Capítulo X

El reportaje que Harleen hizo sobre el campeonato que el equipo de ajedrez de su escuela ganó tuvo una gran acogida en las redes sociales del periódico escolar. Ella incluso llegó a enterarse de que gracias a su reportaje el club de ajedrez había recibido numerosas solicitudes de interesados en unirse. A la joven le gustó mucho el detalle que el equipo campeón le regaló como muestra de agradecimiento: una caja de bombones y un elegante juego de ajedrez con piezas hechas de vidrio.

Lamentablemente, su felicidad no le duró mucho, pues un par de días después su eterno rival Kylian publicó su reportaje sobre el triunfo del equipo femenino de básquet en el primer partido de la liga interescolar. Lo novedoso de este fue que Kylian cubrió desde los primeros entrenamientos de las chicas hasta la alocada celebración luego del partido. Al leer el reportaje Harleen se percató de que lo interesante de este no radicaba tanto en su relevancia noticiosa, sino más bien en la forma en la que el texto conseguía acercar al lector el lado humano de las integrantes del equipo, al punto de que uno terminaba interesándose vivamente en las chicas, como si estas fuesen sus conocidas de toda la vida.

–Definitivamente esto debe ser un mal chiste –Harleen se quejó con Gina. Ambas se encontraban comiendo en la cafetería del colegio durante uno de los recesos. A su alrededor el recinto rebosaba de bullicio y de movimiento.

–¿Por cuánto te ha superado esta vez? –Gina señaló el celular que Harleen sostenía en su mano.

–Mi reportaje tenía información mucho más relevante. Hice que la gente se interese en el ajedrez, además, además... ¡mi nota trataba del triunfo en un campeonato nacional, no de un irrelevante primer partido de la liga capitalina!

–¡Ah! Supongo que el ajedrez no es un deporte que la mayoría considere tan emocionante que digamos –Gina sorbió un poco de la cañita de su jugo en caja.

–¡Precisamente en eso estaba el reto! ¡Yo conseguí que la gente se interese por un deporte que la mayoría considera aburrido! ¡Hasta el profesor encargado del periódico escolar me felicitó por mi texto! En cambio, ese simplón, ese mediocre... ¡argh! Pero la gente es la culpable, ¡ellos son los que le dan alas para que siga regodeándose de su mediocridad!

–Tranquilízate, amiga, que estas tan roja como la casaca de nuestro uniforme –Gina señaló–. Harleen, amiga mía, no te vayas a enojar por lo que te voy a decir... mira, entiendo tu punto y tu rabia, pero he leído el reportaje de Kylian, y te juro que no pude parar hasta terminarlo. La cuestión está en que no parecía una nota de periódico, cuando lo leí sentí que estaba leyendo una interesante novela juvenil, ¿captas mi punto? Creo que por allí va el asunto... y bueno, obviamente el básquet es un deporte mucho más popular que el ajedrez –Gina terminó encogiéndose de hombros.

–Qué rabia, ¡qué rabia! –Harleen apretó los pliegues de la falda de su uniforme.

–No te desesperes, Harleen. Si Kylian ha triunfado con el básquet, pues lo único que tienes que hacer ahora es darle de su propia medicina. En pocas palabras, debes hacer un reportaje sobre el deporte rey por excelencia: ¡el futbol!

–¿Futbol? Pero yo odio el futbol. Siempre me ha parecido un deporte de lo más básico, y por encima de eso, sus fanáticos siempre me han parecido unos descerebrados.

–Pues si quieres ganarle a Kylian tendrás que replantearte tales ideas, amiga –Gina apuntó a Harleen con su sorbete.

–¡Dios santo, ¿por qué siempre tienes que tener la razón?

–Un "gracias" no estaría de más, ¡jajaja!

–¡Rayos!

Una vez que sonó el timbre de la salida, Harleen se dirigió a la cancha de fútbol, en donde a esas horas iban llegando los estudiantes pertenecientes al club de fútbol para sus prácticas. Indagando entre sus compañeros de clases que pertenecían al club, se enteró de que el capitán del equipo titular de la escuela era un tal Arthur Luna. Para sus adentros ella rogó que este fuera tan amable con ella como lo había sido el capitán del equipo de ajedrez.

Se sentó sobre las graderías que daban a la cancha y esperó. De brazos cruzados y exhalando vapor debido al húmedo frío que hacía a aquellas horas de la tarde, Harleen se dedicó a observar a los chicos que iban llegando y cambiándose para a continuación dirigirse a la cancha. Intentó adivinar si alguno de ellos sería el capitán del equipo titular. Ninguno le pareció Arthur Luna.

Algunos minutos después llegó el entrenador. Harleen bajó de un salto y fue hacia él para que le concediese el permiso para cubrir los entrenamientos. Fue tal su ímpetu que no se fijó en el chico que salía de los vestuarios con su uniforme de jugador. Inevitablemente terminó chocándose contra él.

–¡Cuidado! –el chico la tomó de la cintura cuando ella estuvo a punto de caerse para atrás producto del impacto. Harleen levantó la mirada, dispuesta a agradecerle rápidamente al chico por su amabilidad y después continuar con su camino hacia el entrenador, pero entonces sus ojos se toparon con el rostro más apuesto que ella hubiese visto en su vida.

"Parece tallado por el mismo Miguel Ángel... ¡Dios mío! Este chico tranquilamente podría interpretar a Superman", Harleen de pronto se puso colorada. Rápidamente se desasió del agarre del chico y se palmeó los costados de su falda. –Muchas gracias por haber evitado que me caiga –ella finalmente consiguió articular. No se sintió capaz de ver al muchacho a la cara.

–Tú... eres Harleen Malthus, ¿cierto? La famosa reportera del periódico escolar, ¿no es así? –el chico de pronto la señaló.

–¿Yo? Eh... ¿cómo lo sabes?

–En los vestuarios unos compañeros de tu salón me comentaron que viniste a buscarme, pues durante las clases les estuviste preguntando por mí. Pues bien, aquí me tienes, señorita Harleen.

–¿Eh? –aquella declaración agarró a Harleen por sorpresa. Ella se palmeó las mejillas para recuperar la compostura. Tomó aire y finalmente se atrevió a mirar a su interlocutor–. Ya veo, de modo que tú eres el famoso Arthur, el capitán del equipo de fútbol de la escuela.

–El mismo que viste y calza –Arthur le dedicó una galante sonrisa. Harleen odió aquella sonrisa, o mejor dicho odió como ésta la hizo sentir.

–¿Qué es lo que deseas hablar conmigo? –la voz de Arthur devolvió a Harleen a la realidad. Ella de pronto se sintió como si estuviese desnuda ante aquel apuesto muchacho. En un instante se sonrojó terriblemente. Ella odió tan exagerada reacción de su cuerpo.

–Yo, pues verás –Harleen decidió que lo mejor sería lanzarse de una buena vez al ruedo–, quería cubrir la preparación del equipo y algunos partidos de la liga interescolar, claro, si no es mucha molestia. ¿Tú crees que el entrenador...?

–Kylian se te adelantó y ya habló con él.

–¿Qué? –Harleen en ese momento fue el más fiel reflejo de la decepción.

–Tranquila –Arthur le dedicó una nueva sonrisa de galán de telenovela. "Deja de hacer eso, que me vas a volver loca", Harleen se quejó para sus adentros–. Le sugerí al entrenador que lo rechace, ya que sería una distracción para nosotros, sobre todo en este tramo tan importante del campeonato.

–Ya veo –aunque Harleen se sintió aliviada porque su rival fue rechazado, también dedujo que ella sufriría la misma suerte–. Tienes razón, son los últimos partidos de la liga, y sé que ustedes están peleando por el primer lugar. Tal vez una vez termine el campeonato pueda venir y...

–No tienes que esperar tanto –Arthur se le acercó y con su mano derecha le tomó el hombro con amabilidad. En ese preciso instante Harleen se estremeció–. Quédate con nosotros, estoy seguro de que tu presencia será una inspiración para todos nosotros.

–¿Eh? ¿Lo dices en serio? –Harleen lo miró con los ojos muy abiertos. Arthur de pronto se echó a reír–. ¿Ahora qué te pasa? ¿Acaso he dicho algo gracioso? –Harleen se señaló con dedo nervioso.

–Es que de pronto te pareciste tanto a mi primita; digo, cuando le compran la paleta que tanto quiere, ella suele abrir así sus ojos, igual a como tú lo acabas de hacer.

–¿Insinúas que soy una niñita mimada? –Harleen se llevó las manos a la cintura.

–Tenía mis dudas, pero ahora que acabo de verte fruncir así el ceño, estoy seguro de que te pareces mucho a mi primita, ¡jajaja!

–¡Idiota!

–Ven, te presentaré con el entrenador –Arthur invitó a Harleen con un movimiento de su cabeza. Cuando ella avanzó para seguirlo, por un instante él la tomó de la cintura, de forma suave, como para animarla a avanzar sin temor alguno. Una vez más Harleen se estremeció, como si una repentina electricidad de pronto le recorriera la piel de la espalda. "¡Cielos! Hacer este reportaje definitivamente será toda una odisea", la joven de las coquetas coletas castañas se lamentó para sus adentros. Aun así, ella avanzó con paso firme y decidido.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top