Capítulo VII
Nicolás solía reunirse con Wanda a la salida de sus clases de la mañana para desarrollar su proyecto de comic. La cafetería siempre era el lugar escogido para sus encuentros, aunque a veces preferían la tranquilidad de un salón vacío. El entusiasmo de Wanda era en extremo contagioso, y por ello es que a Nicolás le encantaban aquellas horas, más que cualquier otro momento del día. Allí él se sentía libre de expresar sus ideas, de decir lo que mejor le parezca; Wanda nunca lo juzgaba ni le reprochaba nada. Por el contrario, muchas de sus propuestas a ella le encantaban, y para hacérselo saber la muchacha se desvivía en elogios hacia su persona. Sin embargo, tal felicidad se esfumó cuando Harleen se unió al proyecto. Desde un primer momento Nicolás notó que entre las dos muchachas existían muy marcadas diferencias. Por ello fue que no le sorprendió cuando las discusiones entre ambas pasaron a convertirse en el pan de cada día.
–No entiendo por qué tuviste que llamar a esa insoportable –Wanda le dijo a Nicolás una tarde en la que ambos estaban reunidos en una mesa de la cafetería.
–Ninguno de los dos sabe escribir bien, fue algo necesario.
–Se cree la gran cosa, ¿es que no lo ves? Cada vez que se aparece se dedica a ningunear nuestras ideas y a querer imponer a como dé lugar sus puntos de vista.
–Solo intenta darles forma a nuestros disparates.
–¡No te rebajes ante esa alucinada, Nicolás! Te juro que eso me revienta. Tú eres demasiado bueno para andarte juntando con esa tipa. No sé qué historia habrá entre ustedes dos, pero te aseguro que esa tal Harleen no te conviene para nada...
–Ella me salvó la vida, eso es algo que nunca podré dejar de agradecerle. Además, ella hace esto por mí, como compensación por los dibujos que yo le realizo para sus escritos.
–¡Pues vaya compensación tan insoportable! Y, por cierto, sobre eso de que te salvó la vida, nunca me cuentas nada al respecto. Ya va siendo hora de que lo hagas. ¿O es que no me consideras tu amiga?
–¿Yo? ¡No! Claro que sí eres mi amiga. Ya te lo prometí, te lo contaré pronto, cuando me sienta listo. Ya te dije que es un tema muy delicado para mí...
–¡Shhh! Que ya llegó la harpía –Wanda señaló con la mirada hacia la entrada de la cafetería.
Harleen entró con el cabello humedecido debido a la llovizna de afuera. Una vez que saludó a los muchachos, se sentó y tomó las hojas que le alcanzó Nicolás. Allí estaba plasmada la historia y los bocetos que él y Wanda habían estado haciendo durante los últimos días. Harleen sacó su lapicero rojo y sin más preámbulo comenzó a hacer numerosas correcciones a lo allí escrito. Wanda puso cara de repudio cuando la vio sacar aquel lapicero rojo. Como lo odiaba. Una vez Harleen terminó con sus correcciones, le devolvió las hojas a Nicolás. Pero antes de que él pueda darles siquiera una ojeada, Wanda se las arranchó y comenzó a leer.
–¿Por qué cambiaste mi escena de los licántropos? –Wanda se quejó al poco rato.
–¿Una escena de sexo entre licántropos? ¿Es en serio? Si pueden transformarse en humanos normales, ¿Por qué tendrían que hacerlo en su forma de lobos?
–¿Es que nunca has oído de la tendencia "furry"? Yo estoy en muchísimos grupos y foros de dibujo, y te aseguro que allí los dibujos de temática "furry" son la sensación.
–¡¿Y se puede saber qué diablos significa "furry"?
–¡Dios mío, cuanta ignorancia! Furry es la temática en la que los artistas dibujan a animales humanizados. Asimismo, aunque no siempre es el caso, en la mayoría de las veces los dibujan en poses o actos sumamente sugerentes. Es la moda, lo que a la gente de ahora le fascina.
–Qué horror. No hay duda de que las generaciones actuales están podridas. Como sea, lo que tratas de decirme es que únicamente introdujiste esa escena para poder satisfacer a los fetiches de las masas, ¿cierto? Ya veo, de modo que por eso mismo también se te ocurrió la escena del chico licántropo teniendo sexo con su hermanastra simplemente porque la vio encorvada en su escritorio y quiso enderezarle la postura "a la manera de los suyos", ¿tengo razón?
–Ya te dije que eso es lo que le gusta a la gente. Si no les das lo que te piden, irremediablemente morirás ignorada por más que te esfuerces, ¿es que no lo captas o qué?
–No hay duda de que el cáncer del morbo a infectado a todas las ramas del arte, no solo a la escritura. ¡Puag! Como sea, ya estoy harta de discutir contigo, ¡haz lo que te plazca! –dicho esto Harleen se puso de pie y se acomodó la mochila, con la intención de retirarse. Sin embargo, apenas acabó de despedirse ella se acercó al oído de Nicolás y le susurró unas palabras. Al instante él se puso de pie y la siguió.
–Enseguida vuelvo, es algo importante –Nicolás se disculpó con Wanda. Esta última por toda respuesta entornó los ojos.
Mientras volvía a su casa Nicolás meditaba sobre lo que Harleen le había dicho antes de retirarse. "Pierdes tu tiempo con ese proyectito de cuarta, tu talento merece ser usado en algo mejor, en algo mucho mejor. Lo he estado meditando, y he llegado a la conclusión de que las memorias de tu padre no tienen por qué ser únicamente una maldición. Pueden ser nuestro trampolín hacia las grandes ligas. Es la única forma que tenemos para abrirnos paso en medio de esta corriente de perversidad y pornografía sin sentido. ¡Le demostraremos al mundo que las buenas historias todavía pueden triunfar!", sentado en el bus y con la cabeza apoyada contra la ventana, Nicolás recordó el discurso que su amiga le había soltado cuando hablaron a solas. Poco después ella le había propuesto trabajar juntos en un comic basado en las memorias de su padre. "Pero es la historia de un asesino, ¿eso no es también caer en el morbo?", él recordó haberle refutado. "Es una historia real, que además abordaremos desde su lado más humano y reflexivo. Generaremos consciencia, ya lo verás. Haremos historia", Harleen no dio su brazo a torcer. Llegado ese punto, Nicolás le recordó que ella misma había rechazado en un comienzo usar la agenda de su padre, en consideración a él y sobre todo a su madre. "Pero ya ha pasado bastante tiempo, ¿no? Tú ya lo has superado, muchas veces me lo has dicho. Y en cuanto a tu madre, ¿no me paras diciendo que a ella pareciera que ya no le importas, y que incluso se ha largado de viaje sin avisarte con anticipación? Como sea, cambiaremos los nombres, cuidaremos la identidad de todos los involucrados. Triunfaremos, ya lo verás, no le tengas miedo al éxito, amigo mío", ella de inmediato le hubo replicado. Nicolás no comprendía el porqué de la repentina obsesión de su amiga. Así se lo hizo saber. Sin embargo, la respuesta que Harleen le espetó fue tan tajante que lo dejó sin palabras: "Estamos solos contra el mundo, Nicolás. ¿No es natural que intentemos enfrentarlo juntos y con todas las armas a nuestro alcance?".
Cuando bajó del bus y caminó por el parque hacia su apartamento, Nicolás continuó dándole vueltas a la propuesta de su amiga. Pero entonces por pura casualidad dirigió la mirada hacia su edificio, y en ese preciso instante descubrió algo que lo sacó por completo de cuadro. Resulta que la luz de la sala de su apartamento estaba encendida, y aquello solo podía significar una cosa. Él hizo cálculos, y se dio con la sorpresa de que ya había pasado más de un mes desde que su madre se hubo marchado. Corriendo se dirigió hacia su edificio, abrió la reja y subió las gradas a toda velocidad. Cuando llegó a su piso, desde el otro lado de la puerta de su apartamento oyó voces y risas. Aquello lo desconcertó. Su madre no estaba sola, ¿Qué significaba aquello? Ya eran casi las diez de la noche. ¿De quién era la voz masculina que tan campante charlaba con su progenitora? Una vez Nicolás abrió la puerta e ingresó al apartamento, en el acto las risas de su madre se apagaron.
–Nicolás –ella lo saludó con frialdad. Tal gesto al muchacho le dolió más que si su madre lo hubiese recibido con un bofetón.
–Chico, ¿qué tal? Tu madre me ha hablado mucho de ti –el hombre que acompañaba a su progenitora le tendió la mano. Nicolás se la estrechó de mala gana.
–Hijo, él es Gabriel. Nos conocimos en el crucero y ahora somos novios –Tania presentó a su pareja, y luego a Gabriel le presentó a su hijo–. Por cierto, hay algo que quiero comunicarte –ella suavizó su tono, y se acercó a Nicolás para tomarlo de los brazos–. Gabriel y yo nos iremos a vivir a la casa de tus abuelos. Hasta ahora nadie quiere comprarla debido a lo que pasó allí, así que lo he pensado mucho y finalmente se me ha ocurrido una cosa: "hey, ¿Por qué no remodelarla y vivir allí como reyes?". Gracias a Gabriel me he despejado de toda duda al respecto, de modo que irnos a vivir allá precisamente será lo que haremos a partir de mañana, bueno, Gabriel y yo.
–¿Qué? ¿Y yo qué, mamá? ¿No iré yo también a casa de los abuelos? –Nicolás se señaló perplejo.
–Oh, no. Claro que no. Tú seguirás viviendo aquí, por supuesto. A esta edad los chicos necesitan su espacio, ¿cierto, amor?
–Claro, ya eres un chico grande y autosuficiente –Gabriel le dio unas palmaditas en el brazo. Nicolás lo fulminó con la mirada, con tal rudeza que el nuevo novio de su madre retrocedió inconscientemente un par de pasos.
Esa noche Nicolás no pudo dormir por culpa de la cólera y de la indignación. Aquel tipo era un vividor a todas luces, y su madre por su parte definitivamente estaba mal de la cabeza. ¿Cómo podía tratar así a su propio hijo, y para colmo delante de un extraño? ¿Es que en verdad ella creía que él era un monstruo como su padre que solo podía merecer su repudio y rencor? Recostado sobre su cama Nicolás se tomó de la cabeza con ambas manos. Era verdad, estaba solo, solo contra el mundo... Harleen tenía razón, siempre la tuvo.
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