Capítulo X
No era la primera vez que Harleen descubría a Nicolás mirándola de aquella manera. Tal hecho le generaba sentimientos encontrados. Ella temía que aquella mirada fuese como la de Raúl, o como la de Arthur, o como la de Teresa cuando le reveló sus verdaderas intenciones. Sin embargo, en el caso de Nicolás no podía asegurarlo, pues sus ojos poseían una constante de tristeza y desaliento que conseguía ocultar lo que había detrás cual una espesa nube de neblina. Aun así, había momentos en los que ella ya no soportaba más el asedio de aquellos ojos tan negros como las profundidades del océano abisal, y entonces interrumpía de forma abrupta la conversación de turno. Cuando notaba como Nicolás desviaba la mirada y acto seguido volvía a su trabajo, a la joven le entraba un gran alivio, aunque, para su asombro, pronto dicho alivio pasaba a verse reemplazado por una fantasmal agonía.
"¿Qué es lo que tanto temo? Nicolás solo quiere alguien que lo escuche y que le alivie su soledad. Él desea lo mismo que yo. Entonces, ¿Por qué me atosigo con estas insufribles ideas mías? Se ve que al pobre no le sientan nada bien mis maneras tan cortantes, él lo único que quiere es seguir charlando, eso es todo cuanto necesita. Y lo más irónico es que yo también lo necesito. Cuando hablamos siento que puedo explayarme con total libertad, él no me juzga, ¡nunca lo hace! Y es tan razonable, siempre sabe qué decir y cómo decirlo. Entonces, ¿Por qué? Lo que yo tengo es un trauma que no puedo superar. Veo tiburones en donde solo hay un tranquilo océano paradisiaco habitado únicamente por multicolores pececillos, yo...", Harleen reflexionaba en tanto fingía concentrarse en su libreta, cuando de improviso le llegó el sonido de un apagado maullido. Ella de inmediato levantó la cabeza para buscar al causante, pero entonces sus ojos se cruzaron con los de Nicolás. Por un instante ella juraría haber visto en el rostro de su amigo los ya tan familiares ojos oceánicos del gato negro que en más de una ocasión la habían hecho dudar de su cordura. Harleen se restregó los ojos con los puños y finalmente volvió a mirar. Frente a ella estaba el Nicolás de siempre, con sus ojos negros de siempre y con su típico rostro de confusión que tanto le hacía parecerse a un perrito asustado. Pensar en el mencionado parecido permitió que la joven se relaje un poco. Ella soltó una aliviada exhalación.
–¿Te ocurre algo, Harleen? –Nicolás le preguntó tras dudar por algunos segundos.
–Yo... ¡no, no es nada! –Harleen camufló lo que le había sucedido con una relajada risita.
–Bu-bueno –Nicolás se encogió de hombros, y poco después volvió a ocuparse de sus dibujos. Harleen por su parte negó con la cabeza y a continuación también intentó volver a su trabajo.
"Esos odiosos ojos que pensé haber visto, por un momento hasta parecían tener filo...", ella se dijo, pero entonces de forma repentina un oscuro recuerdo emergió desde las profundidades de su interior, atraído este por la palabra clave "filo". Harleen se vio a sí misma en el parque a espaldas del colegio F., sentada sobre su banca favorita y enfocada en los escritos de su blog, hasta que de pronto una sombra interrumpió su concentración. Ella levantó la mirada, pero entonces un presentimiento le advirtió de que las cosas no habían sucedido así en realidad. A pesar de ello, el hilo de sus pensamientos no se detuvo y ella continuó interactuando con aquel montaje de su psique. Cuando Nicolás sacó el cuchillo de su mochila, Harleen de pronto se vio trasladada a la disco en donde tan nefastas experiencias le habían tocado vivir. En específico, ella se hallaba sentada sobre el mismo mueble en donde Teresa le dio aquel beso agridulce que tanto le hubo perturbado. Pero ahora no era Teresa quien la acompañaba, sino Nicolás y su cuchillo. Trajeada con el seductor conjunto que había usado para asistir a la disco en aquella ocasión, Harleen se sentía mucho más vulnerable e indefensa que nunca. Se miró el abdomen que resaltaba bajo su top negro, y luego sus piernas desnudas brillando cual neón en medio de las sombras debido al reflejo que producían las luces psicodélicas de la discoteca en su piel. Acto seguido la joven levantó la mirada, aunque con lentitud y temor, y entonces se topó con que Nicolás sostenía el afilado cuchillo muy cerca de su frente, tan cerca que la punta llegaba a tocarle los cabellos. En ese momento ella tragó saliva. Quiso huir, pero su cuerpo no le respondía. De pronto el cuchillo bajó hasta que el helado filo de la hoja rozó su blando abdomen. Harleen comenzó a temblar, y además a sudar frío cuando Nicolás se le fue acercando con los labios listos para besarla. Asimismo, en ese mismo momento algo de lo más insólito le sucedió, pues de su ombligo emergieron cientos de mariposas multicolores, y a la vez una continua dosis de estimulante placer comenzó a recorrer su torrente sanguíneo. El gélido contacto del arma con su piel había sido el detonante de su actual amalgama de sensaciones, Harleen lo sabía; aunque con todas sus fuerzas tratase de negarlo, en el fondo ella lo sabía. Harleen se sentía desnuda e impotente ante aquel cuchillo transgresor, se sentía atrapada bajo su yugo. Y los labios de Nicolás continuaban acercándosele, al punto de que incluso podía sentir su cálido aliento rozándole los labios. Tal contraste de temperaturas trastornaba sus emociones, hacía estallar sus sensaciones, y a tal punto le revolvía el espíritu que de pronto ella se encontró anhelando que Nicolás hundiera el cuchillo en su vientre y que al mismo tiempo la bese con desmedida pasión.
"¡Miaaau!", un nuevo maullido, esta vez mucho más pronunciado y cercano, sacó a Harleen de su estado de ensoñación. Ella entonces se percató de su repentina agitación y del frío sudor que le humedecía la piel. Sus ojos inconscientemente apuntaron hacia Nicolás. Cuando él se sintió observado y levantó la mirada, a Harleen el corazón le dio un vuelco. "¿Por qué he tenido ese pensamiento tan raro? ¿Por qué mi mente me ha mostrado esas imágenes tan fuera de lugar? ¿Acaso me estoy volviendo loca?", Harleen se reprochó en tanto desvió la mirada. Nicolás por su parte notó el alterado semblante de su amiga, pero esta vez no se atrevió a abrir la boca para consultarle al respecto.
Los días que siguieron a aquella especie de "descabellada epifanía" significaron para Harleen una constante tortura. Ahora ella ya no podía ver a Nicolás sin pensar en su estrafalaria fantasía, y lo que era peor, sin tener a flor de piel las mismas emociones y sensaciones que la habían acometido durante su singular pesadilla.
–Contacté a mi madre. Ella me ha prometido que hablará con el dueño del diario C. para que nos permita publicar nuestra obra como un suplemento de su edición dominical. Si nuestro primer número resulta exitoso, grandes cosas nos esperan. O bueno, al menos eso es lo que mi madre me ha dicho. La verdad es que ella está muy emocionada con el proyecto, me ha felicitado no sabes cuánto por mi olfato para captar buenas historias, y por si fuera poco me ha jurado y re-jurado que ella siempre tuvo fe en que mi carrera de escritora tarde o temprano sería un éxito rotundo.
–Cielos, Harleen. Y pensar que antes decías que jamás le pedirías ayuda a tu madre...
–Ya te lo dije, Nicolás. Tenemos que usar todas las armas que tengamos a nuestra disposición. A estas alturas ya no podemos andarnos con remilgos y caprichos... el mundo es demasiado despiadado como para darle alguna ventaja, que no se te olvide.
–Sabía que dirías eso. Solo quise molestarte –Nicolás soltó una carcajada para reforzar el sentido de sus palabras.
–Ya me lo imaginaba, tont... –Harleen no pudo terminar de hablar, pues de improviso se fue la luz en todo el apartamento. Eran cerca de las nueve de la noche. Ambos se asomaron por la ventana de la sala y contemplaron la oscuridad que cubría al parque y al vecindario.
–Parece que ha sido un corte en todo el distrito –Nicolás señaló.
–Diablos, ¿ahora como bajaré hasta la calle a la hora de marcharme? ¡Me iré de cara por las escaleras!
–Harleen, yo... –de súbito Nicolás calló.
–¡Hey! No te cortes. Vamos, dime qué es lo que ibas a decirme –Harleen se quedó viendo el oscuro perfil de su amigo.
–Yo... nada, olvídalo.
–Vamos –ella se le acercó, pero entonces se fijó en el brillo de los ojos del muchacho bajo la luz de la luna. En ese preciso instante los viejos fantasmas de su "descabellada epifanía" con Nicolás y con su cuchillo volvieron a estallar en su cabeza. Harleen retrocedió un par de pasos, pero entonces se tropezó con un mueble y se fue de espaldas sobre este.
–¿Qué pasó? ¿Te encuentras bien? –Nicolás fue tras la voz de su amiga cuando oyó el ahogado gritito que ella soltó al caer. Él avanzó en tanto tanteaba en medio de la oscuridad, pero entonces también tropezó con el mismo mueble y se fue para adelante–. ¡Mil perdones! ¡Cuánto lo lamento! –Nicolás exclamó con angustia cuando sintió el tibio cuerpo de Harleen bajo el suyo. En ese momento ambos muchachos solo podían ver el brillo de los ojos del otro. Después todo el resto de sus cuerpos y facciones simplemente se reducían a sombras y a oscuridad.
–Tú quieres besarme, ¿no es así? –para asombro de Nicolás, de forma repentina Harleen lo retuvo de los brazos cuando él trató de incorporarse.
–¡¿Qué?! –Nicolás exclamó como si lo hubiesen acusado de asesinato.
–No lo niegues, lo sé. Desde hace mucho que lo sé. ¿Crees que no me he fijado en cómo me miras? ¡¿Eh?!
–Yo, yo...
–¡Lo sabía! ¡Eres como todos los demás! Solo me quieres a tu lado porque buscas satisfacer tus bajos instintos a mis expensas...
–¡No!! –Nicolás se zafó del agarre de Harleen y se puso de pie. Ella rápidamente se incorporó y de un tiró al brazo lo hizo sentarse sobre el sofá.
–Vamos a ver si es cierto –Harleen de un salto se sentó sobre las piernas de Nicolás, y a la vez clavó sus ojos en los de él. Acto seguido ella se le acercó y le tomó las mejillas con las manos–. ¿Y qué? ¿Seguirás insistiendo con la mentira de que no quieres besarme?
–Yo, yo... –Nicolás intentó con todas sus fuerzas responder, pero lo cierto es que el sentir el cálido contacto de las piernas de Harleen sobre las suyas, el cálido contacto de sus manos posadas sobre sus mejillas, y el cálido vapor de su aliento sobre su rostro le comenzó a excitar sobremanera. Nicolás rogó para que Harleen no se percate del abultamiento de su pantalón en la zona de las entrepiernas.
–¿Y bien? ¿Vas a decir algo? ¡Vamos, habla! –Harleen le zarandeó la cabeza. Ella se mostraba fuerte y dominante, pero la verdad es que en el fondo se sentía tan confundida y abrumada como el mismo Nicolás. En ese momento la joven oyó un repentino coro de maullidos, y al mismo tiempo ella llegó a sentir en su abdomen el helado filo de un arma blanca. Fuera de sí Harleen bajó la mirada hacia su estómago, pero de inmediato descubrió que todo se había tratado de una ilusión. Sin embargo, a pesar de descubrir la verdad, su temperatura corporal no dejó de elevarse. Asimismo, su corazón empezó a latir cada vez más rápido, y meloso sudor pronto cubrió cada recoveco de su cuerpo–. ¡Cobarde, ¿Por qué no tienes el valor de afrontar las cosas?! ¡Responde, di algo, maldita sea! Crees que haces bien, pero esto es peor, ¡mentirme siempre será lo peor que puedas hacerme!
Nicolás no conseguía comprender el porqué de la locura de su amiga. ¿Era la oscuridad la culpable de su repentino ataque de histeria? ¿Por qué de pronto ella buscaba tan insistentemente que él le confiese sus sentimientos? ¿No sería que se había hartado de él y por ende quería confirmar su traición para así tener la excusa perfecta para abandonarlo para siempre? Nicolás se debatía en medio de una vorágine de reflexiones y cavilaciones cual un bote en medio de una feroz tormenta. Y Harleen por su parte no se callaba, ella insistía e insistía con lo mismo. Al final Nicolás terminó quebrándose. –Es cierto, todo lo que dices es verdad. Terminé enamorándome de ti. ¡No sabes cuánto lo lamento! Sé por todo lo que has pasado, sé que no puedes confiar en el amor, que en mí solo buscabas a un amigo con quien contar... aun así, yo te fallé, yo fui débil, yo...
–¡Shhh! –Harleen depósito su dedo índice sobre los labios de Nicolás. Tal gesto lo hizo callar en el acto, aunque también consiguió excitarlo aún más. En ese momento el bulto entre sus piernas amenazaba con transformarse en un volcán a punto de entrar en erupción–. Tienes razón, eres de lo peor y me has fallado. Aun así, solo déjame comprobar algo –Harleen ya no pudo contener más su lujuria y terminó estampándole un desenfrenado beso a Nicolás en la boca. Ella no había sido del todo sincera, no le había dicho todo lo que las últimas palabras de él le habían hecho sentir. Lo cierto es que el discurso de Nicolás la había emocionada casi hasta las lágrimas. El cuchillo se hundió en su abdomen. Harleen disfrutó de la sangre caliente descendiendo por sus entrepiernas. Dicha sensación la excitó hasta el límite. Pero no había sido un cuchillo lo que ella sintió hundirse en su abdomen. Cuando ambos terminaron echados sobre el sofá ella había entrado en contacto con el bulto de Nicolás, el "cuchillo", y lo que ella creyó que había sido sangre en realidad se trató del dulce néctar de afrodita que empezó a manar de su propia zona íntima.
Nicolás vio a un gato negro que los observaba desde la ventana. De pronto el felino se paró sobre sus patas traseras, y de la cintura para arriba se dividió en dos gatos. Pronto estos se entrelazaron y empezaron a elevarse hacia la luna. Cuando Nicolás parpadeó y volvió a mirar hacia la ventana, solo se topó esta vez con un cielo estrellado, aunque se trató de un cielo con estrellas tan resplandecientes, que al joven más le parecieron diamantes desperdigados sobre el infinito firmamento.
Cuando la luz se restableció ambos muchachos la recibieron sin ropa. Harleen se ofuscó y rápidamente se puso de pie. Nicolas la vio dirigirse hacia el interruptor de la sala para apagar las luces. Ver el suave revotar de sus tiernos glúteos de durazno le hizo sentir un maremoto de ardiente magma fluyendo por su interior. Pronto la oscuridad volvió a la habitación. Harleen se mostró satisfecha, y entonces, sin mayor pérdida de tiempo, ella regresó hacia Nicolás y se abalanzó sobre él como si de concretar aquel acto dependiera su vida entera.
Nos hemos terminado de fundir con la oscuridad. Ambos somos ahora criaturas de la noche.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top