luego cortó el cable que lo conectaba con la cocina con un afilado cuchillo de carnicero, Gabriel sintió un miedo que por poco lo paraliza.

–¡Detente, no cometas una locura! –una vez recuperado del susto él se lanzó sobre Tania y la apartó de un empujó. Sin embargo, apenas terminó de cerrar la llave, Gabriel sintió que algo afilado se introducía por un costado de su espalda baja–. ¡¿Pero qué te pasa?!! –él le propinó un puñetazo a Tania, con el cual consiguió alejarla. Acto seguido se quitó el cuchillo de carnicero, aunque con horror se percató de que la sangre no dejaba de manarle. "Debo salir de aquí, debo apresurarme o moriré desangrado", él se dijo en tanto empezó a renguear hacia la salida. Cuando ya estaba por llegar al ascensor, oyó la voz de Tania que le gritaba desde el apartamento: "¡Eso, abandóname como el cobarde que eres! ¡Yo siempre creí que nuestro amor era sincero! ¡Si lo fuese ahora mismo estarías dispuesto a acompañarme hasta el final y no a huir como un cobarde! ¡Te odio, malparido, te odio con toda mi alma!!"–. Está loca de remate, mejor me largo de aquí cuanto antes –Gabriel cerró la puerta del ascensor. Una vez allí llamó a una ambulancia para que fuese a auxiliarlo. Cuando se abrió la puerta del ascensor en el primer piso, él se dirigió de inmediato hacia la recepción y le dijo a la encargada que llame a la policía y a los bomberos, pues una loca estaba a punto de cometer una locura en el apartamento del quinto piso. La mujer lo miró extrañada, pero a los pocos segundos una gran explosión remeció todo el edificio. Ella clavó la mirada en Gabriel, pero entonces se percató de la sangre y de lo pálido que él estaba.

–¡Llamaré a la policía! –la recepcionista exclamó, y segundos después salió aterrorizada del edificio.

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